Afrodescendientes en La Guajira

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Claudia Mosquera Rosero-Labbé Deivis Ojeda Iguarán Ernell Villa Amaya Doris Cabeza Escobar Con la colaboración de: Paula Juliana Pardo Sanabria y Oscar E. Camelo Romero

Apoya:

Centro de Estudios Sociales y Departamento de Trabajo Social Facultad de Ciencias Humanas Sede Bogotá

Organiza:




/ Idcarán · Retos en los procesos de autoidentificación étnico-racial en municipios con alto mestizaje interétnico y racial. /



© Claudia Mosquera Rosero-Labbé © Deivis Ojeda Iguarán © Ernell Villa Amaya © Doris Cabeza Escobar Autores Paula Juliana Pardo Sanabria Oscar E. Camelo Romero Colaboradores

Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá Facultad de Ciencias Humanas ―Comité editorial― Luz Amparo Fajardo Decana Nohra León Rodríguez Vicedecana Académica Constanza Moya Pardo Vicedecana de Investigación y Extensión

William Castaño Marulanda Corrección de estilo Clara Buesaquillo Izaquita, Jose Antonio Ariza Aldana y Rubén Egea Amador para rbn&co. Diseño gráfico

Jorge Aurelio Díaz Director revista Ideas y Valores Adriana Santos Instituto de Investigación en Educación Carlo Tognato Director del Centro de Estudios Sociales - CES

Digiprint Editores SAS Impresión

Proyecto internacional Ruta del Esclavo: resistencia, libertad, patrimonio de la Unesco

Primera edición Cartagena de Indias 2016

Ali Moussa Iyé Jefe de la sección Historia y Memoria para el diálogo intercultural y coordinador de la Ruta del Esclavo: resistencia, libertad, patrimonio Comité Científico Internacional de la Ruta del Esclavo: resistencia, libertad, patrimonio de la Unesco Nelly Schmidt Presidenta María Elisa Velázquez Gutiérrez Vicepresidenta Jane J. Landers y Joel Quirk Relatores Claudia Mosquera Rosero- Labbé Miembro por Colombia del Comité Científico Internacional de la Ruta del Esclavo: resistencia, liberta, patrimonio

Material impreso de distribución gratuita con fines didácticos y culturales. Queda estrictamente prohibida su reproducción total o parcial con ánimo de lucro, por cualquier sistema o método electrónico sin la autorización expresa para ello. /6




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― LA ESCLAVITUD EN LAS PESQUERÍAS DE PERLAS DE CUBAGUA Y MARGARITA ― “La tiranía que los españoles ejercitan contra los indios en el sacar o pescar de las perlas es una de las crueles e condenadas cosas que pueden ser en el mundo. No hay vida infernal y desesperada en este siglo que se le pueda comparar” B. de las Casas, Muy breve relación de la destrucción de las India, 1552. Levantados al alba, encadenados y alimentados con un puñado de galletas de maíz, los buscadores de perlas debían navegar a vela o remar una o dos leguas antes de llegar hasta los bancos de ostras perlíferas. Con el tiempo, la corona había de regular el tamaño de las embarcaciones, que en un principio eran apenas piraguas de 6 u 8 buceadores, y aumentarlo o disminuirlo en función de las zonas de pesca, los hallazgos y el agotamiento de los bancos. Al comienzo de la explotación, las ostras se hallaban a unos 7 u 8 metros de la superficie, pero a medida que avanzaba la pesca se hicieron más escasas y generalmente se hallaban a 12 y 20 metros de profundidad. Los buceadores desnudos debían zambullirse uno o dos minutos, provistos apenas de unos guantes de cuero, y se ayudaban con las piedras para alcanzar las más profundas. El estallido de los tímpanos estaba considerado un simple rito de iniciación. Los buceadores se relevaban en turno de dos y no se les concedían más que un par de minutos para recobrar el aliento. “Un verdugo español [estaba] en una canoa o barquillo, e si se tardan en descansar les da puñadas y por los cabellos los echa al agua para que tornen a pescar”, escribe Las Casas en 1552. El primer peligro eran los tiburones y las barracudas, que en el siglo XVI eran particularmente numerosos en el litoral suramericano. En un comienzo, las ostras se abrían en las canoas y se tiraba la carne al mar, lo cual atraía una fauna marina particularmente agresiva, y un decreto acabó por prescribir que se abrieran en tierra. El 26 de febrero de 1538, se prohibió formalmente abandonar en el mar a los buceadores muertos, porque los cadáveres atraían a los escualos, que no les hacían ningún asco a los vivos. “[Y les dan] tan horrible vida”, escribe Las Casas en 1552, “hasta que los acaban e consumen en breves días. Porque vivir los hombres debajo del agua sin resuello es imposible mucho tiempo, señaladamente que la frialdad continua del agua los penetra, y así todos comúnmente mueren de echar sangre por la boca, por el apretamiento del pecho que hacen por causa de estar tanto tiempo e tan continuo sin resuello, y de cámaras que causa la frialdad. Conviértense los cabellos, siendo ellos de su natura negros, quemados como pelos de lobos marinos, y sáleles por la espalda salitre”. La esperanza de vida de un esclavo buceador era de 3 o 4 años. En 1529, la corona dictó medidas conservatorias para limitar a 3 o 4 horas el tiempo de inmersión, pero apenas fueron acatadas. Se calcula que, para estas fechas, en Cubagua había unos 700 esclavizados buceadores y que cada uno debía pescar un promedio de 7.551 ostras cada día para alcanzar la producción perlífera que figura registrada para 1527; entre 300 y 1.000 ostras eran necesarios para producir un quilate o 0,2 gramos de perlas. Uno de los buceadores fue un indio de Margarita que había sido condenado a trabajos forzados por haber dado muerte a uno de sus semejantes. Durante tres meses, recogió /9


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más de 28 gramos de perlas por día. La costumbre era que, al final de la jornada, cada buceador debía entregarle a su amo una concha llena de perlas, a menos que quisiera que lo castigaran. Las embarcaciones levaban el ancla sobre las 4 de la tarde y regresaban a la ranchería, donde las perlas se abrían bajo la mirada vigilante de un guardián y de varios oficiales encargados de recolectar el quinto destinado al rey. Si a un esclavizado lo descubrían escondiendo perlas recibía 100 latigazos en la plaza pública. La segunda vez se le cortaban las orejas, se lo revendía y se lo deportaba. Por el mismo crimen, su amo podía ver todos sus bienes confiscados y verse a sí mismo exilado a perpetuidad a las Indias. Pese a estas medidas coercitivas y a la estrecha vigilancia, los buceadores siempre conseguían disimular algunas perlas. Por lo general, se las entregaban a su amo a final del mes, a cada 15 días, a cambio de camisas, sombreros, bonetes, zapatos, vino o mazos de naipes. Los buceadores pasaban la noche encerrados o encadenados unos a otros por los pies o por el cuello y tenían prohibido todo contacto con mujeres. Se creía que si mantenían relaciones sexuales, al día siguiente flotarían como corchos y no conseguirían cumplir con su tarea. A los más productivos, el amo podía otorgarles una mujer por un tiempo determinado, pero no tenían permiso de casarse ni de convivir con ella de manera regular. Hasta 1530, cuando se establecieron las minas de México y Perú, el valor global de las perlas enviadas a Europa representaba un tercio del valor total de todas las producciones mineras de las Américas. Tras el descubrimiento del banco de Coche en diciembre de 1528, se recogieron legalmente desde Nueva Cádiz de Cubagua hacia España, y la cantidad total de perlas extraídas probablemente alcanzaba el doble. Las mejores estaban reservadas a la corona y la producción de las rancherías, que se conservaban en una caja fuerte con tres llaves que custodiaban 3 oficiales distintos, se mandaba a España a bordo del mejor galeón de la flota de Tierra Firme. A partir de 1526, se expidieren varias cédulas para el empleo de esclavos negros como buceadores, pero su número apenas aumentó hasta que, ante la desaparición progresiva de la mano de obra indígena, un decreto firmado el 25 de junio de 1556 prohibió el empleo de los amerindios en la tarea, autorizando en cambio el de los africanos. Por entonces, se consideraba que estos últimos eran menos productivos y no disponían de las habilidades necesarias para sumergirse, de modo que fueron confirmados a trabajos de intendencia en tierra o a los que requerían las barcas de remos. Su precio de compra nunca superó al de los indígenas. En diversas cédulas, Felipe II (2 de junio de 1585, 1601) y Felipe III (mayo 29 de 1609) reiteraron la prohibición de emplear, bajo pena de muerte, a buscadores de perlas indígenas. Las cédulas, sin embargo, no lograron poner término a la trata clandestina de indígenas, que continuó con la complicidad de las autoridades coloniales. Para 1580, los buceadores de origen africano ya eran mayoría. Solían tener entre 10 y 25 años y era oriundos de la Costa de Oro (Gana), senegaleses de la isla de Goré y del banco de Arguin y krous de Liberia. Los adolescentes de 15 o 16 años parecen haber sido los más cotizados. Tomado de: Mémorial ACTe. De la esclavitud y la trata negrera en el Caribe y en el mundo. 2015 .

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FotografĂ­a tomada por Doris Cabeza


/15 Introducción /17 1. Contexto histórico de La Guajira /31

2. Las permanentes relaciones interétnicas entre Afros y Wayúu

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3.Los alrededores de Riohacha como lugares de memoria y asentamiento afroguajiro 4. Cómo la extracción carbonífera arrasó

/39 la memoria afrodescendiente en la Baja Guajira: ¿un caso para pensar el tema de la reparación?

/41 5. La cultura afroguajira hoy /49 6. Personalidades afroguajiras /57

7. Los afroguajiros y el censo nacional de población y vivienda

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Anexo; Trayectoria territorial y administrativa de La Guajira

/70 Autores


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La Misión Capuchina de la Guajira Daza Villar, V. (2002). Guajira, Memoria visual

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― Introducción ―

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on el objetivo de aumentar los niveles de autoreconocimiento étnico-racial en el departamento de la Guajira con miras al próximo Censo Nacional de Población y Vivienda (2017- ¿?), consideramos importante incursionar en el apasionante tema de la presencia de los pueblos negros en este departamento lo que implica para el conjunto de la sociedad Guajira reconocer la existencia de otras identidades étnico-raciales en el territorio guajiro, que co –existen, conviven e interactúan con el pueblo Wayúu, y con poblaciones mestizas , “criollas” o arijunas. En los últimos años en La Guajira han surgido iniciativas organizativas para conversar sobre la presencia de ascendientes de africanos(as) en el departamento, para conocer un poco más a las personas y lugares que guardan y reproducen culturas negras locales, aquí se destaca una propuesta que se desarrolló en el año 2013 por parte de la Asociación ASOROBLISTA denominada : “apoyo a la presencia y reconocimiento ancestral afrocolombiano para el desarrollo social en el municipio de Riohacha, departamento de La Guajira”, que buscó desde lo local realizar una lectura de la presencia histórica, acercarse a los procesos que se realizan en nombre de la identidad cultural, analizar la ocupación territorial y diagnosticar la situación socioeconómica de hombres y mujeres afroguajiras en el presente. También se destaca el “Proyecto Ruta Negra en la Guajira” de la Fundación Agguanilé que se llevó a cabo en el año 2015 y se ejecutó en dos fases con el apoyo financiero del Ministerio de Cultura, este proyecto buscó visibilizar la Guajira afro desde sus potencialidades para posicionar la importancia del autoreconocimiento étnico-racial , la recuperación de memoria histórica y la importancia cultural de las

comunidades negras asentadas en el municipio de Riohacha. Estas iniciativas innovadoras, apoyadas académicamente por la Universidad Nacional de Colombia, por medio del Grupo de Investigaciones sobre Igualdad Racial, Diferencia Cultural, Conflictos ambientales y Racismos en las Américas Negras- Idcarán- han sido de gran importancia para visibilizar a la población afro en La Guajira, pero aún persisten obstáculos para la autoidentificación étnico-racial de los pueblos afroguajiros. Debemos trabajar estos obstáculos y verlos como retos dentro de un proceso. Este cuadernillo fue elaborado para conversar una vez más y con nuevos argumentos sobre la importancia del autorreconocimiento étnico-racial dentro del Censo Nacional de Población y de Vivienda (2017- ¿?) , para eso realizamos un recorrido histórico para compartir con los y las personas interesadas el relato de la llegada, presencia y permanencia de personas de ascendencia africana en este territorio , quisimos dar a conocer las lógicas que guiaban a africanos y a africanas cautivas en la creación de palenques y rochelas en estas geografías , mostramos una vez más las profundas relaciones interétnicas que han existido desde hace siglos entre personas negras y hombres y mujeres Wayúu. Abordamos algunas prácticas culturales y gastronómicas aún presentes en la cultura afroguajira, e identificamos a algunos personajes afroguajiros. Este cuadernillo no está terminado. Está abierto a las discusiones plurales y a la recepción de nuevas informaciones que nos permitan crear un relato mucho más completo y complejo de los afroguajiros de ayer y de hoy.

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― 1. Contexto histórico de La Guajira ― Presencia prehispánica indígena en la Península de La Guajira

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a investigación arqueológica describe a la población asentada en el territorio de la actual Guajira, cuyos vestigios fueron identificados en la zona de La Pitia en Sinamaica (actual Venezuela), como una agrupación de seres humanos dedicados a la pesca (principalmente de bagre) como modo de subsistencia y a la elaboración de objetos de alfarería (Guerra 2007). Otros yacimientos arqueológicos en la Media y la Baja Guajira identifican grupos agricultores y cazadores-recolectores, que se asentaron en 1800 A. C. (Vásquez y Correa 2002). Por otra parte, el arqueólogo Gonzalo Correal (citado por Daza 2002), en investigaciones sobre la antigüedad del desarrollo cultural colombiano, encontró en la Serranía Cocinas vestigios de personas que “probablemente llegaron moviéndose a lo largo de la Costa Atlántica desde Panamá” (331). Algunos de los pueblos indígenas presentes en la Península de La Guajira eran los Wayúu y los Cocinas, ubicados en la Sierra de la Macuira, y los Paraujanos, ubicados en Sinamaica, Paraguaipo y al occidente en cercanías al Lago de Maracaibo. En cercanías al Cabo de La Vela, en Apüin, Keemjui, U’utap, Walitpana, Kayusiüpa, Salain, Koushotshon, Puralapu, Orolotchon y Mayulamana, se realizaron excavaciones arqueológicas que indican que en Apüin existió un asentamiento transitorio en el que la subsistencia de sus habitantes se basaba en la explotación de recursos marinos y el comercio o intercambio con islas del Caribe (Guerra 2007). A partir de la llegada de los españoles al Nuevo Mundo se produjeron grandes cambios en aspectos como: la manera de organizar el territorio, la distribución de los

habitantes y la explotación de los recursos, que quedó en manos de la Corona española. Un ejemplo de ello fue la migración forzada de los indígenas guanebucanes, “agricultores que habitaban en la parte suroccidental de la península, en las estribaciones de la Sierra Nevada, que huyeron en dos direcciones: unos hacia la Media y Alta Guajira, y otros hacia la Sierra Nevada, lo que contribuyó a nuevas formaciones étnicas en procesos aún no estudiados del todo, dentro de los cuales está el de los mismos Wayúu” (Vásquez y Correa 2002 275). A inicios del siglo xvi, los pueblos indígenas de la Península de La Guajira se dedicaban a la pesca y la recolección de frutos de cactos como el cardón, la tuna y el buche. Pero el encuentro entre estos pueblos y los españoles, se caracterizó por el abandono de las actividades de pesca costera y por la predominancia de la caza de animales terrestres para su subsistencia, tales como venados de cola blanca, pecaríes (también llamados zainos) y otros animales domesticados traídos de Europa. Los pueblos indígenas expertos en actividades de pesca desarrollaron una técnica de buceo para la recolección de perlas. Con la llegada de los españoles, estos se apoderaron de la recolección de dicho recurso e hicieron uso de las capacidades de los indígenas de la región para que cumplieran el papel de buzos en la extracción perlífera. Con el aumento de extracción perlífera muchos de estos indígenas sufrieron diferentes afecciones y muchos de ellos murieron debido a las duras condiciones y exigencias de esa labor (Barrera 2002, citado por Mejía 2010). En consecuencia, se prohíbe la utilización de indígenas como buzos de pesca y se dan las primeras presencias negras afri-

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canas en la Península de La Guajira, como esclavizados pescadores de perlas. El auge perlífero en la Península de La Guajira

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n el siglo xvi, las campañas conquistadoras tenían como objetivo dominar a los pueblos indígenas y declarar propiedad de la Corona española las tierras “descubiertas”. Así, durante los periodos de Descubrimiento y Conquista el interés se centró en la dominación económica.

El auge de bancos perlíferos fue uno de los principales atractivos de la franja costera de la Nueva Granada para los conquistadores y los piratas. En 1510 se asentaron los primeros ostrales perleros en la ranchería1 de Nueva Cádiz de Cubagua (ubicada en la Isla Margarita, actual Venezuela). Sin embargo, debido a que en la Isla de Cubagua la escasez del recurso perlífero se empezó a notar —como efecto de un maremoto que arrasó con la ciudad llamada por los españoles Nueva Cádiz de Cubagua (Barrera 2002, citado por Mejía 2010)— en 1538 los españoles iniciaron la búsqueda de nuevos ostrales en la zona costera de El Cabo de la Vela, donde encontraron un territorio acuático propicio para la extracción de perlas. El Cabo de la Vela fue la primera zona de poblamiento español en la Península de La Guajira debido a la ubicación de ostrales perleros y también fue un “hito de navegación y [el] primer deslinde territorial adjudicado en tierra firme para los descubridores y conquistadores” (Vásquez y Correa 2002, 276). Tras el descubrimiento de nuevos ostrales se funda Nuestra Señora de los Remedios del Cabo de la Vela, que constituye el 1 Una ranchería se define como una “unidad técnica, económica y social de los pescadores de perlas que, a pesar de su inicial rusticidad, puede constituir el embrión de una próspera ciudad. Son necesariamente móviles dado a que su perdurabilidad se halla asociada a la producción de bancos perlíferos” (Otte 1977, citado por Guerra 2007, 5).

primer asentamiento europeo con permanencia en la Península de La Guajira. El territorio de Nuestra Señora de los Remedios y sus rancherías de perlas se caracterizaban por una diversa población social y racial organizada bajo una escala de poder. De esa manera, quienes representaban el más alto grado de poder eran los españoles o “señores de canoas”, seguidos por mayordomos y canoeros europeos, luego los “canoeros” o mayordomos, seguidos por los “sirvientes africanos” o los esclavizados africanos y los “buceadores”, quienes eran esclavizados indígenas y, finalmente, las “indias y pajes”, las mujeres y hombres indígenas dedicados al servicio, la cocina y el suministro de alimentos (González 2005). Cabe señalar que desde el momento en que se realizó la migración desde la Isla de Cubagua hacia el Cabo de la Vela se buscaron más ostrales. En 1554 este asentamiento se traslada y se funda la ciudad de Nuestra Señora de los Remedios del Río de la Hacha, ambos poblados estuvieron asociados inicialmente a la formación de rústicas rancherías perlíferas, que posteriormente dieron lugar a la formación de prósperos poblados o ciudades. Entre las personas que se trasladaron y que trabajaban en las granjerías de perlas había, además de indígenas y europeos, esclavizados africanos, con lo que se puede afirmar que desde antes de 1538 en la Península de La Guajira ya había presencia de población de ascendencia africana, alguna de ella adquirida a corsarios franceses quienes traficaban con personas negras, y otros eran importados desde Sevilla (Navarrete 2003); hacia el año 1640 la mayoría de personas africanas que arribaban a La Guajira ingresaban de contrabando proveniente de Curazao y Jamaica. Durante este periodo de auge perlífero algunos pueblos indígenas, como los buzos de Carrizal, fueron considerados de importancia política y económica, por ello, se designaron caciques o jefes para que hicieran las veces de intermediarios entre los

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pueblos y las autoridades españolas en el control de la producción perlífera y su tributación (Guerra 2007).

producción y comercialización de perlas en la península.

Además de su atractivo perlífero, los puertos de la península fueron foco de control estratégico a finales del siglo xvi y principios y mediados del xvii, debido a que se temía el ingreso de foráneos holandeses que intentaron apropiarse del comercio de la Península de La Guajira. Además, la Isla de Curazao, habitada por holandeses, era foco de hostilidades hacia el dominio español, desde allí se incentivaron diferentes alzamientos indígenas. La fundación de poblados españoles sobre los puertos guajiros de Bahía Honda y Bahía de Tucacas propendía por la erradicación y la prevención de dichos alzamientos. Las perlas constituían un botín valioso para los piratas en Riohacha, pero también iban por provisiones como carne y madera, ya que eran productos difíciles de obtener en las islas caribeñas (Sæther 2005).

Presencia y resistencia de personas de ascendencia africana en la península durante la Colonia: palenques y rochelas

En 1615 comenzó a estancarse la pesca de perlas en La Guajira, lo que dio paso en el siglo xvii a nuevas económicas en la península basadas en el incremento de actividades agropecuarias como el cultivo de maíz, palo Brasil, azúcar, tabaco y la cría de ganado vacuno (Gómez y Molina s. f.). Luego de la prosperidad de la producción perlífera, este periodo decayó por sobreexplotación de esclavizados indígenas y africanos que murieron, se rebelaron o desertaron a los palenques y las rochelas. Con la finalización de la bonanza perlífera, Riohacha dejó de lado la opulencia que ostentaba cuando “comerciantes y joyeros vivían de las perlas que buzos indios [y esclavizados] sacaban del mar” (Helg 2011, 163). Lo anterior creó un imaginario de Riohacha como una ciudad poco atractiva, lo que dio paso al contrabando de mercancías de todo tipo entre La Guajira con las islas del Caribe y barcos ingleses, franceses y holandeses, lo que dejó de lado la extracción,

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n las primeras incursiones de esclavizados a La Guajira estos fueron utilizados en labores de ranchería y tareas de labranza, acarreo de agua y leña, cría de ganado y preparación de alimentos para el personal de las haciendas de perlas (Mejía 2011). Con las actividades extractivas de la península y la muerte de indígenas por la explotación perlífera durante el siglo xvi, los españoles resolvieron introducir a los esclavizados negros para dicha labor, tanto así que para finales del siglo xvi la totalidad de buzos pescadores de perlas eran personas negras esclavizadas, que provenían de Guinea y Angola (Mejía 2010). Algunos investigadores como Fredy González (2005) mencionan que los esclavizados africanos, al considerarse una inversión costosa para los españoles, no eran empleados inicialmente a las labores de buceo para la extracción de perlas, sino que fueron asignados a labores como el arreo de agua o leña, a la labranza y la ganadería. No obstante, los esclavizados africanos también demostraron su inconformidad con las extremas condiciones de trabajo, por ello en el siglo xvii se registran negaciones y rebeliones por parte de los esclavizados dedicados al buceo de perlas. Algunas de esas manifestaciones se realizaban de manera pacífica y otras de manera violenta; en otros casos, los esclavizados decidían huir y asentarse en las estribaciones de la Sierra Nevada de Santa Marta. El peruleo (extracción de perlas) generó el comercio negrero en la ciudad del Río de Hacha y la presencia negra “fue ‘pintando’

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el tipo racial de la zona, a lo que también contribuyó el establecimiento de palenques” (Orsini 2007, 12). Para esta época, al presentarse en la península numerosos ataques corsarios y piratas, los esclavizados negros aprovechaban para huir y convertirse en cimarrones. Algunos negros cimarrones se aliaron con los Wayúu, lo que aumentaba la hostilidad en la ciudad y atizaba los rencores que los indígenas traían de antaño con los españoles” (Orsini 2007). Por otra parte, el comercio en la Península de La Guajira no solo se caracterizaba por el intercambio de ganado, perlas, víveres y tabaco, sino también por el comercio de personas esclavizadas, que fue impulsado por los franceses (Uriana 2013). Con el aumento de importaciones de mano de obra africana para las colonias, las personas esclavizadas comenzaron a expresar su descontento y a resistir ante los abusos y maltratos de sus dueños. Un ejemplo de estas rebeliones fue la revolución haitiana de 1791, de la cual hicieron parte todas las personas esclavizadas de la isla y que influenció el alzamiento de personas de ascendencia africana en la Península de La Guajira, ya que esta rebelión dio como resultado la abolición de la esclavitud en Haití. La revolución haitiana repercutió en la Nueva Granada caribeña, lo que aumentó el miedo de los colonos a nuevas revoluciones y rebeliones de los esclavizados en busca de su libertad, esto endureció las condiciones de vida de las personas negras esclavizadas en la península y en la Nueva Granada (Laviña s. f.). Un ejemplo de lo anterior se evidenció en 1803 cuando se extendieron los rumores de que “200 negros y mulatos deportados de Guadalupe2 habían desembarcado en la Península de La Guajira” (Helg 2011, 430), pero lo que en verdad sucedió en La Guajira fue que, una vez los franceses recuperaron sus colonias y se restituyó en ellas la esclavitud, se vendieron 2 Isla francesa de Guadalupe.

los esclavizados revolucionarios a las colonias españolas, pero por el miedo de los españoles a rebeliones como la de Haití, no se logró la compra de ninguna persona negra, razón por la cual se abandonaron los 200 esclavizados procedentes de las islas francesas en las costas guajiras (Uriana 2013). Esta revolución incentivó rebeliones y fugas entre las personas esclavizadas, en el sur de Riohacha se asentaron esclavizados negros fugados, quienes escogían este lugar debido a sus características territoriales, ya que su densa vegetación posibilitaba la subsistencia y el refugio de los mismos. Las personas negras que huían lo hacían a lugares apartados, como terrenos boscosos de difícil acceso para los españoles. Mejía cuenta que uno de los caminos más usados por los esclavizados para escapar era la ruta del “antiguo camino de Jerusalén”, y que por ese camino se promovió la creación de palenques en la zona, como los palenques de Galán, El Abra, Juan y Medio, Treinta, entre otros (Mejía 2010). Otro ejemplo es el corregimiento de Tomarrazón, que se encuentra ubicado en la Media Guajira, dentro de la zona rural del municipio de Riohacha, lugar que, se dice, fue poblado por las personas africanas en el siglo xvi. Los protagonistas de estos alzamientos fueron denominados cimarrones: hombres y mujeres que en respuesta a la esclavitud emprendieron la huida hacia zonas hostiles y de difícil acceso para los colonizadores, poniendo así en jaque a las autoridades españolas, pues estas tenían constantemente la impresión de que los cimarrones que habían escapado podían juntarse y organizar una alzamiento conjunto, temor que, aunque no se materializó en las proporciones que los españoles sugerían, sí sucedió en pequeños reductos que atacaban, saqueaban y rescataban a esclavizados de asentamientos poblados por los colonos (Navarrete 2014). Sin embargo, el cimarronismo en La Guajira no emergió como un proyecto colectivo de resistencia, ni para conso-

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lidarse como comunidad, sino como “una serie sucesiva de proyectos individuales de huida y movilidad” (González 2005, 33). Aunque se cree que el cimarronaje fue un fenómeno homogéneo este no escapa a las particularidades que le imprimieron características específicas como el lugar de procedencia del rebelde, los trabajos realizados mientras estuvo esclavizado, el trato que recibía por parte de propietarios y capataces; también influía el hecho de ser “criollo”, es decir, nacido en el Nuevo Mundo, o de ser proveniente directo de África. No obstante lo anterior, las diferencias entre unos y otros grupos cimarrones no interfirieron en la conformación de los palenques, pues se tenía un objetivo común: la libertad (Navarrete 2014). Los palenques se erigieron como pequeñas comunidades autónomas de carácter rural o núcleos de resistencia en los que la memoria y la identidad propias de las poblaciones traídas de África podían conservarse. Los palenques cumplían dos funciones, proteger la pervivencia de una cultura propia, la cual los hacía diferentes a los nativos y a los europeos, y proteger su vida, frente a los malos tratos de los esclavistas. Los esclavizados se ubicaron más allá de las zonas costeras, en los arroyos, ciénagas, caños, selvas pluviales, serranías y zonas inundables (Polo y Gutiérrez 2011). Los palenques, para sobrevivir, consolidaron relaciones con mayordomos y propietarios vecinos con los que se pactaron acuerdos en los que se intercambiaban bienes por servicios (Navarrete 2014). Se sabe que en el Caribe proliferaron palenques en áreas de las provincias de Cartagena, Santa Marta y Riohacha, y muchos de ellos fueron, con el tiempo, asimilados al ordenamiento territorial español y republicano (Polo y Gutiérrez 2011). Los asentamientos palenqueros fueron sociedades en guerra, con la inquietud constante de ser abatidos y destruidos. Cuando las milicias españolas atacaban

los palenques, sus miembros eran conducidos hacia los tribunales para definir su pertenencia, para garantizar el pago de los derechos de aprehensión por cuenta de los dueños y para que estos se encargaran de su protección y asilo. Por lo anterior, una de las funciones de los capitanes de los palenques era recordar a los cimarrones quiénes eran sus amos para que, en caso de ser destruidos, volviesen a su tutela, es decir, que al momento de una incursión contra el palenque las familias y los esclavizados de un mismo propietario permanecieran unidos. Esta situación derivó una forma de organización social común en los palenques que consistió en la asociación de cimarrones, que pertenecían a un mismo dueño, para vivir en comunidad (Navarrete 2001). Se tiene información de que en la conformación de los palenques por grupos de cimarrones en los últimos años de la década de los ochenta del siglo xvi, afloraron en cercanías de Nuestra Señora de los Remedios del Río de la Hacha los palenques de Tomarrazón o Treinta, Barbacoas, Villa Martín o Machobayo, y otros más. Aquellos primeros palenques se alzaron en lugares aptos para la agricultura y eran clásicas aldeas africanas, trasplantadas en estas tierras y su entorno estaba determinado en el encerramiento del terreno escogido, lo cual se hacía levantando grandes empalizados alrededor de los bohíos […]. (Diago 2005, 39)

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Los principales palenques de La Guajira fueron La Ramada, ubicado en la zona que actualmente se denomina Dibulla, y Nueva Troya, que se ubicaba en el camino de Riohacha a Maracaibo y se caracterizaba por incursionar de forma violenta en los pueblos indígenas, este palenque fue destruido a manos de las autoridades de Maracaibo a mediados del siglo xvi.

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Además de los palenques se erigieron otras formas de vida libre, las cuales recibieron el nombre de rochelas. Estas fueron constituidas por “cimarrones indígenas y negros, zambos, blancos ‘pobres’, mestizos y pardos que construyeron un modo de vida que a los ojos de las autoridades ‘subvertían’ el orden legalmente establecido” (Polo y Gutiérrez 2011, 31). Las rochelas se caracterizaron por estar ubicadas linealmente sobre los ríos, razón por la cual las casas no se organizaban alrededor de una plaza sino a la vera de los cursos de agua; cuando había iglesias estas eran de madera; las prácticas de los habitantes se ajustaban a las condiciones del clima y el abastecimiento de productos para consumo basados en el pan coger, la pesca, la recolección de huevos, leche y la fabricación de quesos, todos obtenidos del ganado familiar. La convivencia y la conformación de grupos familiares, aunque influenciados por las prácticas impuestas por los españoles, no se ciñeron a la tradición aprendida sino que se solía recurrir a la poligamia, con tendencia a la poliandria, situación que da cuenta de la diversidad presente en esas comunidades y el impacto que tuvo el mestizaje no solo en términos biológicos sino también en términos culturales, situación que se vio acompañada por prácticas endogámicas, lo que generó una cohesión hacia el interior de estas agrupaciones (Polo y Gutiérrez 2011). Frente a estos alzamientos y rebeliones de parte de los esclavizados negros e indígenas de la Península de La Guajira contra el poder y control español, los españoles iniciaron, con la implantación de la religión católica a través de las misiones capuchinas, la dominación y control eficaz de los pueblos indígenas y de las personas esclavizadas, quienes hasta ese momento se resistían y huían a la dominación española.

Misiones capuchinas en la Península de La Guajira

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as misiones Capuchinas fueron una política de gran importancia para la dominación de la Corona española sobre los pueblos indígenas y los esclavizados negros en La Guajira y en la Nueva Granada. El propósito de las misiones era “transformar a los indígenas [y esclavizados] en agricultores sedentarios que pagaran tributos, sirvieran como mano de obra de alguna empresa productiva y se convirtieran al cristianismo” (Polo 2012, 132), con el objetivo de que olvidasen sus tradiciones culturales a fin de ser personas “civilizadas”. Pero las misiones religiosas no lograron conquistar las naciones indígenas más distantes, como es el caso de la Península de La Guajira. Desde comienzos del siglo xvii las misiones de capuchinos que tenían como objetivo “civilizar” a los indígenas Wayúu tuvieron poco éxito (Helg 2011). Las primeras misiones capuchinas se iniciaron en 1694, en ellas Fray Juan Cuadrado de Lara “logró bautizar dos adultos y algunos niños” (Sæther 2005, 135). En ese mismo año se fundó la misión en San Nicolás de los Menores y la Cruz, dos poblados indígenas cercanos a Riohacha. Una vez iniciadas las misiones se le ordenó a los capuchinos evangelizar a los guajiros de Riohacha con cinco misiones, pero, debido a la resistencia de los guajiros y la muerte de algunos misioneros, las misiones fueron abandonadas (Sæther 2005). En 1724 los padres capuchinos contaban con ocho pueblos en la Baja Guajira, entre los que se encuentran: San Juan de la Cruz, San Antonio de Orino, San Agustín de Manaure, San Nicolás de Menores, La Cruz, San Felipe de Palmarito y San José del Rincón (Sæther 2005). En 1768, había siete pueblos indígenas fundados por misioneros capuchinos en La Guajira: Boronata, fundado en 1694;

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La Cruz del Salvador, fundado en 1716; El Rincón, fundado en 1735; Orino, fundado en 1735; El Cercadillo, Laguna de Fuentes y Camarones (Guerra 2007). Boronata incluyó otras misiones capuchinas de La Guajira, como la de Nuestra Señora del Rincón de Cayuz, San José de Leonisa Capuchino —antiguo pueblo de La Cruz— y Nuestro Seráfico Padre Francisco; en este pueblo los padres capuchinos utilizaron diferentes categorías socioraciales para clasificar la población que allí habitaba, estas categorías son: mestizos, esclavos, zambos, indios puros, libres, mulatos y españoles. Es importante mencionar que la categoría de zambos se usó para nombrar a los hijos de los indígenas con los esclavizados negros (Polo 2012). Si bien las misiones capuchinas no eran directamente dirigidas hacia las personas de ascendencia africana de La Guajira, no se puede desconocer que los esclavizados estaban más integrados a la sociedad española que los indígenas. Un ejemplo de ello es que las personas esclavizadas en Riohacha tenían la posibilidad de contraer matrimonio legalmente ante las autoridades españolas. Para 1778 ya se registraban en Riohacha esclavizados casados (Sæther 2005). El no registro de matrimonio de personas esclavizadas se presenta como un desafío a las autoridades civiles y eclesiásticas españolas, pues esta acción se consideraba un rechazo al matrimonio con el fin de “defender las costumbres y valores africanos o afroamericanos” (Sæther 2005, 107). Por otra parte, las misiones capuchinas influenciaron a los hijos de personas de ascendencia africana, ya que estos habitaban los pueblos fundados por los padres capuchinos. En 1769 los indígenas Wayúu se rebelaron contra los capuchinos, destruyeron las misiones y masacraron a sus fundadores (Helg 2011). Ante este hecho se hizo visible la incapacidad de los españoles por reprimir militarmente a los indígenas, por tal razón se cambió de estrategia y el virrey de

la época ordenó realizar campañas de pacificación y colonización que se basaron en la creación de asentamientos en escenarios estratégicos (Helg 2011). Guerra menciona que se presentaron rebeliones de los indígenas ante el proyecto evangelizador de los misioneros enviados por la Iglesia y muchas de las poblaciones antes mencionadas fueron destruidas por indígenas guajiros e indios cocinas en los años 1701, 1736, 1742, 1763, 1769 y 1775 (Guerra 2007). Ya en el siglo xviii las operaciones militares comandadas por el Imperio español se consolidaron y se caracterizaron por su rol pacificador de los pueblos indígenas. En aras de dicha pacificación la Corona española establece Capitulaciones de conquista y poblamiento, una de dichas Capitulaciones fue otorgada en 1760 por el virrey Solís a Bernardo Ruiz de Noriega, quien, a cambio de obtener licencias para importar esclavizados a la Provincia de Santa Marta, de la cual hacía parte La Guajira, aceptó el compromiso de someter a los pueblos indígenas y de fundar pueblos en lugares estratégicos en términos militares, como Bahía Honda, Pedraza y el Cerro de la Teta (Guerra 2007). La relación entre los guajiros y los españoles se caracterizaba por la hostilidad y las guerras. Los guajiros fueron descritos como “un grupo étnico que desafió con éxito los intentos españoles de colonización, evangelización y pacificación” (Sæther 2005, 133), pero los frailes capuchinos no solo intentaban que los habitantes de La Guajira hicieran parte del régimen colonial español, también buscaban detener el comercio y el contrabando con comerciantes extranjeros (Sæther 2005). Sin embargo, los guajiros adoptaron sistemas económicos españoles como la ganadería, el uso de armas de fuego y el comercio, aspectos que contribuyeron a su resistencia a la colonización y les permitió mantener el orden, la cultura, el lenguaje, la religión y la organización social de los pueblos indígenas guajiros.

