Testimonios con Rostro - 70 Historias

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70 Aテ前S, 70 HISTORIAS, 7 SEDES

TESTIMONIOS CON ROSTRO

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INDICE:  Prólogo……………………………………………………………….. 3  Recuento Histórico de la Iberoamericana……………….. 4  Testimonios con rostro  Álvarez Ortega Fernando………………………………… 10  Arregui González Marcela……………………………….. 12  Bravo Armando……………………………………………….. 15  Cárdenas Oviedo Juan Cristóbal………………………. 18  Charles Creel Pilar……………………………………………. 20  Cherem Silvia…………………………………………………… 22  Chico Pardo Fernando……………………………………… 24  Cruz López José Librado…………………………………… 26  Delgado Fresán Araceli……………………………………. 28  Flores Ernesto…………………………………………………. 30  Gavito y Marco Víctor……………………………………… 31  Gaytán Chávez Avelino……………………………………. 34  Gen Mora Antonio…………………………………………… 36  Gleason Miguel……………………………………………….. 38  Goldsmit Brindis Shulamit……………………………….. 40  Graff Graff María Antonieta……………………………. 42  Gutiérrez Zercero Ernesto………………………………… 44  Herrera Solís María Concepción………………………. 46  Ibarra Sergio……………………………………………………. 48  Lloyd Daley Jane-Dale……………………………………… 50  López Ernestina……………………………………………….. 52

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Martínez Fernández Irma………………………………... 53 Martínez José Arturo……………………………………….. 55 Martínez Ateca Isabel……………………………………… 56 Matabuena Peláez Teresa……………………………….. 59 Mathai Diego………………………………………………….. 61 Mondragón Reyes Marcela……………………………… 63 Muciño Juan Luis…………………………………………….. 64 Nava Townsend José María Wilford………………… 66 Padilla Isabel…………………………………………………… 68 Pérez Figueroa Gabriel……………………………………. 70 Pérez Valera Víctor………………………………………….. 71 Piastro Behar Estrella………………………………………. 73 Prado Garduño Gloria María…………………………… 75 Robichaux Haydel David………………………………….. 77 Rodríguez Alvarado Concepción………………………. 78 Romero Betsabeé……………………………………………. 80 Romero Gabriela…………………………………………….. 82 Romero José……………………………………………………. 84 Rosales Avalos Mireya Ines……………………………… 86 Rosano Duran Alberto……………………………………… 88 Sánchez y Aguilera Enrique……………………………… 90 Serrano Francisco……………………………………………. 92 Shabot Moisés………………………………………………… 93 Solórzano Domínguez Nubia…………………….…….. 95 Sordo Madaleno Javier……………………………………. 96 Sordo de Haro Jr. Javier…………………………………… 97 Soto Gustavo…………………………………………………… 99 Strauss Enrique……………………………………………… 101 Strauss Alejandro………………………………………….. 103 4


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Torales Pacheco María Cristina……………………… 105 Torres Septién Valentina……………………………….. 107 Uribe Juan……………………………………………………… 109 Uruchurtu Suárez Alfredo………………………………. 111 Valtierra Torres Eduardo ………………………………. 113 Velásquez Ángela………………………………………..... 114 Vergara Luis………………………………………………….. 115 Villegas Gutiérrez María Teresa…………………….. 117 Warkentin de la Mora Gabriela……………………… 119 Zepeda Juan Raymundo………………………………… 121

 3 Entrevistas con los Ex Rectores: o Padre Carlos Escandón ………………………………… 123  La IBERO es mi vida o Padre Enrique González Torres……………………..  o Padre Carlos Vigil…………………………………………… 141  Vocación Institucional  Entrevista con Rector: o Padre José Morales Orozco…………………………… 149  Compromiso en libertad  Conclusión……………………………………………………………. 178  Agradecimientos………………………………………………….. 179

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PRÓLOGO:

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RECUENTO HISTÓRICO DE LA UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA

(Guion EDUCACIÓN HUMANISTA)

El Ideario de la Universidad Iberoamericana es el punto de referencia dinámico de la acción educativa humanista de la Universidad Iberoamericana, institución que se entiende como comunidad de aprendizaje, casa de razón y punto de encuentro de la juventud y la madurez. Comunidad de aprendizaje significa un grupo de personas unidas por un propósito común y valores semejantes de apertura, honradez científica y constancia y lazos recíprocos de derechos y obligaciones. Comunidad dedicada a la preservación del conocimiento y avance del mismo con miras a descubrir la verdad. Toda universidad, llegada a la mayoría de edad desempeña tres funciones: transmitir el conocimiento (que de otra suerte se perdería), enriquecer el conocimiento mediante la investigación (para que no envejezca) y aplicar el conocimiento por el servicio a fin de que no sea estéril. Casa de razón, casa, prolongación del propio yo, objeto de cuidados y atenciones, de proyectos y reformas. La universidad es casa de la razón en un doble sentido: donde mora la razón y donde se procede de acuerdo a la razón. Donde mora la razón, el atributo más preciado del hombre, raíz de su misma libertad. La razón, luz y brújula en este perenne peregrinar en pos de la verdad. Casa de la razón, que cultiva el saber jerarquizado de las disciplinas científicas, entre las cuales debe otorgarse mayor

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estimación a las que tratan del hombre, pues por su objeto son más excelentes que las consagradas al estudio del resto de la naturaleza. La universidad es también el punto de contacto y de encuentro de la juventud y la madurez. La tarea profesoral establece relación cercana, honda y fecunda entre estudiantes y maestros. La juventud representa la parte móvil y alada de la razón, el entusiasmo generoso, la curiosidad solícita y encarna el idealismo. Los estudiantes contribuyen con su juventud a asegurar a la universidad su encuentro con el futuro, son la póliza del progreso y el antídoto contra el anquilosamiento. Los profesores cuya mente se ha ampliado gracias al conocimiento de la vida, que se nutre del trato con las personas, de la reflexión de los eventos, de los éxitos y fracasos aportan un vocabulario que expresa palabras como servicio, amor a los demás, solidaridad, palabras que llenan la vida de sentido. Es preciso que los jóvenes que se incorporen a la Ibero sepan que no vienen a esta Universidad sólo a obtener un título para hacer más dinero. Es preciso que comprendan que, habiendo recibido mucho, no pueden eximirse de la obligación de dar, de servir, de cooperar en la construcción de este México que está todavía por hacerse. La Universidad en su búsqueda de la excelencia y en respuesta a su espíritu humanista trabaja lo que algunas han llamado la calidad humana: esa combinación de conocimiento, criterio, sensibilidad, equilibrio y profundidad que genera personas serenas, coherentes, fiables, capaces de encarnar los valores fundamentales, expresados en el Ideario, que nos hacen más humanos.

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TESTIMONIOS CON ROSTRO

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Dr. Fernando Álvarez Ortega

Doctor en Filosofía, lleva 35 años dando clase en la IBERO. En 1977 Miguel Manssur ex director de Filosofía me invito a impartir una Materia que se llamaba Fundamentos Filosóficos que se daban en Administración. Algo que me ha impactado en mi trayectoria en la IBERO fue una madrugada de marzo de 1979 estaba escuchando la radio y en eso mencionan que la IBERO se había caído, fue algo impactante para mí y relacionado con esto el hecho la capacidad de respuesta que tuvo la Universidad para poder operar pese a ese evento lamentable. También algo impresionante fue el cambio al campus Santa Fe ya que en un mes se mudó TODO, yo ya estaba trabajando como profesor de tiempo completo y me tocó observar, que también fue algo impresionante, fue el traslado de todo el acervo de la biblioteca. La Universidad me ha dejado muchas satisfacciones, el trabajar en un ambiente universitario donde uno trabaja con jóvenes implica muchos retos y percibir que uno va envejeciendo, pero el hecho de trabajar en este ambiente lo mantiene a uno de alguna manera joven y la ventaja de la Ibero a comparación con otras universidades lo que impera aquí es un clima de libertad. Yo he tratado de darle a la universidad lo poco o mucho que se pues ayudando a los alumnos. Uno de los retos que tiene la universidad es que va a tener que ser capaz de responder al medio cámbiate que existe en la actualidad.

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Mi querida Universidad Iberoamericana te deseo lo mejor en este aniversario y espero que sigan muchos más y de alguna manera espero continuar aquí hasta que tú me lo permitas. Gracias

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Marcela Arregui González

Egresada de Ciencias Técnicas de la Información Generación 1972 “No decidí estudiar en la Ibero, fue una casualidad. Yo quería salirme de Guadalajara y mi papá me trajo para llevarme a la UNAM, pero antes pasamos a saludar a mi tío, el padre Sánchez Villaseñor que era primo segundo de mi papá en Zaragoza. Ya no salí de ahí, y me inscribí en Comunicación.” “La relación con mis compañeros fue muy bonita porque nos sentíamos todos pioneros de algo que los demás no tenían acceso y que nosotros íbamos a dominar al mundo. Conformamos un núcleo muy fuerte que hasta la fecha perdura.” “A los 3 meses que yo entro a la carrera, el padre Sánchez Villaseñor muere y hubo inquietud entre los jesuitas de mantener o no la carrera.” “En mi cuarto año tuve que suspender mis estudios porque mi papá se enfermó y me tuve que hacer cargo de sus negocios en Guadalajara. Pasaron algunos 12


años y me enfoqué a tener mi familia. Cuando mis hijos tenían 3 y 5 años, regresé a la Ibero a terminar mi carrera.” “Tener que llevar un trabajo, con determinadas metas, y al mismo tiempo seguir siendo madre de familia encargada de una casa y proveedora, te vuelve una persona muy fuerte y muy cercana a tus hijos.” “Mi segunda etapa en la Ibero es la que más me marcó. La primera me marcó en una apertura; el ver que la universidad le da cobijo a la gente que decide su propio criterio en cuanto a creencias, o el hecho de tener por meta una filosofía personal que te va forjando. En la segunda etapa, había más alumnos que trabajaban y para mí fue muy oportuno terminar por que ya tenía una carrera con que pedir un trabajo.” “Roberto Hernández me contrato en 1984 para hacer la campaña financiera del campus Santa Fe. A partir de entonces yo he seguido colaborando con él. Estuvimos en campaña continua de 1985 a 1996, y en el 2005 Fernando Chico Pardo me invita a regresar a la universidad y a hacerme cargo de FICSAC y de todo lo que eso conlleva. Me pareció la gran oportunidad de regresar.” “Llevo siete años y medio trabajando Pro-bono. A sí lo decidí y me siento muy orgullosa.” “Quiero dar gracias que existen los jesuitas; gracias que existe nuestra universidad; gracias por lo que nos han enseñado; gracias por involucrarnos

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con nuestro prójimo casi sin sentirlo; gracias por darnos tabla de valores y gracias porque vamos avanzando en el acercamiento de los egresados. También quiero agradecer de una manera profunda el involucramiento que han tenido todos los que han pertenecido a FICSAC.” “Yo quiero mucho a mi universidad y quiero mucho a los jesuitas, los quiero exactamente como son.”

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Armando Bravo

(Egresado, Académico o Docente) (Generación) En 1979 llegué a la ibero a tener clase como alumno y encontré toda la IBERO totalmente aplastada y vi un letrero que decía “La universidad no lo son los edificios, somos nosotros” creando un sistema de interés, colaboración entre todos. A finales de los 80, el rector me invitó a ser asistente de él, donde estaba el interés de conseguir dinero y construir las instalaciones para el campus Santa Fe. Con el ex rector padre Domínguez dijo que a pesar que hubiera gente importante, sólo por el medio de examen de admisión podrían entrar a la universidad. Los alumnos antes estaban más acostumbrados a guardar disciplina, ahora es más difícil, llegan como si fuera aún el campo de juegos, antes era un sistema de

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educación más estricto, ahora son más libres, el celular distrae mucho a los alumnos, es una modificación social donde se tienen que dar cuenta que tienen que hacerse responsables, no hablar y buscar quien les resuelva los problemas, son dificultades culturales donde la sociedad encontrará medios para solucionarlos. La universidad hace que sus alumnos piensen, se vuelvan responsables y hábiles para el mundo. He hecho muchas traducciones de Lonergan y me las han pedido en muchas universidades, que pienso que cuando me jubile le voy a dar una checada a todas las traducciones, la ibero ha publicado 3 de mis libros, desde mi tesis hasta un libro que Lonergan no supo que escribió porque hubo un año que dio una plática sobre aprendizaje donde no lo grabaron pero se tomaron notas y se las pedí a los alumnos que las habían tomado, como nadie me pudo decir que había dicho tenía que decir yo lo que él había dicho, juntando las frases y series, localizando todos los lugares de donde tome todas las anotaciones para que el libro tuviera el valor y así tener la autorización de publicarlo. La IBERO es una gran universidad llena de oportunidades, te hace crecer en todos los sentidos, si buscas ayuda te la brinda, resuelve tus problemas, es una gran comunidad.

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Me gusta el método que para entrar a la IBERO tienes que pasar un examen y no que con palancas, o por ser el hijo de alguien puedas entrar, eso la hace especial. Yo creo que la IBERO tiene ahora como reto mantener el alumnado, es un reto importante por la competencia, cambios económicos, sociales. Felicidades a la Ibero, es una universidad, con muchas ciencias y especializaciones que trabajan en común para crecer y tener repercusión en la sociedad, teniendo un mismo lenguaje, donde se entienden, sin ignorar lo que los demás piensan, entendiendo el conocimiento humano.

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Juan Cristóbal Cárdenas Oviedo

Académico del Departamento de Física y Matemáticas durante 37 años. El temblor del 79 fue un episodio muy importante a nivel laboral ya que se tuvo que trabajar en circunstancias diferentes, en instalaciones prestadas y eso requería un compromiso extra. El cambio al campus Santa Fe también fue difícil ya que era un lugar donde no existía nada, no había las facilidades como en el campus anterior; el tomar transporte público era complicado pero la universidad nos apoyó hasta hubo cambios de horario ya que se decía que la zona era un poco insegura en las noches pero nunca tuvimos algún problema. La universidad me ha dado la oportunidad de un crecimiento en valores y conocimiento, y esto va de la mano a la misión, visión y la filosofía de la Compañía de Jesús. Al principio trabajamos mucho en los laboratorios hasta obtener uno de los mejores laboratorios que existen en instituciones de educación privada y el conocimiento y los valores que les he podido transmitir a los alumnos. Para mí lo más valioso ha sido el poder contribuir en la formación de personas para que sean útiles a la sociedad. Un reto que tiene la IBERO es el desarrollo tecnológico y eso de alguna manera cambia la forma de enfrentarse al estudio y hay que seguir implantando para no quedarse rezagados con la competencia.

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Una felicitación a la Compañía de Jesús por su modelo educativo que sigue vigente a pesar de que tiene varios Siglos de que se estableció y bueno a todos aquellos que de alguna manera hemos colaborado para que este modelo continúe.

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FOTO PILAR CHARLES CREEL

EGRESADA DE ANTROPOLOGIA SOCIAL POR LA IBERO Y MAESTRA EN SOCIOLOGIA POR LA IBERO.

Cuando termine la licenciatura me fui a la sierra Chiapas con un equipo de Jesuitas de un grupo de fomento cultural y educativo estuvimos dos años ahí, después regresamos a la ciudad de México, yo conocía al director de servicio social, estábamos buscando trabajo y había dos lugares, fuimos contratados para empezar un proyecto de promoción en Jalatlaco en Toluca ese proyecto duro año y medio y después mi esposo y yo nos regresamos a la ciudad y empezamos a trabajar en la IBERO. Hacíamos trabajos de investigación y tecnología sencilla, después me incorpore al área de servicio social con alumnos, trabaje tres años en promoción y después empecé de nuevo con servicio social cuando se hizo la reestructura de servicio social donde surgieron las 9 áreas actuales, yo trabajaba en el área de educación especial. A mí lo que me gusta mucho es el área que trabajo ahora que es discapacidad y vejez, me gusta porque yo la propuse, yo la inicie, todas las propuestas eran del equipo cada quien escogió lo que le gusto, yo tenía una hermana que tenía discapacidad y de ahí empezó todo. Todo el proceso de la creación de este centro ha sido muy gratificante ha sido construido en colectivo, he participado en la creación de la forma en la que camina hoy el servicio social, hubo muchas pruebas y errores. Hoy es otro mundo yo en 1978 me cambie a una casa recién construida la ibero me presto la maquinaria para pulir el piso de mi casa, eso no se hace ahora pero la ibero era una comunidad muy solidaria con los alumnos, con los de servicio los administrativos, la comunidad se vio reflejada cuando se cayó la ibero, por la gente que estaba en la universidad en ese momento pudo salir adelante, 20


entre todos creamos la ibero, todo mundo la quería reconstruir estábamos y estamos muy comprometidos con la universidad. Yo creo que lo que perdimos que hoy extraño es esa forma de gobierno colectivo, antes creábamos las cosas y eso se fue perdiendo con el tiempo, siento que las autoridades ordenan lo que se hace, en mi tiempo todos éramos al mismo tiempo trabajamos solidariamente y en colectivo. En los equipos se construía no solo se ejecutaba y siento que hoy hay un contraste. Yo le aporte a la ibero esta área que no se trabajaba de la discapacidad a favor de estas personas que hasta que no tienes alguien cerca, hasta que no empujas una silla de ruedas te das cuenta de las limitantes que antes no veías. Poco a poco se abrieron espacios para maestros y alumnos con capacidades diferentes y esto no se podían haber hecho en un espacio que no fuera abierto y la ibero te da los medios para sacar adelante un proyecto. Nuestra labor en servicio social es que sepan que quieren hacer con su profesión, no importa en qué pero aprender que somos parte de la misma sociedad. La IBERO tiene un gran compromiso con los otros. Los alumnos crees que por que pagan no tienen que hacer servicio social y algunos están muy en contra de hacerlo, pero los alumnos se llevan grandes satisfacciones, les cambia el punto de vista, debemos de buscar la forma de tener una participación más eficiente en las problemáticas que tiene nuestro entorno y nuestro país. La IBERO pretende tener un compromiso con la sociedad y eso es lo que nos diferencia de otras instituciones.

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Maestra Silvia Cherem

Egresada de la Maestría en Sociología de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. Generación 1994 La IBERO me permitió conocer otras realidades y otros mundos al compartir clases con tanta gente que venían de lugares centroamericanos en pugna, con guerrilla y con mucha injusticia social. Me dio fortaleza interna para poder preguntar cosas que no se preguntaban en esa época. De alguna manera el periodismo me ha permitido entrar a todos los mundos de los que yo pueda tener curiosidad por medio de todo lo que aprendí en la Maestría. Comencé haciendo periodismo político en el periódico el Economista, después hacer entrevistas de personajes de la cultura, de escritores, de pintores, de escultores, de músicos y me di cuenta que eran mucho más auténticos que los políticos. Mi primer reportaje tuvo que ver con el golpe zapatista y se me ocurrían muchas preguntas y me fui a tirar a la huelga de hambre que tenían en el ángel de la independencia en donde estaban los que se decían víctimas de los

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zapatistas, eran como 150 y por supuesto obtuve mucha más información de la que me imagine y eso fue lo que me abrió al periodismo de grandes ligas. Me publicaron tal reportaje como portada del periódico El Enfoque y como con una nota importante en primera plana. Y a partir de ahí pues afortunadamente han venido muchas primeras planas y muchos trabajos memorables. Admiro cada vez más el trabajo que se hace en esta universidad. Tener como líder a una persona como el padre Morales que tiene una visión tan compleja del mundo y al mismo tiempo tan analítica y tan crítica permite que la universidad sea avanzada en muchos sentidos. La Universidad tiene un compromiso serio con la educación y es aún una gran promesa de futuro.

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Fernando Chico Pardo

(Egresado, Académico o Docente) Egresado Administración de Empresas (Generación) 1969 Siempre he sido admirador de la forma en la que educan los jesuitas. Mi paso por la universidad Iberoamericana fue maravillosa, una vez por mes nos reunimos amigos, compartimos nuestras vidas, recordamos los buenos momentos. La universidad te permite la expresión en todos los sentidos. Participar activamente en construir la IBERO en el campus Santa Fe fue algo que me marcó y me hizo sentir más unido a la universidad. El sueño de construir la prepa IBERO, para promover la educación de calidad, poner mucho dinero que darán frutos en los años que siguen, en México la cultura de donar no está bien, uno hace esfuerzos inhumanos para que entren grupos de donantes para estos proyectos, hacer muchos desayunos, muchas juntas, muchas visitas, pero ya lo logramos.

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PodrĂ­a trabajar el resto de mi vida diario y siento que no podrĂ­a pagarle a la universidad todo lo que me dio, amistades, conocimientos, un bloque muy complejo. El objetivo como presidente de FICSAC es que la universidad vaya por el camino de la excelencia.

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FOTO JOSE LIBRADO CRUZ LOPEZ

Estudio una carrera comercial, contador privado.

Ingrese como empleado en 1976 en el área de limpieza a la escasa edad de 17 años, ya que por falta de recursos económicos me interesaba más trabajar para superarme que estudiar. Me he desempeñado en la universidad como personal de limpieza, encargado de fotocopiado, auxiliar de compras y jefe de almacén; puesto que actualmente ocupo. Cuando estaba en el centro de fotocopiado oportunidad que me dieron 9 meses después de haber entrado a la ibero, uno de los recuerdos más triste que fue llegar a las siete de la mañana y ver la universidad destruida por el sismo. Pensé que mi trabajo había terminado pero no fue así ya que comencé junto con los alumnos de arquitectura a recuperar el equipo y mobiliario que se podía para poder llevarlo a un campo donde se hicieron aulas prefabricadas. La universidad funcionaba en aulas provisionales a las que llamamos “gallineros” y me regresaron mi lugar en el centro de fotocopiado. Después estuve en mantenimiento e instalaciones como chofer mensajero, le daba atención a servicios escolares, yo iba a la SEP y entregaba los documentos de los alumnos desde que empezaban hasta que terminaban, era el gestor de la universidad ante la SEP. Posteriormente estuve como auxiliar de compras conocí mucho y vi. La oportunidad de crecer más y salió este puesto que tengo jefe de almacén.

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El maestro Florentino Velásquez era director del departamento de Admón. y contaduría pública y la coordinadora de hotelera Carol Am Barri gestionaron el tener un departamento para los alumnos de hotelería y fui el primero en llegar aquí, yo estaba solo y de pronto fue creciendo hasta que no pude solo y solicite más personal y me equiparon y así llevo 24 años. La ibero ha sido mi única chamba, yo espero que dios me de la salud para salir caminando feliz de aquí. Estoy muy contento y muy feliz de siempre haber trabajado en la IBERO. Estoy muy agradecido, incluso he llegado a pensar que este es el número uno de mis hogares más que el familiar. Yo creo que la universidad me ha aportado todo para poder hacer mi vida remunerando mis actividades, y yo le he dado las ganas de trabajar. Considero que el reto a futuro de este departamento es ver crecer la carrera de Administración de la Hospitalidad. Quiero agradecerle a La Ibero la oportunidad de trabajar con ella y todas las alegrías que me ha dado. ¡Felicidades Ibero!

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Araceli Delgado

Egresada de la Licenciatura en Filosofía de la Universidad Iberoamericana. Ciudad de México. Actualmente trabaja en la dirección de servicios para la formación integral. 1967- 1970, Doctorado 1977-1980 Al terminar de dar clases en preparatoria, tuve la inquietud de comenzar a dar clases en la Universidad.

En la IBERO mi reto fue acercar la filosofía a

estudiantes del área de administración. Lo que más me ha impactado durante mi estancia en la IBERO fue en el derrumbe de la universidad en donde habían unos letreros improvisados por los alumnos que decían “La universidad no son los edificios, somos todos”. A la universidad he aportado mi tiempo y mi esfuerzo. Cuando he dado clases los alumnos aprenden a pensar por sí mismos y también a pensar en los demás. En lo que me he dedicado más recientemente que es la cuestión de diseño curricular y seguimiento de los planes de estudio, lo que he procurado aportar 28


es que los planes de estudio estén diseñados con responsabilidad social, calidad profesional, que vayan más allá de ser meramente una manera de ganarse la vida, sino que pueda promover verdaderamente el mejoramiento de las condiciones de vida. Celebremos este Aniversario haciendo lo que la Universidad mejor sabe hacer, reflexionar y plantearse nuevos retos para el futuro.

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FOTO Ernesto Flores

Servicio de Mantenimiento 41 años de servicio en la Universidad Iberoamericana Empecé a trabajar en la Iberoamericana por necesidad y por el ambiente. Lo que más me marco a nivel laboral es mi puesto de plomería. Me gusta mucho mi trabajo. Fue muy doloroso ver como se cayeron los edificios de la IBERO en el temblor. En ese momento pensé que hasta ahí llegábamos, pero gracias a dios no y logramos seguir adelante. Eso es lo más doloroso que he vivido dentro del trabajo. Fuera de ese suceso, han sido puras satisfacciones. La universidad me ha dejado todo. Lo que es mi familia y lo que soy yo. Gracias a Dios y en gran parte le agradezco a la universidad porque gracias a ella tengo lo que tengo .Lo que más me da satisfacción a la hora de trabajar es el ir y venir, mas principalmente me da mucha satisfacción estar con los alumnos. A pesar que vivo tan lejos con ganas vengo a trabajar. Veo a la Ibero bastante grande, amplia y sobretodo desarrollada a comparación de hace 41 años. El mayor cambio fueron los estudiantes. Felicito a la IBERO por sus 70 años y le agradezco que nos haya dejado todavía subsistir aquí. Uno debe de estar agradecido con quien le da a uno de comer. Ojala continúe creciendo cada día más y siga dando oportunidades como me la dieron a mí.

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Víctor Gavito y Marco (Egresado, Académico o Docente) Egresado de la carrera de administración en la universidad iberoamericana

(Generación) 1957 La IBERO reconoce como institución los cambios sociales que se tienen que dar para que verdaderamente se pueda dar el bien común. En estos 70 años, toda la gente que ha pasado por la universidad ha dejado un “ladrillo” en esta institución. La IBERO se crio en una problemática social, la sociedad de hoy es totalmente diferente a la de sus inicios, hoy tenemos metas mucho más complicadas que las que existían antes, ya que las tecnologías y las formas de educar han cambiado, pero sigue el compromiso de que queremos un mejor país pero existen muchos más problemas hoy en día y es más difícil alcanzar los compromisos, pero con un mejor control viendo las desventajas y ventajas podemos aspirar a ser un gran país.

