Relatos de éxito de un comisario

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El trabajo se consolida De acuerdo con nuestro plan de trabajo, el 8 de mayo del 2004, en la plaza del pueblo joven El Bosque, juramentaron 350 juntas vecinales. Asistieron a dicha ceremonia, entre otras autoridades, el señor Yehude Simons Munaru, presidente de la región, y el general PNP Víctor Figueroa Romero, jefe de la II Dirtepol. No quiero dejar de mencionar una presencia muy especial, que dio realce a la ceremonia y representó mucho para mí: en aquella ocasión, nos visitaron las juntas vecinales de los distritos de Hualmay y Santa María, encabezadas por la señora Carmen Licetti Carlos, coordinadora general de Hualmay, y por el ingeniero Carlos Estupiñán Demutti, alcalde de la Municipalidad de Santa María. Relatos de éxito de un comisario / Julio Díaz Zulueta

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Cuando me tocó hablar, aproveché la oportunidad para invocar a las autoridades presentes a que se esfuercen al máximo por hacer cumplir la Ley de Seguridad Ciudadana. Les recordé sus funciones y les hice notar que, hasta ese momento, solamente una autoridad me había escuchado. Los miles de pobladores que asistieron a la ceremonia salieron contentos, con el objetivo claro de apoyar el trabajo de la Policía de su demarcación. En La Victoria, la acción de las pandillas era sumamente peligrosa. Recuerdo que cuando recién llegué, los pandilleros pasaban por mi casa rompiendo todo lo que encontraban a su paso. Era insoportable. Sin embargo, los grupos violentos fueron desapareciendo como por arte de magia. Me pasó lo mismo que en Huacho: al principio, no me explicaba claramente cómo se estaba logrando la erradicación, pero después advertí que en la rondas participaban los propios padres y madres de los pandilleros. Gracias al trabajo conjunto, los vecinos tomaban mayor conciencia acerca de que no solamente era posible mejorar la seguridad en el barrio, sino ejercer un control más efectivo sobre sus propios hijos. De esta manera, se efectuaba un proceso de resocialización de los jóvenes y de fortalecimiento familiar. En muchos casos, los vecinos asumían el control de aquellos pandilleros que no tenían padres; inicialmente, les parecía muy incómodo reeducar a hijos ajenos, pero después tuvieron que aceptar la tarea por el bien de la comunidad.


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