La regla es que toda persona tiene siquiera un momento, así sea fugaz, gracias al cual nota su singularidad. En El laberinto de la soledad, Octavio Paz plantea que, cuando somos adolescentes, esta condición se nos revela, lo cual puede concebirse como un impacto mayor. Tomamos, pues, consciencia de que somos diferentes, pero también, como consecuencia del descubrimiento, nos sentimos solos. Una creencia como la de ser únicos, esencialmente irrepetibles, puede servir para el orgullo, aunque, por las exageraciones, causar también peligros.