Juan josé hernández arregui imperialismo y cultura

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“No tenía nada que decir. El mundo de mis emociones era pequeño. Allí radicaba la verdad. Mi espíritu no se relacionaba con los intereses y problemas de la humanidad, sino con algunas ambiciones personales carentes de valor.” …………………………………………………………………………………………………… “Me he apartado de la verdad para adornar mi personalidad con un atributo que pudiera tornarla interesante.”

He aquí el retrato del escritor pequeño-burgués. El hombre angustiado de Roberto Arlt es la baja clase media acorralada de la década del 30. La expresión de su protesta impotente. De su aislamiento material. Transportada a la esfera del Arte, esa realidad mezquina se disfraza con la crítica desesperada del género humano que oculta al porteño real de los barrios empobrecidos tras la fabulación estéril del dinamitero, caricatura liteararia del individuo hostigado, sin conciencia de las relaciones objetivas que lo condenan al desequilibrio con la sociedad. El pequeño-burgués ve su situación desde un ángulo falso. En las épocas prósperas su relativa independencia económica le impide concebirse como miembro de una clase. Pero en los momentos de intranquilidad se siente repentinamente desgarrado. Y es que en los períodos de crisis la pequeño-burguesía está efectivamente desgarrada. En cada uno de sus integrantes late la ambición de 300 millones.8 Su referencia sufriente al mundo, aunque se tiña de amor a la humanidad, es fruto del divorcio entre la vida y el deseo de afirmarse en ese mundo fundado en el dinero. Por eso, los personajes de Roberto Arlt, pese a su condición de fronterizos, son psicológicamente veraces. La novelística de Roberto Arlt es, con relación a la pequeña burguesía urbana sin conciencia del país, el enigma literariamente resuelto de la crisis de 1929, la solapada miseria de una clase vista con lente de aumento. Una época en la que se estrellaron las esperanzas de la casita propia, del empleo estable, el pobre “optimismo de los triunfadores de mañana”. Los personajes deshechos de Arlt intuyen un destino lóbrego del que se sienten prisioneros. Esta fatalidad aciaga, impalpable, los determina sin esperanzas. Todos terminan en el ensueño inútil, en el fracaso frente a la realidad hostil. El ser solitario que sufre, sin conciencia de su propia situación social, hipostasía su sufrimiento en la religión, en el arte, el anarquismo ético o el suicidio. La frecuencia de lo sorpresivo en sus novelas reproduce bien esa fe en la casualidad salvadora, en el azar milagroso, en un mundo real condicionado donde el individuo sucumbe frente a las posibilidades sobresaturadas del mercado. No es casual que estas fantasías de los seres desdichados de Arlt prendan, con frecuencia, en personajes que aspiran a convertirse 8

Nombre de una obra teatral del propio Roberto Arlt.


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