DESENCANTO

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Luis Pla Ventura

Capítulo # 1

ELLA VIVÍA LLENA DE ILUSIONES

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lla vivía llena de ilusiones. Sus juveniles dieciocho años le hacían concebir

muchas esperanzas. Recién había terminado sus estudios básicos y su cuerpo le pedía vivir; había mucha vida dentro de su ser y, Luz, quería traducirla en nuevas experiencias. Ella vivía en Colombia, concretamente en Cali, la ciudad de las bellas mujeres por antonomasia; es sabido, el mundo se queda admirado cuando aparecen en escena las mujeres caleñas. Luz era eso, un mujercita hermosa. Un ascua luminosa, brillante y etérea que aclaraba y engrandecía el corazón de cuantos la admiraban. Cierto es que, esta bella mujer, por miles de razones, no encontraba el rumbo adecuado para su vida. En casa, bajo el auspicio de sus padres, quienes anhelaban una vida tradicional para su hija, ella sentía que ellos no terminaban de entenderla. Sus progenitores querían, como todos los padres tradicionales, que su hija se casara, que tuviera hijos; que formara una familia al más puro estilo convencional. Ellos - sus padres -, al “mando” de una familia de cinco hijos, de los cuáles Luz era la mayor de los hermanos, procuraron darle cuanto necesitaba; era mucho el esfuerzo llevado a cabo tanto por el padre, que trabajaba duro para darles el sustento, como por la abnegada madre que, se encargaba de las labores de la casa y, de la educación de todos sus hijos. Como sabemos, en la bellísima Colombia –como en cualquier parte del mundoexisten familias desfavorecidas; lo que se conoce, en otras partes del mundo, como clase media o la llamada clase obrera europea, allí apenas tiene vigencia. La mayoría es clase pobre. En este país andino existen los grandes multimillonarios; gente que tiene el dinero por castigo y, otro núcleo de personas que pasa enormes fatigas y, entre ellas – precisamente - se encuentra esta familia de la que Luz, es el “estandarte” más bello, que ellos como proletarios le han regalado a la sociedad caleña. Así todo, Colombia le gana al mundo en muchas “partidas”, entre ellas, por su espiritualidad debido en parte a su mística y a sus creencias religiosas que, indudablemente le aportan esa fuerza que en otros países no existe o poco tienen; les podrá faltar el pan a muchos, nada es más cierto; pero les sobran atributos para seguir aferrados a Dios y, sin duda que quepa, este es un tesoro inmenso e inmaculado. No es mala cosa vivir junto a Dios, de ahí las esperanzas que todos los días ellos albergan. Ellos, los colombianos suspiran por un “mundo” mejor y, lo triste es que de hecho lo tienen; les sobran recursos de toda índole para vivir con decencia y dignidad; el problema es mucho más profundo; y no es otro que el mal de males, del que no están exentos ni ellos ni otros países y, que no es otra cosa que su clase política que poco y nada hace para remediar los males de los colombianos.

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Sigue siendo un dislate que, en un país riquísimo en todo los órdenes, sus ciudadanos tengan que trabajar por un jornal miserable que apenas les alcanza para sobrevivir; eso, contando que tengan trabajo, ya que la desocupación y subocupación también son moneda corriente; tal es así, que algunos ejercen de cartoneros ó cirujas - como los denominarían en Argentina, otro país latinoamericano, riquísimo también, pero que tampoco escapa a estas mismas miserias - ; otros muchos son mendigos y, como consecuencia lógica, de todo este absurdo, la delincuencia está a flor de piel y, para no restarle desdicha al asunto, hasta se comprende que existan niños sicarios. Basta analizar todo esto, para muy pronto comprender que, traducido por ejemplo a euros, un obrero colombiano puede ganar doscientos euros al mes, alrededor de seiscientos mil pesos colombianos. Cifra mísera con la que algunos tienen que vivir. Hablando en cristiano, ellos tienen pan para hoy y oraciones para todos los días. Esta forma de vida es la que ha propiciado que las FARC, que son una minoría de “inadaptados”, sean “potencia” en Colombia y así los narcotraficantes se hayan convertido en el arma más poderosa y mortífera, de dicho país, para desgracia de la mayoría de los propios colombianos, gente sana y honrada y, del resto del mundo, al que estos reaccionarios y provocados delincuentes, colaboran a enfermar, con la peste de la droga. La esperanza de progresar honradamente en Colombia, siempre está teñida de un esfuerzo titánico. Respecto a esto, es entendible que la idea general, a la que muchas personas abordan, con todo el dolor de su corazón, es que para progresar, hay que abandonar el país. Y aunque cueste creerlo, pese a toda esta ignominia, en este bello latifundio de enormes proporciones, reina siempre la alegría y, les sobran a sus habitantes, esperanzas para aguardar por un mañana mejor. Su forma de vida quizás no sea entendida como debiera desde otros puntos del planeta y, sin embargo, Colombia se salva de caer en la desesperación, por su alegría y, ante todo, por sus convicciones divinas. Un pueblo que es capaz de vivir aferrado a su fe en Dios, por muchas carencias y desgracias que sufra, éstas son suplidas por completo incluso respecto a las cosas materiales gracias a esa fe que los sustenta y que en consecuencia, confabula con el Universo para proveerles los que les haga falta aunque sea de a pequeñas cantidades. Y, pensar que en otros países se dilapidan los recursos y eso que en ellos, sólo se les da importancia a las cosas materiales que paradójicamente ni siquiera cuidan, ya que las dilapidan a mansalva, obviamente, porque nada material, les permite llenar el agujero que tienen en el alma. Por lo tanto y después de todo, Colombia como ejemplo de espiritualidad; no es mala lección. Luz era consciente de toda esta situación.

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Pese a sus juveniles dieciocho años, su corta edad y experiencia, no era impedimento para permitirle pensar y darse cuenta; quizás, más de lo debido, de todo esto que pasaba en su país. Ella, había abandonado los estudios y, su mamá, se esforzaba para que ella los retomase y fuese una profesional de la materia que más le gustase. Si de esfuerzos se trataba, respecto a la madre, no iba a quedar la cosa. Una madre es capaz de todo y, doña Liliana, como madre de Luz, estaba dispuesta a ofrecerle a su hija todo tipo de sacrificio; el que fuera preciso con la finalidad de que la chiquita encontrara la ubicación en el mundo, que tenía perdida. La señora Liliana se desesperaba mucho por este tema; y, a diario platicaba con su hija para hacerle comprender que, pese a todo, Colombia era su tierra y, en Cali estaban su gente, sus familiares, sus ancestros, su vida. El esfuerzo de aquella dama era inmenso; mental y humanamente, se vaciaba hasta su última gota por su hija. Pero Luz, padecía la peor de las enfermedades: no era feliz. Nada la motivaba y, en alguna que otra ocasión ya había caído en alguna que otra depresión. Y su mamá sufría aquello de igual manera y, como un dolor intenso del alma. Era lógico. Luz era su misma sangre, su misma carne, por lo tanto sus emociones eran un calco de las emociones que atravesaban a su hija. Luz paseaba por la vida como aquél que pasea por la calle sin rumbo; su horizonte se había perdido. ¿ Motivos ?. Concretos, todos y ... ¡ ninguno !. Posiblemente, las carencias y limitaciones que la muchacha palpaba en su hogar, podían haberla inducido a tal estado depresivo; pero tampoco era la causa efecto exacta de eso. Si por ello fuera, los habitantes de Colombia vivirían todos en permanente y genérica depresión. La belleza de Luz quedaba opacada por el brillo perdido y triste de su mirada. Su figura, la que realmente deslumbraba, quedaba deslucida por lo sombrío de su carácter. Las limitaciones que la chica estaba pasando la hundían en su fuero interno; ella veía los noticieros y, contemplaba lo que ocurría en el “mundo exterior”; sabia que ella era parte de esa clase media, de la que antes se decía que, trabajando, lograba concretar muchos deseos; y, que ahora, por el contrario, estaba tremendamente limitada. Ella, soñaba, por ejemplo, con comprarse un sujetador bonito; algo tan simple y sencillo, como un conjunto de ropa interior; para verse, frente al espejo, tan bonita como en realidad era; pero, todo era imposible; no sobraba nada, apenas tenían el

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dinero para la comida y, “lujos” como el soñado por Luz eran para la muchachita, pura utopía. Desde que tuvo uso de razón, Luz, anhelaba un mundo mejor; desde siempre, su corazón albergaba la idea que, un día, sin ponerle fecha, pudiera encontrarse con una vida más “amable”. Frente a ello, pero para su fortuna, Luz tenía el ejemplo de su casa, donde la humildad digna, era la constante de aquella familia; o sea que, lo que se dice lujos, Luz jamás conoció, por lo tanto, se podría decir que difícilmente podía anhelarlos. Pero desde el fondo de su ser, ella soñaba con una vida más placentera, cuando menos, más relajada. Las penurias y apreturas crematísticas que Luz veía soportar a su madre, le quitaban hasta el sentido. Sentía que no era justo que, un padre y una madre, trabajando con denuedo como trabajaban ellos, no pudieran llegar a fin de mes. Su mamá, era la gran luchadora, el artífice de aquel “milagro” por la supervivencia, ya que hacia malabares para que la balanza de ingresos y gastos, se equilibrara. Pero la mayoría de las veces era inútil la tarea de doña Liliana; los gastos, y no superfluos, desdichadamente, solían sobrepasar a los ingresos, razón evidente para el desencanto y la tristeza más absoluta oprimiera a la muchacha y a su familia. Y entonces así, como le sucedía a muchos jóvenes de su país, la idea de “salvarse” yéndose a Europa que dadas las circunstancias actuales, no era nada sencilla; rondaba por la mente de ella, desde hacía mucho tiempo pero, le faltaba lo más elemental; el dinero para el pasaporte y, llegada al viejo continente, habiendo decidido previamente, en qué país querría recalar, detalle éste que no era menor. España, era la posibilidad más factible, dado que allí se hablaba el mismo idioma; pero todo eso, Luz lo sentía muy lejos. Luz consciente de todas las dificultades por las que atravesaba su familia; hasta se sentía culpable ante ellos; porque se sabía, aunque nadie se lo dijese ni se lo hiciese notar, una carga más para sus padres; había cumplido la mayoría de edad y, económicamente, nada aportaba. Desesperada ante todo esto que estaba viviendo, no dudó en salir a la calle – por eso abandonó, los estudios -; estaba dispuesta a encontrar trabajo, de lo que fuese y, al precio que fuese. Le ilusionaba ser dependienta de una tienda de ropa; justamente, la ropa que tanto la hacia gozar cuando la veía en las revistas, exhibidas por aquellas modelos que ella admiraba. Y muchos días de cansancio se le daban, debido a las enormes e interminables vueltas por toda la ciudad, con peticiones de trabajo, entregas de curriculums y,

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hasta súplicas para lograr un modesto puesto; todo estaba ocupado. Lo que sobran son parados, le decían siempre. Vuelve dentro de un año; espera unos meses; tenemos la plantilla cubierta; el mes pasado empleamos a una muchacha; has llegado tarde. Todas las excusas habidas y por haber soportó su joven, sensible y tierna alma. Frases todas llenas de desencanto que, irremediablemente, aumentaban aún más su estado depresivo. Llorar en silencio y a solas, para que nadie la escuchara ni viera, era su válvula de escape. - No te preocupes, mi hijita – decía su madre - mañana tendrás más suerte. Nos arreglaremos como hasta hora. Siempre hemos podido parar la olla, aunque haya sido solo con fríjoles; alimentarnos, aunque con las estrecheces de siempre, siempre hemos podido - gracias a Dios - lograrlo. Vas a ver que mañana será mejor; Dios nos ayudará, hijita. Él jamás abandona a nadie. Pero esas palabras, si bien eran verdades absolutas, no reconfortaban a Luz. El “discurso” eterno de su madre, le sonaba ya a estas alturas de su anhelante vida, a melodía desafinada; como la tapadera de un boquete enorme el que, su madre, intentaba cubrir tan solo, con sus manos.

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Capítulo # 2

PENURIAS ECONÓMICAS

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os argumentos de su madre no tranquilizaban a Luz; más bien, todo lo

contrario. Ella se sentía una carga, y así tal cuál como se sentía, una pesada losa aplastaba su interior y, la rabia contenida que albergaba su cuerpo al verse a sí misma, como una negra cruz de acero para el entorno familiar. Aunque estaba triste y deprimida, Luz se empeñaba en encontrar un trabajo con el que ayudar a su madre y a su familia. Doña Liliana, tan bondadosa como siempre, procuraba por todos los medios que, sus hijos no palparan aquella desastrosa realidad económica. Pero los dieciocho años de Luz eran más que suficientes para que, la muchacha, sin mediar palabra, pudiera comprender aquel titánico esfuerzo que su madre, diariamente llevaba a cabo. En una mañana luminosa, Luz salió a la calle con un solo y claro objetivo; encontrar un trabajo, tarea que había emprendido en repetidas ocasiones anteriores, consiguiendo falsas promesas por parte de todos a cuantos tuvo que acudir; ¡ ahora o nunca !, se dijo para sí misma. Como es costumbre en Colombia, Luz, antes de salir de casa oró mucho; ella sabía que Dios iba ha ayudarla. El apego espiritual de los colombianos hacia Dios, es su mayor e inigualable argumento ante la vida. Luz caminaba sin rumbo; en realidad, como siempre había sido su existencia. Pero, en aquel peregrinar por las calles caleñas, de repente, frente a sus ojos divisó el hotel Sératon, en plena calle 82 de la ciudad. Un edificio colonial dotado de enormes jardines y, algo le decía que, en aquel fastuoso hotel iba a conseguir lo que buscaba, un trabajo. Las puertas giratorias del recinto hotelero, al contemplar la belleza de la muchacha, como si por arte de magia se tratase, al verla, giraron solas, como accionadas por algún duende mecánico; y, daba la sensación que, el mecanismo de apertura que accionaba la puerta, al ver la belleza de Luz, se frenaba para apreciar con más detenimiento sus encantos. Como siempre, la muchachita, vestía bonita; pantalones blancos ajustados, blusa del mismo color, (el color de la ilusión) zapatos de poco tacón, bolso informal y el pelo suelto para que, su hermosa melena, fuese zarandeada por el viento. Una vez dentro del hall del hotel, los huéspedes que estaban por allí, todos, sin distinción, la penetraron con sus miradas; era inevitable. El encanto natural de la muchachita era el arma más poderosa que, sin pretenderlo, siempre esgrimía.

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- ¿ En qué podemos servirle, señorita ? – dijo el conserje -. - Vengo a buscar trabajo. No me importa la tarea; me preocupa tan solo poder ganarme un sueldo. Somos muchos en casa y, tras abandonar los estudios, he preferido salir a trabajar. La sinceridad en las palabras de la muchacha dejó perplejo al conserje que, optó por presentarla al gerente del Sératon, que se encontraba allí en aquellos momentos. - ¡ Un placer, señorita ! – dijo el gerente - . ¿ En qué puedo servirle ?. - Verá, señor; llevo mucho tiempo buscando trabajo y, me gustaría trabajar aquí. No me importa el cargo a desempeñar; lo que sea con tal de tener una remuneración que me permita ayudar a los míos. El gerente quedó enmudecido porque, en el fondo y en la forma y, dada la belleza de Luz, él pensó que la chica se estaba ofreciendo como señorita de compañía para los clientes solitarios. Allí se solían hospedar altos ejecutivos, por cuestiones de negocios; toreros españoles que, en aquellos días, estaban haciendo campaña en Colombia, participando, justamente, en la feria del Señor de los Cristales en la plaza de toros de Cali; políticos de alto rango, artistas y todo tipo de clientes con un alto nivel económico; lo que era lógico, puesto que el Sératon no era para la clase obrera. La miró bien y, de pronto, aquel señor entendió que, la petición de la muchacha iba encaminada por el derrotero del honrado trabajo, simple y llano. La hizo esperar un poco. - Aguarde - le dijo el gerente -. Ante aquel “aguarde”, la muchacha quedó nerviosa; como expectante. Su corazón parecía decirle que, había llegado el momento soñado de tener el anhelado trabajo. Se sentó en uno de los lujosos sillones y, por un rato, en realidad desde que llegó al hotel, su cuerpo era el centro de atención. Por las miradas que allí se perdían entre los clientes, se podría sospechar que todos creían que, el hotel, dada su fastuosidad, había contratado a una puta de lujo para uso y disfrute de sus clientes. Al poco rato escuchó: - ¡ Señorita, acérquese, por favor ¡. Mire, - dijo el gerente - tenemos un puesto de limpiadora puesto que, el pasado martes, una de nuestras empleadas se marchó para España y, fíjese, ha llegado usted justo a tiempo. Su trabajo tendrá una duración de diez horas diarias; cinco en la mañana y, el resto, en la tarde o noche; eso dependerá. Le pagaremos seiscientos mil pesos y podrá comer o cenar en el servicio de cocina del hotel. ¿ Qué le parece ?. Luz quedó muda; apenas le salían las palabras. Su cara era de sorpresa; no le había tocado el primer premio de la lotería pero, la situación, así le parecía. Y tenía sus razones porque, en los últimos meses, la pobre muchacha, se había gastado lo

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zapatos, caminando por toda la ciudad y aledaños en la búsqueda del tan anhelado trabajo. - ¡ Gracias, señor ¡ - al fin, contestó ella-. ¿ Cuándo empiezo ?. - El próximo lunes; al llegar, pregunte usted por la señora Rosalinda que le dará su uniforme y, como jefa de personal, le indicará todos sus cometidos. Yo le adelanto, se trata de limpiar todas las habitaciones; pero con una limpieza inmaculada; el Sératon no puede permitirse el más mínimo error ni queja de cliente alguno. Su sonrisa tiene que ser una constante; su amabilidad, su razón de ser; su educación, la base y sustento de su trabajo. La más mínima queja de un cliente hacia usted motivaría el despido de forma automática. ¿ Ha comprendido ?. - ¡¡ Si¡¡¡¡¡ !! – respondió muy contenta ella -. Estaba emocionada; algo tan sencillo como un trabajo, a la muchacha le parecía un milagro. Salió agradeciendo a Dios por tanta bendición. Los ruegos y oraciones que previo a darse esta situación, habían salido de su alma, en este momento se le estaban dando como ella deseaba. Aunque el hotel quedaba a muchas cuadras de su casa, ella recorrió el trayecto, a paso firme, sabía que le llevaría más de una hora caminando pero, como quiera que estaba feliz se paraba en todas las esquinas; daba la sensación que quería contarle al pueblo caleño por completo, la felicidad que le embargaba. Aquella cara triste, aquellos ojos profundos de mirada perdida, de repente, habían recuperado su brillo. La única prisa que la embargaba, era encontrarse con los suyos; de forma concreta, con su madre; ella, adivinaba que doña Liliana se llevaría una inmensa alegría. Ya en casa, Luz, se abrazó a su madre con ternura. - ¡ Mamá, he encontrado un trabajo en el hotel Sératon !. ¡ Estoy feliz !. ¿ Puedes creerlo ?. La mamá, emocionada, se puso a llorar. Aquella noche, en la cena, pese a la carencia de casi todo, inevitablemente, saboreaban el mejor de los manjares; la dicha y la felicidad de saber que, Luz, había encontrado trabajo. Hasta ahora, la razón de su vida; además y casi seguro, dicho trabajo, de alguna manera, opacaría un poco la idea de Luz de marcharse a otro país.

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Capítulo # 3

LA BELLA VALLECAUCANA

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rustraciones personales al margen, Luz se sentía feliz en la ciudad que la vio

nacer; saberse “vallecaucana” le otorgaba una licencia hermosa; la misma de la que son portadoras todas las mujeres caleñas. Como quiera que el horizonte de Luz se estaba despejando gracias al trabajo que había logrado, no dudó en comprase un libro que hablara de su ciudad. Casi todos, sin lugar a dudas, desconocemos las maravillas que nos rodean y, la muchacha, respecto a su ciudad, no quería caer en semejante dislate. Posiblemente, la devoción que Sebastián de Belalcázar, el fundador de Cali, sentía por el patrón de España, de ahí que antepusiera dicho nombre a la ciudad caleña. Santiago de Cali es un referente ante el mundo. Este paraíso colombiano fue fundado en el año 1536 y, según reza la historia, Belalcázar, para tal fundación, trajo a Cali indios Quechuas y Yanaconas procedentes de Ecuador, de ahí la mezcla sensacional se seres humanos que allí habitan. Cali, como estaba leyendo Luz, es la segunda ciudad más antigua de Colombia; le gana Cartagena de Indias puesto que, Bogota, (Santa Fe de Bogotá) es la tercera ciudad más antigua, pese a que ostenta el título de ser la capital de Colombia y, ante todo, la capital andina de la bella Colombia. En su fundación Cali era una pequeña villa poblada de haciendas de adinerados españoles que, a base de esclavos quechuas cultivaban las tierras de los señores feudales, plantaban la caña de azúcar y a la crianza de animales en sus pastos ganaderos. De dichas haciendas, todas muy conocidas; en la actualidad, hoy han tomado vida y nombre numerosos barrios caleños; como Cañaveralejo, Chipichape, Pasoancho, Arroyohondo, Limonar y muchos más. Fue en el año 1815 cuando Fernando VII, rey de España, envió sus tropas para la conquista definitiva de la ciudad de Cali; ejército que, al mando de Pablo Morillo “El Pacificador”, tres años más tarde, en 1819, sucumbía ante el libertador, Simón Bolívar que, en el año 1822 entró triunfante en la ciudad de Cali. Así, poco a poco, Luz estaba descubriendo la grandeza íntima de su maravillosa ciudad. Le quedaban muchas páginas por leer; mucho que aprender pero, su filosofía intrínseca, la que dicho libro le estaba aportando, ya formaba parte de su ser. Sus acciones venían a demostrar que, estando en paz consigo misma podría alcanzar cuantas metas se propusiera; ese cambio de mentalidad es el que, sin duda alguna, la llevó hasta el maravilloso logro de encontrar un puesto de trabajo; antes, con mucha antelación, se había propuesto dicha tarea pero, como quiera que su negativismo la oscurecía, su ser quedaba quebrantado por sus desánimos y desilusiones.

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Faltaban cinco días para que Luz comenzara su andadura laboral; para que soñara despierta puesto que, el trabajo ha sido y seguirá siendo la bendición del universo para todo ser humano. Lo que era una quimera se le volvió realidad. ¿ Y no será que ella tenía mucha culpa de su situación ?. Vivir en negativo es condenarse uno mismo hacia el abismo de lo imposible. En estos días previos, Luz quería cantarle al mundo su felicidad; se paseaba por las bellas avenidas caleñas, se paraba para contemplar monumentos, analizaba a su alrededor, saludaba a los viandantes, abrazaba a cuantos niños se encontraba en su camino; toda ella, sin duda alguna, era el monumento más lindo a la felicidad; situación que, para ella era una quimera inalcanzable hasta el día en que, mentalmente, decidió que se produjera esa hermosa catarsis en su existencia y, su vida comenzó a cobrar sentido; Doña Liliana sabe mejor que nadie cuanto sufrió su hija, porque sufrió con ella. Vivir junto a un ser amado, como era su niña, incapaz, hasta aquel momento, de encontrarle sentido a su vida, sin duda alguna, es la peor de las pesadillas. Luz, en las jornadas previas a su ingreso en aquel puesto de trabajo, le daba las gracias a su madre por todo ese amor incondicional que le regala y se disculpaba por todo ese penar que le hizo pasar, cuando no encontraba rumbo que ahora encontró; la abrazaba con ternura y le prometía una vida mejor; el trabajo que había conseguido, era el detonante de aquella ilusión que la desbordaba. Mientras Luz paseaba por las calles impartiendo su alegría, de pronto escuchó una voz que le susurró al oído: -¡¡ Hola, Luz !! ¿ Cómo estás ? – Le decía alguien Era Candela, una compañera del colegio de la que llevaba mucho tiempo sin saber de ella. -¡ Candelita de mi alma ! - dijo Luz - ¡ Qué gusto encontrarte !. ¿ Cómo te va ?. Tras el saludo afectuoso de ambas amigas, Candela se puso a contarle a su compañera Luz todos sus proyectos. Luz la escucha con atención. Ambas muchachas quedaron sentadas en un parque fastuoso en el que se respiraba una paz infinita. -Mira, Luz, lo tengo decidido. He vagado mucho por la ciudad; cursé mis estudios y, no he encontrado acomodo laboral en parte alguna y, me marcho a Europa, concretamente a España. A Luz se le secó la garganta. Esa era la idea que durante mucho tiempo vivía dentro de su corazón: ¡¡¡ Marcharse a Europa !!!. Y, en el caso de Candelita que se quería ir a España como lugar concreto, de repente parecía que su amiga le truncaba todos sus actuales planes. Al ver que Candela se marchaba a España, Luz caía en la cuenta que, lo que para ella era un sueño, podía ser posible; es más, era una realidad, que no quedaba sólo en la quimera, que ella presentía. - Cuéntame los detalles, - le dijo Luz -.

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- Un amigo se marchó para allá hace dos años y, según me cuenta le va muy bien; en principio, regularizar su situación le costó mucho pero, al final, lo ha conseguido; ya tiene permiso de residencia y, su insistencia al respecto de que me vaya me ha animado para irme. No puedo negarte que, por momento, me asusto; hasta me tiemblan las piernas. Por un lado tengo una ilusión tremenda por conocer otro mundo y, acto seguido, me horrorizo al pensar qué me puede deparar el destino en un país tan lejano. Como sabes, soy enfermera en el Hospital Central pero, amiga querida, los haberes que percibo apenas me alcanzan para la subsistencia. Luz se quedó pensativa. Por un lado estaba feliz por haber encontrado un trabajo y, al escuchar las declaraciones de Candelita, se quedaba atónita. Le costaba entender que, su amiga, teniendo un trabajo digamos digno, lo dejara todo para irse a España. - Nuestro futuro, - continuaba Candelita - es muy incierto; somos prisioneros de nuestros gobernantes y, en nuestra maravillosa tierra colombiana, para medrar un poquito, que tengamos que alejarnos de la tierra que amamos, como entenderás, es un dolor enorme. Aunque se nos rompa hasta el alma, acá, junto a los nuestros, a poco podemos aspirar; yo tengo un trabajo que, como sabes, muchas amigas nuestras lo desearían pero, a mi no me llena, no me satisface; y no es que yo no le ponga amor ya que, se lo pongo todo; pero tengo la sensación de que en dicho hospital se quedan con mi sudor, con mi esfuerzo y, a sabiendas de la situación de nuestro país en que, nadie hace nada por arreglarlo, los trabajadores somos víctimas de una nefasta gestión gubernamental que, en definitiva, sólo favorece a la clase pudiente. Luz hizo un esfuerzo sobrehumano mientras escuchaba a su amiga; por momentos, se le resquebrajaban todos sus esquemas. Por un instante, hasta tenía la sensación de que el trabajo encontrado tampoco mitigaría sus penas; las de su alma y las de su cuerpo. No acertaba a comprender si aquel encuentro con su amiga había sido una bendición o una maldición; en el aire flotaba una extraña sensación que la albergaba como si de un manto negro se tratase.

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Capítulo # 4

LUZ ESTÁ FASCINADA

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a de regreso a casa, Luz le contó a su madrecita lo que le había ocurrido

con su amiga y, la madre al ver la preocupación de su hija intentó tranquilizar a la muchachita. Cierto es que, doña Liliana, dotaba de una paciencia franciscana y un amor hacia sus hijos admirable, arropó a su hija con sus palabras y, ante todo, con un fuerte abrazo. - No haga caso mi hijita. Lo que Candela te ha contado no es tan sencillo. ¡Olvídalo! Acá, todos juntos, como Dios nos de a entender, nos iremos arreglando; no sufras que, para el dolor ya me puso Dios al frente de esta familia que con tanto amor hemos creado y formado. Doña Liliana, ante todo lo que Luz le había contado, al respecto de la conversación mantenida con su amiga, continuaba con su intento de tranquilizarla y porque no también de disuadirla, de aquella idea oscura, que ella como madre, no quería que pudiese su hija llegar a concretarla. - No malgastes energías acumulando ilusiones baldías; tampoco creo que España sea la tierra prometida. Has encontrado un trabajo que era tu más bella ilusión, empiezas el próximo lunes, por tanto, es ahí donde debes de enfocar todas tus energías. Sigue concentrándote en la idea de tu trabajo que, mentalizada como debe ser, seguro que le sacarás un gran provecho y, si en verdad vales, seguro que irás ascendiendo posiciones en el hotel. Daba la sensación de que, Luz, se tranquilizaba un poco; se abrazó a su madre, rompió a llorar por la emoción que le produjo las palabras de ella y, fundidas ambas en un entrañable abrazo quedaron exhaustas por el llanto que las atrapó a las dos. La familia vivía en el barrio de Cañaveralejo y, por consiguiente, muy cerca de su domicilio se divisaba ese edificio abstracto y raro que, desde fuera, tenemos la sensación de que estamos “admirando” una enorme “copa de helado”. La referida copa no es otra cosa que el coso de Cañaveralejo; es decir, la plaza de toros de Cali. Se celebraba por aquellos días la feria caleña y, el gentío era enorme; daba la sensación de que, por aquellos lares, Cali era otro mundo; gente llegada de toda la ciudad; las mujeres ataviadas con sus mejores galas; los clásicos sombreros colombianos cubriendo la cabeza de los hombres; todo un amalgama de personajes variopintos que, en aquel instante y lugar, daban la sensación de que Cali estaba viviendo su mejor fiesta. En realidad, así sucede. La feria taurina caleña, mundialmente famosa, es el centro de atracción de todo el orbe taurino. En dicha ciudad, por su feria, se da cita todo el

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taurinismo – de todos los aficionados por el mundo -, y Cali, queda engalanado por sus famosos desfiles multicolor y, a su vez, por todo el entorno que produce la misma fiesta de los toros. Los mejores toreros hispanos estaban en los carteles de dicha feria y, como no podía ser de otro modo, el ídolo local, Luís Arango, formaba parte del elenco de artistas que se habían incluido en sus carteles. Cali, en su feria, rezuma alegría por todos sus costados. Si por norma, el caleño es alegre por naturaleza, llegado el momento de la fiesta, se torna de un encanto inigualable. Por dichas razones, los toreros de España acuden gozosos a este Valle de Cauca y, en la ciudad de Cali, todos, sin distinción, aspiran a llevarse el codiciado trofeo Señor de los Cristales, que es el trofeo en disputa entre todos los participantes de dicho evento artístico. Los caleños, de forma concreta los aficionados a la fiesta de los toros, rezan para que su compatriota, Luís Arango, tenga suerte y, como en años anteriores, le plante cara a los diestros españoles que, más avezados en dichos menesteres, procurarán ganarle la partida. Arango, el pasado año dejó muy alto el pabellón artístico colombiano y, de forma concreta, en su patria chica, Cali, llevándose, en buena lid, el prestigioso trofeo que establece el municipio caleño. Nunca olvidemos que, la bella Colombia sabe mucho de toreros puesto que, César Rincón, su hijo más admirado, resultó ser una figura importante por todos los ruedos del mundo. Pocos como César Rincón han difundido la bandera colombiana por el mundo; dichos honores, le cupieron al bogotano que, allí por donde toreara, para celebrar sus éxitos, le veríamos envuelto en la bandera tricolor; azul, roja y amarilla, que siempre cubría su cuerpo. Estaba viviendo Cañaveralejo sus días grandes de fiesta, en concreto, la ciudad de Cali y, doña Liliana, sabedora de las depresiones de su hija y, también de la idea que le rondaba por la cabeza en torno viajar al Viejo Continente, por todos los medíos quería impedir que Luz se viera afectada; sobre todo, por las ilusiones que le había infundido su amiga Candela. ¿ Qué hacer ?. ¡ Darle una sorpresa !. Nada del otro mundo, por supuesto, pero si pensaba doña Liliana que, aquella alegría momentánea que le quería dar a su hija le aliviaría su estado anímico. Puesto entonces, que el bullicio y la alegría se cernían en los aledaños de su casa a causa de la fiesta de toros, decidió sorprender a su hija del siguiente modo: - ¡Hijita! - dijo la madre - tengo dos entradas para asistir a la corrida de toros de esta tarde. Tú no has estado nunca en la plaza de Cañaveralejo, ¿ qué te parece si me acompañas y nos vamos juntas a ver los toros ?. Luz se quedó sorprendida. - ¡ Pero mamá ! - esbozó la muchachita - si apenas tenemos para comer, ¿ cómo te gastas el dinero en unas entradas para un espectáculo que quizás ni me guste ?. - No, hija - apuntó la madre - ocurre que en el establecimiento donde suelo comprar el pan, su dueño, don Alfredo, sorteó entre su clientela dos entradas que previamente había adquirido para congratular a los clientes y, como estás viendo, he tenido la suerte de ser la afortunada ganadora en dicho juego.

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En Cali, la empresa que representa su plaza de toros, tiene una sagacidad increíble y, para que la gente acudan en masa al recinto taurino, vende sus boletos de entrada de un año para el otro; es decir, termina hoy la feria y, la empresa ya pone a la venta las localidades del año siguiente con la finalidad que los aficionados, puedan pagarlos con comodidad; por meses y, muchos, hasta de forma semanal; incluyendo, como se ha mencionado, las entradas que muchos comerciantes adquieren para su posterior sorteo a beneplácito de sus clientes. Dos días más tarde, doña Liliana y su hija se marchan a la plaza de toros para presenciar un espectáculo para ellas desconocido, pero no exento de belleza y arte. En los aledaños de la plaza, el bullicio es ensordecedor; el gentío ríe y canta. Circundando a la plaza se vende de todo; miles de personas se congregan en dicho recinto. Es envidiable todo cuanto los colombianos propician con su fiesta. Podrán carecer de todo, pero nadie les arrebatará su alegría, la que esparcen allí por donde van y, en los toros, la dicha es el detonante de todos cuantos acuden a Cañaveralejo. Es la sexta corrida de su feria taurina y, el cartel es colombiano por antonomasia. Como quiera que el pasado año Luís Arango resultara ser el triunfador del ciclo ferial, en esta ocasión, la empresa ha querido premiarle otorgándole el honor de que matara los seis toros del festejo. Se lidiaran seis toros de la ganadería del Espíritu Santo, propiedad del maestro César Rincón, aquel diestro que, con sus carnes laceradas en muchas de sus innumerables faenas, efectuadas durante su carrera profesional, supo sacar a su familia de la miseria y, a su vez, convertirse en un ídolo nacional e internacional en cuanto al arte del torero y ahora también, en lo que a ganadería se refiere. Madre e hija se sientan en el tendido de la plaza de toros. Empieza el paseíllo Luís Arango y, comienza a sonar la banda de música; primero interpretan los acordes del himno nacional colombiano y los caleños, puestos de pie y mano en el pecho, sienten los colores de su bandera y, al compás de las notas de su himno viven la primera emoción de la tarde; ante tal agasajo musical, Arango, se desmontera; hace el paseíllo desmonterado, puesto que solo se lo hace con la montera calzada, cuando es la primera vez que torean en una plaza. El bullicio es ensordecedor; la alegría se palpa entre la gente; las mujeres, bellezas exóticas como ninguna, adornan con sus encantos el recinto taurino. Se ven muchas caras conocidas en la barrera; artistas como Botero que ha acudido ex profeso a la feria; escritores como Gonzalo Arango, cineastas como Gabriel Pardo; infinidad de personajes que sienten pasión por el arte del toreo, amén de todos los diestros españoles y algún mexicano que, en esta ocasión forman parte de los carteles caleños, pero en este momento, espectadores de excepción en el ruedo de Cañaveralejo. Luz está como fascinada; no acierta a comprender todo lo que estaba viendo. Se la nota enormemente dichosa; por ser la primera vez, le ha impactado el espectáculo.

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Capítulo # 5

LUZ CONOCE AL TORERO

M

ientras

tenía lugar el éxito de Luís Arango en su plaza caleña, Luz, al

ver la sangre de los toros sufrió una lipotimia, por lo que tuvo que ser atendida en los servicios sanitarios de la plaza. Nada grave, pero sí con la suficiente consideración como para que no pudiera ver terminar el festejo y, lo más triste es que, como los toreros, acabó en la enfermería de la plaza. Sea como fuere y, pese al contratiempo citado, Luz se marchó contenta; no pudo refrendar por completo aquello que había empezado a apreciar pero, su impresión no resultó mala; todo lo contrario. Madre he hija regresaron a casa tras diagnosticar los doctores que el desvanecimiento de Luz no había tenido ninguna consecuencia digna de preocupación; superada la citada lipotimia ahí quedó todo. Ya en casa, ambas, estaban felices; al día siguiente Luz empezaba su singladura como empleada en el hotel Sératon y, dicha circunstancia la tenía ilusionada.

