La Ventana Rota

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las medidas adoptadas. Los niveles de aprobación fueron cayendo en los años siguientes, hasta llegar a 40% en el 2006. Aún así, a pesar de la caída, el nivel de apoyo a estas drásticas medidas fue significativo. No obstante, la percepción de inseguridad evolucionó negativamente. En el 2003, 35% de la población consideraba que la violencia había aumentado el último año; esa cifra cayó a 22% en el 2004, el mejor resultado en muchísimos años, gracias a las acciones adoptadas. Un año después, más del doble —es decir, 56%— pensaba que la violencia había aumentado, y el 2006 esa cifra había subido a 76%, es decir, tres de cada cuatro salvadoreños pensaban que, entre el 2005 y el 2006, la violencia había aumentado, frente a una cifra que era menos de la mitad el año en que se inició el plan. Esas percepciones fueron corroboradas por los hechos, pues la violencia, en efecto, se incrementó. No sólo eso, sino que la organización de las maras se fortaleció con la experiencia de la prisión. Los pandilleros, además, adecuaron sus estructuras organizativas a las nuevas condiciones: comenzaron a operar más clandestinamente y a ocultar los signos exteriores que los identificaban. El retorno de las ejecuciones sumarias y arbitrarias podría ser otro posible resultado del nuevo clima que generó el plan mano dura y la negativa del Poder Judicial a procesar y a condenar a la mayoría de los mareros detenidos por la Policía. Existen algunas evidencias de que las ejecuciones, esa práctica deleznable, han retornado. Incluso el gobierno ha reconocido alguna responsabilidad.


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