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En mi época, trabajábamos muchos con nuestros padres, los cuales eran nuestros grandes maestros, nos daban todo y tú lo que querías era que por equis causa si reemplazas piensas en mejorar las cosas, para la comunidad y para que el negocio al que tú puedes apoyar sea aún más eficiente, innovando, y si podías llegar a ser un empresario independiente, sería un gran logro y era la idea de muchos, emprender, pero todos con la intención de aspirar de formar una casa, como instrumento de realización de la persona. La máxima norma que como personas uno debe de tener, es sentirse satisfecho consigo mismo, hacer las cosas con gusto, con pasión, amor, dedicarle el tiempo necesario, hacerlo con todas las ganas de hacerlo bien, sin pensar que le dejarás a los demás porque siempre habrá alguien que te superará, tu piensa en trabajar siempre con inteligencia, con compromiso a ti y a tu proyecto, trata de tener una vida muy feliz, con tu familia, sin dejarse engañar, no pensar que el dinero te da felicidad, el dinero tiene sus limitaciones, darle el verdadero valor a las cosas que en verdad lo valen. Esta universidad tiene ahora más de 11,000 estudiantes, cuando yo estudiaba éramos 300. Nosotros sabíamos que habíamos sido privilegiados de haber tenido la educación que la ibero nos brindó, estábamos esperanzados con un compromiso de ayudar a los que menos recursos tienen, pensando a quién

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sirves, primero a ti y a tu familia, a todos tus trabajadores, creando muchos puestos de trabajos para que puedan sostener a sus familias. La universidad tendrĂĄ el reto de que la conciencia de la comunidad comprendan la capacidad de entender a la gente, para ser lĂ­deres de la sociedad primero hay que entenderla.

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Avelino Gaytán Chávez

Empleado en el área Servicio (32 años trabajando en la IBERO) Ingrese a la ibero 2 de Febrero en 1981, empecé en el Departamento de Mantenimiento y posteriormente en el Departamento de Eventos (14 años) , después al Depto. de Publicaciones y por último me acabo de ir a una Licencia Sindical. Llegué a trabajar a la IBERO por coincidencia y la necesidad de conseguir trabajo. El cambio en el campus de Santa Fe fue muy grande ya que en campus anterior que era Cerro de las Torres era un promedio de 2,500 alumnos y aquí en Santa Fe es un aproximado de 12,500 casi 13,000 alumnos. Pues a todos los compañeros y a mí nos costó mucho el cambio ya que no había transporte, no quería subir el transporte público y la universidad estaba rodeada de cerros de arena y un tiradero. Y para bajar de santa fe a veces nos íbamos caminando. Una experiencia difícil fue del 96 al 2004 hubo un electorado y una administración donde cembro un terrorismo y se acabó la comunidad. Hubo despidos y se acabó la comunidad de los años 80´s y parte de los 90´s. En la época de los 80´s era una comunidad muy bonita (académicos, administrativos, servicio y alumnos). Los alumnos organizaba las noches coloniales donde estudiantinas, había puestos tipo quermes y era muy bonito.

participaban

Con el cambio de rector en el 96 al 2004 pues se perdió la comunidad y ya con la llega del Dr. José Morales Orozco pues se tranquilizó la cosa y vino la calma.

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Algo que la universidad siempre ha estado al pendiente es promover la labor social con los compañeros y los alumnos Una de las mejores experiencias que me ha dejado la universidad es la convivencia con los compañeros ya que es muy especial y muy bonita. Si me preguntas que le he dejado a la universidad te podría decir que mi esfuerzo y siempre las ganas de trabajar en esta institución ya que me ha dejado cosas muy buenas. En esos momentos mi responsabilidad y mi reto organización y que estén bien mis compañeros.

es estar viendo la

Para terminar esta breve historia, permítanme felicitar a la UNIVERSIDAD IBEROAMERICANA por sus 70 años y al Dr. José Morales Orozco por llevar a esta institución bien.

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FIS. ANTONIO GEN MORA

Egresado en Física de la Facultad de Ciencias, UNAM. Académico del Depto. de Física y Matemáticas en la Universidad Iberoamericana durante 39 años. Gabriel Anaya Duarte S.J. que era egresado de la Facultad de Ciencias, realizo la tesis y quien la dirigió fue el Dr. Jorge Flores del Instituto de Física de la UNAM, yo estaba trabajando con él y un día Gabriel Anaya Duarte S.J. le pidió que recomendaran a alguien y en eso me recomendó y así fue como entre a la IBERO. La caída de la IBERO fue algo que marco en mi trayectoria y en especial porque coincidió con el centenario del natalicio de Einstein y la UNAM realizo una serie de eventos y conferencias y fuimos la única universidad privada invitada. Hubo una gran tristeza por parte de muchas personas, pero un letrero que pusieron que decía: “La Universidad no son los edificios, somos nosotros”, y eso marco una pauta muy particular y la gente se levantó. Con el cambio de sede hubo cambios pero sobre todo en el alumnado, es decir, los niveles fueron diferentes, con todo cariño había mucha entrega por parte de los alumnos que se tenían allá y aquí no es el mismo tipo de alumno. Los jesuitas son de muchísima apertura y la historia que tienen los jesuitas en educación en México data desde que San Ignacio de Loyola dijo “A México vamos a ir nos inviten o no” estamos hablando de 1550. Fueron los primeros

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que enseñaron Física de Newton en México y todo el concepto de humanidades también era muy importante. Una de las mayores aportaciones que he realizado en la IBERO fue haber trabajado con Enrique Sánchez y ejecutar los primeros instructivos para el laboratorio del departamento de Física, también pusimos las bases para construir equipo (sección de instrumentación) y por último el desarrollo del laboratorio de nanotecnología que es el único que tiene una universidad privada en México. La universidad me ha dado la oportunidad de conocer a muchas personas, como también la oportunidad de platicar con Jesuitas en diferentes aspectos desde Física Nuclear como también de los Sesenios. La facilidad que nos dan en el desarrollo tanto académico como personal. El ambiente dentro de la IBERO ha sido bastante agradable y no hemos tenido objeciones en el desarrollo del trabajo. Una felicitación muy grande a la Universidad por estos 70 años de desarrollo por todo que significa su historia para este país y por todos los logros que ha obtenido, por toda la gente que ha formado. Mi deseo es que la Universidad siga formando como dijo el Padre Arrupe “Hombres y mujeres para los demás”.

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Miguel Gleason

(Egresado, Académico o Docente) Egresado de la universidad Iberoamericana en la carrera de Comunicación, subsistema de cine (Generación) 1980-1987 Ingrese a la universidad después del terremoto del 79, en los gallineros, me sentía en un ambiente muy cordial y amable. Decidí suspender mis estudios por 3 años y consideré no tener una madurez para continuar con mis estudios universitarios, en estos 3 años los invertí en viajar y adquirir una visión amplia, crítica, analítica, después regresé a concluir mis estudios. Por razones personales y de estudios de maestría me fui al extranjero y la vida me ha invitado a vivir fuera de mi país, pagando estudios en el extranjero, tu país espera que tu regreses pero yo no regrese. Encontré que podía hacer algo por México aunque estuviera afuera. Lo que estoy haciendo desde hace 12 años es precisamente un catálogo de todos los objetos artísticos o culturales que son mexicanos pero que se encuentran afuera de México, todo esto para compartirlo con mi país.

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Mi reto ahora es que todo esto ya está en audiovisual es hacer un libro. Un recuento ya con toda la materia bruta, textos, prólogo

de

la

eminencia

Miguel León Portilla para cerrar este círculo de México en Europa con este libro que lo estaré realizando cuando se cumplan los 70 años de la Ibero, después de esto lo que quiero hacer es cine. Quiero felicitar ampliamente a la universidad Iberoamericana por estos 70 años fui ex alumno, estoy muy orgulloso de haber pertenecido y muchas felicidades.

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FOTO Shulamit Goldsmith Brindis

Yo estudie la carrera, ya cuando mis hijos se fueron a la escuela empecé a estudiar y tarde bastantes años en hacer mi licenciatura, entre tanto, me di a conocer, los profesores me conocían y me pidieron que viniera a dar clases, primero como asistente o cubrir algún profesor y después me dieron una clase ya en forma definitiva y así es como yo inicie en el departamento de historia donde sigo dando clases, esto ha de haber sido en el año 81 o algo así cuando ya tenía yo 10 años de estar como estudiante porque yo inicie la carrera aquí en el 73,esto era cuando regrese a la universidad porque yo estudie mucho tiempo atrás un año en la UNAM de leyes, lo cual deje porque me case muy joven pero siempre tenía yo esas materia pendiente de regresar a la universidad y en el año 73 regrese. El derrumbe de la IBERO fue un momento bastante importante para toda la comunidad universitaria y del país, una de las instituciones que más crecimiento tenía en aquel entonces se había caído y se quedaba sin instalaciones. Ese momento no hizo darnos cuenta de que la IBERO era más que un edificio, era un espíritu, un sentimiento y seguimos trabajando, evidentemente las condiciones no eran las mejores pero ese es el carácter de alguien IBERO, la garra, la pasión por lo que hace y las ganas de seguir adelante no importa el obstáculo que la vida le haya puesto, era un escenario difícil pero no imposible y logramos salir adelante. Cuando nos mudamos a Santa Fe, recuerdo, que la gente no podía creer que trabajara acá, no sabían llegar y yo les explicaba que tenían que tomar la carretera a Toluca y el único edificio que se veía en el horizonte ese era la IBERO, no había más. La IEBERO fue el primer edificio de Santa Fe. Todos los días de trabajo en la IBERO son una satisfacción muy grande, me gusta mucho trabajar con los jóvenes, venir cada mañana a dar clases, me frustra mucho cuando las clases no son buenas, por mi culpa o la de los demás, cada día tengo grandes satisfacciones y cada día encuentro alumnos más comprometidos y más conscientes del mundo en el que vivimos, caminar por la universidad es una gran satisfacción, llena de gente joven, verde, gente de primerísima calidad.

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Cuando entre a trabajar a la IBERO mucha gente se refería a nosotros como “gente IBERO” yo me preguntaba por qué y con el paso de los años me di cuenta que era verdad, somos diferentes, todos los que estamos aquí, los jardineros, los de limpia, los administrativos, profesores, alumnos, directores y el rector somos gente con carácter, preocupada no solo por lo que pasa dentro de la universidad, por lo que pasa afuera y en todos lados, somos responsables por lo que hacemos pero también somos conscientes del bien que podemos y debemos hacerle a la sociedad. Aprovecho esta oportunidad para desearle a mi querida, admirada, respetada, alma mater, la IBERO, muchísimos años, muchas décadas más de avances, logros, satisfacciones que redunden en el beneficio de nuestro país, de los ciudadanos de este país, de los ciudadanos del mundo por qué podemos hacer aportaciones a la humanidad en general y pues, muchas felicidades IBERO.

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FOTO MARIA ANTONIETA GRAFF

EGRESADA DE HISTORIA DEL ARTE POR LA IBERO 1964-1967

Siempre me gusto la forma de cómo se manejaba la academia y las clases en la universidad y creí que era el mejor lugar. Empecé a trabajar desde que éramos alumnas lideradas por el Padre Felipe Pardinas nos inspiró a que realizáramos un proyecto que se llamaba el LABORATORIO EMOCIOGRAFICO, queríamos hacer exposiciones para la semana de historia del arte, en 1968 hicimos una exposición para las olimpiadas del siglo 16 al 19. Después empezamos un proyecto llamado la DIAPOSITECA, y ahí fue donde empecé a realmente trabajar en la ibero. Hay muchísimas experiencias que yo tengo en la IBERO, una de las más gratificantes fue contribuir con mi tesis de historia del arte que fue el sistema de catalogación para la diapositeca que fue el inicio de lo que hoy se tiene para el acervo que hay en la biblioteca, fue una época muy bonita, dure 14 años en la diapositeca, posteriormente coordine el acervo histórica y en 1985 me nombraron directora de biblioteca fue estresante pero muy gratificante ya que casi dos años de mi dirección se dedicaron a planear la mudanza de cerro de las torres a santa fe, empezamos a planear que acervos dejábamos para dar el servicio, después como lo empacaríamos; en mayo de 1987 terminamos de empacar y en agosto nos dijeron que nos quedaríamos un semestre mas ya que santa fe no estaba listo así que hubo que desempacar todo para seguir dando el servicio. Llevábamos 20 camiones de los grandes que trasportaban los acervos muebles estantería al cambio de plantel.

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Hoy veo a la IBERO diferente, todas las épocas tienen algo diferente, todos los rectores han dejado su granito de arena para que la universidad siga siendo lo que es. Yo estoy convencida que las cosas salen bien porque podemos trabajar en equipo, para mí el trabajo de la dirección de la biblioteca fue gracias a mi equipo. Tuve muchísima satisfacción después de dejar la dirección de la biblioteca, posteriormente estuve en difusión y me toco el año ignaciano, 500 años del nacimiento de San Ignacio de Loyola y 450 años de la fundación de la compañía de Jesús, recuerdo una exposición en san Idelfonso, tuve la fortuna de colocar la exposición y fui apoyada por un rector que tenía toda el archivo de la compañía de Jesús en México que él nos prestó, escultura y pintura de artistas conocidos como Cuevas y Felgueres que tuvieron que ver con la universidad como egresados o maestros. Fui nombrada en 1992 directora de relaciones internas de la universidad fue un gran reto porque trate con todos los niveles de la universidad, se hacían los anuarios que fue un trabajo de los que más disfrute. En el año 2000 regrese a la biblioteca como jefa de adquisiciones, cuando yo salí en 90 no estaba sistematizada la biblioteca cuando regrese todo estaba sistematizado, en ese mismo año pensé en jubilarme pero fui impulsada por Tere Matabuena a realizar un proyecto más después de un periodo sabático, que bueno que acepte el proyecto de catalogación e identificación del material gráfico que tiene acervos históricos, al terminar el proyecto en 2009 me jubile con un gran jubilo, cerré muchos círculos dentro de la IBERO, las autoridades me pidieron seguir y a la fecha vengo algunas horas a continuar con este proyecto. A sido muy gratificante haber terminado mi periodo de trabajo con esto, como empecé termino creo que este pequeño aporte ayudara para que la gente conozca por medio de imágenes la historia de mi maravillosa universidad a lo largo de sus 70 años de vida. ¡Felicidades Ibero!

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Ernesto Gutiérrez Zerecero

Egresado de la Licenciatura en Ingeniería Civil de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. Generación 1979 El ambiente universitario era algo muy divertido, no dejábamos de reír. El campus era muy grande, lo que nos permitía andar por muchos lados de la universidad, se respiraba un ambiente sano y no teníamos grandes dificultades. Forme parte de las primeras generaciones que contaron con un plan de estudios más abierto, llamado como el plan ibero, con áreas de integración, compañeros de diferentes semestres y otras carreras; esto fue muy enriquecedor aunque creo que se perdía la identidad de la generación. Desde su caída, aquello que parecía que iba a venirse abajo como institución re surgió como algo mucho más fuerte y grande. El servicio social fue determinante ya que lográbamos darnos cuenta de muchas cosas, como la desigualdad y las necesidades de nuestra sociedad. La universidad me dejo una formación

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integral muy importante. Algunas de mis aportaciones fueron formar parte de la sociedad de ex alumnos en Santa Fe además de poder trabajar en ella unos años después. Llevo 25 años en la industria del concreto pre mezclado y me ha tocado ver cómo ha evolucionado esta industria, participando activamente e ir dejando un legado para otras generaciones ha sido lo más gratificante. Si tienes claro a dónde quieres llegar, la forma de llegar se vuelve natural. Hay que vivir el presente pero siempre teniendo claro a donde se quiere ir. Terminar de consolidar mi carrera profesional es mi mayor reto. Falta mucho por hacer y construir.

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María Concepción Herrera Solís

Personal Académico de la Biblioteca Francisco Xavier Clavijero 1980-presente Egresada de Ciencias Teológicas Aquí ha transcurrido toda mi vida, aquí conocí a mi esposo. Si en algo me ha marcado la Ibero ha sido un sentimiento de agradecimiento a la universidad, y sentirme parte de esta comunidad Ibero. Yo creo que la Universidad me ha aportado todo lo que soy, porque es una Institución que es congruente con su ideario y filosofía, puedo decir que soy una prueba de ello, me dio la oportunidad de estudiar, de trabajar, y lo más importante: me dio la oportunidad de formar una familia. La IBERO me ha dado mi vida. Yo le he dado mi responsabilidad mi compromiso, mi trabajo. Han sido más de 30 años y todo porque tengo un gran orgullo hacia esta Institución.

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Tengo un gran sentido de agradecimiento a Dios, a mi padre y a la Universidad que me han brindado este estilo de vida. Se requiere mucho esfuerzo y las ganas de querer hacer el trabajo para estar a la altura de lo que la Universidad requiere: Profesionales comprometidos que puedan transmitir algo significativo para la vida de sus alumnos, para los demรกs.

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Sergio Ibarra

Servicio a Laboratorios 1976- presente Nos dedicamos a apoyar a los laboratorios de física y matemáticas principalmente, en cualquier eventualidad que necesiten, también hacemos trabajos para diversos departamentos cuando lo necesiten en cuanto a mantenimiento. Estos 36 años han significado mucho para mí, responsabilidad, trabajo, puntualidad, entregar trabajos bien hechos y mejora continua. Nunca he estado inconforme en ninguna situación con la Universidad siempre he estado muy a gusto aquí. Es muy bonita la convivencia entre nosotros, nos llevamos muy bien, trabajamos, discutimos y opinamos como podemos mejorar, el trabajo en equipo ha sido clave para realizar bien nuestras funciones. La Universidad me ha dado todo, no puedo decir nada malo de esta Institución.

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Agradezco a Dios que me ha dado fuerza para trabajar durante todos estos años. Me gusta transmitir mi conocimiento a las personas jóvenes que van llegando, aunque las nuevas generaciones ya vienen más preparadas, es algo que disfruto, convivir con muchos tipos de personas. Felicito a la Universidad por sus 70 años y deseo que siga adelante como lo ha hecho hasta ahora.

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FOTO

Jane Dale Lloyd Daley

Doctorado en Historia en la Universidad Iberoamericana Generación 1984-1995 Soy profesora, investigadora, historiadora y antropóloga. Trabajé en la Ibero de los años 73-76 y 80 hasta actualmente. Mis áreas principales son antropología, sociología, ciencias políticas y tronco común de ciencias sociales. En 1980 entre al departamento de historia como historiadora. Tengo licenciatura en estudios latinoamericanos en la Universidad de las Américas, Puebla. También estudié Estudios latinoamericanos con especialidad en Historia en la UNAM. Por último, un doctorado en Historia en la Universidad Iberoamericana del año 1984 al año 1995. El pueblo mexicano es extraordinariamente solidario. La respuesta al terremoto del 85 fue verdaderamente impresionante sobre todo en el sector social. Lo que se vio fue un colapso del estado México siempre está puesto a vínculos de solidaridad y apoyar en diferentes causas. Creo que la Ibero es extraordinariamente solidaria por su tradición humanista, su tradición jesuita lo cual es especialmente notorio en ese sentido. La gente de la IBERO tiene memoria histórica y consciencia de los fenómenos y están preocupados por su mundo actual. Una de las grandes aportaciones que tiene la ibero es la libertad de cátedra. Se puede pensar y expresar con toda libertad. Siempre he intentado tratar de aportar algo. Es muy importante que respetar al alumno. Cuando uno está apasionado en su quehacer,

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uno lo va a hacer bien. Yo he encontrado aquí un espacio que no he encontrado en otros lugares. Pocas cosas me han disgustado de mi trabajo en la universidad. Amo mi trabajo, amo impartir clases, amo mi profesión y amo la investigación. Tengo el privilegio de poder hacer lo que me gusta, lo que me ha gustado y lo que me ha apasionado a la vida durante toda mi carrera profesional. Es una época de cambio, una época difícil. Es un requisito de la juventud no quedarse quieto. Me encanto lo de 132 porque cambio la imagen de la IBERO afuera. 132 rompió con la imagen de superficialidad de los alumnos de la IBERO. Nos tenían en una imagen construida por los medios. Me da mucho gusto hoy en día que nos ven de otra manera. Otras universidades ven que se rompen los estereotipos. Hay que estar en el mundo, no solo en un aula de clase.

Un reto es tener una mayor internalización ya que el mundo se está volviendo mucho más globalizado. Tenemos que estar listos para esto. Para estar en el mundo hay que hablar más idiomas. No solamente el inglés, porque te abre culturas y te abre visiones del mundo. Yo creo que vamos a entrar a un momento político difícil. La universidad tiene una obligación de ser crítica y pugnar por la libertad de expresión y de pensamiento y defenderlo a todo costo. Otro reto es aprender ya que uno nunca termina de aprender. El mayor reto de la IBERO es crear gente activa, crítica y pensante.

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Ernestina López

Empleada administrativa en el departamento de Servicio Social. Entre a trabajar en la oficina de prensa en ese entonces, que ahora es comunicación institucional, después estuve en la oficina de servicios escolares y de ahí pase a donde estoy hoy, servicio social. A lo largo de estos años yo he visto que la participación de la comunidad de la IBERO ha sido muy buena, es muy participativa, muy solidaria. He aportado a la universidad mi experiencia, conocimientos, he tratado de solucionar lo que se me presente, dar mi mayor esfuerzo. Yo siempre he dicho que la IBERO me ha dado mucho, la posibilidad de sacar adelante a mis hijas, porque fui padre y madre. La IBERO es tan diversa que hay esa posibilidad de uno conocer diferentes corrientes de pensamiento, puntos de vista y esto a uno lo enriquece. ¡FELICIDADES IBERO!

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Irma Martínez Fernández

Académica Programa del Servicio Social En la IBERO entre a trabajar como secretaria ya que estudiaba y trabajaba al mismo tiempo y después que acabe la carrera decidí quedarme a trabajar en la universidad y mis jefes estuvieron de acuerdo y después de cierto tiempo di clases ya llevo 33 años en la universidad. Inmediatamente después de mi ingreso a la universidad paso un hecho desagradable que fue el temblor del 79 y fue algo que me impacto muchísimo a nivel laboral y personal. La manera en que se organizaron las autoridades de la universidad para que nosotros siguiéramos con nuestras actividades fue algo especial, a la semana ya estábamos trabajando en el ESIME Culhuacán, tanto alumnos como profesores tuvieron la disponibilidad para buscar soluciones y a enfrentar el problema y se trabajó en equipo. Me toco la primera huelga en la universidad y recuerdo cuando llegamos después del primer día el Rector reacción de una manera muy humanista y con respeto. Lo que me ha aportado la Universidad Iberoamericana ha sido mi formación, humanista, profesional, social.

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El cambió al campus Santa Fe fue muy divertido ya que no había nada, era pura terracería y cuando recién llegamos nos comentaban que era muy peligroso por los “panchitos” pero nuestra experiencia fue muy diferente labor en el servicio social fue trabajar con la comunidad de santa fe y hubo mucho acercamiento y mucho contacto y nuca fue conflictivo. La interacción con el Pueblo de Santa Fe ha sido muy importante y siempre se ha tratado de trabajar y apoyar desde Servicio Social y ahora con la Casa Menses pues se ha consolidado. La ventaja que tiene el Programa de Servicio Social es que pueden tener una experiencia social, profesional y al mismo tiempo están contribuyendo con alguna problemática social. Veo a la IBERO muy sólida con muchos proyectos que encuentra lo profesional, programas sociales (hechos humanos, interculturalidad, Casa Meneses) ya que es muy humanista, muy social, profesional. Lo que soy se lo debo mucho a la Universidad, ya que tiene que ver gracias a que es una inspiración Cristiana de Jesuitas. Muchas Felicidades a la Universidad por sus 70 años y muchas felicidades a nosotros que formamos parte de ella pero sobretodo muchas gracias por estos 33 años

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José Arturo Martínez 35 años de servicio en la Iberoamericana en biblioteca Generación 1989-1993 Estudié en la Escuela Nacional de biblioteconomía y archivología, y licenciatura en biblioteconomía. Actualmente estoy como catalogador que es hacer una descripción y clasificación total del libro. El simple hecho de pertenecer a la institución considero que es un episodio determinante para mí. Es algo muy gratificante y de mucho orgullo para uno. He conocido varias personas en la biblioteca que me han dejado una huella por su forma de ser, por su sonrisa, por su paciencia, por su conocimiento y por su capacidad. La responsabilidad, el trabajo, la puntualidad, el compañerismo, el compromiso, la honestidad son valores que nunca se deben de perder. No hay mejor carta de recomendación que el trabajo de uno. Lo que más satisfacción me ha dado el poder trabajar en la IBERO es el poder realizarme. Yo creo que la vida es un reto y siempre buscamos la excelencia. La IBERO tiene como reto involucrar al alumno en lo que te está ofreciendo la universidad. Yo creo que hay mucha competitividad y es necesario que nos esforcemos todos, no nada más el rector. Tenemos que estar todos en unión para hacer más fuerte la universidad.

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FOTO Isabel Martínez Ateca

Egresada de Maestría de Comunicación Universidad Iberoamericana

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Generación 1978-1980 Mi interés estaba centrado en la educación para adultos, en la formación permanente. Esto me llevó a ser Directora de Extensión Universitaria y colaboró en los rectorados del Padre Vigil, del Padre González Torres y del Padre Morales Orozco y aunque cada rectorado tiene su estilo propio de desarrollarse una de las cosas que más aprecio es el escuchar, el tratar, resolver con los alumnos y con los papas de los alumnos todos los problemas que les presentaban. La Universidad es mucho más que el estar con la autoridad. Es muy importante destacar que el entusiasmo a la vida, y las dimensiones personales, profesionales y laborales corren paralelamente. Mi vida personal ha ido de la mano durante 31 años de esta institución. Tuve gran cercanía con dos personajes determinantes, Ramón Pieza quien me enseñó sus habilidades directivas que no se aprenden en una curricula formal y el Padre Ernesto Meneses, quien fue mi tutor y determinó mi pensamiento y forma de pensar. El Padre Meneses impulso la estructuración de la universidad a partir del sistema departamental, formalizo los planes de estudio y construyo el ideario de la universidad vigente hasta el día de hoy.

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Las anécdotas que marcaron mi vida fueron los eventos que se organizaban en Cerro de las Torres, como el baile de fin de año, el torneo de boliche, el grupo de teatro y los chistes de Amado Aguirre representaban una gran convivencia, solidaridad e interacción entre todos los integrantes de la universidad. He conocido personas agradables, alegres, vivaces con visión. Esos son los momentos que yo quiero traer a colación. Considero que mi aporte a la universidad ha sido en forma continua en todas mis actividades y servicios desarrollados con una actitud responsable, institucional, respetuosa, libre, consciente, plural, conciliadora y con apego a los principios de la universidad. A través de 31 años he mantenido siempre la misma actitud firme, comprometida y de apego. Me encanta estar con los alumnos, verlos como pueden crecer, llenos de ideas, de vitalidad, como creen en el futuro y como se van desarrollando. Una de las mayores satisfacciones de trabajar en el medio universitario es el ver como en el paso de los años todas las personas con las que tuviste cualquier tipo de contacto llegan a ser plenas y que tú pudiste aportar un granito de arena en ese largo camino. Mis primeros acercamientos a la esencia de la universidad fue a través de un estudio que hicieron sobre valores. Los valores que se reflejaban en el ideario. Cuál es la visión del mundo en la cual quiera que se mueva ese ser humano. Te vas acercando más a la institución diciendo "quiero seguir construyendo", pasan generaciones y generaciones y sientes que construyes una vez y tienes

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que volver a construir. Es una renovación permanente. Los chavos siempre traen un aporte fresco y novedoso. La cantidad de amigos y compañeros que he tenido en esta universidad es lo que más satisfacción me ha dado y me ha hecho una persona mucho más plena. Hablando de la universidad actual y lo que me está tocando vivir es el archivo histórico quiero decirles que este 70 aniversario es una oportunidad maravillosa para recabar información, datos, testimonios, documentos para que queden en el archivo histórico. Para qué investigadores saquen sus conclusiones más adelante. La universidad no son los edificios, es decir la universidad eres tú la acción que puedas tomar, la clase que puedas dar, coordinar a los alumnos y al personal que está contigo. El reto de la universidad sigue siendo el mismo, formación de personas capaces de pensar por sí mismos, críticas y dotadas de un saber que les permita conocerse y conocer a las comunidades que los rodean y en las cuales participa. Personas que conjuguen el conocimientos y la técnica con la creatividad, con una estructura armónica de los valores que se permean de la tradición se enlazan con el presente. Mi reto es permitir darte algo a ti, dejarte algo. Ese sigue siendo mi reto Felicito a todos quienes conformamos a la universidad y celebro con la Ibero 70 años con la esperanza de que podamos seguir trabajando con dignidad.

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FOTO Teresa Matabuena Peláez

Yo estudie la licenciatura y la maestría en la Universidad Iberoamericana y también estudio una maestría en museos, de la cual no me he recibido, desde que yo entre a la IBERO en 1980 primero en el archivo histórico de la universidad por medio tiempo que después del derrumbe de 1979 se creó y ahí se guardaron todos los documentos que documentan el ser y que hacer de la universidad, se hizo un proyecto donde abarcara los archivos de rectoría, del senado

universitario, direcciones generales, de

todos, así como

la

correspondencia de rectoría y de otras entidades de la IBERO con la idea de documentar el quehacer académico de la IBERO, se creó el deposito oficial de publicaciones, el deposito oficial de tesis que más o menos se ha ido conformando, por razones del destino, del azar el archivo histórico de la universidad quedo junto a los libros antiguos o raros y los archivos históricos de la universidad, conforme paso el tiempo se convirtió en una sola área y entonces trabajaba para el archivo histórico de la universidad y para las demás secciones de la universidad. Vivir la espera de 8 años que estuvimos en el Cerro de las Torres en espera de las nuevas instalaciones, esperar a que se construyera una gran biblioteca que albergo a todas las instituciones de la universidad, ese funcionamiento de esos años, el sentimiento de estudiar en los gallineros, que si llovía, que si había mucho ruido, que si hacía calor, a los muchachos no les importaba por qué ellos estaban estudiando.

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La IBERO ha marcado mi vida, ha sido mi vida laboral, yo me he formado como profesionista, entre casi acabando la carrera, lo que se es gracias a la IBERO, no solo para trabajar, relacionarme con otras personas, de estudiar, de investigar y como anécdota te platico que cuando entre a trabajar a la IBERO, entre a archivos históricos, a mí me daba asco el papel antiguo, es una experiencia de 6 meses para decir, bueno, ya trabaje en la universidad, yo trabajaba con mi papa, era una manera de equilibrar mi trabajo con mi papa con la universidad. La IBERO me cautivo, me enamoro, vine a trabajar por 6 meses a la IBERO y esos 6 meses se convirtieron en 32 años de mi vida al lado de esta hermosa institución. Todo lo que soy lo soy gracias a la IBERO, aquí nací como estudiante, profesionista y como persona visionaria, todo lo que he querido lo he hecho en la IBERO y gracias a la IBERO, a esa libertad que no tienes en todos lados. He entrado a archivos históricos a los que jamás pensé tener acceso, sin duda han sido 32 años de gozo y de disfrute para mí, gracias a la IBERO.

En est5e 70 aniversario lo único que le puedo desear a esta universidad es que si cumpliendo con esta función de seguir creando profesionista con valores que no se dan en todos lados, esa idea distinta de educar y de aprender de los alumnos, que mantenga su forma y valores jesuitas por muchos años más y que las siguientes generaciones puedan disfrutar el estudiar y por qué no el laborar en una institución tan importante como esta, así como lo disfruto yo y que día con día va creciendo más y más ese amor hacia esta institución.

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Diego Mathai (Egresado, Académico o Docente)

Egresado de la Ibero de la carrera de

arquitectura. (Generación) 1961-1965 Cuando entre a arquitectura en la universidad iberoamericana pues la verdad me fue un poco regular porque yo no sabía a fondo que era realmente la carrera de arquitectura y me toco bastante duro fui un buen estudiante sin ser un estudiante matado porque además yo tenía necesidad de trabajar y quería trabajar entonces combine pues ambas cosas. Mi primera experiencia cuando entre a la ibero en aquella época fuimos nosotros la última generación de artes plásticas y arquitectura que estuvimos en hoy restaurante san ángel Inn. Como estuve el primer año en el campus del hoy san ángel Inn el segundo año fue totalmente diferente, fue un cambio brusco que fue interesante porque nos pasamos a la calle de Zaragoza que era una sucursal que tenía la ibero en aquella época, transitoriamente después en el tercer año inaugurar la universidad que estaba en cerro de las torres que pues nosotros la estrenamos.

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La Universidad Iberoamericana realmente fue para mí pues muy importante cuando estaba yo buscando un poco donde meterme a estudiar, mis papás eran muy amigos del arquitecto Luis Barragán y de otros arquitectos muy importantes como Vladimir Caspé y como el pelón de la mora bueno así le decíamos Enrique de la Mora y Enrique del Moral etc., entonces yo ya los conocía y fui a consultarlos y me dijeron, el lugar donde tienes que estar es en la ibero Yo deseo de todo corazón que estos 70 años que se están celebrando sean muy emblemáticos curiosamente coinciden con mi edad y yo si pudiese vivir 140 me encantaría vivir 140 plenamente y yo deseo que también la ibero estos siguientes 70 y otros 70 y otros 70 años más los viva en plenitud de sus facultades y en una manera muy positiva para todas la generaciones que merecen tener una atención maravillosa que la ibero me ha proporcionado.

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Marcela Mondragón Reyes

Secretaria del Departamento de Derecho (1981- presente) Empecé en archivo de servicios escolares, después fui al sindicato de trabajadores de la Universidad Iberoamericana como personal administrativo, esta fue

una

experiencia bonita porque tratas con puro personal sindicalizado, posteriormente llegué al departamento de ciencias sociales y políticas, y por último por intereses personales me cambié al departamento de derecho. Me satisface mucho ver a los alumnos que se gradúan, y me llena de orgullo verlos convertirse en padres o madres de familia y que sean exitosos en su trabajo. La Ibero es una gran institución de mucho prestigio y mucho peso, la Universidad tiene algo muy especial que es su inspiración cristiana, es un valor agregado; es una institución que ha formado muchas generaciones con muchos valores, especialmente en lo social, y se esfuerza en que sus alumnos siempre tengan en su corazón ayudar a los demás. La Universidad es pionera en muchas áreas, eso le da un distintivo especial y eso nos convierte a nosotros en personas especiales, la gente aquí se comporta, habla y trabaja distinto y realmente agradezco la oportunidad de ser parte de la Universidad Iberoamericana.

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Juan Luis Muciño

Encargado de la hemeroteca de la Biblioteca Actualmente trabajo en la biblioteca en el área de la hemeroteca, me encargo de llevar el control de las revistas, encuadernar las revistas, revisar la entrega de periódicos y ayudo en colecciones especiales. He aportado a la Universidad mi esfuerzo, 39 años de mi vida, la Universidad por su parte me ha aportado bienestar familiar y muchísimo conocimiento. Mis compañeros y mis amigos son muy importantes para mí. Tienes que acoplarte a las necesidades de tu trabajo, por ejemplo a mí me queda mi casa muy lejos la universidad, pero son sacrificios que se tienen que hacer y creo que me he ajustado bastante bien todos estos años para desempeñar mis labores. He visto muchos cambios en la Universidad, uno de ellos es el internet, antes en la biblioteca se tenía tarjetas para tener el control del catálogo, ahora todo está digitalizado y nosotros tenemos que ir aprendiendo a usar las nuevas tecnologías para hacer un mejor trabajo.

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Agradezco a la Universidad por el trabajo que me dio, espero que siga creciendo y cumpla 70 aĂąos mĂĄs.

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JOSE MARIA WILFORD NAVA TOWNSEND

(Egresado, Académico o Docente) arquitecto egresado de la UIA, actualmente soy el coordinador de la licenciatura en arquitectura de la ibero. (Generación) 1985-1990 Mi papá es de la primera generación de arquitectura de la universidad iberoamericana, cuando se abre la carrera mi papá, el Arq. José Raymundo Nava Requesens decide estudiar aquí como primera generación, y empieza a dar clases aquí en la universidad un año antes de terminar la carrera. Aquí conoce, en la universidad, en lo que hoy es el restaurante San Angelín, a mi mamá que estudiaba artes plásticas también en la ibero, mi relación con la ibero es literalmente de nacencia. Como profesor empecé en 1989 como ayudante, dos semestres después ya concluidos mis créditos y todavía en el proceso e hacer tesis se dan las circunstancias para que me nombren titular de un grupo y ayudante en otras dos materias. Veo a la ibero como una institución muy sólida y que además en este sentido autocrítico que tiene lo cual me parece muy especial, muy consiente de cómo tiene que ir evolucionando, la veo con unos grandes retos, complicados, pero realizables, para tener acreditaciones a nivel internacional, tiene las nacionales, pero la veo con esa búsqueda de proyección en un mundo global de tener una referencia internacional que no sea nada más anecdótica.

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Dentro de los retos que habrá que cumplir a futuro está siempre y permanentemente el reto de mantener la calidad académica y humana por encima de los papeles. Está comunidad vale los 70 años, 70 años más y 70 veces los años que ha cumplido. Muchas felicidades ibero.

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ISABEL PADILLA

EGRESADA DE COMUNICACIÓN POR LA IBERO COORDINACIÓN DE OPERACIONES Y SERVICIOS

Antes de ser estudiante de La Ibero yo ya trabajaba en la institución, comencé a trabajar como secretaria del contralor a los 17 años de edad. Comencé estudiando filosofía pero los horarios no se acomodaban porque yo trabajaba, así que revise el plan de estudios de comunicación y me cambie. Yo empecé en cerro de las torres ahí se pagaba en efectivo la quincena y dos veces nos asaltaron. Hoy con mucho orgullo puedo decirte que muchas aulas magnas de la universidad llevan los nombres de personas a las que yo conocí y alas que trate muy de cerca como al Padre Ernesto Meneses o Armado Aguirre. La Ibero me ha dado mi crecimiento laboral y personal, sin dejar de lado el espiritual apoyada con una estabilidad económica. Yo he aportado a la universidad mi trabajo comprometido, honesto y responsable. Yo veo a la IBERO grandiosa ejemplar y con un gran futuro por delante, yo espero que así siga con la formación humanista y el cuidado del planeta. Hoy estoy en el área del evento, pero hay eventos que me han marcado más como la visita del Dalai Lama, de Michelle Obama y jefes de estado.

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El de Michel Obama es el que más recuerdo ya que el reconocimiento vino del extranjero se fueron muy complacidos por que no esperaban que México contara con las instalaciones ni con los servicios que tiene la Ibero. Creo que es importante para el departamento seguir con la renovación tanto tecnológica como en infraestructura y seguir capacitando personal. Lo que más me gusta de la IBERO es la calidad humana de las personas, la formación humanista y la estabilidad laboral que tienes, hay muy buen ambiente de trabajo, yo ya no soy una niña pero siempre salir a los pasillos y a los jardines y ver gente joven te inyecta energía, eso es muy padre. Quiero decirte ibero que eres mi segunda casa que deseo que cumplas muchos años más y que vayas para adelante que no pierdas esa formación humanista y que sigas formando profesionales que ayuden a los que menos tienen. ¡Felicidades Ibero!

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Gabriel Pérez Figueroa

Alumno de la carrera de Diseño gráfico. Ganador del concurso del logo del 70 Aniversario. 2012 Cuando vi la convocatoria para el concurso de los 70 años de la IBERO, me intereso primero porque siempre es bueno meterse a concursos y en una de mis clases una entrega era precisamente entrar al concurso diseñando el logo, entonces lo vi como una buena oportunidad. Yo no creía que fuera a ganar el concurso porque sentía que ya había preferencia, entonces empecé a trabajar más por mí. Empecé a ver que el logo y los patrones tenían un aire mexicano, tal vez por los colores que escogí, pero me remitía mucho a papel picado, sentí que era muy importante resaltar ese aire mexicano. Felicito a mi Universidad por haber cumplido 70 años de logros después de haber sufrido muchos percances. También la felicito por ser una universidad destacada y más que nada agradezco la oportunidad que me han dado y que me hayan reconocido con este logotipo.

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FOTO Víctor Pérez Valera

Jubilado de Dirección de Ciencias Religiosas, Universidad Iberoamericana Jesuita Yo llegué a la IBERO por providencia. De pronto me dijeron que me fuera a ciencias religiosas a la Universidad Iberoamericana a dar clases. Di 2 años de clases y me nombraron director. Como director de ciencias religiosas tuve experiencias muy interesantes. Cuando estábamos en Cerro de las Torres había que hacer muchas cosas con pocos recursos. En el terremoto del 85 se me ocurrió hacer unas reflexiones sobre el entorno a los sismos para que la gente no pensara que era castigo de dios. Publicamos un folleto y tuvo un éxito enorme. En una página completa de Excélsior publicamos uno de los ensayos principales. Es una reflexión sobre el origen del mal en el mundo, el mal físico, el mal metafísico y el mal moral. Esta reflexión nos llevaba a aceptar las cosas que no podemos cambiar de una manera positiva. Se hablaba de solidaridad, resignación en el sentido positivo y reflexión sobre la vida. También tuve la satisfacción de inventar la materia “el hombre y su muerte, preparación para la vida” y fue una materia que fue muy taquillera. Los alumnos corrían para inscribirse a la materia. La universidad está destinada a poner un granito de arena en nuestro país. Si queremos a nuestra universidad y la debemos querer podemos también hacer una crítica constructiva, empezando por nosotros. Este aniversario es una excelente ocasión primero de celebrar, de ver los logros, de reconocer a alumnos y profesores que han sido excelentes y este reconocimiento no es

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para quedarse así, sino para seguir fomentando, buscando, formando alumnos y profesores en el camino de la excelencia. Yo creo que mi recomendación sería seguir los valores humanos y para nosotros también los valores religiosos.

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Estrella Piastro Behar

Coordinadora Formación Integral Estudio Pedagogía en la UNAM A finales de 1981 regrese de un viaje de Israel y yo tenía la necesidad de reorganizar mi existencia entonces me recomendaron a una persona que trabajaba en el centro de didáctica que daba terapia y cuando fui a la cita él me dijo que yo era la persona indicada para trabajar aquí, y recuerdo perfectamente que yo le comente yo vine por una terapia no por un trabajo jajajajaja; ya después empecé a trabajar en el centro de didáctica junto con el Dr. Ricardo Blanco y me pidió que le ayudara abrir una especialidad en docencia universitaria, entonces me pidió que diseñara y realizara esta especialización. Una de las experiencias más bonitas que tuve en la Universidad fue la oportunidad de trabajar con los diferentes áreas de trabajo por ejemplo: administrativos, académicos, personal de servicio, etc… para poder divulgar los documentos básicos de la universidad y sobre todo un documento llamado Proyecto Educativo Común (PEC), como también el Ideario del sistema (SUJ), esto fue maravilloso ya que tuve la oportunidad de convivir y relacionarme de alguna manera diferente ya con muchas personas que integran la comunidad de la IBERO. Una anécdota muy graciosa que viví en la ibero fue cuando un profesor que por primera vez entraba al comité académico, él tenía un porte muy formal y al momento de presentarlo se sentó en la silla y se fue hacia atrás y fue un momento muy gracioso ya que era la primera sesión que lo presentaban y todo mundo no podía parar de reír.

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Yo le he aportado lo mejor que de mis habilidades al trabajo que he realizado en la ibero pero algo que también influyo es que es un espacio que tiene una infraestructura de trabajo muy buena entonces pude desarrollarme con facilidad. La IBERO siempre me apoyo los proyectos y desde ahí pude desarrollar habilidades en el ámbito profesional y humano. Una de las mayores satisfacciones que he tenido en la IBERO ha sido el contacto que tuve con profesores y de alguna manera siempre me han expresado que el haber tenido la oportunidad de tener contacto conmigo les había marcado su docencia o su experiencia dentro de la IBERO. La IBERO tiene el reto de no descuidar su ideología que es formar hombres y mujeres para los demás. Felicito a la Universidad por sus 70 años, se dice fácil pero son setenta años de estar comprometidos con la educación en México, de buscar que los seres humanos desarrollemos integralmente nuestros dinamismos y esto es para celebrar, y también me felicito por ser parte de esta institución, con nuestras fortalezas y nuestras debilidades pero con mucha historias positivas que hemos contribuido con las generaciones pasadas, actuales y futuras, por ultimo agradecer a todos los que han formado parte de esta historia

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Gloria María Prado Garduño

Egresada de la Licenciatura en Letras, Directora del Departamento de Letras. Generación 1963 “Estudié Letras en la Ibero y en la UNAM simultáneamente ya que en 1960, la Ibero estaba incorporada a la UNAM.” “Empecé a dar clases desde la Licenciatura de Letras desde febrero de 1964 y continúe dando clases hasta la fecha.” “Para mí, el episodio determinante de la historia de la Ibero que más me marcó fue cuando se cayó la Ibero en marzo del 79” “Fue terrible, yo llegué a las nueve de la mañana a ver aquellas alambradas donde ya los estudiantes habían colgado unos letreros que decían: La Ibero no son los edificios somos nosotros.” “. Fue algo desde el punto de vista emocional, muy fuerte, pero rápidamente construyeron aulas prefabricadas y nos pusieron a los profesores en cubículos.” “A las aulas las llamábamos los gallineros y a nuestros cubículos, las

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caballerizas.” “Todos los profesores y los alumnos estuvimos

con un

entusiasmo y un ahínco enorme por continuar el aspecto académico y no sentirnos deprimidos por toda esa situación tan difícil y traumática.” “La Ibero fue cambiando perspectivas y enfoques con relación a los rectorados y a las personas, los administrativos y funcionarios que trabajan en la Ibero. Pero lo que no ha cambiado es el espíritu jesuita.” “Yo creo que lo que yo le he aportado a la Ibero es el dar clases durante estos cuarenta y nueve años y mis tres periodos de directora en el departamento de Letras” “Soy entre psicoanalista y profesora, apoyo y trabajo mucho con los alumnos en lo académico y en lo personal.” “La Ibero me ha dado una posibilidad de ser y de acercarme a los alumnos.” “Felicito muchísimo a la institución y a las personas que la conforman por esta larga, dura, pero feliz trayectoria que ha tenido desde el inicio hasta ahora, y que seguirá teniendo en los próximos años debido a su inspiración ignaciana y a la formación

humanística y la concientización que busca en todos los

integrantes de la comunidad.”

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Maestro David Robichaux

Egresado de la Licenciatura en Antropología de la Universidad Iberoamericana. Ciudad de México. 1973 Recuerdo que un miembro del Partido Comunista Mexicano me recomendó venir a la IBERO, me dijo que no perdiera mi tiempo en otras instituciones, que la mejor Antropología que había en México se hacía en la IBERO. Y no se equivocó. Estudiar en la IBERO me cambio la vida, había mucho apoyo en nuestro programa, había una comprensión de lo académico que realmente creó un ambiente muy favorable en esa disciplina. Pude aprender muchísimo y pude hacerme lo que soy. Forme alumnos en el campo y en técnicas de investigación. He tenido mucho apoyo en mis investigaciones y gracias a la universidad yo termine un doctorado. ¡FELICIDADES IBERO!

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Concepción Rodríguez Alvarado

37 años en Oficina de Informes (Actualmente Jubilada) Ayude a cubrir algunas incapacidades de algunos empleados que faltaron en esos días y después me ofrecieron trabajar de planta. Superación personal a nivel social, económico, cultural, familiar. Después me ofrecieron la oportunidad de trabajar en Servicios Escolares, Exalumnos, Relaciones Públicas, pero lo que a mí me gustaba era tener contacto con los alumnos, desde la primera vez en la Universidad para ofrecer información de fecha de exámenes, colegiaturas, etc… pero también conocías a profesores, empleados, autoridades ya que realizábamos las credenciales de toda la comunidad universitaria. Cuando entre eran un aproximado de 600 alumnos y cuando Salí eran unos 11,000 alumnos Un episodio determinante en mi etapa fue cuando se calló la Universidad se vivió muchas cosas y aprendí que la “Unión hace la Fuerza” ya que la comunidad se unió y todos aprendimos a ser humildes, humanos ya que se aceptó la ayuda de otras instituciones para que pudiéramos continuar con nuestras actividades. Inmediatamente otras Universidades ofrecieron sus instalaciones en mi caso me toco irme al POLI y fui la única empleada administrativa que se fue a esa sede para ayudar con la atención de los alumnos. Después de 1 o 2 semestres regresamos a nuestras actividades en los famosos “gallineros” ya que no era

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nada fácil sobre todo para los alumnos ya que cuando llovía era un ruido muy entorpecedor. La verdad es que el cambio a Santa Fe no me costó aunque en cuestión en distancia si era más lejana pero ya estábamos acostumbrados a ser parte de la comunidad a estar con los alumnos, profesores, con tus compañeros de trabajo que al final era tu familia y si era el fin del mundo pues te ibas con ellos. Una de las aportaciones fue cambiar el sistema de credenciales, ya que luchamos desde la sede del Cerro de las Torres y Hasta que llegamos a Santa fe y fue con el Padre Vigil que se dio el cambio. Estuve en el comité ejecutivo del SINDICATO y me toco defender la cuestión de la enfermería y que nos dieran el servicio de enfermería en tiempo completo ya que antes se trabajaba unas horas en la mañana y otras por la tarde y a mí me toco mejorar este tema para la ayuda de toda la comunidad de la IBERO. Y por último junto con Ignacio González que fue compañero de talleres fuimos a pedir a la dirección de personal cuando estaba el Lic. Leal para solicitar la primera ruta de transporte de empleados de la IBERO Santa Fe a taxqueña. Me gustaría felicitar a la Universidad Iberoamericana por sus 70 años y gracias a la valiosa comunidad con la que cuenta y siempre estarán tanto la institución como sus alumnos en mi corazón.

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Betsabee Romero

Egresada de la Licenciatura de Comunicación Generación 1984 “Yo estudié Comunicación con subsistema en investigación participativa de 1980 a 1984 cuando la Ibero estaba caída” “Fui persiguiendo toda la carrera como una generación de crisis económica y política, con muchos acontecimientos relevantes pasando en el mundo, entonces, yo creo que fue muy simbólico estar en la Universidad donde había pasado algo tan fuerte como el temblor, visualmente hablando” “Yo creo que el periodo de licenciatura es un momento de maduración y de síntesis de nuestras ideas” “Tuvimos la oportunidad de participar en investigaciones. Investigaciones que generaron libros y trabajos muy importantes de cada uno de los profesores que tuvimos y pues es un periodo muy rico de aprendizaje que yo tuve en mi vida”

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“La postura filosófica y de análisis que aprendí a través del subsistema y a través de los filósofos con los que yo tomé clases, siempre fue crítica y lejos de atenuarse, se aumentó durante mi estancia en la Ibero. Las raíces metodológicas de análisis del discurso ha permeado épocas de mi vida, de mi trabajo y como artista.” “Siempre he tratado de integrar esa formación que tuve en la Ibero de investigación hacia mi trabajo artístico.” “Todo lo del 131 realmente me conmovió, haciendo una consciencia en el tejido social más amplio” “Me parece que sí hay una juventud que se da cuenta del rol de un cuestionamiento hacia las instancias de poder que nos detienen” “Creo que la Ibero es una institución muy valiosa que ha sabido abrir los brazos a amplios

sectores de la sociedad de una u otra manera”

“Desgraciadamente tener una educación privada, ya es tan estratificado que los que llegamos ahí ya somos muy privilegiados.”

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Gabriela Romero Empleada en reflexión universitaria -1979 Comienzo a trabajar en la IBERO por la cercanía y después se va dando con el tiempo que me gusta mucho. Me gusta el sistema y es por eso que llego hasta hoy 35 años trabajando en la universidad. En el episodio del 79, dentro de tanta tristeza, hubo un momento de alergia de saber que no estábamos solos, la unión que tuvimos todos fue algo memorable. En los 35 años que llevo aquí he vivido cosas buenas, cosas que no tienen precio, la gente con la que he convivido siento que me ha apreciado. Yo le he aportado a la IBERO los valores de mi vida que recibí en mi familia, mi servicio, lealtad, honestidad y gratitud. La universidad me ha dejado la satisfacción de tener el contacto con profesores, alumnos, compañeros de trabajo, eso me ha dejado el seguir preparándome, estudiando para poder seguir dando lo mejor de mí. La IBERO es una universidad con mucho prestigio, comprometida, responsable, yo la veo como la mejor universidad. 82


Que el seĂąor bendiga a la IBERO como ĂŠl sabe hacerlo y muchas gracias por toda la generosidad que me ha otorgado en cada momento de mi vida.