Ya clareaba el día y, Luz, contenta y dichosa, partió hacia el que sería su lugar de trabajo. Su paso era firme; varias cuadras le separaban de su domicilio hasta el hotel pero, repito, sus andares denotaban la mima ilusión del que corre en la búsqueda de su gran premio; ciertamente, Luz sentía que estaba siendo premiada con dicho trabajo. Traspasó la puerta del hotel y la recibió el conserje. - ¡ Buenos días ! . ¿ En qué puedo servirle, señorita? - dijo aquel hombre -. - ¡ Buenos días !. Necesito hablar con la señora Rosalinda, porque hace unas fechas se me contrató para trabajar como chica de la limpieza … y el gerente me dijo que me presente con ella, pero me parece, que antes tendría que hablar con él, para firmar el contrato. - Aguarde un segundo - dijo el conserje - ahora aviso al gerente para que la reciba y le indique. Luz se sentó en uno de los sillones de aquel inmenso hall y, los huéspedes que por allí deambulaban quedaban atónicos ante la belleza de la muchacha; era el centro de atención. Una mujer bella siempre causa expectación y, Luz, sin pretenderlo, siempre era el centro de todas las miradas.

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De pronto divisó al gerente que, decididamente, se dirigía hacia ella. Este hombre, con el que ella había conversado días atrás, era de unos treinta años, alto, bien parecido y con porte de galán. - ¿ Señorita Luz ? – preguntó el señor- Si, ¡ buenos días !, aquí estoy – respondió ella -, incorporándose del sillón de un saltito. - ¡ Buenos días señorita !. Venga, acompáñeme a mi despacho y firmaremos el contrato. Al fondo de aquella planta baja se encontraba el fastuoso despacho del gerente; un sillón giratorio, varios sillones fijos para recibir al personal, una mesa grande en madera de caoba, cortinas de seda, distintas pinturas de Botero adornaban las paredes; todo un lujo al alcance de pocos; Luz estaba se maravillada con ese sitio tan importante. Ambos firmaron el contrato y, mientras ella estampaba su firma, la mano del gerente acarició la suya; un escalofrío recorrió su cuerpo. No acertaba a comprender bien el significado de aquella actitud. Tal vez, simplemente fue un roce casual. Pero no podía negar que, aquel hecho, para bien o para mal, le había impresionado. - Ahora, - dijo el gerente - irá hasta donde se encuentra la jefa de personal, como le dije la otra vez, ella es la señora Rosalinda, para que le entregue el uniforme, y le indique cómo debe de realizar el trabajos, los horario a cubrir y todos los detalles necesarios para que usted cumpla su cometido con eficacia y, dado su físico, su belleza exótica, si usted quiere escalar posiciones en nuestro hotel, ya sabe lo que tiene que hacer. Aquí me tiene para lo que necesite; no dude en llamarme cada vez que tenga un problema que, siempre estaré para usted. Luz quedó anonadada; no sabía interpretar acertadamente, las palabras de aquel señor. “Si quiere escalar posiciones, ya sabe usted lo que tiene que hacer”. La frase la dejó helada. Se sentía incómoda. Aquella caricia en su mano mientras firmaba, la frase pronunciada por este hombre, esta amabilidad; todo la estaba confundiendo. Y pensó entonces, que quizás ella, por su inexperiencia, seguramente no sabía interpretar debidamente cuanto le estaba sucediendo. Subió hasta la quinta planta y, allí la estaba esperando la jefa de personal; se presentó ante ella y dicha mujer, muy brevemente, le explicó el funcionamiento del su trabajo. - “ Debe ser usted muy seria en sus acciones – decía la señora - y siempre tendrá que tener usted la sonrisa flor de labios; los clientes no saben de amarguras, por tanto, siempre tenemos que trasmitirles felicidad. Su amabilidad para con todos será una constante y, la menor queja por parte de un cliente será motivo de despido; hemos despedido a muchas. Debe limpiar las habitaciones que se le asignen, de esta manera ...” – y así continúo la señora con las instrucciones hasta que terminó, y la dejó a Luz con sus nuevas tareas -.

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Aquella ilusión con la que había llegado al hotel, de pronto, se le estaba convirtiendo en una presión inmensa; allí no cabía el menor fallo y, dado su juventud e inexperiencia, estaba como asustada. Todo parecía muy lindo y, sin embargo, en el ambiente reinaba una presión que de afuera no se notaba pero que, ella sentía dentro de su ser. Digamos que, susto era lo que primaba ahora dentro de su persona; tenía miedo a fallar; “la menor queja será motivo de despido”. Esta indudablemente, fue otra de las frases, que dejó sin aliento a Luz. Primero la había “impactado” el gerente y, la jefa de personal la terminó de hundir en la más vil de las incertidumbres. Luz no sabía la complejidad del trabajo que tenía que desarrollar. Desde fuera, como le habían contado todos con los que pudo hablar respecto de este trabajo, todo era maravilloso; una vez dentro, experimentando en carne propia la problemática del trabajo, todo se le tornaba negro. Desde ese mismo momento, una vez ataviada con su uniforme, empezó con las tareas de limpieza. “Todo tenía que quedar como los chorros de oro; reluciente, limpio, despejado, con olor a jazmín” - recordaba ella que la señora Rosalinda, le había dicho - . Luz, si bien antes de conseguir este trabajo había estado deprimida, era alegré por naturaleza y, por dicha razón, para sonreír no tenía que fingir; ella era la sonrisa permanente; una sonrisa que su infelicidad justificada y pasajera, por momentos le había robado del rostro; pero como allí – ya se lo habían dejado muy claro - no había lugar, para que cupiera el menor atisbo de pesar; y , ésta era una de las grandes consignas recibidas; la amabilidad y la sonrisa, serían entonces siempre, sus valores permanentes. Justamente, en esa quinta planta donde se encontraba empezó su tarea. Quedaba una sola habitación por limpiar y, como quiera que no tenía colgado el cartel de “No Molestar”, igual le pareció que adentro podía haber alguien, por lo que Luz llamó antes de entrar. Se abrió la puerta y apareció un hombre con un albornoz; recién terminaba de ducharse y todavía no se había vestido. Ella, al verlo, se quedó como asombrada. - ¿ Es usted … ?, - comenzó a preguntar Luz cuando el muchacho le dijo: - Si, señorita; soy Luís Arango, el torero colombiano. Lo que menos podía imaginar Luz es que, en aquel hotel pudiera encontrarse a un torero; ella, obviamente no lo sospechaba pero, el toreo entero, en Cali; se hospedaba, en dicho hotel. - Déjeme contarle, - dijo Luz, muy emocionada y contenta - que ayer estuve por vez primera en el coso de Cañaveralejo y pude verlo a usted torear; aunque no pude terminar de presenciar su éxito señor, porque la sangre de los toros me produjo mucho impacto y tuve una lipotimia por la que me tuvieron que asistir en la enfermería de la plaza .... - No sabe usted la dicha que estoy sintiendo; lo que menos podía yo sospechar – dijo Luís - es que usted fue espectadora de excepción, de mi éxito, de ayer. ¿ Sabe ?, estoy muy feliz; porque me consagré en la plaza de mi tierra y, dicho triunfo, me

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abrirá las puertas de todas las plazas colombianas y, a no dudar, que también las de España y Francia. Luz miraba y escuchaba al torero, sin entender bien a que se refería y sin decir palabra. - De pronto Luis, se dio cuenta que estaba arrojando comentarios al aire y, le dijo a Luz – por su uniforme e implementos, deduzco que, es usted empleada de este hotel, ¿Verdad?. ¡ Dígame una cosa !, ¿ cómo es que una mujer tan linda como usted trabaja como simple limpiadora, en este lugar?. Luís, impactado por la singular belleza física de la muchachita, no acertaba a comprender que ella fuese tan solo una limpiadora ya, que por el sólo hecho de su físico; Luz, debería de aspirar a mucho más. Siendo así, el diestro caleño, maravillado ante aquel espectacular cuerpo le dijo a Luz. - ¿ Le agradaría pasar la noche conmigo ?.

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Capítulo # 6

EL PRESAGIO DE UNA NOCHE DE AMOR

A

nte la proposición del torero para que pasasen juntos la noche, Luz, una

vez más en ese díam quedó atónica; no terminaba de entender todo lo que le estaba sucediendo. Eran bendiciones o maldiciones, se preguntaba en su interior. Su rostro quedó enrojecido; no daba crédito a sus emociones y, Luís, la miraba con atención; esperando, como era “lógico”, una respuesta afirmativa. La muchacha no podía articular palabra; el torero le seguía mirando y, a su vez, esperando la respuesta afirmativa. Por la cabeza de Luz pasaron mil ideas; era virgen y, ante todo lo que esa noche pudiera suceder, le atormentaba el cerebro. Era toda una mujer y, su cuerpo, así la delataba; pero sus casi infantiles dieciocho años le pesaban como una losa de mármol sobre sus espaldas; no era capaz de reaccionar con coherencia ante todo lo que le estaba pasando. En honor a la verdad, era ahora cuando Luz estaba entrando en el mundo de la adultez; en ese estrado en que, por regla natural, se tienen que tomar decisiones muy rápidas, adivinar sentimientos, solventar situaciones y, como le estaba sucediendo a ella en dicho instante, decidir, en segundos, lo que quizás marcaría el resto de sus días. Con la voz entrecortada dijo Luz: - ¡ Sí ! ... me quedo contigo toda la noche. - Siéntate y conversemos, - dijo Luís - . Y, gracias por apearme del tratamiento de usted que, me estaba resultando farragoso de tu parte; ambos somos jóvenes y, por dicha razón tutearnos, es lo más correcto. Eres la mujer más bonita de Cali; aquí he conocido mujeres lindas pero, tú eres la más bella de todas. Ostentas un cuerpo escultural; tienes una mirada penetrante; tu figura, de arriba abajo, es deliciosa. Semejantes piropos dejaron a Luz como más relajada; parecía que todo pudiera ser más normal de lo que en principio podía creer. Cuestión de actitud. Mirándole a los ojos, Luz, entendía que nada malo podría pasarle junto al diestro que, de repente, ella le empezó a ver como en realidad era, un muchacho muy atractivo; tez morena, ojos azules, pelo rizado, dientes muy blancos y una forma de hablar que rayaba en la seducción. Ciertamente que, por su cuerpo seguía recorriendo un escalofrío; aquel “ Sí, quiero ”, le podría traer complicaciones irreversibles pero, el paso ya estaba dado. - No puedo quedarme mucho, Luís; estoy cumpliendo mi jornada laboral y, tengo que irme. – Sentenció la muchachita –. Dime, por favor, a la hora que quieres que quedemos y, ahí estaré yo contigo.

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- Si quieres – apuntó Luís - quedamos en la tarde y te invito a los toros y, tras el festejo, ya planificamos la noche. La sensación que daban ambos no era otra que, lo que conocemos como el clásico “flechazo de cupido”. De repente, en breves instantes, comenzaron a sentirse cómodos el uno junto a otro. - No puedo, tengo que trabajar todo el día; es mi primer día laboral y, no se me permite, como me dijeron, el más mínimo error ni fallo. – Respondía Luz -. - Te comprendo totalmente. Si te parece, - dijo sonriendo el torero colombiano quedamos a las diez de la noche aquí, en el hotel; te esperaré abajo. - OK - respondió Luz. En muy breve espacio de tiempo cambió el semblante de la chica y, sus pesares de sólo hacía unas horas, se habían transformado en ilusiones repentinas que, como se podía ver, habían dibujado sonrisas en su lindo rostro. Eran poco más de las seis de la tarde y, Luz, había cumplido con su jornada laboral. Se marchaba a casa y, por vez primera en su vida tenía que pasar una noche alejada de su familia. En el transcurso del regreso a su hogar, Luz, estaba buscando la excusa para que su madre no pusiera traba alguna; más que trabas, que no sufriera por su ausencia. Por supuesto que no era ético que le confesara a su madre que tenía que pasar la noche con un muchacho; por muy torero que fuera, doña Liliana no lo iba a entender. Esa era la idea que ahora rondaba por su cabeza. Convencer a mamá de que, esa misma noche la pasaría lejos de casa. Una vez más, de repente, se cernían sobre su cabeza pensamientos dispares; su sentido religioso le estaba diciendo, desde su interior, lo descabellado de su idea de compartir una noche con un “desconocido”; su ética la aconsejaba que lo dejara de lado para que su madre no sufriera y, ella misma estaba asustada nuevamente. Sin embargo, el corazón le estaba aplastando su razón. Cerró los ojos y comprendió que no había marcha atrás; estaba tomada la decisión y, como fuere, ella quería ir descubriendo parcelas por el mundo y, en este caso, hasta le ilusionaba conocer a un hombre íntimamente, en toda la extensión de la palabra. No sabía si encontraría el placer, el amor, la decepción, la amistad, ó la ternura de este, si lograba estar entre sus brazos; muchas preguntas se hacía que, en aquel instante, eran incógnitas por descubrir. Ya en casa, doña Liliana la estaba esperando con verdadera expectación; todo era nuevo para ellas y, la señora la miró a los ojos, la veía feliz a su hija y la abrazó con todo el cariño que una madre puede regalarle a su hija. - ¿ Cómo te ha ido, mi hijita ?. - ¡ Muy bien, mamita !. Todo ha salido perfecto. Me han tratado muy bien y, el lugar de trabajo es fantástico. Estoy contenta; creo haber causado una grata impresión. Se trata de un lugar pulcro y, en dicho hotel, solo hay gente muy importante;

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señores adinerados; en definitiva, personas de un alto nivel social y, por lo que he visto, con un gran bagaje cultural. Y, si me permites, tengo que darte otra noticia. La señora Liliana quedó como expectante. ¿ Otra noticia ?. ¿ Qué noticia sería ?. Si, en realidad, tras todo lo contado, ¿ qué otra cosa más podía decirle ?. - Han quedado tan contentos que, me han propuesto si quiero trabajar esta noche puesto que, han llegado unos clientes muy especiales y, según el gerente mi trato les puede cautivar y, por dicha razón, me han sugerido si podía trabajar toda la noche. No se trata de limpiar por la noche; pero sí de servirles alguna copa, traerles alguna comida, acompañarles, llevarles algún libro; todas esas cosas tan naturales en un hotel y, a tal fin, me han dicho que por favor, haga esta jornada extra en esta noche especial; estamos en plena feria y, como te digo, madrecita, ha llegado gente de todo el mundo al Sératon y, quieren quedar como reyes ante la clientela. - Pero debes de estar muy cansada, hijita; todo el día trabajando y, sin apenas dormir ni descansar; y, una vez más emprendes la tarea toda la noche. - No sufras mamá que, la noche se presupone muy entretenida. Se despojó Luz de su ropa, se metió en la ducha y, por vez primera en su vida se miró en el espejo desnuda; quizás, en aquel momento estaba certificándose a sí misma su belleza intrínseca, precisamente, la que ella casi nunca había reparado. Ese fantástico cuerpo, pensaba ella, esta noche puede ser acariciado por las manos de un hombre; aquella idea le incitó para la masturbación, algo que hizo con mucho orgullo; sus manos acariciaban su clítoris y, mientras le llegaba el orgasmo, su cuerpo y su corazón, estaban pendientes de Luís Arango. Todo estaba bien, con la salvedad de que le había mentido a su madre; pero era una mentira piadosa, como ella pensaba en su interior. Si la mentira evita, en el caso de su madre, el dolor del alma, ella se sentía en paz, consigo misma.

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Capítulo # 7

LA SEDUCCIÓN

A

la hora convenida llegaba Luz al hotel. La madre quedaba intranquila

porque no acertaba comprender que, tras toda una jornada de trabajo, su hijita, de nuevo tuviera que trabajar toda la noche. Claro que, para Luz, lo que se le avecinaba era un mundo nuevo, algo por descubrir que, a su edad, sin duda alguna, en su fuero interno lo estaba deseando. ¿ Era el amor lo que la trajo esta noche hasta el hotel ?. Ni ella misma lo sabía. Se reflejaba en su rostro una dicha inexplicable; para ella, todo un triunfo. Que el torero de moda la haya invitado a cenar y a pasar la noche con él sencillamente, rozaba la gloria. ¿ Qué poderosas razones existían para que, Luís Arango, célebre torero, se fijara en la humilde limpiadora, hasta el punto de querer pasar la noche con ella ?. ¿ Amistad ?. ¿ Sexo ?. ¿ Compañía ?. Todas estas preguntas se hacía Luz mientras iba hacia el hotel. Una vez en el mismo, en el hall, como se presuponía, la estaba esperando Luís Arango. - ¡ Hola, Luz !. Qué alegría que vinieras – le dijo el diestro caleño -. Te juro que, por un momento, llegué a pensar que no acudirías a mi cita. ¡ Estás preciosa !. Me cautivaste al instante de verte, te lo juro. La muchachita miraba al diestro con una sonrisa maravillosa; estaba feliz. Se abrazaron y, Luís Arango, le dio dos besos en sus mejillas. Ella quería expresarse pero, el torero seguía piropeándole: - Hoy, Luz, me ha venido Dios a ver; he triunfado a lo grande en mi tierra - que es la tuya - y, para colmo de mi dicha, he conocido a la muchachita más bella de todo Cali. Te aclaro que soy soltero; de mi parte, no hay problema alguno. Soy libre como el viento, como lo espero que seas tú. - Gracias Luís. - respondió Luz -. Me siento muy a gusto contigo. Tengo una bella sensación que corre por mis venas; mis principios y mi educación, de haberlos seguido al pie de la letra, no me hubieran permitido venir a verte; pero ha podido más mi corazón que mi sentido ético por aquella educación que he recibido. Por un lado, amigo, me siento mal porque le he mentido a mi madre; le he dicho que venía a trabajar para suplir a una compañera y, ya viste, estoy contigo. De todo modos, estoy feliz; porque aparte de que hayas reparado en mi humilde persona y en la belleza de la que dices soy portadora; estar contigo me enorgullece muchísimo. Tras un largo intercambio de pareceres, Luís, un señor donde los haya, había reservado una mesa en el hotel para cenar. Allí, en aquel comedor, degustando una linda cena, conversaron acerca de lo divino y de lo humano. Luz estaba cada vez más emocionada; era muy grande todo lo que le estaba sucediendo. Ella estaba recordando que, en el primer instante en que Arango la había invitado a pasar la

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noche, creía que, el diestro, sólo la quería para tener sexo; esa era su idea y, para sus adentros, hasta reconocía su valentía por haber acudido a la cita. Ahora, si sólo era para sexo, ¿ cómo es que ella misma se atrevía a dicha cita tan banal ?. Todo esto y muchos pensamientos más, pasaban por su mente. Pero, a medida que transcurría el tiempo, ella se estaba quedando relajada, como muy contenta porque, su primera idea, quedaba disipada. Luís Arango le estaba regalando una ternura insospechada; algo que la muchachita jamás había saboreado como mujer. Terminada la cena, el matador invitó a Luz a los salones de baile del hotel puesto que, esa noche, había una actuación verdaderamente de gala. La muchacha quedó impresionada; todo era nuevo para ella y, tanto lujo, no lo había visto ni en las películas. Un salón inmenso con grandes lámparas, cortinas fastuosas y todo el encanto posible que un espectador pudiera soñar. Y al fondo de este salón enorme un escenario fantástico albergaba a distintos artistas, en este caso y para una noche tan especial, actuaban Carlos Baute y Marta Sánchez, un binomio formado por un colombiano y una española que, como sucediera por toda Colombia, lograban arrebatar al público, en todos los lugares que habían actuado. Salsa, merengue, cumbia; todos los bailes habidos y por haber bailaron esta pareja de seres que, dichosos y contentos le estaban dando gracias a la vida por haberse encontrado. Una noche inolvidable para Luz que, tras aquel encuentro con el diestro, indudablemente, cambió el curso de su vida. Gracias a Luís Arango, la bella limpiadora conoció el esplendor de una noche irrepetible. Era ya de madrugada cuando todo el mundo abandonaba el salón. Por allí se dispersaban los cientos de personas que lo habían abarrotado y, mientras aquello sucedía, Arango cogió de la mano a Luz y salieron a los jardines para sentir el fresquito de la noche y, ante todo, para contemplar el cielo estrellado, su luna radiante que invitaba al más bello presagio amoroso. - ¿ Subimos a mi habitación ? - dijo Luís Lo preguntaba el diestro con cierto rubor porque, como se había demostrado, cualquier duda al respecto de su comportamiento quedaba disipada pero, el torero era consciente de que, la invitación hacia una muchacha a las cuatro de la madrugada para que le acompañara hasta su habitación, sonaba un tanto lujuriosa. Si bien es cierto que, Arango jamás engañó a Luz porque, desde la tarde anterior en que se habían conocido, las primeras palabras de invitación del diestro habían sido: “ ¿ Quieres pasar la noche conmigo ? ”. - ¡ Sí ! - dijo Luz con aires de colegiala enamorada-. Mientras subían en el ascensor, un escalofrío recorría el cuerpo de Luz. Miles de ideas pasaban por su mente. ¿ Sería que Arango quería hacerla sentir mujer en el más bello sentido de la palabra ?. La expectación ante lo desconocido le inquietaba; era lógico. Estaba descubriendo un mundo nuevo que, para su dicha, como primera “relación” con un hombre, ésta no era otra que encontrarse con un torero famoso que, desde que se conocieron y volvieron a encontrar, la estaba tratando como a una reina.

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Dentro del ascensor, Luís Arango, no pudo resistir la tentación y, suavemente, con un mimo exquisito, dejó que sus labios acariciaran la boca de la muchacha; ella no opuso resistencia. Luz se sentía por vez primera en su vida entre los brazos de un hombre y, como experiencia, le estaba sabiendo a gloria. Estaban fundidos en un entrañable abrazo al tiempo que, se paraba el ascensor y llegaban a la habitación. Había un silencio sepulcral. El hotel dormía mientras que, Luz y el matador de toros, llegaban a lo que presagiaban sería su nido de amor. Ambos se dejaron caer sobre el fastuoso sofá de la habitación del diestro; estaban cansados. Habían bailado mucho y, necesitaban relajarse. Mientras Luís se daba una ducha, Luz se entretuvo leyendo la prensa del día en que, por supuesto, daba referencia a la actuación de Arango en una crónica que, a Luz le estaba pareciendo fantástica; el redactor, ponderaba la actuación del diestro en la plaza caleña con un fervor inusitado; le rendía honores al torero local que, en la tarde anterior, se había consagrado como un gran artista en la plaza de Cañaveralejo, de la monumental ciudad de Cali, que es un referente taurino emblemático en Colombia y, en el resto del mundo. Todo era nuevo para Luz puesto ella jamás hubiese siquiera sospechado que leería alguna vez, una crónica de una corrida de toros puesto que a dicho espectáculo lo desconocía por completo y, lo que es peor, no tenía interés alguno por conocerlo. Sin embargo, nadie está exento de recorrer los vericuetos que la vida quiera darle o planearle. Salió Luís del baño en ropa interior y Luz se quedó anonadada al ver su cuerpo; era un cuerpo estilizado, propio de un torero; no tenía ni un gramo de grasa, era todo músculo; estaba perfecto en su anatomía; cuerpo moreno como pocos y, ¡ cosido a cornadas !. Esas cicatrices hicieron mella en el alma de Luz que, al contemplarlo, quedaba atónita. Mientras tanto, se acercó el diestro a la muchachita que estaba reclinada en el sofá y, de repente, sus manos comenzaron a acariciarle su bellísimo cuerpo. Luz quedó atrapada por la seducción de Arango que, con ternura infinita seducía a la muchachita; ella se sentía excitada como mujer y, de pronto, sus bocas quedaron selladas por un apasionado beso.

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Capítulo # 8

LA PASIÓN

L

a imagen de ambos en la habitación era realmente sensual. Luís tenía

puesto un atractivo slip de colores que resaltaba su anatomía y le ponía un bello marco a ese abdomen plano y tallado, y Luz, un sujetador y una tanguita negra que le daban un aire esplendoroso a su delicado, esbelto y suave cuerpo que era innegablemente hermoso. No cabía más sensualidad en aquel ambiente; la noche se presentaba realmente amorosa. Mientras habían estado en la fiesta, Luís, había hecho una llamada telefónica para que dejaran en la habitación, un bello ramo de flores ex profeso para la muchachita. Recordemos que, en Cali las flores huelen tan bien como las propias mujeres. Un perfume angelical y embriagador desprendía el lindo ramo, el cual, Luís fue a buscar en el otro recinto de la suite para entregárselo ahora, a su amadita. Eran orquídeas blancas y claveles rojos, sin duda alguna, el sinónimo de aquel apasionado amor. Luz, recibió de pié, el ramo y lagrimitas de felicidad hicieron brillar sus ojos. Acarició incrédula las bellas flores, que a su vez le devolvieron la caricia, envolviéndola y envolviéndolos a ambos con su entrañable aroma. No podían dejar de mirarse a los ojos, y de apreciar cada expresión que el rostro de cada uno regalaba al otro. Luz mientras dejaba el ramo a un costado, sobre una mesita, acarició suavemente la mejilla de Luis, y acercándose a él le dio un tierno beso de agradecimiento en los labios. Ese detalle de las flores la había cautivado. Ningún hombre antes había tenido una atención así con ella. Volvieron a sentarse ambos en el sofá y, un TE AMO al unísono susurró en la habitación. Luís estaba extasiado con el cuerpo de la muchacha; se sentía seguro por su condición de hombre. Además como diestro famoso y viajero incansable, en su vida había conocido a muchas mujeres pero, en su fuero interno, por momentos, estaba empezando a comprender que Luz no era un capricho de una noche de éxito más. Ambos estaban embelesados uno junto al otro y, Luís comenzó a acariciar los muslos de la muchacha quien, de pronto, hizo que el torero se acostara en el sofá para acariciarlo mejor.

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Estaban en penumbra puesto que Luís, había apagado antes unas luces y bajado la intensidad de otras, por lo tanto una suave luz iluminaba la habitación, pero igual la guapa caleña veía y acariciaba aún sorprendida el rosario de cicatrices que “adornaban” el cuerpo de su amado y tomaba consciencia que este hombre se jugaba la vida frente a los toros en cada tarde. Una, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho, nueve, diez, once………hasta doce cicatrices contó Luz en el cuerpo del torero que la había seducido. Mientras sus manos acariciaban aquella anatomía lacerada por los pitones de los toros que, de alguna manera, la dejaban anonadada y preocupada a la vez, porque a no dudar, esas cicatrices, certificaban toda la sangre derramada por el diestro en todas las cogidas que había sufrido por aquellas plazas en el mundo. Si Luz estaba descubriendo un mundo nuevo con aquel hombre y, el diestro, por vez primera en su vida, sentía que estaba junto a una mujer por el precio del más bello cariño y, como ahora, bajo los efluvios del más apasionado amor. Ambos se sentían mutuamente cautivados y, el momento, resultaba maravilloso. Juntos los dos, al unísono, se acariciaban con esa ternura de los más bellos enamorados. Lo que estaba sintiendo Luís nada tenía que ver con lo que sintió con las otras mujeres que habían pasado por su cama; sentía que, aquel encuentro, aquella relación lo motivaba dentro de su ser. No era solo un encuentro carnal puro y duro Existía algo más. En el ambiente, se percibía eso. Luz temblaba de la emoción porque, por vez primera en su vida estaba con un hombre. ¿ Sería este encuentro el presagio de un bendito amor ? . Esta y mil preguntas más se hacía la muchacha. Ya que en honor a la verdad, Luz jamás había sospechado que tras conocer a un chico, de repente, se viera a solas con él en la habitación de un hotel y medio desnudos como estaban. Sentía miedo y, a su vez, un inquietante placer; en su alma y, a no dudar, en su cuerpo. Ella se dejó llevar por las emociones que estaba sintiendo y, sin darse cuenta, se posó encima del cuerpo del diestro. Ambos olían su propio perfume y, fundidos en un abrazo eterno se dieron el más apasionado de los besos. En aquel instante, sus cuerpos rezumaban amor por los cuatro costados. La sensación que sentían era inexplicable; no acertaban a creer cuanto estaban viviendo, ni el uno ni el otro articulaban palabra; se dejaban llevar por los instintos de sus cuerpos. Luz y Luís se acariciaban por completo; sus manos, movidas por los impulsos de sus corazones recorrían sus cuerpos; él y ella, apasionadamente, se deseaban. Sentían que la eclosión de aquel amor estaba muy cerca. Del sofá pasaron a la cama. Allí se sentían muy cómodos. Luz temblaba; era lógico. Se trataba de una experiencia tan nueva que, la tenía agradablemente rendida, entregada. Era la primera vez que compartía la cama con un hombre y, para su fortuna, no era un encuentro casual; no era un capricho de una noche como ocurre millones de veces entre un hombre y una mujer cuando el

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alcohol los lleva hasta el sexo torpe, guarro y sin sentido. Luz, de no haber intuido y vislumbrado que iba a ser así, de otro modo, jamás hubiese accedido. Pero allí, en aquella penumbra se palpaba el amor en su más viva expresión; un hombre y una mujer se entregaban sus inmaculados cuerpos para el deleite de sus almas. Ellos estaban lúcidos y sabían perfectamente lo que hacían y, ante todo, lo que deseaban. Todo se había dado bajo los efluvios de un romanticismo tocado a la antigua que, en los tiempos que vivimos, sonaba como de otra galaxia. Ahora, como sabemos, el sexo es algo brutal; prima más, entre los jóvenes el instinto animal que el bello romanticismo que pueda llevar a un hombre y a una mujer a entregarse sus puros cuerpos. Aquella burda expresión de “usar y tirar”, tan en boga respecto a la mujer no cabía dentro del cuerpo ni el alma de Luís Arango. El diestro estaba en la cama con aquella muchachita por un halo de ternura puesto que, desde que la vio, quedó cautivado. - ¡ Te deseo, Luís; hazme tuya por favor te lo pido ! - susurró la muchachita - . Ambos estaban completamente desnudos en la cama y, sus bocas sellaban una y otra vez un pacto de amor. Entrelazados uno junto al otro, Luís penetró a la muchacha con suavidad, con esa ternura que produce el amor; él sabía de su virginidad y quería que se sintiese mujer. Luz sintió un pequeño dolor al ser penetrada; dolor que se convirtió en el más absoluto placer cuando su amadito la saciaba en su sed de amor. Luz gemía de placer; Luís jadeaba por la pasión que recorría su cuerpo. Ambos estaban flotando; el placer del cuerpo, unido al que arrebataba sus almas, les estaba dejando sin fuerzas. Estaban viviendo una historia apasionada; un momento irrepetible; una soledad llena de vida; una noche extraordinaria, memorable, que difícilmente volvería a darse porque era un encuentro fantástico. Una unión de sus cuerpos que se sostenía por aquel apasionado amor. El sexo que estaban teniendo los sació por completo; Luz estaba en los cielos; era su primera experiencia y, la misma, la estaba cautivando. Jamás antes había sentido un placer como el que Luís le estaba proporcionando. Se abrazaban, se revolvían; distintas posturas tomaron antes de lograr el orgasmo. Dos cuerpos que, en realidad era una solo. Juntos tenían la sensación de haber vivido una eternidad el uno junto al otro; la complicidad sexual que estaban teniendo, ni ellos mismos la sabrían explicar. Armonía, pasión, lujuria, encanto, embeleso y cuantos adjetivos más quisiéramos añadirle, nunca se podría definir la sensación que aquellos jóvenes estaban teniendo en la cama. Gemidos de placer se escuchaban en toda la habitación. Un hombre y una mujer se habían entregado sus cuerpos para el deleite de ambos; nada se debían y todo se lo daban. Tras el deleite del sexo que con toda intensidad abordaron para saciarse de forma plena, Luz, como si de una experta se tratare, cabalgó a Luís para que, de tal modo, al unísono, ambos tuvieran un orgasmo irrepetible.

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- ¡ No puedo más, querida Luz; no puedo aguantar más ! - gritaba Luís - . - ¡ No pares, amor, no pares……..!. ¡ Quiero que tengamos el orgasmo juntos ! sentenciaba la chiquita con la voz entre cortada -. En aquel preciso instante, mientras un escalofrío recorría sus cuerpos, ambos quedaron casi sin sentido. Dentro de ellos se estaba produciendo un orgasmo espectacular; lo más bello que a la muchacha le había sucedido en su existencia; y para el torero, con toda seguridad, su noche más romántica. Repitieron su amor un par de veces más, hasta el amanecer y ambos quedaron exhaustos de placer pero de una forma angelical, porque juntos, saborearon el dulce manjar del sexo teñido por el bendito amor; aunque ellos, en realidad, no sabrían definir si el sentimiento que les unió era el prototipo del amor; pero sí sabían que, algo inexplicable les había llevado a practicar el sexo con una pasión desmedida. Si pretendían saciarse, ambos quedaron ahítos de placer; sus caras, en aquel momento, lo decían todo. Se sentían cansados, sudorosos, felices; como saboreando el gran premio que la vida les había otorgado. Luís supo hacer feliz a una mujer y, ésta por su lado, siendo la primera vez, sentía que su cuerpo tenía un sentido; podía dar placer y, como sucedió, se lo dio al hombre que amaba. Muchas ideas rondaban por la mente de la muchacha; se levantó de la cama y, al mirarse en el espejo y ver su propio cuerpo desnudo que feliz la había hecho junto a su amadito, empezó a danzar para Luís que, todavía estaba en la cama; él la miraba con ojos de estupor; había encontrado a una mujer que, desde todos los ángulos, le había proporcionado una felicidad inexplicable; así lo sentía su cuerpo y, lo que es mejor, su alma. Estaba amaneciendo y, Luz, como se sabe, tenía que despedirse del torero. Su turno para empezar el trabajo tendría lugar dos horas más tarde. No le quedaba tiempo para volver a casa y, había decidido quedarse en el hotel puesto que, en breve plazo de tiempo tenía que empezar la jornada. De repente, aunque Luís sabía de las circunstancias profesionales de la muchacha le dijo: - Luz, no te vayas, por favor. ¡ Quédate conmigo, te lo suplico !.

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Capítulo # 9

LA GRATITUD

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ese al ruego de Luís, Luz no podía quedarse. Faltaban dos horas para

empezar su jornada laboral y, por nada del mundo debía fallar. Se despidieron y, Luís le dijo que se quedaría varios meses en Colombia; era el pleno de su temporada taurina y, por dicha razón, podrían verse algunas veces más. Es cierto que él, todavía se quedaría unos días más en Cali puesto que él, gran triunfador ya de su feria, quería también ser espectador de lujo, por cierto; de sus compañeros, los toreros españoles, ya que sentía una gran admiración por ellos. Pese a que ambos debían separarse para atender cada uno sus respectivos asuntos, en el ambiente quedaba un halo de ternura que no podía tocarse pero que, ciertamente, presagiaba un nuevo encuentro entre ambos. Si, Luís lo deseaba y, Luz lo añoraba. Si bien en un principio Luz había decidido quedarse en el hotel, al final decidió marcharse a su casa para asearse y cambiarse de ropa. No le quedaba mucho tiempo. Tomó un taxi puesto que, el reloj la apremiaba. Y, luego, cuando metió la mano en su bolso para sacar las monedas que le permitirían pagar el viaje se encontró con una sorpresa. Tenía una importante cantidad de dinero. Quedó estupefacta. Asombrada, y sin llegar a comprender que hacía ese dinero ahí. Luís Arango había querido, con un gesto de auténtica generosidad, desgarrar el corazón de la muchacha por la emoción que dicho regalo pudiera hacerle sentir. Luís, sabedor de la humildad de Luz quiso gratificarla en su alma; no era una cuestión de “pago por servicios ofrecidos”, sino simplemente, un gesto solidario y desprendido del diestro. Dentro del bolso, también había dejado él una tarjetita que decía: “Luz, esto quiero que sea para ti y los tuyos”. “Un beso, Luís”. Este gesto dejó a Luz anonadada, se preguntaba en qué momento Luis había puesto estas cosas en su bolso y, unas lágrimas de agradecimiento comenzaron a correrle por sus mejillas porque, además de todo el amor que había recibido de aquel chico, su generosidad la dejaba muy contenta. Luz comenzaba a barruntar que, más que una espléndida noche de amor, se presagiaba algo mucho más bello. Ella, decididamente, desde su interior, ya lo estaba amando. Había saboreado el néctar de su amor y, sin duda alguna, para ella, el “flechazo” se había producido. Ya en casa, doña Liliana, respiró aliviada al ver a su hija. - ¡ Buen día hijita !, ¿ cómo te ha ido anoche, amor ? – preguntó la madre-. Y al notar lo apresurada que entró su hija, que apenas le dio un beso de pasada, y que rápidamente se fue a su habitación, buscó ropa y se metió al baño a ducharse, volvió a preguntar… – Pero, tesoro … ¿ Y te marchas ahora de nuevo, amor ?.

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-Claro, mamá. Ha sido una noche muy intensa. Había invitados excepcionales y, el gerente del hotel me pidió que los atendiera; hubo una gran fiesta y, según aquel señor, nadie como yo para servirles las bebidas y estar pendientes de todos ellos. Ha sido una velada hermosa mamá. Era gente de muy alto nivel y, además, muy generosos. Mira, mamita, todo el dinero que me han regalado como propinas; les servía sus tragos y, emocionados como estaban todos, de forma generosa, me han gratificado. He tenido mucha suerte madre; en una sola noche, he recogido más dinero que el que tengo estipulado para todo el mes. - ¡Y me voy de inmediato ! – seguía diciendo Luz -. ¡ Apenas me queda tiempo !. En la noche conversamos y te contaré todos los detalles. Las preguntas de doña Liliana, pese a que supo responderlas bien y rápido, en su fuero interno, tenían intranquila a Luz. Ella no estaba acostumbrada a mentir; es más, nunca lo hizo, ni en su casa ni lado alguno; su honradez y formalidad en todos los sentidos, formaba parte de la bella enseñanza que había recibido de sus padres y, sentía que les había fallado; ante todo, a su admirada madre a quien, quería con pasión. Antes de marcharse de nuevo al trabajo, Luz, entregó todo el dinero a su madre quien, al ver mejor ahora, la cantidad que sumaba, quedó perpleja; para la señora, la cifra, no era otra cosa que una verdadera fortuna. Sus ojos se abrieron muy grandes, mientras contaba los billetes. Aquel dinero ganado en una noche por Luz, como premio a su “esfuerzo”; para doña Liliana, no era otra cosa que el refrendo a lo que ella consideraba una titánica actitud y responsabilidad hacia el trabajo por parte de su hijita y, como tal, lo estaba orgullosamente disfrutando. La señora, mentalmente hacía los “apartados” correspondientes con dicho dinero porque, el mismo, serviría para mitigar muchos males en su hogar, inalcanzables de solucionar hasta este momento; la cifra, le parecía a la humilde y esforzada mujer, un sueño, porque para ella, este dinero, era en verdad, una inmensa fortuna. Partió Luz dichosa hacia el trabajo que tanta ilusión le hacía sentir. Porque, es verdad que, como le sucediera a ella, el trabajo mitiga muchos males; podríamos decir que todos y, esta muchachita que conocimos con aquella depresión, con aquella tristeza como compañera, rota y sin ilusiones, prisionera del desencanto que la vida le había otorgado, gracias a su recientemente logrado trabajo, era ahora un ser nuevo, completamente nuevo. Y dicho esto, cabe preguntarnos: ¿Le quedarían ganas, todavía de irse a Europa? A Luz, internamente, su corazón, le decía que tenía que contarle la verdad a su madre pero, sopesaba las consecuencias. ¿ Será capaz de entenderme ? - se preguntaba pensando en ella -. Lo realmente importante es que Luz se sentía pletórica. Su sonrisa iluminaba a todo Cali; las pruebas no eran otras que, cuando ella paseaba por sus calles, hasta los pájaros trinaban al compás de su alegría. Y al menos se podría decir que era la primera mentira que le había dicho Luz a su madre en su vida; y, más que mentira,

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era ocultación de datos verídicos, que se habían saldado con un balance positivo. Llevó a casa una importante cantidad de dinero y, para su dicha, había sido feliz junto a un hombre maravilloso. Pese a la noche intensa, feliz y sensual que había tenido, Luz estaba radiante. Lo estaba su corazón y, su persona lo denotaba. Cuando llegó al hotel, el gerente la saludó con todo respeto. Ella temía que pudieran haberla reconocido en la fiesta que estuvo con el torero. Luz pretendía que su noche hubiese sido de incógnito. Y si bien es cierto que nadie sabía que había pasado la noche con el torero, el gerente, hombre avezado en todas las circunstancias que en el hotel se dan cita, en la fiesta, se percató de que Luz estaba bailando con el torero. - ¿ Cómo lo pasó usted anoche en la fiesta con el matador Luís Arango ? – le preguntó el gerente, como al pasar - . ¿ Conoce usted a tan famoso diestro de antes ?. Luz se quedó como fuera de juego. No sabía qué responder. Temía que, su “desliz” pudiera traerle consecuencias nefastas ante la dirección del hotel. Ella, ante la pregunta de su superior, no sabía que respuesta debía darle; la verdad o salir airosa sin más detalle. - Mire, señor; lo conocí –respondió Luz- cuando éramos chicos; vivía muy cerca de mi casa y, ayer, como detalle, nos regaló dos entradas para que asistiéramos con mi madre a “Cañaveralejo” a verlo. Dada nuestra amistad, tras los toros, me invitó a la fiesta. - No se preocupe, señorita. Lo que he querido decirle es que, anoche, al acompañar usted al diestro, su belleza inundó nuestro local y le dio elegancia y distinción; no es lo mismo verla a usted con su traje de faena a verla, como anoche, tan guapa y espléndida como estaba. Imagino que el señor Arango, con su amistad, se sentirá muy reconfortado, ¿ verdad ?. - Sí – respondía Luz -, Luís es un chico maravilloso. Un amigo de verdad que, me concedió el honor de acompañarlo en la fiesta y me sentí dichosa. Bailamos hasta casi la madrugada y, al final, me tuve que marchar; quedaban pocas horas y, como usted ha comprobado, yo no podía fallar a mi trabajo. Luz deseaba que se terminara pronto el interrogatorio. Todo discurría por los cauces de la más absoluta normalidad, pero ella tenía el presentimiento de que el gerente quería saber algo más y, eso la molestaba. Los modos y maneras de aquel señor, pese a su educación exquisita, dejaban a Luz como insatisfecha. ¿ Querrá saber algo más ?. Se preguntaba a si misma. No es menos cierto que, posiblemente, su actitud para con el diestro, y aquello de haber pasado la noche junto a él, posiblemente fuera motivo de “escándalo” y, como tal, se tomaran medidas que ella no deseaba para nada. Las normas del Sératon, como Luz sabía, eran muy estrictas; es más, se lo avisaron el primer día que acudió a dicho centro hotelero. El más mínimo error sería cuestión de despido. ¿ Sería un error imperdonable que la hubiesen descubierto en la habitación del torero y que, su acción, fuera motivo de despido ?. Luz no

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encontraba respuesta para la pregunta que ella misma se formulaba. ¡ Pero si no he matado a nadie !. se repetía en su interior. Cuando ya se disponía Luz a marcharse para empezar su trabajo, tras responder las preguntas del gerente, éste le preguntó una cosa más: - ¿ Y era usted también la que se estaba besando anoche en los jardines del hotel con el diestro Luís Arango al terminar el baile ?.

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Capítulo # 10

UNA DECLARACIÓN DE AMOR

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a pregunta formulada por el gerente dejó perpleja a la muchachita. No

sabía qué responder; si igual, diciendo la verdad era posible que se tomaran represalias contra ella. Una vez más se encontraba Luz en la tremenda encrucijada por decir la verdad o contar una mentira piadosa. Ella conocía muy bien las estrictas normas del hotel y, cualquier error, por mínimo que fuere, como quedó consignado, oportunamente, podía ser motivo de despido y, para Luz, si al día siguiente de empezar la despedían, su fracaso sería mayúsculo; es más, no lograría superarlo; ni ella, ni por supuesto su señora madre que estaba feliz y dichosa al ver a su hija trabajando en un centro hotelero de enorme magnitud. Luz no lo pensó dos veces; ¡ ahora, o nunca ! dijo para sí misma. Y decidió contarle la verdad al gerente. - Si, señor. Era yo la que acompañaba al diestro en esa hora que usted dice. Estuvimos bailando y, más tarde, nos congratuló el alma sentarnos en el jardín para conversar de nuestras cosas. Como usted sabe, Luís Arango es amigo mío, y como tales, así nos comportamos. Así, de repente, Luz se quedó livianita por cuanto había contado. Nada mejor que la verdad, decía para sus adentros. Y ahora, como ella pensaba, ¡ qué sea lo que Dios quiera !. Era mucho lo que se jugaba, nada más y nada menos que su futuro como empleada en el hotel y, tratar de ocultar lo evidente le parecía una nimiedad que, a la larga, podría traerle consecuencias nefastas. - No tema señorita – dijo el gerente –. Simple curiosidad de caballero. Pero, si le hago saber que me llena de orgullo que, una de nuestras empleadas tenga esos afectos con un cliente de la categoría del señor Arango. Sepa que, su amistad con Arango, le da prestigio al hotel; son ya varios años que este diestro se hospeda en nuestra casa y, que un hombre de su fama y renombre se relacione con una empleada nuestra, repito, es motivo de orgullo para todos nosotros. Informaré a las altas jerarquías del hotel para que sepan que, junto a nosotros, tenemos una empleada que se codea con los famosos que por aquí se dan cita. Pronto se corrió la voz en el hotel de que la muchacha se relacionaba con el diestro y, a partir de ahí, las miradas todas se concentraban en la actitud y acciones de Luz; de repente, sin pretenderlo, se había hecho famosa dentro del hotel; es decir, por parte de todos sus compañeros. Todos la miraban como una privilegiada. Ella no le daba importancia a dicha actitud. Que le vieran como una “famosa” dentro del hotel tampoco le reportaba beneficio alguno; digamos que ella era lógica en su menester

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que, en definitiva, era lo correcto y, a su vez, lo válido; nadie puede vivir de estupideces. En la planta que ella tenía que limpiar, como se sabe, se encontraba la habitación de Arango, justamente, la “alcoba” donde ella se sintió feliz, en la que perdió su virginidad y, por supuesto, la que tantos recuerdos le traía. Entró para su limpieza y, un nuevo escalofrío recorrió su cuerpo; horas antes había estado allí sintiendo el más bello amor, la pasión más exacerbada y, tales recuerdos le humedecieron los ojos. Allí estaba, en la silla de la habitación, el vestido de torear de Luís Arango, precisamente, el que había lucido el día de su gran triunfo; era un vestido azul mar bordado en oro y, en el capote de paseo tenía, también bordada la virgen de Guadalupe; denotando esto, sin lugar a dudas, las convicciones religiosas de Arango quien, al igual que la practica totalidad de los diestros, es una persona muy creyente. Luz limpiaba con mimo todos los rincones de la habitación y, su sorpresa resultó mayúscula cuando vio que, en la mesita de noche junto a la cama donde había sido feliz junto con el diestro, había una carta dentro de un sobre que decía: “ Para ti, Luz querida ”. Nada de ello era producto de la casualidad; más bien, era pura causalidad porque, el diestro sabía que Luz entraría en dicha habitación, es por ello que se atrevió a “correr el riesgo” de dejar la carta a la buena de Dios; y hablamos de riesgo porque, dicha misiva, pudo haberla leído otra persona. Sin embargo, Luís sabía lo que hacía y, por dicha razón, dejó tal manifiesto para que Luz lo leyera. La muchacha estaba temblorosa cuando cogió la carta con sus manos. Cerró la puerta con llave y se dispuso a leerla. Era mucha la expectación que estaba sintiendo; todo un cúmulo de sensaciones porque, en realidad, dicha carta podría entrañar de todo; bueno o malo; o todo a la vez. Es verdad que, Arango, todo un caballero donde los hubiere, se encargó de perfumar la carta; al tocarla, Luz olió el mismo perfume de la noche anterior en que, saboreó sus encantos de mujer junto al hombre que le arrebató su corazón y su pasión.

“ Querida Luz: He querido escribirte estas letras porque, como puedes ver, con mi voz, me falta valor para expresarte todo lo que por ti siento; lo que sentí y, ante todo, por el regusto maravilloso que se quedó en mí ser ante el hecho de haberte amado; en realidad, de habernos entregado el más bendito amor. No puedo negarte que, dada mi condición de hombre “público”, he estado con muchas mujeres en la intimidad y, jamás antes sentí lo que contigo gocé; te juro que, para mí, no fuiste una conquista más; fuiste, amor, un sueño que se me hizo realidad. Me cautivaste por tu belleza y me conquistaste por tu generoso corazón. Nuestro encuentro no fue casual; yo creo que resultó ser una bendición del destino porque, bonita mía, en Cali existen cientos de miles de mujeres bellas y, sin embargo, la más bonita de todas, vestida de ángel, tuvo que posarse junto a mi; es decir, abrir sus alitas para cobijarme con todo su ser. No fuiste un capricho para una noche de éxito; te juro que, lo que tú me diste, me llegó muy hondo; pude saborear el más dulce amor y, esa dicha vive conmigo.

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Te pido perdón si en algo te ofendí; te juro que, cuando introduje aquel dinero en tu bolso, querida mía, no era mi intención “comprar” tu favor; más bien, ayudarte en tu peregrinar por la vida. Yo se de tu condición humilde y, te aseguro que, antes de tomar aquella determinación, lo pensé; de forma rápida, pero lo pensé. Creí que era lo mejor; digamos que lo correcto. Sabía que, aquella actitud crematística mía, en tu persona, podía tener cualquier tipo de sensación; podías sentir gratitud ó, por el contrario, aborrecerme creyendo que te había comprado. En aquel momento, Luz, sentí tanta ternura a tu lado que, te hubiera dado todo lo que me hubieras pedido y, como sabes, no me pediste nada; y podías haberlo hecho; ¡ cuántas antes lo hicieron !. Sin embargo, amor, tú eres diferente. Presagio que el destino nos puso juntos para que, en el devenir de los días, ambos, tomásemos la lección que nuestro encuentro nos ha deparado. Tú mereces todo, Luz querida. Procuraré con mis acciones hacerte feliz; de eso que no te quepa duda. Voy a estar unos días más en Cali; hasta que finalice la feria y, seguro que nos veremos. Ya sabes que soy muy tímido y, en el cara a cara, ya viste, me faltó valor para decirte cuanto te he contado. Merecías que te dijera un TE AMO con toda mi pasión y, me faltó valor ... ; pero es ahora cuando, con mis letras, quiero que guardes dentro de tu corazón el “TE AMO” que brota del fondo de mí ser. Pasaré varios meses en Colombia; tengo lo que llamamos los diestros “una gira” por las ciudades más importantes y, como adivinas, antes de marcharme de nuevo a Europa, volveré a Cali. Aquí te dejo el número de mi teléfono, por favor, llámame cuando quieras. Tuyo que te adora: Luís.” Tras leer dicha carta, Luz quedó embriagada por la emoción; no podía contenerla y, sus ojos se llenaron de lágrimas. Lo que hasta hace unos días era puro desencanto y amargura, unida a una desolación inmensa, por un bello lance del destino, se estaba convirtiendo en una ilusión desbordante. Sin lugar a dudas, la carta citada, bien entendida, era toda una declaración de amor del diestro hacia ella. Le costaba mucho creer y, hasta se tocaba y se pellizcaba para comprobar que, lo que le sucedía, era producto de lo que estaba viviendo. ¿ Un milagro ?. Se preguntaba. ¡ Quizás si !. Solía responderse a sí misma. Tampoco quería hacerse ilusiones puesto que, en realidad, puede cambiar la vida de una persona de la noche a la mañana; por eso ... tiempo al tiempo.

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Capítulo # 11

EL DÍA QUE APUÑALARON A DANIELA

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uz seguía saboreando el dulce manjar que para ella suponía la carta que

Luís le había dejado escrita. Con aquella ilusión transcurrían sus días y, hasta en la casa, su alegría era manifiesta. Su madre, obvio, estaba feliz; no acertaba a comprender que, por las causas del “trabajo” su hija estuviera tan radiante; por un lado le parecía normal y, por otro, la señora intentaba desmenuzar el asunto porque, en realidad, jamás hubiera creído que, un trabajo pudiera resultar el remedio para todos sus males. - Hijita, llevas una semana en el trabajo – le espetó la madre – y te veo más contenta que nunca, totalmente cambiada; parece que, en ese hotel te estaba esperando la felicidad. Como quiera que madre sólo hay una en la vida y, la misma es la que conoce a sus hijos como nadie en el mundo, doña Liliana, sabedora de las “miserias” que tuvo que combatir junto a su hijita, le parecía raro que, en tan poco tiempo, el cambio en la persona de su queridita hijita, pudiera haber sido tan grande. Tampoco quería objetar nada la señora; veía dichosa a la personita que había parido y, con ello, le bastaba y le sobraba. - Mamita: - dijo Luz - Es cierto que, en ese hotel, he conocido la felicidad; el trabajo me gratifica mucho, me tratan como jamás creí que pudiera ser el trato en un trabajo, me siento respetada al tiempo que, a diario, también siento el afecto de los clientes que, al comprobar los detalles que tengo en lo que a la limpieza de las habitaciones, todos me gratifican; cuando menos, los que pasan varias noches en el hotel que, por supuesto me conocen. No me importa el horario; ya viste que, hace unos días, pasé día y noche en el hotel; todo sea por la causa del respeto que me entregan y, ante todo, porque gracias a este esfuerzo, ya no me siento una carga para ti; me siento segura y, el hecho de que puedo ayudarte en todos los gastos de la casa, con ello me basta y me sobra para sentirme un ser útil a la sociedad y, mucho más, a tu persona que es a la que más quiero en el mundo. Tras semejante “disertación” por parte de Luz, doña Liliana quedó muy satisfecha y, de repente, abrazó a su hija. “ ¡ Cuánto te quiero, mi hijita ! ”. Todo discurría por los senderos más lindos; el trabajo le llenaba de vida, el trato que le daban le embelesaba y, de alguna manera, hasta creía que el amor había llegado a su vida en la persona de Luís Arango. Como amuleto para su alma, Luz solía llevar siempre en el bolso la hermosa carta que el diestro le dejara días atrás en la mesita de la habitación del hotel; para ella, aquel papel era todo un talismán; en su

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fuero interno, hasta sentía que era la proclama de amor más sentida por parte de un hombre hacia la mujer amada. Llegó Luz al hotel bajo un día radiante; no llovía y el sol parecía iluminar los pasos de la muchachita. Como siempre, la recibieron de forma cariñosa. Claro que, lo que ella no sospechaba era que, un fatal incidente les resquebrajaría el alma y le dejaría el cuerpo maltrecho. Estaba Luz en plena tarea de limpieza, sonriendo, cantando, creyendo que, en dicho centro hotelero, había encontrado todo; incluido, como se presupone, un motivo para vivir. Si el trabajo le daba una dicha enorme porque hacía lo que amaba y, ello certificaba que se estaba condenando al éxito; y si, aún más, a todo esto le añadimos que, para Luz, el amor estaba junto a su puerta, es válido afirmar que no cabía más dicha dentro de su ser. Pero un grito desaforado en la habitación contigua la sobresaltó; quedó casi petrificada porque no entendía nada. Gritos de socorro de una voz resquebrajada la sacudieron y, no pudo hacer otra cosa que solícita, correr hacia la habitación de al lado; estaba la puerta abierta y, mientras ella entraba, un tipo encapuchado la empujó, lanzándola al suelo mientras éste salía corriendo; nada pudo hacer por detener al individuo. Se levantó como pudo, entró en la habitación y vio a una compañera sangrando. Todo su cuerpo estaba repleto de sangre; el tipo le había asestado varias puñaladas y, la más grave la tenía en el cuello; faltó poco para que le seccionara la yugular. Luz, maltrecha aún por el batacazo del empujón que aquel tipo le había propinado, intentó ayudar a la compañera; tapó con sus manos la mortal herida, como mejor pudo y empezó a gritar desaforadamente. ¡ Socorro !. ¡ Llamen a un médico !. ¡ Llamen a una ambulancia !. ¡ Vengan todos !. ¡ Por favor ... !. ¡ Vengan todos !. Seguía gritando Luz enloquecida. Pocos segundos más tarde, Daniela, que así se llamaba la compañera atacada, era asistida por otros compañeros y, por un médico que se encontraba hospedado en el hotel y, rápidamente, a instancias del galeno la trasladaron a un hospital; había perdido mucha sangre y, tenían que intervenirla inmediatamente de tan brutales lesiones. Mientras la bajaban hasta la ambulancia, Daniela había perdido el conocimiento; tan brutal era la pérdida de sangre que había sufrido, que de todo ese rojo líquido, quedó empapada Luz. La escena era dantesca. Los altos mandatarios del hotel, con el gerente a la cabeza, se personaron en la habitación y, entre todos, trataron de consolar a Luz que, obviamente, ante lo que había visto, estaba destrozada; apenas podía sostenerse en pie; el macabro incidente la dejó sin aliento. Era presa de sus propios nervios; apenas articulaba palabra; sentía que se desmayaba. Tenía todos los síntomas del que vive un trance así, tan peligroso y amargo; su pena más grande era no haber podido evitar la tragedia de su pobre compañera apuñalada, aún con el riesgo de perder su vida. El doctor Galera, que previamente había atendido en las primeras curas a Daniela, atendió también a Luz que, derrotada en su cuerpo y en su alma, no cesaba de llorar; según el doctor, estaba sufriendo un ataque de pánico del que, se recuperaría muchas horas más tarde. La dirección del hotel hubiera querido conversar con Luz para tratar de esclarecer el incidente lo más pronto posible pero, su estado no era el más apropiado para responder; ni para pensar ni evaluar. Cuando ya estaba más

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tranquila, fue el gerente el que con su automóvil la llevó hasta su casa; ella no tenía aliento para nada y, mucho menos, para emprender la dura jornada. El gerente, ya en casa de Luz, le explicó a doña Liliana lo sucedido y, de alguna manera, trató de tranquilizar a la señora. Pero tuvo que hacerlo rápido porque, la madre, cuando contempló el rostro de su hijita que estaba blanco como una bella paloma, y en compañía de este hombre que no conocía, y todo su uniforme empapado en sangre se asustó tremendamente. - Tranquila, señora, por favor que Luz está bien; la sangre no es de ella. Yo soy el gerente del Sératon – dijo aquel señor -. Ha habido un triste incidente en el hotel y su hija, lamentablemente, ha sido testigo de todo cuanto ha ocurrido. Hirieron de arma blanca a una compañera y su hija la ha ayudado; ha sido casi una heroína porque se ha jugado la vida por defender a su compañera; para nosotros, una hazaña digna de mención que, como comprenderá, la escribiremos en nuestro libro de humanidades. Tranquila que, antes de venir, la ha visto un médico y, lo único que se la ha diagnosticado ha sido un ataque de pánico; algo muy normal cuando se ha vivido una escena tan dantesca y horrible como la que ha tenido que afrontar su hijita. Pero no sufra que, mañana, con el permiso de Dios, su hija ya estará bien. - Gracias, señor –repetía una y otra vez doña Liliana- , Que Dios se lo pague, ha sido usted muy generoso con mi hija. Mientras el gerente y doña Liliana conversaban, Luz había quedado tendida en su cama; todo le daba vueltas. Sentía unos mareos inmensos que llegaban hasta las náuseas. Una vez que se había marchado el gerente, la madre se dedicó en cuerpo y alma a su hija. La cuidó, la mimó, le dio todos los remedios caseros a su alcance y, hasta se puso a llorar de la propia emoción; a su hija prácticamente no le había sucedido nada pero, tras contarle Luz toda su versión, la señora pensaba, ¿ cómo estará Daniela ?. Su bondad eran tanta que, sin conocer a Daniela, lloraba por ella; el hecho de que fuera compañera de su hija, para ella, eran atributos más que suficientes para quererla y, tal como hizo, para rezar por ella, por su salud y pronta recuperación. Mientras en el hotel, la policía, seguía investigando para esclarecer los hechos y, ante todo, para detener al delincuente. Días más tarde, los agentes de la ley pudieron detener al culpable y, la sorpresa de todos no fue otra que saber de quién se trataba.

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Capítulo # 12

EL CULPABLE, DETENIDO

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a sorpresa de los directivos del hotel resultó monumental cuando se les

requirió en la comisaría de policía para identificar al tipo detenido que, sin más dilación, se declaraba culpable. El director del hotel, Marcelo Marín, quedó estupefacto cuando vio al delincuente detenido. ¡ No era otro que Gonzalo Millán, un antiguo empleado del hotel !. El señor Marín lo identificó y, naturalmente, este agresor delictivo pasó a manos de la policía. Marcelo no creía posible lo que estaba presenciando. Un hombre que había sido empleado del hotel, de repente, convertido en vil agresor y con instintos asesinos. Nadie comprendía los hechos. Todos estaban conmocionados; el gerente que acompañó al director del hotel sostenía que, la actitud de Gonzalo Millán, era la propia de un esquizofrénico. En principio, los años que dicho individuo estuvo como empleado, su comportamiento resultó admirable. Días más tarde se pudo saber que, el tal Millán, desde que se marchara del hotel, su comportamiento dejaba mucho que desear y, lo que es peor, se había adentrado en el mundo de la droga, razonamiento que venia a demostrar su maldita actitud. Tras el intento de asesinato a la señorita Daniela, don Marcelo Marín, responsable directo de todos los asuntos del hotel, rogaba para que triunfara la justicia y, que dicho tipo, se pudriera entre rejas. Habían transcurrido dos días desde el amargo incidente y, repuesta ya del tremendo susto, Luz deseaba visitar a su compañera. Es cierto que, en estos días, Luz había tenido el privilegio de que le dieron dos días de descanso porque, su cuerpo así lo demandaba; soportó un shock muy grande y, su persona quedó maltrecha. Sintiéndose ella mejor decidió acudir al hospital donde estaba internada su compañera. - ¡ Luz ! - dijo Daniela con voz entrecortada -. No te esperaba. ¡ Qué alegría me estás dando !. - ¿ Cómo estás ? – preguntó Luz -. - He estado dos días en la unidad de cuidados intensivos y, como percibes, apenas puedo hablar, pero estoy fuera de peligro. Me han dicho los doctores que la herida es muy importante. Faltaron milímetros para que el mal nacido que me atacó me seccionara por completo la yugular. Estaré bastantes días aquí dentro y, lo que es peor es que me quedará una cicatriz de las llamadas de espejo que me acompañará mientras viva. Pero, todo lo doy por bien empleado, Luz, habiendo salvado la vida. Apenas recuerdo nada de lo ocurrido; entre tinieblas, quiero adivinar tu cara; pero es un recuerdo muy vago. Lo que te diga es justamente lo que me han contado que, ciertamente, si no llegas a estar tú cerquita, con toda seguridad, me hubiera

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desangrado en la habitación; perdí el conocimiento porque, según los doctores, la hemorragia fue horrible; perdí casi dos litros de sangre y, me salvé de milagro; en verdad, el milagro fuiste tú que estabas allí para ayudarme. - Relájate Daniela; ya ha pasado lo peor. Estás viva; démosle gracias a Dios que en verdad es el que todo lo puede y el que, por consiguiente, ha permitido que ahora estés contando el cuento, nuevamente aquí, entre nosotros. Quédate tranquila puesto que, mientras que estés ingresada, trataré de venir a verte todos los días; será por la noche puesto que, tras este breve descanso que me dieron gracias a ti – sonreía Luz -, mañana empiezo la tarea normal y, son doce horas como bien sabes. Tras abordar las dos muchachas los temas más trascendentales del incidente, Luz se quedó un buen rato al lado de su amiga porque notó que su presencia la reconfortaba por completo, y ella también disfrutaba el momento. Este encuentro sirvió para que dos chiquitas que sólo se conocían por el trabajo, por gracias a este mal trance pudieran conocerse mejor, en profundidad; es decir, que no hay mal que por bien no venga y, este desventurado hecho sirvió como detonante para que, ambas, desnudaran sus corazones al unísono y, desde aquel momento, naciera una linda amistad. Al día siguiente, cuando se reincorporó Luz al trabajo, a la llegada, se llevó una sorpresa increíble. El director del hotel y el propio gerente la estaban esperando para agasajarla. Un espléndido ramo de flores posó en sus brazos y le dieron las gracias por su actitud en aquél nefasto día del incidente. Todo el mundo sabía que, de no haber sido por su ayuda vital en un momento tan amargo y peligroso, Daniela hubiera muerto en la habitación. Como se comprobaba, la gratitud era el detonante de aquellos hombres hacia la muchacha que, sin importarle el peligro que hubiera podido correr, caso de quedarse el delincuente en la habitación, no dudó en socorrer a la compañera. Ciertamente, en honor a la verdad, Luz, con su acción, sólo hizo que cumplir una de las “leyes” del hotel, la propia solidaridad de los compañeros, unos para con los otros. - ¡ Gracias ! - susurró entre lágrimas, Luz - . ¡ Muchas gracias, son ustedes muy amables !. - Por cierto, señor Marín, - preguntó Luz - ¿ sigue el señor Arango hospedado en el hotel ?. - ¡ Ah, claro !, ya se porque lo pregunta usted. Por supuesto que Luís Arango sigue en nuestro hotel; se quedará todavía una semana porque, como sabemos, la feria en la plaza de toros de Cañaveralejo durará todavía siete días y, Arango como hombre importante en su mundillo, aunque ha cumplido sus compromisos como matador de toros en dicha plaza, se quiere quedar hasta que finalice la feria; su próximo festejo en que actuará tendrá lugar dentro de quince días en la plaza de toros Santa María de Bogotá. - ¡ Gracias, don Marcelo !. Era pura curiosidad. Lo aprecio mucho y, como quiera que he estado dos días ausente, no sabía exactamente si se había marchado o no.

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- Disfrute usted de su amistad y su cariño que, repito, este hecho nos prestigia a todos. Empezó Luz su tarea laboral en el hotel y, el día se le pasó volando; en realidad, apenas pudo trabajar. Se la pasó atendiendo a todos los compañeros que, sabedores del maldito incidente que llevó a Daniela al hospital, todos querían saber y le preguntaban al respecto; digamos que, en el núcleo hotelero, Luz se había convertido en la protagonista de todo; se hizo famosa entre los suyos y, atacada por el rubor, contestaba a unos y a otros. Para muchos era pura curiosidad por saber qué había ocurrido; otros le preguntaban con el corazón en la mano; pero lo que si resultó ser una verdad que aplastaba es que, Luz, era el centro de atención de todos; los mismos clientes la felicitaban, la agasajaban y, para todos, era un modelo a seguir; una muchachita ejemplar que, con su actitud se ganó el respeto de todos; desde la altas esferas del poder del hotel, hasta el último de sus compañeros. Estaba terminando su jornada y, prácticamente, estaba dispuesta para marcharse cuando, de repente, oyó una voz que la llamó por su nombre: ¡ Luz !. Escuchó al fondo del hall del hotel. Era Luís Arango que regresaba de la plaza de toros donde había sido espectador de excepción en una tarde que, por culpa de los toros, según contó el diestro, no tuvieron fortuna sus compañeros españoles; para mayor desdicha, Antonio Cortés, cayó herido ante un toro de Dos Gutiérrez, el ganadero colombiano. La alegría era inmensa por parte de ambos; Arango era sabedor de la hazaña de Luz al socorrer a Daniela y, el diestro le mostraba su afecto llenándola de besos. Ambos lloraban de alegría; los sentimientos del uno hacia el otro tenían el mismo calado; el afecto inmenso que, a no dudar, los dos anhelaban que se convirtiera en el más bello amor.

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Capítulo # 13

SABOREANDO LA FELICIDAD

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aboreando la felicidad, Luz y Luís, decidieron dar un paseo por la ciudad.

Estaban pletóricos y, el diestro quería agasajar a Luz; por muchos motivos; primero por el afecto que sentía por la muchacha y, acto seguido, por celebrar junto a ella lo que para todos resultó una hazaña cuando ayudó a su compañera Daniela. Al regreso de dicho paseo, el hall del hotel se encontraba repleto; eran todas las fans de Luís Arango y, a su vez, todos los aficionados que anhelaban tener un autógrafo del diestro y, al mismo tiempo, tomarse una foto junto al torero. Un hervidero de gente de la que, Luís, apenas podía zafarse. El tributo que tenía que pagar por su fama era latente y de puro manifiesto. Lógicamente, estaba en su ciudad y aquellos aficionados eran los que le habían coreado y erigido triunfador absoluto de la feria caleña sin que ésta hubiese finalizado. Ella, educadamente, sabedora de la fama de Luís, mientras éste atendía a los aficionados y medios de comunicación, se sentó en un sofá a esperar que terminara la avalancha y poder marcharse con el hombre que, con toda seguridad sentía, que la amaba con locura. Una vez cumplido con todos los medios de comunicación y con los aficionados, Arango regresó al lado de Luz; se los veía tan dichosos y felices que, ambos estaban teniendo el convencimiento de haber encontrado el amor en sus vidas. Se habían conocido y amado en sus cuerpos y, aquella sensación es la que los embriagaba por completo. Ambos, tras aquella noche de amor quedaron marcados. La mirada de Luís Arango ya denotaba la desilusión al tener que alejarse de Luz; le quedaba toda una campaña por distintas ciudades colombianas y, como se sabe, Luz tenía que quedarse en Cali. Para mitigar el dolor de la ausencia que ambos sentirían al alejarse, el diestro invitó a Luz para que, aquella noche, la pasaran juntos. Era la llamada del amor y, cuando manda el amor, mueren todos los problemas. La muchacha aceptó encantada, pero teniendo el resquemor de volver a mentirle a su madre. ¿ Vale la pena mentir, sin dañar a nadie, para conseguir la felicidad ?. Esta pregunta se la hacía Luz respecto a su madre y, ella misma se consolaba pensando que, con aquella mentira piadosa, estaba logrando su felicidad. Luz, ante la invitación de su amado, optó por llamar a su madre. Una llamada fría y seca: “Mamá, no me esperes que tengo que trabajar esta noche también”. La madre, amantísima de su hija, no dudó un instante de lo que aquella le había dicho. Ambos enamorados se marcharon de nuevo y, encontraron un céntrico restaurante para cenar; y digo “que encontraron” porque Luís Arango quería un sitio íntimo donde no se lo reconociera. La fama suele ser muy dura; te roba todo, principalmente, tu intimidad y, este efecto tenía muy preocupado al diestro. No era cuestión de pasarse la noche firmando autógrafos. Ya en el restaurante, el maître que los atendió los pasó a un lugar reservado, algo que Arango agradeció

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muchísimo. Sentados a la mesa, mientras les servían un aperitivo, de pronto dijo Luís: - ¿ Me quieres, Luz ?. Ella quedó atónita; era la pregunta que estaba esperando, la que soñaba con todas sus fuerzas para que, un día, Arango, pronunciara ante ella. La respuesta no se hizo esperar: - Luís... ¡ Te amo, con todas las fuerzas de mi corazón !. Un apasionado beso en sus labios selló aquel pacto de amor entre la limpiadora y el diestro de relumbrón; había triunfado el amor y, lo demás, nada era importante. Tomaron una ligera cena mientras que, ambos, con sus miradas se decían cuanto se deseaban; sobraron las palabras cuando hablaban sus corazones. Se alejaron de aquel lugar y, montados en el auto de Arango se dirigieron a lo que sería su nido de amor. Como quiera que Luz quisiera ser discreta, entró al hotel por la puerta de servicio. A los pocos minutos se encontraban juntos en la habitación. Se miraban con atención; para ellos, aquel amor, les sonaba a milagro. La escena, para Arango, no era nueva; por su profesión, en su peregrinar por el mundo, más de una noche pasó con alguna que otra muchacha; era aquello de saciar un deseo carnal que, por supuesto, nada tenía que ver con lo que estaba sintiendo el diestro junto a la muchacha. Luz estaba desnudando a su amadito. La noche se presagiaba amorosa. Nada ni nadie podía impedirlo. Flotaban los dos al verse solos y enamorados; mientras Luís se dejaba caer en la cama con la intención de saborear el dulce manjar que para él suponía el bellísimo cuerpo de Luz, atentamente, sin apartar la mirada, contemplaba como ella se desnudaba con aires de artista de la pantalla; parecía una profesional. Asombrado estaba el diestro que, apasionadamente, esperó a su amadita en la cama. Quedó la muchacha con sus pechos desnudos y, aquella pequeña tanga que lucía embelesó por completo al torero. Era un momento inolvidable. Se trataba de la segunda vez que se amaban y, tenía tintes tan emocionantes como la primera; digamos que mucho más puesto que, ahora ya se había confirmado el amor que ellos sentían el uno por el otro. Las manos de Luís acariciaban el lindo cuerpo de Luz; ella lo dejaba hacer; estaba sintiendo un ataque de ternura por todo su ser. En aquel momento sonó el celular del diestro. Cara de estupefacción la suya puesto que, había dado “órdenes” a los suyos para que nadie lo molestara en toda la noche. - Maestro; - dijo Rodolfo, el apoderado - perdona que te moleste a estas horas; estarás dormido y no era mi intención interrumpir tu sueño. Me ha llamado la empresa de Cañaveralejo y nos ofrecen la sustitución en la última corrida de feria; como sabes, cayó herido el compañero español y por dicha razón, sustentado por el triunfo que hace días “tuvimos”, nos ofrecen cerrar la feria; es un cartel hermoso. - Pero, ¡Rodolfo! ... - Si, maestro, ya lo se. Tenemos en nuestro poder el prestigioso trofeo ya logrado y, acudir a dicha corrida puede ser hasta una temeridad. Comprendo que el triunfo que

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tuvimos fue tan rotundo que, ahora, no deberíamos de acudir; pero, maestro, nos ofrecen el doble del dinero de hace unos días. No podemos desatender a la empresa que quiere hacer un cartel rematado; los dos españoles y nosotros – decía Rodolfo -.Tenemos al público a favor, la plaza se llenará por completo y, antes de marcharnos a Bogotá, saborearemos, con un poco que ayuden los toros, una vez más el éxito. ¿ Qué le digo a la empresa ?. Luís se queda pensativo. Luz lo mira y, habiendo escuchado la conversación le anima para que diga que sí. Ella sabe del tributo de su fama y, en una ocasión como ahora, no puede darse el lujo de no acudir a la plaza en la que tanto éxito ha logrado en los últimos años. - Fírmales el contrato, Rodolfo - dijo el diestro vallecaucano - . Allí estaremos. Luís quedó satisfecho; sabía de su “deber” como figura máxima de la torería colombiana y, su nombre daba realce a los carteles y, mucho más, en la plaza de su pueblo en la que era ídolo admirado. Tras comprobar el reconocimiento del que era objeto su amado, Luz, más enamorada que nunca, quería entregarle todo su amor. En esta ocasión, las cicatrices ya no le impactaron tanto ante la desnudez de sus cuerpos. Ella las contemplaba como galardones de su amado; el pago por aquel tributo que le rendían los aficionados y, ante todo, el que él entregaba en los ruedos. No es menos cierto que, de pronto, su amadita sintió miedo; ella era consciente de que, una vez más, Luís tenía que jugarse la vida. Morir o matar es la máxima de todo torero y, en ocasiones, como todo el mundo sabe, muere el torero. Una borrachera de amor satisfizo por completo los cuerpos de Luz y Luís y, si bien ya era una alta hora de la madrugada, ellos todavía se miraban y besaban. El amor y su juventud les habían permitido excitarse como nadie y, ante todo, dar refrendo a todo lo que sentían sus cuerpos saciándose por completo.

