El le贸n Pim
Más información sobre las enfermedades mitocondriales: www.guiametabolica.org
© Idea original y texto: Merche Serrano (HSJD), MªAntònia Vilaseca (HSJD) y Paz Briones (HCB). © Ilustraciones: Cristina Elias. Diseño y maquetación: Cristina Elias, Jordi Fàbrega (HSJD) y Albert Pérez (OSSJD). Impresión: Soporte Digital. © Hospital Sant Joan de Déu Barcelona
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El león Pim Soy PIM, un cachorro de león. No tengo tanta fuerza, ni corro tanto como los demás cachorros, pero Mamá Leona me quiere mucho y siempre se ocupa de que no me pase nada malo. Por ello me lleva a casa de NOY, que sabe que será mi amigo.
Soy NOY, el niño del poblado. Una mañana encuentro a PIM dormido delante de mi puerta, se queda a vivir conmigo y se convierte en mi mejor amigo y compañero de juegos.
Soy MAMÁ LEONA, estoy muy preocupada por PIM y por esto consulto al ÁGUILA, que tiene mucho mundo y me ayudará a decidir lo mejor para mi cachorro.
Soy el ÁGUILA, vuelo sobre la sabana, el bosque y los poblados y veo el mundo desde lo alto, lo que aumenta mucho mi sabiduría. Siempre estoy dispuesta a ayudar al que me pide un consejo.
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Érase una vez... ... en una espesura de la sabana, un cachorro de león que acababa de nacer junto con sus tres hermanitos. Mamá Leona estaba muy orgullosa de ellos, todos eran muy bonitos y los habitantes de la sabana venían a saludarla y los admiraban con devoción. Mamá Leona decidió ponerles un nombre bien sonoro a cada uno: Pam, Pom, Pim y Pum.
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Los cuatro cachorros crecían día a día, pero...eso sí...unos más que otros, ya que, como siempre pasa cuando hay varios cachorros que tienen que mamar de la misma madre, los más listos echaban a un lado a los más discretos. Así pronto se vio que Pam, Pom y Pum crecían más que Pim, porque éste siempre se quedaba el último, cuando ya casi no le quedaba leche a Mamá Leona. Como ella le acariciaba muy tiernamente mientras mamaba los últimos restos de leche, Pim era muy feliz. Tenía a su madre para él solito y casi no notaba que no había comido demasiado.
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Pero, a medida que pasaban los días, Pim parecía tener algún problema. No tenía mucha fuerza, no corría ni retozaba tanto como los demás cachorros y se mantenía cerca de su madre para evitar meterse en líos. Mamá Leona empezaba a estar preocupada. ¿Qué puede hacer un león si no tiene suficiente fuerza en un ambiente como la sabana, lleno de peligros y donde hay que defenderse de mil y un ataques de los depredadores en cada momento?.
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Sin embargo, Pim tenía otras cualidades. Era un cachorro simpático, que estaba siempre contento y todo el mundo le quería. Como no era muy fuerte, no se peleaba nunca con nadie, intuía que tenía las de perder. Cuando necesitaba hacer algo difícil o peligroso, pedía ayuda a los demás animales de la sabana y todos estaban contentos de poder ayudarle o protegerle.
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Pim vivía feliz en la sabana llena de animales y plantas salvajes. Le gustaba mirar cómo las grandes mariposas de todos colores volaban de flor en flor, escuchaba el canto de los pájaros y los zumbidos de los insectos. Miraba los peces de escamas plateadas que nadaban en el gran meandro del río donde la corriente se remansaba. Pero cuando oía el rugido de un animal salvaje, corría a esconderse detrás de su madre, a quien siempre trataba de tener muy cerquita.
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Papá León se llevaba a sus hermanos de caza, para empezar a entrenarlos en las leyes de la sabana. Pero Pim era incapaz de seguirlos. Primero, porque sabía que se cansaba mucho si corría con sus hermanos siguiendo el ritmo de Papá León. Pero también porque quería mucho a todos los animalitos de la sabana y era incapaz de atacarlos y matarlos para que le sirvieran de desayuno. Sólo de pensarlo ya se ponía triste y se sentía desolado.
