DESENCANTO

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DESENCANTO

Luis Pla Ventura

Capítulo # 29

LA GENEROSIDAD

R

egresaba Luís a Bogotá donde se habían quedado esperándole su

madre y su amada. Ambas seguían consternadas por todo lo que habían presenciado tardes atrás en La Santa María. Y Arango venía roto por el dolor que había sentido por el compañero caído y su desolada familia. Todo estaba previsto para que, cuanto antes, regresaran a Calí, su ciudad natal. Sólo lo retenían a Luís unas diligencias que tenía pendientes en Bogotá respecto a la liquidación de sus honorarios. Dado que todo sucedió de la forma trágica como ocurrió, Arango, en aquella oportunidad no había podido liquidar con la empresa sus emolumentos crematísticos, concernientes a su actuación profesional. Ese mismo día de su llegada la empresa organizadora de aquella corrida, lo citó para cobrar. Y hacía allá se dirigió, en compañía de los suyos. Una vez en las oficinas de la empresa ubicadas dentro de la misma plaza de toros, el gerente de entidad, le mostró a Luís Arango el recibo que debía firmar y, un maletín donde estaba el dinero. Era costumbre de la empresa pagar en efectivo y, en dólares. - Firme, matador - dijo el gerente –. Ahí tiene los cuarenta mil dólares que hemos pactado. Hemos sabido que viene usted de México de acompañar al cuerpo sin vida de Raúl García y, lo queremos felicitar por su conducta humana. Hoy mismo le hemos transferido a su viuda los emolumentos de dicho diestro, que Dios lo tenga en su gloria. Su actitud dice mucho a su favor. Como hombre lo admiramos y, como torero, sepa que ya está usted contratado para la próxima feria. El triunfo de Arango tanto como hombre y como artista, estaba teniendo sus frutos lógicos. - Muchas gracias – dijo Arango -. Procuraré no defraudar nunca. Mi obligación como artista no es otra que buscar siempre el triunfo a toda costa. La desdicha de aquella tarde, no fue otra que la muerte de Raúl pero, antes de que sucediera, me sentí muy feliz, el más dichoso de los mortales cuando aquel aficionado me lanzó nuestra bandera y, ataviado con la misma pude dar aquella primera vuelta triunfal al ruedo. - Le tendió la mano al gerente, y se despidió -. Cuando se trata de dinero hay que tener mucha cautela y, por dicha razón, a la salida de la oficina de la plaza de toros, Arango repartió su “ botín ” y, como quiera que ellos eran cuatro, su apoderado, su novia, su madre y él, cada uno se encargó de llevar diez mil dólares en su bolsillo ó cartera, salvo Arango, que los portaba en su mano, en el maletín que le habían dado en la empresa. Juntos marcharon todos hacia el hotel y, como quiera que el mismo quedaba cercano, decidieron dar un paseo y, caminando, llegar hasta el mismo. Todo parecía

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