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Capítulo # 14

UNA TARDE INOLVIDABLE

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ras aquella intensa noche de amor, de madrugada Luz decidió irse a su casa.

Tenía que descansar un poco. Pronto brillaría el día y tendría que incorporarse a su trabajo. En casa todos dormían y, la muchacha, sigilosamente entró en su habitación sin hacer ruido Se acostó y, tres horas más tarde sonaba el cruel despertador que anunciaba, como si de los toros se tratase, la “salida del toro”; era la hora para irse al trabajo. Como si todo hubiese transcurrido dentro de toda normalidad, doña Liliana no interrogó a su hija; para nada, la veía feliz y dichosa y, con eso estaba más que pagada. Al marcharse, tras darle un beso en su mejilla, su madre le dijo: “Cuídate, mi hijita”. Luz estaba expectante, no era para menos; ella sabía que, a la llegada al hotel, su amadito estaría descansando y, así ocurrió. Tenía que descansar mucho, en cuerpo y en alma porque, como sabemos, la noche anterior, mientras hacía el amor con su amadita, verbalmente, firmó el contrato para el festejo de fin de feria en Cañaveralejo. Era el último festejo y, Arango, triunfador rotundo del ciclo, por gratitud a la empresa que siempre le apoyó y, solo por dicha razón, aceptó la sustitución del compañero español que había caído herido unos días antes. La muchacha empezó a sentir miedo; hasta aquel momento no había reparado mucho en el gran riesgo que su amado Luís corría dentro de los ruedos. Pero el día se presentaba como muy especial. Pensaba Luz en todo el peligro que Arango tenía frente a los toros y, de repente, un escalofrío recorrió su cuerpo. Con semejante pensamiento sobre su ser, se puso a trabajar y, pese a tal desasosiego, ella llevaba escrito en su cara la felicidad que estaba sintiendo; podía más su dicha que su incertidumbre; la dicha la estaba palpando y, la incertidumbre también, pero sea lo que vaya a ser que suceda, “eso” está por venir. El amor de Luz y el diestro era todo un secreto a voces. Todo el mundo sonreía al verles; nada habían contado pero, en el hotel, la sonrisa cómplice que todos les entregaban era el detonante que certificaba lo que ellos querían esconder; su apasionado amor. Eran poco más de las doce de la mañana cuando, de pronto, mientras Luz limpiaba el hall del hotel allí apareció, vestido de manera informal, pero muy juvenil, el joven diestro caleño. Ambos se abrazaron como si hiciera mucho tiempo que no se veían; Luz, en dicho abrazo, dejó que sus lágrimas cayeran por sus mejillas; era el refrendo de la felicidad que estaba sintiendo.

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Era un día grande en que, Arango, quería agasajar a su amadita y, el mejor agasajo, por supuesto, no era otro que invitar a Luz a los toros. Mientras tomaban un zumo de piña tropical, así se lo hizo saber el diestro a la muchachita. - No puedo, - dijo Luz – a esa hora, estoy en pleno horario trabajo y no debo irme; no puedo fallarle a la empresa que ha creído en mí; abandonar el trabajo, Luís, sería una falta de respeto hacia estos señores que, cuando nadie me atendió, ellos me dieron su mano con este hermoso trabajo. Iría con mucho gusto, amor, pero quiero que me entiendas; no sufras que, estaré pendiente de ti escuchando la radio. -Te comprendo, amor – sentenció el diestro -. Pero, es tanta la ilusión que tengo para que vengas a verme que, haré cuanto esté en mi mano para lograrlo y, por supuesto, sin dañar tu imagen de empleada ejemplar. Ahora, si me lo permites, quiero acompañar a mi cuadrilla para el almuerzo. Luz continuó su tarea y el diestro se reunía con los suyos en el comedor del hotel. Todo parecía quedar como estaba pero, Arango era muy perseverante; le ilusionaba hasta la locura que la muchachita a la que amaba fuera testigo directo de su última actuación en la temporada caleña. Previamente se habían dado un beso de despedida; Luz estaba convencida de que esperaría al diestro tras el festejo final y, terminado el espectáculo, hablarían de nuevo. La muchachita había hecho un pequeño receso en el trabajo para tomar un aperitivo; no había tiempo para más. El trabajo era su razón de ser y, mientras el cuerpo aguante, lo demás apenas tenía importancia. Recordemos que, en el Sératon, la pulcritud, el orden, la limpieza y la atención a los clientes eran las armas más poderosas con las que dicho centro hotelero competía contra los de su gremio. Hoteles hay muchos en Cali; como en cualquier ciudad del mundo. Sin embargo, éste en el que se hospedaba el matador Arango tenía rangos importantísimos; y no era cuestión de precios; se trataba, por encima de todo, del humanismo que reinaba en dicho hotel que, por supuesto, lo hacía diferente al resto de los recintos hoteleros de la ciudad. Eran las cinco de la tarde y, de pronto, escucha Luz la voz del gerente que le llamaba por el megáfono: -“Suba usted a mi oficina señorita Luz”. Escuchó la muchachita. Luz quedó atónita; no era “hora” para que el gerente la llamara; mil pensamientos corrían por su interior; su corazón palpitaba más de lo debido; un gesto de preocupación se dibujó en su rostro. En breves instantes, Luz dio un repaso “general” por su interior; es decir, se analizó a bote pronto en cuanto a lo que había sido su actitud en los días que llevaba trabajando en el hotel. Según ella, no sentía remordimiento por nada de cuanto había hecho; es más, estaba convencida de todo lo contrario. ¿ Qué habré hecho mal ?. Se preguntaba la chica. La incertidumbre se apoderó de su persona. Transcurrieron minutos que le parecieron años. Temía que, por algún mal entendido, como quiera que fuera de dominio público su relación con el diestro, la gerencia del hotel le quisiera recriminar algo por dicho motivo. Muchas dudas albergaba en su interior.

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Nerviosa, casi temblorosa llamó a la puerta de la oficina del gerente: - ¿ Da usted su permiso ? - preguntó Luz mientras abría la puerta -. -¡Ah, es usted, pase, por favor!. Siéntese, señorita Luz – dijo muy amable el gerente -. Es usted una persona muy afortunada. Estamos dichosos de saber su relación con el diestro y, fíjese, el señor Arango ha dejado un presente para usted; en realidad, son dos presentes. Ante todo, aquí tiene usted un sobre con una entrada de barrera para que asista a la corrida de esta tarde; es una invitación exclusiva del diestro y, del mismo modo, el señor Arango me indica que le entregue este bello ramo de orquídeas. Cámbiese de ropa que, en un momento, en la puerta la estará esperando un taxi que la llevará directamente a la plaza. No se demore que, como comprobará, tiene usted el tiempo justo. Luz quedó atónita una vez más; no sabía si llorar o reír. En un segundo, sus incertidumbres se habían disipado y, de nuevo, la sonrisa iluminó su rostro. - Muchas gracias, señor – respondió la muchachita - . Sorprendida, aturdida por la emoción Luz se cambió de ropa; se arregló en pocos minutos mientras saboreaba el dulce manjar de la emoción que dichos hechos le estaban produciendo. Tenía la sensación de estar flotando; no daba crédito a cuanto estaba sintiendo. Pensaba que en pocos días había cambiado el curso de su vida y, todo el desencanto inicial se había transformado en una ilusión sin límites. La vida tiene esos vericuetos que, inexplicablemente, cada ser humano va encontrado en su caminar por el mundo y, Luz, se sentía dichosa por cuanto le estaba sucediendo. En poco tiempo el taxi que la llevaba aparcó en los aledaños de la plaza de toros. Como ocurría cada tarde, el bullicio era inmenso; la fiesta, en Cali, es más fiesta que en ninguna parte del mundo. Cientos de mujeres, ataviadas con sus mejores galas, acudían a la plaza; toreaba el ídolo local y, sus triunfos de días pasados motivaron que, una vez más, la plaza se llenara por completo. Parecía que se acababa el mundo del gentío que por allí deambulaba; era lógico puesto que, la feria caleña, congrega a miles de aficionados de todo el mundo y, en esta ocasión, todo era especial; se rendía “culto” al triunfador de dicha feria que, para colmo, no era otro que el ídolo vallecaucano, Luís Arango. En medio de aquel bullicio ensordecedor que se respiraba, Luz entró en la plaza para ocupar su asiento en la barrera; es decir, la primera fila donde los señoritos del lugar disfrutan de la mejor visión del espectáculo. Allí estaba Luz, guapa y radiante; pero sobre todo, feliz. Se inicia el paseíllo; ese ritual donde los tres diestros, en paso solemne, cruzan el ruedo desde la puerta de cuadrillas hasta llegar a la altura de la presidencia; el lugar donde el presidente ó juez de plaza - como dirían los mexicanos -, regirá los destinos del festejo mediante la aplicación del reglamento. Tras el protocolario saludo de los diestros al señor presidente del festejo, dejan el capote de seda en las barreras para coger el capote de brega; es decir, con el que tienen que torear. Arango, como no podía ser de otro modo, dejó el capote en la barrera, justamente, en el lugar que ocupaba su amadita querida. Apretó su mano mientras que, Luz, le deseaba suerte al diestro, acción tan al uso en los festejos taurinos; todo

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el mundo desea suerte y, en el devenir del espectáculo, será siempre lo que el destino tenga previsto. Pese a que los tres diestros habían sido muy ovacionados tras el paseíllo, los dos primeros espadas, españoles por cierto, no habían tenido mucha opción con los toros lidiados; ya se sabe que, si el toro no quiere colaborar, todo esfuerzo por parte del diestro resultará en vano. Era el turno de Luís Arango y, tras un brillantísimo quite por verónicas, una vez picado y banderilleado el toro, se dispuso a coger espada y muleta y realizar el brindis correspondiente. Posiblemente, Cañaveralejo entero sospechaba que les brindaría el toro a todos los aficionados y, sin embargo, vimos caminar a Luís hasta la barrera donde estaba su amada. Vemos como Arango iza la montera hacia arriba y, dirigiéndose a su querida Luz le dice: - Amor mío, tengo el gusto de brindarte la muerte de este toro, como te brindaría mi vida si tu persona así lo necesitara. ¡ Te quiero !.

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Capítulo # 15

MANANDO SANGRE A BORBOTONES

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ras el brindis a su amadita, Luís sabía la responsabilidad que adquiría;

primero ante los aficionados que le vitorearon de salida; acto seguido por haber cosechado en dicha feria un triunfo de clamor y, sin duda alguna, porque le brindaba su faena a la muchachita que tanto amaba. Arango se marchó al centro del ruedo para citar al toro desde muy lejos; la idea no era otra que darle el pase cambiado por la espalda; es decir, que arrancara el toro desde lejos y, cuando ya lo tenía casi en su jurisdicción, cambiarle la trayectoria sacándose la muleta por detrás; inversamente por donde se la enseñaba. Consumado el pase, la plaza era un clamor. Se había palpado en el ambiente la dosis de valor del muchacho y, el gentío estaba entusiasmado. Luz procuraba mantenerse fría; es decir, tragarse el miedo que estaba sintiendo por su amado. Sin embargo, el pase citado, la hizo levantarse del asiento; más que por admiración, por el miedo que sintió por Luís. El diestro estaba llevando a cabo una de sus grandes faenas; él era consciente de todo lo que se jugaba porque, sus compañeros españoles, previamente, habían tenido un gran triunfo y, el caleño no podía quedarse atrás. El vallecaucano embarcaba al toro una y otra vez; allí se palpaba la emoción, el riesgo, el desprecio que Luís mostraba por su vida. Derechazos y naturales los mostró con una pasión inusitada; faena de riesgo, valiente como nadie y, a su vez, dicha faena, aderezada con una técnica envidiable. La plaza era un clamor; mientras todo el gentío lo ovacionaba, a Luz se le salía el corazón del pecho; ahora era consciente de que el hombre al que amaba se estaba jugando la vida de verdad. Tras unos arabescos finales, Luís montó la espada y, en ese instante, la plaza entera estaba pidiendo los máximos trofeos para el diestro. Se perfiló muy de cerca y, por nada del mundo quería que se le escapara el triunfo. Se entregó por completo en la suerte suprema y, la espada quedó enterrada en lo alto del morrillo del toro, con mala fortuna de que, en dicho envite, el toro prendía a Luís por la ingle. El toro rodó por la arena muerto por la fulminante estocada del diestro mientras que, Luís, quedaba inerte en el ruedo. Todo transcurrió muy rápido; apenas hubo tiempo para nada. No podía haber un capote salvador que le hiciera el quite porque, Luís cayó herido en el preciso momento en que entraba a matar. Los compañeros lo auxiliaron. Sangraba a borbotones; su cuerpo estaba inconsciente. Estaba perdiendo mucha sangre y, en sus ojos llevaba escrita una cornada fortísima. Un banderillero taponó la herida con sus manos; el reguero de sangre que iban dejando era dantesco. Luz cayó desmayada; los servicios sanitarios de la plaza tuvieron que atenderle; para ella, ver herido a Luís supuso un trauma enorme. Jamás lo hubiera sospechado; aunque podía preverlo porque ella sabía, mejor que nadie de las tremendas cicatrices del diestro. Sin embargo, la impresión que sintió la muchacha la derrotó por completo; al igual que Luís, estaba sin sentido; de muy distinta manera, pero ambos habían perdido la noción del tiempo.

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Juntos, como si de un presagio se tratase, comparecieron en la enfermería; Luís con una cornada muy grande y, Luz, con una lipotimia; a ella la atendieron los servicios de la Cruz Roja mientras que, al diestro, se lo operaba con urgencia. Para fortuna de Arango, allí se encontraba, como en todas las tardes de la feria, el afamado cirujano, doctor Vallejo Danda que, en ocasiones anteriores había atendido a Luís Arango. La cornada era tremenda; el pitón del toro había seccionado las arterias safena y femoral en el mismo triángulo de Scarpa. Por momento se desangraba el diestro; varias transfusiones se le practicaron durante la intervención. Dos horas estuvo el doctor Vallejo curando y operando al diestro. El pronóstico era gravísimo pero, a Dios gracias, el doctor había salvado la vida del torero colombiano. Sin duda alguna, la peor cornada que había sufrido el diestro en toda su carrera. Tras la intervención se le trasladó a un hospital cercano y se lo internó en la unidad de cuidados intensivos. Los aficionados habían quedado consternados y, pese a la cornada, el juez de plaza concedió a Luís Arango los máximos trofeos; orejas y rabo que certificaban el premio para la gran faena; dichos trofeos fueron paseados por el ruedo por la cuadrilla del diestro que, inconsciente, en dicho momento del éxito, estaba siendo operado en la mima plaza. Por la megafonía de la plaza se había informado del parte facultativo y, los aficionados estaban afligidos. Tras reponerse de su lipotimia, Luz quedo esperando en la puerta de la enfermería y, las dos horas de la intervención del diestro le parecieron dos siglos; es más, en dicho tiempo no le dieron noticia alguna y, el desasosiego era presa en su persona. Una tremenda angustia la estaba matando; hasta llegó a pensar en lo peor; no es menos cierto que, todo el tiempo de espera lo empleó rezando como nunca; sí, rezando, pidiéndole a Dios que salvara la vida del hombre que amaba. Al final, se abrió la puerta y, las fuerzas del orden público retiraron de la misma a todos los curiosos que estaban esperando noticias del diestro; y, se lo llevaron al hospital mientras que, el doctor Vallejo entregaba el parte facultativo a todos los medios informativos. El apoderado del diestro al ver a Luz desolada la subió en su auto y, juntos partieron hacia el hospital. El hombre estaba como extrañado porque no suponía que la muchacha estuviera presente en dicha corrida. Todos tenían la cara desencajada; el golpe había sido inmenso. Pero, de momento, estaban satisfechos de que el diestro hubiera salvado la vida que, en definitiva, era lo más importante. A partir de la operación, sería el designio de Dios el que realmente decidiría. Muy pronto estaban los acompañantes del diestro en el hospital. No podían hablar con él porque estaba inconsciente, además de estar internado en vigilancia intensiva. Luz lloraba desconsolada. Mientras ella sollozaba en la sala de espera, de pronto apareció el doctor Vallejo Danda que, como se sabe, había intervenido con éxito al diestro en la enfermería de la plaza. El doctor, sabedor de la gravedad de la herida quería pasar la noche cerca del diestro; no podía marchase a casa sabiendo que la herida era inmensa y, además, muy grave; quería conocer la evolución de la misma y, por dicha razón, en un gesto de auténtico profesional, sacrificó su noche para pasarla junto al diestro. La muchachita, nerviosa y preocupada se acercó al doctor para preguntarle:

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- ¿ Cómo está Luís, doctor ?. - Mire, señorita, la cornada ha sido muy fuerte; el pitón ha destrozado vasos y arterías muy importantes: sin duda alguna, es la cornada más grave que he intervenido en todos mis años de cirujano. El diestro ha perdido mucha sangre; como usted sabe, el parte facultativo que he emitido revela toda la gravedad de dicha cornada; pero debemos de confiar en la Providencia. Debido a la gravedad de la que le hablo, he decidido que lo dejaron en la unidad de cuidados intensivos; estará mucho más atendido y, cualquier incidencia, la podremos abordar enseguida. Yo he preferido quedarme cerca del diestro; lo conozco desde siempre, gozo de su amistad, cariño y respeto y, como amigo, antes que como cirujano, por ello me quedo. Tienen que pasar treinta y seis horas para que yo pueda emitir un parte más tranquilizador; por el momento, como le digo, su estado es gravísimo. Yo hice lo que debía, usted debe rezar. Confiemos en Dios, señorita; nosotros, la ciencia, hemos hecho cuanto estaba a nuestro alcance. Tras la explicación del doctor, Luz, consternada se abrazó al doctor: - ¡ Sálvelo, doctor; sálvelo por el amor de Dios !. Si muere Luís se acaba mi vida. - Mantengamos la calma, señorita - dijo el doctor Vallejo -. Vuelvo a repetirle, yo confío mucho en la Providencia. La cornada, era para que lo hubieran entrado muerto a la enfermería y, como llegó con vida, confío que las transfusiones de sangre no sean rechazadas, que sus arterias vayan restableciéndose y que, como le dije, que Dios se apiade de él y de nosotros. Ahora, por favor, márchese a su casa; aquí nada puede hacer. Como usted adivina yo soy el único que puede entrar para atender a Luís. Váyase a su casa y, descanse. Sigamos rezando y, una vez más vuelvo a repetirle, confiemos en la Providencia. Luz salió del hospital destrozada; apenas daba crédito a todo lo que le estaba sucediendo; era como una película siniestra la que estaba pasando por su mente. Se sentía arrepentida por haber acudido al espectáculo; en su fuero interno, hasta se culpaba de haber sido ella la responsable de la cornada de su amado, porque, quizás ella pudo ser la causa de la distracción de Luís para caer herido. Eran todas figuraciones, sentimientos encontrados en su mente que, de alguna manera, la estaban atormentando. Todo eran conjeturas en su mente sin que pudiera encontrar consuelo para su alma. Luz tenía la cara desencajada y, su dolor no era otro que el seguir pensando en su amado y, a su vez, en lo que diría, al llegar a casa. Su madre, sin ninguna duda, notaría su tristeza infinita. Doña Liliana no sabía de los amoríos de su hija con el diestro y, la muchacha, de una vez por todas, tenía que contárselo a su madre. Era ya muy tarde y, cuando entró en la casa su madre no dudó en preguntarle: - ¿ Cómo vienes tan tarde, mi hijita ?. - Vengo del hospital, madre.

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- ¿ Del hospital ?. ¿ Quién está enfermo, hija ?. ¡ Tienes la cara desencajada !. ¿ Qué ocurre, Luz querida ?. - Se trata de un amigo que está enfermo y, he estado allí para visitarle. No te preocupes que todo está bien. Luz quería tranquilizar a su madre; porque para intranquilidad ya tenía ella suficiente, en su alma y en su cuerpo. La chica estaba haciendo un esfuerzo tremendo por mantener la compostura. Aunque su rostro la delataba. La muchacha intentaba, por todos los medios de aparentar esa tranquilidad que, su alma no tenía.

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Capítulo # 16

ARANGO SALVÓ SU VIDA

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a noche se hizo eterna para Luz. No podía conciliar el sueño. Dormir,

naturalmente, era una quimera. El pensamiento de la muchacha estaba junto al corazón de Luís. Ella sabía de la gravedad de la cornada que él había recibido y el dolor del torero era la amargura para ella. Se levantó muchas veces en tan horrible noche; jamás una noche había sido tan larga. Luz sentía dolor en su alma al saber que Luís Arango tenía el cuerpo lacerado; más su dolor profundo, no era otro que ser consciente, que la vida del torero corría mucho peligro. La conversación que la chica había tenido con el doctor la esperanzaba un poco; pero nada estaba claro; el pronóstico gravísimo seguía siendo el mismo. Ella no podía curar la herida de su amado, razón evidente para que su dolor del alma fuera en aumento; era la impotencia por no poder socorrerlo; todo un drama para Luz que se pasó la noche rezando por él. Era ya de madrugada cuando, doña Liliana, oyó los movimientos de su hija por el apartamento; no era normal lo que estaba pasando y, la señora se levantó y vio a su hija sentada en el salón. - ¿ Qué ocurre, hijita ? – le preguntó la madre -. - Mira, mamá, tengo que confesarte algo. Ayer cayó herido en la plaza de toros Luís Arango, el torero al que fuimos a ver hace unos días, precisamente el día que tú me invitaste por primera vez a los toros. Doña Liliana, la miró expectante a la par que escudriñaba el rostro de su hija, y preguntó; - ¿ A qué confesión te refieres, hijita ?. - Estuve ayer en los toros porque me había invitado el diestro, ¿ sabes ?. - ¿ A ti te invitó a los toros, el famoso diestro, Luís Arango ?. No puedo creerlo. Es broma lo que me estás contando, hija mía; ¿ cómo crees tú que Arango podría reparar en tu humilde persona cuando él es un hombre muy famoso y admirado, mientras que tú solo eres la honrada empleada del hotel ?. -Si, mamá. Es cierto. Como tu sospechas, Luís Arango se hospeda en el Sératon y allí le conocí. Es un chico muy amable; simpático, educado, correcto; todo un caballero, mamá. ¡ Somos novios !. - Pero ... ¡ hija mía !. ¿ Es cierto esto que me dices ?.

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- Sí, mamá. Es cierto. Ha sido todo muy rápido; nos conocimos y, de repente Luís me declaró su amor. Soy la mujer más feliz del mundo con él. ¿ Comprendes ahora mi dolor ?. - ¡ Cómo no voy a comprenderlo, hija de mi vida !. Ahora lo entiendo todo. Tú cara de días pasados y tu cara de ahora. Dijeron anoche, en los noticieros, que Arango estaba gravísimo tras su cogida de ayer; pero lo que yo jamás hubiera imaginado es que tú fueras testigo presencial de dicha cogida y, mucho menos, como me estás contando, que fueras la mujer de su vida. Me siento muy feliz por esta última noticia; a pesar de la gravedad de la situación de salud, por la que está pasando este chico ahora, sino no fuera por esto, la que acabas de darme, es la noticia más hermosa que jamás podrías contarme y esta no es otra, que estes enamorada. Doña Liliana abrazó a su hija y trató de consolarla. Tras su “confesión”, muy pronto entendió la madre todo el dolor que su hija estaba sintiendo. Es más, como quiera que vió las imágenes de la cogida por televisión, doña Liliana en aquél momento se angustió; claro que, ahora su angustia era aún mayor, al saber todos los detalles de cuanto su hija le iba contando. - La madre preguntó: ¿Supiste alguna noticia concreta más, tras el percance? - Si, madre; cuando estuve en el hospital hablé con el doctor Vallejo que fue quién lo intervino en la plaza y, luego lo siguió atendiendo, allí donde lo ingresaron. El doctor me dijo que la herida era tremenda; de esas cogidas de las que mueren los toreros en el acto; pero que Dios estuvo generoso y permitió que Luís entrara con vida a la enfermería y, su pericia como cirujano, de momento, logró salvarle la vida. El pronóstico es gravísimo pero, como me dijo el doctor, hay que esperar treinta y seis horas para emitir un nuevo parte facultativo y confiar plenamente en Dios. - ¡ Mamá ! – prosiguió Luz - , si Luís muere ... ¡ me muero !. - ¡ Por Dios, hijita ... no digas eso !; tengamos fe que el muchacho seguro que supera este trance tan difícil. Es joven y fuerte y, como una vez dijo en TV, tiene el cuerpo lleno de cornadas y, la de ayer pasará a ser una más; un “trofeo” más, que él podrá esgrimir ante los aficionados y, por supuesto, ante los críticos que quieran poner en tela de juicio su arte y su entrega. Las confesiones de Luz ante su madre y, la reflexión que ésta le hizo, de momento tranquilizaban a la muchacha. Dios no puede desampararnos, pensaba en su interior. Ambas, madre e hija, rezaron una oración por la recuperación del diestro. Era ya la hora de marcharse y, Luz se despidió de su madre con un fuerte abrazo. Tenía que ir al trabajo pero, su corazón estaba pendiente de las noticias que pudiera recibir al respecto del estado de salud de su amado. Ella sabía que, una vez en el hotel, todos le preguntarían por él.

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Llegó al trabajo y una vez que entró en el Sératon, como si de una casualidad se tratase, se encontró con el gerente que estaba en el hall. - ¡ Buenos días señorita Luz !. ¿ Cómo está el diestro, señorita ?. ¿ Sabe Ud. algo más de su delicada situación ?. ¿ Presenció Ud. la cornada, cierto ? –le preguntó en seguidilla, el gerente-. - Sí, señor. Presencié la cornada porque estuve ahí, viendo la corrida y me llevé el peor disgusto de mi vida al ver su cogida en vivo y en directo; algo verdaderamente terrible y dramático. Por poco se me sale el corazón del pecho; cuando vi cómo sangraba su herida. Hasta me desmayé. Fui a visitarlo al hospital donde lo ingresaron y, el cirujano que lo operó me explicó todos los pormenores y gravedad de la herida; la más grave posible – dijo -, que él como médico, había tratado, hasta el momento pero, a Dios gracias, como quiera que Luís entró con vida en la enfermería, el doctor pudo ayudarlo. Ahora, solo resta esperar y que Dios acompañe en su pronta recuperación. Y ya que estamos conversando, si usted me lo permite, en la tarde me gustaría poder ir hasta el hospital para visitarlo. - Por supuesto. Hable usted con la jefa de personal y póngase de acuerdo con ella para concretar la hora en que pueda usted marcharse; de mi parte no hay problema alguno y cuenta usted con mi autorización.. Eran las cinco de la tarde cuando Luz pudo partir para el hospital. Una vez allí le indicaron que el diestro seguía en cuidados intensivos. La enfermera de la planta en que estaba el diestro accedió para que Luz pudiera estar diez minutos con el torero herido. Tenía que verle por un cristal porque no tenía acceso al interior de la habitación; casualmente la muchacha se encontró de nuevo con el doctor Vallejo que, intranquilo, había acudido de nuevo para comprobar el estado del diestro. -¿ Cómo está Luís, doctor ? – le volvió a preguntar ella -. - He revisado la herida y, la evolución veo que es normal; todo marcha muy bien; sus constantes vitales están respondiendo a la perfección y, aunque no han transcurrido las treinta y seis hora de cautela que le decía, hasta me atrevo a darle un pronóstico mucho más favorable; si toda va bien, dentro de veinte días máximo, veremos a Luís toreando, nuevamente en Bogotá. A Luz se le iluminó el rostro. Su sonrisa volvió a nacer. Sus ojos denotaban una alegría inmensa; aunque todavía era pronto para “cantar” victoria, los presagios eran esperanzadores. - ¿ Puedo verlo ahora, doctor? - preguntó Luz -. - Si. Aunque no podrás hablar con él, lo podrás ver por los cristales. Está consciente y, seguro que se alegrará de verla. Quizás suponga para él una gran emoción el hecho de verla pero, en definitiva, creo que lo beneficiará; eso seguro. Acompañada por el doctor, llegó Luz hasta la habitación en que estaba postrado Luís; su aspecto era desolador; sondas por todos los lados, drenajes y su rostro

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blanquecino. Había perdido mucha sangre y ese era el motivo de su aspecto. Se acercó Luz tras el cristal a la altura del diestro y, cuando éste la vio, sus ojos se iluminaron por completo; un leve gesto con la cabeza era el síntoma de la dicha que el diestro estaba sintiendo al ver sonreír a Luz tras el cristal. Ella le hacía gestos con las manos que, por supuesto, el diestro entendía de maravilla. Los ojos del diestro se iluminaron por completo; primero al ver a su amadita muy cerca de su persona y, porque previamente, había tenido una conversación con el doctor Vallejo quien le certificaba que su vida estaba fuera de peligro. Más que conversación propiamente dicha, fue un monólogo que el doctor le expuso. Luís apenas podía hablar. La evolución de la herida iba bien; digamos que estaba siguiendo su curso normal pero, todavía faltaban días para que Arango se recuperara del todo. Habían transcurrido los diez minutos que le habían concedido a la muchacha y, al marcharse, le mandó un beso con su mano; Luís, al ver que la muchacha se iba se quedó bastante triste, aunque esperanzado por las palabras que el doctor le había dicho. Ambos, con sus miradas, pronunciaron el más bello lenguaje de amor. Posiblemente, Luís Arango, con la visita de su amadita, se recuperaría más rápido porque la misma sirvió como la mejor de las medicinas. Si la curación que esa emoción le produjo, se pudiera medir, con toda seguridad, el diestro tuvo, en esos breves minutos, la mejor de las recuperaciones, sencillamente porque la mujer que lo amaba, le entrega todo su amor y, es sabido que el amor es la mejor medicina para el alma y, también para el cuerpo. Habían transcurrido tan solo veinticuatro horas, para que Luz recuperara de nuevo, la ilusión. Ya tenía la certeza de que la vida de Luís no corría peligro; podían surgir complicaciones pero, confiaba en las sabias manos del doctor Vallejo, que por gracia de Dios, habían obrado el milagro de salvarlo y, desde luego sus oraciones y las de los amigos del diestro que, sin lugar a dudas Dios, había escuchado y hecho realidad por no interferir con sus planes, lo que todos ellos anhelaban. La frase del doctor: “Dentro de veinte días toreará nuevamente en Bogotá” dejó esperanzada a Luz y la ilusión volvió a renacer en el alma de la joven muchacha.

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Capítulo # 17

EL VIAJE HASTA ESPAÑA

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uz se había quedado más tranquila; intuía que, la recuperación de Arango

era un hecho, por ello, al día siguiente en el trabajo ya sonreía de nuevo. Se sentía absolutamente feliz; había pasado por un trance muy amargo; una situación que jamás hubiera sospechado en la vida, que pudiera vivirla. Aquello de ser espectadora de una cruel cornada y, para mayor desdicha, sufrida por su amado, le había quitado hasta el sentido. Pero ella iba superando su dolor del alma, en la misma medida de lo posible, que se iba restableciendo el cuerpo de Luís Arango. En el hotel Luz era otra vez la atracción del centro hotelero. Todas las miradas se encaminaban hacia ella. La gerencia del hotel, así como todos sus compañeros sabían de la relación amorosa de la muchacha con el diestro y, aquella circunstancia, fortuita para ella, la hacían protagonista ante todos sus compañeros; unos la miraban con envidia, otros con admiración pero, siempre quedaba Luz era el centro de todas las miradas. Por supuesto que, aquella relación no había empañado para nada su buen hacer en el trabajo; su humildad seguía inmaculada; su talante tan bello como siempre y, su atención hacia los clientes cuando tenía que tratarles, era un modelo de educación; precisamente la que adquirió y se le enseñó en su casa y, lógicamente, la que había aprendido en su centro de trabajo como empleada eficiente y honorable. Su jornada transcurrió pletórica; se sentía dichosa porque, el mal trance ya había pasado y, ahora esperaba un nuevo amanecer en su vida y, ante todo, en la vida de su amado Luís. Pese a lo avanzado de la hora, Luz estaba inquieta; podía haberse ido a la casa pero, prefirió hacer lo que le demandaba su corazón que, no era otra cosa que marcharse al hospital para intentar ver a Luís; irse a su casa sin verle, se le antojaba bastante traumático. Allí se presentó y, su sorpresa fue mayúscula; ¡ Luís estaba ya en planta, en una habitación común !. Maltrecho, dolorido, entubado, sondeado … pero fuera de todo peligro. Un beso de su amada acarició la mejilla de Luís al tiempo que Luz le cogía de la mano para animarle; apenas podía hablar el diestro; pero al verla cambió su semblante por completo. “ No sufras, amor, estoy bien ” -susurraba Luís -. Aquel encuentro, para el diestro, con toda seguridad supuso, como en el día anterior, el mejor sedante para su alma y su maltrecho cuerpo. - No quiero apartarme de ti, amor; me quedo contigo toda la noche, repetía la muchachita.