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-¡Pobre Pim! - pensaba Mamá Leona - ¡qué mal lo tendrá para sobrevivir en un mundo tan duro y cruel como la sabana, donde si no matas para comer, mueres a manos del más fuerte...! ¿Qué hará cuando no esté yo para protegerlo? ¿Y si le pregunto a la gran Águila si hay un remedio para curar al pobre Pim y hacerlo fuerte como los demás leones? De todos es conocido que es muy sabia.
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¡Dicho y hecho! Una mañana, Mamá Leona tomó a Pim por la nuca y se lo llevó hacia el nido del Águila. Ésta cruzaba el cielo majestuosamente, pero cuando vió que tenía visita, bajó para atender a la gran Mamá Leona, con quien había compartido alguna presa. -¿Qué te trae por estas alturas, Madre Leona? – la saludó con respeto.
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- Vengo a pedirte consejo, ya que tú vuelas muy alto y ves mucho mundo, y eso te hace más sabia que muchos otros animales de la sabana- le dijo Mamá Leona. Tengo este hijo mío, el leoncito Pim, que tiene poca fuerza. Se cansa jugando, comiendo y corriendo con sus hermanos. Eso hace que no sea feroz y fuerte como los otros leones de nuestra camada que tienen edades similares. Él no parece sufrir mucho por este problema, porque me tiene a mí de momento, pero... ¿y el día que yo no pueda defenderlo? Quisiera que me ayudaras a saber por qué le pasa esto? Y... ¿hay algún remedio que yo le pueda aplicar? Haré todo lo que me digas... El Águila se puso las gafas de mirar de cerca, porque ella siempre miraba desde muy alto y muy lejos el mundo…
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Después de examinar un ratito a Pim concluyó: -Creo que su problema es complicado y de difícil solución. Es muy probable, diría más, casi seguro, que a Pim le falta energía para ser como los demás cachorros. Por eso no puede hacer esas cosas para las que necesita más energía como correr, saltar, atacar, rugir fuertemente, comer de forma voraz... Por eso tampoco crece mucho, ni nunca será demasiado feroz, ni fuerte. Por mucho que pienso, no sé cómo se puede arreglar esto, porque la energía es muy importante para todas las necesidades del cuerpo y también para ser feroz. ¡Él nunca podrá defenderse como los otros animales salvajes! Lo tendrás que llevar fuera de la sabana, si no morirá en la garras de cualquier animal depredador más fuerte que él.
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Mamá Leona le agradeció su consejo, tomó a Pim por la nuca de nuevo y se fue muy preocupada. Lo lamió con cariño para que no se entristeciera si había entendido las palabras del águila y si se había dado cuenta de su problema. -¡Debo pensar alguna solución para salvarlo! Quizá podría llevarlo a un lugar donde no haya tantos peligros, aunque me duela mucho separarme de él. Pero tengo que sacarlo de la sabana... ¿Dónde podríamos ir?
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-Ya sé, ¡podría probar en el poblado de los hombres! Allí está Noy, un niño muy valiente y muy noble, que a veces he visto curando algún animal de la sabana que se había clavado una espina en un pie o que le habían agredido otras bestias salvajes. Quizás él podrá curarlo o, al menos, podría protegerlo. Yo le echaré mucho de menos, pero con nosotros no podrá sobrevivir mucho tiempo. ¡Es la única solución!.
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Mamá Leona se dirigió hacia el poblado y se escondió hasta la noche para que los demás hombres que vivían allí no se asustaran al verla y quisieran matarla. Finalmente, cuando llegó la noche, lamió cariñosamente a Pim, que se había dormido a su lado, lo cogió por la nuca y lo dejó ante la puerta de Noy.
