XI. Liderazgo docente

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Bienestar docente y pensamiento emocional

por parte de todos y cada uno de nuestros alumnos. Bien es verdad que no podemos dar veinticinco o treinta clases particulares en una misma aula, pero un docente líder es sensible a la forma en que los alumnos entienden las consignas sobre lo que deben hacer en cada momento en ella. En ocasiones, nuestros alumnos pueden recibir o, simplemente, entender mensajes diferentes y contradictorios con nuestra propia expresión. f)

Método socrático Este procedimiento socrático estaba en el repertorio del gran maestro Sócrates, que utilizaba didácticamente la ironía y la mayéutica. Mediante la ironía desarrollaba contradicciones y disonancias en los interlocutores, propiciando la respuesta adecuada. La mayéutica, en cambio, es un procedimiento de ayuda progresiva para que el interlocutor logre "dar a luz". En realidad, la palabra significa, en griego, "experto en partos". Es el símil que utilizaba Sócrates, puesto que era hijo de una partera. Se trata de un procedimiento que se relaciona con el método de descubrimiento guiado (Hemández, 2005: 311).

Una forma de atender a todos y a cada uno a la vez es adoptar como método la mayéutica de Sócrates. Si dirigimos nuestra actividad docente en el aula de este modo, intentando que los alumnos descubran por sí mismos las bases del conocimiento que nosotros les proponemos, conseguiremos su atención y su implicación. Evidentemente, este método supone también que vayamos implicando sucesivamente a través de preguntas o propuesta de actividades a todos los alumnos que forman parte de nuestra aula. No quiere esto decir que lo hagamos por orden de lista, pero sí significa que no nos tenemos que olvidar de ninguno de ellos. g) Individualización

de la enseñanza

Por último, la confianza funcionaba porque era realista. Nos encontramos con profesores que se tomaban muchas molestias para explorar el aprendizaje de sus estudiantes, para analizar cuidadosamente su trabajo, para reflexionar en profundidad sobre qué y cómo pueden aprender personas distintas, e incluso para diseñar tareas individuales ajustadas a las necesidades, los intereses y las capacidades reales presentes en cada estudiante (Bain, 2006: 89).

No cabe duda de que la individualización en la enseñanza es clave en el proceso de motivación de nuestros alumnos. Los alumnos desean sentirse únicos en el aula, y a la vez, escondidos en la masa del grupo. Cuando sienten que los ignoramos, cuando se piensan inmersos en un tejido gris homogeneizador del grupo, se sienten a disgusto. Pero cuando les damos un protagonismo colorista haciéndolos sobresalir sobre los demás, especialmente en la adolescencia, nos podemos encontrar con una reacción similar.

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