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- No, Luz – dijo el diestro en tono bajito - márchate a tu hogar para descansar, que mañana tienes que trabajar de nuevo. Estoy bien atendido; como estás viendo, las enfermeras están velando por mí y, cualquier cosa que necesite todos están pendientes de mi persona. Luis tenía razón y una vez comprobado el estado anímico y físico del diestro, su amadita se marchó tranquila. Se iba feliz porque, en poco más de dos días, la evolución de Luís Arango, como si de un milagro se tratase, alcanzaba metas insospechadas; ya sabemos que, los toreros, en su inmensa mayoría, son todos de una “pasta muy especial”; y, en honor a la verdad, nada tienen que ver, con el resto de los mortales. Una vez en casa, antes de que doña Liliana le preguntara dijo la muchachita; - ¡ Mamá, Luís está muy bien !. Vengo del hospital y, aunque muy dolorido, su estado general es bueno; ya está en una habitación en planta, lo cual evidencia que su recuperación es un hecho constatado. - ¿ Por qué no te has quedado con él cuidándolo toda la noche ?. Preguntó su madrecita. - Luis, no ha querido, madre; él sabe que mañana tengo que trabajar y, como me ha dicho, bastante tuve con la noche anterior que, sufriendo por él no pude conciliar el sueño. - Por cierto, hijita, ha llamado Candelita y, me ha dicho que necesita hablar contigo con urgencia. He notado en sus palabras mucha urgencia por hablarte y, como me ha dicho, también por encontrarse contigo. ¿ No será nada malo, verdad ?. - No, mamá; es que, hace un tiempo me dijo que quería marcharse a España y me pidió que la acompañase. ¿ Recuerdas que te conté Mami ?. - ¡ Por Dios, mi hijita !. Sí, recuerdo, pero ...¿ cómo que irte a España ?. ¿ Estás loca, mi amor ?. No me digas eso, ni en broma. Es cierto que, cosas materiales tenemos pocas pero hija, en casa, como sabes, reina el amor; tu padre y yo, junto con tus hermanos, formamos una piña y somos una familia muy unida, llena de amor. No veo que tengas ninguna necesidad de marcharte a España; además, eso queda muy lejos. ¿ Verdad ?. - No sufras madre que, por el momento me quedo aquí para siempre y, mucho más ahora que, como sabes, el amor llamó a mi puerta. Estas palabras tranquilizaron a doña Liliana que se marchó a la cama mucho más sosegada. Es cierto que, ante la primera impresión por lo dicho por su hija, se intranquilizó; ellos eran, una familia muy unida y, la posible marcha de Luz hacia España denotaría que faltaría un miembro en dicha familia que, era vital para la felicidad de la familia y, a su vez para que, ayudara económicamente en casa puesto que, las penurias seguían siendo las mismas; vivían con lo justo y, la esperanza de la señora era el sueldo de su hija para combatir las estrecheces con las que vivían; no

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se morían de hambre, por supuesto; pero lujos no había ninguno en la casa; lo estrictamente básico y necesario y nada más, tenían y lo administraban como si de un gran tesoro se tratase. Ya dormían todos cuanto, en mitad de la noche sonó el teléfono. - ¡ Aló ! - respondió Luz, un poco intranquila - . - Soy Candelita, - se escuchó del otro lado del cable - y quiero hablarte, Luz; necesito que nos veamos mañana con urgencia. He tomado la decisión de irme a España definitivamente y, te suplico que me acompañes. Mañana, si te parece, te mostraré todos los detalles que tengo previsto para que hagamos el viaje. No puedes fallarme, Luz; eres mi única y gran amiga y, es una decisión tan trascendental, necesito tenerte a mi lado. Se lo mucho que te estoy pidiendo pero, si me acompañas seré la mujer más feliz del mundo; tú sabes que, juntas, lograremos lo que aquí no tendremos jamás. España, como me ha dicho una prima mía que vive allá, es la tierra prometida; son muchos los colombianos que viven allí y, nadie regresa; lo cual quiere decir que deben de estar bien, ¿ verdad ?. Es más, me han dicho que, desde España me mandan un contrato de trabajo y, de tal modo, todo será más fácil; si te parece, nos juntamos y que nos mandan dos contratos, así podemos ir juntas sin más problemas. Luz se quedó sin habla. Apenas podía responderle a su amiga; Candelita lo había dicho todo y ella no acertaba en articular las palabras certeras. Además, era ya media noche y no podía pensar ni razonar y, mucho menos, con todo el trance que había pasado con las circunstancias de su amado. Por supuesto que, sus amoríos con el torero; Luz, los llevaba bastante en secreto. En el hotel lo sabía todo el mundo pero, ella, no había participado a cuantos la querían de la buena nueva, de su amor para con el diestro caleño. Sin duda alguna que, por cuanto estaba viviendo, ella le daría una respuesta negativa a Candelita pero, no quería decirle no, sin antes haberla escuchado. Luz escuchó a su amiga y se quedó asustada; que “ les mandaban dos contratos de trabajo”; dicha afirmación, sí que la dejó más atónita que contenta; muy raro le parecía todo esto. - Mañana, - respondió Luz - si te parece nos llamamos y quedamos de encontrarnos personalmente para hablar del tema que, para ti, como me dices, es de vital importancia. Ahora, si me disculpas, estoy muy cansada y apenas me quedan fuerzas; he tenido un día muy intenso, Candelita. Que tengas una buena noche y, mañana hablamos. Ambas se despidieron y ahí quedó la conversación, pero Luz estaba inquieta. Se sentía comprometida ante las palabras de su amiga y, en realidad, no le apetecía para nada ahora, irse a España. No podía dormir porque, sin duda alguna, al día siguiente tenía que confesarle a Candelita su verdad y, sufría por si ella no era capaz de entenderla. Podía romperse una verdadera amistad, que gozaban ambas muchachitas, hace ya algunos años; pero Luz tenía demasiados motivos hermosos como para no querer dejar su Cali querido. Tenía trabajo, había conseguido el amor de un muchacho extraordinario que, para mayor dicha, era un diestro famoso en Colombia y en España; ciertamente, la fama de Arango no era lo que a Luz la

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deslumbraba; lo que le fascinaba era sentirse amada por el diestro; ella lo veía como el muchacho enamorado que le había entregado todo su amor y, la fama y todo el oropel que lo rodeaba, no le importaba para nada; es más, ella siempre procuraba apartarse de todas las circunstancias que rodeaban al “ famoso” Luís Arango. A Luz sólo le interesaba el hombre y, la fama y todo lo demás que gozaba el diestro, no la inquietaban para nada. Fueron muchas las preguntas que Luz se hacía al respecto de su amiga y, por dicha razón, apenas pudo dormir otra vez, en toda la noche. Tenía que darle razones convincentes para que su negativa de marcharse no dañara la amistad que ambas gozaban. Es cierto que, Candelita no sabía de las últimas circunstancias que adornaban la vida de Luz. Era todo un dilema, el que la muchacha tenía sobre su cabeza y, al día siguiente, tenía que contárselo todo a su amiga querida que, como pudo comprobar, estaba decidida en marcharse a España,, de verdad.

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Capítulo # 18

LA DESOLACIÓN DE LUZ

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a noche había sido cruel para Luz. No pudo conciliar el sueño. Eran

muchas las emociones y, de tal modo, dormir era toda una quimera. Muy tempranito se levantó, se arregló y, tras el desayuno se marchó hacia su trabajo. En realidad, lo que más le importaba no era otra cosa que ir al hospital para ver a Luís, cosa que hizo con desmesurado afán. Salió de la casa y, como el tiempo la apremiaba, con los ahorros que llevaba en el bolso, no dudó en coger un taxi. No tenía mucho tiempo y, ver a su amado era primordial antes de empezar su jornada de trabajo. Ella sabía que, si no acudía ahora en este momento, luego tendría que esperar a que transcurriera toda la jornada de trabajo, para estar nuevamente, con el diestro al que amaba con locura. Al poco tiempo el taxi la dejaba en el hospital. Tras pedir permiso subió hasta la habitación del diestro. Luís estaba dormido. Ella cogió su mano y, él abrió los ojos. No la esperaba tan pronto. - ¿ Cómo estás, mi amor ? – le susurró Luz -. - Estoy mejor, amadita mía. He dormido casi toda la noche y, hoy mismo me han dicho que me quitan los drenajes y, en la tarde, hasta quizás pueda levantarme. Por momentos, Luz, me voy sintiendo cada vez mejor; esto avanza y, mi dicha es maravillosa; fíjate que, hace pocos días todos temían por mi vida y, si Dios quiere, en quince días podré reaparecer en Bogotá, como es mi más bello deseo. Deja que te confiese que, la medicina y la cirugía han hecho un gran trabajo en mi cuerpo, pero tu amor, tu dedicación, tu cariño y todo lo que me haces sentir, todo ello forma una parte importantísima de mi recuperación. Estoy muy feliz contigo y, quiero que te vengas conmigo a Bogotá; el toro de mi reaparición te lo quiero brindar a ti, amor mío. Estoy loco porque llegue ese momento; verme vestido de luces y que tú estés en la barrera de dicha plaza. Ello colmará todas mis ilusiones. Luz se quedó sin habla. No daba crédito a todo lo que estaba viendo y escuchando. Le parecía casi un milagro la recuperación de Luís Arango, justamente, el diestro que ella amaba; al verlo tan convencido en sus palabras, Luz no pudo contener unas lágrimas de felicidad. Un escalofrío recorría su cuerpo. La colmaba de dicha que Luís quisiera llevarla a Bogotá; es más, para ella, era como un sueño poder ir hasta la capital de su país algo que, hasta el momento no había podido llevar a cabo nunca y, acudir a Bogotá, justamente, para ser testigo directo de la reaparición de Luís en la plaza de toros capitalina, llamada la “Santa María de Bogotá”, la ilusionaba por completo.

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Luís, estoy feliz a tu lado – le dijo Luz -. Ahora tienes que recuperarte por completo, amor. Y, dado que ya pasó el peligro tengo que confesarte que, como me dijo el doctor, todos temimos por tu vida y yo lloré amargamente; porque, no podría entender mi vida sin ti y, mucho menos que tú la perdieras. A Dios gracias, venciste el peligro y, te veo ilusionado; ahora comprendo las razones por las que siempre me contaron que, los toreros son de una “pasta” muy especial y, contigo así lo he experimentado. Hace apenas setenta y dos horas, peligraba la continuidad tu vida y, en este instante me has ofrecido la posibilidad para que te acompañe en tu reaparición en Bogotá. ¡ Gracias, mi amor; gracias por todo !. Me haces muy feliz. Creo que Dios ha estado contigo, ó mejor dicho, que está con nosotros. ¡ Te amo, mi vida !. ¡ De verdad, te amo !. Un suave beso de Luz en los labios de Luís selló aquella despedida momentánea porque, como se sabe, el trabajo esperaba a la chica en el hotel. Y también es cierto que, la recuperación física del diestro, tal y como Luz lo había visto, la dejaba muy tranquila; todo marchaba maravillosamente bien y, el hecho de verlo tan recuperado dejo a Luz altamente satisfecha; sus oraciones, como ella sentía en su interior, habían hecho el efecto deseado. A la hora en punto entraba Luz en el hotel y, allí era esperada con curiosidad; todos le preguntaban por el diestro; unos quizás lo hacían por morbo y, los más, porque desde el fondo de su corazón, todos, sin distinción, sabían de la relación amorosa del diestro con la chica de la limpieza y les interesaba de verdad, saber acerca de su mejoría. A ella, de todas maneras, no le preocupaba para nada lo que los demás pudieran pensar; estaba feliz y eso era lo importante. Cada cual podía pensar u opinar a su libre albedrío. Lo cierto es que la dicha que Luz sentía, era la que trasmitía, a todos cuantos la trataban. Terminada la jornada, desde el mismo hotel, llamó a Luís; y, pese a que por la mañana lo había visto muy bien, quería tranquilizarse sabiendo de la verdadera recuperación del diestro. Tras escucharlo se marchó a su casa radiante y feliz; no cabía en su propio cuerpo. Ya en su hogar, su madrecita se interesó por la salud de este diestro, que amaba su hija. Una madre siempre quiere lo mejor para sus hijos y, doña Liliana, no podía ser una excepción. - Si, madrecita – dijo Luz - Luís está muy bien; lo he visto en la mañana antes de entrar al trabajo y, termino de hablar con él ahora, hace apenas un rato. A Dios gracias, su evolución es fantástica, mucho más de lo que pudíamos imaginar. Hasta me ha dicho que tengo que acompañarlo a Bogotá, en el día de su reaparición dentro de apenas quince días. La madre escuchaba atentamente a su hija mientras, la observaba pensativamente. No hizo comentario al respecto. Sólo, cambió el tema de conversación. - Por cierto, mi hijita – dijo doña Liliana - ahí te dejo una carta que ha llegado de tu amiga Gabriela, la que vive en España; creo que es aquella chica, con la que tenías mucha relación y de la que hace mucho tiempo, no sabias nada, ¿ verdad ?.

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Era cierto. Luz apenas mencionaba ya a Gabriela. Hacía mucho tiempo que no sabía nada de ella. Se había marchado de Cali, hacía ya más de cuatro años y desde entonces, apenas había tenido noticias de ella. Por dicha razón, la citada carta la sorprendió muchísimo; o eran muy buenas noticias o muy malas, la duda – obviamente - se le despejaría en cuanto leyera la carta. Si sabía como le comentó oportunamente Candela, que Gabriela se había ido a España con un contrato de trabajo y, como quiera que Candela se acordara de dicha situación, es por ello que instaba a Luz para que juntas hicieran lo mismo y se marcharan a la tierra prometida. Luz miraba la carta con cierto recelo; algo le decía que, dicha carta no traía un mensaje bueno. Abrió el sobre y comenzó a leer. “Querida Luz:

Desde que me marché de Cali, amiga querida, no había tenido fuerzas ni voluntad para escribirte. Quizás me tildes de ingrata. En estos cuatro años desde que me vine, no encontraba el motivo para escribirte; es más, sentía vergüenza de hacerlo. Recuerdo que cuando te propuse que me acompañaras no quisiste hacerlo y, en realidad, no sé como vivirás ahí en nuestra Cali querida, pero yo si te confieso que, mi viaje a España resultó ser todo un fracaso, por dicha razón no tenía fuerzas para escribirte y contártelo; querría haberme quedado callada para siempre; mejor hubiera sido así; pero es tanto el cariño que por ti siento que, al final, me he decidido a contarte la verdad. Todo resultó ser un engaño. El contrato de trabajo que me enviaron para que viniera a España era toda una mentira; aparentemente, todo era legal pero, una vez aquí me encontré con la dura realidad que es ahora mi vida. PROMOCIONES HOSTELERAS DE ESPAÑA, S.L., era el titulo de la empresa que me contrataba, no era otra cosa que un engaño total; cuando llegué y me encontré con la realidad que me esperaba, se me desgarró el corazón. Vine con todos los gastos pagados por parte de la empresa y, de repente, cuando entré a “ trabajar ” me hicieron firmar un documento en el que me decían que les adeudaba la cantidad de VEINTE MIL EUROS por todos los trámites que habían realizado para mi llegada hasta España. De cada mensualidad me irían descontando una cantidad hasta resarcirse de todo lo que en mi persona invirtieron. Estoy desolada. La legalidad con la que adornaron el trabajo era toda mentira; de pronto, Luz, me vi envuelta en el mundo de la prostitución; soy puta por decisión de estos tipos sin escrúpulos que se aprovecharon de mi buena voluntad. Pronto comprendí que mi futuro sería muy negro; amargo como ninguno y, lo peor de todo es que creo que jamás podré volver a Cali; a mis padres les he dicho que estoy muy bien, que estoy como empleada de hogar en una casa importante pero, a ti, Luz de mi alma, no puedo mentirte. Quiero que esta carta te sirva como lección; jamás vengas a España. Aquí me busqué yo sola la ruina y la más grande desdicha. Quiero que comuniques a todas nuestras amigas que, si alguna de ellas recibe una oferta de trabajo desde España, por favor, que se olvide de la misma; todo es mentira, todo

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es un engaño y, ya viste, yo ejerciendo de prostituta. Estoy llorando, Luz, no puedo seguir. Pídele a Dios por mí. Tuya, siempre. Gabriela.”

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Capítulo # 19

CANDELA, DESOLADA

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ógicamente, Luz, tras leer dicha carta rompió a llorar. No podía contener el

llanto. Era mucha la emoción de cuanto estaba sintiendo. No daba crédito a cuanto había leído. No sospechaba, en modo alguno, que la situación de Gabriela pudiera ser la que ella amargamente le había relatado. Terrible era todo lo que sentía en aquellos momentos. Otra noche más, pasaría en vela. Por un lado sentía el dolor por la tremenda y horrible situación de su amiga y por otro, hasta sentía el alivio que, dicha carta, le proporcionaba para que una vez se la mostrase a Candela, ésta desistiese de su idea de marcharse a Europa. No pudo dormir y, anhelaba la llegada del nuevo día para reunirse con Candela. Mil conjeturas hizo Luz con aquel mensaje desolador que había leído en dicha misiva. Jamás una carta la había derrotado tanto y, lo peor de todo es que no podía hacer nada por su amiga. Luz sintió en sí misma el aguijonazo profundo del dolor que Gabriela le expresaba. Varias sensaciones la embargaban; dolor, angustia, desesperación, impotencia, rabia y un profundo desencanto ante lo que estaba viviendo su amiga en España. Estaba tan asustada ante la realidad que le había mostrado Gabriela que, de inmediato, quería hacérselo saber a Candela. El tiempo la apremiaba. Era mucha la emoción que la embargaba e, inevitablemente, quería salvar a su amiga de la desdicha podía acarrearle, su idea de irse a España. Era muy temprano pero, no lo dudó un instante. Cogió el teléfono y llamó a Candela. - ¿ Candela ?. Soy Luz - le dijo-. ¿ Dónde quieres que nos encontremos ?. Necesito tal y como me dijiste, que conversemos respecto al viaje que querías que hiciésemos a España. - ¡ De acuerdo !. Si te parece – respondió Candela - nos vemos en la cafetería del hotel y, cuando tú termines la jornada, allí conversamos. Recuerda que tengo toda la ilusión del mundo puesta en ese viaje y, más aún en, que tú me acompañes. Estoy segura que no me fallarás; Luz, querida amiga. Recuerda lo que te dije muchas veces; estoy harta de pasar privaciones en nuestra tierra; quiero que hallemos un mundo mejor, una vida más placentera y, ante todo, que tengamos un porvenir más bello. Aquí no saldremos jamás de las penurias que estamos viviendo y, en España, por todo lo que me han contado, tendremos un trabajo mejor remunerado y, hasta podremos comprarnos una casa. - Está bien, Candela. No sufras. Luego, en la tarde, conversamos de todo ello. Hablaremos largo y tendido. No te digo que no; tampoco que sí; pero debemos de

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analizar todo antes de dar un paso tan trascendental. Y no seas tan ansiosa ya que, se trata del paso más importante que podemos dar en la vida y, como tal, tenemos que meditarlo; piensa que, si nos vamos, llegaremos a un mundo desconocido para nosotras, un lugar en el que no contamos con nadie y en el que tendremos poca ayuda; pero en fin, hablaremos más tarde. Difícil se le presentaba a Luz la exposición de los hechos; hasta creía que, era tal la ilusión que Candela tenía por marcharse que pudiera ser que no llegase a comprenderla; es cierto que, Luz tenía esa carta guardada en la manga que, en realidad, no era otra que la misiva que había recibido de Gabriela; misiva en la que, a no dudar, ella confiaba que fuera el detonante para que, Candela olvidara para siempre su idea de irse a España. Luz estaba nerviosa. Quedaba expectante porque, no acertaba a comprender qué reacción tomaría Candela cuando leyera la carta. Para ella estaba la cosa era simple; pensaba que, cuando su amiga leyera la misiva de esta amiga en común, que estaba ahora en España, todo quedaría muy claro, no sin antes adivinar que, pese a todo, aunque la decisión fuera la de marcharse, Candela se sentiría destrozada cuando leyera las afirmaciones de Gabriela. El día transcurrió sin más argumentos que el propio trabajo y, es cierto que Luz esperaba la hora de terminar la jornada para, tras la misma, reunirse con su amiga; mucha expectación tenía Luz ante lo que Candela pudiera pensar. Todo se dirimiría en pocas horas. De pronto se encontró Luz con Rodolfo, el apoderado que, obviamente, seguía hospedado en el hotel. - Luz, - dijo apoderado - vengo de ver a Luís y el matador se encuentra fenomenal. Ha pasado la noche perfecta; ha dormido de un tirón y, el médico le ha dicho que, muy pronto podrá abandonar el hospital para venirnos al hotel hasta que nos marchemos a Bogotá. Me ha comentado que, si te veía te diera un beso de su parte. Está loco por verte. Aquel encuentro dejó feliz a Luz. Ella sabía que Dios había estado con su amado y, lo que parecía un negro nubarrón, se había convertido en un sol maravilloso. Las palabras de Rodolfo dejaron a Luz llena de ilusiones. Por supuesto que, en la tarde, antes de volver a su casa, iría a visitarlo. Ahora, lo único que la intranquilizaba no era otra cosa que el encuentro que tendría con su amiga Candela. Luz quería cerrar el capítulo del su viaje a España y, la única forma que encontraba, y así lo entendía, no era otra que Candela se estremeciera cuando le mostrara la carta que ella había recibido de Gabriela desde España. Luz estaba feliz, ¿cómo no estarlo ?, Saber de la recuperación del hombre al que amaba y que, para mayor dicha, en breves fechas podría volver a explicar su arte dentro de una plaza de toros. Ella misma se estaba convirtiendo a esa “religión” de la que forman parte todos los aficionados a los toros; al entender toda esa liturgia que adorna a los amantes de una fiesta extraña en la que, un hombre mediante la creatividad de su arte, es capaz de jugarse la vida. En su interior, lógicamente, ella

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se sentía “arte y parte” de una fiesta de la que hasta hace muy poco tiempo atrás, desconocía prácticamente todo y que, ahora, por un bello lance del destino, estaba amando como si fuese la primera de los aficionados. Era la hora convenida y, de pronto apareció Candela en la cafetería del hotel. -¡ Luz ! – exclamó Candela -. ¿ Cómo estás ?. ¡ No sabes cómo deseaba encontrarme contigo en este momento !. ¿ Nos sentamos ?. - Por supuesto, Candela. - Mira, amiga querida. Como te dije por teléfono, no podemos quedarnos más aquí; de hacerlo, no seremos nunca nada. Medrar en nuestro maravilloso país es una quimera imposible. Aquí está todo hecho. Los de la clase política viven como reyes y, el pueblo, como nosotros somos, vivimos en la más dura penuria. No tenemos oportunidades y, debemos de buscar un horizonte más despejado. Somos jóvenes y tenemos toda la vida por delante; es ahora cuando debemos buscar el norte para nuestra vida. Será en España donde encontraremos lo que deseamos; allí, como dicen, es la tierra prometida. He sabido por ahí que, miles de colombianas han organizado su vida en España. Algunas, hasta se han casado y han encontrado el amor de su vida; nosotras no podemos desfallecer. Luz., debe ser ahora o nunca, amiga mía. Si hay quienes lo han conseguido, nosotras no podemos quedarnos atrás. - Escucha, Candela. La decisión de la que me hablas es más trascendental de lo que imaginas. No todo es tan sencillo. Debemos de meditar mucho esta idea. Parece sencillo pero, debemos de pensar que, una vez en España, allí estaremos solas, no conocemos a nadie y, ¿ quién nos ayudará si nos vemos en problemas ?. No quiero desilusionarte pero, creo que no nos conviene. Aquí no tendremos mucho pero, tenemos el apoyo de nuestros padres y, tanto tú como yo tenemos trabajo; con remuneración humilde, pero trabajo al fin y al cabo. Peores que nosotros los hay por cientos de miles, ¿ no crees ?- Meditemos, analicemos, recapacitemos, sopesemos y pongámonos en el lugar de todos cuantos se han marchado. Por cierto, para que no veas que son solo conjeturas o es un capricho mío, he recibido esta carta de Gabriela, ¿ la recuerdas ?. Se trata de aquella amiga común que hace más de cuatro años se marchó a España y, por favor, mira todo lo que me dice. Te pido que leas esta carta con mucho detenimiento y, luego, decidimos. Ve leyendo. Candela, sorprendida, tomó la carta y, comenzó a leer detenidamente. Tras leer la carta, Candela, se abrazó a Luz y, llorando amargamente no podía articular palabra. Luz creía que, al respecto del viaje, la decisión ya estaba tomada. Candela seguía llorando. No encontraba remedio para sus penas. Y posiblemente, se deba a que tras leer dicha carta, se le acabaron todas sus ilusiones.

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Capítulo # 20

LA RESIGNACIÓN

C

andelita quedó anonadada tras leer la carta que su amiga le había

entregado. No, no era posible, se repetía en su interior. El llanto se apoderó de ella y, tuvo Luz que consolarla. Es cierto que, ante aquel panorama, consuelo quedaba poco, sencillamente porque la pobre Candelita, había creado en su interior una ilusión tan grande que, sin la posibilidad de marcharse a España, hasta parecía que se le acababa el mundo. El momento era dramático porque, la muchachita, había albergado demasiadas ilusiones ante un proyecto que, como demostraba la realidad, sería netamente, un acto fallido; existían demasiados argumentos de peso en contra, que hacían inviable la ilusión de Candela. Una pena porque, así como ella son miles las colombianas que, en la búsqueda de un mundo mejor, aspiran llegar hasta España para salvarse de sus miserias locales. Luz estaba muy triste. La desolación de su amiga la había dejado casi sin aliento. Ella hubiera querido que Candela hubiera logrado su propósito puesto que ésta albergaba toda la esperanza del mundo ante su posible viaje al Viejo Continente. Y eso, aparentemente y ¡a Dios, gracias!, por enviar una señal tan oportuna mediante Gabriela. Estaba claro que no iba ha poder ser, por lo tanto no le quedaba otra posibilidad a Luz más que la de ser testigo directo de la desolación de su amiga. Como así también es cierto que, la desdichada carta de Gabriela hasta le sirvió como escudo protector porque, Luz se ahorró la explicación por la que tampoco la hubiera acompañado; estaba enamorada y, en tal situación, marcharse hubiera sido, además de todo lo ahora sabido, una locura sin sentido. -Admitámoslo la vida es como es, - dijo Luz - no como nosotras quisiéramos que fuera. Yo te comprendo Candelita; pero si analizas mejor, pronto entenderás que se trataba de una aventura tremendamente alocada; era marcharnos con rumbo desconocido para que tal vez nos hubiese caído la misma “suerte” que a Gabriela y, entonces... ¿ Te imaginas ?. No, querida mía, no quiero ni pensarlo. Creo que Dios ha estado junto a nosotras al recibir yo esta carta. Miremos el lado positivo de esta situación y, por favor; admite que todo son bendiciones. No cabe peor desdicha en el cuerpo y en el alma de nuestra querida amiga Gabriela y, su lección, Candela, es la que tenemos que tomar como tal. - Tienes razón – dijo entre sollozos Candelita - . Ocurre que yo estaba muy ilusionada, más de lo que nadie en el mundo pudiera imaginar. Ya me veía en España con un trabajo digno, con una posición más cómoda y, hasta con un novio español que me hubiera querido con locura; reconozco que soñé más de lo debido; le di rienda suelta a mi corazón antes que a mi cerebro. Pese a todo, como dices, tenemos que darle gracias a Dios puesto que, quedándonos en Cali, en nuestra

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amada Colombia, de tal modo hemos evitado caer en las garras de la prostitución como le ha sucedido a Gabriela. Yo me muero, Luz, de sólo pensar en estar tan solo por un instante en el cuerpo de nuestra amiga; es surrealista todo lo que ha contado en su carta; hasta parece increíble y, sus letras denotan su tristeza, su angustia y todo su dolor. ¡ No, no hay discusión !. Estoy desilusionada como podrás comprender pero, ahora, que he reaccionado, segura estoy que la vida nos ha hecho un enorme favor; al quedarnos, nos hemos evitado la mala vida de nuestra amiga que, sola, prostituida y endeudada, quizás no podrá volver jamás a Colombia. Si te parece, Luz, deberíamos de escribirle a Gabriela; seguro que, en su drama, nos agradecerá mucho que le contestemos y, ante todo, aliviaremos su alma. Soy yo la que, ante todo, tengo que agradecerle; pero más de lo que ella pudiera imaginar porque, como sabes, yo estaba decidida para marcharme a Europa. - Buscaremos nuevos horizontes - decía Luz -. No todo está perdido. Somos jóvenes y, lucharemos con ahínco por lograr la oportunidad que la vida nos debe; la primera, Candelita, creo que ya la hemos gozado; evitar ese viaje que hubiera sido nuestra destrucción como mujeres y como seres humanos. Ahora buscaremos otras; en mi caso, ya viste, hasta tengo un trabajo digno. Si te parece, puedo preguntar en el hotel y, si hubiera una plaza vacante, yo abogaría por ti para que te emplearan; allí son gentes muy especiales, dignos, admirables; yo diría que son personas fantásticas puesto que, hasta ahora, en el trato que he recibido, no puedo quejarme de nada. - Gracias, Luz. No quiero pensar qué hubiera sido de mi vida si no te llego a encontrar. Vistos los acontecimientos como se han desarrollado, creo que has sido un milagro. Me evitaste caer en el precipicio y, respecto al trabajo del que me hablas, si lograras que me emplearan, para mí sería una felicidad increíble; saberme útil y, para mayor dicha, trabajar a tu lado. Fíjate, y esa ha sido siempre mi desesperación que, ni mi titulación como sanitaria me ha servido para encontrar un trabajo con un salario digno, hasta el momento. Yo espero que esta lección que me ha dado la vida me sirva para enderezar el rumbo de mi existencia. Habían pasado varios días y en todos, sin distinción, Luz había visitado a Luís en el hospital; pero como quiera que en la última visita que le hizo, todavía no tenía fecha para el alta hospitalaria, en este día, cuando llegó al hotel para empezar su jornada laboral, su alegría resultó ser fantástica. ¡ Arango había sido dado de alta y ya residía en el hotel !. La noticia se la había dado el gerente y, Luz, no pudo contener las lágrimas y, rápidamente, sin cambiarse de atuendo, corrió hasta la habitación de Luís para verlo. Sin pensarlo, entró sin golpear, y ni bien lo vio se abrazó a él y le preguntó: - ¿ Cómo estás, mi amor ?. Él, sorprendido ante tan impetuosa entrada, pero gratamente conmovido al ver a Luz, correspondió su abrazo y le contestó:

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- Con pocas fuerzas, Luz de mi vida, pero muy bien; todo se ha desarrollado conforme tenían previsto los doctores y, ya viste, de nuevo en “casa”. Dentro de tres días tengo que volver al hospital para que me quiten los puntos pero, la herida la tengo muy bien; limpia y seca. - ¿ Y aún te quedan fuerzas, Luís, para seguir jugándote la vida ? - preguntó Luz -. ¿ No tienes miedo de que el toro vuelva a cogerte ?. -Si, mi cielo, Esta es una profesión de locos que, como sabes, el que entra ya no puede salir. ¿ Miedo ?. No, vidita. Siento mucho respeto por lo que hago pero, tanto como miedo no. Es más, si me venciera el miedo habría muerto el torero que llevo dentro. Como te dije una vez, esta profesión es apasionante; el riesgo que conlleva es el que nos hace sentirnos diferentes al resto de los mortales; somos conscientes de que nos jugamos la vida, un hecho que marca la diferencia con otras muchas profesiones. - ¿ Y crees, mi amor, que podrás reaparecer en Bogotá dentro de quince días como me dijiste ?. - Por supuesto y, como te conté, tú vendrás conmigo. Para mí es una tarde muy especial; confirmo mi alternativa en dicho coso y, en un acto tan trascendental, que deseo que estés conmigo. Me han contado que hay mucha expectación; parece ser que, los aficionados han aceptado de muy buen grado el cartel de mi confirmación y, según me ha dicho Rodolfo, se están agotando los boletos en la taquilla; y mira que faltan bastantes días para el evento. - Tengo miedo, Luís – susurró la muchacha -. Perdóname pero, amor, como quiera que fui testigo de tu cornada en Cañaveralejo, le pido a Dios que te cuide para tu inminente festejo en Bogotá. Fíjate que, hasta he llegado a pensar que fui yo la que te di mala suerte. Estoy nerviosa ante esa actuación tuya en el coso bogotano. - No sufras, por Dios, todo saldrá bien. Los toreros tenemos cornadas pero, amor, no todos los días; son gajes del oficio, accidentes que ocurren “accidentes” que pasan en todas las profesiones del mundo en las que se pone en riesgo la vida y, ¿ por qué no también, “accidentes”, tan “accidentes” como cualesquiera otros que podrían ocurrirte en la vida cotidiana ?. Y, por lo que más quieras, no digas nunca más que me das mala suerte; todo lo contrario, no pienses en la cornada que sufrí, piensa, por favor, en el gran triunfo que obtuve pese a mi cogida y herida. Yo diría que tú eres un bello talismán que adorna mi vida y mi carrera, convencido estoy. ¡ Ya lo verás !. Allí, en Bogotá, te brindaré el toro de mi confirmación de alternativa y, con toda seguridad, nuestro éxito será de clamor. Y digo nuestro porque, Luz de mi vida, lo que a mi me sucede, quiero que te suceda a ti y, mis éxitos, serán los tuyos vidita mía. Con un tierno beso sellaron sus labios los enamorados y se despidieron. Luís se quedó descansando en su habitación y, Luz emprendió su jornada laboral.

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Capítulo # 21

SITUACIÓN INCREÍBLE

H

abían pasado los días y, Luís Arango se había restablecido por completo.

Faltaban dos días para su cita en Bogotá, en la plaza de toros Santa María de la ciudad andina. El diestro había reservado dos habitaciones en el hotel más céntrico de la capital de Colombia. Arango quería tener su privacidad junto a su cuadrilla y, este hecho era el detonante de que hubiera alquilado otra habitación para su amadita. El torero vallecaucano y su cuadrilla, junto a su amorcito, volaron todos juntos hacia Bogotá. La ilusión les desbordaba a todos; el diestro por comprobar que podía reaparecer; su cornada estaba totalmente curada y, su cuerpo, hasta le pedía volver a saborear la adrenalina del peligro. Su cuadrilla, junto a su apoderado, estaban todos pletóricos porque barruntaban que, Arango, en Bogotá, se alzaría con un triunfo de apoteosis. Y su novia, Luz, sonreía al verles a todos tan contentos. Ya estaban todos instalados en el lujoso hotel y, al día siguiente tendría lugar la cita esperada; esa corrida tan importante para el diestro en la que, confirmaría, además de su alternativa, la expectativa tan grande que había creado ante la inclusión de su persona en tan celebrado cartel de toreros. Todo hacía presagiar un triunfo grande; se había cuidado el detalle con todo esmero. Para que no faltara de nada, los toros serían de la ganadería del Espíritu Santo, toros propiedad del maestro César Rincón. No cabía el menor resquicio para la duda ante lo que se presagiaba como un éxito de clamor. La ilusión los desbordaba a todos. Tras el almuerzo, se sentaron todos en los salones del hotel, justamente, el lugar contiguo a la cafetería. Allí estaban platicando el diestro y su novia y, en aquel momento apareció una señora con un niño en sus brazos. Apenas nadie reparó en la muchacha; era joven, esbelta y, el hecho de que llevara el niño de pañales en sus brazos, al verla, todos sintieron mucha ternura por el pequeño pero, ¿ quién era, qué hacía allí ?. Ella miró en derredor y, cuando divisó a Luís gritó: - ¡Luís, Luís, Luís!. Arango se dio vuelta. Pero no pensó que lo llamaba a él. Es más, hasta creyó que, la muchacha que gritaba, se dirigía a otro Luís que pudiera haber en aquel salón. Sin embargo su sorpresa resultó mayúscula cuando comprobó que, la muchacha se diría hacia él con paso firme y mirada desafiante. - ¿ No me conoces ? – le preguntó la chica -. - No, no tengo el gusto de conocerla señora – dijo el diestro -.

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La muchacha tenía una mirada penetrante, estaba enfurecida y, por poco, en sus ademanes, hasta casi le tira el niño a sus brazos. Luís quedó estupefacto; y, se le heló la sangre. Luz no acertaba a comprender nada, de lo que estaba pasando. Pero estaba muy claro que, la situación era complicadísima. La tensión que allí se estaba viviendo era intensa. En pocos instantes se formó una densidad en el ambiente que, hasta se podía “cortar” con un cuchillo. - ¡ Soy Lucía, cabrón ! - gritó la señora -. Y encima me niegas; y dices no conocerme, mal nacido. ¡ Soy la madre de tu hijo !. Si, de este niño que llevo en brazos que no tiene la culpa de tener un padre tan deleznable como eres tú. ¿ O acaso piensas que todo aquel que como tú, abandona a su novia y a su hijo no comete un delito ?. ¡ Hace un año te hartaste de follar conmigo y, ahora dices que no me conoces; incluso hasta reniegas de tu hijo !. ¡ En qué mala hora viniste al mundo, torero indecente !. He leído en los diarios tu fama, tu éxito, tus conquistas, pero olvidaste tu condición de padre; ya te lo dije hace unas fechas y no me quisiste escuchar; hasta me dijiste que el padre sería otro. ¡ Mira al niño, cabrón, míralo !. Este es el pago que me diste; me hiciste un niño y luego te alejas de mí; y pensar que me confesabas tu amor eterno ... ¡ hijo de puta !. Todos los famosos sois igual de ruines; vuestra vida se basa en el engaño y en la destrucción de cuantos seres humanos encontráis en vuestro camino. ¡ Yo soy una prueba de cuanto te digo !. Me abandonaste porque soy pobre; pero en la cama me confesabas que era muy buena; según tú, la mejor de todas cuantas engañaste, ¿ verdad ?. Todo eran mentiras. Eres ruin, apestoso, malo con ganas. ¡ Te odio, Luís, te odio con todas mis fuerzas !. Si pensabas que no daría contigo estabas equivocado; la vida es justa y, ya viste, al final, me ha dado la oportunidad de despreciarte en público. Por cierto, esta señorita que te acompaña no será tu novia, ¿ verdad ?. ¡ Pobrecita !. Si lo es, no sabe el calvario que le espera. Lucía estaba enloquecida por completo. Los gritos eran ensordecedores. Todo el mundo los miraba; nadie comprendía bien que estaba sucediendo. La situación era dramática. Y nadie articulaba palabra. Lucía llevaba la voz cantante y, sus palabras, en principio, hasta delataban razón; porque, cualquiera de los presentes ante la forma de lo dicho, podría pensar que la muchacha estaba diciendo la verdad. Todo era muy complicado; y, nadie se animaba a decir nada. Mientras tanto, Lucía, seguía con su “discurso”. - Y usted, señorita, - dirigiéndose a Luz - si es la novia de este maligno ser, que no le pase nada; puede mirarme a mí y, de tal modo, comprenderá mis palabras. Este niño que llevo en brazos es el fruto del “amor” que este hijo de puta me profesó, ¿ comprende usted ?. Luz se había quedado, como sin sangre en las venas; no acertaba a pronunciar ni una sola palabra. Quería decir muchas cosas pero, la situación la había desbordado. Aterrada y confundida como estaba, en aquel momento, hubiera querido que la tierra se la hubiese tragado. Era todo tan confuso. Es verdad que las afirmaciones de Lucía, sonaban claras pero la situación dejaba a todos petrificados. Ella seguía gritando, afirmando y difamando contra todos, de forma concreta, contra el diestro que, según ella, la había engañado.