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Los caciques indígenas tuvieron un papel muy importante durante las misiones capuchinas, pues ellos eran las personas encargadas de mediar las relaciones entre los indígenas y los padres capuchinos. Sin embargo, los caciques ayudaban a la “civilización” de indígenas para obtener beneficios militares y comerciales, este es el caso del cacique José Dolores quien recibió como regalo un fusil de repetición como agradecimiento a los servicios prestados en sus dominios. Vale recordar que el cacique José Dolores fue el cacique Wayúu más poderoso del cual se tenga información bibliográfica, tal y como lo registran autores como José Ramón Lanao Loaiza, en su libro Las Pampas Escandalosas, y Antonio Joaquín López, en su obra Dolores de una Raza, entre otros; pero quien da una información más precisa sobre la relación de amistad y respeto que existió entre José Dolores y los capuchinos fue el obispo Fray Atanasio Soler, quien, para la muerte del internacionalmente afamado cacique, ejercía como máximo jerarca del vicariato de La Guajira, y en su ensayo titulado “El Cacique José Dolores” describe en detalle aspectos importantes de la relación entre este líder Wayúu y los capuchinos. José Dolores tenía un vasto imperio, cuya primera capital fue la ranchería de Garrapatamana y luego pasó a Carraipía. En sus dominios los religiosos fueron recibidos y apadrinados por él mismo. Tanto así, que cuando a los sacerdotes se les acababan las provisiones el cacique los aprovisionaba y cuando debían hacer largos recorridos marchaban en las bestias del cacique. Además, les dio todo el terreno y apoyo necesarios para que construyeran el campamento y la escuela donde los mismos hijos de José Dolores estudiaron; el cacique siempre les decía a los demás Wayúu: “respeta al capuchino porque él es mi hermano”. Los capuchinos hicieron gran amistad con él a raíz de tantos favores recibidos de su parte, a tal punto que cuando el cacique

entró en convalecencia por una enfermedad hepática (la que a la larga le produjo la muerte), los religiosos usaron sus conocimientos médicos para tratar su enfermedad, lo que le generaba notables mejorías, pero nunca fueron suficientes puesto que los interrumpía para acudir a la medicina tradicional Wayúu. A principios del siglo xx los capuchinos fundaron orfelinatos para niños Wayúu como parte de la civilización de indígenas guajiros. Los orfelinatos se situaban en cercanías de las rancherías de los indígenas Wayúu. El orfelinato de San Antonio, creado en 1910, tenía influencia sobre las rancherías de Guarrachal, El Pájaro, Carazúa, Guaraguao, Muramana, Garra patamana y Carraipía; por otra parte, el orfelinato de Nazaret, creado en 1913, controlaba las rancherías de Taroa, Maguaipa, Guaseipá y Alpanapause (Daza 2002). La Península de La Guajira durante la República

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ntrada la época de la República, las autoridades buscaban la protección del territorio evitando el contacto entre indígenas y foráneos, por ello se retomaron las labores evangelizadoras y se mantuvieron las reducciones de indios,3 sin embargo, entre 1830 y 1850 los conflictos entre españoles criollos y guajiros resurgieron. No obstante esto último, se tomaron medidas en aras de la protección del comercio y la prosperidad guajira, de este modo se vitó la apropiación de mercancías, negocios y territorios por parte de ingleses que tenían presencia en las costas de la península. El departamento de La Guajira, por ser una zona fronteriza, se caracterizó por su abundante comercio. Las primeras redes

3 Las reducciones de indios, que tenían una finalidad evangelizadora, eran poblaciones en las que se asentaron los indígenas y que se encontraban alejadas de las ciudades donde vivían los españoles.

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de contrabando se establecieron en el siglo xvii, cuando los indígenas Wayúu pusieron resistencia a muchas de las disposiciones españolas, tanto así que los indígenas llegaron a controlar y dominar el negocio de las perlas, lo que generó redes de comercio entre el interior del Río de La Hacha y extranjeros franceses y holandeses. Durante el periodo histórico de la República, La Guajira se caracterizó por las relaciones interétnicas que se presentaron en el marco del fenómeno del contrabando, estas relaciones estuvieron determinadas, en primer lugar, por “la preponderancia demográfica de los indios durante el siglo xviii por encima de los blancos, mestizos y zambos” (Polo 2005, 131) —lo que marcó un gran diferencia con el resto del país donde los mestizos eran el grupo poblacional más numeroso—; en segundo lugar, por las relaciones de parentesco entre indígenas, personas negras y españoles, lo que dio paso a la incorporación de mestizos y zambos a los pueblos indígenas. El fin del dominio español implicó para el Gobierno de la naciente república enfrentar las problemáticas del territorio guajiro, entre las que se encontraba la pacificación de los indígenas, acción que había fracasado; el contrabando, pues no solo beneficiaba los indígenas sino también los criollos de Riohacha, dejando de lado al Gobierno; finalmente, la problemática que más preocupaba era la relacionada con el intercambio comercial con los ingleses, ya que este permitía a los indígenas guajiros obtener armas, lo que aumentaba su autonomía (Cuaderno Regional N° 8 1999). Durante este periodo los esclavizados africanos eran “utilizados en diferentes negocios, vendidos, empeñados, prestados y heredados” (González 2005, 55), y sus hijos eran considerados ganancias adicionales; los principales negociantes de esclavizados en Riohacha fueron los hermanos José María y Manuel José Fuentes. Antes

de la abolición de la esclavización en La Guajira, algunos esclavizados fueron llevados a Curazao para evitar que se cobijaran bajo la Ley de libertad de esclavos, para así poder continuar con la tenencia y tráfico de personas esclavizadas, actividad que sería prohibida en 1850. La República estuvo marcada por la pacificación de indígenas de la península, el mestizaje, el mulataje y el zambaje, lo que dio paso a las permanentes e históricas relaciones interétnicas surgidas en La Guajira entre indígenas, españoles y personas de ascendencia africana, además de las relaciones entre todos ellos con otros grupos poblacionales y con el mismo territorio. Del relato fundacional riohachero a su consolidación como capital

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a ciudad de Nuestra Señora de los Remedios del Río de la Hacha, fundada en 1545, tiene sus antecedentes en la Isla de Cubagua (actual Venezuela), la cual se había convertido ya desde antes de 1500 en el “paradigma perlífero”, pues sus aguas se encontraban llenas de ostras ubicadas a una escasa profundidad; cercana a Cubagua se encontraba la Isla de Coche, también con abundantes ostrales (Bueno 2012). Para el año 1538 se autorizó el traslado del asentamiento isleño hacia el Cabo de la Vela y el poniente de Punta Gallinas, ubicado hacia el occidente de la península, con el objetivo de inspeccionar y descubrir nuevos bancos de ostras perleras, razón por la que se migró hacia allí (Bueno 2012). Al comenzar el viaje, y luego de encontrar un lugar adecuado para la extracción perlífera, se fundó un nuevo asentamiento que terminó en la construcción de Nuestra Señora Santa María de los Remedios del Cabo de la Vela y, por Cédula Real del 16 de diciembre de 1538 dada por la Real Au-

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diencia de Santo Domingo,4 se creó una alcaldía para la ciudad dándole así autonomía de gobierno.

de Santo Domingo también reclamara posesión sobre ella. Annicchiarico (s. f.) dice sobre esta situación que

Aunque la ciudad recién fundada contaba con bancos de ostras, las cuales habían sido el objetivo principal para emprender la mudanza desde Cubagua y Margarita, la estancia en dicho lugar y la existencia de Nuestra Señora Santa María de los Remedios del Cabo de la Vela fue corta por razones diversas: las difíciles condiciones del asentamiento en términos ambientales, ya que por las características del suelo y por su ubicación hacían difícil tener acceso al agua, y el ser blanco de constantes ataques por parte de piratas, situaciones que motivaron a los habitantes del pequeño asentamiento a solicitar un nuevo traslado.

tan pronto como principió a adquirir una nueva fisonomía el Cabo de la Vela por el poblado que recientemente había fundado, principiaron a aflorar los conflictos de jurisdicciones entre las provincias de Santa Marta y Venezuela, por encontrarse cerca de allí el límite de estas dos gobernaciones, esta última la consideraba dentro de su jurisdicción, pero, debido al hecho de su cercanía a Santa Marta, las autoridades de esta ciudad ejercían allí actos de gobierno a veces despóticos, e inclusive los obispados de ambos gobiernos pretendían tener jurisdicción eclesiástica sobre la ciudad. (117)

Al emprender la búsqueda de un nuevo lugar que sirviera para establecer el próximo asentamiento, el cual debería permitir desarrollar las actividades de pesca y el tráfico de mercancías tanto hacia el interior de la Nueva Granada como hacia afuera, a los otros Virreinatos y hacia Europa, se decidió, luego de varios días de travesía, asentarse muy cerca de una de las desembocaduras del río Carancara o río Calancala (hoy río Ranchería), que se encontraba muy cerca al mar. Conformado el asentamiento y habiéndose establecido la población se reactivó la granjería de perlas, que “inició [con] la extracción de perlas [primero] con base en la esclavitud indígena y luego también con esclavizados negros” (Navarrete 2003, 36). La creación de Nuestra Señora de los Remedios del Río de la Hacha generó problemas legales que se mantuvieron por varios años; como la ciudad del Río de la Hacha quedaba próxima a Santa Marta, esta reclamaba jurisdicción sobre la ciudad, pero los antecedentes de migración desde Cubagua permitían que la Real Audiencia 4 Creada en 1526, dependiente del Virreinato de Nueva España.

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Posteriormente estos pleitos jurisdiccionales, cuando el Virreinato del Perú se dividió en tres nuevos virreinatos, generaron nuevos problemas sobre la demarcación fronteriza entre uno y otro territorio, situación que se fue repitiendo a lo largo de los años con la evolución del continente y la creación, reducción, ampliación o disolución de naciones. Para el año 1565 la ciudad del Río de la Hacha comenzó a experimentar un movimiento económico mucho mayor y más estable, impulsado por la pesca; el afloramiento del movimiento naviero integrado por holandeses, judíos y españoles; y el transporte de pasajeros y mercancías, lo que la volvió enclave estratégico y, por esto mismo, blanco de ataques de corsarios franceses y piratas ingleses (Diago 2005). Diago (2005), en su relato sobre el origen y surgimiento de la ciudad del Río de la Hacha, narra un episodio que, aunque extenso, es de suma importancia, ya que da pistas sobre cómo y cuándo fue que comenzó la venta de esclavizados de ascendencia africana en la región como actividad mercantil, convirtiéndose así en una de las más importantes pues suministraba mano de

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obra para tareas de toda índole. Así, cuenta este autor que con el paso de los días, la actividad comercial acreció ostensiblemente y no era solamente el comercio de vino, productos agrícolas, perlas, oro maderas, manufacturas, sal y tafiletes el que comprendía el proceso económico, pues otro renglón afloró manifiesto en la venta de hombres de raza negra reducidos a la esclavitud, lo cual estimuló la proliferación de filibusteros y barcos negreros. Por esta actividad comercial la marejada de los piratas aumentó infestando las aguas del Caribe hasta alcanzar las costas de Nuestra Señora de los Remedios del Río de la Hacha cuyos habitantes padecieron la visita de aquellas gentes trúhanes, quienes no tenían escrúpulos ni compasión e irrumpían violentamente, conforme ocurrió en el curso de la mañana del 18 de mayo de 1565, cuando una numerosa flota de barcos ingleses al mando del pirata Juan de Aquines fondeó enfrente de la ciudad y enseguida, una comisión del capitán se presentó ante el Cabildo para pedir permiso para vender a los hombres y mujeres de raza negra que transportaba; el Cabildo respondió negando el permiso y cuando le fue informado al capitán Aquines, amenazó con desembarcar con cuatrocientos de sus hombres para que incendiaran la urbe, luego de saquearla y encima bombardearla. Como quiera que el Cabildo hizo caso omiso a la amenaza, dos días después de proferida, Aquines ordenó el bombardeo en tanto los petaches con más de doscientos hombres perfectamente armados, se acercaban al puerto, que estaba defendido por unos sesenta hombres mal armados […]. Como la resistencia no impidió el desembarco, los vecinos huyeron apresurados, tomando los caminos que conducían a las montañas y a la Laguna Salada, pero notificados de que los piratas prenderían fuego a las casas, vol-

vieron y resolvieron entrar en negociaciones con Aquines y […] durante doce días estuvieron comprando esclavos, ropa y provisiones, que pagaron con oro y con perlas […]. Fueron estos desdichados hombres y mujeres, los primeros de raza negra en avecindarse a la fuerza en la cuidad de Nuestra Señora de los Remedios del Río de la Hacha, quienes, arrancados violentamente de sus ancestrales territorios, que los eran Angola, Río Muní, Fernando Poo, Calabar, Senegal y Malí, fueron vendidos como animales a través de un comercio ultrajante a la dignidad humana. Según obra en los Archivos de Indias, Estante 2, Cajón 2, Legados 1/16 fueron más de un mil cien esclavos, hombres y mujeres, los vendidos por Juan de Aquines. (Diago 2005, 29-30)

Aun cuando en el relato de Diago se referencia la llegada de los esclavizados para el año 1565, este arribo hace referencia a la venta forzosa de esclavizados en La Guajira. Por otra parte, se evidencia presencia negra desde 1538 ubicada en asentamientos pesqueros de la península procedentes de Cubagua y Margarita. Aunque la llegada de esclavizados a la región del Río de la hacha data del siglo XVI, los registros de la esclavización pueden hallarse desde el siglo XV; frente a ese hecho Tronconis de Veracoechea (1987) afirma que desde principios del siglo XVI el Nuevo Mundo se inundó de esclavizados de ascendencia africana por más de tres centurias y media. Una vez levantada la ciudad del Río de la Hacha, dependiente de la Gobernación de Santa Marta, fue ampliando sus fronteras, lo que permitió la expansión de la avanzada colonizadora y el levantamiento de asentamientos lejos de las costas habitados tanto por españoles como por personas de ascendencia africana. Como se puede intuir hasta aquí la ciudad de Riohacha fue, desde su fundación, /29


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un importante punto de entrada y salida de mercancías legales e ilegales. Además de la presencia de los colonos españoles también era posible encontrar con bastante frecuencia extranjeros que entablaron relaciones de tipo mercantil no solo con las élites locales, sino también con las parcialidades indígenas que habitan la zona rural de Riohacha, esto es, aquella que se asentaba a las afueras de la ciudad, y también con aquella que desarrollaba su vida en la península. El comercio, tanto legal e ilegal, que tuvo lugar en la península y en la costa de La Guajira fue de gran importancia no solo en el desarrollo de la región sino en el de todo el Caribe, luego de la apertura de mercados que se impulsó con las reformas borbónicas. Históricamente el contrabando en La Guajira siempre ha estado presente, incluso, en algunos momentos, bajo la aceptación de las regulaciones estatales. El territorio más significativo del contrabando es Maicao, lugar que siempre ha comercializado de esta forma. Para muchos pobladores de la región el contrabando es una actividad ilegal pero legítima, mientras que las regulaciones y controles aduaneros, a pesar de ser legales, son entendidos como ilegítimos para la población, aunque poco a poco han debido aceptarlo, a pesar de sus concepciones tradicionales. Durante el siglo xx la península de La Guajira presentó cambios en las dinámicas sociales y económicas a causa de la llamada bonanza marimbera, que consistió en el auge de los cultivos y comercialización de marihuana. Durante este periodo el departamento presentó una marcada ausencia de valores y un aumento significativo de la violencia. La comercialización de marihuana se inició por la demanda de marinos que la transportaban por los mercados de las Antillas para introducirla en los Estados Unidos (Sprockel 2011).

Para el crecimiento y establecimiento de la bonanza marimbera, en primer lugar, se financió a los campesinos para el cultivo de la marihuana en la Sierra Nevada y la zona bananera, posteriormente estos cultivos se expandieron a regiones de La Guajira como Palomino, Mingueo, Dibulla, Tomarrazón, Matitas, Los Moreneros, Villa Martín o Machobayo y Monguí (Sprockel 2011). El cultivo de marimba sustituyó los cultivos de pancoger, razón por la cual los alimentos comenzaron a escasear en La Guajira, lo que también afectó a parte de Venezuela. El tema de la bonanza marimbera generó consecuencias negativas para la población riohachera y guajira en términos de seguridad, orden público y relaciones vecinales y comunales, además del alza generalizada de diversos productos que, como consecuencia de la abundancia de dinero proveniente de la marihuana, puso en desventaja a la gran mayoría de población que no participó del negocio marimbero. Con la llegada de los años ochenta la bonanza de la marimba se desdibuja, asimismo los compradores y traficantes extranjeros optaron por rechazar el expendio de marihuana colombiana cultivada en la Sierra Nevada y en La Guajira. Con la quiebra marimbera llegó una temporada de tranquilidad a las calles de Riohacha, pues los asesinatos se redujeron sustancialmente aunque las parrandas de los ahora ilíquidos exmarimberos continuaron con el excesivo consumo de licor y sus ‘tradicionales’ disparos al aire (Diago 2005).