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FOTO José Romero

Mi nombre es José Romero, tengo 40 años de trabajar en la IBERO, estuve en rectoría 10 años, mientras trabajaba con el rector Enrique Portillo nos tocó vivir el amargo momento en que la universidad se cayó, pero se superó, recuerdo unos carteles que decían: La universidad no son los edificios, son los alumnos. Trabajar aquí, trabajar en la IBERO , en rectoría y luego en la biblioteca donde se abrió un mundo de conocimientos, ayudar a los alumnos y ver crecer a las generaciones, encontrártelos en la calle y te saluden, eso es muy satisfactorio para mí. Yo pensé que nunca iba a tener 10 años en esta institución, se me hizo muy corto el tiempo, pensaba y tenía muchos ideales y ambiciones, dije no, estoy tres años aquí y me voy, pero esta universidad se ha convertido en mi hogar, en mi familia, es un ambiente muy acogedor, todo el día y todos los días son diferentes, diferentes caras, alumnos, personas, intereses, nada es igual, eso es lo más me llama la atención de estar aquí, no me aburro y no me canso, es tanta la variedad de alumnos y, por lo tanto, de pensamientos que siempre hay una consulta diferente en la que puedo ayudar y, como te dije, saber que contribuyo al futuro de la institución y del país es muy satisfactorio para mí. Mi mayor logro es que 3 de mis 4 hijos hayan logrado estudiar en una institución como esta y eso es algo que nunca podré pagar ni terminar de agradecerle a esta universidad.

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Amo todo de esta universidad, no hay nada que me moleste, soy un hombre agradecido, primero con Dios y con la IBERO por darme la oportunidad de estar con ella, siempre que deambulo por la IBERO estoy sonriendo porque estoy donde quiero estar y amo donde estoy, amo lo que hago y el saber que contribuyó a que muchos estudiantes se preparen para el futuro me hace feliz y cuando amas lo que haces y amas donde estas no hay nada que te pueda molestar, todo es felicidad. Estoy seguro que vienen cambios para la IBERO, tiene que ir cambiando y actuando con el tiempo y el momento, no se puede quedar estancada, la IBERO es muy cambiante positivamente y va creciendo para desarrollar más a los jóvenes y preparándolos para satisfacer las necesidades del país. No tengo palabras para agradecerle a esta institución por todo lo que me ha dado, la oportunidad de servir, estar con ella durante todo este tiempo es algo que me enorgullece mucho, saber que contribuyo al crecimiento de los futuros líderes del país es algo que me satisface y que agradezco todos los días.

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Mireya Inés Rosales Avalos

Licenciada en Administración de Empresas en la Universidad Iberoamericana Generación 1982-1986. Maestría en Desarrollo Humano en la Universidad Iberoamericana Generación 2008-2010 37 años trabajando en la IBERO Salí de la escuela técnica de secretaria y mi directora me comentó que había vacantes en la IBERO y me contrataron. Se cayó la ibero 1979 y el horario de deportes lo redujeron en las tardes no tenía que hacer y decidí estudiar la preparatoria. Después hice mi examen para entrar a la IBERO a la carrera y me quede. La IBERO es cambiante y ha evolucionado enormemente. Mi aporte a la universidad ha sido el tiempo y la dedicación porque me ha gustado desde que llegue aquí y la prueba es que sigo aquí. La IBERO me ha dado muchas cosas, como mi educación, conocimiento y sobre todo muchas generaciones ya de conocidos. Actualmente tengo el orgullo que los papas que yo conocí de los equipos representativos jugando, sus hijos están aquí ahora con nosotros. El reto en deportes es tener a toda la comunidad o al menos la mayoría en las instalaciones deportivas y que tengamos el éxito que hasta ahorita afortunadamente tenemos. El reto como institución es que tenemos que seguir

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siendo los mejores educativamente hablando y seguir innovando, actualizándonos. Felicidades a la Ibero por sus 70 años que cumpla muchos más que yo siga aquí y los siga viendo. Gracias porque me ha dado muchas cosas. Me llevo en especial el conocer muchos alumnos, muchas personas y que la mayoría me ha enseñado muchas cosas.

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FOTO Alberto Rosano Durán

Supervisor de Intendencia en Edificio F y G 31 años de servicio en la Universidad Iberoamericana En el año de 1981 ingrese a la universidad en el área de aseo en el cual trabaje 2 años. Posteriormente trabaje 23 años en la biblioteca en el sector administrativo. Actualmente estoy de supervisor de intendencia en los edificios F y G. Cuando mi familia hace comentarios buenos sobre la IBERO, me siento muy orgulloso de ser parte de la Iberoamericana. Los cambios que se han dado en la universidad en cuestiones de servicios han mejorado notablemente. Yo he aportado a la universidad 31 años de trabajo de manera responsable. Yo trato de poner en práctica lo aprendido, tratando de no cometer los errores que cometía antes.

Creo también que he aportado mucha experiencia. La

universidad me ha dejado como satisfacción la superación personal. Otra satisfacción es que mi hija pudo estudiar aquí y ahora trabaja dentro de estas instalaciones.

Yo veo a la IBERO como universidad con excelentes instalaciones y buena seguridad. Es una universidad de prestigio en la cual me siento muy orgulloso

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de estar aquí. La universidad está siempre al pendiente de las necesidades para impartir una buena educación.

Felicito a todas las personas que de una u otra manera han hecho de esta universidad la mejor de México. También felicito a esta institución por sus 70 años de grandes cambios. Quiero agradecer a la IBERO por hacerme siempre sentir que soy parte de ella.

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Enrique Sánchez y Aguilera

Docente en Física y Matemáticas 1975 En 1975 entre a la IBERO para apoyar la creación de los laboratorios de física. Los primeros equipos los construimos con apoyo de alumnos de ingenierías. La administración de la universidad por los Jesuitas le da un toque muy especial a la formación y al personal que elabora en la Universidad. Podemos decir que bajo la tutela de la compañía de Jesús, el departamento de física se ha mantenido en un nivel reconocido a nivel universitario en el DF y en el extranjero. Yo siempre he visto a la IBERO como una Institución en donde se forma la gente con un alto nivel competitivo en todas las licenciaturas. El alumno de la IBERO tiene un gran campo de desarrollo fuera de la universidad.

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Hay una gran convivencia profesor-alumno por lo que el alumno no se siente solo o desamparado. Quiero felicitar a la Universidad por sus 70 a帽os de vida, que ha sido una 茅poca de mucha lucha, de mucha formaci贸n de estudiantes, evoluci贸n y crecimiento.

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Francisco Serrano

(Egresado, Académico o Docente) Egresado de la carrera de Arquitectura en la universidad iberoamericana. (Generación) 1955-1959 Yo no quería estudiar en la ibero, quería ir a CU, mi padre me dijo que viniera a esta universidad y me dijo estudia ahí un año si no te gusta te sales y pues me quede. La escuela con la licenciatura de arquitectura empezó en insurgentes y ahí un año después pasamos al San Angelín metiendo artes plásticas, historia del arte junto a arquitectura. En ésa época, fue una etapa extraordinaria, con libertades y la pasábamos muy bien, se hacían las perradas, donde los grandes (verdugos) maltrataban a los que entraban, el Padre Pardinas hizo la promesa que cuando acabáramos la licenciatura lo aventaríamos al agua y ahora esto lo siguen haciendo. Cuando se inauguró la ibero en Churubusco para nosotros fue un gran gusto ver lo que gentes que apreciábamos habían hecho, por ello entre a dar clases, a nivel personal y académico significó mucho hasta la llegada de la tragedia con el temblor. Llegar al cerro de las torres fue llegar a lo adecuado por las instalaciones, pero la universidad dependía de la secretaría de la educación y de la UNAM, la ibero no te daba títulos.

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Ingeniero, Moisés Shabot

Egresado de la Licenciatura en Ingeniería Civil

de la Universidad

Iberoamericana, Ciudad de México. Generación 1979 La IBERO es una universidad muy abierta, muy plural, y con un ambiente de compañerismo difícil de encontrar en otras instituciones. Para mí fue una gran satisfacción haber estudiado en la IBERO ya que me dejó toda una línea de pensamiento, me dejó una forma de ser, me dejó una ética profesional, me dejó un modus vivendus, porque desde que salí de la universidad me he dedicado a mi profesión. El derrumbe de la Universidad fue una gran pérdida para nosotros ya que era como nuestra segunda casa, aunque podría coincidir en que era realmente la primera, porque vivíamos en la universidad mínimo diez horas al día y el resto del tiempo era para dormir.

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Mi trabajo me da grandes satisfacciones como el sentirme útil, el sentir que aporto a la sociedad y contribuir a crear espacios en los que la gente pueda vivir de una forma cómoda, pueda laborar de una forma segura. Mis hijos, ex alumnos de la Ibero, formaron una asociación sin fines de lucro en donde lo que hacen es educar albañiles, se les ocurrió que se podían organizar para alfabetizar a personas e influir en la intención de terminar sus estudios. Ya llevan cerca de 500 personas graduadas entre primaria y secundaria, y algunos de preparatoria. Creo que la Universidad influyó mucho en ellos para crearles una conciencia social, de manera que pudieran darle a la sociedad lo mucho que han recibido de la Universidad.

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Nubia Solórzano Domínguez

1977-2010 Fui la Directora de Centro de orientación psicológica. Este guiaba a los jóvenes a elegir su carrera así como ayudar a jóvenes que tuvieran dificultad en el aprendizaje, este centro

fue el primero que había en México con estas características, fue una

época de muchísimo trabajo, iniciativa, responsabilidad y de búsqueda de personal para que ayudaran a impartir clases. La Universidad me dio muchísimo, me permitió trabajar y desarrollar lo que a mí me gustaba y a cambio yo iba recibiendo mucha gratificación en mi trabajo, me permitió hacer cosas diferentes, me dio muchos amigos y conocer muchísima gente. Un episodio que me marco fue el terremoto de 1979, darte cuenta que tu Universidad se había caído era algo incomprensible, llegar y encontrarte con semejante caos fue devastador. Lo que surgió en ese momento es una de las cosas más importantes que yo he vivido, porque frente al desconcierto que había, la necesidad de trabajar y de unirnos fue muy grande, formamos grupos de trabajo de intervención de crisis. Permitió a todo el equipo reorganizarse, había muchas frases de motivación, se comenzó a ver esa real comunidad que ofrece la Universidad en todo momento. Le deseo a la IBERO que los años venideros sean tan fructíferos como hasta ahora.

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Arquitecto Javier Sordo Madaleno

Egresado de la Carrera de Arquitectura de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. Generación 1975 Para mí la IBERO representa lo que soy: la pasión por la vida, la pasión por hacer las cosas bien, la pasión por ayudar, la pasión por participar son cosas que me definen como persona. Me considero una persona de retos. En el área laboral, la universidad fue muy importante ya que me dio las bases de cómo analizar los proyectos, de ver otras cosas y mentalidades. Tener la posibilidad de trabajar con Emilio Azcárraga o con Guillermo Cañedo realmente influyó muchísimo en mi vida y me dio una oportunidad bárbara. Yo siempre he tenido la inquietud de ir en busca del trabajo y no que el trabajo venga a mí. Para mí el análisis es fundamental: lo que yo hago es analizar lo que quiero realizar; analizo el lugar, el mercado, a quien va dirigido, pienso si será exitoso, en cómo dar más de lo que la gente espera, en la ciudad, y en el tema de ofrecer cosas buenas para todos los que viven en ella, para los que lo visitan y para los que viven alrededor de él. Mi actual reto es el CRIT de Oncología de Teletón y abrir mi campo de trabajo a nivel internacional.

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Arquitecto Javier Sordo Madaleno de Haro

Egresado de la Licenciatura en Arquitectura de la Universidad Iberoamericana. Generación 2008 Todo lo que vas haciendo durante la carrera, en donde se viven diferentes experiencias y se conocen diferentes personas te ayuda a ver las cosas desde otros puntos de vista, El trabajar y estudiar al mismo tiempo es factor fundamental para que esto pase. Yo labre mi camino por sí solo, tuve experiencias buenas y malas pero como todo en la vida te ayuda. La arquitectura para mí es muchas cosas: la veo como arte o hasta como transformar ciudades, es algo que la gente vive cotidianamente. Como transmitir emociones al ser humano, hacer cosas que puedan mejorar las condiciones de un ambiente. Pero fundamentalmente son dos de los muchos significados de la arquitectura pero para mí arquitectura es darle al ser humano los espacios más importantes en las mejores condiciones posibles. La IBERO cuenta con profesores realmente talentosos y lo que más me gusta es su capacidad de diseño. Lo que más me apasiona de mi trabajo es hacer

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arquitectura que guste, que trascienda, que se vuelva en una arquitectura internacional y estar en busca de cosas nuevas. La arquitectura es una herramienta indispensable para el desarrollo inmobiliario. Para hacer gran arquitectura se requiere de un gran cliente, el cliente tiene que ser receptivo para que el trabajo al final sea bueno. La combinaci贸n de la parte inmobiliaria, dirigida por mi hermano Jos茅 Juan, y la parte de arquitectura que yo dirijo han sido un motor fundamental para la empresa, ya que aportamos una visi贸n joven. La IBERO tiene el gran reto de seguir formando gente l铆der, hay que seguir creciendo.

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GUSTAVO SOTO

FISICO POR LA UNAM

Desde 1978 trabajo en la universidad. Estaba haciendo un curso de docencia en la UNAM y comente mi inquietud por trabajar en una institución como la IBERO, axial que me recomendó vine acá y desde 1978 empecé a formar parte del personal de la IBERO. Fui director del departamento de física 8 años, me ha gustado mucho la forma en que se reciben a las personas dentro de la universidad, con los padres jesuitas, compañeros, etc. La verdad es que me gusta mucho como nos tratamos en la universidad es un privilegio estar en un ambiente laboral como este. Fui senador y vi. Una parte de la universidad que muy pocos alcanzan a ver. Una de las cosas que me han marcado, es que en las festividades de fin de año solíamos organizar una comida en el departamento y el Padre Vigil participaba en todo el proceso de la celebración que nos hacía sentirlo como una persona muy cercana. En momentos difíciles de la universidad ver la reacción de los directivos muy comprensivos siempre apoyando. He tenido grandes satisfacciones en los grupos, alumnos que me he encontrado y que me agradecen haberlos iniciado en la universidad y cosas como estas son invaluables. He tratado siempre lo mejor que he podido, me gusta mucho dar clases, yo me divierto y me pagan por que me divierta dando clases, me gusta tener buena relación con los estudiantes porque aún recuerdo mis tiempos en la

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universidad, esto es muy valioso para mí, me gusta incentivarlos para que sigan adelante, incluso me han pedido dar clases solo en grupos de primer semestre para poder ayudar a los muchachos y para mí eso es un reto y una gran satisfacción. La mayor satisfacción es que me permitieran estar tanto tiempo frente a los muchachos, sentirme útil y productivo y saber que estoy ayudando a alguien no poniéndole obstáculos, me han reconocido el trabajo con los alumnos. Los tiempos han cambiado, se han dado situaciones diferentes económicas, guturales, el clima que se vive no tiene punto de comparación con hoy, era un México y un mundo diferente, sin tantas presiones y demandas del exterior, he visto como la universidad trata de adecuarse a las situaciones y nos ha dado los medios para salir adelante. La ibero tiene el reto de seguir formando personas y no de caer en el negocio de la educación, ser una formación de individuos como lo dice la tradición de la educación jesuita, que no es sencillo por que se vive en una sociedad muy materialista, pero eso es lo que ha estado buscando la ibero. Solo tengo palabras de agradecimiento a la IBERO, más de la mitad de mi vida la he pasado en la universidad, me hace sentir productivo y útil dándome la oportunidad de manifestarme en diferentes puestos e incentivas a los demás profesores para seguir construyendo un México mejor.

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Enrique Strauss

Egresado de la Licenciatura en Ciencias y Técnicas de la Información de la Universidad Iberoamericana.

Generación 1970 Mi experiencia en la IBERO fue padrísima, creo que la mejor parte de mi vida académica. Como trayectoria laboral empecé en TIM (Televisión Independiente de México), fui coordinador de producción, hice programas de concursos que duraban 6 horas, después me metí al mundo de las noticias con Paco Ignacio Taibo y en promoción con Carlos Alazraki. Me di cuenta que la vida, la producción y la carrera se trabajan en conjunto, no solo lo que quieres y piensas es lo correcto, tiene que haber una parte humana. Fui director de Canal 22, hice muchas producciones de todo tipo. De pronto me intereso la ópera y pedí hacer las óperas en vivo, entonces me dedique a hacer el Cervantino en vivo, todas las óperas de Bellas Artes, Pavarotti, Placido Domingo y la ópera de NY.

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La IBERO me dejo una gran aportación, un bagaje cultural enorme que de no haber estado en la universidad no lo hubiera tenido. El mundo está fallando en las humanidades, estamos muy ocupados en hacer dinero y hemos llegado a un mundo muy tecnológico, todo el día estamos en el teléfono y el Internet es una cosa maravillosa pero a la vez terrorífica, nadie hace una investigación real. Mi querida IBERO, me has dado mucho, estoy aquí y soy lo que soy, primero por mi mamá y mi papá y después por ti.

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Alejandro Strauss

Egresado de la Licenciatura en Ciencias de la Comunicación de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. Generación 2004 En realidad la carrera me sirvió como una gran ventana, se me ofrecieron muchas cosas que más que interesarme para la vida profesional me interesó para la vida diaria, la cuestión técnica la aprendí trabajando. La carrera me formo académicamente y me dio grandes amigos. Como saber que el principal reto siempre esta con uno mismo y con las expectativas que uno tiene de la vida, es una pequeña carrera donde vas esperando cosas e imaginando lo que quieres, yo vivo mi carrera con mucha pasión, me gusta mucho.

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Creo que este país necesita de humanistas y de gente que esté interesada en lo que estamos viviendo en el aspecto social y creo que la IBERO tiene el interés en estos temas y lo hace bien. La IBERO me ha dado herramientas para enfocar mis proyectos a una visión social y no solo desde una perspectiva. Gracias a la IBERO por toda la ayuda, la formación y porque aportaron en la persona que soy hoy en día.

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María Cristina Torales Pacheco

Académica del Departamento de Historia 1975- presente Estos 37 años han marcado mi vida, cuando yo me incorpore como académica, la Universidad estaba en gran transformación, se concibió una reforma académica en la que la universidad definió su ideario y filosofía y a partir de ahí una propuesta académica, y viví esa transformación primero como estudiante y después como académica. Esta universidad le aposto a la formación de jóvenes, a la transmisión de conocimiento y también a la investigación y por otro lado una universidad difusiva, no solo es transmisora y generadora de conocimiento sino también divulgadora de conocimiento y por ese motivo me intereso continuar

mis estudios y dedicar mi vida a este

proyecto. La universidad me ha aportado mi formación y un medio de vida, me encanta trabajar con una universidad porque me permite generar conocimiento, me ha permitido crear y aportar a la sociedad a través de las actividades que he

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realizado en Universidad. Aprecio mucho la relaci贸n con los j贸venes, estar en contacto con las nuevas generaciones, participar con ellos en los procesos de ense帽anza-aprendizaje, y tengo muy presentes a las personas que han trabajo conmigo.

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Valentina Torres Septién

Egresada de la Licenciatura en Historia y Académica en el Departamento de Historia de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. Generación 1971 Historiadora en todo el sentido de la palabra, en 1967 realicé la licenciatura, en 1985 la maestría en la UNAM y en 1991 el doctorado en la IBERO. Al entrar, me encontré con una Universidad que ofrecía muchísimas cosas, muchas más de las que yo esperaba. La universidad se convirtió realmente en eso: en una Universidad que te ofrece no sólo los cursos en las aulas, sino una vida académica, intelectual y personal muchísimo más rica de lo que uno piensa que puede ser. Al encontrarme con la idea de encontrar, de buscar, y después de poder mostrar, hizo que me diera cuenta que esta era realmente mi vocación. Lo que más me marcó como estudiante de la IBERO fue el compromiso de los estudiantes con el aspecto social, a partir de ahí me di cuenta de que una profesión, independientemente de lo que te da como persona, también te da herramientas y elementos para el servicio. Al formar parte del Senado

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Universitario me di cuenta de los grandes retos que implica ser académico en una institución como esta. Sin duda yo creo que la universidad me aportó más cosas de las que yo le podría haber aportado. Mis más grandes aportaciones fueron durante mi tiempo como Directora de Posgrado, ya que a iniciativa del maestro González Torres, se creó la dirección de Posgrados de la Universidad. Veo a la Universidad como la institución privada más comprometida con el sector social y el servicio social de todas las que conozco. La IBERO tiene un lugar especial y trascendente en el desarrollo de la educación en México.

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JUAN ALFONSO URIBE

AUXILIAR DE CONTADOR 35 AÑOS DE SERVICIO EN LA BIBLIOTECA

Mi vida familiar y laboral empezó al mismo tiempo, fue una oportunidad que se me presento por medio de un sacerdote jesuita que era amigo de mi familia, hace ya 35 años comencé en la IBERO. Comencé en cerro de las torres en el área de limpieza. Cuando el terremoto que tiro la ibero yo estaba en mi casa ya que yo pertenecía al turno de la tarde, cuando me entere pensé en las vidas humanas e inmediatamente me dirigí a la ibero a pesar de que aún no era mi hora de entrada al trabajo, afortunadamente no había ninguna vida perdida. La ibero me ha dado muchas satisfacciones, valores, reconocimientos como ser humano y como empleado. La ibero tiene una calidad humana inmensa en sus altos directivos, no es lo mismo una fábrica a una escuela de educación superior no se compara. La universidad me ha dejado todo lo que he aprendido, me dieron muchos cursos para aprender y poder aportar mi trabajo y conocimientos a muchas generaciones. Me ha dejado una gran satisfacción saber que sirvo para algo, estar en contacto con jóvenes. La ibero ha dado saltos enormes en la biblioteca pasamos de los ficheros de madera y papel, de una biblioteca menos amplias y menos libros, hoy podemos ver que nuestra biblioteca ha crecido enormemente en acervo y colecciones, todo está automatizado electrónicamente.

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El ver salir generaciones y ver que los alumnos nunca envejecen, los que envejecen somos nosotros los empleados. Actualmente en la biblioteca brindo atención al público, entregas y devoluciones, control de acceso y salida. Hoy veo a la Ibero como una institución bastante sólida con principios y valores, una de las mejores que tenemos en el país en todos sus aspectos. Aproximadamente al día salen de la biblioteca unos dos mil tres mil libros. El equipo de la biblioteca da todo lo que tiene para servir y mantener contentos a la comunidad universitaria. Aquí más que amigos y compañeros tengo una familia muy querida, que van desde compañeros de trabajo hasta alumnos. Me da gusto ser parte de este 70 aniversario y espero que cumpla cien años más, lo va a lograr por los ideales de los directivos por su ideal de ver la juventud a futuro de ver por nuestro país y creo que vamos a lograr muchas cosas más. ¡Felicidades Ibero!

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Ingeniero Alfredo Uruchurtu Suárez

Egresado de la Licenciatura en Ingeniería Industrial de la Universidad Iberoamericana, Ciudad de México. Generación 1971 Cuando termine la carrera empecé dando clases en la Ibero y trabajando en un despacho de consultoría en Ingeniera Industrial y financiera, pero fue ahí donde sentí la vocación por formar parte del sector público, entonces me metí a estudiar

una

maestría

en

Administración

Pública

que

culmine

satisfactoriamente y a partir de entonces y casi durante 30 años fui servidor público. Fui presidente del consejo de ex-alumnos en 1991, previamente a ocupar este cargo fui presidente de la sociedad de ex-alumnos de prácticamente todas las ingenieras, al mismo tiempo fui miembro del Senado Universitario al ocupar el cargo en el consejo de ex-alumnos. Fui maestro durante 5 años de diversas materias del Departamento de Ingeniería Industrial y me toco también la suerte de ser Sinodal y Director de tesis en varias ocasiones.

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Fui el encargado de la primera revista de ex alumnos en 1990 que se llamó “Vínculos”, esa experiencia editorial enriqueció mucho mi pensamiento y me preparo para posteriormente, en el 2004, escribir un libro que se tituló "Del único mexicano en el Titanic, del regente de hierro y otros Uruchurtu" que fue publicado y vendido en toda la república y que actualmente se encuentra agotado. Lo que más satisfacción me ha dado han sido aquellos trabajos en los que he tenido contacto directo con las personas, es decir, estar directamente en el campo de batalla. El principal reto es seguir sintiéndome útil en lo que haga. .

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Eduardo Valtierra Torres

Egresado de la Carrera de Comunicación de la Universidad Iberoamericana. Ciudad de México. Actualmente trabaja en la IBERO en el departamento de Admisión. 1970 Yo a la Universidad le he aportado lo que he podido, realmente es poco. Yo me siento en deuda con la Universidad, es muy generosa y me ha brindado todo: seguridad en el trabajo, me ha dado amor, amistades, experiencias entrañables. Tengo gratitud. Para mí la IBERO es algo más que mi alma mater, es mi casa. Lo que a mí me da gran satisfacción son dos cosas: el trato con los alumnos, con la gente en general y cuando se presenta un reto. La experiencia reciente del movimiento Yo soy #131 que surgió en la IBERO, para mí fue motivo de orgullo, de emoción y de admiración por los estudiantes que creíamos indiferentes e indolentes. Gran abrazo a la Universidad por estos 70 años y a toda la comunidad universitaria, FELICIDADES.

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FOTO ANGELA VELASQUEZ

18 años al servicio de La Ibero

Trabajo en el área central durante 18 años. Comencé a trabajar en La Ibero porque enviude y una actual compañera de trabajo era mi vecina y ella me ayudo a entrar la IBERO llevándome una solicitud de empleo a mi casa. Trabajo en dirección general y rectoría es la única área en la que estado porque me siento muy a gusto haber entrado a mi viejo lugar después de un tiempo. La IBERO nos dio grandes oportunidades de seguir adelante, de superarnos académicamente, yo me siento muy contenta de haber concluido la secundaria. Había muy buen ambiente, las personas me estimaban mucho. Yo comencé a trabajar en este plantel de Santa Fe, apenas llevaba un año en esta zona, cuando yo llegue la universidad no estaba terminada, no había nada cuando salíamos a comer las compañeras no había nada estaba muy feo, cuando yo me jubile apenas estaban construyendo ese edificio redondo, agrandaron el estacionamiento y lo hicieron hacia abajo. Tuve varias caídas reales en el trabajo pero me pidieron que no me preocupara que mi trabajo estaría seguro para mi regreso, ese apoyo de la universidad vale mucho, mi trabajo hablaba por sí solo. La IBERO me dejo muy bonitos recuerdos, estaba muy a gusto aquí, la verdad yo no me quería jubilar. Felicito a La Ibero porque es una institución que promueve alumnos que de aquí a mañana será el futuro de México y el mundo. ¡Felicidades Ibero!