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- Hace pocas fechas pude saber, - dirigiéndose al diestro espetaba Lucía - que te salvaste de la cornada que un toro te infirió en Cali; te escapaste pero te juro, que le pido a Dios que, mañana, aquí te mate un toro. No mereces vivir. Los tipos como tú deben de estar enterrados. Forjaste en mí todas las ilusiones posibles; hasta me hiciste creer que formaríamos un hogar y, aquí me tienes, madre soltera por tu maldita culpa. Para los míos, así debes de saberlo, soy la puta con la que gozaba el diestro Luís Arango. ¡ Vamos a ver !. ¿ Qué soy para ti en realidad ?. ¡ Dímelo, cabrón, dímelo !. Me hiciste mucho daño y, espero que la vida te pague con la misma moneda con la que tú me pagaste. ¿ Pensabas que no te encontraría, verdad ?. ¡ Aquí me tienes !. Que sepan todas estas personas la clase de basura humana que eres; y lo peor de todo es que todos piensan que eres una persona respetable. Pero para mí eres la peor sanguijuela que pudiera haberme encontrado en mi camino; si, Luís, ese camino que me dijiste un día que recorreríamos juntos y, ya ves; este el pago que me diste; un niño sin padre. Luís estaba desolado; quería defenderse de aquel ataque furibundo; la expresión de su cara denotaba su inocencia. No daba crédito a todo lo que le estaba viviendo. Quería hablar pero, no acertaba a pronunciar ni una sola frase coherente. Y era lógico, porque todos se habían quedado sin habla; la presencia de aquella mujer desbarató todos los planes del diestro para esa noche, de su cuadrilla y, por supuesto, de su amadita que, atónita, contemplaba aquel espectáculo infame. Ella lo miraba con expectación; es decir, Luz quería ver la reacción del diestro que, no podía ni hablar; enmudecido había quedado, por todo lo que estaba viviendo. Mucha confusión reinaba en aquel lugar. Así es el destino de cruel y caprichoso; lo que hacía muy pocos instantes atrás era toda felicidad, instantes más tarde se tornó todo violento, absurdo, surrealista e incontable. Nadie reaccionó. No podían hacerlo. Tanto su apoderado como los miembros de su cuadrilla estaban atónitos; quedaron descolocados ante lo que estaban viviendo. ¿ De dónde ha salido esta muchacha ?. Se preguntaban todos, de forma muy concreta, el propio diestro. Claro que, la llamada Lucia no tenía intención de abandonar el control de la situación y continuaba con sus reclamos, al famoso diestro Luís Arango. - ¿ Te acuerdas – preguntaba Lucía al diestro - cuando me decías que follaba mejor que nadie?. ¡ Seguro que lo recuerdas !. Si, yo era muy buena en la cama; y, ése era tu único deseo, que te satisficiera por completo para abandonarme como lo hiciste. ¡ Ruin, traidor, mal nacido, hijo de mil padres !. Ese eres tú. Te odio con todas mis fuerzas. Jamás me atreví a desearle el mal a nadie pero, en tu caso, le pido a Dios ... ¡ sí !, que mañana te mate un toro como te dije antes; es más, rezaré con fervor, para que esto ocurra, cabrón. En el ambiente había un silencio sepulcral; Luís quería detener esa avalancha de improperios e improcedencias, pero la mujer no daba tregua.

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Capítulo # 22

TRIUNFÓ LA VERDAD

A

nte el tremendo escándalo que Lucía había formado, la dirección del

hotel llamó a su servicio de seguridad para que detuvieran a dicha señora y cesara de seguir armando semejante alboroto. Dicha mujer había sido capaz de crear un ambiente totalmente incómodo e indeseable para todos, aunque en especial la situación era muy difícil de manejar para el diestro y, ante todo, para su amadita que, testigo presencial del escándalo, se había quedado helada. Igualmente, los miembros de su cuadrilla estaban todos perplejos; y sufrían porque, el incidente, podía afectar mucho a Luís en su actuación para el día siguiente en la plaza de Bogota. Los guardias de seguridad invitaron con respeto y amabilidad a Lucía para que abandonara el hotel y, la instaron a que hiciera la correspondiente denuncia ante la policía, si algo tenía que objetar contra el diestro, puesto que allí – en el hotel - no era el lugar para este tipo de reclamo. No resultó fácil para los guardias lograr que Lucía se marchara; por su boca seguían manando los epítetos más tremendos. Si tenía razón en todo cuanto argumentaba, - algo imposible de saber en ese momento; si quizás después, con el devenir de las horas y los días - ello demostraría entonces, la cobardía de Arango y, sino demostraría que ella era toda una actriz consumada. En aquellos instantes, nadie sabía la verdad. Es más, la cara desencajada de Luís Arango hasta daba opción para la sospecha, de parte de su amadita que, destrozada, contemplaba con estupor lo que había sido la escena más incómoda e indeseable que en su vida había tenido que soportar. Cualquiera, en la persona de Arango, se hubiera quedado como él; mudo, sin palabras y sin reacciones positivas. Venir de estar disfrutando de un momento agradable, dentro de un círculo íntimo, donde reinaba una alegría desbordante y, en pocos minutos, pasar de la dicha, al más profundo desencanto, no es algo muy fácil de manejar para nadie y mucho menos si, sin pretenderlo ni imaginarlo, se es el pivote sobre el que se produjo dicho cambio. - ¡ Dime que no es cierto todo lo que esta mujer ha dicho, Luís ! – exclamó angustiada, Luz ante su amadito -. - No la conozco, amor mío. ¡ Te lo juro !. ¡ De verdad, te lo juro !. ¡Por Dios, te lo juro! –decía Luís con la voz rota – . Se trata de una oportunista más, de turno; es una de esas mujeres sin escrúpulos que, con grandes dotes de actrices - ante algún famoso de moda - no dudan en fingir lo que haga falta con la finalidad de sacarle el mayor partido a su farsa y, este ha sido el caso de esta mujer. Recuerda que soy un hombre público y, como tal, me debo a una popularidad que, como has visto, en ocasiones como ésta, tengo que pagar un precio muy elevado; cuando nadie me

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conocía, esto no me pasaba; es más, nunca me pasó hasta que empezó a sonar mi nombre. - Si, Luís; yo te creo pero, esa mujer estaba muy convencida de lo que te decía; es más, afirmaba todo con una rotundidad que me ha hecho temblar y no he tenido valor para mirar la cara del niño. Estoy muy dolida, amor; por un instante he pensado que se derrumbaban todas mis ilusiones, que todo se nos venía abajo y que, nuestro amor, pudiera ser una farsa de tu parte. Por favor, Luís, necesito que me digas algo más que reafirme tu inocencia al respecto. - Creo, Luz de mi vida, que esta mujer hasta “alquiló” al niño para su farsa. Durante todo el embrollo que me armó, por un momento, la miré fijamente y convencido quedé de que, no actuaba como una verdadera madre; algo me dice que ese niño no era de ella. Te juro Luz, que he sido víctima, de uno de los peores atentados que puede sufrir un ser humano; la bajeza de verme destrozado ante ti por las calumnias de una mujer maligna a la que no conozco para nada pero que, como has visto, me ha hecho todo el daño del mundo. Seguramente que esperará ahora, que yo la contacte para ofrecerle una buena suma de dinero, para que desmienta públicamente, todas las mentiras que ha dicho. Pero no lo voy hacer; es una pobre insensata. Ella no sabe que, el lunes, sin más dilación, me haré las pruebas del ADN y las llevaré a la policía; si ha puesto la denuncia de la que hablaba, dichas pruebas dictaminarán mi inocencia y, si no la ha puesto, demostrará que era una farsante que, como te decía, quería sacar partido a mi fama. Mientras Luís seguía dándole todas las explicaciones, que se le ocurrían lógicas, a su amadita para convencerla de su inocencia; Rodolfo, su apoderado, estaba haciendo gestiones con la dirección del hotel y con los guardias de seguridad que invitaron a la mujer para que se marchara. A quien antes, de que se fuera, le tomaron los datos pertinentes, para identificarla. La susodicha se llama Lucía del Río Mendizábal. Al comprobar la identidad de dicha señora, Rodolfo quedó perplejo; no daba crédito a lo que estaba contemplando. La tal Lucía del Río Mendizábal no era otra que la señora que llamó a primera hora al hotel preguntando por el diestro, llamada que atendió el propio Rodolfo pero de la que no hizo el menor caso; Rodolfo sabe que, llamadas de este tipo, las ha tenido en muchas ocasiones. Es cierto que, dicha señora le dijo al apoderado que se presentaría en el hotel para mostrarle el hijo de ambos; es decir, para “demostrar” la paternidad de Luís Arango. Lógicamente, Rodolfo no quiso hacer comentario alguno al diestro puesto que, entendía que se trataría de la “loca” de turno que quiere protagonismo a costa del torero famoso. El hombre creía que sería una anécdota telefónica más, de ahí el silencio que hizo para con el diestro y con toda su gente. La sorpresa resultó la que todos vivieron. La dirección del hotel se ofreció a colaborar con la policía para que, el nombre del diestro quedara en el lugar que le correspondía; es decir, para tratar de demostrar la verdad. Para fortuna de Arango, en aquellos momentos no había reportero alguno en el hotel porque, de lo contrario, el escándalo hubiera tenido eco nacional y, ello hubiera perjudicado mucho la imagen del diestro. La fama, como sabemos, en ocasiones, es un “accidente” del que puedes salir gravemente dañado. Luís Arango lo sufrió en carne propia.

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Ciertamente, la seguridad del hotel trabajó con eficacia al respecto y, se quedaron con todos los datos de la “denunciante”; hasta la acompañaron a la comisaría de policía para que pusiera la denuncia respectiva, algo que, la señora, llegado el momento, desistió. “No quiero hacerle daño al padre de mi hijo”. Les confesó a los guardias que le acompañaron hasta la comisaría. Aquel acto de “benevolencia” de su parte puso un firme manto de sospecha sobre sus afirmaciones y, entonces los agentes, muy pronto decidieron actuar. Investigaron al respecto, con tremenda prontitud, ya que un hecho como el que había ocurrido en el hotel no podía repetirse jamás; por bien del hotel y, ante todo, por la reputación de un hombre famoso que se albergaba en dicho centro. Por todo ello, el hecho de que la señora desistiera de la denuncia puso en alerta a las guardias que, muy pronto dieron con la verdadera identidad de la referida mujer. No resultó nada difícil dar con las pistas que llevaron a la total identificación de la misma. Lucía del Río Mendizábal, con domicilio en la carrera 39, número 190 de la ciudad de Bogotá y natural de dicha ciudad. Conocida la identidad de la farsante Lucía del Río, como se presuponía, se trataba de una mujer de mala vida, oportunista y malvada que, por dinero, era capaz de cualquier cosa. En principio, cuando llamó a Rodolfo, ella creía que éste, antes que comunicarle nada al matador, la sobornaría para comprar su silencio; ante la negativa de Rodolfo, optó por la segunda parte del plan, presentarse en el hotel, lograr el derrumbamiento moral del diestro y, a su vez, conseguir su objetivo que, en realidad, no era otro que una fuerte suma de dinero a cambio de su desmentido paternal del que acusó al torero de moda. Lucía del Río Mendizábal, una pobre prostituta de Bogotá quiso desestabilizar el alma y el cuerpo de Luís Arango, precisamente, el día antes de su presentación en dicha ciudad. Ella sabía que, el momento, anímicamente, era perfecto; el momento y las circunstancias porque, montar semejante escándalo ante los ojos de la mujer a la que amaba Luís, para Lucía, resultó “emocionante”; le pegaba al diestro donde más le dolía. Todo quedaba esclarecido. Luís, aún no sabía nada respecto a la verdad que habían descubierto los agentes. Y Luz, seguía con la incógnita viva; ella sólo tenía la palabra de su amadito y, ese era su único asidero. Al día siguiente, Luís tenía una cita importantísima; su confirmación de alternativa en Bogotá. La noche, a ambos, se les hizo eterna. Los dos estaban desolados por cuanto habían vivido, y Arango, seguía enloquecido por demostrarle a su novia su inocencia, razones por las que le había prometido que, al día siguiente del festejo, se haría las pruebas médicas pertinentes para demostrarle a Luz su inocencia. No harían falta. Los hechos verificados por los agentes, habían descubierto a la farsante.

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Capítulo # 23

REINÓ LA PAZ

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a gerencia del hotel, siendo la primera hora del día señalado para Luís

Arango en la capital colombiana, decidió informar al diestro de todas las pesquisas que habían realizado los servicios privados de seguridad del centro hotelero al respecto del incidente que el día anterior había sufrido. Es cierto que, tales acontecimientos habían roto el alma de Arango y, por supuesto, la de su amadita que, por un momento, hasta llegó a pensar que Luís la había engañado sobre su forma de ser. Tanto el diestro como su novia, en realidad, apenas pudieron conciliar el sueño; prácticamente no durmieron nada; era mucho el dolor que sentían; el diestro por la impotencia de no poder demostrar su inocencia en el acto y, su amadita, por la incertidumbre de que su amadito la hubiese engañado y no fuese ese ser, adorable, con el que se mostraba y del que ella se había enamorado irremediablemente. Sonó el teléfono en la habitación del diestro. - ¿ Señor Arango ? – se escuchó al otro lado del cable -. Soy Germán Castro, el gerente del hotel. ¿ Puede usted bajar a mi despacho ó - si lo prefiere - subo yo a su habitación ?. Se trata de explicarle con detalle los resultados de las averiguaciones que hemos hecho al respecto de los lamentables sucesos de ayer. De ser posible y, si a usted le parece oportuno, me gustaría informarle detalladamente los resultados de la investigación y, también sería oportuno – si así Ud. lo decide -, que lo acompañe la señorita que esta con usted que, según me han dicho, es su prometida. - Sí, por supuesto. Bajo yo, ahora mismo, a verlo – dijo Luís -. El diestro estaba esperanzado en lo que fuese a decirle el gerente. No hubiera imaginado que, tan solo en el transcurso de la noche, los servicios de vigilancia del hotel hubiera podido aclarar lo que hacía pocas horas parecía una pesadilla. El tono de voz del gerente, le hacía presagiar que todo se había resuelto de manera satisfactoria; al menos, esa era la impresión que Arango tuvo al oír a dicho señor. Llega Arango al despacho del señor Germán Castro y golpea sobre el marco de la puerta que estaba abierta, esperándolo, cuando éste comprueba que se trata del famoso diestro inmediatamente lo invita a pasar, diciendo: - Pase, maestro; está usted en su casa - afirmó el señor Castro - . Para su tranquilidad, queremos informarle de todos los pasos que hemos dado al respecto del lamentable incidente de ayer, después del mediodía y, del que nos sentimos responsables por permitir que ocurriese; ya que, nuestra misión debería haber sido,

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la de evitar que dicha señora hubiese llegado hasta usted y armado el escándalo que armó; no lo supimos hacer y, por ello, le pedimos nuestras sinceras disculpas, en nombre del hotel. ¡ Le rogamos que nos disculpe, señor Arango !. Luís, con una leve inclinación de cabeza, le hizo saber al gerente que aceptaba sus disculpas. Él había acudido al despacho del ejecutivo acompañado por Luz. Las palabras de dicho señor, por momentos, iban tranquilizando a la pareja que, llenos de expectación por todo lo que aquel hombre pudiera esclarecerles, escuchaban ensimismados lo que decía el gerente, con la esperanza de que aquellas revelaciones pudieran reconfortarlos. - Hicimos cuanto estaba al alcance de nuestras manos hacer – decía Germán Castro y, nuestros servicios de vigilancia trabajaron con denuedo para esclarecer los hechos; algo lamentable que no tendría que haber ocurrido puesto que somos conscientes del daño que hubieran podido ocasionar a su imagen pública; y además, también somos conscientes, de lo farragoso que fue para usted verse implicado en tan desagradable situación ante los suyos, no queremos imaginarnos siquiera lo que hubiera sucedido si, en aquel momento, se nos hubiera colado algún que otro reportero de esos que les gusta vender “chimentos“ para sus lectores. Fíjese que, nuestros agentes de seguridad, cuando la muchacha se marchaba, no dudaron en “acompañarla” a la comisaría y, a su vez, la invitaron a que entrara para formular la correspondiente denuncia contra usted. Nuestra sorpresa no fue otra que, al intentar entrar en la comisaría para hacer la denuncia contra su persona, ella nos dijo: “No, no quiero hacer ninguna denuncia; no soy tan mala como para hacerle daño al padre de mi hijo”. Lógicamente, la “benevolencia” de dicha mujer nos hizo sospechar y, como quiera que previamente le hubiéramos pedido sus datos para “ayudarla”, igual la seguimos y, muy pronto dimos con su paradero. Tras seguirla sin que ella se diera cuenta, supimos donde vivía y, lo que es mejor, acudimos a la comisaría de policía más próxima a su domicilio y, para vuestra tranquilidad, hemos comprobado que es una delincuente fichada en dichas dependencias de la ley; se trata de una prostituta y drogadicta que, como casi todas, para pagarse sus dosis es capaz de cualquier fechoría y, de atentar contra la honorabilidad de alguien como usted – proseguía el gerente - . Para ella es cosa de todos los días. Por esto que le digo, quédese tranquilo que, ya pasó todo. La fama, como usted sabe, conlleva aparejadas estas situaciones realmente desagradables que, como usted, han sufrido muchos artistas y gente famosa. La tal Lucía del Río Mendizábal, primeramente quiso hacerse notar y, de haber estado usted débil de ánimo, por supuesto, arrancarle una fuerte suma de dinero. Maestro ... discúlpenos – terminó la conversación el gerente - y, enhorabuena que todo se haya aclarado entonces. Mucha suerte para el festejo de esta tarde, que tiene usted, en nuestro coso taurino, “ La Santa María de Bogoyá”, nuestra bella plaza de toros, orgullo de nuestra ciudad. ¡ Mucha suerte, maestro !. Las palabras de Germán Castro tranquilizaron a la pareja y, fundidos en un bellísimo abrazo, el diestro y su amadita, tocaban el cielo con sus manos; un beso selló aquella felicidad que estaban sintiendo. Luz, abrazada a Luís, lloraba; pero en esta ocasión, sus lágrimas eran de pura felicidad, por no poder contener la dicha que estaba sintiendo; al demostrarse la inocencia de su prometido. Tal, la situación, la llenaba de alegría.

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Mientras, abrazados, salían de aquel despacho, Luz, aún con algunas lagrimitas en sus ojos, le pedía disculpas a Luís: - Perdóname, Luís. Reconozco que por momentos, dudé de ti; jamás tendría que haberlo hecho pero, la “certeza” con la que hablaba aquella mujer, era para convencer a cualquiera y, encima, llevaba un niño entre sus brazos. - Estás perdonada, amor. Como viste, este es el alto precio que tenemos que pagar los que gozamos de cierta fama. Siempre encontramos, en nuestro camino, al desaprensivo u oportunista de turno que, quieren sacar partido de nosotros. Es el canon que nos exige el ser un hombre público, un personaje famoso. Yo vivía mejor en el anonimato, Luz; tienes que creerme. Quise ser torero pero, jamás pensando en lo que la fama pudiera darme o quitarme que, como estás viendo, me ha dado mucha gloria pero me ha robado la libertad. Quise llegar a lo más alto en mi profesión y, como sabes, todavía me queda mucho camino por recorrer. Sin embargo, tengo que salvarme a cada momento de ella, sencillamente, para no pagar ese tributo tan oneroso que exige, esta señora tan posesiva, llamada: fama. Era un día muy especial para Luís Arango; digamos que, una fecha trascendental en el devenir de su carrera artística y, una esquizofrénica estuvo a punto de abortar un día memorable como el que se presagiaba para el diestro caleño. Eran muchas las ilusiones del torero ante tan trascendental efeméride que, de no haberse aclarado aquel dislate, el diestro seguro que hubiera fracasado con estrépito; su alma estaba rota y su corazón estaba hecho jirones ante el cruel incidente que tuvo que soportar por parte de aquella desalmada que, como quedó demostrado, solo quería sacar tajada de la fama del gran torero colombiano. Claro que, los toreros siguen siendo seres humanos, mortales y pecadores, como usted y como cualquiera pero, aquel incidente lo había dejado bloqueado, sin ilusiones y sin nada que ofrecer desde los más puros ancestros de su alma. Y un torero, sin ilusiones, apenas es nada; además del arte que los motiva, es la ilusión la que los lleva por los senderos más insospechados, con la finalidad de lograr el éxito. Ahí seguían abrazados el diestro y su novia; todo estaba aclarado. Lo que hace unas horas era una horrible quimera, ahora era la más bella imagen de la felicidad y, disipada aquella tormenta, el corazón de Arango volvía a latir, ante todo, para prepararse para la tarde más trascendental de su vida torera. Luz le susurraba al oído un bello te quiero, mientras Luís sonreía ante las palabras de su amada que lo dejaban feliz. Faltaban pocas horas para el evento y, tras el sencillo almuerzo, el diestro tenía que vestirse para acudir a la plaza de toros Santa María de Bogotá, el escenario que había soñado hacía ya muchos años y en el que tenía puestas todas sus esperanzas para el éxito.

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Capítulo # 24

ÉXITO DE ARANGO

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odo estaba preparado en la habitación del diestro. El vestido, como ritual,

colgado sobre la silla. Faltaba poco tiempo para que el sueño de Arango se tornara realidad. La plaza de Toros Santa María de Bogotá lo esperaba con ilusión. Una llamada recibida desde la plaza de toros confirmaba que, la expectación que había levantado la confirmación de alternativa de Luís Arango, había tenido calado entre los aficionados; faltaba más de una hora para que empezara el festejo y, el coso, estaba casi repleto. La noticia dejaba a Luís contento; lleno de ilusiones puesto que, el primer paso ya estaba dado; era la atracción del cartel y, saber que los aficionados habían abarrotado la plaza, ese era el primer peldaño hacia el éxito. El diestro vallecaucano, como todos, sabía lo que era hacer el paseíllo sin apenas gente, sin recompensa alguna, sin gloria de ningún tipo; él venía de unos ancestros muy humildes y, comprobar que estaba, en este momento, tocando la gloria con sus manos, lo ponía dichoso. El vestido era hermoso; se lo habían confeccionado en España. Era de color grana y oro, como se suele decir, ese es el color de los valientes. En realidad, el color grana y oro, presagia siempre la disposición del diestro que lo viste. Sí, el vestido era bellísimo, el capote de paseo con su Virgen de Guadalupe bordada en seda y oro, llenaba de elegancia al diestro. Ya era casi la hora y, el ritual estaba servido. El mozo de espadas lo estaba vistiendo mientras el apoderado lo miraba con ojos de admiración. Luís sonreía a todos. La montera estaba sobre la cama y, una vez enfundado con el traje citado, el diestro se la calaba hasta casi las cejas; es la probatura de siempre de dicha prenda que, como el traje, tiene que quedar perfecta. Ya vestido Luís bajó hasta el hall del hotel, allí le esperaba su amada que, con ojos deslumbrados, felicitó al diestro; dándole un tierno beso en la mejilla y deseándole todo el éxito del mundo, con un sentimiento, que certificaba su inmenso amor. La expectación había llegado hasta el propio hotel. Muchos eran los curiosos que se arremolinaban en torno al diestro. El hall estaba repleto. Todos querían saludarlo. Claro que, Luís, al pensar en el incidente del día anterior, por un momento, se le apagó la sonrisa; no era para menos. Lo que estaba siendo un acontecimiento agradable en este momento, si esa mujer se hubiese salido con la suya - como casi, por poco, ocurre – entonces, hubiera acabado con todo el esplendor de lo que estaba viviendo, él ahora.

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Decenas, quizás cientos de personas lo vitoreaban a la salida del hotel; sus colaboradores tuvieron que convencer a varios aficionados, para que se hicieran a un lado, y así poder llegar a tiempo a la plaza. Como siempre ocurre, ver al torero saliendo de su hotel, es todo un rito, un acontecimiento muy esperado porque, quizás el propio vestido del mismo, su prestancia, su porte o forma de llevarlo, es lo que cala en el ambiente y, por supuesto, la figura del diestro de moda. Luis, sabedor de lo mucho que se jugaba en dicha tarde, al presenciar todo este ambiente lleno de admiración, recuperó su sonrisa. Firmó autógrafos, se abrazó con muchos aficionados hasta que, finalmente subió al auto que lo llevaría hasta la plaza. A la llegada, lo esperan sus compañeros que, habían salido antes que él y, ya estaban en el patio de cuadrillas. Se felicitaron entre sí y se desearon suerte de forma reciproca. Luís miró hacia arriba y, al ver los tendidos llenos de aficionados, en aquel momento esbozó una sonrisa. El primer objetivo se había cumplido. La plaza abarrotada era el presagio de que algo grande estaba por ocurrir. A su mente le vino a Luís Arango aquella ocasión de, hace tres años, en la que siendo novillero pudo actuar en Bogotá y que, sin gente en los tendidos y por lo tanto, sin retribución alguna; a raíz, de la poca convocatoria de aquella tarde,, estuvo a punto de apartarse para siempre de los toros. Ni siquiera éxito tuvo en aquella tarde con sus enemigos; un evento para olvidar y sin embargo hoy, se puede decir que gracias a su constancia y a su fe en Dios y en sí mismo, en este día y en este coso, el torero Luis Arango ha tenido el premio debido, en cuanto a la concurrencia de público, se refiere. Tras el paseíllo de las cuadrillas, Arango, aclamado por los aficionados es obligado a salir a la raya del tercio a saludar. Los espectadores de la Santa María, así como todos los aficionados, saben de los grandes éxitos por toda Colombia del compatriota y, en esta tarde tan trascendental, le rinden gratitud. Igualmente saben de sus triunfos en España y Francia, de su valía como artista, de su valor inacabable y de su constancia sin límites. Dichos valores son los que ahora, le reconoce, el público bogotano. Pese al incidente ocurrido la noche anterior, Luz, espectadora de excepción en dicho festejo, le tenía reservada una sorpresa mayúscula al diestro. Arango no sabía nada; ni en sueños se hubiera imaginado lo que vería, tan solo un poco más tarde, detrás de la barrera. Luís sabía que, en una barrera del tendido cinco, allí estaría su amadita. Igualmente, como su corazón le indicaba, el segundo toro se lo brindaría como refrendo de su cariño hermoso; como la más bella acreditación de su amor. Allí, junto a Luz, en la misma barrera, se hallaba otra persona especialísima en la vida del diestro que, a no dudar, lo sorprendería más que nadie en el mundo. Desde el burladero de cuadrillas lo separaban al diestro unos treinta metros hasta donde se sentaba su novia. De soslayo miró un par de veces y, un saludo tenue, más una bella sonrisa entre ambos certificaba la complicidad con la que vivían. No cabía un alfiler en la plaza y, por dicha razón, Arango no se percató quien era la persona que estaba sentada, junto a su amadita.

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Tras aquella atronadora ovación con la que le obsequiaron los aficionados, salió el primer toro por chiqueros; toro que le correspondía a Arango por aquello de la confirmación de su alternativa; en realidad, por orden de antigüedad tendría que actuar en tercer lugar puesto que, como se sabe, el escalafón de matadores de toros y su orden de intervención pasa por la antigüedad alcanzada respecto a los años que llevan de alternativa en calidad de matadores de toros. Un aclamadísimo quite por verónicas encendieron la pasión en los tendidos; un quite por chicuelinas enloqueció al personal. Ya estaba el toro picado y banderilleado y, era el momento esperado. Sus compañeros, Raúl García como padrino y Rubén Amor como testigo, le conferían la “borla” que lo convertía en auténtico matador de toros; había confirmado su alternativa que tomara en España y, de forma “oficial”, Arango ya era matador con todas las de la “ley”. El padrino le cedió los trastos al matador apadrinado y, como gentileza del padrino y del testigo, ambos le cedieron la lidia y muerte del primer toro de la tarde, honor que se le concede a todos cuantos toman o confirman su alternativa. Al respecto de esta cuestión, un torero puede tomar su alternativa en cualquier plaza del mundo, más luego viene la confirmación de la misma que, en realidad, no es otra cosa que un hecho protocolario que se da siempre cita en la plaza más importante de cada país; por ejemplo, en España, se confirmaría la alternativa en Madrid; en Colombia, en Bogotá; en México, en la gran plaza de Insurgentes del D.F.; en Francia, en Nimes. El toro, llamado “Colaborador” quiso hacerle honor a su nombre y “colaboró” como ninguno con el diestro. Tuvo una bondad extraordinaria que permitió al diestro lucirse como nunca. Si con la mano diestra estuvo apoteósico, con la mano zurda logró Arango unas series de pases naturales que, extasiaban a los tendidos. Aplausos, vítores, gritos de “ ¡ torero, torero ! ” salían de las gargantas de los aficionados que, para su fortuna, estaban siendo testigos de excepción del primer gran triunfo del compatriota en la primera plaza colombiana. Tras toda una borrachera de éxito, Luís Arango se perfiló en corto para dejar la estocada hundida en el morrillo de su enemigo; ante este envite, el toro dobló en el acto; su herida era de muerte súbita y, por dicha razón, los aficionados pidieron a la presidencia del festejo los máximos trofeos para el matador. La vuelta al ruedo saludando a los aficionados, era todo un clamor. A sus pies cayeron sombreros, mantillas, ramos de flores e infinidad de objetos que le lanzaban los aficionados como prueba de gratitud ante su éxito. Lógicamente, Arango, cuando llegó a la altura del tendido cinco, justamente donde se encontraba su amadita, le hizo un ademán, como una reverencia en la que le brindaba a ella lo que había sido su gran éxito. Allí quedó parado unos segundos el diestro saludando a su amadita y, de pronto, la cara del torero se puso blanquecina; y se quedó inmóvil. La plaza en pie notó que estaba parado saludando a alguna persona muy especial; todos se preguntaban quién sería esa persona. ¿ Un político ?. ¿ Un artista ?. ¿ Un escritor ?. Cada cual se hacía la pregunta que creía oportuna. Lógicamente, desde lejos, no se apreciaba a quien le rendía honores, el diestro. Los que estaban sentados cerca de donde estaba sentada esta misteriosa persona, a la que el diestro saludaba, con tanto respeto, de pronto, vieron como al torero se le llenaban los ojos de lágrimas. Su posición estática en la arena, duró tan solo un par

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de segundos pero, al público le pareció un siglo. Pero Arango se había quedado inmóvil porque, no era para menos y, si muy lógico que aquella persona que estaba sentada junto a Luz, lo hubiera conmovido de tal manera.

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Capítulo # 25

COGIDA GRAVÍSIMA

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as lágrimas de Arango tenían un sentido especial; diríamos que único y,

una vez más, el diestro demostraba que, si se puede llorar de felicidad; este era el caso del torero vallecaucano. La persona que estaba sentada junto a su amadita no era otra que, doña María Restrepo, la madre del diestro. Sus ojos no daban crédito a quién veían; y, en aquellos momentos, él estaba siendo ovacionado mientras daba la vuelta al ruedo; por lo tanto, no podía hablar ni preguntar, sólo estaba permitido sentir y seguir caminando. Arango era vitoreado, aclamado como nunca por el público capitalino pero él, quería terminar ya con este éxtasis de su éxito. Deseaba que se acabara cuanto antes aquella apoteósica vuelta al ruedo; porque, en su corazón no cabía otra cosa que, tras el recorrido por el anillo de arena, gozar de la libertas de ir corriendo por el callejón hasta la altura del tendido cinco para abrazar a su madrecita. Por fin, tras acabar, el recorrido y recibir, en el centro de la plaza una sonora ovación, Arango pudo retirarse entre barreras. Corrió deprisa hacia donde estaba ubicada su madre. - ¡ Mamá ! – exclamó Luís -. ¿ Por qué has venido ?. ¿ Cómo no me lo dijiste ?. ¿ Quién te ha traído ?. Todas las preguntas habidas y por haber llegaron a los labios del torero que, sorprendido como nunca, no daba crédito a lo que estaba viendo. - He cometido esta locura, hijo mío. – dijo su madre – porque, como sabes jamás he venido a verte a una plaza de toros; es más, cuando Luz me lo propuso, se me hizo un nudo en la garganta; de sólo pensarlo creía que se me partiría el corazón pero, era tanta la ilusión de ella para que yo viniera que, ya viste, en secreto, te hemos dado esta sorpresa; que se la debes a ella que se encargó de todo. ¡ Qué se acabe pronto el festejo, hijo mío !; en realidad, no se si podré soportar la emoción que estoy viviendo; parece sencillo pero no lo es, un hijo de mis entrañas se está jugando la vida y, se necesita tanto valor como el que tú tienes para soportar esta presión. Estoy rezando para que salgas ileso; tengo latente aún el recuerdo de la tarde de tu cornada en Cali y, muero de tan solo pensarlo; y eso que yo no fui espectadora directa de aquella horrible desgracia. - No sufras, mamá; todo saldrá bien, Dios está conmigo.