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Fotografía tomada de: Colección privada del Grupo de Investigación Idcarán. Universidad Nacional de Colombia.

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― 2. Las permanentes relaciones interétnicas entre afros y Wayúu ―

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l poblamiento español alrededor del peruleo no reunió únicamente a españoles, sino también a indígenas y esclavizados africanos, por esto la costa de las perlas entre el Cabo de la Vela y el Río de la Hacha fue el primer lugar de contacto interracial (Orsini 2007). El contacto entre blancos, indígenas y personas descendientes de africanos estuvo marcado tanto por conflictos motivados por el control del territorio como por tensiones culturales generadas por el choque cultural entre poblaciones diferentes, razón por la que se afirma que en La Guajira se configuró una cultura de frontera5 (Polo 2005). La interacción que se dio entre las culturas que hicieron presencia en La Guajira — desde el siglo xvi hasta el xviii, siendo este último donde se dio el origen de la actual Rvvepública— configuró los rasgos más representativos de los actuales pobladores de esta región del país, y, aunque el resultado del choque cultural ocurrido entre españoles, indígenas y africanos integró desde el inicio las particularidades de cada una de estos grupos, debe resaltarse que por la presencia mayoritaria de indígenas, las dinámicas de las esferas políticas, económicas y culturales que se consolidaron contaron un predominio de elementos culturales indios (Polo 2005).

ner resguardada la cultura y la memoria de los esclavizados, no lograban desprenderse de la necesaria relación que se debía entablar con los españoles, de quienes se huía si se quería sobrevivir (Navarrete 2014). La relación entre afros e indígenas estuvo signada por la esclavitud, pues, en ocasiones, ambos grupos fueron víctimas de esta práctica, no obstante, otras veces fueron los indígenas quienes tuvieron por vasallos a los africanos. En el siglo xvii algunos jefes indígenas hicieron parte del contrabando de personas esclavizadas, contrabando que se hacía en las costas de la península. Los pueblos indígenas adquirían esclavizados para “intercambiarlos con otros contrabandistas [e] incorporarlos a sus comunidades en calidad de manos de obra o de miembros activos de su pie de fuerza” (Polo 2012, 237). Otra forma en que los indígenas obtenían esclavizados era por medio de ataques a hatos españoles, estas prácticas convertían a los indígenas en poseedores, depositarios y propietarios de esclavizados africanos (Polo 2012). Un ejemplo de la adquisición de personas de ascendencia africana por parte de los indígenas se presentó cuando en el Pto de Chimare una Corveta Francesa, la qual hecho en tierra veinte y ocho negros varones y dos hembras qe fueron recogidos por los Yndios y repartidos entre ellos para aplicarlos a las lavores del Campo que oyó decir qe antes de esto echó dicha corveta algunos negros al agua para qe se ahogasen [...]. (Uriana 2013, 402)

La población traída de África al entrar en contacto con el mundo europeo no fue sumisa, sino que, por el contrario, a través de sus sublevaciones dio origen a palenques y rochelas, que, aunque trataban de mante5 La cultura de frontera se refiere a la interacción entre dos o más culturas diferentes y los lugares en que esas culturas contienden entre sí y con su entorno físico para producir una dinámica única en el tiempo y en el espacio.

Por otra parte, los franceses dejaban personas negras esclavizadas en tierras guajiras para que murieran a manos de los indí-

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genas, pero ocurría lo contrario, pues los indígenas deseaban adquirir más personas esclavizadas para repartirlas y venderlas a los españoles y personas ricas para que estos, a su vez, los usaran en trabajos forzados (Uriana 2013). El encuentro entre estos dos grupos (indígenas y africanos) se remonta a la época de la bonanza perlífera, en la que en ambos desempeñaron papeles en la recolección de las ostras, en condiciones inhumanas, razón por la que [no] es de sorprenderse que muchos esclavos indios y africanos escaparan o intentaran escapar de las pescaderas. […] la organización social, las tradiciones culturales ideológicas y materiales y el estilo de vida de los guajiros de hoy día (los Wayúu) tienen elementos (…) de orígenes africanos y europeos” (Sæther, 2005, 42).

La organización social de los indígenas Wayúu se caracteriza por ser matrilineal, de otra parte, su ordenación en el territorio consiste en “un conglomerado de viviendas, cuyos habitantes están relacionados entre sí por vínculos de consanguinidad o afinidad, reconocidos públicamente; en estos asentamientos puede haber entre diez, quince o más viviendas, algunas muy cercanas, otras a varios minutos de distancia” (Polo 2005, 18), esto en cuanto a los indios no conquistados, pero los nativos que sí fueron controlados por las autoridades españolas residían en aldeas indias separadas circundando las ciudades mayores, [mientras que] los esclavos vivían las más de las veces en las ciudades, plantaciones, haciendas, a menudo en las mismas casas de sus amos. Su identificación con la sociedad colonial hispánica era, más aún, probablemente reforzada por el hecho de que gran parte de ellos nacía en las localidades mismas. (Sæther 2005, 107)

El producto de la interacción que se estableció entre los indígenas, los colonos y

la población de ascendencia africana puede rastrearse desde el siglo xvii, en casos como el del Pueblo de Boronata, ocurrido en 1694, el cual fue considerado, desde un principio, como pueblo de indígenas pero que poco a poco se fue identificando como una población mezclada por la cohabitación de más de un grupo étnico. Barrera (2000), refiriéndose a este pueblo, cuenta que “Boronata se consideró nominalmente como pueblo de indios, pero no lo fue en realidad. Aunque existieron indios, lo habitaban sobre todo españoles y negros” (Barrera 2000, 69); por otro lado, Polo (2012) afirma que efectivamente el pueblo fue en su mayoría habitado por indios, pero que había también presencia de otras poblaciones según las categorías de la época, a saber, mestizos, esclavos, zambos, libres, mulatos y españoles. Por otra parte, Barrancón era un territorio alto y desértico en cercanías a la serranía del Perijá, que se constituyó en el periodo comprendido entre 1899 y 1902 durante la Guerra de los Mil Días, en donde se asentaron familias negras que buscaban alejarse de la violencia de la guerra. Tiempo después, indígenas Wayúu provenientes del municipio de Fonseca establecieron sus caseríos en este territorio, que se convirtió en “un escenario de diálogo y co-habitabilidad entre estos dos grupos poblacionales” (Toncel s. f., 14), que se basó en relaciones productivas y en la utilización de recursos. Un ejemplo de estas actividades conjuntas fue la cría de animales vacunos, el engorde de cerdos, el pastoreo de chivos, la caza de animales de monte como guartinajas, armadillos y conejos; así como el cultivo de hortalizas, maíz, ñame y yuca (Toncel s. f.) Aunque la población negra fue mayoritariamente influenciada por la Colonia, en asuntos como la religión o el matrimonio, también se apropió de rasgos culturales indígenas que se ven representados en la conformación familiar, la organización en el territorio o en las labores productivas;

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/ Afrodescendientes en La Guajira /

Altagracia Frias Villar, comadrona y rezandera de Juan y Medio Fotografía tomada por Doris Cabeza

al mismo tiempo se evidencia también una mezcla de tradiciones propias con las de los colonos y los nativos, manifiestas, por ejemplo, en el trato con los muertos. Frente a este relacionamiento, Johannes Wilbert realizó un artículo titulado “Parientes de carne y sangre: posibles africanismos socioeconómicos en la cultura guajira”, en el cual se menciona que los “los indios habrían adaptado y reinterpretado elementos culturales africanos, mediante intenso y continuo contacto, desde el siglo xvi, con negros africanos, cimarrones y esclavos” (Wilbert 1985, citado por Friede-

mann y Arocha 1985, 326), y que no solo se trataba de aspectos materiales como el pastoreo, sino que también se adoptaron principios acerca de la conceptualización ideológica de su descendencia. Finalmente, el proceso donde se marcaron las relaciones interétnicas entre indígenas y personas negras fue el mestizaje. Con él, los pueblos indígenas incorporan y asumen en su universo sociocultural a las personas de ascendencia africana, a través del parentesco, donde hijos de estas relaciones hacen parte los pueblos indígenas.

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― 3. Los alrededores de Riohacha como lugares de memoria y asentamiento afroguajiro ―

01. 02. 03. 04. 05. 06. 07.

Los moreneros Las Palmas Tomarrazón Treinta Barbacoas Camarones Punta de los Remedios 08. Dibulla

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as poblaciones ubicadas alrededor de Riohacha son territorios de memoria y asentamiento afroguajiro, ya que han sido históricamente escenarios de habitabilidad de personas de ascendencia africana. La identidad cultural de las personas negras está sujeta a su presencia ancestral en el territorio; históricamente el Río de la Hacha fue uno de los primeros territorios de asentamiento de esclavizados y de conformación de sus palenques y rochelas, lo

que hace de Riohacha un escenario de reconocimiento de identidad cultural en términos de reivindicación histórica. En los lugares que se citan a continuación, hoy en día, hay presencia de personas negras reconocidas como afroguajiros: Los Moreneros, Jacob, Las Palmas, Tomarrazón, Barbacoas, Camarones, entre otros (Alcaldía de Riohacha - Asociación Departamental de comunidades Negras Residentes en La Guajira Luis Antonio “El Negro” Robles Suárez 2013).

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/ Afrodescendientes en La Guajira /

Los Moreneros En jurisdicción de Juan y Medio se encuentra el poblado de los Moreneros, que adoptó su nombre en un intento por evocar a la desaparecida Ciudad Moreno. Se caracteriza por los rasgos negros de la comunidad que lo conforman además de la estructura social

basada en su identidad cultural. Los fundadores de esta población vinieron procedentes de Tomarrazón, pero por las características de los habitantes de dicho lugar y por roces que se derivaron de la convivencia decidieron migrar (Acosta 2013).

Jacob Fue un pueblo de negros cimarrones provenientes de Riohacha. Instalaron su enclave informal a orillas de la quebrada Juan de Moreno, siendo este descubierto en 1790 por fundadores de Cotoprix, Galán y Tomarrazón, quienes buscando lugar para levantar

sus poblaciones y terrenos para la ganadería, y en vista de las necesidades, decidieron emplear a los negros, por ser estos conocedores del terreno y para no tener problemas con ellos que acarrearan tener que migrar o perder sus posesiones (Magdaniel 2002).

Las Palmas Los relatos indican que los primeros colonizadores de Las Palmas fueron tres hermanos de ascendencia africana, Pablo, Miguel y Javier Guerra Asís, quienes llegaron al lugar con la intención de establecer un palenque para resguardarse de la esclavi-

tud. Años después arribaron otras familias negras que ensancharon la población, además de comunidades indígenas que poblaban la zona, lo que propició que se desarrollara una cohabitación particular entre etnias (Acosta 2013).

Tomarrazón - El Treinta El origen de Tomarrazón está unido a los Palenques que otrora tuvieron lugar en la zona. Lo que indica que Tomarrazón ha sido un lugar habitado por población afrodescendiente desde el llamado Periodo Colonial. Respecto al nombre del corregimiento, se menciona que existen múltiples relatos que dan cuenta del significado del actual nombre del territorio en cuestión y de otros nombres con los que ha sido identificado. Así, una de las versiones indica que Tomarrazón recibe su nombre gracias a que en la época de la Guerra de los Mil Días el corregimiento era conocido como Sincerín, allí se instaló una oficina de telegrafía y se concentraron los combatientes de los ejércitos

participantes de la guerra con el objetivo de enviar y recibir mensajes o razones. Otra versión señala que en lo que hoy día se conoce como Tomarrazón existía una finca por la que transitaban transportadores con encomiendas que venían de Europa y con ellas traían informaciones del Caribe (Aruba, Curazao y Riohacha), por lo cual los trabajadores de las fincas aledañas eran enviados a “tomar razón” de lo que sucedía en el Caribe.6 Emilia Mejía sostiene que era en ese territorio en donde se hacían los 6 Esta versión se desprende de una entrevista realizada por Emilia Mejía al señor Alberto Peñaranda en abril de 2011.

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/ Idcarán · Retos en los procesos de autoidentificación étnico-racial en municipios con alto mestizaje interétnico y racial. /

relevos de mensajes que se dirigían a Maracaibo, de esa manera los mensajeros que llevaban informaciones orales o escritas tomaban las razones que debían entregar en lo que hoy conocemos como Tomarrazón.7

colonizadores suponían que los indios eran más diestros en esta labor que los negros, por lo que los esclavos negros eran destinados a labores de ranchería (Navarrete 2003, citado por Mejía, 2011).

Además de las versiones mencionadas anteriormente, se señala que el corregimiento de Tomarrazón antiguamente recibía el nombre de Treinta. Se indica que hay quienes afirman que el nombre Treinta se debe a que en la época de la Guerra de los Mil Días en el corregimiento había 29 casas más la oficina del telégrafo, por ello se le atribuía el nombre de Treinta. Sin embargo, el historiador Lázaro Diago indica que el nombre posiblemente viene de la distancia que separa a Riohacha de Treinta (o Tomarrazón), que son 30 kilómetros (Mejía 2011).

Con el transcurrir de los años y la sublevación de los esclavos, entre otros factores, la industria perlífera fue decayendo hasta desaparecer. Así, para los años 1614 y 1615 los esclavos negros fueron destinados a desarrollar labores agropecuarias en las zonas rurales y urbanas de La Guajira, lo que quiere decir que algunos de los que fueron enviados a trabajar en las zonas rurales fueron ubicados en la parte rural de Riohacha, de la cual hace parte el corregimiento de Tomarrazón.

Finalmente, Fredy González desmiente las anteriores versiones, ya que en investigaciones realizadas en documentos oficiales el nombre de Tomarrazón aparece desde 1808, “treinta años antes que el estadounidense Samuel Mourse inventara el telégrafo en 1837” (González 2005, 72). Con respecto al nombre de El Treinta, González menciona que en las crónicas de Eliesée Reclus en 1856 se “describe a Treinta como una aldea de mil habitantes”, por lo que se deduce que en treinta casas no pueden habitar ese número de habitantes. Por lo anterior, hoy en día son desconocidas las posibles versiones reales acerca del nombre del corregimiento. El poblamiento de pueblos de ascendencia africana en el actual territorio de Tomarrazón se remonta al siglo xvi cuando fueron ingresados esclavos negros a lo que hoy llamamos La Guajira, en esa época predominaba la actividad económica de extracción de perlas en el Cabo de la Vela, que era ejercida por indígenas debido a que los 7 Esta versión se desprende de una entrevista realizada por Emilia Mejía al historiador Lázaro Diago Julio en abril de 2011.

De esa manera, puede concluirse que durante aproximadamente poco más de un siglo los pueblos negros (de personas negras esclavizadas) pasaron de desarrollar labores en rancherías, para luego desempeñarse como buzos en búsqueda de perlas, escapando y asentándose en diferentes zonas de La Guajira para finalmente dedicarse a labores agropecuarias dentro de la zona, de ello podemos afirmar que el desplazamiento de las labores costeras a las labores agropecuarias permitió que las comunidades negras se asentaran en diferentes lugares, entre ellos, aquel corregimiento que conocemos hoy día con el nombre de Tomarrazón o Treinta. Lo anterior indica que este corregimiento ha sido habitado históricamente por poblaciones negras. Al contrastar estos datos históricos con las voces de los habitantes de Tomarrazón, Mejía (2011) encuentra que los habitantes del corregimiento identifican en su pasado las huellas y la herencia de sus antepasados negros. Cuentan los pobladores que el corregimiento se caracterizó por ser el nicho del asentamiento de algunos palenques desde la época de la conquista y reconocen, además, la estrecha relación entre Juan y Medio, San Francisco, Moreneros, Macho Bayo, Cotoprix y Barbacoas.

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Barbacoas Es considerado uno de los antecedentes poblacionales más antiguos de la región sur de Riohacha. Antes de la migración ocasionada por los habitantes de Moreno el lugar había sido ocupado, desde muchos años

antes, por una comunidad negra que había conformado un palenque allí, situación que se explica por la presencia de corrientes de agua, útiles para el levantamiento de un asentamiento (Acosta 2013).

Camarones Actualmente es uno de los corregimientos del Municipio de Riohacha. Está conformado por comunidades de indígenas Wayúu y afrodescendientes. Es considerado uno de los más emblemáticos corregimientos de La Guajira por ser cuna de Luis Antonio Robles Suárez8. Camarones es un territorio de históricas relaciones interculturales debido a su cercanía con Riohacha y también porque se configuró como un “puerto ilegal de entrada y comercialización pirata y contrabandista, principalmente reconocido como puerto ilegal de comercialización esclavista” (Toncel s. f. 2). El proceso de relacionamiento étnico-racial y la manera en que este influyó en la construcción de los patrones culturales guajiros que es posible encontrar en la actualidad, se vio atravesado no solo por el 8 Luis Antonio Robles “el negro Robles”, fue un abogado y político, primer afrocolombiano en llegar al Congreso de Colombia y al gabinete presidencial como secretario del Tesoro.

encuentro cultural sino que también se vio influenciado por las dinámicas de control territorial entre las que resaltan las que fueron producto del comercio, tanto legal como ilegal, que se desarrolló en la región de la península de La Guajira. Camarones es el corregimiento con mayor extensión en el Municipio de Riohacha; en el pasado sus tierras estuvieron habitadas por indios gunebucán, los cuales tenían entre sus actividades productivas la agricultura, la ganadería intensiva, la caza, la pesca (Alcaldía de Riohacha – Asociación Departamental de comunidades Negras Residentes en La Guajira Luis Antonio “El Negro” Robles Suárez 2013) Camarones, por su proximidad a la ciudad de Riohacha, pudo haber sido uno de los lugares en donde se instalaron rebeldes de descendencia africana en su huida de los esclavistas, lo que se infiere de las investigaciones realizadas por autores como Diago (2005) o Polo (2005).