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Luis Vergara

(Egresado, Académico o Docente) Académico en el área de matemáticas, planeación, ciencias sociales, historia y filosofía (Generación) 1963 Desde que entre a la IBERO no volví a salir, me encanta estar en esta Universidad. Tuve la oportunidad y el privilegio de trabajar muy cerca del padre ex rector Ernesto Meneses, el emprendió la reforma académica, integral, toda la estructura de la universidad, los planes de estudio, un proceso que duro años y que me permitió trabajar con personas más sabias que yo y me ayudaron para crecer mucho, me convertí en el modo de ser de la universidad. La caída de los edificios en el temblor, lo que se hizo para mantener la universidad viva no me marco personalmente tanto, pero me marco en que tenía todas mis cosas importantes, ubicado en la planta baja de lo que se cayó, tarde 100 días en recuperar el 90 por ciento de mis cosas importantes.

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A la ibero la veo como una universidad muy buena, con muy buenas intenciones, bastantes buenas realizaciones, un tanto bastante mucho burocratizada pero quizá eso es inevitable, la veo como una institución que si se preocupa y se ocupa en serio de formar personas con un humanismo introyectado, con la mayor calidad académica posible, como una universidad donde el respeto a la persona humana es un valor vivido, y que antes de las diferencias funcionales nos hace iguales a todos en nuestra dignidad humana, en el sentido más profundo aquí en la universidad es tan importante el mozo, la secretaria el estudiante, profesor, rector, no hay diferencia después de esto vienen las diferencias funcionales que es una cosa secundaria, esto es una realidad, es una institución donde puede ejercer en un alto grado la libertad, ha habido épocas y épocas, ahora es una muy buena, que más te puedo decir. La universidad me ha dado muchísimo, mi sustento, mi modo de vida, me ha dado un sentido de pertenencia, una familia de trabajo, decir que tengo 4 madres, la primera mi madre biológica, la segunda la Virgen María, la tercera la iglesia y la cuarta la universidad.

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María Teresa Villegas Gutiérrez

Catalogación de Materiales Bibliográficos. 1979-presente Yo tengo la fortuna de ser parte de la Universidad Iberoamericana, que es un entorno cálido, profesional, es un ambiente bueno para crecer. En la biblioteca tenemos un personal preocupado por dar un servicio de primera, tenemos orientadores para el alumnado que está pidiendo un auxilio para alguna investigación. La Universidad me ha aportado demasiado. Cuando uno busca un sitio donde desarrollarse tienes que buscar que vaya acorde a tus valores y a tu forma de trabajar, afortunadamente la Ibero tienen un ideario que va muy de acuerdo con mi forma de pensar, y lo lleva acabo, yo me siento aquí como pez en el agua, solo debes de tener las ganar y enfocarte a lo que te gusta. Mi aportación hacia la Universidad ha sido ser una buena empleada respetar los lineamientos generales, aportar mi granito de arena en todas las aéreas que pueda.

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La universidad da algo que es importantísimo; educación, formas de pensar y formas de ser, creo que eso son puntos importantes que distinguen a esta Universidad de las demás. Felicito a la Universidad Iberoamericana porque es plena, incluyente y es dedicada en una labor que no es fácil: La educación

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FOTO Gabriela Warkentin de la Mora Cuando decidí estudiar comunicación solo tenía dos opciones, una era la UNAM y la segunda la IBERO, ¿por qué?, pues por que la IBERO siempre ha sido la opción para estudiar comunicación y donde la carrera siempre ha estado mejor. Comencé a dar clases por qué a un amigo que era profesor dela IBERO lo mandaron en una asignación diplomática fuera de México, entonces, me hablo y me pidió que me hiciera cargo de la clase, ahí regrese a la IBERO después de haberme titulado, aunque esa era la única relación que mantenía con la IBERO, las clases. Después de una tiempo me presentaron un proyecto bastante interesante y me pidieron que me encargara de los laboratorios de foto que recién se inauguraban, un tiempo después entro José Carreño como director de la carrera, me invito a incorporarme de tiempo completo y acepte, ahí fue mi regreso de tiempo completo a la IBERO. Lo más fascinante de mi trabajo como directora del departamento fue la relación con los alumnos, el ambiente universitario, ver como los papas se vuelven más indispensables para sus hijos, los defienden, los traen y los recogen de la escuela, ya solo falta que los acompañen al salón y les aplaudan cuando aciertan. Creo que eso es lo más interesante de mi paso por la IBERO, el estudiantado y su transformación. La IBERO a mi me aporto la forma como veo el mundo, ese es el más grande aporte que me ha dado la IBERO, a pesar de ser una universidad privada y por lo tanto tener un universo acotado a mí me tocó vivir una libertad de pensamiento y de creación de proyectos bastante interesante, este tipo de libertad no te la dan todas las escuelas y mucho menos el pensamiento crítico con que se ejercía esta libertad, eso solo la IBERO. 119


La mayor satisfacción que me da es que todavía tengo ganas de regresar a ella, no se me agoto la universidad, a pesar de que la conocí como estudiante, maestra, trabajadora, coordinadora, encargada de otras áreas, como lo fue en su momento la de comunicación institucional, senadora universitaria, parte del equipo de rectoría, solo me falto que llevara las canchas de futbol, a pesar de conocerla muy bien y en todas sus facetas, regresar a ella me sigue dando gusto, sigo creyendo en este proyecto, es una forma de entender la educación que a mí me gusta, esa es mi mayor satisfacción. Hoy en día veo una IBERO posicionada, con un nombre, una imagen y una narrativa, cuando piensas en la Ibero piensas en 70 años de historia y de historias, egresados, de ideas, de planteamientos, hoy la veo como un jugador esencial en el país. Intermitente en el plano internacional, pero como una voz reconocida y con reconocimiento que influye en la política pública. La IBERO ya no es lo que la IBERO quiera construir, la IBERO ya es.

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Juan Raymundo Zepeda

Departamento de Herrería 1971- presente Todos mis cambios e incursiones en todos los departamentos que he estado siempre han sido para mí una satisfacción (almacén general, aseo, topografía, fotografía, caseta de herramientas). Creo que es cuestión de actitud, y desde que estoy en herrería me he sentido cien por ciento satisfecho. Brindamos servicio a toda la estructura de la Universidad, nos corresponde ver desde bancas, salones, pantallas, persianas, laboratorios, es permanente la mano de obra de todos los que conforman esta área. Desde el inicio pude percibir un ambiente muy sano, muy fraternal y de respeto hacia todos los que conforman la comunidad, eso nos impulsa a ser mejores. Es hermoso recordar tantas cosas que he vivido con tantas personas, a través de tantos años y muchas veces ya no vemos a gente pero recordamos a toda la

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gente con mucho cariño, y nos debemos de sentir orgullosos que la sociedad ha calificado a la IBERO como una de las mejores de México. Yo creo que todos los que hemos trabajado en esta Universidad aportamos valores, aportamos cada día el buen deseo de hacer lo mejor y durante tantos años ver cuántas generación han pasado bien vale la pena decir, hemos aportado parte de la preparación de los alumnos. Esta Universidad me ha dejado todo. Soy 100% Ibero.

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EX RECTORES

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CARLOS ESCANDÓN:

“La Ibero es mi vida”

A Carlos Escandón (Chiapas, 1932) la vida lo ha puesto cuando menos dos veces en el lugar y el momento indicados para determinar un antes y un después en sus días. Sucedió en 1945 cuando de su natal Comitán llegó por casualidad a estudiar la secundaria al Instituto Patria de la Ciudad de México y, a pesar de que la familia esperaba de él que fuera un profesionista, el contacto con los jesuitas lo determinó a ser sacerdote. Y años después, en 1972, cuando decidió estudiar cursos de Desarrollo Humano en la Iberoamericana para poder ayudar a los feligreses que lo buscaban sacramentalmente en la confesión, y la Ibero, a la que vio derrumbarse y contribuyó a reconstruir, se convirtió en su motor de vida durante cuatro décadas. Como asistente y colaborador del padre Ernesto Domínguez Quiroga S.J. —quien fuera Director General Académico y luego rector de la UIA—, Escandón formó parte del equipo toral que asumió el rumbo cuando la Ibero de Cerro de las Torres se desplomó tras el sismo de 1979. Junto con otros directivos le tocó actuar: organizar de inmediato clases en las instalaciones del Politécnico y en casas particulares, construir gallineros, conformarse con el terreno de Santa Fe, entonces un basurero, y edificar ahí las nuevas instalaciones. Tras esta ordalía de casi una década, tomó posesión como rector de la Iberoamericana en marzo de 1988, a escasos tres meses de haber inaugurado el nuevo plantel. “La caída de la Ibero fue una experiencia impresionantemente bella y terriblemente dramática, una vivencia que mostró el poder de la solidaridad, del trabajo en equipo. Muchos creyeron que sería nuestro fin. Consideraban que los ‘niños pirrurris’ no estudiarían en gallineros,

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pero estaban equivocados. La Ibero era mucho más que el prototipo televisivo del ‘chavo Ibero’. Dimos una lección de fortaleza, de toma de decisiones”. El miércoles 14 de marzo de 1979 a las 5:10 am un sismo de entre 7.6 y 8 grados en la escala de magnitud de momento, con epicentro en Zihuatanejo, a 320 kilómetros al suroeste de la Ciudad de México, con duración de dos minutos y diez segundos, destruyó la Iberoamericana y, aunque dañó otros contados inmuebles en la ciudad —la Tesorería del DF, el Cine Roble y algunas casas en la colonia Roma—, fue tan dramático su efecto en la universidad que muchos conocen ese sismo como el Terremoto de la Iberoamericana. Aquel día, como todas las mañanas, Carlos Escandón se levantó de la cama para celebrar misa a las 6:30. Además de ser asistente en la Dirección General Académica en el área de licenciaturas, fungía como capellán de la Congregación de Religiosas del Verbo Encarnado. Se estaba lavando la cara cuando recibió la llamada: “Se cayó la Ibero”. —¿Cómo que se cayó? Tembló fuerte, es cierto, pero deja de decir tonterías —le replicó con incredulidad a su interlocutor, agregando una frase lapidaria—: La Ibero no puede caerse. Vivía en Cerro San Andrés. Por supuesto que no llegó a misa, se subió a su auto y se fue volando a la Ibero, a unas calles de su casa en la misma Campestre Churubusco. A distancia, Cerro de las Torres era un denso nubarrón. No se veía nada, la volátil masa de polvo ocultaba los edificios en forma de peine. ¿O no estaban? El módulo transversal entró en resonancia, se desplomó y estaba convertido en ruinas y escombros. Las varillas retorcidas y los angustiosos troncos de concreto derruido, liquidaron lo que algún día fueron blancas paredes, pupitres y pizarrones. Ese día, la última semana del invierno de 1979, cambió el paisaje. Tan tempranito que, afortunadamente, sólo trepidó el silencio. El silencioso eco sin voz. A las cinco de la mañana aún

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no había ni un solo alumno en las aulas. No hubo muertos ni heridos. Por eso luego se dijo: “La universidad no son los edificios. Somos nosotros”. Un nosotros afanoso de vivir y sobrevivir. A Escandón le tocó ir a avisarle a Enrique Portilla, el Padre Rector, que vivía en Zaragoza. “Para él fue terrible. Intentó sobrellevar el problema, no pudo. Las angustias eran tan espantosas que quedó mal, el trancazo lo condenó a un Alzheimer sin salida”. Casi un año después, el 7 de marzo de 1980, día del aniversario de la UIA, Ernesto Domínguez Quiroga, Director General Académico, quien de facto asumió la toma decisiones desde el inicio, fue nombrado rector. Carlos Escandón era su colaborador cercano, fue así como le tocó formar parte del núcleo que tomó las riendas de la institución ante la tragedia. “Tras la catástrofe nos encerramos 48 horas sin salir de la universidad para atender todos los asuntos. Conformamos un Senado Universitario Extraordinario para decidir cómo seguiríamos adelante”. En la opinión pública cundía el dolor de la incertidumbre. Décadas antes el Instituto Patria, también de los jesuitas, había cerrado sus puertas por mucho menos. Sin embargo, los directivos de la UIA no titubearon. La Ibero se cayó el miércoles 14 de marzo y el jueves, que era quincena, cumplieron con sus obligaciones: todos los trabajadores recibieron su pago formados en filas en los camellones. “Había quien nos decía: ‘No paguen’. Jamás lo dudamos: la gente tenía que comer, los profesores debían seguir siéndolo”. Con la ayuda de los noticiarios televisivos, principalmente los de Televisa, fueron informando a la comunidad todas las decisiones que se tomaban. La consigna era continuar de inmediato, seguir en pie. “Teníamos fuerza y mucha fe”, asegura. Varias instituciones les ofrecieron apoyo. El Senado Universitario valoró las opciones y decidió que, a fin de concluir el semestre, la Ibero podía instalarse en la Escuela Superior de

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Ingeniería Mecánica y Eléctrica, Unidad Culhuacán, entonces en desuso, que facilitó el Instituto Politécnico Nacional. “Era la única opción en la que cabíamos casi todos para no estar desperdigados por toda la ciudad”. Ahí en la ESIME Culhuacán se instalaron los salones y las clases continuaron regularmente a partir del lunes siguiente, por poco más de dos meses, de marzo a mayo, cuando terminó el ciclo. Los pocos que no cupieron cumplieron los horarios en hogares cercanos. “Bastaba que anunciáramos dónde era la sesión para reunir a los alumnos casi sin excepción”. La solidaridad fue total, todos querían sumarse a la epopeya de la supervivencia. “Nadie perdió el semestre, nadie perdió el trabajo. No bajamos la guardia, no malgastamos los ánimos”, afirma Escandón. La tragedia, asegura, movió la conciencia grupal. Se generó una mística de pertenencia y solidaridad. Recuerda que los estudiantes clamaban insistentes: “Se cayeron los edificios, no la universidad”. Las oficinas del padre Domínguez y del padre Escandón quedaron convertidas en añicos, sepultadas en las ruinas y el escombro. Cuando unos meses después les dieron permiso de entrar, haciendo agujeros en las azoteas, llegaron a gatas a recuperar libros y títulos. Lograron extraer menos del 10% de sus pertenencias valiosas. “Rescaté mi título de doctorado. Estaba empapado y dañado, se le borraron las firmas. Hubo quien me dijo: ‘Consigue otro’. Nunca quise cambiarlo, así lo tengo colgado hasta hoy porque, ¿la ‘firma del temblor’ quien más me la podría dar?”. Para estar listos en Cerro de las Torres para los Cursos de Verano, que iniciaban el 31 de mayo, se derribaron todos los edificios, se limpió el terreno y, con ayuda del Departamento de Arquitectura de la universidad, se hizo un proyecto para construir aulas prefabricadas temporales. O eso se creía entonces, que serían “temporales”. La realidad se impuso y aquellos incómodos “gallineros” que magnificaban el calor y el frío, cajas de ecos y resonancias cuando llovía, se

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ocuparon durante nueve años. “Ese periodo de los gallineros fue de tremendas incomodidades, pero de tantísima comunidad…”. Para la sorpresa de todos, la matrícula de la UIA en una universidad de lámina no descendió. Al contrario, se incrementó en todos los departamentos cuando menos un 5%. Quizá ello obedeció a la exhibición pública de la universidad en los medios de comunicación, a su proyección como institución fuerte y articulada, a su capacidad de responder con ánimo, tesón y decisión a la adversidad. Eran tiempos de esperanza. Los directivos comenzaron a pedirle al gobierno que donara un terreno para edificar un nuevo campus. Durante meses no hubo respuesta, parecía una demanda sorda. Sin embargo, Paulina, la menor de los tres hijos de José López Portillo, estudiaba Historia en los gallineros de la UIA, y quizá esta cercanía con la institución cimbró al presidente. Como había el proyecto de generar un polo de desarrollo en el Poniente de la ciudad, en 1981 López Portillo le ofreció al padre Domínguez un terreno de 20 hectáreas en donación en el área de Santa Fe, donde había un extenso y pestilente basurero, para que la universidad sirviera como ancla e impulso de esta zona. “Yo acompañé al doctor Domínguez a ver el terreno. No había manera de llegar, no había carretera. Por el CIDE bajamos en cuerdas, casi rapeleando, para poder ver lo que nos ofrecían. Era breña, olía muy mal. Lo que vimos fueron montañas interminables de basura a cielo abierto, un pantano porque ahí nace el río Tacubaya, y más al fondo, minas de arena, todo el día tiraban arena por doquier”. Al regresar Escandón le preguntó al rector: “Oye Neto, ¿de veras vas a aceptar ese terreno?”. A lo que respondió: “Es el único que nos dan. No hay otra opción”. Puso cuatro condiciones: vía de acceso, agua, electricidad y teléfono. Si no se cumplían las cuatro, la UIA no

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pondría la primera piedra. En 1982, antes del término del sexenio, ya había una pequeña carretera, tomas de agua y drenaje, acometida de luz y teléfono. El proyecto de la nueva universidad se sometió a concurso por invitación y los arquitectos Francisco Serrano Cacho y Rafael Mijares Alcérreca fueron los ganadores. Su propuesta destacaba por sus cálidos edificios de ladrillos rojos, inicialmente 65 mil metros cuadrados de construcción, que abrazarían una gran plaza central. Las autoridades de la Ibero y los miembros de FICSAC, patronato económico y de desarrollo de la Ibero, creían que lograrían juntar el dinero necesario para esa enorme obra mediante campañas de apoyo, sin necesidad de vender el terreno de Cerro de las Torres; sin embargo, a la crisis de finales del sexenio lopezportillista, que implicó la nacionalización de la banca, el descontrol, la desconfianza y la fuga de capitales, se sumaron las inflaciones del gobierno de De la Madrid, con 3100% de devaluación del peso, y no hubo dinero que alcanzara. De hecho, la construcción se prolongó cinco años, de 1983 a 1988. Parecía, además, una osadía ser los pioneros en aquella zona. Había dudas e incertidumbre. Muchos pensaban que la Ibero, “tan sureña” —refiriéndose con ello a la ubicación en el sur de la ciudad, y quizá también al prejuicio de clase como universidad privada—, no lograría atraer a su estudiantado a una zona maltrecha. Además de la pestilencia por los basureros, toda la cañada de Santa Fe, desde la IBERO hasta Tacubaya, estaba copada por Los Panchitos, temibles chavos-banda. Era una zona insegura. Ernesto Domínguez mandó a Escandón a negociar con ellos, la consigna era muy clara: no comprarían seguridad. “Gracias a Dios pude platicar con los líderes de Los Panchitos. Me lo dijeron muy claro: ‘si no nos echan a la policía, no tendrán motivo para temernos’”. Escandón les hizo ver

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que la Ibero era una institución educativa, les ofreció veinte becas con la condición de que quienes quisieran ocuparlas pasaran a cabalidad los exámenes de admisión. Ello, pensó, podría incidir en un cambio social para esa comunidad. “Nos mandaron como cincuenta muchachos a hacer los exámenes. La tristeza fue que sólo una mujer pasó, fue la única que se graduó de la Ibero. No es que les faltara capacidad, pero no tenían estudios. Resultaba imposible que pudieran cumplir con un nivel de licenciatura”. Califica el padre Escandón de “extraordinaria” la experiencia de convivir con ellos. “En alguna ocasión que los visité tenían letreros pegados que decían: ‘Ayúdanos a educar a los niños para no tener que perseguir a los adolescentes’. Le pregunté a uno de los jefes el porqué de esa consigna. Me respondió contundente: ‘¿Cree que queremos que nuestros hermanitos pasen por lo que hemos pasado nosotros?’ Como yo iba a entrar de rector, me comprometí con ellos a construirles un centro comunitario para educar a sus hermanitos. Involucramos además a nuestros jóvenes para que hicieran ahí su servicio social. Sé que la Ibero incidió en cambiar su futuro”. En diciembre de 1987 se inauguraron las instalaciones de la Iberoamericana, el cambio no podía posponerse más. Desde el puente de Conafrut, lo único que se veía a lo lejos era la Ibero, imposible resultaba imaginar que Santa Fe se convertiría en un polo económico, financiero y empresarial. “El compromiso de salirnos de los gallineros estaba dado. Estaban ya muy deteriorados los salones de lámina, calculábamos quedarnos ahí tres años, ¡y habían pasado casi diez!”. Las clases comenzarían en Santa Fe en enero de 1988. El sueño se había logrado. El rector Ernesto Domínguez, satisfecho con las nuevas instalaciones, estaba desgastado y abatido. Pedía su relevo. El Senado Universitario le pidió a Carlos Escandón que asumiera el cargo de rector, puesto que ocupó sólo un cuatrienio, de 1988 a 1992. Él también tenía encima el desgaste del proceso y, además, el inicio en las nuevas instalaciones fue complicado y difícil. Eran

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demasiadas las esperanzas en torno al nuevo plantel y resultó imposible satisfacer tantísimas expectativas. En mayo de 1988, a los dos meses de haber asumido la rectoría, Carlos Escandón recibió el primer mazazo de realidad: el Sindicato de la UIA convocó a una huelga. Parecía paradójico, al fin tenían un edificio digno, no unos incómodos y deficientes gallineros, y ahora, en instalaciones que ganaban concursos internacionales, los maestros y administrativos se negaban a laborar. Lo que el temblor no tiró, ahora se cimbraba. “No lo veíamos entonces, pero era de esperarse. Todos creíamos que venirnos a Santa Fe era alcanzar el cielo y no fue así”. Se mudaron a edificios inacabados, el frío era “de todos los diablos”, la pestilencia a basurero era intolerable, el viento hacía volar la arena, aún suelta, lloraban los ojos, las partículas se metían a la boca y a la nariz. No había vías de acceso, había problemas de comunicación e infraestructura. Carecían de biblioteca y de oficinas dignas para maestros. “La gente estaba muy molesta, los maestros exigían sueldos imposibles. Fue una de las situaciones más difíciles que me ha tocado vivir. Una huelga es horrible, rompe a la comunidad, destaja al equipo. Toda la belleza de armonía y solidaridad que habíamos vivido en la década anterior, se derrumbó. ¡Bendito sea Dios que sólo duró tres días y lo pudimos resolver!, porque yo no hubiera aguantado mucho más…”. Escandón, conciliador como es, habló abiertamente con el personal. “Les dije: esto es lo que tenemos, no hay cartas ocultas, debemos echarle ganas todos. Hacemos lo más que podemos, ténganos paciencia, esto va a cambiar. Me creyeron. Confiaron en la institución y decidieron entrarle. Seguramente también tuvieron empatía y compasión conmigo, entendieron que yo estaba comenzando”.

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Durante un tiempo “se apaciguaron las aguas”, como dice Escandón. Se fue mejorando la situación y se concluyó la construcción de las oficinas y de la biblioteca. Durante los cuatro años de su gestión, a Escandón le tocó consolidar el sistema. No sólo fue rector de la Ibero plantel Santa Fe, también de otros planteles de la Iberoamericana que se habían construido en la República Mexicana: León, inaugurada en 1978; Tijuana y Torreón, en 1982; y Puebla, en 1983. “No teníamos un centavo, pero los compromisos estaban dados aún antes de que se cayera la Ibero de la Ciudad de México, y tuvimos que cumplir porque los exalumnos de los colegios jesuitas en provincia pedían la edificación de sus universidades”. Cuenta, por ejemplo, que en Puebla comenzaron dando clases universitarias en un pequeño hospital que les prestaron, cerca del Estadio, donde también construyeron gallineros. “Fueron momentos de mucha angustia, momentos de riesgos, de fe. Un experto en campañas financieras nos decía: ‘Están locos. Nadie se avienta a construir una universidad si no tiene por lo menos el 60% en el banco’. Y nosotros no teníamos nada. Era una locura, pero siempre tuvimos fe: en Dios, en la gente cercana... Actualmente la Ibero de Puebla tiene un valor de más de mil millones de pesos. ¡Increíble!, quién sabe de dónde salió”. Pasado el cuatrienio, Escandón no quiso continuar como rector. “Tomé consejo de mi amigo Jorge Carpizo, rector de la UNAM. Me dijo que él jamás se reeligió en ningún puesto porque, con el tiempo, uno se va haciendo malos hábitos de gobierno y la gente reconoce los costados flacos. Yo ya estaba cansado, habían sido muchos años de angustias y entrega… Temí ser manipulado”. Después de unos cuantos meses dedicado a descansar y a la oración, el doctor Rugarcía, rector de la UIA de Puebla, le solicitó su apoyo como profesor, asesor y sacerdote, ofreciendo misas y atendiendo a los feligreses y estudiantes en el ámbito de la fe. Le dijo que sería sólo un

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año. Lleva ya 18 años, desde 1994. “Mientras haya trabajo y mientras pueda yo ayudar, estaré aquí. La docencia y la atención directa con la gente es lo que más me gusta porque uno puede entrar en la interioridad espiritual y psicológica. Sin embargo, aunque tengo 81 años y ya me pesan, iré a donde me pidan porque un jesuita siempre lo sabe: es preciso obedecer. Hacer lo que Dios quiera. Ir a donde el Superior lo mande”. La Ibero, dice, ha sido la realización de su vida académica y docente, ha sido su posibilidad de ser profesor, colega y administrador universitario. “Desde el punto de vista personal, la Ibero es lo mejor de mi vida: fui alumno, profesor de asignatura, profesor de tiempo, administrador, rector. Nuevamente ahora profesor y maestro retirado. De las cosas más lindas que me ha concedido la vida. Son cuarenta años de trabajo. La Ibero es mi vida”. Las lecturas personales Carlos Escandón Domínguez (Comitán, Chiapas, 1932) no nació en un entorno que lo impulsara a ser sacerdote. Su padre era un ranchero trabajador que enseñaba a sus hijos con un férreo ejemplo de entrega. Su madre, sobrina nieta del senador Belisario Domínguez —médico liberal—, era creyente y religiosa, pero no motivó a sus hijos a la vida de contemplación. El más pequeño de cuatro hijos, sólo tres sobrevivieron, Carlos creció con el sol en la piel en el rancho de su padre. “Viví una infancia feliz en Chiapas, todo era verdor en ese pueblo sencillo. Cuando cuarenta años después regresé a Comitán, juré jamás volver porque me fui de espaldas con lo que vi. Hemos deforestado a lo estúpido, de manera insensata”. A los catorce años hubo que operarlo de las anginas en la Ciudad de México. Como en Comitán no había preparatoria, su padre aprovechó para adelantar la partida de Carlos a la capital. Un año antes o después resultaba igual. Se quedó con su hermano mayor, estudiante de Medicina,