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No quedaba más tiempo para seguir hablando con su madre porque, el diestro era requerido para estar atento a cuanto ocurría en la lidia de los toros de sus compañeros. Arango besó las manos de su madrecita, al tiempo que le mandaba un beso a Luz. Ambas, por amor, se habían “compinchado“ para ser espectadoras en la tarde más trascendental del diestro colombiano. - ¿ Está usted contenta ? – preguntaba Luz a doña María Restrepo -. - Mucho, Luz; pero me puede estallar el corazón. Como sabes, es la primera vez que veo a mi hijo jugarse la vida y, mi emoción es inenarrable; no se si podré soportar toda la lidia. Que yo viniera, se debe solo a ti, porque eres una muchachita maravillosa que, como demuestran los hechos, haces muy feliz a mi hijo y, el que hace feliz a mi hijito, me hace feliz a mí. Y también estoy sufriendo mucho, querida Luz y, presiento que será la primera y última vez que venga a ver a mi hijo en el gallardo ejercicio de su profesión de torero. - ¡ Tranquila, doña Maria que, todo saldrá bien !. Ya ha visto usted que, su hijo ha tenido un éxito de clamor con su primer enemigo; confiemos entonces, para que todo salga bien y para que, dentro de un rato, Luís sea llevado en andas por la puerta grande como señal inequívoca de su éxito rotundo. Ya estaba en la lidia del segundo toro de la tarde el diestro Raúl García y, en un descuido, su enemigo lo prendió de la ingle y, lo lanzó por el aire y, en su caída, se presagiaba una cornada fuerte. Arango fue el primero que acudió al quite; se llevó el toro al otro extremo de la plaza mientras los compañeros se llevaban a Raúl a la enfermería, a quien de su pierna le izquierda brotaba un chorro de sangre muy alarmante. Había dado Raúl los primeros lances a la verónica y, un simple descuido bastó para que el toro lo empitonara por la ingle; la sensación que había en la plaza era que, el toro había desgarrado la femoral al diestro. En la barrera se podía observar a doña María Restrepo que, tapándose los ojos, lloraba como si de su hijo se tratase. Luz trataba de consolarla. - No se preocupe, le decía la chica. Es lamentable que haya caído herido el torero mexicano pero, su hijo, señora, está bien; es más, ha sido él quien ayudó a quitarle el toro de encima al diestro herido. Esta profesión es así; hoy le toca a uno y, mañana a otro; fíjese que su hijo cayó gravemente herido en Cali y, ahí lo tenemos, lleno de gloria y de triunfos. Los cirujanos taurinos hacen milagros, doña María. Mientras, en el ruedo, era el siguiente espada, Rubén Amor, el que tenía que darle muerte al toro que había corneado al diestro mexicano Raúl García. Al margen de la cogida, ciertamente, el toro no era apto para la lidia; tenía instintos asesinos y, no tenía nobleza alguna en sus embestidas, razón por la cual, tras una faena de aliño, Rubén montó la espada y finiquitó a la bestia, clavando a fondo y limpiamente el estoque. La plaza estaba consternada; la sangre con la que inundó el ruedo bogotano el diestro Raúl García, habían dejado a los aficionados muy tristes; primero por la sensación de la cogida y, en segundo lugar, porque se esperaba mucho del diestro

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de moda mexicano. Como se demostró una vez más, sangre joven para una fiesta vieja. Ya nada es igual en el ambiente ni en el ruedo cuando cae herido un diestro; todo se torna gris y, los ánimos se vienen abajo, tanto para los lidiadores como para los aficionados que, con el corazón consternado, apenas reaccionan por todo cuanto en el ruedo acontece; en tales circunstancias, ni los diestros conectan con los tendidos ni los aficionados se sienten receptivos. Todo se torna insulso y muy triste. Como sabemos, en los toros, se suele dar el fatídico suceso de que, la sangre que nadie quiere, en ocasiones, se hace presente para aciago del arte que, en tales circunstancias, se toma licencia. Lo que había comenzado como un rotundo éxito de Arango, en breves momentos, se había tornado oscuro y amargo. Todo se venía abajo. Rubén Amor mató cuatro toros por la cogida de García y, quedaba el último toro de la tarde que le correspondía a Luís Arango. Estaba a punto de salir por toriles y, en el callejón, el apoderado le dijo al diestro: “Abrevia; ya has triunfado a lo grande y, la tarde no está para florituras”. Arango estaba consternado, como todos los demás compañeros y público en general. La cornada de Raúl era grande, muy grande; todavía daba la impresión que su sangre se derramaba por la arena. El reguero de ésta ahí había quedado, recordando lo acontecido. Pese a esto, el diestro se plantó mirando fijamente hacia la puerta de toriles, se ciñó la montera a la altura de sus cejas y se dispuso a esperar la salida de su enemigo con atención. Él sabía del gran esfuerzo que tenía que hacer. Tenía que sobreponerse a la adversidad de la que había sido testigo y, si bien es cierto que lo acaecido le dejaba un poco la puerta abierta para salvaguardase más de lo debido, algo que nadie le recriminaría, pudo más su raigambre de torero que todo lo que había ocurrido. Ahora o nunca, se decía para sí mismo. Si tengo que morir, que sea lleno de gloria, pensaba en su interior; esta no es una profesión de cobardes. Luís estaba dispuesto a todo. Ya había saltado a la arena el último toro de la tarde, el segundo del diestro colombiano y, cuando éste se dirigía a su jurisdicción, de pronto, los servicios de megafonía de la plaza pidieron un momento de atención. Arango se retiró al callejón y se quedó solo el toro en la arena. - ¡ Señores espectadores –se escuchó solemne por el altavoz –, se ha detenido la lidia del último toro de la tarde porque tenemos que darles una lamentable noticia !. El tono de la voz del anunciador, ya presagiaba lo que se venía, aunque siempre queda la esperanza.

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Capítulo # 26

RÉQUIEM POR UN TORERO

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a plaza entera enmudeció ante el anuncio de la megafonía. Hasta el toro,

desconcertado, se quedó quieto en el centro del ruedo. Y un silencio sepulcral inundó los tendidos de la Santa María de Bogotá. Ya se palpaba la angustia en el corazón de todos los actuantes y espectadores. Y la noticia se dejó escuchar: ¡ Diestros actuantes, señores espectadores, lamentamos comunicarles que, el diestro Raúl García ha muerto en la enfermería de la plaza !. El equipo médico interviniente luchó con denuedo por salvar la vida del torero pero, un paro cardíaco, ocasionado por la gran pérdida de sangre qué sufrió su cuerpo, ha sido el detonante de su muerte. Por orden de la autoridad, queda suspendido el festejo. Les pedimos, por favor, un minuto de silencio y una oración para acompañar el alma de este admirado diestro mexicano. Gracias. La Santa María quedó consternada. Lo que era un gentío ensordecedor por el éxito de Arango en el primer toro de la tarde, ahora quedó en un silencio sepulcral. Nunca tantas miles de personas guardaron un respeto tan sentido hacia la figura de un diestro que, precedido de enorme fama en su país, acudía a Bogotá para confirmarle la alternativa al diestro nacional y, de pronto, en dicha tarde, encontraba la muerte marchándose junto a Dios. Poco a poco, como si de un rito litúrgico se tratase, la gente fue retirándose del coso bogotano en procesión; todos habían muerto un poquito en tan amarga tarde. Hasta el toro que había quedado olvidado en el ruedo, como presagiando cuanto había ocurrido, al abrirse las puertas de chiqueros, solito se marchó hacia los corrales. A Luís Arango se lo veía roto por el dolor; no esperaba él que la cornada sufrida por el compañero fuese a causarle la muerte. Allí, en el callejón donde se encontraba, antes que nada corrió a la altura de la barrera donde estaban ubicadas su señora madre y Luz, a tratar de consolarlas aunque más no sea un poquito a ambas, porque estaban las dos muy tristes. Doña María lloraba sin consuelo mientras que Luz intentaba tranquilizarla; el diestro, entonces, se abrazó a su madrecita diciéndole que, en esta profesión se muere de verdad y que todos los toreros saben eso. La señora no podía entenderlo. Era la primera vez que asistía a una corrida de toros y, desgraciadamente fue para encontrarse con el drama más horrible y temido por una madre; la muerte de un diestro en la plaza. - ¡ Podías haber sido tú, hijo mío ! – decía doña María -.

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- Sí, lo se. Todos los toreros corremos el mismo riesgo mamá. Esta profesión es durísima y, los caídos en “acto de servicio”, de alguna manera, engrandecen nuestra bendita profesión. Es tremendo, mamá, soy consciente de eso; hay un hombre muerto en la enfermería de la plaza, pero yo hago lo que amo y si este es el canon que tenemos que pagar los que amamos esta profesión, estoy y estuve dispuesto a pagarlo desde la primera vez en mi vida que puse un pie en la arena de una plaza. ¡ Este arte es mi vida, madre !. Yo no podría hacer otra cosa mamita, ¿ me comprendes ?. No me respondas. Se que lo haces. ¡ Te quiero madre ! – le dijo el diestro dándole un beso en la frente y buscando a Luz con la mirada -, quien lo apañó con un entrecerrar de sus lindos ojos emocionados -. Desde el momento del deceso, los servicios de la propia enfermería se encargaron de iniciar toda la tramitación para repatriar el cadáver del diestro a México. Los noticieros de aquel país daban la noticia en rigurosa primicia. ¡ Ha muerto Raúl García !. Y lógicamente, los aficionados mexicanos estaban desolados. Además, Raúl dejaba esposa, dos hijos y unos padres rotos por el dolor. Arango se acercó hasta la enfermería he hizo lo único que podía hacer en ese momento por Raúl García, rezar una oración por su alma. Allí estaban el otro compañero, Rubén Amor y todos los miembros de las cuadrillas respectivas. El cuadro de dolor era inmenso. Les parecía a todos un mal sueño; pero era la cruda realidad de cuanto estaban viviendo. A la salida de la plaza, una multitud esperaba en los aledaños de la misma; todos querían saber pero, ¿ qué más podían saber ?. La noticia ya la conocían. ¿ Sería acaso el propio morbo que embarga a una parte del gentío por ver salir el cadáver de la plaza ?. Ciertamente, Raúl García saldría en hombros de allí; así probablemente lo soñaría él antes del paseíllo, lo que no podía sospechar era que saldría muerto y en una camilla. Cumplidos todos los trámites, Luís Arango, junto a los suyos, regresaron al hotel. Allí se conocía la noticia desde el primer instante puesto que, como es sabido, si las noticias, como tales, vuelan, en este caso, la misma corrió como un reguero de pólvora; la conocía Colombia y el mundo entero. Todos le preguntaban al diestro pero él, lógicamente, no hizo declaración alguna. Tenía el alma rota por el dolor y, no era cuestión de ofrecer ruedas de prensa; nadie tenía ánimos para nada. Allí estaban los periodistas que, cumpliendo con su profesión, querían saber más; cualquier detalle les valdría para su información en sus respectivos medios de comunicación, sin embargo, se tuvieron que conformar con el silencio por parte de todos. Más tarde llegaron al hotel doña María y Luz para reunirse con el diestro. No hubo cena; nadie tenía ganas de nada. Muy lejos quedaba del pensamiento de Arango que, en la tarde, tras su gran éxito en el toro de su confirmación de alternativa, todo acabara del modo que terminó. En aquel momento se barruntaba la mejor fiesta en la noche; y mucho más, teniendo junto a él a sus seres más queridos, y a los miembros de su cuadrilla. Lo que se presentía como la gran fiesta quedó en el luto más sombrío, hasta el punto que, la habitación del diestro, en aquel instante, se

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convirtió casi en una capilla en la que, todos juntos, rezaron una oración por el alma del diestro mortalmente herido en la plaza. Nadie podía dormir. Doña María y Luz ocupaban una habitación junto a la del diestro. Arango, en la soledad de su alma y de su habitación, estaba siendo acompañado por Rodolfo, su apoderado. No cabían las alegrías, pero sí el diálogo. Rodolfo, con voz entre cortada le decía algo a su poderdante al respecto de la mala suerte que había tenido Raúl García. En estos casos, a los toreros se les escapa a todos el valor; se quedan vacíos en su alma y, todo el esfuerzo que son capaces de hacer en la plaza, ahora, en la soledad de la habitación, al pensar en todo lo ocurrido, les entra un pánico tremendo y, Arango no escapaba de dicha situación. Conciliar el sueño resultó era una quimera. Rodolfo intentaba consolar al diestro. - No todo está perdido, Luís – le decía -. Nada podemos hacer por Raúl; es ley de vida, amigo. Es el trago más amargo que podemos digerir pero, es nuestra obligación; no podemos luchar contra el destino, matador. Tras el éxito en el toro de tu confirmación he recibido muchas llamadas. Verbalmente, he firmado contratos con Manizales, Cartagena, Popayán, Ibagué, Sogamoso y otras plazas de menor entidad pero que todas quieren verte. Por cierto, cuando me llamaron de Sogamoso, ahí me quedé helado; recordé la muerte en dicha plaza del maestro Pepe Cáceres y me quedé petrificado. Como sabes, Pepe Cáceres resultó ser el icono colombiano ante el mundo y, hasta la llegada e irrupción en el mundo del toro del maestro César Rincón, nadie había sido tal laureado como él. - ¿ Conociste a Pepe ? – preguntó Luís -. - Si, tuve la suerte de conocerlo y compartir con él muchas vivencias. Era un tipo extraordinario. Si como torero era un emblema, como hombre cautivaba por donde caminaba. Un prodigio de ser humano del que me llevé su cariño, amistad y, al que jamás podré olvidar. Como te decía, Pepe era todo un símbolo representando a Colombia por el mundo. En mi ya larga vida por el mundo de los toros, he sufrido la muerte del maestro Cáceres y, en España, a Paquirri, Yiyo y varios banderilleros. Pero, ¡ fíjate, a causa de la desgracia de Raúl García, qué derroteros está tomando nuestra conversación !. - No temas. Soy un hombre adulto y admito la dureza de nuestra profesión. Recuerda que, en Cali, todos lo pasamos muy mal. En un primer momento, tras aquella cogida mía, hasta sentí que se me escapaba la vida; no era mi destino morir y, aquí estamos. La noche se hizo demasiado larga; infinidad de temas se abordaron por parte del diestro y su apoderado. Conversaron de muchas cosas puesto que, ni por asomo podían dormir. Sangraba aún la herida de sus almas como para hacerlo. Como quiera que Luís sólo conocía a Raúl García de referencias, su apoderado le explicó la clase de torero que era. Ante todo, un hombre entregado a su profesión que, tras tantos éxitos en México vino a morir a Colombia.

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Capítulo # 27

SOLIDARIDAD

A

l día siguiente de tan macabro suceso, Arango, impulsado por una

extraña fuerza se personó en la embajada mexicana de Bogotá. Sabedor de que todos los trámites para el traslado del cadáver de Raúl García a México podrían ser complicados, le ofreció al embajador azteca todo su apoyo y su ayuda incondicional para cuanto se precisare al respecto del cuerpo del compañero caído. Porque, la fama, que en ocasiones atormenta al hombre público, caso de Arango, en honor a la verdad, facilita muchas cosas a veces porque, oportunistas al margen, siempre el famoso encuentra personas que lo admiran y le ofrecen su amistad y, en ocasiones como la citada, Luís se sabía querido desde las altas esferas del poder. Basta recordar que, hace pocas fechas, él recibió una carta personal del presidente de la República en la que le decía sentirse orgulloso de tenerlo como compatriota y que, gracias a su arte, el nombre de Colombia se difundiría por el mundo. El presidente, en dicha carta, se lamentaba ante Arango porque, desdichadamente, a Colombia se la “conoce” más en el mundo por sus narcotraficantes, que por sus extraordinarias bellezas naturales y por su otra maravillosa gente, que es la gran mayoría. El señor embajador mexicano le dio las gracias al diestro por sus inquietudes y atenciones, al tiempo que le indicaba que no se preocupara que, en breves horas estarían repatriando el cuerpo del diestro azteca. Sin embargo, Arango pese a las tranquilizadoras palabras del embajador, igualmente seguía repleto de tristeza; hasta tenia la sensación de que conocía a Raúl García desde siempre y, lo cierto era que si bien de renombre lo conocía, puesto que era un diestro famoso de su medio, personalmente, lo conoció en la Santa María en un momento que tan sólo pudo abrazarlo un breve instante con motivo de que éste le confirmara su alternativa. De pronto, el diestro colombiano interrumpe otra cosa que le estaba diciendo el embajador y, con suma presteza, le dijo al señor embajador que quería acompañar el cuerpo del torero muerto hasta México. Era lo último que sentía que debía hacer por este compañero. Su corazón así se lo indicaba y, sin consultar con nadie se unió a la expedición que llevaría el cuerpo de Raúl García hasta la ciudad mexicana de Aguascalientes. Si sabía Arango que tenía quince días sin torear; hasta la llegada a Manizales, su próxima cita, faltaban dos semanas; tenía tiempo de sobra para hacer dicho viaje y él sentía que tenía que estar junto a los seres queridos del diestro muerto; porque él sabe que es mucho el dolor que se cierne ante la partida de un diestro y, el matador caleño quería abrazar y reconfortar, al menos, de esta manera a la familia de Raúl García.

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Dicha decisión se la hizo saber a los suyos y, de forma muy especial, a Luz que, en esta oportunidad no podía acompañarlo hasta México tal como él le había pedido, además, estaba rota por el dolor que sintió en la plaza y, no deseaba en verdad aumentarlo. Doña María Restrepo no podía contener sus lágrimas; el hecho de que su hijo hubiera decidido irse a México para consolar a los familiares del diestro fallecido, la emocionó muchísimo; una vez más, los hechos de su hijo certificaban ante su madre, la grandeza humana de éste. Rodolfo puso alguna que otra pega. “ No vayas, total, no vas a solucionar nada ”. Decía su apoderado. Pero Arango no pensaba tener en cuenta lo que éste e incluso nadie, le dijera puesto que ya en la misma embajada, había pedido que se le tramitaran los permisos necesarios para hacer el viaje hasta México. Raúl García había acudido a Bogotá en solitario; ya que, dada la extensa nómina de banderilleros colombianos que había para dicho evento había decidido prescindir de los que de forma habitual lo acompañaban por todas las plazas de México. Sólo había llegado acompañado de su apoderado, por tanto, la comitiva de regreso era muy corta. Aquella misma tarde llegaría, procedente del Distrito Federal, la esposa del diestro infortunado. Así se lo había comunicado el embajador al diestro vallecaucano. Miró Luís el reloj y, faltaban dos horas para que aterrizara el avión en el que venía la señora Norma Contreras, la esposa del fallecido. Por lo que, sin pensarlo dos veces, se despidió de los suyos y montó en su auto rumbo a “El Dorado”, que es el aeropuerto internacional bogotano. Ciertamente, ante aquel hecho, Arango estaba haciendo, sin proponérselo, una de las mejores obras de caridad que podía hacer en aquellos instantes; consolar y ofrecerle compañía a Norma que, sola en un país desconocido y rota por el dolor, compañía y afecto era lo que más necesitaba. Ya en El Dorado, Luís estaba nervioso; expectante ante la llegada de la viuda de Raúl García. ¿ Cómo se reaccionará cuando acudes a un país desconocido, precisamente, para recoger el cadáver del ser que amas ?. Se preguntaba. Y le atormentaba la respuesta, claro. No podía ser de otro modo puesto que, el diestro se ponía en los zapatos de la señora Norma Contreras y, en dicho instante pensó en Luz y, se le cayeron las lágrimas. Él, además sabía que Raúl García dejaba viuda, dos hijos pequeños, unos padres y hermanos que, difícilmente podrían encontrar consuelo. Al aeropuerto acudió acompañado por el apoderado de Raúl, a quien había pasado a buscar, de camino. Este hombre sería quien le presentaría a Norma una vez ella bajara del avión.

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Miguel, que así se llamaba el apoderado, quiso invitar a Luís a tomar un café mientras soportaban la angustiosa espera del arribo del avión, pero éste declinó la invitación; no tenía ganas de nada. Sentía mucho pesar. Los rótulos luminosos del aeropuerto advertían la inminente llegada del vuelo procedente del Distrito Federal en el que viajaba Norma Contreras. El nerviosismo crecía en Miguel - el apoderado - y, en Luís. - ¡ Por allí viene ! – dijo Miguel -. Lógicamente, Norma identificó en el acto a Miguel y, corriendo, acudió para abrazarse con el apoderado. Ambos lloraban desconsoladamente. - ¿ Qué pasó ?, ¿ cómo fue ? – eran las preguntas de Norma al apoderado -. - Un accidente muy desdichado, Norma - dijo Miguel con tremenda pena-. Estaba Raúl entendiendo muy bien al toro que, dicho sea de paso, no tenía lidia alguna; pero su pundonor era tan grande que, cuando menos, él quería estar por encima de las condiciones del toro; tu marido era un diestro cabal, como sabes, razones evidentes por las que era un torero consentido en La México. Mientras intentaba un natural, el toro le prendió por la ingle y le destrozó la femoral. Sangraba muchísimo cuando lo llevamos hasta la enfermería pero, Norma querida, jamás creímos que tu marido fallecería allí, en la enfermería de la plaza. Luís estaba presenciando una escena tremendamente conmovedora, que lo hacía, inevitablemente, emocionarse al punto también, de las lágrimas; Norma tenía el rostro desencajado. Lloraba desconsoladamente y no existía remedio para su pena. - No llores así, Norma – dijo Miguel, acongojado e impotente -. ¡ Mira ! ... aquí te presento a Luís Arango, el diestro al que tu marido le confirmó la alternativa en dicha corrida. - ¡ Gracias, muchas gracias, Luís, eres muy amable al estar aquí ! - le dijo Norma al verlo y reconocerlo -. Norma y Luís se abrazaron, mientras ella seguía sin poder contener sus lágrimas, primero por el dolor de la muerte de su marido y, también en aquel instante, al comprobar la generosidad de Arango que, por cariño humano y solidaridad, quiso estar junto a ella. Los tres, se encaminaron entonces hasta el auto de Arango y partieron rumbo a la casa mortuoria, donde la embajada, había dispuesto los arreglos para que permaneciera el cuerpo en depósito, del torero fallecido. Norma estaba temblando; llegaba el momento en el que tenía que ver el cadáver de su marido, aquel artista del toreo al que amaba con locura y al que, el día anterior, por teléfono, le había deseado suerte. Sus lágrimas eran el diluvio de su alma; su cuerpo estaba roto; Miguel y Luís la abrazaban.

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En un determinado momento – Luís le dijo a ella –, “Quiero que sepas, Norma, que todo cuanto necesites y este a mi alcance lo tendrás de mi persona. Mañana, en tu regreso a México, iré con vosotros. No quiero dejarte sola en este terrible momento. Me pongo en el lugar en el que tu esposo, está ahora ó en tu lugar y, en mi caso, hubiera querido que alguien hubiese hecho lo mismo por mí amada y por mí. ¡ Cuenta conmigo, mujer !. La figura de Raúl García, tu marido, siempre vivirá dentro de mí ser. Su recuerdo, aunque yo no lo quisiera, estará siempre presente en mi vida; será el diestro que me confirmó mi alternativa y, así quedará plasmado para la posteridad. Las hemerotecas y demás multimedios de registración que ahora dispone la historia, guardarán para siempre la única actuación de tu marido en ésta, mi tierra y, a su vez dirán que, el gran diestro mexicano que le confirmó la alternativa a Luís Arango, entregó valiente y gallardamente su vida en Colombia, muriendo como todo gran matador de toros anhela, y es dejando su sangre en la arena”.

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Capítulo # 28

HUMANIDAD

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ealizados todos los trámites legales, al día siguiente partía hacia México

el cuerpo sin vida del torero hidrocálido acompañado por su viuda, el apoderado y por Luís Arango que, por gratitud hacia el hombre que lo confirmara como matador de toros en su país y por solidarizarse con el dolor de Norma Contreras, la esposa del fallecido, decidió ir con ellos hasta la tierra mexicana en Aguascalientes. El viaje no pudo ser más triste; incluso para todo el vuelo de Aerolíneas Mexicanas; saber que llevaban el cadáver a bordo del laureado diestro consternó también, a todo el pasaje y a la tripulación. Arango, en todo momento, estuvo pendiente de la viuda del mexicano. - No llores, - le decía Luís a Norma - porque como sabes, Raúl ya está junto a Dios. Ahora enterraremos su cuerpo pero, lo mejor de él, su corazón, vivirá siempre contigo, dentro de ti. Recuerda que Raúl ha muerto como un valiente. Se entregó por completo a su arte y, como sucedió, ha dejado su vida por la grandeza de la mejor fiesta del mundo. Haz que viva siempre dentro de tu corazón la idea de que, tu marido, ha engrandecido a esta fiesta singular por la que muchos, como es mi caso, consagramos nuestra existencia. El esfuerzo de Arango por consolar a Norma no estaba dando frutos apreciables; ella seguía llorando, rota por el dolor y, aún faltaba lo peor. A la llegada a Aguascalientes, una multitud estaba esperando al diestro muerto. Jamás antes se había visto una manifestación de duelo tan sentida; miles de aficionados esperaban poder darle el último adiós a su ídolo. Ante lo que estaba sucediendo y, pese a la negativa de Norma, Miguel, el apoderado, quiso que Raúl García diera su última vuelta “ triunfal ”, al ruedo en la Monumental de Aguascalientes. Hasta allí se trasladó entonces, el cadáver para que Raúl García, torero de sangre, diera su más apoteósica vuelta al ruedo que tantas veces lo había visto triunfar. La plaza estaba repleta y, además, en los aledaños de la misma, miles de admiradores estaban en la calle por no haber logrado entrar en el coso taurino. El gentío, consternado, emocionado y roto de dolor, que estaba dentro de la plaza, en el transcurso de la vuelta al ruedo, arrojó miles de flores sobre el féretro que contenía los restos mortales del diestro. Dicho ataúd iba tocado por la bandera mexicana, todo un símbolo que, demostraba que, era todo México quien se estaba despidiendo del diestro hidrocálido.

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Luís Arango era uno de los portadores del féretro; su emoción era enorme; jamás hubiera creído ver lo que estaba presenciando, como era esta manifestación tan multitudinaria que se había juntado para honrar al diestro caído, en su último adiós. El féretro era llevado por varios matadores mexicanos y éstos le concedieron al diestro colombiano el honor de que se situara en la parte derecha del féretro en su primer lugar. El momento era dramático y bello a la vez; y, parte de esa belleza no era otra que, la plaza que quedó totalmente cubierta de flores por los miles de ramos que allí, con todo cariño y respeto, depositó su gente. Parecía, como si de pronto toda la sangre y las lagrimas que cayeron alguna vez y en este día, en esa arena, hubieran cobrado cuerpo; el ruedo se transformó así en la más bella y multicolor alfombra, que pudiese haber soñado jamás el diestro en su honor. Se iba ahora, sacado en alzas por la puerta grande y lleno de gloria. Allí, también en el mismo ruedo se celebró la misa “córpore insepulto” y los aficionados ofrecieron su última oración por el alma de Raúl García. La bandera de la plaza de toros ondeó a media asta y el viento la mecía como si derramara sus propias lágrimas de dolor por el “hijo” caído en “acción“ . Hizo lo suyo, el gobernador de Aguascalientes que, en un gesto que lo honró, le impuso al diestro fallecido, encima del féretro, la medalla de hijo predilecto de la ciudad hidrocálida. Era, sin duda alguna, la manifestación más sentida y emotiva de una ciudad a un hijo pródigo que se va. Que no era solo un hijo más, sino el ídolo de la torería mexicana. Las autoridades de la ciudad de Aguascalientes dieron la medida de la admiración que sentían por el diestro. A la salida de la plaza, como quiera que allí hubiera miles de personas, la propia policía había acordonado las calles adyacentes para que el tráfico no impidiera a los aficionados poder acompañar al diestro en ese último adiós. Si ya, dentro de la plaza, una vez oficiada la santa misa, la ovación que se escuchó resultó ser la más grande que nunca se había escuchado en la Monumental, fuera de la plaza, cuando metían el féretro en el coche mortuorio, se formó otra algarabía inmensa; más ramos de flores para inundar los aledaños de dicha plaza; ovaciones, vítores y aplausos que, mezclados con el dolor y las lágrimas, lograron que la emoción se palpara a lo largo y ancho de toda Aguascalientes. Partía el coche fúnebre hacia el Rancho de los Callaitos y, en aquel momento se produjo un silencio sepulcral. Todos oraban por el diestro; era el último adiós, la última oración; en realidad, lo último que podían hacer por el alma de Raúl García. La comitiva estaba presidida por los padres y hermanos del diestro, su esposa e hijos. Los niños, pese a su corta edad, con toda seguridad, jamás olvidarán el momento; sus caritas denotaban una tristeza inmensa; quizás no acertaban en el por qué de su dolor pero, sus lágrimas eran tan sentidas que, al verlos tan seriecitos y sufridos presidiendo la comitiva, cualquiera se emocionaba hasta el llanto. Norma, su madre, los llevaba de la mano mientras que ésta era arropada por los suyos. Una vez sepultado el cuerpo sin vida de Raúl García, la viuda, Norma Contreras, quiso agradecer a Luís Arango sus atenciones, su cariño y, ante todo, su gesto

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solidario para con ella y sus hijos. Entonces, lo invitó para que, antes de partir hacia Colombia acudiera al rancho de su esposo puesto que, quería hacerle un regalo extraordinario. Ella consideraba y sentía que no había dinero en el mundo que pudiera pagar lo que Arango hizo por su rota familia. A la mañana siguiente de tan aciago día, tras el entierro de García, se presentó Arango, en el rancho del diestro fallecido y, su viuda lo abrazó con un cariño inmenso. A la tarde, él ya retornaba a Colombia. Ella no creía nunca que, un compañero de su marido, que además era extranjero, pudiera portarse tan bien como se portó, con ella y los suyos este torero colombiano. Gracias a él pudo mitigar en cierta medida su inmenso dolor. - Toma Luís, - dijo Norma - te entrego como regalo y con enorme gratitud por tu sentido gesto para con nosotros, el capote de paseo que lució mi marido en la tarde en que murió allá en Bogotá cuando te confirmó tu alternativa. Puedes usarlo o guardarlo, será tu elección. Creo que es el más bello regalo que puedo hacerte. Como verás, Luís, tiene bordada la Virgen de Guadalupe y es precioso. Gracias, amigo, muchas gracias por tus desvelos, por tu actitud, por tu generoso corazón y por todo cuanto has hecho por nosotros. Quedo repleta de tu cariño porque, tu solidaridad me ha conmovido; ni siquiera lo conocías personalmente a Raúl y, sin embargo, te has comportado como si hubieras sido su amigo de toda la vida. Una sola tarde que actuaste con él, te bastó y sobró para convertirte en su amigo. Él hubiera disfrutado de tu amistad y, seguro que igualmente ahora lo hará y que también te está agradecido Y yo … yo no encuentro las palabras adecuadas para expresarte lo que ha significado para nosotros todo este cariño que nos has manifestado. - Tranquila, - dijo Luís - soy yo el que me siento en paz conmigo mismo; cuanto hice, me lo pedía el corazón; fueron, Norma, “órdenes” que recibí desde lo más “alto. ¿ Me entiendes ?. Quiero que sepas que, desde el momento en que me abrazó Raúl cuando me confirmó la alternativa, desde aquel instante, sentí una vibración muy especial hacia su persona. Si yo como diestro lo veía grande, en aquel momento que lo tuve frente a mí, sentí que estaba junto a un tipo extraordinario en calidad de ser humano. Hice lo que debía y, me marcho de México con la sensación del “deber” cumplido. Pese a la desgracia, me voy contento por haberte ayudado y sentirme útil en tu vida. Sepas que, como quiera que vuelva a Aguascalientes en la próxima feria de San Marcos, me las arreglaré, con mis tiempos, para visitarlos. Si necesitas de mi persona, no dudes en llamarme. Mientras tanto, que Dios te bendiga junto a tus hijos. Un entrañable abrazo selló la amistad de estos dos seres que, unidos por el dolor, estaban forjando una hermosa amistad.

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Capítulo # 29

LA GENEROSIDAD

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egresaba Luís a Bogotá donde se habían quedado esperándole su

madre y su amada. Ambas seguían consternadas por todo lo que habían presenciado tardes atrás en La Santa María. Y Arango venía roto por el dolor que había sentido por el compañero caído y su desolada familia. Todo estaba previsto para que, cuanto antes, regresaran a Calí, su ciudad natal. Sólo lo retenían a Luís unas diligencias que tenía pendientes en Bogotá respecto a la liquidación de sus honorarios. Dado que todo sucedió de la forma trágica como ocurrió, Arango, en aquella oportunidad no había podido liquidar con la empresa sus emolumentos crematísticos, concernientes a su actuación profesional. Ese mismo día de su llegada la empresa organizadora de aquella corrida, lo citó para cobrar. Y hacía allá se dirigió, en compañía de los suyos. Una vez en las oficinas de la empresa ubicadas dentro de la misma plaza de toros, el gerente de entidad, le mostró a Luís Arango el recibo que debía firmar y, un maletín donde estaba el dinero. Era costumbre de la empresa pagar en efectivo y, en dólares. - Firme, matador - dijo el gerente –. Ahí tiene los cuarenta mil dólares que hemos pactado. Hemos sabido que viene usted de México de acompañar al cuerpo sin vida de Raúl García y, lo queremos felicitar por su conducta humana. Hoy mismo le hemos transferido a su viuda los emolumentos de dicho diestro, que Dios lo tenga en su gloria. Su actitud dice mucho a su favor. Como hombre lo admiramos y, como torero, sepa que ya está usted contratado para la próxima feria. El triunfo de Arango tanto como hombre y como artista, estaba teniendo sus frutos lógicos. - Muchas gracias – dijo Arango -. Procuraré no defraudar nunca. Mi obligación como artista no es otra que buscar siempre el triunfo a toda costa. La desdicha de aquella tarde, no fue otra que la muerte de Raúl pero, antes de que sucediera, me sentí muy feliz, el más dichoso de los mortales cuando aquel aficionado me lanzó nuestra bandera y, ataviado con la misma pude dar aquella primera vuelta triunfal al ruedo. - Le tendió la mano al gerente, y se despidió -. Cuando se trata de dinero hay que tener mucha cautela y, por dicha razón, a la salida de la oficina de la plaza de toros, Arango repartió su “ botín ” y, como quiera que ellos eran cuatro, su apoderado, su novia, su madre y él, cada uno se encargó de llevar diez mil dólares en su bolsillo ó cartera, salvo Arango, que los portaba en su mano, en el maletín que le habían dado en la empresa. Juntos marcharon todos hacia el hotel y, como quiera que el mismo quedaba cercano, decidieron dar un paseo y, caminando, llegar hasta el mismo. Todo parecía

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normal y, sin embargo, alguien estaba vigilando los pasos del diestro. Lo que menos podía sospechar Arango es que, su dinero, no llegaría al hotel. Caminaban todos juntos por la calle y, Luís iba del lado del cordón de la acera, digamos que, podía ser “ pasto ” fácil para el robo y, así sucedió. En aquella tranquilidad en que paseaban de repente, desde una moto que circulaba a toda velocidad por la calle con dos tipos encima, de un tirón le arrancaron el maletín de la mano mientras que, Arango, del envite, rodaba por el suelo. Su madre y su novia, asustadas, gritaron desesperadas y corrieron hacia él. Mientras que Rodolfo, furioso soltaba una serie de improperios contra los mal vivientes, a la par que también acudía hacia el lugar donde estaba Luis caído. - ¡ Ay, Dios mío ! ... ¡ Hijo... hijito... ! ... ¿ Estás lastimado ... estás bien ?. - ¡Luís!, ¡Luís de mi vida! , ¡Amor! ... ¿ Qué te ha pasado ? ... ¿ Te has hecho daño ?. ¿ Puedes levantarte ? – preguntaba Luz, mientras se agachaba junto a Luis y verificaba que estuviera bien -. - No sufran, estoy bien; solo tengo un golpe en la rodilla pero, no es nada, es un golpe sin importancia, casi ni me duele. Y se aferró a la mano que le tendió Rodolfo para incorporarse. Una vez de pie, su madre y su novia lo abrazaban y colmaban de caricias. Su apoderado le palmeaba el hombro y le buscó la mirada para saber si estaba todo bien. Todos tenían la cara desencajada por el susto de la horrible situación experimentada; unas caras que, de habérselas visto en el espejo, apenas se las hubieran reconocido. Todo ocurrió tan rápido que no les dio a tiempo de reaccionar. Luís miraba sus manos y, le resultaba difícil comprender que, dos minutos antes llevaba el maletín con los diez mil dólares y ahora estaban vacías. Ante lo ocurrido, hasta le daban gracias a Dios por haber tenido la feliz idea de repartir el dinero antes de salir de la oficina de la empresa. De no haberlo decidido así, en este instante, el fruto de todo su esfuerzo y el hecho de haberse jugado la vida, no hubieran servido para nada. Pero, en la vida, siempre hay que mirar la parte buena; todo podría haber sido peor y, en este caso, los hechos así lo demuestran, no pasó nada en apariencia irreversible. Rodolfo se empeñaba en que fueran hasta la comisaría de policía para denunciar el hecho. Luís se negó porque, entendía que, un robo efectuado con tanta pericia era imposible de que la policía pudiera encontrar a los culpables. - Seguramente, a los que nos robaron – decía el diestro – les hace más falta ese dinero, que a nosotros. Bastante desdicha tienen, que basan su vida en el delito; si no han caído ahora, como quiera que viven de la delincuencia, un día caerán en las garras de la policía y, por ende, terminarán en la cárcel o incluso hasta puede que mueran sin siquiera haber tenido la oportunidad de arrepentirse y ver que hay otra

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forma de vivir mejor en este mundo, y que no depende de nadie más que de ellos el decidir encararla así, de esta otra manera, para que se haga realidad. La sangre fría mostrada por el diestro dejó perplejos a los suyos. Es cierto que, el diestro aplicó la lógica y, ante su actitud, nada que objetar. Ya en el hotel, Luís Arango les pidió a los suyos qué se reunieran con él, sin aclararles para que era esa reunión; lo cierto era que él quería darles una sorpresa tremenda. Un despacho para reuniones privadas le fue cedido al matador, no en vano, era una reunión íntima. Una vez allí dentro los sorprendió diciéndoles: - Esto es para ti, madrecita – afirmó el torero -. Y le entregó los diez mil dólares que ella llevaba. Doña María quedó perpleja. No daba crédito a lo que estaba viviendo. - ¿ Para mí ? ... ¡ Dios mío ! ... ¡ Gracias hijito ! ... ¡ Siempre eres tan bueno y generoso conmigo ! ... ¡ Gracias corazoncito lindo de mi vida, gracias ! – exclamó su madrecita -. Pese a que Luís Arango ahora tenía éxito, jamás olvidó su origen humilde y, ante todo, la situación de su familia. El diestro ya le había comprado una casa a su madre pero, en una ocasión como la citada, le pedía el corazón un gesto como este para con ella; era algo que le salía de muy adentro y que, tal como se demostró, dejó a doña María Restrepo muy dichosa y contenta. Claro que, las sorpresas no terminaban con la gratitud mostrada por el diestro hacia su madrecita; quedaba, todavía, una acción más noble si cabe. - Mi Luz del alma – decía Arango – ¡ abrázame !. Quiero que celebremos que estoy vivo. Y lo digo muy en serio. Porque es motivo de celebración cuanto estamos viviendo ahora porque, como todos sabemos, yo podría haber sido la víctima aquella tarde en lugar de Raúl. Los tres diestros corrimos el mismo riesgo y. García ahora está enterrado y, nosotros estamos llenos de vida y de ilusiones. Siendo así, amor, continuaba Luís - esos diez mil dólares que llevas en el bolso, por favor, quédatelos; seguro que, en tu casa, cuando llegues, serán motivo de alegría Ya, cielito mío, imagino la carita de felicidad de tu madre, doña Liliana y, con eso, me basta y me sobra para hacer esto que estoy haciendo. - ¡ Luís... amor mío ! ... No se que decir... ¡ Gracias, muchas gracias...! - mientras sus ojos se llenaban de lágrimas de agradecimiento y sus brazos lo buscaban, para abrazarlo y pegarse a él -. Y atónita se quedó. Como le sucedía también a doña María; Luz, no podía entender lo que le estaba pasando; estaba recibiendo una fortuna de manos de su amadito. No se trata de que el amor se cuantifique con dinero, nada más lejos de la realidad; pero comprobar que, por amor, su amado estaba haciendo este tipo de cosas, era algo bellísimo. Ciertamente, Arango era de por sí un hombre generoso. Los miembros de su cuadrilla lo pueden atestiguar en el trato que a diario reciben del

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matador. Pero en este día y, en esta ocasión tan trascendental, teniendo a su lado a las dos mujeres que más amaba en el mundo, era el momento de la gratitud y de la solidaridad suprema para con su gente amada. De pronto, ella reaccionó y sin importarle nada ni nadie sin dejar de mantener abrazado a su amado, Luz le dijo: - ¡ Luís, te amo, te amo, te amo; eres el ser más bello que Dios ha puesto sobre la Tierra ! – y prosiguió muy contenta diciendo – ¿ te imaginas la cara de mi madre cuando vea esta suma de dinero ?. No, Luís, no puedo ni siquiera imaginármelo; tendrás que acompañarme a casa que, sin duda, se nos desvanece cuando lo vea. No voy a quedarme ni con un solo dólar; toda la suma se la entregaré a mi madre para que lo administre. ¡ Gracias, mil gracias amor de mi vida !. Abrazados como estaban, Luz le dio a su amadito un beso apasionado; un beso lleno de amor, de ternura y de gratitud. Él ya sabía todo lo que ella sentía por él; pero, así todo, una vez más, Luz quería mostrarle a Arango todo lo que le dictaba su corazón. Ahora sí que estaban dichosos y, cundía la euforia, y todo gracias a que momentos antes, dentro del corazón de Arango subyació la idea que, tenía que hacer algo para erradicar el dolor que las mujeres de su vida estaban sintiendo ante lo que habían presenciado respecto a la muerte de Raúl García y que para rematarla, hacía apenas un rato atrás, se había sumado el desagradable episodio de la moto, que había terminado con él maltrecho en el piso. ¿ Qué hacer ?. Lo que hizo. Intentar cambiar el signo de lo que estaban sufriendo y, mediante una tremenda alegría, logró revertir el triste palpitar de sus corazones y darles un tremendo gozo de felicidad. Si en la arena Arango era un artista, quedó claro que, en la vida, era un gran mago blanco. Las pruebas así lo delataban ante los suyos.