Los afroguajiros en la costa dibullera Dibulla Siendo uno de los municipios de la actual Guajira, Dibulla “es una de las poblaciones más antiguas de la zona del litoral [Caribe]” (Villegas 1972, 11); conocida como la Rama-

da, esta población caribeña, según sus habitantes, remonta sus orígenes a la llegada de los españoles, tiempo en el que la zona estaba poblada por indígenas guanebucán.

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La información disponible sobre la historia de esta población no es amplia, razón por la que el relato fundacional de este poblado puede ser reconstruido con más precisión desde el siglo xix, momento en el que se funda el municipio, no obstante es posible adivinar que Dibulla fue, desde sus inicios, “una intersección de varias fronteras por limitar al norte con el Mar Caribe, al sur y occidente con la Sierra Nevada de Santa Marta y al oriente con la península de La Guajira” (Cárdenas y Uribe 2007, 68), razón por la que el poblamiento de este lugar pudo darse gracias a la llegada de grupos dispersos y particulares como cimarrones, mestizos e indígenas Wayúu. Las primeras referencias del territorio de Dibulla datan del siglo xvi, momento en el que se comienza a llamar a las poblaciones “provincias”, sin ser este, en estricto sentido, un referente de la organización administrativa del territorio. Se le denominó La Ramada y abarcaba “el triángulo de tierras litorales planas formado por el mar Caribe, la Sierra Nevada de Santa Marta y el río Ranchería […] que pertenecía a la […] Gobernación de Santa Marta” (Cárdenas y Uribe 2007, 68). En esta provincia se fundó, en 1561, la ciudad de Nueva Salamanca de la Ramada. Además de la presencia de indígenas en la provincia de la Ramada se sabe que

también hubo cimarrones; entre 1528 y 1531 ingresan 4.000 esclavizados, parte de los cuales estaban destinados para la Provincia de Santa Marta (Cárdenas y Uribe, 2007). Además de esta referencia, para el siglo xvii, debido al decaimiento de demográfico de la población indígena, aumentaron las importaciones de esclavizados, los cuales llegaban a 800, sin contar con los que eran comercializados de manera ilegal. Muchas de estas personas de ascendencia africana fueron empleadas en las rancherías de perlas y en trabajos agrícolas. Además de los guanebucán y de aquellos procedentes de África, otra población que hizo presencia en la región de la Ramada fue la de los indios guajiros (Wayúu), que ejerció amplia influencia en los habitantes de esta región, lo que puede corroborarse en la actualidad en las conformaciones familiares y costumbres como la llamada “Ley Guajira” (Cárdenas y Uribe, 2007). Al igual que muchos de los poblados que conforman la baja Guajira, la región de la Ramada, actual Dibulla, fue un escenario en el que la cohabitación entre indígenas —en este caso Wayúu y Kogui (por su proximidad a la Sierra Nevada de Santa Marta)— y personas de procedencia africana fue muy común.

La Punta de los Remedios Se trata de una localidad conformada poblacionalmente por gentes Afro, que para el año de 1995 se constituyó como corregimiento del municipio de Dibulla; antes de esa fecha se encontraba bajo la jurisdicción del municipio de Riohacha. Este poblado se encuentra situado a orillas del Mar Caribe, su origen fundacional, según datos documentados por Giovannetty (2014) data de 1825, al respecto Reclus (citado por Giovannetty 2014) comenta que se trata de un caserío situado a 60 km al oeste de la ciudad, cerca de la Sierra Nevada de Santa Marta.

Su proceso de poblamiento pasa por el hecho de que, para la época, la comunicación entre distintos sitios costeros de La Guajira se daba por vía marítima, entonces, cabe la posibilidad de que la conformación de este lugar se hubiese dado a través del mar, al respecto Giovannetty (2014) afirma que

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la mayoría de los pequeños poblados de la zona rural criolla del hoy departamento de La Guajira tienen dos orígenes de poblamiento: Uno por ser antiguos palenques de negros cimarrones o haciendas que habitaron,


/ Afrodescendientes en La Guajira /

Básicamente, en esta localidad las actividades económicas devienen de la realización de faenas como la pesca, la agricultura y el pastoreo, en menor escala, y una actividad turística de mínimo impacto.

los trabajadores y sus familias, la mayoría negros, mulatos. En un porcentaje menor, existen colonizaciones de blancos y mestizos en la zona de San Juan del Cesar, poblada por antiguos hacendados españoles. (13)

Fotografía tomada de: Colección privada del Grupo de Investigación Idcarán. Universidad Nacional de Colombia.

― 4. Cómo la extracción carbonífera arrasó la memoria afrodescendiente en la Baja Guajira: ¿un caso para pensar el tema de la reparación? ―

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as comunidades afroguajiras se enfrentan a un complejo conflicto con la multinacional “El Cerrejón”, empresa dedicada a actividades extractivas mineras cuya presencia en el departamento se remonta al año 1976. El conflicto territorial reside en el hecho de que la multinacional se ha apropiado por vías legales de territorios que han pertenecido ancestralmente a las comunidades (Mejía, 2010).

representantes de asuntos legales de la multinacional han evadido su responsabilidad argumentando que en dichos territorios no habitan comunidades indígenas ni afrodescendientes; así que, según ellos, por el hecho de que haya unos cuantos indios o negros —que en su mayoría realmente son campesinos y mestizos— no se puede determinar la pertenencia de los terrenos a una comunidad con representatividad jurídica (Mejía 2010).

Estas poblaciones han acudido a recursos jurídicos que apelan a su condición de comunidades étnicas diferenciadas, hecho que les permite reclamar sus tierras. Los

De esa manera, lo que se evidencia de fondo es una dificultad identitaria que repercute en acciones legales y jurídicas, lo que se convierte en una dificultad para la

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reclamación de tierras por parte de grupos étnicos. En ese sentido, puede observarse cómo el llamado modelo mestizo de La Guajira posibilita la invisibilización de las raíces y la pertenencia de los pobladores a comunidades indígenas y afrodescendientes. El conflicto territorial ha impulsado actividades de autorreconocimiento como comunidad afro a los pobladores negros de la zona, con lo cual han obtenido herramientas argumentativas que les permiten reconocerse en términos étnicos y jurídicos, y diferenciarse de las poblaciones campesinas de las zonas debido a sus prácticas culturales y conocimientos ancestrales (Mejía 2010). Dentro de los principales impactos que este conflicto ha generado se encuentra el desplazamiento forzado de los pueblos negros de la zona ocurrido en lugares como

Manantial, Tabaco, Espinal y Caracolí, entre otros. Concretamente, el proyecto minero ha afectado en términos de desplazamiento forzado y altos niveles de contaminación a las poblaciones afro pertenecientes a Albania, Remedios, Roche, Chancleta, Patilla, Papayal, Oreganal, Carretalito, San Pero, Quebranchal, Puntoclaro, Potrerito, Conejo, Las Casitas y Cañaverales. De igual manera, se han afectado los resguardos indígenas de Tamaquito y El Iparú (Mejía 2010). Otro de los impactos generados por el extractivismo minero a la población afrodescendiente tiene que ver con desconocimiento e invisibilización de su asentamiento ancestral en los territorios, ejemplo de ello son los hoscos.

Los hoscos, un relato fundacional sin territorio

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l centro oriente del departamento de La Guajira es una zona caracterizada por ser un lugar que cuenta con una geografía de tierras planas, bañadas por ríos y arroyos que bajan de la Sierra Nevada de Santa Marta y la Serranía del Perijá; en medio de estas dos grandes montañas, según versiones orales (Villa 2013) de los miembros de estas comunidades, se establecieron los que fueron nombrados como los hoscos9, gentes descendientes de antiguos esclavizados que huyeron durante los siglos xvii y xviii, quienes dieron origen a los pueblos que posteriormente se llamaron

9 Apelativo utilizado para nombrar a los antiguos habitantes de las localidades de Tabaco, Manantial Roche, Patilla y Chancleta. “Sí, nosotros venimos de los Hoscos que fueron los primeros que vivieron en estas tierras; esa era gente valiente que se metió al monte, consiguieron refugio y de ahí no los sacó nadie. La Hosca gente valiente. Hubo un general que durante la guerra dijo: esa gente es guapa, sobresaliente en la guerra, Esos Hoscos, gente valiente que sobresalía”. Esta versión se desprende de una entrevista realizada por Wilmer Villa a Emilio Pérez en 2008.

Manantial, Tabaco, Roche, Patilla y Chancleta. Estas comunidades construyeron un relato fundacional que ha generado procesos de sujeción a la menoría, y de acciones identitarias que les han permitido generar procesos de demandas de orden social ante los episodios de desterritorialización a que fueron sometidos, por las multinacionales que desarrollan un extractivismo minero desenfrenado. En conclusión, el conflicto ha generado importantes impactos negativos en las poblaciones afrodescendientes, producto de los intereses económicos de la multinacional El Cerrejón, que argumenta y negocia individualmente los derechos colectivos de las comunidades que habitan el territorio ancestralmente, como algunos documentos históricos lo pueden demostrar. En consecuencia, Mejía (2010) indica que el reconocimiento formal de estas poblaciones como comunidades afroguajiras puede interpretarse como una estrategia para resolver sus conflictos territoriales.

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― 5. La cultura afroguajira hoy ―

El calabazo Has sido tú el permanente utensilio que caracteriza al labriego y a toda una sociedad, realizando una faena, entregando el corazón. Con luz respondo y un hidratado coraje para refrescar la vida. Eres como una medicina que nos limpia de las enfermedades. Eres como la vida que nos alimenta a diario. Eres como el árbol más perfecto que ha hecho la naturaleza. Hermoso calabazo: eres como el pozo María y tu encantada flor fresca siempre existía. Nunca te borrarás de nuestra mente. Siempre estarás vivo, calabazo hermoso. Eres como las lluvias del cielo que ovando caen a la tierra, dan vida … así eres tú. Que donde quiera que vamos, llevamos agua dentro de ti para seguir viviendo. Gracias a tu agua podemos beber, y es tan rico sentir tu frescura, tu pureza, tu delicia. Eres lo que nos hace tabaqueros; Todos te usamos para beber, nadie vive sin ti. A ti te debemos la cura de muchas enfermedades.

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Eres como el jarabe que me cura las penas. Eres como el hermano que nunca tuve. Eres como el agua en el desierto. Eres como el árbol que me da sombra. Eres como la planta que me hace respirar, porque el agua que tú me brindas me sirve para disfrutar de las cosas muy bonitas que en Tabaco nos hizo soñar; de costumbres, tradiciones que hoy en día nos faltarán, las totumas, los jarrones que hoy en día no podemos utilizar. Eres refrescante, amigo. Siempre me acompañas por tus orígenes ancestrales. Eres muy importante y de ti salen muchas artesanías bellas. Gracias por existir, y que sigas ofreciéndonos tus poderes. Como vienes de la naturaleza, de la madre tierra, tú nos ofreces adornarnos con aretes, collares, anillos, fajones y gargantillas. Tú nos sirves para muchas cosas: nos nutres el cabello, nos quitas la gripa, nos sirves. Porque contigo hacemos muchos utensilios como cucharas, jarrones, platos de distintas formas y tamaños. Eres encuentro de ternura mezclada con nostalgia que nos hace pensar


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en un mejor mañana. Mi tía no tiene vaso ella tiene un calabazo que usa de vaso pero no es vaso. Ella tiene un palo de calabazo en su patio y de ahí sale la agricultura de ella. En Tabaco habían bastantes calabazos; ahora yo lo uso porque no necesito ni plato ni vaso y me sentí muy contenta porque ayer volví a tomar sopa y jugo en totuma. Nos sirve para cargar la leche, el agua; para esconder la semilla de ahuyama de un año para otro. También el maíz. Calabazo tan medicinal, tan indispensable para toda la comunidad: niños, hombres y mujeres. Que con tus nutrientes nos brindas salud, volviéndote indispensable para todos nosotros. Calabazo: tú nos ayudas, nos das fortaleza. Estoy contenta porque mi familia tiene muchas cosas que agradecer. Eres una parte de nuestras vidas; nos sirves para muchas cosas como las cucharas,

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las copas, los platos y fruteros. Eres como la luna para hacer cosas; tomar agua. Nace en las lagunas de donde hay agua y es medicinal. Comunidad de Tabaco Tomado de: Centro Nacional de Memoria Histórica. (2015). Del ñame espino al calabazo. Objetos que despiertan memorias. Bogotá, Colombia: CNMH


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Árbol de Ceiba - Juan y Medio Fotografía tomada por Doris Cabeza

El significado del árbol de la Ceiba o Bonga uan y Medio es una cantera de conocimientos ancestrales y una muestra de los primeros palenques de La Guajira, en este punto de la geografía colombiana se conservan saberes ancestrales afros, como la elaboración de platos culinarios a base de chicharro, los decimeros, el yerbatero, el simbolismo del árbol de la Ceiba o Bonga, entre otros. La Ceiba o Bonga es un árbol de más de 50 metros de altura con raíces de más de 30 metros de diámetro; se encuentra ubicado en la calle principal del corregimiento de Juan y Medio y considerado patrimonio local desde tiempos inmemorables.

En la comunidad afroguajira el árbol de la Ceiba o Bonga es de gran importancia, por ser un árbol emblemático de la comunidad y por su significado de unión, pues es un lugar para el reencuentro y para narrar historias y leyendas. El maestro Sierra menciona que la “tradición de la Ceiba se mantiene y es un elemento ligado a la identidad, se desviste dos veces al año, bota sus hojas y vuelve a florecer, es como un renacimiento permanente”, actualmente este árbol es catalogado como “un patrimonio inmaterial de la localidad de Juan y Medio, que lo consideró tiempo atrás como un árbol misterioso y cargado de leyendas”.10 10 Esta versión se desprende de una entrevista realizada por Doris Cabeza Escobar al Maestro Sierra en Juan y Medio.

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Fotografía tomada de: Colección privada del Grupo de Investigación Idcarán. Universidad Nacional de Colombia.

Tradición gastronómica: platos a base de derivados de los frutos de las palmas de tamaca y corúa

permanentemente a mirar hacia otras latitudes y subvalora el entorno propio.

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s necesario discernir entre lo que es la gastronomía y lo que es la culinaria, ya que es muy común confundir estos dos conceptos. La gastronomía es una ciencia que se encarga del estudio de la relación que existe entre el ser humano, su entorno y su alimentación, y que tiene tres etapas de estudio: 1) la obtención de los alimentos, sin importar el medio —caza, pesca, agricultura, cría etc.; 2) la preparación de los mismos con todas sus técnicas y accesorios; y 3) la ingesta con toda la normatividad sociocultural que para ello existe. De otra parte, la culinaria es un arte muy ligado a la segunda etapa de la gastronomía. En la actualidad existen matronas en poblaciones al sur de Riohacha como Galán, Tomarrazón, Juan y Medio y otras más que se dedican a recolectar frutos de las palmas de tamaca y de corúa para elaborar aceites, arepas, chicharro y guisos, preparaciones que venden y que también consumen en sus casas. Además, en Juan y Medio se celebra anualmente el festival del chicharro. No ha sido fácil conservar este patrimonio inmaterial ancestral, sobre todo cuando el comercio invade constantemente los mercados y tiendas con alimentos de fácil preparación, que se convierten en una seria amenaza para la conservación de los derivados de los frutos de las palmas; otra consecuencia de la globalización que invita

Por otro lado, el deterioro de los ecosistemas a causa de la mano del hombre inconsciente; de la avaricia y la depredación de las empresas multinacionales, las cuales actúan inescrupulosamente a su libre albedrío dejando a su paso desolación. Son grandes enemigos de las tradiciones gastronómicas. Pero aun así, estas siguen dando una dura batalla en defensa del legado cultural desde el flanco gastronómico. Cuando a portugueses, ingleses, españoles y otros tantos europeos en el siglo xvi se les ocurrió ir a África a capturar personas para venderlas en América como animales; jamás imaginaron que en pleno siglo xxi mujeres como Gladis Pinto y Josefa Iguarán, en Galán, y un sinnúmero de defensoras de la gastronomía afrodescendiente en toda la región, estarían dando muestras de resistencia cultural desde sus fogones entrojados en los patios de sus casas. Los platos elaborados a base de los frutos de las palmas de corúa y de tamaca no son las únicas evidencias de la presencia del componente afrodescendiente en la gastronomía de La Guajira, también existen muchos otros como el aceite y las arepas de ajonjolí, las cocadas y el aceite de coco, y ciertos modos específicos de preparación de carnes y vísceras. En este trabajo se hace mayor énfasis en los platos derivados de tamacas y corúas porque son rasgos distintivos y sui generis de la gastronomía afroguajira.