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y buscó inscribirse en alguna escuela marista para proseguir con sus estudios de secundaria. Para su buena o mala suerte no lo aceptaron arguyendo que el programa oficial de Chiapas que había cursado, difería de los planes de estudio de las escuelas a las que apelaba. Después de tocar varias puertas sin éxito, lo aceptaron en el Instituto Patria de la Compañía de Jesús, escuela a la que entró abrigando la ilusión de llegar a ser Ingeniero Químico. En ese 1946, a unos meses del fin de la Segunda Guerra Mundial, se veía con absoluto heroísmo a los científicos del Proyecto Manhattan y Carlos soñaba con poder trabajar con Niehl Böhr y Robert Oppenheimer, hacer equipo con los descubridores de la bomba atómica. “Yo era un chiquillo, seguía el desarrollo de la guerra en los periódicos que recibíamos en Comitán y veía como héroes a los creadores de la bomba atómica. Además me gustaban las matemáticas y la química. Sin embargo, cuando llegué al Patria, la providencia divina hizo que la química se convirtiera en alquimia: en lugar de cambiar materias atómicamente, cambiamos el corazón de la gente a través de la palabra del Señor”. En el Patria descubrió su vocación como religioso y en 1949 entró a la Compañía de Jesús. Fueron su modelo varios de sus “maestrillos”, como se les llama a los jesuitas que interrumpen uno o dos años sus estudios religiosos para dedicarse a la docencia. “Era un mundo que yo no conocía. Estábamos jóvenes, echábamos relajo con las chicas y de repente, tras las vacaciones, dos de mis queridos amigos ya no regresaron. Alguien me dijo que se fueron de religiosos, de jesuitas. ¿Qué es eso?, pregunté. Quise saber qué era. Comencé a informarme, me acerqué y, con el ejemplo de mis maestrillos, decidí que ser jesuita era un camino más apto que la Química”. Para entonces sus padres y hermanos ya vivían como familia en la capital. Su padre, inclusive, había vendido el rancho e invertido su dinero en una fábrica textil en la Ciudad de México, con la ilusión de que Carlos, su hijo, tras estudiar Ingeniería Química se hiciera cargo de

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este negocio. “Mi hermano era médico, mi hermana ama de casa, y creía que yo sería empresario. Puso en mí todas sus expectativas. Cuando a los 17 años le dije que mi vocación era ser jesuita, se molestó un poco. Yo lo quise mucho y me hubiera gustado complacerlo, pero mi camino era otro. Con el tiempo liquidó aquella fábrica y acabó aceptándome”. Comenzó sus estudios en el Noviciado de San Cayetano, en Santiago Tianguistenco, en el Estado de México, donde se sometió a una estricta disciplina de estudio en Humanidades, específicamente en Letras Clásicas, enfocándose a profundidad en la obra de Virgilio, Horacio, Ovidio y Sófocles, a quienes estudiaba en sus idiomas originales: griego y latín. Ahí lo determinó la cercanía con el padre Enrique María del Valle: “la figura más determinante en mi vida, un hombre auténtico colmado de bondad”. Cursó Filosofía en la Ciudad de México, en San Ángel, donde hoy es el ITAM y de ese trance recuerda con cariño al padre Pedrito Cárdenas, igualmente figura tutorial. Luego vivió dos años de magisterio: primero en el Instituto Oriente de Puebla, y luego como maestro de latín y griego de sus hermanos jesuitas. Tras cuatro años más de estudios de Teología en el Seminario de los Padres Jesuitas, bajo la guía del padre García Diego, se ordenó sacerdote en 1963. “Fue una preparación exhaustiva, de una disciplina exigente y rigurosa. Pasé catorce años estudiando y a los 31 años viví un verdadero parte aguas en mi vida al decidirme a hacer mis votos religiosos. Había que revisar la conciencia, tomar decisiones con verdadera libertad interior. Y no es fácil, al contrario, resulta muy complejo”. Su tercera probación la hizo en España: “Ahí me tocó vivir la primera parte del Concilio. Me dije: qué bueno que se abran puertas. Pero, debo aceptarlo, también temí que pudiéramos caernos por la ventana con esa apertura”. Ya luego, se inscribió en la Universidad Gregoriana de

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Roma para realizar un doctorado en Filosofía: “Fue mi oportunidad de viajar un poco, de conocer Europa”. Llegó a México en 1968, al clausurarse los Juegos Olímpicos. “Me tocó ir con mi familia a la clausura de las Olimpiadas en el Estadio Universitario y fui testigo de la terrible rechifla que le propinaron al presidente Díaz Ordaz”. La primera encomienda por parte de la Compañía fue ser docente de Filosofía de sus hermanos jesuitas en el Seminario de Río Hondo. Creyó entonces que lo suyo sería la vida académica como maestro de Filosofía. “Me cuestionaba si podría ver a Dios cara a cara, si podría llegar algún día a una unidad con él”. Le atraía asimismo la cercanía con los feligreses: “¿Puede haber algo más sagrado que el mundo interior?, ¿que las personas te abran las puertas de sus corazones y puedas adentrarte en lo más íntimo, darles consejo?”. Sin embargo, muy pronto se dio cuenta que le faltaban herramientas para cumplir con la abrumadora responsabilidad de ser sacerdote, para realmente poder ayudar a sus hermanos sacramentalmente mediante la confesión. “Me daba cuenta que mucha gente me buscaba y yo no tenía idea de cómo ayudarlos, sobre todo porque sus problemas eran de índole psicológica”. En la Ibero se vivía una revolución de conocimiento en el ámbito de la Psicología. El padre Juan Lafarga, discípulo y amigo de Carl Rogers, había fundado el Departamento de Desarrollo Humano con base en una visión existencial humanista, y a Escandón le atrajo aprender de esta terapia centrada en la empatía como recurso de cambio social. Estaba convencido que con ello nutriría su vida pastoral. “Hablé con el padre Lafarga y le pedí permiso de ir a tomar un cursito de seis meses de Desarrollo Humano. Así llegué en 1972 a la Ibero de Cerro de las Torres”.

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Comenzó tomando cursos del propedéutico de la maestría de Desarrollo Humano: Psicología General, Psicología del Desarrollo, Psicopatología… y muy pronto el semestre que tenía intenciones de cursar, se convirtió en un año. Lafarga lo impulsó: “Si ya cursaste el propedéutico, ¿por qué no te inscribes en la maestría?”. Escandón gustoso aceptó el compromiso de dos años más de estudios. “Aquellos estudios me permitieron constatar que el principio y el fundamento de los ejercicios ignacianos son una metodología psicológica para tomar decisiones con verdadera libertad interior. Para nosotros los jesuitas la conciencia individual es un santuario y ello empataba totalmente con aquella visión humanista que apelaba a ser hombres críticos y responsables”. Como su vida estaba volcada a la Ibero, el entonces Director General Académico, quiso aprovechar su presencia. Le pidió que impartiera algunas materias de Filosofía —Fundamentos Filosóficos y Ética Filosófica— en la licenciatura de Derecho, y ya luego, le solicitó que se quedara como maestro de medio tiempo en la escuela de Filosofía. “El medio tiempo en la Ibero se volvió tiempo completo. Me pidieron que dejara de ir a un seminario que impartía en Tula, Hidalgo, para disponer toda mi energía a la vida académica”. Y creyó que así sería. Pero, más que la academia, para él parecía estar destinada la vida administrativa. Ernesto Domínguez subió a ser Director General Académico y le pidió que fuera su asistente en el área de licenciaturas. Un año después del sismo de 1979, cuando Domínguez se convirtió en rector, Escandón ascendió a ser Director General Académico: “Fue un brinco tremendo para mí”. Luego fue Director de Intercambio Académico, es decir la persona que supervisaba el desempeño de las nuevas universidades de la Compañía: las Iberoamericanas en Puebla, León, Tijuana y Torreón, de reciente creación, reportándole directamente al rector.

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De ese puesto brincó a la rectoría de la UIA tres meses después de la inauguración en Santa Fe. A las dificultades del inicio en un nuevo plantel, aún inacabado, se sumó la obligación de dirigir también las universidades de provincia. “El padre Domínguez, junto con el padre Meneses (rector de la UIA de 1968 a 1977), fueron los dos rectores que más influyeron en mí. El doctor Domínguez me enseñó a ser sanamente universitario, me enseñó cómo administrar una institución educativa. Y, desde el punto de vista académico, no puedo olvidar al padre Meneses, un hombre íntegro y estudioso, la figura universitaria por antonomasia. Me acuerdo que estando yo de rector invité a al Lic. Manuel Bartlett, entonces Secretario de Educación, para compartir un desayuno con directivos de la institución. Cuando el padre Meneses llegó, el Lic. Bartlett se levantó de su silla y dijo: ‘Señores, les presento a la persona que más sabe de educación en este país’. Era dedicado, serio, académico. Un ejemplo”. Carlos Escandón se considera un hombre crítico: “A los jesuitas nos enseñan a ser sanamente críticos, a no aceptar algo porque esté escrito en papel o porque lo haya uno visto en televisión. Hay que reflexionar con base en la conciencia personal y así he tratado de normar mi vida. No obstante, tampoco me gusta ser un criticón, ir por la vida nada más viendo el pedacito negro”. En ese afán de libertad responsable, cuestiona, por ejemplo, el celibato de los sacerdotes. “Aunque respeto a quien con libertad se comprometa a un voto de castidad para alcanzar la trascendencia, creo que el celibato no es necesario para ser un buen sacerdote. En 1970, tras el Concilio, era yo bastante más cerrado y no me parecía que los miembros de la jerarquía eclesiástica pudieran casarse. Hoy no pienso igual. San Pablo claramente le pedía a Timoteo que escogiera a los obispos entre los hombres casados que hayan educado bien a sus hijos, entre

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quienes hayan sido fieles a una sola mujer y a sí mismos, entre quienes manejaran sus vidas con un sentido de comunidad. Yo estoy de acuerdo con esa visión, con ese argumento que parte de nuestras fuentes originales”. Espera que algún día cambien las cosas y que el nuevo papado pueda impulsar a la iglesia a un camino de mayor apertura. “La renuncia de Su Santidad Benedicto XVI me parece una decisión extraordinaria en humildad e inteligencia, valentía y amor a la institución. Es un hombre que mostró que no tenía ninguna ambición de poder, que supo retirarse a tiempo. Es un ejemplo”. Asegura que fue un gran avance que Benedicto XVI haya nombrado a un vicario especial para los convertidos de la iglesia anglicana a la católica, aún a sacerdotes casados con esposas e hijos, permitiéndoles mantener sus parroquias. “El hecho de que los sacerdotes anglicanos puedan seguir casados es un primer paso. Supongo que esta apertura se irá ensanchando en décadas por venir. Eso es lo que yo espero…”. Afirma que la exclusión de la mujeres en el sacerdocio responde únicamente a una tradición. “El sacerdocio debería de ser parejo en los dos géneros, con una normatividad que permita hacer las cosas bien. Entiendo que es muy difícil cambiar una tradición de dos mil años, pero considero que la mujer tiene un gran papel a desempeñar dentro de la comunidad cristiana y la hemos vetado de ese rol”. Uno de los autores que ha seguido de cerca en el afán de dar respuesta a temas como la disciplina, el amor y la sexualidad es Scott Peck, psiquiatra norteamericano, autor entre otros libros de The Road Less Traveled, un best seller que en la década de 1980 vendió más de diez millones de copias en los Estados Unidos y cuya tesis se basa en el que el hombre debe de ser responsable de sus propias acciones para alcanzar salud psicológica, emocional y espiritual.

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Ahora, con los achaques de los años, dice ser sólo un “profesor retirado” que dicta conferencias filosóficas y atiende a quien le pide consejo. “No tengo ya ningún poder y mi anhelo es poder vivir más profundamente la vida contemplativa, integrar mi conciencia a la conciencia de Dios. Espero que aún tenga tiempo de mirarme cara a cara con él. Como decía San Ignacio: ser un contemplativo en la acción”. Aunque a lo largo de la vida le ha costado mucho trabajo el voto de obediencia porque ha sido la consagración de su libertad —“lo más sagrado que poseemos”—, el sacerdocio, asegura, ha sido su picaporte para llegar al corazón de mucha gente: “desde los tugurios más pobres, hasta los palacios más ricos”. En todos los casos, señala, el ser humano es el mismo: “invadido por las mismas preguntas, las mismas inquietudes y los mismos problemas”. Concluye que la vida ha sido muy benévola con él, le ha permitido estar en el lugar y el momento indicados. En el Patria, que mucho lamentó que en 1970 cerrara sus puertas; en la Ibero, que fue su motor de vida durante más de cuatro décadas; y ahora, en la vida académica y contemplativa. Le gustaría ser recordado “como un buen amigo” de aquellos a quienes ha tenido el privilegio de tocar con su amistad. Su obsesión a lo largo de la vida ha sido “la falta de comunidad humana, porque ello oscurece el rostro de Dios”. Muy a menudo se pregunta por qué si Dios es todo amor y bondad, existe el mal. “Supongo que tanto Dios como el mal son un misterio, dos caras de las misma moneda. Un misterio de iniquidad, como le llama San Pablo, que jamás podremos resolver…”.

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CARLOS VIGIL: Vocación institucional Por Silvia Cherem S. Carlos Vigil, quien fuera rector de la Universidad Iberoamericana en 1992 —tras el rectorado del padre Carlos Escandón, escasos años después de ser inauguradas las instalaciones en Santa Fe—, ha dedicado casi toda su vida adulta a obedecer desempeñando cargos educativos y administrativos. Hombre institucional, cumple con lo que se le encomienda y sin mayor cuestionamiento se somete con facilidad al voto de obediencia. “No tengo creatividad para transformar, sólo sirvo con amor las tareas que me pide la Compañía de Jesús”, señala Vigil. A la Iberoamericana llegó en 1990 para ser docente, dos años antes de ser nombrado rector. Venía de ser Padre Provincial, superior de todos los jesuitas en el país. Tras el terremoto de 1985, tiempos de crisis y devastación que recordaban el sismo que tumbó la Ibero seis años antes, los miembros del FICSAC, preocupados y aún en campaña de recaudación para la construcción en Santa Fe, le preguntaron cuál era su punto de vista como Provincial con respecto a la continuidad de la universidad. Querían oír de viva voz si la Compañía de Jesús seguiría comprometida con la Iberoamericana en ese desolador contexto. “Se los dije muy claro: vamos a seguir adelante —recuerda—. Quise confirmarles nuestra lealtad para que FICSAC persistiera con su labor. Indiqué además otra cosa: la Compañía continuaría con el proyecto educativo, sólo si además asumíamos un compromiso con la realidad, viviendo con justicia el amor a los demás, especialmente entregándonos a dar servicios a la gente

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de Santa Fe: una comunidad que vivía en basureros. En aquel momento en Santa Fe sólo destacaba la construcción de la Iberoamericana. Nada más”. Ese credo, ese espaldarazo y esas declaraciones de educar con base en la justicia social, lubricaron el camino. Sirvieron además, para invitar al padre Carlos Vigil a que se desempeñara como profesor del Departamento de Formación Humana, dictando los dos cursos obligatorios para todos los alumnos sobre la realidad del país y la comprensión del ser humano y, dos años después, para incluirlo en la terna para ser rector de la institución. “Yo con toda sinceridad les dije que no tenía un proyecto claro a futuro, pero que, en caso de ser rector, mi objetivo sería conocer a fondo las realidades de nuestra institución y, con base en los diálogos que realizara, presentaría un proyecto educativo comunitario”. El Senado de la UIA escuchó a los tres candidatos y optó por Vigil. “Por mi temperamento, mi objetivo fue seguir fomentando una comunidad universitaria. Lograr un acercamiento no sólo con los organismos colegiados, sino especialmente con las personas. Trabajar en los tres niveles: administrativo, académico y organizacional. Cuantas veces pude, prescindí de una corte para ir a los eventos; eso estorba. Me iba yo solo, para ir saludando y conociendo a la comunidad”. Asegura que ese talante independiente le permitió participar en convivencias y nombramientos, estar cerca de alumnos y ex alumnos, compartir. “Salía de mi oficina a encontrarme con la gente. Saludaba alumnos en las escaleras, iba a las canchas a ver los partidos. Lástima que ya no podía jugar futbol, pero me hubiera gustado. Mi personalidad, aunque muchos no lo perciban, es afectiva y cercana, trato de dar mensajes de recibimiento y de paz, de comprensión. Facilito el diálogo”.

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Una de sus prioridades fue respetar los organismos colegiados, conocer el pensamiento de las personas que los conformaban a fin de poder dar opiniones más certeras con respecto al currículum académico y al personal que debía estar al frente de los distintos departamentos. “Eso me permitía decir la última palabra y expresarla con gusto, a sabiendas de que había escuchado a todos”. Durante su gestión se construyeron nuevos edificios para profesores y espacios para la investigación. Asimismo, impulsó el desarrollo artístico de los alumnos y veló para que el servicio social fuese realmente para beneficiar a los más desposeídos. Su intención era que los alumnos de la Iberoamericana salieran a las comunidades, conocieran otras realidades y vivieran la experiencia de dar. A Carlos Vigil le tocó el festejo de los 50 años de la institución y tuvo la visión de buscar al doctor José Sarukhán, rector de la Universidad Nacional Autónoma de México, para limar los roces institucionales del pasado a fin de buscar un futuro común. Cuando el Centro Cultural Universitario, antecedente de la Universidad Iberoamericana, nació en 1943, la UNAM dio muestras inequívocas de cooperación y cordial amistad; sin embargo, a los pocos años se ahondaron las diferencias entre ambas universidades, un estire y afloja, hasta que en 1974 la SEP otorgó pleno reconocimiento a la Ibero. Vigil quiso dar vuelta a la página, retomar el cariño inicial: “Le pedí una entrevista a Sarukhán. Me recibió en la torre de Rectoría y muy amablemente aceptó participar en nuestras celebraciones de medio siglo de vida. Sin la UNAM, sustancial en nuestro inicio, no hubiéramos tenido el aval académico con el que contamos”. Ambos rectores fincaron una relación de cercanía y amistad. De hecho, bajo el liderazgo

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de Sarukhán, presidente entonces de la Asociación Nacional de Universidades e Instituciones de Educación Superior (ANUIES), Carlos Vigil se incorporó a este organismo que agrupa a las escuelas de educación superior públicas y privadas, y promueve un diálogo activo con el gobierno a fin de formular programas, planes y políticas nacionales para el sector. “Estando ahí, vi que podía ayudar a otras instituciones particulares, como La Salle y Unitec, a pertenecer a ANUIES, que no era fácil entonces. Además, también con el apoyo de Sarukhán, me involucré en la UDUAL (Unión de Universidades de América Latina). Sin hacer juicios sobre el pasado, logré generar un vínculo muy estrecho con la UNAM y con otras universidades, una solidaridad que benefició a nuestra comunidad”.

Venga el toro Quinto de ocho hijos, Carlos Vigil nació en 1934 en la colonia San Rafael en la Ciudad de México, de padre español y mamá poblana. Su padre emigró siendo adolescente, fue socio de la Chocolatería Larín, pero, por problemas financieros, acabó separándose de su socio de apellido Serrano. Tras su muerte temprana a causa de un mal cardiaco, dejó en la orfandad y sin recursos a su esposa y a sus ocho hijos. Carlos Vigil tenía nueve años y, desde entonces, aprendió que los problemas son para enfrentarse: “con aseo y de frente, como en los toros”. Doña Luz Vigil, una mujer de fe que en su juventud participó en la Liga Nacional para la Defensa de la Fe, contra la Ley Calles, se mudó a su natal Puebla para fundar un internado para los jóvenes que estudiaban secundaria y preparatoria en el Instituto Oriente, de padres jesuitas. “Vivíamos en la casa con más de cuarenta muchachos”, recuerda Carlos Vigil. —¿Era su madre educadora? — le pregunto.

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—No, simplemente era buscadora de cómo sacarnos adelante a nosotros, sus hijos. Bajo la influencia de sus “maestrillos”, sacerdotes en ciernes que interrumpen sus estudios para dedicarse a la docencia, Carlos Vigil decidió su vocación. “A los 17 años le dije a mi madre que sería sacerdote, como mis maestros del Instituto Oriente. No le gustó del todo, pero tampoco se opuso. Soy el único sacerdote en la familia”, señala. En la Ciudad de México cursó sus estudios, con un corte para ser maestrillo en el Instituto Lux de León. “Confieso que viví momentos de severa duda, cuestionamientos de si Dios me quería o no como sacerdote. El voto que más trabajo me ha costado es el de la castidad, porque la afectividad es importante, pero afortunadamente he sabido dialogar con Dios, reconocer con claridad cuál es mi campo de respeto”. Al terminar su carrera en Letras, estudió un posgrado en Letras Españolas en la Universidad Central de Madrid. “Al volver a México en 1970 iba a ser profesor, pero me pidieron servicios muy diferentes a la docencia”, recuerda. Lo nombraron director del Instituto Regional de Chihuahua con la encomienda de cerrar ese colegio. “No había dinero para seguir, no teníamos preparatoria y no tenía sentido continuar. Me convencí de qué era lo que tocaba hacer y me dije: que venga el toro. A mí me tocó cerrarlo y había que hacerlo”. —¿No le causó frustración, desconsuelo, cerrar una institución educativa? —Ya le dije que no, dadas las circunstancias era preferible destinar nuestro dinero y energía a una zona popular, a la comunidad Pancho Villa donde impulsamos un proyecto de cultura popular. Me tocó hacerlo todo: liquidar a los maestros, vender los terrenos y sacar los archivos de los alumnos. Estaba persuadido que eso tocaba, cerrar la puerta y, aunque otros estaban frustrados, había que llegar hasta el final para irnos a vivir a una zona popular. Eso tocaba.

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Además, quedaron confirmadísimas mis capacidades administrativas. Aprendí que siempre que se va a quebrar una persona, puede uno consolarla con un ramo de flores. Eso me ayudó muchísimo. Curiosamente, este colegio de Chihuahua cerró sus puertas en paralelo al Colegio Patria de la Ciudad de México, pero, para el padre Vigil, no hay correlación ni en los motivos ni en las circunstancias. “No busque usted más razones —me insiste— fue Dios quien lo decidió”. En 1978 fue nombrado rector del Instituto Tecnológico y de Estudios Superiores de Oriente (ITESO), en Guadalajara. “De ser director de una primaria, pasé a rector. ¿Se imagina? Pues ahí voy…”. Posteriormente, de 1983 a 1989, fue Padre Provincial : “lo más delicado que me ha tocado porque implica una relación muy cercana con las personas”. A finales de junio de 1994, cuando era rector de la Ibero, le tocó figurar públicamente ante la petición de los secuestradores de Alfredo Harp Helú que exigieron que en el noticiario “24 Horas” de Jacobo Zabludovky la familia declarara si aceptaba o no pagar el rescate, antes de que se cumpliera el plazo de ejecutarlo. Demandaron, además, la presencia de un sacerdote. “A Roberto Hernández, presidente entonces del FICSAC, le pidieron que buscara quién podía ir. Él me llamó para decirme que la entrevista se llevaría a cabo en el Canal 2 en una hora, e inmediatamente tomé mi coche y, desde Cuajimalpa, donde vivo, vi verdes los semáforos rojos. Tenía que llegar a tiempo para que se pudiera liberar al señor Harp. Pasado el tiempo, me invitó él a comer a su casa en Coyoacán, y coincidimos en irle a los Diablos Rojos. Me regaló un álbum de nuestro equipo que conservo”. Tras ser rector de la Iberoamericana por un cuatrienio, de 1992 a 1996, nuevamente la Compañía de Jesús le encomendó vender una escuela en Legaria, para fundar el Centro Laboral México, ahí mismo en Tacuba. “Para variar, supieron a quién pedírselo. Vendimos lo que teníamos

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para fundar un centro de formación humano-cristiano para trabajadores, para obreros que llevan más de setenta años asentados en ese barrio popular. Para mí fue excelente. Nuevamente salí adelante”. Siguió ser vicerrector en la Universidad Católica de Córdoba, Argentina; y director de Buena Prensa, la editorial de la Compañía de Jesús para difundir la fe, la promoción de la justicia y la solidaridad. “Expandí Buena Prensa a varias ciudades: Mérida, Tuxtla Gutiérrez, Zacatecas, Chihuahua y Puebla, casi todas ellas ciudades que yo conocía bien. Fue excelente”. Cuando enumera su trayectoria, a todo responde: “Excelente, excelente”. —A todo contesta usted: “excelente”. —¿Qué quiere que le diga?, que me frustré, que soy un acomplejado. ¡Claro que no! Aquí estoy, aquí he estado con mucho gusto. En mayo de 2009, finalmente llegó a la Iglesia de San Ignacio de Loyola donde aún hoy asiste al padre Fernando Suárez, en la rectoría: atendiendo misas y homilías, en estrecho vínculo con los feligreses. A sus 78 años, señala que más de una vez se ha dirigido a Dios, con una buena dosis de humor, para pedirle que lo deje donde está, cumpliendo una obra pastoral litúrgica en la Iglesia de San Ignacio de Loyola. “Continuamente le pido al Señor que siga las reglas del béisbol, donde no hay extra innings. Yo ya llevo nueve cambios y ya no quiero ni uno más. Estoy aquí muy a gusto cerca de la gente, atendiendo el templo, en el servicio digno, en las homilías, en los comentarios, estrechando vínculos humanos. Estoy muy cómodo y aquí me quisiera quedar, pero imagino que Dios puede decirme que los partidos llegan a ser muy largos, con más extra innings de los que yo quisiera imaginar”.

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Recientemente ha padecido enfermedades: un cáncer de piel, para el que se pone “cremitas”; y una enfermedad celíaca, intolerancia al gluten, que lo hizo perder 27 kilos de un solo golpe. “No le doy importancia a esto, vivo muy en paz”. Dice con la ironía que lo caracteriza que no quiere estar “mejor”, porque podría pasarle como a un tal Amador, cuyo epitafio en León, es: “Aquí yace don Amador, que estando bien quiso estar mejor: y murió”. Quisiera ser recordado como un americanista de corazón. Y ya en serio: “Como un jesuita cercano a la gente, y eso — señala— no es poca cosa”.

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RECTOR

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José Morales Orozco: Compromiso en libertad

Por Silvia Cherem S.