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Cuando el niño se despertó por la mañana y salió para ir a la escuela, se encontró a Pim que se acababa de despertar y estaba un poco asustado. Noy le hizo entrar en su casa y le dio leche y pan despacito, como comía Pim, muy despacito... Al verlo tan desvalido y casi llorando de emoción, decidió quedarse con él. A partir de ahora estarían siempre juntos. Sería su amigo y ambos irían a la sabana, a pescar, a buscar frutos silvestres para comer, y tendría un compañero para jugar que le iba a cuidar siempre.
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Pim fue muy feliz con el niño. Éste descubrió unas bayas mágicas que eran muy beneficiosas para Pim y se las daba de vez en cuando para fortalecerlo y, aunque a Pim no le gustaban mucho porque los leones comen carne, las tomaba para que su amigo estuviera contento. No fue nunca fuerte como los otros leones porque, tal y como había dicho el águila, le faltaba energía para ser bravo o feroz, pero en cambio era leal y buen amigo de todos y estaba siempre contento y hacía felices a los demás animalitos y a los niños del poblado. Todo el mundo le quería y vivió allí hasta hacerse mayor, muy mayor, feliz y respetado de todos.
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Así que este cuento del león Pim ya ha llegado a su fin, colorín colorado, espero que te haya gustado.
FIN
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Las enfermedades del metabolismo energético están causadas por diferentes defectos en la producción de energía dentro de las células del organismo. Todos los seres vivos necesitamos energía para crecer, movernos, pensar y para cualquier otra actividad. También necesitamos energía para que funcionen las reacciones metabólicas que permiten la vida. Cuando existe un defecto en la producción de energía las reacciones metabólicas que la requieren no funcionan eficazmente, ni tampoco lo hacen los órganos y sistemas de nuestro organismo, especialmente aquéllos que necesitan más energía (cerebro y sistema nervioso en general, músculo, hígado, riñón). Los niños que padecen estas enfermedades
El Águila, doctor que a la vista de los síntomas de PIM, sospecha enseguida un defecto del metabolismo energético.
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pueden ya nacer con problemas, ya que la energía es necesaria para todos los procesos de desarrollo en la gestación. No obstante, las enfermedades de metabolismo energético pueden manifestarse a cualquier edad y en cualquier órgano o tejido, puesto que todos requieren energía. Pero los síntomas predominantes suelen ser neuromusculares. La mayoría de estas enfermedades no tienen un tratamiento curativo, y los tratamientos que se utilizan tienen por objeto básicamente aliviar los síntomas y retardar la progresión de la enfermedad.
El león PIM, cachorro que padece una enfermedad del metabolismo energético que le causa falta de fuerza (no puede correr, comer, ni jugar tanto ni tan rápido como sus hermanos) y un retraso del crecimiento.
Bayas mágicas, Son frutos del bosque, ricos en sustancias antioxidantes. Como muchas de las enfermedades del metabolismo energético no tienen tratamiento curativo, una dieta rica en antioxidantes puede beneficiar a los niños que las padecen, ya que algunos de ellos ayudan al buen funcionamiento del metabolismo energético.
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El León Pim La historia del león PIM intenta explicar las enfermedades del metabolismo energético, de una forma amena y sencilla que pueda ser comprendida por niños y adultos implicados o no en estas enfermedades metabólicas minoritarias. En esta historia del león PIM podrás entender que nuestro cuerpo necesita energía para que todos sus componentes funcionen de forma correcta. Verás lo que pasa cuando algún problema, como el que tiene PIM, impide que se produzca la energía que necesitamos para crecer, movernos, comer, jugar y correr como todos los demás niños. Entenderás lo importante que es que dediquemos esfuerzos en ayudar a las personas que, como nuestro amigo PIM, padecen una enfermedad metabólica. Podemos ayudarles interesándonos por su problema, intentando comprenderlo mediante la lectura de un cuento que lo explique, o realizando cualquier otra acción que ayude a conocer y superar estas enfermedades. A pesar de su problema, PIM es feliz con NOY, jugando con los demás animales del bosque. La historia de PIM te divertirá y, al mismo tiempo, te enseñará que no hay que perder la esperanza, que la paciencia es muy importante y que a veces se encuentran soluciones para problemas muy complejos.
Con la colaboración de: