Revista Hermanas de la Cruz nº 7

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ICONOGRAFÍA DE SANTA ÁNGELA

Nueva imagen de Sor Ángela de la Cruz en Roma en pleno corazón de Roma, donde sus hijas tratan de irradiar su espíritu y carisma en la dedicación plena a tantos hermanos enfermos, pobres y abandonados como a diario asisten y visitan. Y no sólo en la Ciudad Eterna sino en cualquier punto del mundo donde ellas se encuentran. Pero…, Sor Ángela, en vida también fue peregrina y precisamente a Roma; aquella vez por mandato del Cardenal de Sevilla Sanz y Forés, acompañando a Hermana Adelaida de Jesús, la monjita en la que Fray Diego José de Cádiz obró el milagro que le sirvió al celoso misionero capuchino para su Beatificación. Oigamos lo que dejó escrito en su Diario, el 16 de abril de 1894: …”Fuimos a visitar a San Benito José Labre; vimos su sepulcro… Estaba todo muy adornado por ser su día. Me alegré mucho visitarle y me impresioné agradablemente. Estuvimos en la casa donde murió; causaba devoción aquel oratorio tan lleno de flores y los harapos y libros del Santo expuestos a la veneración pública, entre cristales, a fin que no se pueda tocar. Todo conmovía y daba gana de fundar una comunidad pobre que tuviera por distintivo el espíritu de humillación […] De estas impresiones saqué más amor a la muerte y deseo y deseo de vivir más y más escondida, despreciada y humillada; confusión de ver la diferencia de lo que practico con lo que siento”1 El argumento más claro del amor de Dios que tuvo Sor Ángela es, sin duda, su humildad insigne. Este fue su deseo y éste el fuego que ardía en su corazón: el bajar, el no ser, el rincón, la humillación. Ante tanta grandiosidad como ella contempla en la Ciudad Eterna esas llamas se avivan en su alma como si la consumieran en ardientes deseos de más y más humillación. Por eso, contemplando esta nueva imagen, con la viveza y expresión de sus dulces ojos, nos parece seguir oyendo aquellas palabras suyas que enmarcan toda su espiritualidad: “No ser, no querer ser, pisotear el Yo, enterrarlo si posible fuera”. Hoy, desde el cielo, pedimos esta gracia de la sencillez y humildad para sus hijas y para todas y cada una de las personas que han colaborado en esta empresa. Y para tantas almas que atraídas por el aroma de sus virtudes siguen sus huellas: sacerdotes, religiosos, laicos de toda clase y condición: pobres, ricos, sanos y enfermos. Para todos es el espíritu y doctrina de esta Santa que tanto bajó en el conocimiento de su nada hasta el punto de poder decir “la humildad no tiene fin, es como el mar”. Como agradecimiento para todas y cada unas de esas personas que hoy siguen sus huellas, su doctrina y sus ejemplos, les deseamos el mejor regalo, el que ella misma deseaba para sus hijas y para todo fiel que tiene a Jesucristo por Modelo y Maestro: “Las humillaciones son un oro purísimo con el que se compran las virtudes y nos hacemos de un tesoro escondido en esta vida, con el que nos encontraremos a la hora de la muerte, para gozarlo después por toda la eternidad”2 Roma, 31 Mayo 2013 1 2

Escritos Íntimos, Diario del viaje a Roma, p. 610. Bosquejo Biográfico de Sor Ángela de la Cruz, p. 718.

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