José Morales Orozco (Jalisco, 1947), hoy rector de la Universidad Iberoamericana, está comprometido con la justicia social y, especialmente, con su conciencia. Su devoción a la Compañía de Jesús, a la que ha entregado su vida desde los 17 años, no ha mermado —al contrario, acrecienta— su independencia y autonomía, su vocación de libertad. Aunque no va por la vida vociferando lo que piensa, más de una vez ha estado en franco desacuerdo con la Iglesia institucional, con la jerarquía: “No en abierta rebelión, pero sí en desacuerdo”. Difiere en posturas de tipo moral y no teme expresar su visión en temas álgidos, asuntos que generan controversia, como el control de la natalidad: “la Iglesia sólo acepta el ritmo y está equivocada”; el celibato sacerdotal: “debería de ser alternativo, es una norma para disciplinar, no es inherente al sacerdocio”; el rol de la mujer en la jerarquía eclesiástica: “No tengo ninguna razón teológica en contra de que las mujeres pudieran ordenarse sacerdotes, es un tema que debería de discutirse”; o la homosexualidad: “No condeno a un homosexual, más bien lo respeto. No es algo que la persona decide, sino que descubre que lo es y se sufre terriblemente. Nadie debería juzgar”. A sus ojos, él no es un liberal: “La Compañía misma es liberal”. En las últimas dos décadas le ha tocado jugar un rol protagónico ante el huracán público. En 1994, enfrentando a Televisa con una demanda de difamación cuando este medio y las autoridades, funcionarios y asesores de Carlos Salinas de Gortari, pretendían acusar a la Compañía de Jesús de

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estar detrás de la violencia zapatista. Y recientemente, de nuevo de cara a los medios, defendiendo la libertad de expresión de los estudiantes que cuestionaron al candidato Enrique Peña Nieto en las instalaciones de la Ibero, durante aquel emblemático acto de campaña que dio cauce al Movimiento 132. De niño insistía que sería futbolista —sus tíos abuelos fundaron el Club de las Chivas de Guadalajara, el equipo al que aún hoy sigue con devoción— y tenía madera para serlo: era buen delantero, sabía sumarse al grupo y caía bien por su sangre bromista y ligera. Sin embargo, aplicado como era, fue sintiendo una fuerte atracción hacia sus profesores jesuitas —“maestrillos”, como les llaman—, y quiso ser como estos hombres cultos entregados con idealismo al deseo de servir a los más desposeídos para alcanzar mayor justicia social. Muy joven, a los 17 años, resistiendo la oposición de su padre, encaminó sus pasos a la Compañía de Jesús. Con el Concilio Vaticano II en ciernes, le tocó vivir vientos de cambio al interior de la Iglesia, vientos que determinarían su futuro como ser humano y como miembro de la Compañía. A los 21 años, sin embargo, todas sus certezas se desmoronaron. Una crisis fue la oportunidad de crecer. Fue protagonista de una pesadilla que alcanzó revuelo mundial, una tragedia que perturbó sus creencias, lo hizo dudar de Dios martirizando sus sueños, y lo obligó a madurar de un día para otro. Pepe —como le decían— y otros tres jóvenes montañistas guiaban a un grupo de compañeros del Instituto de Ciencias de Guadalajara, el colegio jesuita donde estudió, a fin de ascender al Iztaccíhuatl, un volcán que él conocía bien, lo había escalado una decena de veces. Una tormenta inesperada, una esquina ciega en el camino condenó a morir a once adolescentes plenos de juventud, un horror del que Pepe no podría liberarse en décadas. Increpó a Dios. Se rebeló contra él. Y finalmente, con el paso del tiempo, se reconcilió con él para entregar su vida a la Compañía de Jesús.

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En 1975, tras doce años de estudios, se ordenó. Ha sido tal su compromiso, inteligencia culta y entrega cabal, que ha sido Provincial de México —superior de todos los jesuitas del país—, consejero del Padre General en Roma y, desde 2004 a la fecha, ya casi una década, rector de la Universidad Iberoamericana. “Jamás imaginé lo que me tocaría vivir... En todos los frentes mi preocupación ha sido alcanzar la excelencia, pero, sobre todo, encausar la fe al ámbito de la justicia, ser sensibles y solidarios con los más necesitados, crear el sentido de responsabilidad y solidaridad social”. Su sueño, frecuentado desde siempre, es que lo asignen misionero en la Sierra Tarahumara, espacio de los jesuitas desde el siglo XVII, para trabajar y convivir con los indígenas: acompañarlos en la defensa de sus derechos, de su lengua y de sus tierras, y ayudarlos a la promoción de su cultura. Salvador Gascón Orozco, un primo jesuita que alimentó su deseo de ser sacerdote, fue misionero ahí y, desde joven, Pepe Morales quiso seguir su camino. “Mi sueño es irracional, lo sé. La misión de la Tarahumara siempre ha sido una de las más difíciles que tiene la Compañía, por su orografía: barrancas y cerros; porque sus pobladores desafían y retan, no viven en pueblos, sino dispersos. Pero eso es lo que a mí me atrae: ir a donde otros no pueden o no quieren ir. No sé si lo lograré porque tengo 65 años, pero me consuela saber que mi abuelo materno murió de 98 años y mi madre de 99. Supongo que aún tengo pila para rato… aunque entiendo que no es lo mismo monte de piedad, que ponte de mi edad”.

El toquido de la devoción Las primeras historias que Morales Orozco escuchó en su infancia, semillas de su ulterior vocación, fueron las que contaba su abuelo materno, aguerridamente cristero. Cuando él nació, en 1947, habían pasado casi dos décadas desde la Cristiada, pero el trauma punzaba, las espadas del

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sufrimiento aún blandían. “Me encantaba escuchar a mi abuelo, hablaba de devoción, de héroes entregados a sus ideales”, relata. En Atotonilco el Alto, en los Altos de Jalisco, en la década de 1920 se habían refugiado los líderes de las milicias cristeras, enemigos acérrimos del gobierno de Plutarco Elías Calles. Huían de la persecución y la guerra, buscaban en el altiplano de los Altos, aislado del resto del país, un reducto, un respiro estratégico a fin de continuar la batalla. El abuelo, José Orozco, entrón y valiente, atado a sus convicciones, no dudó en darle cobijo clandestino al general Enrique Gorostieta y Velarde, líder de la rebelión, y al coronel Heriberto Navarrete, quien años más tarde ingresaría a la Compañía de Jesús. Los alimentó, resguardó y protegió en la hacienda familiar, pero su respaldo no bastó porque Gorostieta fue asesinado ahí mismo, en Atotonilco el Alto, en 1929. Los Orozco eran una familia numerosa y devota. De 19 hermanos, 15 vivieron. Sólo diez se casaron, porque tres de las mujeres se quedaron solteras a cuidar de la familia y dos más se hicieron monjas. Como todos los pobladores de aquella zona —güeritos de ojos azules porque ahí no hubo mestizaje—, se mantenían unidos en un islote de fe y trabajo, aferrados a las costumbres y a la vida familiar. En aquel pueblo chico, apartado, incomunicado y pobre, los Morales —de origen castellano— se casaban con los Orozco —vascos—, esto es, los parientes con los compadres. Su padre, al igual que él, lo mismo que su abuelo y su bisabuelo, se apellidaban Morales Orozco. Primos con primos. “Quizá por eso unos salimos más locos que otros —señala entre risas—. Eso sí, todos longevos, llegando casi a los cien años”. Don Efrén Morales, padre de José, era el comerciante del pueblo. Poseía una tienda donde vendía desde cigarros hasta gasolina y petróleo que compraba en Guadalajara, llevaba en tren a Atotonilco y transportaba a lomo de mula con ayuda de una decena de arrieros hasta los Altos. No

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había carretera, ésta apenas comenzó a construirse en 1947. Sexto de ocho hermanos (fueron 13, cinco murieron), José creció en una familia prolífica y endogámica que llegó a sumar 92 primos. Cuando el hoy rector tenía tres años, la familia se mudó a Guadalajara, donde vivía la abuela paterna, a fin de que los hijos mayores pudieran estudiar la secundaria y la preparatoria en el Instituto de Ciencias, un colegio jesuita con tradición de ser la mejor escuela privada en Guadalajara. La cercanía con la Compañía de Jesús era natural, no sólo por el colegio, también por la influencia de tres o cuatro familiares jesuitas. “Yo siempre me eduqué o me mal eduqué con jesuitas” —manifiesta con el gozo de quien sabe reírse de sí mismo. Concluyó la secundaria con el mejor promedio de su generación y eligió el bachillerato de Ingeniería, pero al terminar el primer año desistió. Lo suyo era el noviciado de la Compañía de Jesús. Su madre, mujer de rancho que no terminó la primaria, dueña de una fe profunda aunque poco ilustrada desde el punto de vista teológico, lo apoyaba incondicionalmente. Quería un hijo sacerdote. Sin embargo, nunca pensó que sería Pepe porque era el más travieso, inquieto y bromista de entre los hijos. “Ella se puso contenta cuando le dije que quería ser sacerdote. Me inspiraba por su religiosidad, su coherencia y generosidad. No necesitaba razones para ser devota, con la fe del carbonero simplemente vivía a través de los ojos de Dios. Me marcó. Sin chantajes me decía: ‘Vete a donde Dios te llame, a donde la Compañía de Jesús te necesite’”. No fue esa la postura de su padre —“un hombre kantiano, trabajador, justo, exigente y honesto”— que sentía que a los 17 años era demasiado temprano para tomar una decisión de vida. “Quizá tenía razón, pero a mí nadie me echó ganchos ni anzuelos. Simplemente me decidí al ver con admiración a mis maestrillos, jesuitas jóvenes que interrumpían sus estudios teológicos un par de años para dedicarse a la enseñanza. Me gustaba su estilo libre, la sólida formación que transmitían. Quise ser como ellos y me tocó madurar como persona y como jesuita dentro de la Compañía misma”, afirma.

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Rebeldía y conversión La formación de un jesuita en aquella década de 1960 era de cuando menos catorce o quince años incluyendo estudios, vida comunitaria y apostólica, a fin de proveer una educación humanística cabal y probar si la vocación del sacerdote en ciernes era certera. José Morales Orozco hizo el noviciado y el juniorado en Puente Grande, una zona rural cerca de Guadalajara, donde cursó dos años enfocados a la formación espiritual, y dos más con estudios en Letras, incluyendo el aprendizaje de griego, latín, inglés, francés y alemán. Ya luego aprendería también italiano. Durante el noviciado, además de aprender la espiritualidad y la historia de la Compañía de Jesús, se suele probar a los alumnos con experiencias como las que vivió Ignacio de Loyola quien, a pesar de proceder de una familia noble, renunció a todos sus bienes para mendigar. A Morales Orozco lo mandaron a Guachinango, Jalisco, zona serrana entre Guadalajara y Puerto Vallarta, para vivir dos meses de absoluta limosna. Sólo el párroco sabía por qué estaba ahí, pero la gente del poblado no. “Al principio fue muy difícil llegar a una casa a pedir comida. Muchos me decían: ‘Eres un flojo, ponte a trabajar’, y yo no podía responder quién era o por qué pasaba por esa humillación”. En Jalostitlán el Alto, en los Altos de Jalisco le tocó atender ancianos —bañarlos, rasurarlos y alimentarlos—, además de mendigar alimento. Verlos morir y esperar a que lleguen otros a continuar el mismo final: una experiencia para acercarlo al dolor, a la vejez y a la muerte. “A un viejito que tenía cejas de visera se las rasuré y el párroco me metió una regañada terrible porque el hombre se quejó de que ya no podía ver a contraluz. Fue una travesura que pagué muy caro. Me castigaron con un mes adicional de oficios humildes”.

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Al término de los dos años de noviciado, hizo votos perpetuos de obediencia, castidad y pobreza, para pasar al otro lado del edificio a un ambiente más de estudios, todo el día dedicado a las Humanidades. Una formación larga, sólida y profunda porque, a diferencia de los sacerdotes diocesanos que sólo estudiaban siete años, los jesuitas se sometían a una rigurosa educación del doble de tiempo con énfasis en las Humanidades y en la Filosofía Clásica. “Estudiábamos latín y griego para leer a los clásicos en lengua original. Leíamos en forma incansable, también literatura iberoamericana, mexicana y francesa”. La educación era autoritaria y monacal. Lo que dictaba el Superior era la voluntad de Dios, contra lo que San Ignacio hubiera querido: una formación académica y espiritual integral, con estudios de cara al mundo para que cada individuo fuera capaz de tomar decisiones razonadas y personales con base en su propia conciencia. “Nos tenían apartados e incomunicados. Exigían obediencia ciega y ello comenzó a pesarme”, reconoce. Fueron cuatro años de encierro en silencio sin poder hablar con nadie, ni siquiera con sus compañeros a quienes ahora tenía que hablarles de usted, en una relación fría y distante, marginado totalmente de su familia, de los amigos y conocidos, ajeno al mundo que dejó atrás. “Era un rompimiento traumático, sumamente represivo el que nos imponían —admite—, pero uno finalmente se acostumbra. A mí me dolía mucho perder la parte afectiva en ese orden cuadriculado que pretendía que nos volcáramos totalmente al estudio con una obediencia ciega al Superior. Comencé a cuestionarme, a tener conflictos con la autoridad por faltas disciplinarias, específicamente me rebelaba contra el silencio”. Los novicios solamente podían pronunciar palabra en los recreos, después de las comidas y las cenas. El resto del tiempo era de estudio, clases y absoluto mutismo. “No dudé de mi vocación como jesuita, pero me dolía darme cuenta que yo no era el que había sido: un joven bromista, divertido y espontáneo. Vivía incómodo conmigo mismo, nos hacían entrar en un molde. Cuando

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mis papás y mis hermanos me visitaban, dos veces al año, me lo decían con claridad: ‘Estás raro’. Ya ni con ellos podía ser afectuoso”. Así no podía seguir: “no era humano”. El enfrentamiento principal fue con su maestro de novicios, el padre Domingo Orozco, primo de su padre, un hombre incólume que lo juzgaba y reprendía. “Si intentaba bromear con algún compañero, hacerle un chiste o ponerle un apodo, me castigaba. Vacilar, me decía, no es propio de los religiosos. Comencé a cuestionarme qué tan grave podría ser faltar al silencio”. Tanta represión necesariamente generaba desviaciones psicológicas. Llegó el día en que algún compañero le pidió un consejo y decidió escucharlo. “Hubiera sido faltar a la caridad no atender a su llamado, para mí era prioritario”, sostiene. Su actitud, y las de varios de sus compañeros, generó tensiones con el Superior: “Nada serio, pero definitivamente sí fue importante”.

Dogmas, ética y verdad Para su suerte soplaban vientos de cambio en la Iglesia. Le tocó vivir una conversión personal de cuestionamiento y apertura, paralela a la que sufrió la Compañía de Jesús. “Mi generación fue conejillo de indias. Pasamos de una educación vertical, totalmente tradicional, como era la formación que se imponía en todo el mundo, a una postura más crítica y reflexiva”. El Concilio Vaticano II iniciado en 1961 por Juan XXIII, y finiquitado tras su muerte repentina por Pablo VI en 1965, comenzó a adentrarse como polvo fino en las estructuras, imponiendo limpieza y revisiones en las distintas órdenes, una vuelta de tuerca que generaba polémicas con respecto al rumbo de la Iglesia y a la necesidad de retornar a las fuentes originales. Un alto en el camino, aire fresco.

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La Compañía de Jesús, como sucedió con todas las órdenes, se cimbró desde que finalizó el Concilio. En ese mismo 1965 convocó a una Congregación General en Roma, con representantes de cada provincia, a fin de reflexionar sobre los documentos pastorales y teológicos emanados del Vaticano y enfocar la fe al servicio de la justicia. Fueron tiempos de cuestionamientos y apertura, de reflexión y relectura de las fuentes originales, de transformaciones en la vida comunitaria y apostólica de los jesuitas. Entre otras cosas pusieron punto final al aislamiento de los sacerdotes en ciernes. Como lo estipuló San Ignacio, un soldado que cambió las armas por la fe y la educación, sólido lector que llegó a la Sorbona a sus 32 años en 1528, los novicios comenzaron a estudiar de cara al mundo. El silencio no era un dictamen de la orden, al contrario. Escribió San Ignacio: Nuestra comunidad no es el monasterio, sino el mundo. Había sido por la presión de algunos papas a lo largo de la historia que fueron adquiriendo costumbres ajenas, un recogimiento monacal y eremita que no resultaba propio a la vida religiosa activa que procuraban. Eran tiempos de efervescencia y tensiones. Unos, promovían cambios; otros, con igual pasión, se resistían a ellos. En 1968 se tuvo la Conferencia Episcopal en Medellín, Colombia, para tratar de aplicar las conclusiones vaticanas a la luz de las necesidades de justicia social en América Latina. Fue el germen de la Teología de la Liberación que asumió un franco compromiso con los pobres adaptando las orientaciones a los signos de los tiempos: retornar al carisma original, modificar la vida de la Iglesia y de los religiosos para apuntar los objetivos a los más necesitados, a los marginados y desposeídos. Puntualiza Morales Orozco: “Era una absoluta contradicción que el continente más católico del mundo, es decir América Latina, viviera una situación tan anticristiana e injusta. Había que luchar por una fe que se expresara en la lucha por la justicia. Y en eso seguimos…”.

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El rompimiento al interior de la Compañía fue paulatino. “Pronto nos dimos cuenta que vivíamos cambios estructurales, desde la formación misma. Yo comencé a poner en duda lo que había aceptado ciegamente”, señala. Con ayuda de maestros como el padre Gabriel Escamilla S.J. que impartía Cultura Griega, Morales Orozco pudo recuperar y valorar la dimensión afectiva, dejar atrás la represión para trabajar más con la gente, conocer de cerca los problemas reales y, lo más importante, reconocer su propia voz. Entendió que el silencio y la obediencia ciega suscitan complicidad. Confrontar la masificación del pensamiento se convirtió en una máxima en su vida. “Cobré conciencia de que el Superior no siempre tiene la razón ni es dueño de la verdad. Entendí que uno tiene la obligación de ayudar al Superior a tomar buenas decisiones y, para ello, es preciso compartir lo que uno ve, lo que uno siente y lo que uno piensa. De hecho, cuando a mí me tocó ser Superior de la Compañía de Jesús en México, apliqué cambios en la manera de comprender la sumisión y el acato, no sólo en la línea de autoridad, sino en los contenidos de la formación, en la filosofía y las orientaciones teológicas”. Con incertidumbre y equivocaciones, la Compañía de Jesús fue viviendo un proceso de conversión y cambios sustanciales: “Juntos entendimos que la conciencia individual es lo más sagrado y que la autoridad no necesariamente tiene que ser la última palabra. Resultaba entonces fundamental atrevernos a cuestionar, a ser críticos”. Esa visión de los jesuitas, con un talante de rebeldía, reconoce la existencia de distintas verdades —no una verdad, sino múltiples—, una búsqueda que brinda libertad. “Uno se puede condenar, irse al infierno, siguiendo los consejos de un cura—desafía Morales Orozco—. Los dogmas son muy pocos. No todo lo que la Iglesia dice o enseña es dogma; no todo lo que el Papa afirma es dogma. Muchas veces en la historia, la Iglesia se ha equivocado. Hemos caído en fundamentalismos por interpretar la Biblia al pie de la letra. A Galileo la Iglesia

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casi lo excomulga y él tenía razón. ¿Cuántas guerras ‘santas’ se cometen en nombre de Dios? Desde las Cruzadas hasta el día de hoy”. San Ignacio de Loyola creía que Dios le habla al alma, al corazón de los hombres y mujeres para inspirarlos a ejercer su pensamiento: “Para nosotros lo más sagrado es la conciencia de una persona. Nuestro estilo no es dirigir, ser patrones, manipular o chantajear espiritualmente. No somos terroristas espirituales como tantos otros. Nuestra misión es acompañar, ayudar a la gente a que tome sus propias decisiones. Formar la conciencia para que cada quien sea capaz de actuar con ética y moralidad. Ése es nuestro estilo, así fuimos formados, sobre todo a partir de las reflexiones que incitó el Concilio Vaticano II”. En 1967, al término de su juniorado, Morales Orozco viajó a la Ciudad de México para proseguir sus estudios. Su filosofado estaba en el sur de la ciudad, en la calle de Río Hondo #1, donde hoy se ubica el ITAM. Estudiaba sin tregua, sentía que era lo único que de él se esperaba.

Alpinismo: la muerte cercana La única distracción de Pepe Morales era el alpinismo. Desde la escuela pertenecía al Club Alpino, disfrutaba experiencias de montañismo alcanzando las distintas cumbres del país. Eran vivencias de gozo y triunfo. Sin embargo, el 5 de febrero de 1968 quedaría atado a sus pesadillas como engrudo viscoso. Cuatro jesuitas que, como él, habían escalado en incontables ocasiones el Popo y el Izta, fueron invitados a ser guías de 68 jóvenes entre 16 y 17 años, miembros todos del Club Alpino del Instituto de Ciencias de Guadalajara. Ascenderían el Iztaccíhuatl. Pepe Morales tenía 21 años. Esa tarde, sólo una treintena de los muchachos llegaron a la cumbre de la Mujer Dormida, 5222 metros de altura en el punto más cercano al cielo. Quince minutos después de haber iniciado el

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descenso, la naturaleza les jugó una traición inesperada. De manera imprevista comenzó una ventisca y se desencadenó una tormenta eléctrica. No se veía a dos metros de distancia, resultaba imposible bajar. Sumidos en una densa neblina, cubiertos de nieve, perdieron el rumbo y resultó imposible hallar el albergue cercano localizado a escasos metros, un refugio donde hubieran podido resguardarse mientras pasaba el mal tiempo y que hubiera servido para salvarles la vida a todos. “Yo conocía muy bien la ruta, había subido al Izta muchas veces —dice Morales Orozco—, pero cayó una nevada, se hizo de noche y las brújulas comenzaron a girar enloquecidas por la tormenta eléctrica. No encontramos el camino, ni pudimos orientarnos. Todo estaba blanco y frío. En aquel tiempo no existían los medios para predecir lo que vendría, para saber que las condiciones climatológicas iban a ser tan adversas. Al caer la oscuridad nos quedamos agotados en un paso angosto, al borde del acantilado”. De frente al abismo, toleraron vientos gélidos de más de 35 kilómetros por hora y una temperatura inferior a los 30 grados bajo cero. Morales Orozco cuenta que les gritaba a los muchachos con desesperación, implorándoles que no se durmieran para evitar hipotermia. Los despertaba cada media hora exigiéndoles que se movieran para entrar en calor, pero el cansancio, el miedo y el negro frío fueron condena. Noche de alucinaciones, de locura blanca. Once muchachos murieron, unos congelados, otros desbarrancados. A la mañana siguiente, con mejores condiciones climáticas, lograron comunicarse con la base en Tlamacas. Llegó la Cruz Roja, el Socorro Alpino y el Ministerio Público. Todavía pasaron dos noches más arriba rescatando los cadáveres. “Fue una experiencia muy dura, difícil, una tragedia que se supo en todo el mundo. Me preguntaba dónde estuvo Dios. Me peleé con él, me rebelé contra la vida. Lo increpaba: ¿por qué lo permitiste? Por qué yo logré sobrevivir y aquellos jóvenes, de familias cercanas, tuvieron que morir. Durante varios meses no podía ni pronunciar la

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oración. Fue un encuentro doloroso, determinante. Me enfrenté al misterio del mal, a la vida y a la muerte, preguntas todas sin respuesta”.

Redefiniciones De noche, Pepe no lograba conciliar el sueño y, cuando lo lograba, inevitablemente se despertaba con la inútil obsesión de dar marcha atrás al tiempo. Les exigía a gritos a los muchachos que no se quedaran dormidos. Eran tinieblas agónicas, sombras de impotencia, rebeldía y frustración. A los cuatro meses, contra la voluntad del padre Luis Ochoa S.J., su Superior, decidió volver al sitio de la tragedia. Volver a escalar. Vencer el miedo. “Iba aterrado, subí con un pánico inaudito, tenía que enfrentarme para sobrevivir. Era un imperativo, aunque lo hiciera desobedeciendo a mis superiores”, dice. Tomó tiempo sanar. Con ayuda de un psiquiatra, paulatinamente logró destilar su dolor, purificar su fe. Entender la muerte de los inocentes y retomar la mística alpina que forja el carácter, anima a formar equipos, vence retos y conquista cumbres. Deprimido, se sumía en el martirio de su pensamiento. Reprimía sus sentimientos, racionalizaba cualquier emoción en un bloqueo que lo incapacitaba a ser afectivo o dejarse querer. Estudiaba sin tregua y, en la soledad de la noche, cuestionaba a Dios. Llegó a dudar de su existencia. Se atormentaba con las preguntas fundamentales para las que no hallaba respuesta. El padre Ochoa lo cimbró: “Entraste a la Compañía para amar y expresar tu amor a los demás en el servicio, la entrega y la generosidad, no para ser sabio”. El padre Ricardo de la Puente S.J. le hablaba de la importancia de amar a hombres y mujeres, de perder el miedo de expresar sentimientos, de entender que la afectividad y la sexualidad son parte intrínseca del ser humano. “Me ayudó a comprender la importancia de hablar, de expresar

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lo que bullía en mi interior. Además, me decía que el voto de castidad dependía sólo de mí, que era yo quien debía decidir si lo quería o no, que nadie podía imponérmelo. Fue un proceso lento y tuve que trabajar mucho en mi persona. Ello me ayudó para acompañar a otros jesuitas cuando me nombraron Superior”, reflexiona. Sus maestros fueron cruciales para purificar su alma atormentada y determinar su vocación. Entre ellos los padres jesuitas: Alberto Navarro, a quien le apodaban El Viudo, Jesús Vergara y Jorge Manzano, con quien leía a autores como Schopenhauer o Nietzsche en un afán por hallar respuesta a las preguntas fundamentales de la vida. Morales Orozco trabajó dos años en la cárcel de Tizapán hablando con los presos, atendiendo a sus familiares. Fue recuperando el credo de San Ignacio: “Estar en el mundo sin ser mundanos”, “Vivir como apóstoles al servicio de la sociedad, al servicio de la Iglesia y, sobre todo, al servicio de los demás”. El tiempo le ayudó a sanar, también el montañismo. Cuando menos hasta 1976 siguió ascendiendo todos los picos altos de México. “El alpinismo fue origen de mi vocación como sacerdote porque la experiencia es profundamente estética: contemplar la belleza, encontrar a Dios. Implica además disciplina, una fuerza de voluntad a toda prueba, vencer el mal de montaña, el cansancio, los mareos. Forjar el carácter. Ser compañero, tender la mano. Ser solidario y humilde para vencer dificultades y llegar juntos a la meta. Es una experiencia que humaniza”. Entre los estudios de Filosofía y los de Teología, José Morales partió en 1970 a hacer su Magisterio en el Seminario de Montezuma en Nuevo México, Estados Unidos. Dio clases de Filosofía a seminaristas diocesanos, aún en un contexto de encierro y aislamiento. “Me gustó ser maestrillo. Enseñé Lógica, Antropología Filosófica y Ética, pero la experiencia fue muy fuerte porque mis crisis se agravaban con la distancia, con el enfrentamiento a una cultura diferente, a una lengua ajena. Abrí los ojos y entendí que si no daba lugar a la afectividad, no podría aguantar.

