maravilla pictórica. La belleza, por ley natural debe seguir el camino corto y presentarse fácil y sencillamente, y los dirigentes de la esencia independiente (los pintores modernos) quienes por el camino más largo y apartado y en tentativa sea han extraviado (Ortega, 1929, p. 718).
Había entonces una división entre el arte que se apegaba a la belleza y a su ley natural y el que sencillamente se desvió de aquellas leyes. Ortega prosiguió con sus impresiones de la exposición en Nueva York comentando que esta despertó una airada protesta en la prensa neoyorkina y entre los espectadores, quienes juzgaron a los artistas como «degenerados y neuróticos». Según Ortega, varios médicos señalaron que las obras expuestas podían causar degeneración «nerviosa». El viajero terminó su percepción celebrando que aquellas modas y gustos sin sentido de millonarios estuvieran lejos del panorama artístico colombiano. Afortunadamente, aquí en Colombia en donde las innovaciones de la moda hacen furor, no hemos sido visitados aún por esta epidemia pseudo artística que, con los nombres de cubistas, futuristas, coloristas, simbolistas y demás adjetivos acabados en istas, ha tratado de acometer contra el verdadero arte (Ortega, 1929, p. 719).
Por otro lado, el maestro, comentarista de arte y viejo alumno de la Escuela a principios del siglo xx, Rafael Tavera, tenía una opinión similar a la de Alfredo Ortega respecto de las corrientes estéticas foráneas que sacudían el panorama de las Artes Plásticas en Europa y en Estados Unidos, pero evidentemente con un criterio y un conocimiento de las artes mucho más profundos. En un artículo dedicado a los jóvenes artistas colombianos titulado «El objetivismo y el subjetivismo en el arte: las tendencias estéticas
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La Escuela Nacional de Bellas Artes. 1920-1940