Año 3
No. 132
… Dios volvió a buscarla “Lo recuerdo con claridad. Mi marido y yo decidimos dejar a la Iglesia”: así empezó la cuesta abajo de Kathleen Laplante, que formaba junto a su esposo un matrimonio joven, católico, que poco a poco se había dejado imbuir de las ideas ambientes, y había pasado a defenderlas con actitud. Y ese fue el principio del fin del matrimonio. La depresión, el divorcio, los hijos... Su relación comenzó a ahogarles : “Con una enfermedad grave siendo aún joven, con un desacuerdo absoluto sobre nuestra vida sexual, y sin una fe común a la que acudir, nuestro matrimonio acabó en divorcio”. Kathleen se sentía resentida por considerarse una madre sin energía emocional para serlo, y la enfermedad le impedía atender a los hijos. Así que ambos decidieron que los niños vivirían con su padre, y ella perdió la custodia. Esto incrementó su depresión, entonces empezó a pensar que no valía la pena vivir. “Rumié muchas veces la idea del suicidio, hice varios planes e incluso lo intenté una vez. Pero fue entonces cuando cogí la mano que Dios me tendió, y a partir de entonces derramó sus gracias sobre mí”, cuenta Kathleen. Fue paradójicamente, por la propuesta de un amigo suyo, no católico, quien al ver lo destrozada que había quedado tras su divorcio, le propuso acudir a la hospedería de una abadía a descansar y pensar: “Y estando allí, las semillas sembradas durante mi educación católica, tan pequeñas pero ¡Dios mío! tan preciosas, salieron del letargo. Comenzaron a dar fruto cuando me encontré en terreno católico. “Con el tiempo experimenté una gran liberación de la culpa, la vergüenza y la confusión: había vuelto al hogar”, concluye.
Semana del 14 al 20 de agosto de 2011
Florece la esperanza
Kathleen fue recibida de nuevo en el seno de la Iglesia. “Fue el inicio de mi conversión”, evoca ahora, “pero no el final”. Y, lo que era más importante para ella, volvió a ser una madre para sus hijos. “Cristo sustituyó mi desesperación. Mi vida, que pensaba que era el infierno, es ahora un anticipo del Cielo. Gracias a Dios, que me trajo de regreso a casa”.
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