La obra de reforma comenzada por Zorobabel decayó pronto a causa de la oposición y el desánimo. En esos momentos, Dios llamó a su obra a Esdras y Nehemías.
Mientras Nehemías estaba en la corte de Artajerjes como copero del rey, su hermano le comunicó el estado deplorable en el que se encontraba Jerusalén. Conmovido por el Espíritu Santo, Nehemías elevó una oración intercesora por su pueblo, y se puso en las manos de Dios para que lo usara en su obra.