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Palma de tamaca (corozo) Esta palma (Acrocomia aculeata) originaria de Centroamérica, Suramérica y el Caribe, conocida también como “Palma de América”, merece una mención especial debido a la cantidad de aportes que ha hecho a la gastronomía de las comunidades en la zona rural del sur de Riohacha. Sus frutos redondos vienen en racimos y dentro contienen una nuez (corozo) de la cual se obtiene aceite de mesa, arepas, chicharro, leche para guisar etc. Cabe mencionar que la población rural criolla de Riohacha se compone en su mayoría por afrodescendientes. De hecho, varias de estas poblaciones nacieron como palenques de los esclavos negros que escapaban de sus amos en Riohacha y veían en estas tierras las condiciones propicias para vivir en libertad, alejados del sometimiento del cual habían huido. Dentro de los elementos más representativos y distintivos de la gastronomía africana se encuentran los fritos, el uso de aceites y de una variada gama de derivados de los frutos de las palmas, las cuales abundan en la geografía africana. Cuando los cimarrones (esclavos que escapaban de sus amos) llegaron a estas tierras no encontraron, por supuesto, los mismos animales ni las mismas plantas que habían dejado en sus lugares de origen. Pero sus gustos y procedimientos culinarios se conservaron y procuraron darle a los frutos de las palmas de aquí los mismos usos que daban a los de las africanas. Los indígenas precolombinos también las empleaban dentro de su gastronomía, pero con derivados diferentes como el palmito. El chicharro y otros derivados de los frutos de la palma de tamaca son, evidentemente, aportes de la gastronomía africana. En la población de Galán son muchas las matronas que en la cotidianidad aún recolectan tamacas en los potreros, en compañía de sus hijos y nietos, para procesarlas y beneficiarse de sus diferentes derivados —

aceite, chicharro, arepas, carnes de monte, etc.— como parte de su canasta familiar. Palma de corúa Esta palma (Attalea butyracea), conocida también en otros lugares del Caribe colombiano como “Palma de vino”, posee frutos ovalados (llamados corúas) que vienen en racimos y que en su interior contienen una o dos almendras, las cuales constituyen la materia prima de varios platos de la gastronomía afroguajira, pero sobre todo de un aceite para comer. Con la leche del fruto de esta palma se elabora chicharro, se preparan guisos y el ya mencionado aceite. Entre los aceites de fabricación local, el de corúa goza de mayor preferencia que el de tamaca por parte de las amas de casa, por ser más fino y de mejor aroma. Anteriormente algunas amas de casa extraían aceites solo para el consumo de su hogar, pero había otras que fabricaban aceites como actividad lucrativa, era así como muchas mujeres se dedicaban a esta actividad para luego vender sus productos en sus casas o al por mayor a los tenderos, quienes los revendían como cualquier artículo traído desde la ciudad. Entre las mujeres que se dedicaban a la elaboración de aceite estaban: - María del Carmen Muñiz, en Tomarrazón. - Isabel Levette, en Villa Martín. - Adelaida Mejía, en Matitas. - Reyes “Reyita” Mejía, en Barbacoas. - Gregoria “Golla” Sierra, en Barbacoas. El chicharro es un plato cuya elaboración se hace preferiblemente de la leche que se extrae de los corozos de las palmas de tamaca, solo en pocas ocasiones se hacen a base de corúas, así mismo para guisar carnes se prefiere la leche de tamaca. Los aceites se hacen de ambos, pero como ya se mencionó, el de corúa goza de mayor favoritismo.

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Recetas En vista de que tanto de los frutos de las palmas de tamaca como de los de corúa se extrae la leche para elaborar varios platos, es necesario explicar cómo se realiza esta extracción para producir cada litro de leche:

Se extraen los corozos de 400 tamacas o corúas, se pilan o se trituran en piedras en forma de bateas, se muelen y luego se les agrega un litro de agua, se exprime el producto molido dentro del agua y con un colador se separa el residuo para decantar la leche.

Aceite de tamaca y de corúa Modo de elaboración · Extraer el corozo de la tamaca o la almendra de la corúa (pangándolas). · Tostar los corozos o las almendras. · Pilar los corozos o almendras. · Molerlos. · Verter el producto molido en agua. · Extraer la leche libre de residuos · Hervir la leche a fuego lento hasta que forme una espuma, esta debe extraerse a medida que va apareciendo. · Freír la espuma hasta que quede totalmente líquida (terminada). · Dejar enfriar. · Envasar.

Venado guisado en leche de tamaca [6 porciones] Ingredientes · 1 litro de leche de tamaca. · 2 libras de carne de venado. · 4 ajíes. · 3 dientes de ajo. · 1 tallo de cebollín criollo. · 3 o 4 hojas de orégano orejón. · 1 tomate · Comino al gusto. · Sal al gusto. · Aceite de comer. · Vinagre casero al gusto. · 6 bolitas de pimienta de olor.

Extracción de la leche de tamaca Extraer los corozos de 400 tamacas, pilarlos, molerlos y luego agregar un litro de agua, luego se exprime el corozo dentro del agua y con un colador se separa el residuo y se deja decantar la leche.

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Extracción de la leche de tamaca Extraer los corozos de 400 tamacas, pilarlos, molerlos y luego agregar un litro de agua, luego se exprime el corozo dentro del agua y con un colador se separa el residuo y se deja decantar la leche.

Procedimiento Picar todos los condimentos, poner la carne picada en una olla con todos los ingredientes y dejar en fuego durante 10 minutos. Luego se agrega la leche de tamaca y se vuelve a poner en el fuego por 30 minutos más, se deja enfriar un poco y está lista para servir.

Chicharro

[6 porciones]

Ingredientes · 3 litros de leche de tamaca. · 1 cebolla. · 1 tallo de cebollín. · 2 dientes de ajo. · 5 ajíes. · Comino al gusto. · Sal al gusto.

Procedimiento Se pican los condimentos, se vierte la leche de tamaca y los demás ingredientes sobre el caldero. Se pone a fuego medio revolviendo frecuentemente hasta que quede con el aspecto de carne molida, se deja enfriar y está listo para servir. Con respecto a esta receta, cabe anotar que en la población de Juan y Medio se realiza anualmente el Festival y Reinado Intercorregimental del Chicharro.

Arepas de tamaca [5 porciones]

Ingredientes · 150 tamacas. · 2 ½ cucharaditas de anís en grano. · 1 ¼ de panela rayada. · Sal al gusto.

Preparación Se extraen los corozos de las tamacas, se tuestan, se pilan, se muelen. La harina en que quedan convertidos los corozos molidos se mezclan con los demás ingredientes y luego se mezcla con igual cantidad de harina de maíz o maíz pilado. Del producto final de esta fusión se elaboran las arepas. Las cuales se envuelven en hojas de árbol de almendra, bombito o de plátano, para luego ponerlas en una cazuela a fuego lento durante varios minutos y finalmente pasarlas a la parrilla donde se terminarán de asar.

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/ Idcarán · Retos en los procesos de autoidentificación étnico-racial en municipios con alto mestizaje interétnico y racial. /

La práctica de la comadrona

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l oficio de la comadrona o partera era fundamental en las poblaciones afrodescendientes de La Guajira, puesto que representaba la garantía de natalidad de la población. Normalmente había una en cada pueblo, a veces más, pero siempre tenían más demanda las más reputadas, porque brindaban más seguridad y confianza. Para aprender y ejercer tal oficio se requería tener ante todo vocación. Los servicios de las comadronas experimentadas incluían todos los procedimientos que iban desde el control de embarazo hasta conseguir que el bebé asumiera una posición normal que le permitiera tener un perfecto nacimiento. Esto se hacía a partir de los seis o siete meses de embarazo. La comadrona sabía incluso si el caso era muy complejo y se salía de sus manos, cuando esto sucedía se remitía la paciente a médicos galenos. Cuando la madre estaba presentando demoras para dilatar y dar a luz, la comadrona preparaba los denominados baños de asiento, los cuales consistían en poner a hervir plantas de malva con bicarbonato de sodio en agua entre 30 y 60 minutos. Cuando ya el agua estaba tibia se procedía al filtrado en una tela fina, para quitarle las pelusas que dejaban las plantas de malva. Seguidamente la mujer se sentaba en una ponchera y comenzaba a mojarse con esa agua de la cintura hacia abajo hasta lograr normalizar el proceso del parto.

dre para que la criatura se moviera y facilitara el parto. Había ocasiones en que era necesario someter a las madres a prácticas tortuosas para poder salvarles la vida, ante la dificultad de realizar la expulsión de la criatura, sobre todo cuando ya esta había muerto en el vientre y la madre corría riesgo de morir también. Actualmente en Juan y Medio la señora Altagracia Frías Villar comparte su pasión de enseñar, en la Institución Etnoeducativa Sierra Nevada, con la ritualidad que ejecuta cuando partea a las mujeres de la comarca. Altagracia, comadrona y rezandera de Juan y Medio, ya ni se acuerda cuántos niños ha traído al mundo y a cuentas personas les ha rezado, lo que sí sabe es que lo seguirá haciendo hasta el final de su vida. Con respecto a la labor de comadrona asegura que lo aprendió desde muy joven y que es un oficio de mucha entrega, alegría y satisfacción, lo combina con rezos y con plantas tradicionales. Una de las preocupaciones de esta maestra es la continuidad de su tarea de comadrona, ya que su familia no quiere que siga en ello pues consideran que se debe dedicar a hacer otras cosas.

En vez de usar camilla de parto se utilizaba un taburete normal, de cuero y madera, puesto con el espaldar sobre el suelo, allí la mujer se acomodaba y la partera se ubicaba frente a ella sentada sobre una banca pequeña a realizar su labor. Previo al parto, la partera ponía a calentar aceite de comer de almendra o aceite Castor, comprados en los depósitos, los cuales se untaban sobre el vientre de la ma/50


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― 6. Personalidades afroguajiras ―

José Prudencio Padilla osé Prudencio Padilla nació en Riohacha, Guajira, el 19 de marzo de 1778, era hijo de Andrés Padilla, quien se dedicaba a la construcción de canoas, y de Lucía López, mujer Wayúu. El mulato Padilla, como lo llamaban, permaneció en Riohacha hasta los 14 años, cuando, al huir de un incidente familiar, se embarca en un buque como muchacho de cámara hasta los 19 años. En 1803 regresa a Riohacha para incorporarse a la Real Marina Española, e inicia su carrera como oficial de marina al servicio del Rey de España (Ríos s. f.). En la Marina Real permaneció hasta la

batalla de Trafalgar, que tuvo lugar el 21 de octubre de 1805, donde fue prisionero y se vio obligado a trabajar en la construcción de naves, fabricación y reparación de armas, y levantamiento de fuertes. En 1808 fue dejado en libertad y regresó a América. En 1809 es designado contramaestre del apostadero de Cartagena de Indias (Ríos s. f.). Hacia el año de 1811 Padilla comenzó a prestar sus servicios a la república en las fuerzas que combatieron en Magdalena, en 1814 es llevado a prisión por Mariano Montilla, por ser partidario de Bolívar (Ríos s. f.). En 1815 defendió a Cartagena de Indias y venció a la fragata española Neptuno, de la cual fueron capturados soldados y oficiales

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españoles y más de 200 fusiles, equipo, vestuario y correspondencia de gran valor para las tropas patriotas; gracias a esta acción Padilla es ascendido a comandante de fragata, ascenso que le otorgó Bolívar. Padilla junto con otros patriotas se dirigió entonces a Haití para hacer parte de la expedición que Bolívar organizó sobre Venezuela (Ríos s. f.). En noviembre de 1818 es nombrado, por orden de Bolívar, comandante de las Fuerzas Sutiles del Orinoco. El 4 de mayo de 1821, bajo su mando, se inicia el sitio de Cartagena, una batalla de 159 días que terminaría en 1 de octubre de ese año con la rendición y ocupación de Cartagena. Por su actuación en el sitio de Cartagena, Padilla fue nombrado comandante del Tercer Departamento de Marina que tenía jurisdicción sobre las costas de Riohacha, Santa Marta, Cartagena y costas del Atrato (Ríos, s. f.). El 5 de noviembre de 1822 inicio la campaña de Maracaibo, la cual duro 242 días y culmino el 24 de julio de 1823 con la batalla naval de Maracaibo, batalla que afianzo definitivamente la independencia de Venezuela (Ríos, s. f.). La batalla de Maracaibo fue uno de los mayores logros y éxitos militares de Padilla. El 3 de octubre de 1826 Padilla llega a Bogotá a ocupar la curul del Senado en representación del departamento del Magdalena. En 1828 fue acusado de preparar el Pronunciamiento de Cartagena para defender la Convención de Ocaña, por lo cual fue apresado bajo el cargo de rebelión. Padilla se encontraba en prisión cuando sucedió la conspiración septembrina, la cual pretendía asesinar al Libertador, Bolívar logra huir y los conspiradores fueron apresados, entre ellos Santander y el almirante Padilla, este fue condenado a muerte por Bolívar, sentencia que se cumplió el 22 de octubre de ese mismo año (Ríos s. f.). Años después se comprobó la inocencia de Padilla, razón por la cual la Convención Grana-

dina de 1832 rehabilitó su memoria y lo eximió de los delitos por los que había sido acusado. En honor a la memoria de Padilla se construyó la Plaza de Padilla, que se encuentra ubicada en Riohacha, la cual también posee una estatua del almirante, por la importancia militar y naval de Padilla, actualmente la Escuela Naval de Cadetes lleva su nombre. En 2011 la Alcaldía Mayor de Cartagena, la Universidad Tecnológica de Bolívar, el Instituto de Patrimonio y Cultura de Cartagena (ipcc), la Armada Nacional, la Escuela Naval de Cadetes Almirante Padilla y el Banco de la República, entre otras entidades, realizaron la Expedición Padilla, con la cual se celebró el Bicentenario de la Independencia de Cartagena y se rindió homenaje a José Padilla (Banco de la República s. f.). Luis Antonio Robles Suárez

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a vida de Luis Antonio Robles se desarrolló, mayoritariamente, en la época y el territorio que se denominó Estados Unidos de Colombia, periodo caracterizado por las fuertes disputas ideológicas, políticas y sociales entre los partidos tradicionales Liberal y Conservador. Nació en Camarones, el 24 de Octubre de 1849, en el seno de una familia con influencia cultural diversa, debido a su linaje español y negro. La infancia de Luis Antonio Robles Suárez se caracterizó por una crianza impartida únicamente por su madre, debido al fallecimiento de su padre. En el año 1859 Robles se traslada a Riohacha para cursar sus estudios primarios en la escuela del español Felipe Farías. Posteriormente, es matriculado en el colegio Lavalle y Pompo en Cartagena, en donde desarrolla y finaliza sus estudios secundarios (Acosta 2009). A la edad de 19 años, en 1868, el joven Robles viaja a Bogotá para estudiar Derecho Civil y Comercial en las aulas del Colegio Mayor de Nuestra Señora del Rosario.


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Su vida universitaria se caracteriza por un desempeño académico excelente, digno de méritos y distinciones, como es el caso de su mención como estudiante colegiado, lo que le permitió adquirir la potestad de elegir al rector de la institución en el año 1870. El 13 de abril de 1872 Luis Antonio Robles recibe su título de doctor en Jurisprudencia luego de presentar los exámenes finales decisivos para el otorgamiento de mencionado título. En el año de 1872, a los pocos meses de recibir su título, con 23 años de edad, el doctor Luis Antonio Robles acepta el cargo de director de educación pública del estado soberano de Magdalena, otorgado por el entonces presidente de la Nación, Manuel Murillo Toro. Es entonces, el doctor Robles, el primer afrodescendiente en ocupar un alto cargo público en la historia nacional, hecho que merece atención por su singularidad en un contexto en el que los afro contaban con un bajo nivel de reconocimiento y representatividad política, además, cabe resaltar que para ese momento la esclavitud había sido abolida recientemente (22 años atrás). En 1873 José Ignacio Díaz Granados asume la presidencia del estado soberano del Magdalena, Díaz se convirtió en amigo cercano de Luis Antonio Robles, para el año de 1874 el presidente Díaz ofrece al doctor Robles el cargo de secretario general de estado, Robles acepta y renuncia a su cargo en la Dirección de Educación Pública. Debido a la gestión realizada por Robles en su cargo como secretario, rápidamente adquiere reconocimiento y popularidad, esto lo anima a postularse a la Asamblea Legislativa del Magdalena, siendo elegido al finalizar el año 1874. Durante la temporada electoral de 1876 Luis Antonio Robles se lanza a la cámara de representantes y se posesiona como el primer congresista afrodescendiente del país. Luis Antonio Robles se cruza con situaciones difíciles en su cargo como congre-

sista, entre ellas se encuentran sabotajes e insultos de tipo racial, ante los que Robles reaccionó con diplomacia y dignidad, enalteciendo así el sentido de su herencia africana, con lo cual se ganó el respeto y la admiración de aquellos que trataron de insultarlo. Existe una anécdota registrada en la que se afirma que Robles “en su primera asistencia a la sesión de la Cámara de Representantes, las barras le gritaban ¡negro!, intentando sabotearle la intervención, a lo que él contestó: “Esta sangre, la misma de mi raza, sirvió también para fecundar el árbol de la libertad: en la obra de la independencia ni la sangre de los negros escaseó, ni los blancos la hubieran repudiado como innecesaria. Sí, pertenezco a la raza redimida por la República, y mi deber es servirle a la que volvió pedazos su Yugo” (González 2007). En abril de ese año, el presidente Aquileo Parra ofrece a Robles el cargo de Ministro del Tesoro y Crédito, siendo nuevamente la primera persona afrodescendiente del país en llegar al cargo de Ministro de Estado, no obstante diarios como La Ley y el Tradicionalista manifestaban sutilmente su oposición a la estadía de Luis Antonio Robles en el ministerio. En el año de 1877 grupos revolucionarios liderados por Felipe Farías expulsan a funcionarios nacionales y regionales de Riohacha y organizaron un gobierno paralelo al del estado del Magdalena, desconociendo así la autoridad de su presidente; sumado a ello declararon a Riohacha como capital del estado soberano del Magdalena. Ante ello, el presidente de la nación, Aquileo Parra, nombra a Luis Antonio Robles coronel, lo designa para el cargo de Mayor General del Ejército del Atlántico y le encomienda la difícil tarea de enfrentar la revolución que se desarrolla en su lugar de origen. En consecuencia, Robles prepara sus tropas, no sin antes dar lugar al diálogo con los revolucionarios, sin embargo, al no