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Valoré la amistad, las relaciones humanas y perdí el miedo a expresar mis sentimientos. Dejé de preocuparme por no cumplir al pie de la letra, me entregué a la fe para entender el misterio de la vida y entendí que las crisis sirven para hallar luz”.

El legado de 1968 En esos tiempos de tensiones ideológicas y políticas, aún se escuchaban las demandas de los jóvenes de 1968, olían los muertos de la represión gubernamental y bullía la crisis ideológica en la Iglesia misma. El académico jesuita Pablo Latapí hizo un estudio de los colegios jesuitas en México y concluyó que les faltaba vocación social, que no cumplían con las orientaciones de justicia y equidad social de la Compañía y de la Iglesia, y que estaban formando gente que, en lugar de luchar contra la injusticia, la propiciaba. Habló de “intoxicación de valores” en el Colegio Patria, que calificó de elitista. Escribió que se fomentaba la injusta estructura económica, social y política, engordando a “una minoría acostumbrada a domesticar mayorías a fin de seguir instrucciones”. En 1970, Enrique Gutiérrez Martín del Campo S.J., Padre Provincial en turno, quien había sido rector del Instituto Patria, tomó la decisión —cuestionable y controvertida, piensa Morales— de cerrar ese colegio jesuita, el de mayor prestigio en la Ciudad de México, bajo el argumento de que los ex alumnos no eran capaces de transformar el país o la sociedad, y que era preferible optar por atender a jóvenes desfavorecidos, respondiendo al espíritu post conciliar. Ello provocó un cisma entre los jesuitas. “Yo me sorprendí muchísimo —señala Morales— . Aunque no conocía el fondo, mi intuición me dictaba que no era necesario clausurar el Patria, bastaría con reorientarlo. Quizá hubo algo más que ignoro… Lo cierto es que esa decisión compleja, difícil, generó profundas divisiones en la Compañía”.

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Las repercusiones no tardaron en hacerse presentes. Un grupo de padres de familia fue a Roma a hablar con el Padre General y comenzaron grandes cuestionamientos de cuál debería de ser la orientación de la Compañía de Jesús en términos educativos. “Éramos muchos que pugnábamos por apuntar la educación al ámbito de la justicia, a la lucha para alcanzar la justicia social”, señala. En 1972, Morales Orozco regresó a la Ciudad de México para iniciar sus estudios de Teología, etapa previa a la ordenación sacerdotal. Vivió en un departamento en la colonia Del Valle, una pequeña comunidad de seis a ocho jesuitas, ya no en la gran casa de formación, sino en un directo contacto humano que le permitió acercarse al “mundo real”. Entre sus compañeros había un grupo de mexicanos que estudiaron en París, les tocaron las revueltas juveniles de 1968 en la capital francesa y llegaron a México con ideas innovadoras. “Les llamábamos Los Profetas de París y nutrieron la renovación teológica a la que nos enfrentamos”. Esos tres años con un contacto profundo, cotidiano e intenso con sus compañeros, con estudios intensivos desde las posturas emanadas del Concilio, le permitieron definir un nuevo lenguaje para responder a su tiempo, para renovar la vida cristiana, entender la relación entre la Iglesia y el mundo, entre la fe y la sociedad. Fue un aggiornamiento con el que abrió ventanas. “Era común cuestionarnos con seriedad, cimbrarnos si realmente queríamos o no ser sacerdotes. Fueron años cruciales, tiempos de efervescencia en la vida de la Iglesia, en la vida de la Compañía de Jesús, en nuestras vidas mismas. Mi generación estuvo imbuida en el espíritu de 1968, en la lucha por las libertades básicas, la justicia y la defensa de los derechos humanos. Queríamos servir a los más necesitados”. Había conciencia, tensión y resistencias entre quienes querían un espiritualismo sin compromiso y quienes se volcaban a una acción sin espíritu. Muchos jesuitas mayores sentían que les quitaban el piso, había gran incertidumbre con respecto al futuro e implicó una lucha continua

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entre esos extremos para definirse en una experiencia sociológica y religiosa, para encontrarse como individuos y como grupo en un contexto en el que bullían ideologías y caminos alternos. En 1975, año de su ordenación, Morales Orozco finalmente asumió su convicción: “Decidí ser jesuita. Sentí que Dios me hizo un llamado, encontré la paz interna, la consolación espiritual y quise ser sacerdote. Lo complicado era cómo vivir la vocación en ese momento de cambios radicales y a menudo contradictorios”.

Férreo compromiso social La primer encomienda, ya como sacerdote, fue partir como rector al Instituto de Literatura en Puente Grande, Jalisco, donde había un reducido grupo de escolares. Vivía en un rancho de 800 habitantes provenientes de familias desmembradas, esposas e hijos abandonados por hombres que migraron a Estados Unidos para intentar superar las penurias extremas que los acechaban. Morales Orozco fue profesor, rector y, sobre todo, cura cercano a su gente: compadre, amigo y consejero de los pobladores de aquella zona. “Los campesinos me convirtieron. Padecer sus sufrimientos, vivir su cariño y generosidad fue una transformación definitiva. Asumí que a donde la obediencia me pusiera en el futuro, siempre haría algo por los pobres, por la justicia social”, dice. Por eso, ahora como rector de la Universidad Iberoamericana, invita a los estudiantes a pasar un verano conviviendo con indígenas, trabajando con enfermos de sida o ayudando en las cárceles como servicio social: “Porque una experiencia ilustrada que no sólo se queda en el ámbito emocional, deja mucho más que mil horas de clases”. Vive convencido de que la experiencia es el principio de la solidaridad: toca el corazón, impacta la reflexión y debe motivar a la acción. Junto con los campesinos de Puente Grande y con los pobladores de zonas aledañas, alrededor de 15 mil personas, Morales Orozco abrió un centro de salud y varias cooperativas de

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consumo y producción. Lejos de ser paternalista, contribuyó a que ellos mismos se ayudaran. Cuando cuatro años después, en 1979, tuvo que marcharse para continuar su formación en Quebec, la despedida fue un trauma doloroso, tan punzante que, entre sus pendientes, aún queda volver a Puente Grande a continuar lo que algún día comenzó. A contracorriente con el camino que él y su generación emprendían, la Iglesia dio pasos atrás. En 1978, tras la muerte de Paulo VI, Juan Pablo II fue nombrado papa y reviró a posturas previas al Concilio Vaticano II. Como polaco que padeció la persecución de la Iglesia por los comunistas, repudiaba cualquier destello de marxismo. “Juan Pablo II no logró entender a cabalidad la realidad de América Latina —apunta Morales Orozco—. Reconozco que hubo abusos ideológicos, pero él respondía a su pasado. Venía de una Iglesia perseguida e interpretó todo lo que oliera a comunismo como malo. La semilla de una Iglesia de los pobres, de una Iglesia más justa, debería imprimirse en el espíritu de nuestros tiempos”. En su primera incursión a América Latina, con la que inauguró su vocación como papa viajero y mediático que fue acrecentando durante el cuarto de siglo que ejerció su papado, Juan Pablo II mostró franca oposición a la Teología de la Liberación. Repudió la militancia activa que interpretaba lineamientos marxistas en el Evangelio y frenó de tajo lo que él llamó “excesos del Concilio”. México, como otros países de América Latina, era un despertar de pasiones, cuestionamientos e inquietudes. Específicamente en Cuernavaca se fundían el idealismo socialista de Sergio Méndez Arceo denostado “Obispo Rojo”, los experimentos psicoanalíticos del sacerdote belga Gregorio Lemercier, quien luego dejó el sacerdocio, y la rebeldía del vienés Iván Illich que ofrecía cursos a misioneros en su Centro Intercultural de Documentación, censurado años después por el Vaticano.

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Morales Orozco permaneció un año, de 1979 a 1980, en el Canadá francófilo a fin de cumplir con el final de su formación básica, un segundo noviciado llamado Tercera Probación por San Ignacio: una prueba más de reflexión, oración y vuelta a las fuentes originales donde se insistía más en la parte contemplativa que en la acción. Le tocó trabajar con enfermos de sida, cuando apenas se conocían los primeros casos de la epidemia y el pánico revoloteaba como si se tratara de moscas sobre alimentos en putrefacción. Aún no se sabían los alcances del contagio y las consecuencias del mal eran desconocidas. Morales trabajaba con gente de la calle, en refugios. Platicaba con los enfermos, los animaba y reconfortaba. La gente se moría, casi todos jóvenes, sin saber de qué. “Me impactaba su angustia, la incertidumbre de saber que morirían sin entender qué les estaba sucediendo. Necesitaban ser escuchados y a eso iba yo, dos veces por semana. El resto del tiempo lo pasábamos estudiando y rezando con compañeros de diversos países”. Su doctorado en Teología lo hizo en la Universidad de Comillas, España. En 1982, al término del mismo, fue nombrado rector del Instituto Libre de Filosofía y Ciencias, y Superior del Filosofado, en Guadalajara, cargo que ocupó durante siete años. “Mi trabajo fundamental era ser rector, profesor de Filosofía y Superior de los estudiantes jesuitas. Los fines de semana trabajaba con grupos de jóvenes de barrios pobres para tratar de interpretar la realidad a la luz de la palabra de Dios: ver, juzgar y actuar. Sobre todo actuar. Una metodología emanada de la Conferencia Episcopal de Medellín”.

Exposición pública En 1989 le confiaron que estaba en la terna que se enviaría a Roma para que el Superior General eligiera al Provincial de la Compañía, es decir a la máxima autoridad de los jesuitas en

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México. A pesar del pánico que vivió ante semejante responsabilidad, fue nombrado y asumió el cargo, una encomienda que lo pondría en el foco de la opinión pública por los conflictos que se suscitaron en Chiapas, con el levantamiento zapatista el 1º de enero de 1994. “El gobierno nos echaba la culpa del movimiento guerrillero a nosotros y a los dominicos. Quería hacernos responsables del levantamiento armado, pero lo enfrentamos con la verdad, dando la cara continuamente en los medios de comunicación. Una y otra vez señalé que estábamos en contra de la violencia, que nosotros mismos denunciamos que la zona se poblaba de armas mucho antes de que aquel 1º de enero”, sostiene. Según cuenta, en octubre de 1993, dos meses antes de aquel despertar fatídico, un jesuita, el padre Mardonio Morales, hizo declaraciones a la revista Proceso denunciando que había grupos armados en varios municipios de Chiapas. “Hubo hasta uno o dos militares muertos, pero el gobierno no hizo caso”, acusa. Quizá consideró que eran escaramuzas insulsas provocadas por algún grupo pequeño o minoritario. Y no lo eran. En la noche de año nuevo, con Chiapas poblada de turistas, Marcos le dio un madruguete a Salinas de Gortari, tomando bajo su control los municipios chiapanecos de Altamirano, Ocosingo y Las Margaritas con un ejército de encapuchados armados con palos y rifles. En plenas vacaciones decembrinas, a escasos días de que México firmara el Tratado de Libre Comercio con Estados Unidos y Canadá, los medios de comunicación del mundo proyectaban en sus pantallas los desplantes de un valiente encapuchado que mostraba el México bronco, el de la pobreza, el hartazgo y la marginación, recordando el idealismo del Ché Guevara. Durante los meses posteriores al levantamiento, los jesuitas padecieron un vía crucis. Nadie sabía quiénes estaban detrás de la capucha y, como había que hallar responsables, la televisión privada y algunos medios escritos como Summa, también de Televisa, asumieron un ataque

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incansable y continuo contra los jesuitas. Los responsabilizaban de la violencia, argumentando que los jesuitas compartían la misma ideología de Samuel Ruiz, obispo de la Diócesis de San Cristóbal. Ante cada ataque, había una respuesta inmediata de Morales Orozco, pero de poco servía, el linchamiento colectivo no cesaba. Hubo inclusive acusaciones de que el subcomandante Marcos era jesuita. “Continuamente discutía yo con José Córdoba Montoya, jefe de la Oficina de la Presidencia, increpándolo de por qué el gobierno filtraba nombres de jesuitas, argumentando falsamente que eran los encapuchados. Me respondió: ‘A nosotros nos pasa los datos el Ejército’. Yo lo increpaba: ‘Pues bonito servicio de inteligencia deben de tener, pues todo son mentiras’”. Semanas después, el presidente Salinas de Gortari recibió a Morales Orozco en Los Pinos. Se conocían. Un par de años antes habían tenido encuentros formales por la oposición que manifestaba Morales Orozco ante la legalización de las relaciones Iglesia-Estado, arguyendo que las decisiones y el debate se habían monopolizado de forma cupular tomando sólo en cuenta la voz del presidente y la de monseñor Girolamo Priggione, el nuncio apostólico. “Acudí temeroso y me sorprendí del trato del Presidente. Me dijo: ‘Mire, padre, estoy convencido que ustedes no tienen nada que ver con lo acontecido en Chiapas y quiero que lo sepa. Sabemos, por los servicios de inteligencia del gobierno, que ustedes no tuvieron nada que ver’. ‘Hágalo público’, le exigí. Habían sembrado tanto odio contra nosotros, que temía yo represalias. Salinas, sin embargo, no se desdijo públicamente”. Por el contrario, el aluvión mediático siguió. Morales Orozco cuenta que se enfrentó entonces a Jacobo Zabludovsky, e inclusive levantó una demanda por difamación contra Televisa. “El Güero Burillo Azcárraga, ex alumno del Patria, vino a verme. Me dijo: ‘Padre, hagamos las paces’. ‘Pues háganlas ustedes, los de Televisa, que no paran de inventar historias, de acusarnos con falsedades, de calumniarnos’. Respondió: ‘Voy a hablar con Jacobo’. No llegamos a nada. Yo les pedía que aceptaran públicamente que mintieron durante semanas, pero en Televisa nunca

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estuvieron dispuestos a reconocer lo que habían hecho, a decir que actuaron sin ética, sin cotejar sus fuentes, sólo con base en rumores y filtraciones de malaleche”. Morales Orozco mantuvo la demanda vigente, confrontándose en variados frentes: con Televisa, con el gobierno y hasta con el delegado apostólico Priggione. “Él manipulaba a los obispos y los anulaba, asumiendo una autoridad que no tenía. Si algo hizo bien, fue que logró unificarnos a la gran mayoría en su contra”. Como Provincial conoció la interioridad de los jesuitas. San Ignacio estableció “la cuenta de conciencia”, es decir que todo jesuita abra su conciencia, su corazón, a su Superior a fin de que se conozcan sus cualidades y defectos, sus crisis e inquietudes, y la Compañía pueda canalizarlo a la misión acorde con su momento de vida. “Vulgarmente decimos que te descalzonas frente a tu Superior. Para nosotros, a diferencia de otras órdenes religiosas, la claridad y la transparencia de conciencia son muy importantes. San Ignacio decía: El que no sirve para el mundo, tampoco sirve para la Compañía. A mí me tocó confrontar a algunos con problemas psicológicos y se los dije muy claro: la vida religiosa no es para huir del mundo; por más que quieras, no tienes vocación para sacerdote”. Morales Orozco se ocupó en conocer a todos los jesuitas en México, en aquel tiempo como 550 sacerdotes y hermanos con quienes logró intimar. Además, visitó todas las obras de la Compañía: colegios, universidades, parroquias, centros de investigación y centros de promoción. En 1995, tras un periodo de poco más de seis años, terminó su cargo de Provincial, y el padre Peter-Hans Kolvenbach S.J., Superior General de los Jesuitas, lo llamó a Roma como Consejero General, responsable de la formación de los jesuitas a nivel mundial. De 1996 a 2003 viajó sin tregua visitando las casas de formación en los cinco continentes. “Conocí el mundo a través de los jesuitas. Variados colores, culturas y lenguas. Del aeropuerto al trabajo, nada de

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turismo. Mi papá me enseñó que la mayor satisfacción de un ser humano, es cumplir. Y ése era mi único objetivo, no me di oportunidad de fallar a este sentido absoluto de responsabilidad”. Asegura que el país que más le impresionó fue la India, por sus contrastes, por su riqueza cultural y su escandalosa pobreza, por su sobrepoblación que rebasa el millón doscientos mil habitantes, por sus diferencias culturales: “India es un continente en sí mismo”. En Vietnam y en China, países que prohibían la religión, visitó a los jesuitas en la clandestinidad. “Eran experiencias fuertes, las vivía con integridad y buena dosis de miedo”. Al cabo de ocho años, el Padre General le dijo que su siguiente misión sería en África, donde inaugurarían un Centro de Teología para jesuitas en Costa de Marfil. “Estaba yo entusiasmadísimo, había sido parte de ese proyecto: participé en la construcción del teologado, en la preparación del cuerpo académico. Bien sabía de las necesidades que hay en África y me daba mucha ilusión contribuir al cambio”. Estaba listo para partir, pero su destino estaba en otro lado.

Rector de la Ibero Para Morales Orozco el voto más difícil de cumplir ha sido el de la obediencia, mucho más que el de pobreza o castidad. La obediencia en el sentido de estar siempre disponible para partir a donde el Superior lo mande. De un día para otro, con las maletas listas, con la mira y la ilusión puestas en África, el Padre Kolvenbach lo llamó. —¿Qué le parecería mejor regresar a México, irse de rector a la Ibero? —como buen holandés era seco y directo. —¿Me pregunta qué pienso o qué siento? —replicó.

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Morales Orozco tenía claro que aceptaría lo que el Padre General y el Provincial decidieran para él, lo asumiría como “voluntad de Dios”. Sin embargo, claramente le dijo que sentía sorpresa, incertidumbre, miedo y mucha inseguridad de ir a la Ibero. Sólo había sido profesor de asignatura. La conoció como Provincial, desde afuera, y temía no estar a la altura. Además, no parecía tarea fácil. En aquel 2003, el ciclo del padre Enrique González Torres estaba llegando a su fin y la institución padecía graves problemas con el sindicato, tan serios que reverberaban en Roma. “Me costó mucho trabajo venirme. No estaba en mi horizonte de vida ser rector de la Ibero, no quería. Prefería ser soldado raso que cabeza, hubiera preferido evitarme la responsabilidad de tomar decisiones difíciles. Sin embargo no tuve alternativa y por obediencia, acepté. Le pedí a Dios que me iluminara para cumplir con lo que Él me pedía”, dice. Para conocer las entrañas de la institución durante varios meses se dedicó a escuchar a la gente, a todo el que deseara hablar con él. En febrero de 1999 el sindicato de la UIA había emplazado a una huelga de trabajadores que duró casi un mes, desencadenando fuertes conflictos internos, confrontaciones beligerantes y tensiones que dividían y seguían arrastrándose, exigiendo solución. Entendió que había que pacificar los ánimos, generar un ambiente de tranquilidad interna y de libertad. “En una universidad se tiene que poder disentir, es parte de la pluralidad necesaria. Abrí puertas para que la gente entendiera que se vale hablar, que el único límite a nuestra libertad de expresión es la libertad de otros”, dice. Además de favorecer la libertad de expresión, que parecía estar coartada, asumió variados retos: subir la calidad académica, vincular a la universidad internacionalmente, generar controles administrativos. Se propuso alcanzar la acreditación de todos los programas universitarios; todos: licenciatura, maestría y doctorados. “Implicó trabajar horas extras, hacer más con menos. Hubo resistencia, pero lo logramos: hoy todos nuestros programas están acreditados. Antes, ninguno”.

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A ello, ha seguido la acreditación internacional: “pasar de la segunda, a la primera división”. Implica que todos los profesores de la Ibero tengan posgrados, maestrías y doctorados, encausarlos a que se superen. “Sé que el hábito no hace al monje, pero lo viste. Y hemos decidido marcar esta línea estratégica”, sostiene. En términos generales, un rector ocupa el cargo por un período de cuatro años que puede prolongarse a seis, sin necesidad de hacer ninguna auscultación. Podría durar hasta ocho si están de acuerdo el Provincial y la Junta de Gobierno de la Ibero (constituida por siete jesuitas y siete exalumnos de la Ibero). Morales Orozco cumplió los ocho en julio de 2012, pero de manera extraordinaria, porque nunca un rector había permanecido tanto tiempo en el cargo, le pidieron que se quedara dos años más, es decir una década, a fin de sacar adelante los objetivos recientes: la Prepa Ibero —hoy con 450 estudiantes y que en agosto de 2013 tendrá listas sus instalaciones en la Marquesa, específicamente en el pueblo de Salazar, en el municipio de Lerma, donde podrá albergar a más de mil alumnos— y la certificación internacional en curso. “Fue mi sueño abrir una preparatoria porque es una etapa en la que los jóvenes son permeables para la apropiación de valores: sociales, morales y religiosos. Desde que llegué tuve esa ilusión, llenar el vacío que dejó el Patria”, dice. Para lograrlo contó con apoyo de los patronatos académicos de la Ibero (FICSAC y UIAC) y del Provincial de la Compañía que vieron con muy buenos ojos su intención. De hecho, en junio de 2013 saldrá la primera generación de preparatoria de la UIA, que ha gozado del plus que aporta el modelo jesuita: conciencia crítica, libertad responsable, excelencia académica, y compromiso y responsabilidad social. “Me siento muy satisfecho de poder incidir en esa etapa en la que los muchachos son más una esponja, porque ya luego, en los años universitarios, se van endureciendo como piedra pómez”, señala.

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Asegura que como educador “rema a contracorriente” porque el ambiente promueve el individualismo egoísta, el consumismo y el hedonismo. “Estoy satisfecho con lo alcanzado, pero obviamente se debe hacer mucho más. Insisto en que los estudiantes y los profesores entren en contacto directo e inmediato con el sufrimiento, con el dolor, con la pobreza, la injusticia y la marginación. Estas experiencias vitales incitan el cuestionamiento, son el inicio de la solidaridad social. Un alumno crece más humana y socialmente al irse a vivir un verano con los indígenas y trabajar en su entorno, que estudiando en clase el problema de los indígenas. Hay que sufrir con los que sufren”. Para Morales Orozco, un hombre que se siente privilegiado por Dios y para quien la Compañía de Jesús ha sido una segunda familia, siempre existirá una tensión entre la búsqueda del bien individual y el bien común, ambos necesarios. “Nadie se puede realizar como persona, si no se trasciende a sí mismo. Pero tampoco si no mira a los demás. Para nosotros los jesuitas es fundamental la persona, la persona comprometida, porque Dios está presente en cada individuo y en toda circunstancia”. El rector salvaguarda la libertad de expresión a costa de todo. Defenderla implicó una fuerte crítica del equipo de Enrique Peña Nieto, quien al visitar la Ibero se enfrentó a severos cuestionamientos de los jóvenes. “A Josefina le fue mucho peor. Le sacaron un féretro y la culpabilizaron de que su partido había propiciado más de 50 mil muertos. Ella aguantó y respondió, dialogó con los jóvenes. También Peña Nieto lo hizo, pero su equipo no aceptó el mismo trato de debate y cuestionamiento dado a los otros candidatos. Salió por la puerta de atrás. Hoy, afortunadamente, todo es anécdota”. En 2014, Morales Orozco se irá de la Ibero. Dejará en curso la acreditación internacional y un proyecto de educación virtual para impulsar la formación a distancia. “Una vez que uno entra en el camino de la mejora continua hay que seguir, no se puede uno detener, hacer a un lado, ni echar

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para atrás. Sólo para adelante con maestros que tengan la camiseta muy bien puesta y alumnos cada vez mejor preparados”. Otro reto permanente, dice, es que la Ibero siga siendo cada vez más crítica, más propositiva: “Es fácil cuestionar, lo difícil es proponer. Desde mi perspectiva, el profetismo bíblico hoy no debería estar sólo en la denuncia, sino en la propuesta. Yo lo digo claramente: no se vale protestar, sin proponer”. Le preocupa seguir vinculando a la universidad con el sector productivo del país: “No me refiero a casarnos con el mercado, pero sí, para la Ibero y para el resto de las universidades, debe ser un reto impulsar el crecimiento y el desarrollo del país. Importamos tecnología cuando aquí tenemos los recursos para investigar y favorecer nuestro futuro como nación con base en la ciencia y la tecnología”. Setenta años de la Ibero, dice, es sólo un pretexto para celebrar, para buscar soluciones a los problemas del país: la inseguridad, la violencia, la corrupción, la impunidad y la injusticia. Su propuesta es que cada instancia de la Ibero, cada departamento, se proponga un problema a solucionar, desde cuestiones urbanísticas para Arquitectura, hasta políticas públicas para Sociología o Economía a fin de mejorar en derechos humanos, justicia y combate a la pobreza. “Una universidad no es una torre de marfil, se debe a los demás. Es preciso proponer, participar, implicarse, comprometerse. Los resultados no se verán a corto plazo, pero la idea es celebrar de una manera propositiva, en un ambiente de libertad de cara al futuro”. Morales Orozco ha sido un hombre perfeccionista y ordenado, obsesionado con la responsabilidad, impaciente a la hora de resolver. “Quisiera que las soluciones llegaran más rápido, aquí a veces lleva tiempo tomar decisiones colegiadas. Es un reto para la Ibero y para otras universidades evaluarnos no por lo que hacemos, sino por los resultados que nos proponemos alcanzar. Tenemos que demostrar que lo que queremos, lo logramos”.

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Su hobby, dice, es el trabajo. Sin embargo mantiene “espacios sagrados”: “No dejo que la Ibero se meta a mi casa y a mi comunidad, ni viceversa”. Hace ejercicio a diario: “Antes corría, pero desde que me operaron de la columna sólo camino”. Le encanta escuchar música clásica y gozar a sus sobrinos y sobrino-nietos: “con ellos ejerzo la paternidad”. Le gustaría ser recordado como un hombre que amó mucho a la Compañía de Jesús: “He vivido muy feliz como jesuita, sirviendo a la Compañía, a la Iglesia y a la sociedad”. A lo largo de su vida ha creído con fervor en el lema de la Universidad Iberoamericana: “La verdad nos hará libres”, una frase del Evangelio de San Juan. Una verdad que obre a través de la justicia. Una verdad que mire al otro, al desposeído, al marginado. “Ninguno de nosotros es dueño de la verdad, afirmarlo sería soberbia intelectual. El diálogo, en este mundo plural, globalizado, debe de ser horizontal, respetando las diferencias, perdiendo el miedo a expresarnos, impulsando a cada individuo a seguir su conciencia. A ser único. A ser nosotros mismos”.

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CONCLUSIONES Y AGRADECIMIENTOS

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