De la Grecia pre-filosófica a la filosofía / Hugo León

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Del mundo pre-filosófico a la filosofía en Grecia Nota: El presente texto es fragmento de un texto mucho más extenso llamado “Hombre, ethos dialéctico”, de Hugo León

i.

La Grecia pre-filosófica

Hay una ruptura, un cambio radical en lo que conocemos por filosofía y la Grecia prefilosófica. Como dicho cambio acentúa la dinámica de la dialéctica, no quiero pasarlo por alto ni darlo por sentado. “Los griegos no tuvieron los dioses que merecían”, reza el dicho. En efecto, el pueblo griego fue un pueblo grande, lleno de virtudes, que tenía dioses caprichosos. El nacimiento de la filosofía es sorprendente por sí mismo; lo es más si se le confronta con la concepción del mundo que poseían los griegos gracias a sus dioses. He aquí palabras que Homero pone, en la “Ilíada”, en la boca de Aquiles; las dirige a Priamo, padre del héroe Héctor –quien ha muerto justamente por su mano– y de Paris, por cuya culpa ocurrió aquella tragedia y las venideras: «De nada valen las quejas que hielan los corazones, ya que tal es la suerte que los dioses han tejido para los pobres mortales; morar en la aflicción, mientras ellos viven exentos de todo cuidado. Dos jarras se alzan en el solar Zeus: una contiene los males, otra los bienes que nos envían. Aquel para quien Zeus atronador hace una mezcla de sus dones hallará hoy felicidad y mañana adversidad. Mas de aquel a quien no otorga más que miserias, hace un ser despreciable: un hambre devoradora síguele a través de la tierra inmensa; vaga, despreciado por los hombres y por los dioses. Así, mi padre no tuvo más que un hijo. Pero este hijo está destinado a morir antes de hora. Y no estoy aquí para cuidar su vejez; lejos de mi patria, hállome en Troade, para desolarte a ti y a tus hijos. En cuanto a ti, anciano, sabemos que fuiste dichoso un poco ha… más he aquí que los hijos del cielo han cernido el infortunio sobre ti. Vamos, acepta tu suerte, no te lamentes sin cesar en tu alma. Nada conseguirás llorando a tu hijo; en vez de resucitarlo, te expones a traerte algún nuevo revés».1

Los dioses han entretejido, dice Aquiles, el destino de los hombres, aceptar la suerte que ha tocado a cada uno, es el modo más razonable con el que se pueda proceder; de nada

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La Ilíada, XXIV, 507

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