Huerequeque Scout N°1063

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EDICIÓN GRATUITA A NIVEL LOCAL, NACIONAL E INTERNACIONAL N°1063-CHICLAYO, 20 DE SETIEMBRE DE 2019-LAMBAYEQUE-PERÚ EDITORIAL

¿TENEMOS DERECHO A ENFERMARNOS? La salud es vital en todo ser humano. Sin ella no podemos desenvolvernos a plenitud en nuestra vida diaria haciendo las cosas que nos encanta, que nos agrada, que nos motiva a seguir viviendo. Cuando un ser humano nace, y nace robusto, sano, con esos buenos kilos reglamentarios para su existencia, es la alegría de los padres y toda la familia, y su futuro está garantizado. Pero cuando un niño nace enfermito y con unos kilos menos de lo normal, viene el vía crucis para los padres y la familia que muchas veces se prolonga para toda su vida, y esto sí que no lo podemos tolerar, ni aceptar ¿qué culpa tiene un niño nacer de esta manera y sea un calvario hasta los últimos días de su existencia, sin gozar, sin conocer el mundo, sin vivir como otros niños lo hacen? Cuadros de esta naturaleza hemos visto muchos y me respeto a esos padres de familia por llevar, con paciencia, la misericordia del Señor. Siempre hemos sostenido y lo seguiremos sosteniendo que, los niños no tienen derecho a enfermarse. Los niños bien cuidados, bien alimentados, bien amados y queridos por sus padres y la familia y amigos que los rodean, están para descubrir ese mundo maravilloso que les espera, paso a paso. Sin embargo, con el correr de los años y conforme van avanzando en la vida, esa alegría se trunca a consecuencias de alguna enfermedad o desgracia fatal, y todo aquello que era felicidad para él y su familia, viene el desconsuelo, la angustia y la desesperación y propinamos frases como éstas: “era el orgullo de la familia y todo se truncó” “un niño sano, fuerte y vino la desgracia” “a punto de terminar su carrera profesional, y miren lo que le sucedió”, y muchas otras que nos entristece y sentimos pena que eso le pueda ocurrir a un niño, a un adolescente o a un joven en plena flor de la vida, y no es justo. Pero ¿Tenemos derecho a enfermarnos? Claro que tenemos derecho, siempre y cuando hayamos tenido la dicha y el placer de haber quemado todas esas etapas del ciclo de nuestra existencia, y esto lo pueden decir, muy bien, todos aquellos amigos, familiares, hermanos nuestros, que han vivido y recorrido esos maravillosos años con salud y bienestar, cumpliendo y desarrollando todas sus metas que un día se propusieron, y que hoy, gozan felices esos setenta, ochenta y hasta sus noventa años bien vividos. Pero no todo es felicidad, aún, en estos años mozos de la tercera edad, cuando nos enteramos de un amigo, de un familiar o de un hermano que está sufriendo de alguna enfermedad, nos entristece, nos preocupa, y los que tenemos un corazón sensible, solo nos queda elevar al cielo una oración para que el Señor le ayude a soportar esas dolencias que le toca vivir. La vida no es igual para todos. Todos no hemos nacido por un mismo tuvo. Así como existen niños robustos, sanos y alegres, hay también niños que sufren y lloran. De igual forma, como hay jóvenes emprendedores, sanos y felices, también hay jóvenes postrados para toda su vida. En la misma manera sucede con los adultos y los de la tercera edad que, aquí, quiero detenerme para mencionar a uno de mis tantos amigos que he tenido la dicha de cultivar en mi vida y que me ha permitido ser su amigo en casi los cincuenta y un años que llevo en el Movimiento Scout Peruano y de quien he aprendido mucho de él y soy lo que soy, me estoy refiriendo a DON DANIEL OSCAR TAGATA ASANO, quien en estos momentos, se encuentra con su salud resquebrajada y que necesita de nuestras oraciones, de nuestro cariño, de nuestro agradecimiento, para que siga dándonos todo ese cúmulo de invalorables experiencias escultistas, que los vivió por más de sesenta años ininterrumpidos en nuestro país, en Latinoamérica y en el mundo entero, donde ha sembrado grandes amistades, amistades que hasta hoy los conserva y lo recuerdan por su brillante calidad de hombre íntegro, leal, sincero, honrado, amante al trabajo y ejemplar Padre de Familia. Huellas que va dejando a las nuevas generaciones y que jamás serán olvidados. EL DIRECTOR


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