Slavoj Zizek, al comentar el sub-género en su totalidad, “el sujeto se ve confrontado con una escena del pasado que quiere cambiar, modificar, en la que quiere intervenir; hace un viaje hacia el pasado, interviene en la escena y no es que “no puede cambiar nada”—al contrario, es por medio de su intervención que la escena del pasado se convierte en lo que siempre fue: su intervención estuvo comprometida desde el inicio, incluida”(57-8). La primera pista que recibimos de esta clausura histórica inexorable aparece en el pronunciamiento de Sarah Connor al enterarse por parte de Kyle Reese cuál es el nombre de su hijo nonato y aún no concebido, “por lo menos ahora sé cómo nombrarlo”. La sutura absoluta de esta estructura determinista se vuelve plenamente manifiesta en la escena final de la cinta. En una estación de gasolina en México rural, Sarah recibe la fotografía que traerá—o, en tiempo narrativo, que ya ha traído—a Reese desde el futuro para convertirse en su amante y en el padre de John. El círculo así se cierra: completamente resignada a su rol de “madre del futuro”, Sarah desaparece en el horizonte para esperar la “llegada de la tormenta” de la inevitable guerra nuclear y para cumplir su destino como la madre del mesías. La lección implícita en la estructura formal de la cinta es así sencilla: a pesar de nuestros deseos o de nuestros actos, ningún cambio o desviación de nuestro destino predeterminado es posible. Penley lee esto como indicativo de una atrofia más general de la imaginación utópica: “podemos imaginar el futuro, pero no podemos concebir el tipo de estrategias políticas necesarias para cambiar o para asegurar el futuro” (117). La reescritura que ocurre en T2 de este escenario inicial parecería, por lo menos a primer vistazo, despejar la clausura del final de la primera cinta, al reemplazar la paradoja temporal del retorno con otro mecanismo de la Ciencia Ficción (CF), aquel de las múltiples intersecciones de flujos temporales (un mecanismo empleado con fines de izquierda brillantemente en El Frente Humano de Ken MacLeod). El pronunciamiento desechable y aparentemente irónico de Reese en la primera película sobre la naturaleza fluida del futuro ahora puede expandirse en el mantra temático “El futuro no está fijado. No hay destino sino el que hacemos por nuestra propia cuenta”. Sarah Connor, con la ayuda del Terminador rehabilitado (Schwarzenegger), trabaja para demostrar la verdad del enunciado. Durante el despliegue de T2 nos enteramos de que el círculo de auto generación es aún más fijo de lo que se reveló al inicio: la generación de la tecnología SKYNET por la corporación de Sistemas Cyberdine es posible solamente por la existencia de un fragmento de 149