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obtener respuesta, decidió atacar y en abril de 1877, junto a sus tropas, vence a su otrora profesor, amigo y compañero de causa Felipe Farías. Para finales de ese año Robles renuncia a su cargo militar y aspira a la presidencia del estado soberano del Magdalena, en alianza con algunos personajes liberales. Robles es electo como presidente y en su gobierno se destaca su interés por la expansión y la cobertura de la educación pública para los sectores sociales más deprimidos, sus gestiones destinadas a la inversión social y a la recuperación económica del territorio. En el año 1879 hombres de Núñez y José María Campo Serrano (comandante de la Guardia Colombiana en Barranquilla) invaden Santa Marta y acorralan a Robles, este ruega por el bienestar de los ciudadanos y ante la difícil situación le comunica el presidente de la nación, Julián Trujillo, su decisión de renunciar al cargo que le había otorgado el voto popular. Robles se dedica luego a negocios jurídicos y en 1881 decide lanzarse a la Asamblea Legislativa como candidato por Riohacha, de este modo obtiene el cargo de diputado, a pesar de los constantes boicoteos patrocinados por Campo Serrano en las elecciones. Ante las fuertes acusaciones y pruebas presentadas por Robles contra el presidente Campo Serrano, este decide anular las elecciones y desterrar a Robles, así que lo envía nuevamente a su tierra. Posteriormente, Robles se aísla del escenario político y ejerce su profesión como abogado litigante en procesos judiciales comunes. No obstante, se registran procesos dirigidos por Robles debido a su inteligencia y brillantez; en efecto, Robles abogó de manera impecable en diferentes procesos, presentando pruebas claras, discursos elocuentes y un dominio excepcional de las leyes, lo que le condujo al desempeño exitoso de los procesos que tenía a su cargo. Entre los años 1884 y 1892 Robles re-

torna al escenario político y se desempeña como congresista. Tiempo después, Robles se desempeña como profesor y es designado como rector de la Universidad Republicana, predecesora de la Universidad Libre, que fue clausurada por ser juzgada como un foco revolucionario, sin embargo Robles recibe el ofrecimiento del cargo de rector de la universidad más importante de Nicaragua (Acosta 2009). Aunque Robles decide lanzarse nuevamente a la cámara en representación del distrito de Antioquia, los fraudes electorales lo decepcionan y decide trasladarse a Centroamérica a ejercer el cargo convidado por Nicaragua. A mediados de 1898 Robles retorna al país aquejado por una compleja enfermedad: cistitis. En 1899 los liberales planean el recibimiento en Maracaibo de armas provenientes de Inglaterra para lo cual solicitan a Robles que viaje al vecino país para recibir las armas, sin embargo, Robles no puede viajar debido a su enfermedad, siendo acogido en el hospital desde el 9 de septiembre hasta el día 22 del mismo mes, día de su fallecimiento en Bogotá a la edad de 49 años. Su cuerpo fue velado en el salón rectoral de la Universidad Republicana y trasladado a la capilla del Santo Sagrario, para finalmente reposar en el Cementerio Central; el Gobierno nacional “mediante el Decreto 429 del 22 de septiembre declaró luto nacional y le rindió honores a la memoria de este ilustre hijo de La Guajira” (Acosta 2009, 37). Se registra que al funeral asistieron más de 10 mil personas y se hicieron múltiples pronunciamientos desde Camarones, Riohacha y Anapoima, en honor a la memoria del ilustre personaje. En honor al doctor Luis Antonio Robles se hicieron varios decretos, acuerdos y leyes como: · Decreto N° 429 de 1899, sobre la memoria del señor Doctor Luis A. Robles. · Acuerdo 47 de 1916, por el cual se cede un

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lote al cementerio para guardar los restos del abogado Robles. · Ley 16 de 1937, por la cual se honra la memoria del colombiano Luis Antonio Robles. · Acuerdo N° 6 de 1970, por el que el Concejo Municipal de Riohacha ordena la fabricación de una placa honorífica que debería ser instalada en la casa de Luis Antonio Robles. · Acuerdo N° 6 de 1974, por el cual se ordena la instalación en Camarones de un busto de Luis Antonio Robles · Ley 570 de 2000, por la cual se honra la memoria del ilustre abogado. · Actualmente los restos mortales de Luis Antonio Robles reposan en un mausoleo en su natal Camarones.

de la calle de la Marina [...] de Riohacha, que era propiedad de un italiano llamado Donato Pugliesse” (Diago 2011, 35) No muchas personas poseían un acordeón durante esa época, sin embargo, este instrumento fue fundamental a la hora de hacer parrandas. Durante las parrandas se cantaban crónicas que “hablaban de los hechos ocurridos en el pueblo, [...] se cantaban versos improvisados sobre la cotidianidad, los amores, los deberes, entre otras cosas” (Diago 2011, 41). Durante su niñez, Francisco Antonio componía, cantaba versos de su autoría y aprendió a tocar el acordeón observando a su padre.

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Su emblemático nombre de “El Hombre” se debe a opiniones de personas mayores al oír cantar a Francisco, pues muchas exclamaban: “¡Ese hijo de Checame es El hombre!”, en referencia a un proverbio de los pueblos del Caribe colombiano que significa que “un niño o un adolescente se perfila como un superdotado o virtuoso en algún arte o cualidad” (Diago 2011, 36)

Al momento del nacimiento de Francisco Antonio Moscote, Galán era un pequeño caserío “conformado de rústicas viviendas que eran rezagos del antiguo palenque, construidas de varas, bahareque, techos de palmas y pisos de tierra” (Diago 2011, 32). En este caserío vivían personas libres, como los padres de Francisco Antonio, quienes contaban con un modesto patrimonio que le permitía al padre de Francisco complacerlo con algunos regalos. Una de las adquisiciones de la familia Moscote Guerra fue un acordeón, comprado hacia el año de 1852. El acordeón fue obtenido por José del Carmen Checame Moscote en un “almacén

Sobre Francisco El Hombre se han tejido un sin número de historias, incluso se menciona que no es una persona real, que solo hace parte de relatos y que él es una leyenda; que se enfrentó con el Diablo y le ganó,

Francisco El Hombre rancisco Antonio Moscote Guerra fue un cantautor vallenato, mejor conocido como “Francisco El Hombre”. Nació en el corregimiento de Galán, jurisdicción de Riohacha. En el Palenque de Moreno, nacieron José del Carmen Checame Moscote y Ana Julia Guerra, padres de Francisco Antonio Moscote, que por tradición católica y por ser el día de su nacimiento el día de Santa Francisca, recibió el nombre de Francisco (Diago 2011).

Francisco El Hombre es reconocido como el precursor y el creador de los aires y sones vallenatos, razón por la cual sus aportes marcan un hito en la historia musical folclórica colombiana. Su vida es famosa por ser el primer hombre en el Caribe colombiano en tocar y producir música con el acordeón. Su desempeño en la interpretación de este instrumento lo llevó a crear “un género musical que, aunque floreció en el decurso de la segunda mitad del siglo xix, sigue presente en la cultura musical folclórica del Caribe colombiano” (Diago 2011, 21). Por otra parte, la música creada por Francisco El hombre definió y enriqueció la identidad cultural y musical de las personas afroguajiras.

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lo que significó un triunfo humano sobre el mal; incluso Gabriel García Márquez habla de Francisco El Hombre en su obra Cien años de soledad, como “un trotamundos de más de 200 años que recorría los pueblos difundiendo las noticias” (Diago 2011, 7). Algunas personas aseguran que Francisco El Hombre es Pacho Rada, “un compositor magdalenense que vivió entre 1907 y 2003” (Diago 2011, 8). Sin embargo, el peso histórico que significó tanto para la cultura como para la identidad afroguajira la figura de Francisco Antonio Moscote Guerra, quien murió en 1953, no puede ser desconocido. El personaje de Francisco Antonio Moscote Guerra es de gran relevancia y simbolismo para las personas negras de La Guajira, aunque muchos desconocen la ascendencia negra de este personaje. Aun sin conocer un retrato del legendario Francisco El Hombre y de comprobar o no su existencia, no se puede negar su estrecha relación con la cultura afroguajira, lo que da un reconocimiento histórico, musical y cultural de las personas negras en la Península de La Guajira. El legendario Francisco El Hombre ha tenido a lo largo de la historia varios honores y reconocimientos como festivales, entre ellos el Festival de la Leyenda Vallenata y un sin número de festivales de música de acordeón o vallenata que se llevan a cabo en el departamento de La Guajira. El 30 de junio de 1981 en la ciudad de Riohacha las autoridades y el alcalde Álvaro Romero Effer promulgan el Decreto N° 045, por el cual se rinde homenaje y se ordena erigir un monumento a Francisco Antonio Moscote por contribuir al engrandecimiento de la tierra guajira y por ser “pionero de la música hoy conocida con el nombre de vallenata” (Diago 2011, 115). Se erigieron epígonos guajiros en honor a Francisco El Hombre, epígonos que hacen referencia a la “milenaria herencia músico-cultural que a él le legaron sus an-

cestros africanos” (Diago 2011, 116). En Riohacha, aparte del Decreto 045, se le rinde tributo a Francisco El Hombre en el Festival del Divi-Divi, máxima expresión del folclor guajiro, ya que conjuga manifestaciones culturales indígenas, afroguajiras, mestizas y blancas; también se le rinde homenaje con el Festival de música de acordeón “Francisco El Hombre”, creado en los años ochenta del siglo pasado. Finalmente, en 1993 se levantó una estatua, creada por el escultor y pintor Jaime Ramón Maya Palmezano —conocido en Riohacha como Cochise— quien asumió la tarea de esculpir la imagen de un hombre del cual no existían fotos ni registros visuales que dieran cuenta de su apariencia en vida, por lo cual tuvo que recurrir a las descripciones de conocidos y familiares. Al respecto, se dice que Francisco Antonio Moscote Guerra, a quien se le conoce por Francisco “El Hombre”, era un hombre alto, espigado, enjuto, de rostro magro, nariz casi fileña con fosas pronunciadas; su cabello, que no era absolutamente alcuzcuz (cujcú), denotaba su linaje africano. (Diago 2005, 110)

Arnoldo Iguarán

A

rnoldo Iguarán nació en Riohacha, Colombia el 18 de enero de 1957, apodado como “el Guajiro”, ha sido un exfutbolista colombiano reconocido como el máximo goleador de la selección colombiana de futbol. El Guajiro se caracterizó por su velocidad, habilidad, potencia física y gran juego aéreo (Tomado de Wikipedia). En el año de 1974, Arnoldo fue llamado a la selección guajira de futbol y participó en el Campeonato Nacional Juvenil, que se realizó en Chiquinquirá, Boyacá. En 1975, Iguarán jugo en el Campeonato departamental en el cual se destacó como máximo goleador con 37 anotaciones. A partir de su participación en estos campeonatos, inicia

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a hacer parte del Cúcuta Deportivo, durante este mismo año también fue llamado a participar en las eliminatorias del Mundial de Futbol de Argentina (Valay, 2012). La participación del Guajiro en la selección Colombia lo consolido como un ícono y héroe nacional; en 1978 mientras hacia parte del Cúcuta Deportivo, fue llamado a formar parte del equipo que representaría a Colombia en los Juegos Centroamericanos y del Caribe; esta sería la primera aparición de Iguarán con la camiseta de la selección colombiana; pero sería en su participación de 1979 frente a Venezuela que se comenzó a catalogar como uno de los mejores futbolistas y goleador de la selección. Su participación en las diferentes Copas América le permitió consolidar su récord de máximo goleador de la selección, Iguarán alcanzó 10 anotaciones en las ediciones de 1979, 1983, 1987, 1989 y 1991(Valay, 2012). Durante los años ochenta y principios de los noventa, el Guajiro logro destacarse en la selección colombiana que reunió grandes figuras del futbol colombino como: Carlos “El Pibe” Valderrama, René Higuita, Freddy Rincón, Leonel Álvarez, Faustino Asprilla y Adolfo “El Tren” Valencia, entre otros (Valay, 2012). Arnoldo Iguarán se retira de la selección de Colombia el 21 de mayo de 1993 en un partido disputado con la selección de Venezuela. Su decisión de retirarse formalmente de la selección se da en el punto más alto de su fama y prestigio futbolístico. A pesar de retirarse de la selección, Arnoldo continúo jugando profesionalmente en los equipos de Millonarios y Cúcuta Deportivo, hasta su retiro en 1997(Valay, 2012). En su carrera profesional Arnoldo Iguarán hizo parte del Cúcuta Deportivo, Colombia (1977-1981 y 1995-1997), Deportivo Táchira, Venezuela (1982), Deportes Tolima, Colombia (1982), Independiente Santa Fe, Colombia (1983), Millonarios, Colombia (1983-1991 y 1993-1995), Atlético Junior,

Colombia (1992) (Tomado de Wikipedia). El Guajiro fue reconocido como el segundo máximo goleador de la selección en toda la historia con 24 goles anotados entre 1979 y 1991, además de ser el segundo goleador en la historia de Millonarios con 120 goles atados durante los dos periodos que jugo en este equipo. En 1987, Arnoldo recibió la distinción individual como máximo goleador de la Copa América con 4 goles anotados; y en 1988 recibió la distinción como máximo goleador de la Copa Libertadores con 5 goles anotados. En la actualidad Arnoldo Iguarán abrio junto a su familia la escuela de formación para niños y jóvenes AFAI (Academia de Futbol Arnoldo Iguarán) la cual tiene sedes en Bogotá y Riohacha. Federman Alfonso Brito Barros

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ació en el corregimiento de Barbacoas el 23 de agosto de 1973, fue el menor de 11 hermanos hijos de María Magdalena Barros Soto y Luis Germán Brito de Armas. Estudió en la Escuela Rural Mixta de Barbacoas, donde culminó sus estudios primarios. Inició sus estudios secundarios en el Liceo Nacional Almirante Padilla, de Riohacha, donde estudiaba de noche para poder trabajar en el día y pagar sus estudios, allí inició su afición por la danza junto al grupo de danzas que dirigía el maestro José Vanegas Iguarán, luego pasó a ser parte del grupo Danza Experimental de La Guajira, dirigido por el maestro Gary Julio Escudero, donde bailó durante 6 años. En el año 1996 decide irse a Bogotá a probar suerte como bailarín e ingresa al ballet de Colombia, dirigido por Sonia Osorio, en el cual estuvo por 3 años, tuvo la oportunidad de hacer parte también del ballet Tierra Colombiana, del maestro Fernando Urbina y el ballet Colombia Mágica, de Jaime Orozco. En el año 2001 llega a la corporación cultural Barranquilla,

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dirigida por los maestros Mónica Lindo y Robinson Liñán. Durante su trayectoria artística como bailarín logró representar a Colombia en diferentes eventos a nivel nacional e internacional entre los que podemos destacar: Muestra Nacional e Internacional de Parejas (Barranquilla, 2000) · Festival Nacional e Internacional del Folclor (Ibagué, 1993-1995-2005-2006 y 2008) · Feria Nacional Gastronómica (Popayán, 2011) · Fiestas de la Independencia en Cartagena · Carnaval de Barranquilla (2001-2016) · Fiestas del 20 de Enero (Sincelejo) · Festival Internacional de Teatro (Bogotá) · Festival Nacional de Teatro (Manizales) · Fiestas del Mar (Santa Marta) · Gira por Europa (España, Bélgica, Portugal, Alemania y Francia) · Gira por México · Gira por Panamá · Gira por Venezuela · Gira por Nicaragua · Gira por Ecuador · Gira por China · Gira por Japón · Gira por Chile. En la actualidad se encuentra retirado de los escenarios como bailarín, pero es precisamente ahora cuando su obra florece con mayor profusión, gracias a su labor como director y propietario de la Fundación Artística Federman Brito, la cual tiene dentro de sus áreas de acción: 1) una academia de formación de niños desde 4 años en adelante; 2) la Compañía de danzas Matuna (el nombre “Matuna” proviene del primer palenque libre que hubo en América Latina, liderado por el esclavo negro Benkos Biojó, quien encabezó en los Montes de María las primeras redadas contra los españoles. La compañía de danzas Matuna está compuesta por 30 bailarines, quienes reciben formación profesional en danzas folclóricas regionales, nacionales e internacionales, ballet clásico, danza afro, entre otras. Dentro de los espectáculos artísticos que posee cuentan diferentes producciones entre las que cabe destacar: “Barranquilla Carnaval, Música y Color”, esta es una obra danzárea musical que muestra, durante una

hora y doce coreografías, los sucesos más importantes que acontecen en la fiesta más grande de Colombia, como lo es el Carnaval de Barranquilla. Con la cual ha tenido la oportunidad de representar a Colombia en diferentes escenarios a nivel mundial, en países como: China, Japón, España, México, Nicaragua, Chile, Venezuela, Panamá, Francia, Alemania, Portugal y Ecuador); 3) el grupo folclórico musical Zambo, que realiza toda la producción musical de sus puestas en escena; también conocido como el Grupo Real del Carnaval, ya que lleva más de doce años siendo el grupo folclórico que acompaña a la reina del Carnaval de Barranquilla en su agenda carnestolenda; y, 4) la comparsa de fantasía Son Latino, con la cual la Fundación hace presencia en el Carnaval de Barranquilla a través de un homenaje que se rinde al bailador de salsa de la ciudad, en los desfiles de la Batalla de Flores, el Carnaval de Niños, la Fiesta de Comparsas y la Gran Parada de Fantasía. Desde el año 2007, cuando inició su participación, ha ganado ocho Congos de Oro consecutivos, máximo galardón que otorga Carnaval a los mejores artistas de cada año. Federman Alfonso Brito Barros ha obtenido diferentes reconocimientos, entre ellos: · Como se anotó anteriormente, Ocho Congos de oro consecutivos como director de la comparsa de Fantasía Son Latino en el carnaval de Barranquilla. · Artista joven otorgado por la Secretaría de Patrimonio y Turismo de Barranquilla, en 2010. · Joven talento Caribe otorgado por la Universidad Autónoma, en 2011. · Mejor muestra del carnaval de Barranquilla otorgado por la Secretaría de Patrimonio y Turismo de Barranquilla, entre otros, en 2012. · Director artístico de la lectura del bando 2015 · Coreógrafo de las coronaciones de las reinas del carnaval de Barranquilla.

