Periódico Impacto #744

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Del 10 al 16 de diciembre de 2020

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VIDA LATINA

Escúchame, ¿me amas? Por Magdaleno Rose-Avila

casi las 4 de la tarde; ¡llegué con

ria, mi madre se enfermó en su

mente, tuve la oportunidad de

el duodécimo hijo. En aquellos días, mi madre era una LPN, o “enfermera práctica con licen-

-

recogí y me cargué todos los re-

Rural Legal Services”, y ahorré el

la dejó sin condiciones para tra-

llevarle regalos a mis padres y a -

-

FOTO ILUSTRATIVA PEXELS

volvimos muy dependientes del Departamento de Bienestar y sus productos alimenticios, y fuimos nuestra ciudad. ya de la Navidad, escuché ruidos delantero, que de seguro que no nito trineo de renos. Algunos de nosotros nos asomamos por la ventana de la sala mientras otros

hermano. Manuel, o Mano, como le gusta -

“Mamá, quiero que esas personas salgan de nuestro jardín. Les voy a decir que se vayan; les voy a tirar la comida a la cara”, le dije exaltado; “¡puede que seamos pobres, pero no necesitamos comida de los gringos!” furioso de que nos restregaran -

secundaria y verlos, se burlarán de mí. ¡No quiero su comida!” Mi madre se impuso; ella, mi padre y mis hermanos salieron para agradecerles y aceptar la comida

muy ocupado tratando de salvar cionantes como un activista chicano radical. tres de la tarde. Mi familia me dijo

los Caroler’s se fueron, mi familia revisó la maravillosa variedad de

mi anunciada llegada, ya que ha-

cot y me quedé con los frijoles y el

menos tres meses. Ese día llegué tarde, tras con-

de que sonreiría y me agradecería profusamente. Irrumpí triunfalmente en la vivienda mientras los guiándome tras ellos por el centro de la sala de estar mientras los “¡Leonard!, Leonard!, ¡llegaste!

Boulder hasta Las Animas. CuanCuando volví a la escuela secionados y acomodados jóvenes gunos de sus padres y familiares de productos enlatados; es decir, todo lo necesario para una cena mos mucha comida en la casa en ese momento y la cena de Navi-

jado. “No”, respondió ella, “no vas a hacer eso”. “Mamá”, respondí, “sé que somos pobres, ¡pero no tan pobres! No necesitamos su comida y seguramente no los necesitamos a ellos ni a su canto. Déjame deshacerme de ellos”. Mi madre me detuvo en seco, diciendo: “No. No harás nada. Tus hermanos y hermanas necesitan esta comida. Vamos a aceptarlo y a agradecerles y a pedirle a Dios que los bendiga”. “¡Por favor, mamá!” le supliqué, “¡nunca podré volver a la escuela y enfrentarlos! Me niego a volver a la escuela

comportarme con los estudiantes esa Navidad con sus canciones y sus canastas de comida. EvenPero, aun así, nunca les di las gracias y ellos nunca lo mencionaron. do apreciados. Volviendo a nuestra historia, vidades difíciles, decidí que cuando tuviera dinero compraría un

Esta historia continuará.


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