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Educación en Chiapas
from HUB Empresarial
Contexto de la nueva normalidad
Por: Fernando Arreola Merino, Claudia González
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Guirau, Benjamín Rodríguez Aquino
Desde 2020, los sistemas educativos del mundo han vivido diferentes transformaciones, cambios estructurales y modalidades de implementación del currículum. Cada nación, ha ido hilvanando estrategias que responden a sus posibilidades de desarrollo y aplicación; siempre de la mano de los aportes de la ciencia y tecnología aplicada. En este sentido, la característica de las últimas tres décadas es la intervención cada vez más notoria de las tecnologías de la información y la comunicación.
Marion Lloyd presenta información muy específica para el caso de México, en el contexto de América Latina:
México está bastante mal parado. En 2016, el país se ubicó en el 87º lugar en el mundo y en la 8º posición en América Latina en el acceso a las TIC, detrás de Uruguay, Argentina, Chile, Costa Rica, Brasil, Colombia y Venezuela, en ese orden, según indicadores de la Unión Internacional de Telecomunicaciones (ITU), con sede en Suiza. También existe una gran brecha digital dentro del país: solo 45 por ciento de los mexicanos cuenta con una computadora y 53 por ciento tiene acceso a Internet en casa, según la Encuesta Nacional sobre Disponibilidad y Uso de Tecnologías de la Información en los Hogares (ENDUTIH), de 2018. Como es de esperarse, tal acceso no se distribuye de forma equitativa, ya que 73 por ciento de la población en áreas urbanas tiene acceso a Internet, comparado con el 40 por ciento en zonas rurales. Aún más preocupante, solo 4 por ciento de los residentes rurales cuenta con Internet en casa (Lloyd, 2020, p. 6).
En México y particularmente en Chiapas, existe una condición de desigualdad que ha caracterizado históricamente el dinamismo de la educación. Somos un estado pluricultural, con 14 pueblos originarios hablantes de una lengua indígena que representan el 36.15% de la población, lo que constituye un reto que no se puede ni debe soslayar, implica construir mecanismos de acceso e inclusión en un contexto social ya de por sí complejo.
El último registro que reporta el INEGI (2020) sobre acceso a educación en Chiapas, alude a un importante referente que podría vincularse a condiciones socioeconómicas y culturales del Estado. La mayor cobertura se da en educación Primaria y solo el 37% de quienes ingresan a este nivel, continúa al siguiente (Secundaria). En esta misma tendencia, el 27% ingresa a Media superior y el 9.8% realiza estudios superiores.


En este orden, en los últimos 20 años la interacción en los procesos de aprendizaje ha sido resignificada por el uso de Tecnologías del Aprendizaje y Conocimiento (TAC) en la educación. Con esto, los procesos educativos en el aula han vivido una transformación silenciosa adherida a la condición del contexto transformado de la sociedad. El gran reto, está en la capacidad de los diferentes actores para enfrentar esta evolución natural, reconociendo limitaciones y potencialidades al margen de modelos legendarios que han llevado a todo el sistema educativo en México por un rumbo casi desconocido.
La población en edad escolar en educación básica en México, oscila entre los 6 y 17 años de edad. Son estudiantes que nacieron del 2004 al 2016. Atendidos por docentes con edad promedio de 43 años. Formados en un contexto sociocultural científico distinto, lo que abre una brecha que ha menguado significativamente la calidad de la educación básica.
Aunado a lo anterior, el 11 de marzo del 2020 la Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que el brote de Coronavirus COVID-19, se había convertido en una pandemia mundial; un evento para el que Chiapas, México y el Mundo, no estaban preparados. Se marcaba así una de las situaciones más críticas en la historia de la humanidad; suspensión de actividades, sana distancia, confinamiento, fueron acciones que se implementaron para salvaguardar la vida de las personas y a la par generaron una modificación sustantiva de la cotidianidad.
La Pandemia por COVID-19, puso en manifiesto una condición que hasta el 2019 se había mantenido al margen de una realidad que podía mostrarse o no. Los diferentes niveles educativos, subsistemas y regímenes; sostenían un nivel de organización y dinámicas propias que parecían estar acordes a las características de la sociedad.
Si bien es cierto, la crisis de salud es un asunto que escapa de las posibilidades de control; el desconcierto generado en el ámbito educativo, obedece más a condiciones como: falta de infraestructura tecnológica, ausencia de procesos formación y actualización docente, bajo o nulo ejercicio de planeación educativa; en general, escasez de políticas estratégicas que garanticen la estabilidad del sistema educativo con calidad.
En este orden se pueden vislumbrar dos retos: Dar continuidad y cierre a los procesos académicos desarrollados durante y después de la pandemia; y diseñar estratégicamente las nuevas formas y procedimientos para el desarrollo de habilidades docentes, investigación, extensión y vinculación en la transición a la nueva normalidad. Conviene revisar con puntualidad los perfiles de quienes nos forman desde su intervención profesional. Reconocer su aportación no solo desde lo cognitivo, sino también desde aquello que van construyendo muchas veces sin planearlo, sin darse cuenta, incluso sin querer; en cada vida.

En este terreno es donde cobra especial relevancia la interacción docente-estudiante, que no es la misma docente-estudiantes (si, en plural); la primera, remite a la conexión que logra establecer el docente desde su humanidad con la humanidad del estudiante.
Así, competencias docentes como: “Compromiso profesional, Enseñanza y aprendizaje, Evaluación y retroalimentación, Empoderamiento de los estudiantes”; son fundamentales para no desvirtuar la riqueza de ese acompañamiento único que se da en las aulas y que, durante el periodo de confinamiento, fueron resignificadas.
Esta amalgama de competencias docentes, forman el carácter del estudiante desde lo axiológico, cultural y científico; es central en el futuro personal y profesional del estudiante; por lo que tendría que ser la ruta para enfrentar la nueva normalidad.