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― 7. Los afroguajiros y el Censo Nacional de Población y Vivienda ―

Rioacha Maicao Manaure Hato nuevo Albania Dibulla San Juan del Cesár Villanueva Barrancas Distracción El Molino Fonseca La Jagua del pilar Uribia Urumita

44.841 17.325 6.084

Distribución municipal de la población NARP en la Guajira

4.420 3.871 3.138 2.886 2.797 2.045 1.329 1.149 856 746 218 68

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A

partir del recuento histórico se conoce que la población negra llegó a la Nueva Granada con los conquistadores y su comercialización aumentó en la época de la Colonia. Las cifras existentes de censos de población negra esclavizada en la Nueva Granada mencionan números importantes en Cartagena, hecho que ha invisibilizado a otros territorios que contaban con un gran número de personas negras. Sin embargo, la costa del Caribe es la región de Colombia que contaba “con mayor densidad de población de ascendencia africana mezclada, [lo que] incluye también enclaves negros compuestos por antiguos palenques” (Helg 2011, 27). En el siglo xviii la población negra que se encontraba en la Nueva Granada “apenas ascendía a unos 62 mil esclavos” (Tovar y Tovar y Tovar 1994, 30) y se menciona que durante los 300 años de dominación española ingresaron a Colombia un cuarto de millón de personas negras. Pero con el pasar de años, se invisibilizan las poblaciones negras e indígenas, aduciendo que Colombia era una nación mestiza (Helg, 2011). Los censos realizados en la Colonia no reflejan números reales de la población que residía en el territorio colombiano, pues al momento de los censos las personas negras esclavizadas mentían acerca del número de hijos que tenían o de si estaban o no casados por miedo a que estos fueran forzados a la esclavitud, se menciona que los esclavizados ocultaban información y reducirán las cifras de su familia y riquezas, incluso “no sabían si huir o mentir, pues sospechaban sobre el poder de tales números” (Tovar, Tovar y Tovar 1994, 53) La información censal de la Provincia de Riohacha es muy reducida, sumado a esto el ocultamiento real de los datos concluyó con la actual invisibilización y poco reconocimiento de personas negras en la Península de La Guajira, dando mayor peso, importancia y reconocimiento a los indígenas guajiros, específicamente indígenas

Wayúu. Por otra parte, la ausencia de una identidad negra colectiva o derivada de África es particularmente notoria en la región del Caribe colombiano, [donde] las personas de ascendencia africana mezclada componen la mayoría de la población y tuvieron una larga historia de estrecha interacción con el mundo afrocaribeño hasta comienzos del siglo XX” (Helg, 2011, 29)

Esta ausencia de identidad también se vio reflejada en La Guajira, no solo en términos censales sino en la invisibilidad histórica de los colombianos afrocaribeños y afroguajiros, como se refleja en panteón de héroes como José Prudencio Padilla y líderes políticos de la región como Luis Antonio Robles. Con respecto al censo de 2005, para determinar la cantidad de población afrocolombiana que se encuentra en el departamento de La Guajira se presentan ciertas dificultades debido a la divergencia de cifras que se identifican en torno a la población afroguajira. Esto se debe principalmente a los bajos niveles de autorreconocimiento por parte de la población afro en el departamento, en ese sentido, muchas veces aquellos que descienden de población afro pero cuya piel no es un fiel reflejo de lo que estrictamente se conoce como “negro o negra” no se reconocen como afroguajiros o afrodescendientes por la tonalidad de su piel y por la poca apropiación cultural y ancestral de lo que los conecta con la identidad afro (Mejía 2010). El dane reportó que en el departamento de La Guajira la población afro corresponde a un 7.48% del total. A nivel municipal se identificó un autorreconocimiento de población afro de la siguiente manera: en Riohacha el 12, 2%, en Maicao el 7.1%, en Fonseca el 3.8%, en Dibulla el 13,2%, en Albania el 10% y en Hatonuevo el 45% (Asociación Roblista 2010, citado por Mejía 2010, 17). Por otro lado, existen cifras de otras fuentes que reportan que la población afroguajira oscila entre un 40 y un 45% del to-


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tal de la población, con proyecciones de un 70% si se tienen en cuenta las migraciones y las labores de apropiación cultural impulsadas en algunas zonas del departamento, esto significa que La Guajira está habitada mayoritariamente por población afrodescendiente (Mejía 2010). Como reflejo del problema del autorreconocimiento en la región, Mejía comenta lo siguiente: la población de afrodescendientes en el departamento aún se encuentra sin identificar, pese a que somos numerosos, la falta de conocimiento de lo que significa ser afrodescendientes no permite que las personas de esta etnia nos identifiquemos como tal, ni que accedemos a los programas y proyectos encaminados desde la Nación a atender a nuestras comunidades. (Diario El Heraldo, citado por Mejía 2010, 18)

Por lo anterior, es necesario implementar herramientas y metodologías de trabajo que, por una parte, permitan a los afroguajiros fortalecer sus procesos de identidad y autorreconocimiento como personas afro, y, por otro, consolidar el reconocimiento, por parte de la población en general de La Guajira y del país, de su presencia histórica en la península, lo que les permitirá fortalecer, defender y visibilizar su identidad, cultura, territorios, derechos y el estado de sus indicadores de calidad de vida.

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― Anexo: Trayectoria territorial y administrativa de La Guajira ―

01. 02. 03. 04. 05. 06. 07. 08. 09. 10. 11. 12. 13. 14. 15.

Uribia Manaure Maicao Rioacha Albania Hatonuevo Barrancas Fonseca Distracción San Juan del Cesár El Molino Villanueva Urumita La Jagua del pilar Dibulla

División político-administrativa actual.

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La provincia del Río de la Hacha (1789-1846)

de Cundinamarca, estado de Boyacá, estado de Santander y estado de Tolima.

Durante La Colonia el país se encontraba organizado por provincias, solo hasta 1831, cuando Colombia adquiere el nombre de República de la Nueva Granada, Riohacha toma el estatus de Provincia. La Provincia del Río de la Hacha fue una entidad administrativa y territorial de la Nueva Granada, de 1789 a 1846, cuando esta pasó a ser parte del estado soberano de Magdalena. La Guajira como Territorio Nacional del estado soberano de Magdalena (1846-1898) Con la Constitución de 1843 surge la unidad administrativa de Territorios Nacionales — unidades administrativas que estaban a cargo del Gobierno central—, reservándose este nombre para aquellos territorios que por su escasa población y su lejanía con respecto de la capital y centros importantes del país, se diferenciaban notablemente de las demás provincias. Con base en lo anterior se creó en 1846, durante el periodo de Tomás Cipriano de Mosquera, el Territorio Nacional de La Guajira, que comprendía desde la parte de la provincia de Riohacha que está al nordeste de la línea que forman el río Ranchería desde su desembocadura hasta el punto que tocan sobre su margen los límites de los “distritos parroquiales de Soldado y Barrancas”, y una línea [que hacia el sur] va a tocar en los términos de la Provincia (el Arroyo de Tabaco). (Magdaniel 2002, 53)

En 1863 el país vuelve a sufrir una nueva transformación, recibe entonces el nombre de Estados Unidos de Colombia y la organización del territorio se dividió en 9 estados soberanos, los cuales agruparon las antiguas provincias: estado de Magdalena, estado de Bolívar, estado de Antioquia, estado de Panamá, estado del Cauca, estado

El territorio de las provincias de Santa Marta, Riohacha y Cartagena quedó agrupado en el estado del Magdalena, y este se dividió a su vez en los departamentos: El Banco (capital Aguachica), Padilla (capital Riohacha), Santa Marta (capital Santa Marta), Tenerife (capital Tenerife) y Valledupar (capital Valledupar). La provincia de Padilla como resultado de la provincia del Río de la Hacha (1858-1871) Antes de configurarse La Guajira como Territorio Nacional, el territorio de Riohacha era conocido como la Provincia del Río de la Hacha, posteriormente La Guajira hizo parte del estado soberano de Magdalena, que se subdividió por departamentos y entre Padilla, cuya capital era Riohacha. Durante este periodo la Provincia de Riohacha se redujo a ser capital de la provincia de Padilla, una de las tantas que componía el estado soberano del Magdalena (Daza 2008). Es decir que durante esta época La Guajira estaba subdividida, por una parte se encontraba La Guajira como Territorio Nacional y por otra Riohacha como la Provincia de Padilla, juntas eran entidades territoriales del estado soberano del Magdalena. El nombre de Provincia de Padilla hace alusión al almirante José Prudencio Padilla, quien era un “pardo que tuvo un papel protagónico en la liberación de la región [Caribe] y Venezuela a comienzos de la década de 1820” (Helg 2011, 33). Padilla nació en Riohacha en 1784 o 1778, no se sabe con exactitud, hijo de padre negro dominicano y de madre Wayúu (Helg 2011). En 1871 se produjo la disolución de la Provincia de Padilla y esta pasó a ser parte de La Guajira, con el fin de erigir La Guajira como Territorio Nacional de La Guajira, bajo la jurisdicción del estado soberano del Magdalena.

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Desde 1871 hasta 1898 La Guajira siguió


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recibiendo tratamiento como Territorio Nacional, lo que implicaba que, aunque se encontrara en la jurisdicción del estado soberano del Magdalena, era el Gobierno central el encargado de los indígenas y del mantenimiento del orden en la región. Con la Constitución de 1886 el país adopta como nombre definitivo el de República de Colombia y retorna el régimen por departamentos, los primeros fueron Antioquia, Bolívar, Boyacá, Cauca, Cundinamarca, Magdalena, Panamá, Santander, Tolima, por su parte, La Guajira pasa a ser intendencia. La intendencia de La Guajira (1898 - 1911) Entrado el siglo XIX, para el año de 1898, Colombia vive determinantes cambios, se crean nuevos departamentos y aparece la primera Intendencia adjudicada a La Guajira, siendo reducido el tamaño del departamento de Santa Marta, ya que este estaba compuesto por los actuales departamentos del Cesar, La Guajira y Magdalena. El territorio de la Península de La Guajira durante este periodo se denominó, Intendencia de La Guajira. Comisaría especial de La Guajira (1911 - 1954) En 1911 la Intendencia de La Guajira pasa a ser Comisaría Especial, con Uribia como capital. Durante este periodo se consolidan los límites de La Guajira con Venezuela, de este modo se consigue eliminar disputas territoriales con el vecino país y se devuelve a Colombia territorios que anteriormente hacían parte del Estado Soberano de Zulia. La intendencia nacional de La Guajira (1954-1965) Desde 1954 las condiciones geofísicas y económicas de La Guajira cambiaron, pues con el Decreto Legislativo N° 1824 del 13 de Junio de ese mismo año se crea la intendencia

nacional de La Guajira. Como intendencia se anexaron a La Guajira los municipios de Riohacha, Barrancas, Fonseca, San Juan del Cesar y Villanueva, que antes pertenecían al departamento del Magdalena (Guzmán 1963). Esta zona anexada correspondía a la antigua provincia de Padilla. La intendencia nacional de La Guajira se dividió en dos regiones geoeconómicas de características definidas: la Antigua o Alta Guajira —conformada por los municipios de Riohacha, Uribia y Maicao—; y la Nueva o Baja Guajira, conformada por los municipios de Barrancas, Fonseca, San Juan del Cesar y Villanueva. La ampliación del territorio de La Guajira se realizó con el fin de generar mayor desarrollo y prosperidad tanto para La Guajira como para el resto de territorio colombiano (Guzmán 1963). Sin embargo, era notable una gran desvinculación socioeconómica entre la Alta y la Baja Guajira, lo que impidió una articulación entre las dos regiones, pues se aducía que las diferencias estaban marcadas por la población que habitaba las regiones, una estaba habitada por indígenas y otra por población negra y guajira que había pertenecido al Magdalena. Las diferencias eran tan marcadas que no se lograba consolidar una unión socioeconómica entre las dos regiones, razón por la cual se decía que no podía adelantarse el desarrollo de la intendencia. Incluso se llegó a mencionar que “sería preferible retornar a la antigua situación y crear de nuevo la Comisaría de La Guajira, pero incluyendo el Municipio de Riohacha, y devolviendo al Departamento del Magdalena el territorio de la antigua Provincia de Padilla” (Guzmán 1963, 175). Esta marcada separación de regiones llevo a que la Alta Guajira pensara en su vinculación con Venezuela, debido al abandono estatal que se presenciaba en la región. Finalmente, en 1965 y debido a la extensión territorial de

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la intendencia nacional de La Guajira, el Gobierno nacional la erige como departamento de La Guajira. Departamento de La Guajira (1965 - hoy) En el siglo xx La Guajira no era un departamento sino una intendencia nacional, por ello solo hasta el 1 de Julio de 1965 La Guajira logró proclamarse como departamento cuya capital sería la ciudad de Riohacha. La determinación de hacer de Riohacha la capital trajo consigo numerosas implicaciones, transformaciones y protagonismos en escenarios económicos, comerciales, industriales y culturales, tanto a nivel departamental como nacional. Con la apertura económica de los años noventa se presentó en el departamento una incursión industrial, llegó la multinacional Exxon, empresa dedicada a la extracción de carbón en territorio guajiro, lo que consolidó en la región una bonanza minera y sentó las bases de la posterior bonanza de la gasolina.

Actualmente el departamento de La Guajira cuenta con diversas problemáticas sociales que parecen agudizarse, en especial en dos temas fundamentales: escasez de agua y desnutrición infantil, específicamente en la población indígena Wayúu. Por ser un departamento con gran presencia indígena, los pueblos indígenas Wayúu y sus asentamientos se “encuentran reconocidos bajo la figura territorial de los resguardos” (Toncel s. f. 21). Sin embargo, este reconocimiento a invisibilizado otras poblaciones presentes en la región como las personas negras o los “afroguajiros”, quienes buscan “legitimar su presencia y pertenencia ancestral [en el territorio y también] aportar a la solución de necesidades fundamentales insatisfechas como lo son la salud, el acceso a la educación superior, la recuperación del tejido social [y] el fortalecimiento o reconocimiento de sus tradiciones culturales” (Toncel s. f., 20), no solo para sus comunidades, sino también para todos los habitantes de la península guajira.

En los años 2000 ingresa a Riohacha el auge de las nuevas tecnologías de la información y la comunicación, se hace masivo el uso de telefonía celular así como de Internet, no solo en la capital sino en el resto del departamento (donde hubiese cobertura). Desde ese tiempo hasta hoy, se ha dado una prolongación de la violencia derivada del conflicto armado interno del país que generó, entre otras situaciones dolosas, el desplazamiento masivo de innumerables personas y poblaciones indígenas y campesinas de todos los rincones del país; en ese contexto, el desplazamiento forzado provocó el reasentamiento de personas en distintas urbes del país, entre ellas Riohacha, que fungió como receptora de población desplazada, razón por la cual, para el año 2002, la ciudad se había expandido ostensiblemente debido a la conformación de tugurios y barrios marginales. /70


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― Autores― Claudia Mosquera Rosero-Labbé Profesora Asociada del Departamento de Trabajo Social e investigadora del Centro de Estudios Sociales (CES) de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá. Trabajadora Social de la Universidad de Cartagena, magister en Estudios latinoamericanos de la Universidad de Paris III. PhD en Trabajo Social de la Universidad de Laval (Canadá). En la actualidad es la directora del Grupo de Investigación sobre Igualdad Racial, Diferencia Cultural, Conflictos ambientales, y Racismos en las Américas negras- IDCARÁN- el cual es reconocido por Colciencias. Sus investigaciones han sido financiados por Colciencias, la Fundación Ford área Andina y Cono Sur, la División de Investigaciones de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá y la Asociación de Universidades Canadienses (AUCC). Es miembro activo y fundadora del Centro de Pensamiento y Seguimiento al Proceso de Paz que se desarrolla en la Habana (Cuba) de la Universidad Nacional de Colombia, sede Bogotá, y encargada del tema de víctimas, así como miembro activo del Comité Científico Internacional de la Ruta del Esclavo de la Unesco (2014- 2016). Deivis Ojeda Iguarán Nació el 16 de noviembre de 1975 en Barbacoas, La Guajira.Es Licenciado en Lenguas Modernas de la Universidad de La Guajira y Especialista en Ética y Pedagogía de la Universidad Juan De Castellanos de Tunja Boyacá. Fue asistente de Fredy González Zubiría en el libro Cultura y Sociedad Criolla de La Guajira. Ha publicado escritos en varios periódicos y revistas. Es el autor de los símbolos heráldicos (escudo y bandera) de los corregimientos de Barbacoas y Carraipía. Es coautor del libro Cultura Gastronómica Tradicional de la Zona Rural Afro de La Guajira. Ernell Villa Amaya Docente investigador de la Universidad de la Guajira, miembro del grupo de investigación Aa – in. Doctor en Educación:-estudios Interculturales, universidad de Antioquia, (Tesis Summa Cum Laude), Étnicamente se reconoce como Afrodescendiente, se ha desempeñado como profesor en cursos como Historia Política de la educación en Colombia, Etnoeducación afrocolombiana, cátedra de estudios Afrocolombiana, asesor metodológico para la construcción de procesos curriculares en comunidades afrocolombianas, ex-miembro de la comisión pedagógica nacional, con distintas publicaciones de artículos en revistas especializadas.

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Doris Cabeza Escobar Comunicadora Social- Periodista egresada de la Universidad Autónoma del Caribe de Barranquilla, con una amplia experiencia en radio y periodismo con énfasis cultural. Coautora del proyecto visual Riohacha Mar y Marinos, miembro de la Fundación Agguanilé. Consejera Departamental y Nacional de Cultura. Gestora Cultural. Actualmente desarrolló el proyecto Ruta Negra en la Guajira, Fase II que cuenta con el apoyo del Ministerio de Cultura a través del Programa Nacional de Concertación. Periodista en ejercicio, vinculada a la Universidad de la Guajira y miembro del equipo de Comunicaciones de la misma. Coordinadora de prensa de la corporación Cultural Tradición y Cultura y de la Corporación Cultural Jayeechi; entidades organizadoras del Festival Internacional de cuenteros Akuentajuî y de Festival de teatro Teatrizate, que se cumplen anualmente en Riohacha.

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Esta cartilla se elaboró en el marco del proyecto “Retos en los procesos de autoidentificación étnico-racial en municipios con alto mestizaje interétnico y racial con miras al próximo Censo Nacional de Población y Vivienda en el Caribe colombiano” financiado por la Fundación Ford - Oficina para la Región Andina y Cono Sur.


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