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Capítulo # 30

REINÓ LA ALEGRÍA

Y

a de regreso en Cali, Arango quedó instalado en el hotel donde vivía;

digamos que, durante todo su periplo colombiano, dicho hotel era su morada. Su madre se marchó a su casa y, contenta como estaba, sabia que, al llegar junto a sus otros hijos y su marido y darles la noticia del regalo que su hijo les había hecho todos estarían felices; no podía ser de otro modo. Luz estaba disfrutando de los días de permiso que le habían dado en el Sératon pero, estaba ansiosa por llegar a su casa. Le pidió a Luís que la acompañara pero él le dijo: - No, mi amor. Es un momento importante el que tienes que vivir junto a los tuyos y, no quiero restarte protagonismo. Tu madre se sentirá muy feliz con el regalo que le harás y, esa dicha quiero que la compartas con ella y con todos los tuyos. Yo me quedo aquí en el hotel y, mañana, cuando vengas a trabajar ya me contarás las sensaciones que has tenido con tu adorada madre. - ¡ Gracias, Luís !. ¡ Una vez más te lo digo ! ... ¡eres el ser más bello que Dios ha puesto a mi lado !. Un taxi llevó a Luz hasta su casa. Ella iba sonriendo en el transcurso del trayecto; y lo hacía porque sospechaba que, la sorpresa que se llevaría su madrecita sería inmensa. La muchacha comprendía que, lo ocurrido, en todos los órdenes, a su madre le parecería tan irreal que quedaría anonadada. Ya dentro de la casa, la emoción de volver a ver a su hija, era algo maravilloso para doña Liliana. Era la primera vez que, la muchachita pasa varios días fuera de casa y, volverla a ver era la dicha más grande que ella en calidad de madre podía sentir. - ¡ Hija de mi vida ! – exclamó doña Liliana - . - ¡ Mamá, qué ganas tenía de abrazarte !. ¡ Ya estoy nuevamente en casa !. Abrazadas como estaban, doña Liliana tenía la sensación de que hacía años que no platicaba con su hija. - Cuéntame todo lo ocurrido - le dijo doña Liliana a su hija - . Me enteré por los noticieros de la muerte de ese muchacho mexicano y, pasé unos momentos de angustia terrible; por un instante, hasta creí que pudiera haber sido Luís el torero herido. ¡ No te imaginas, hijita querida, que mal rato pasé !. Porque, en la radio

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pude escuchar el percance pero, no alcancé a escuchar el nombre del torero herido y, temí que pudiera haber sido Luís. - Sí, madre; nosotros también pasamos un momento muy desagradable, triste y horrible. La cogida del chico mexicano nos derrumbó a todos los presentes en la plaza y, más tarde, la noticia de su muerte nos dejó consternados por completo. Luís, luego de todo eso, se fue hasta México para acompañar a la viuda del torero muerto y, demostró una humanidad inmensa y hermosa y, ante todo demostró poseer un corazón solidario como pocos. Según me contó Luís; Norma, la viuda quedó dentro de su dolor, reconfortada por todo cuanto Luís hizo por ella. - ¡ Qué admirable y maravilloso esto último que me cuentas hijita !. Comprenderás, Luz mía que, tras lo ocurrido en Bogotá no volveré nunca más a los toros y, mucho menos, si torea Luís. Imagino todo lo que pudiste sentir en tan amarga tarde y, no, no quiero ni pensarlo. Como espectáculo me parece hermoso; pero no puedo soportar todo el dolor que en dicha profesión puede existir. Pudo haber sido Luís el torero muerto y, entonces, de tan solo pensar lo que tú hubieras sufrido, yo creo que me hubiera estallado el corazón, hijita querida. - Madre, relacionado con todo esto que me dices, te cuento que Luís me ha hecho comprender que, estos accidentes forman parte de esta profesión maravillosa que él ha elegido y a la que yo, ahora, comprendo y respeto mucho. Es cierto porque, como dices, pude palpar el dolor en el rostro de doña María, su madre, por la pérdida de la vida de Raúl García, que era tan solo un torero que confirmó a su hijo amado y me lo puedo imaginar, con suma facilidad, en el de Norma Contreras, la esposa del torero caído – y digo así, porque yo a ella no la quise ver, no lo hubiera resistido – y, te puedo asegurar que todo ese dolor de ese momento no se lo desearía a nadie, ni a mi peor enemigo. Pero ellos, mami, los toreros de vocación, saben a lo se exponen y lo hacen porque el amor que sienten por su profesión es mucho más grande que el que sienten por su vida. Y eso merece respeto, tolerancia, comprensión y mucho amor. Hoy solo nos queda rezar por el alma de diestro mexicano. La vida, madrecita, no es como nosotras quisiéramos que fuera, sino más bien es, como en realidad se desarrolla y, de tal forma tenemos que admitirla y vivirla. Al margen de dicho accidente, me quedo con toda la gloria que Luís alcanzó en su confirmación de alternativa puesto que, como sabes, en su primer toro, logró un éxito sin precedentes; éxito que le ha valido muchísimo. Ya está contratado para las próximas corridas en Bogotá y, su cartel, en lo que restan de las ferias colombianas, ha crecido muchísimo; ahora se lo espera con más y verdadera expectación y, eso es buenísimo para el devenir de su carrera. ¿ Sabes una cosa, madre ?. A Luís lo han contratado para la próxima feria de San Marcos, en Aguascalientes, la ciudad natal de Raúl García. Todo eso es hermoso. Luís está viviendo un momento lleno de gloria que, a Dios gracias y si Él me lo permite me gustaría poder saborearlo junto a mi amorcito. Doña Liliana escuchaba a su hija con suma atención. Es cierto que, desde siempre, la compenetración entre los sentimientos de ambas era admirable; no hay que olvidar todo lo que esta señora sufrió cuando Luz, ilusionada por la idea de marcharse a España, ante las dificultades que ello entrañaba, tuvo que bregar desde

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el fondo de su alma para hacerle comprender a su hija, que su idea no era la adecuada y, Dios mediante, y el tiempo le han dado la razón. Ahora, a medida que la iba viendo feliz y dichosa, se iba contagiando y, ese contagio, las iba embelesando a las dos. Madre e hija, en ese preciso instante, estaban sintiendo lo mismo; una alegría que las desbordaba. Así, relajadas como estaban, creyó Luz que había llegado el momento de sorprender a su madrecita. Si aquél momento, para doña Liliana era feliz por el hecho de tener, a su lado, a su hijita querida, ahora ella – su madre - tenía derecho, pensaba Luz de disfrutar además de un momento irrepetible. Su corazón le indicaba que este era el momento correcto para darle la sorpresa que tenía escondida. - Quiero hacerte un regalo, mamá – dijo Luz -. Abre el bolso y una cosita que hay dentro es para ti. Te pido que no te alarmes; asómbrate sí, pero no te asustes. Ya, de la forma como Luz se lo había anticipado a su madre, dejaba a ésta un tanto perpleja; casi no se animaba a abrir el bolso que su hija le había pedido que abriera. Las manos de doña Liliana estaban temblorosas; y, no acertaba en abrirlo bien. Por fin, una vez que lo logró, metió la mano dentro, tanteó y luego observó un sobre cerrado pero que abultaba mucho. - ¿ Qué es esto, hija mía ?. - Tómalo y ábrelo, por favor. Bueno, antes de que lo abras, deja que te diga que es un regalo que Luís me ha hecho para ti; digamos que para todos nosotros pero que yo le he dicho que, serás tú la receptora de dicho regalo, la “administradora” de todo lo que vas a ver. Doña Liliana, muy intrigada, finalmente abrió el sobre. - ¡ Hijita, es dinero, mucho dinero ! - exclamó ella -. ¡ Por el amor de Dios, es muchísimo dinero !. ¿ Por qué ?. ¿ De dónde los has sacado ?. ¡ Devuélvelo a su procedencia, - soltando el sobre otra vez dentro del bolso - por Dios te lo pido !. ¿ Qué has hecho, amor ?. Esto es una locura. ¡ Jamás en mi vida había visto una suma tan grande de dinero!. ¡ Vete ya, por favor a devolver este dinero !. ¡ Por lo que más quieras, devuélvelo a su origen; esto es una locura !. ¿ Cómo se te ha ocurrido hija de mi vida ?.. Nunca creí que pudieras hacer algo así. ¡ Llévate este dinero, de mi vista, ahora mismo, Luz de mi vida !. Doña Liliana se puso muy mal; no escuchaba lo que le decía su hija y, su único deseo era que desapareciera de su vista aquel dineral; que para su realidad, era una locura que además les amargaba la vida, puesto que se le había cruzado por la cabeza, la idea de que, por sacarlos de la pobreza, su hija adoraba hubiese cometido un delito tremendo. - ¡ Mamá, atiende, por favor, lo que te digo !. Te previne que no te pusieras nerviosa. Te dije que este regalo te conmovería y, así ha sido. Pero, ¡ escúchame, madrecita !. Este dinero me lo ha dado Luís para ti. “ Luís, para ti ” – recalcó Luz -, ¿ comprendes ahora, lo que te digo mamá ?. ¡ Sí, es cierto !. Es la cuarta parte de sus

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honorarios de la corrida que toreó en Bogotá. Como anécdota te diré que, Luís, tras percibir los cuarenta mil dólares por sus honorarios, los dividió en cuatro sobres y a uno de ellos lo llevaba él en un maletín que le habían dado en la empresa cuando le pagaron y, nos atracaron por la calle, allá en Bogotá y se quedaron con todo ese dinero. Yo llevaba esta suma que hoy te he entregado a ti; Rodolfo, otra de igual cuantía y, doña María, la madre de Luís, el resto. ¡ Aquí hay diez mil dólares, madre ! – dijo Luz tomando el sobre y volviéndolo a poner entre las manos a su madre a la par que se las apretaba fuertemente y sacudía, como para rescatarla de su alteración; y prosiguió diciendo - que, Luís, en un gesto de generosidad inmensa que lo honra, ha querido regalármelos para que, en su nombre, yo te lo entregue a ti. Dime por favor, madre, ¿comprendes ahora esto que te digo ?. - ¡ Sí, si hijita, lo comprendo !. ¡ Perdóname ! ... es que yo pensé... ¡ Nada, hijita, no me hagas caso !. ¡ Qué feliz me siento ! – Dijo doña Liliana sin poder ocultar sus lágrimas -. Llama a Luís, por favor Le quiero mostrar mi gratitud. Bueno, no, mejor no lo llames; mejor dile luego, cuando lo veas ó hables con él que, mañana, por favor, cuando tú termines de trabajar, si sus compromisos como artista se lo permiten, que digo yo que lo espero aquí en casa para cenar con nosotros. ¡ Lo quiero abrazar con todas mis fuerzas ! ... y darle las gracias con todo mi corazón. ¡ Ese muchachito es un ser tremendamente bueno !. Y no lo digo por este dinero que nos obsequió, sino por sus actitudes, que abarcan a ésta y las demás que me has contado. Tiene una linda forma de ser. ¡ Cuánto me alegro hijita, qué Dios los haya acercado uno al otro !. Porque tú, mi tesoro, eres un alma tan buena como él – dijo doña Liliana abrazando a su hija y depositando un beso sobre su frente -.

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Capítulo # 31

ARANGO, ARRIBA A MÉXICO

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ientras

Luz y su madre estaban saboreando la dicha del regalo que para

ellas había supuesto, el hecho que, Luís les entregara aquella suma de dinero tan importante; al parecer, el universo estaba ahora confabulando a favor del diestro. Se hallaba el torero en su hotel y, de pronto sonó el teléfono. - ¿ Señor, Arango ? – se oyó al otro lado del cable -. - Si, soy yo, ¿ dígame ? – respondió Luís -. - Le habla Nacho Sanz, soy el gerente de la Monumental Plaza de México y, quería contratarlo para la temporada grande antes de que se marche usted a España. Ya me ha dicho mi colega de la plaza de toros de Aguascalientes que lo ha contratado para la próxima feria de San Marcos. ¿ Tendrá usted alguna fecha libre para dentro de dos domingos, es decir, para cerrar la temporada de aquí con broche de oro ?. Hemos sabido de sus grandes triunfos en Colombia y, nos ilusiona que usted nos obsequie con su arte, también aquí en La México, maestro. Luís quedó expectante; hasta le parecía casi imposible que le estuviera sucediendo una cosa tan buena; en realidad, ilusión la tenía toda por actuar en dicho coso pero, él siempre lo había visto como algo muy difícil. Sin embargo, ahora, lo que era un sueño, dentro de quince días se tornaría realidad. El diestro imaginaba el coso más grande del mundo lleno por completo y, se le erizaban todos los vellos de su cuerpo, como si un relámpago helado lo hubiese alcanzado. A cualquier diestro del mundo le agradaría muchísimo ser reclamado para dicha plaza. Y, Arango era el afortunado en esta ocasión. - Espere, señor, le paso a Rodolfo, mi apoderado y ajustan ustedes todo; fecha, honorarios y todos los detalles al respecto de mi contratación. Ha sido un placer hablar con Ud. Hasta pronto y muchas gracias por su deferencia – dijo Luís al empresario –. Tres minutos más tarde estaba todo solucionado. - ¡ Luís ! - dijo Rodolfo -. ¡ Hemos concretado todo al instante con Sanz !. Había mucho interés por contratarte y, todo ha sido muy sencillo. ¿ Te acuerdas cuando mendigábamos una actuación ?. Ahora, ya viste, ¡ nos llaman !; antes suplicábamos actuar y, al acabar, si les gustaba nos pagaban algo; ahora, para que toreemos, nos pagan antes y, lo que nosotros pidamos. Sí, amigo, Dios mediante, estaremos en La México el próximo día 15. Todavía no sabemos el cartel, pero tú serás la base del mismo, respaldado por dos diestros mexicanos de renombre. Es la última corrida de

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la temporada grande y, como dice Nacho, quiere cerrar la temporada ¡ bien, por lo alto !. La noticia se propagó muy rápido y, al margen de los suyos, la prensa, radio y televisión colombianas se hicieron eco de la misma y, todos los medios reclamaban al diestro triunfador. Luís corrió a buscar a Luz que, cumpliendo sus tareas en el hotel y, atareada como estaba, atendió a su amadito. - ¡ Luz, mi amor; nos vamos para México en diez días !. ¡ Tienes que acompañarme !. Terminan de contratarme para cerrar la temporada grande en La México. ¿ Sabes ?. ¡ Estoy muy feliz !. Mis triunfos acá están teniendo una repercusión en el extranjero de una forma que yo no hubiera imaginado jamás. En España, ya formo parte de los carteles de Sevilla y de Madrid, al margen de otras plazas. Pero ¡ lo del Embudo de Insurgentes me ha conmovido !. ¿ Será acaso la novedad que para mí supone actuar en la plaza más grande del mundo ?. Como sabes, tenía dos corridas previstas para Aguascalientes en la feria de San Marcos pero, los acontecimientos corren más rápido que uno mismo; todo se ha adelantado y, repito, ¡ te vienes conmigo !. - ¡ Amor ! - respondió la muchacha - ¡ conseguirás que me echen del trabajo ! dijo Luz esbozando una bella sonrisa -. ¡ Iré contigo y si tú me lo pides, voy contigo a cualquier parte del mundo !. Y se “colgó” del cuello de su amado, para felicitarlo, besándolo y abrazándolo fuertemente, dichosa y feliz. Sabía lo que significaba para él, esta buena noticia, de su mundo del toreo. - No sufras que, respecto al trabajo, tú sabes que, lo que yo le pida a la gerencia del hotel me lo conceden; y lo que les voy a pedir no es ningún abuso. Yo soluciono todo, mi vida. ¡ Ya me veo contigo en México !. Por Dios, ¿ cómo es posible tanta dicha ?. Sigamos rezando para agradecer, amor; porque es evidente que Dios está con nosotros. Cuando Luz le contó a su madre los planes que tenía para dicho viaje, la señora se quedó un poco triste; ella temía que Luz comenzase a tener problemas en el trabajo, y si bien sabia que Luis nada permitiría que le pasase, no le gustaba la idea de que tal vez pudiese llegar a perder ese trabajo, quedando así sin independencia económica; a su vez, saber que su hija se marcharía “sola” a México, igualmente la ponía melancólica. La madre de Luís, por su parte, cuando él le contó sobre este nuevo acontecimiento de su vida rompió a llorar. Se acordó de la tragedia del muchacho mexicano y, no pudo contener sus lágrimas. Sin embargo, ellos, por separado y juntos, hicieron comprender a los suyos la magnitud de dicho viaje. Habían pasado los días y, sin darse cuenta, ambos estaban aterrizando en el aeropuerto de México D.F. Luís no sospechaba todo lo que se le avecinaba. Quizás, él no era absolutamente consciente de lo que era su presencia y actuación en el mundo del toreo ni, por supuesto, lo que en el mismo representaba. Y sin embargo, nada es más cierto que, todos los medios de comunicación se hicieron eco de su llegada y, tras bajar de la escalerilla del avión, parecía que había aterrizado la personalidad más relevante esperada por México.

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Decenas de periodistas y aficionados corrieron a su encuentro; todo era parabienes, felicitaciones, aplausos y gestos de complicidad por parte de toda esa gente. Si Luís estaba aturdido, Luz estaba anonadada; no daba crédito a cuanto estaba viviendo. Era una manifestación de cariño tan multitudinaria la que el mundo del toreo de México le estaba tributando a su amado; toda la prensa taurina se hico eco de su llegada y, la algarabía resultó monumental. Como cortesía, los esperaba Nacho Sanz, el empresario de La México que, en su Rolls Royce vino a buscarlos al aeropuerto para llevarlos al hotel. Sanz tuvo que esperar mucho rato hasta que Luís terminara de atender a toda la prensa y demás gente. Era lógico puesto que, dos días más tarde, su persona sería el epicentro del cartel taurino en la primera plaza del mundo. Declaraciones de todo tipo, fotos por doquier, abrazos, autógrafos firmados por Arango; todo lo que estaba ocurriendo cuadraba dentro del arquetipo del ídolo que era él en aquellos momentos para esa entusiasta multitud. Todos allí comentaban que, hacía mucho tiempo que un diestro extranjero no concitaba tanta expectación. Finalmente, tras atender a todos los presentes, Arango y su novia pudieron subir al auto del empresario rumbo hacia el hotel. Una vez allí instalados, tenían ganas de descansar. Había sido un viaje largo y, todo el ajetreo de la llegada, los agotó, razón de peso más que suficiente para querer descansar juntos, uno del otro; ellos, que tanto se amaban. Ese era el deseo de ambos pero, el peso de la fama del diestro era el estigma que les acompañaría, de aquí en más por todo México. Y, una muestra de esta nueva realidad la tuvieron esa primer noche, durante la cena en hotel, cuando la gerencia del mismo, como agasajo al matador, hasta contrató un grupo de mariachis que hicieron las delicias de los presentes y, en forma muy concreta, del diestro enamorado junto a la mujer de su vida. Dos horas largas duró el recital de canciones del grupo de mariachis que, engalanó la velada con todas y cada una de las hermosas y afamadas melodías de José Alfredo Jiménez, y de otros muchos, talentosos compositores, más. Rendidos como estaban, eran ya, las altas horas de la madrugada; cuando, por fin, pudieron recluirse en su habitación, una lujosa suite a la que habían sido invitados por el empresario de la plaza. Todo un detalle. Digamos que, el matador estaba, lo que se dice, “puesto” en las cuestiones hoteleras pero, Luz, estaba alucinada con dicha habitación; los únicos hoteles que ella conocía, hasta ese momento, eran el Sératon y en calidad de limpiadora y ese otro de Bogotá, pero éste era verdaderamente asombroso. En definitiva, todo esto le resultaba a ella, como un bello cuento de hadas. Ya en la paz de la media noche, Arango y su novia hicieron el amor hasta caer exhaustos. Por distintas razones, hacer el amor se les había tornado a ellos, casi como una quimera. Y a partir de este momento, tenían, frente a sí, su gran noche. No era cuestión de desperdiciarla. Vendrían muchas más, seguramente; todas las que demandaría su amor pero, aquella era muy especial. Estaban felices y, en sus oídos, todavía retumbaban las dulces melodías de aquellos mariachis que, con toda complicidad y llenos de las mejores buenas intenciones del alma los habían invitado a

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la más ampulosa celebración del amor ya que, en definitiva, para eso ellos cantaban, con sublime intención. Te amo, te quiero, te adoro, te necesito ... fueron las palabras que ambos se susurraron con inmenso amor y pasión durante toda esa deliciosa noche.

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Capítulo # 32

EL VALOR DE LA AMISTAD

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ecién despertados, les pasaron una llamada que, en principio, hasta los

hizo preocuparse. Jamás hubieran pensado que sería la persona que estaba ahora al teléfono la que llamaba, ya que era la que menos esperaban; ciertamente, en un primer momento quedaron preocupados. Pero, muy pronto salieron de dudas. - ¿ Señor Arango ? – se escuchó al otro lado del cable -. - ¿ Si ?. ¡ Dígame, por favor ! – respondió el diestro –. - Soy Norma Contreras, Luís. Me enteré por los noticieros de que venías a México y, amigo querido, no he podido resistir la tentación de llamarte. Perdona que moleste tu atención pero, creo que era mi obligación moral llamarte para agradecerte, una vez más, todo lo que por mi marido y por mí, hiciste. - Gracias, Norma. Es una dicha poder saludarte. Me honras con tu llamada, señal inequívoca de que me profesas amistad y cariño y, repito, soy yo el orgulloso de saberte bien. ¿ Has podido ya superar, al menos en parte, el amargo trance de la soledad, sin tu marido ?. - Sí, Luís, el tiempo restaña todas las heridas, hasta la mía que, como viste, yo creía que era incurable. Estoy entregada a mis hijos y ellos son el centro de mi vida. No podré ir a verte el domingo en La México pero, amigo, te deseo el mayor de los éxitos; que tu nombre empiece a sonar con más fuerza que ninguno. Yo Luís, soy una mujer afortunada; te conocí en calidad de ser humano antes que torero y, como tal, me has emocionado hasta el alma. Tu calidad de amigo y de buena persona vive dentro de mí ser y, como premio, por todo este cariño y esta solidaridad que tu entregas, estoy segura, que Dios ha posado sus ojos de una manera especial en ti y, además con toda seguridad me atrevo a afirmar que tendrás un éxito sin precedentes, no solo en el ruedo sino en la vida. ¿ Puedo pedirte algo, Luís ?. - ¡ Gracias mujer ! y por supuesto, que puedes pedirme algo. Ya te he dicho que, todo lo que de mí necesites, que no dudes en pedírmelo. - ¡ Gracias amigo ! y siendo así, quería pedirte que ahora que estás en el D.F. , me gustaría que, por favor, visites a un amigo de mi marido que está pasando por un trance amargo. Se trata de Rodolfo Martín “El Mago”. Está internado en la Clínica Guadalupana. Rodolfo es un gran torero del que habrás oído hablar muchas veces; un genio incomprendido al que los empresarios han maltratado sin piedad; yo diría que, son éstos los que han hecho que la vida resulte injusta con él. Y para sumar pesares a estas desdichas, Rodolfo es adicto al alcohol y, así es como sucede, al

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parecer que, a veces las vueltas del destino nos juegan aún más en contra, ayudadas por nosotros mismos y, como me han contado, la muerte de mi marido lo ha sumido en el peor de los caos emocionales; de nuevo lo ha atrapado la bebida; me han dicho que está destrozado. Yo te agradecería que si te es posible, fueras a visitarlo por dos razones; primera porque se alegrará muchísimo que el diestro de moda colombiano repare en su persona y, segunda, para que lo hables, lo motives, lo convenzas y le hagas saber que, ante todo, nada vale tanto como la vida. Y estoy segura que tú podrás convencerlo, Luís querido. - ¡ Por Dios, Norma !. ¡ Cuenta conmigo !. Es más, será un honor compartir una tarde con Rodolfo Martín, ese genio del toreo del que tanto tenemos todos que aprender. No sabía de su adicción al alcohol y, eso si que me pone muy triste. Entiendo perfectamente que la muerte de tu marido lo haya sumido en esa depresión en la que se encuentra porque, como me contaste en su oportunidad, eran muy amigos. Ahora bien, como podrás apreciar, a nivel profesional, tu marido, como torero de élite, no era el único diestro importante que respeta y admira al Mago. Yo también, lo he hecho siempre. Si, Norma, esta tarde, cuando haya cumplimentado con los medios, junto a Luz, iremos a visitar a Rodolfo a esa clínica que me has mencionado. - ¡ Gracias, Luís !. ¡ Eres un ser espléndido al que Dios acompañará siempre !. Dale a él un abrazo de mi parte y dile que, que ni bien se reponga, se venga a pasar unos días en mi casa, aquí en Aguascalientes. Salúdame a Luz y de mi parte y menciónale que digo yo que estoy convencida que ella, comparte amor con el hombre más bello del mundo. Y si Dios quiere nos veremos el próximo mes de abril aquí, en Aguascalientes, porque como todo el mundo sabe tienes contratadas dos corridas en la feria de San Marcos. Que todo te vaya muy bonito, amigo querido. Las palabras de Norma llenaron de ternura a Luz; ella había escuchado la conversación y, estaba emocionada por todo lo que Norma le había dicho a su novio. - ¿ Quién es ese tal Rodolfo ? – preguntó Luz -. - Se trata de un genio incomprendido del toreo mexicano. Lleva treinta años como matador de toros y, hace tan solo tres años que, por fin, pudo demostrarle a todo el mundo que siempre estuvieron equivocados con él y que se lo estuvieron perdiendo de disfrutar todo este tiempo. Ha sido una víctima de las terribles injusticias que se suelen dar cita en nuestro mundo. Y, como sabes, era muy amigo de Raúl y, su muerte, lo ha sumido en una inmensa depresión y, lamentablemente, sus penas, las ahoga con el alcohol porque su genialidad no ha encontrado aún otra forma de demostrar su arte. De novillero, resultó ser el único diestro que llenó a reventar el coso de Insurgentes. Es un diestro genial, Luz, donde los haya al que, te repito amor, la vida ha maltratado sin piedad. Iremos a visitarlo esta tarde. La mañana transcurrió para Luís atendiendo a todos los medios de comunicación. El hotel era un hervidero de ellos; prensa, radio, televisión; todos se habían dado cita para intentar sacar las impresiones del joven diestro colombiano que llegaba a La México con aires de figura; con vitola de diestro famoso. Más de dos horas duró el encuentro con los comunicadores y ese es, justamente, parte, del precio que se tiene

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que pagar por la fama. La fama esa “señora” que te absorbe, te abruma, te roba tiempo, libertad y, en definitiva, te hace prisionero eterno de tu ego. Si somos sinceros, la fama es la peor “señora” del universo y, sin embargo, muchos, quieren vivir a su lado. Y digo que es la peor porque, llegado el caso, cuando ésta te abandona, apenas eres nadie; un torero, en este caso, tiene que mentalizarse inmensamente, prepararse de una manera especial para que el día, en que la “señora” fama lo abandone, pueda asumir la vida tal como es en realidad, a partir de ese momento y no como le gustaría que siga siendo. A Luís se le notaba ya el cansancio; que su condición humilde le denota respecto a la fama; no es lo que él hubiera querido. Arango buscaba triunfar en los ruedos pero, nunca pasó por su mente todo lo que su carrera llevaba implícito. Luís hubiera querido ser muy conocido dentro de los ruedos, su más grande ilusión; pero lo que él no contaba es que, tras despojarse del traje de luces, dentro del mismo hay un ser humano que tiene que pagar también el impuesto que la señora fama exige. Luz observaba todo con lujo de detalles. Era testigo presencial de cuanto estaba viviendo su novio y, aquella situación la estaba poniendo tensa. Preguntas por doquier; lo lógico e ilógico, todo se aunaba para que el diestro fuera pasto de los medios de comunicación. Veíamos a Luís con cara de resignación. Ese era, claro que sí, el pago por la fama. Dentro de todo aquel cansancio mental que suponía atender a tantas personas, había que mirar el lado bueno de todo aquello; la gran repercusión que tendría su persona de cara al cartel del día siguiente en La México que, como todo el mundo sabía, llevaba varios años casi vacía de público; apenas nadie reparaba en los carteles que se confeccionaban y, salvo en contadas ocasiones en las que participaban grandes diestros hispanos, el aficionado de México parecía estar reñido con la organización de dicha plaza. Nadie puede creer que una afición se vaya de dicha plaza sin motivo alguno. El aficionado lo es por siempre y para la eternidad. ¿ Qué ocurre ?. Que nadie quiere sentirse engañado y si los carteles que se le ofrecen no son garantía de algo interesante, sencillamente, ocurre lo que en cualquier espectáculo o negocio; la gente deja de ir. Es como aquel restaurante que en su día tuvo mucho prestigio y, por pretender engañar al cliente, baja la calidad del menú y el servicio y, la gente, poco a poco, deja de visitarlo. Ahora, ya solo les quedaba el almuerzo, un pequeño descanso y, como estaba previsto, visitar a Rodolfo Martín “El Mago”. -Recuerda Luz, Clínica Guadalupana - dijo Luís-. A las 5, si te parece bien, llamamos un taxi y nos marchamos para visitar al maestro. - Sí, Luís. Me parece bien y me entusiasma mucho conocer a ese hombre.

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Capítulo # 33

EL MAGO

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onforme tenían previsto, todavía no eran las cinco de la tarde y ambos

enamorados partían hacia la Clínica Guadalupana para encontrarse con El Mago. Acudían a dicho centro atendiendo el pedido de Norma Contreras y, durante el transcurso del viaje Luís llevaba en su pensamiento al artista incomprendido. Se ponía en su piel y, en su fuero interno reconocía que probablemente, él quizás hubiera hecho lo mismo que El Mago; ver que te lo arrebatan todo y que no te dejan ni te permiten ser el que en realidad tú eres, eso destroza al más grande de los seres humanos, aunque sea torero quienes, por lo general, es sabido que son seres dotados de una fuerza interior extraordinaria, que nada tiene que ver con el resto de los mortales. Se imaginaba Luís que, el encuentro sería emocionante. Arango conocía por completo las vicisitudes de El Mago y, barruntaba que el encuentro tendría que ser muy emotivo. Luz, desconocedora de la magnitud artística de Rodolfo, estaba más tranquila; para ella, se trataba de visitar a un amigo de Norma, un torero, pero ella no tenía ese convencimiento de que, el personaje con el que se encontrarían era diferente, mágico y único; mucho menos sospechaba, acerca de la calidad de persona que pudiera ser este tan mentado Mago. Una hora más tarde estaban frente a la clínica. Se acabó el trayecto, - dijo el taxista -. Dentro del recinto hospitalario preguntaron en recepción. - Por favor, - dijo Luís - ¿ la habitación del señor Rodolfo Martín, El Mago ?. - ¿ Quién es usted ? – preguntó la señorita de recepción -. - Soy Luís Arango, matador de toros colombiano y vine a visitar al maestro. ¿ Podría usted avisarle ó si me lo permite, que subamos a su habitación ?. - ¡ Perdón, señor Arango !. No lo reconocí en persona y eso que los medios de comunicación, en estos días solo hablan de usted. Si, ¿ cómo no ?. Seguro que Rodolfo se alegrará mucho de verlo. Puede usted subir. Está en la habitación 206 de la segunda planta. La joven pareja tomó el ascensor y, en breves momentos estaban frente a la habitación del maestro Rodolfo Martín “El Mago”. Llamaron a la puerta y, en tres segundos “El Mago” abría la misma. Era el mismísimo Rodolfo que, un poco demacrado tal vez, los recibía en persona.

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- ¡ Don Rodolfo ! – exclamó Luís – . ¿ Me reconoce ?. Por un momento, “El Mago” quedó perplejo. No lo reconocía. Su cara de estupefacción lo decía todo. Solía recibir pocas visitas y, aquella, lo había puesto en vilo. Unos chicos jóvenes habían reparado en su persona y, este hecho de por sí, como tal, lo dejaba abrumado. - ¡ Maestro !. ¡ Soy Luís Arango, el torero de Colombia !. - ¡ Luís, por Dios ! - dijo “El Mago” - si en esta ciudad no se habla de otro tema que el de tu presentación mañana en La México. ¡ Qué alegría tengo de verte muchacho !. ¿ Cómo se te ha ocurrido venir a verme ?. Me siento bendecido en este instante, matador. Todos los aficionados nos encontramos expectantes ante tu actuación de mañana. Por cierto, has llevado a cabo una temporada magnífica en Colombia y, al parecer, te espera una gran campaña en España. - Es una dicha maestro, poder abrazarlo. Me lo sugirió Norma Contreras que viniera a visitarlo y, esa sugerencia, de pronto se convirtió para mí en un deseo inmenso. He visto todos los videos de sus actuaciones y, la verdad, Maestro es que todos los que nos preciamos de ser toreros, tenemos mucho que aprender de usted. Sus arrebatos, sus genialidades y todo su arte, Rodolfo, me dejan casi sin sentido cada vez que veo sus presentaciones. - ¡ Ay, mi Normita !. Ella es como una hija para mí. He quedado destrozado ante la muerte de Raúl; éramos muy amigos. Tendría que haber sido yo el que debería de haber muerto en una plaza de toros porque, ahora, como ves, soy un cadáver ambulante. Me derrumbé y, ahora, fíjate, tú, el testigo de aquella cogida de muerte has tenido la deferencia de venir a visitarme para contarme. Y por cierto, vaya faena que llevaste a cabo con el toro de tu confirmación de alternativa, matador. Bueno, y ahora sí, cuéntame, ¿ cómo fue la cogida mortal de Raúl García ?. - Mire, maestro, Raúl venía muy dispuesto. Mi gran triunfo lo había espoleado y, mi padrino de ceremonia no quería irse vacío de nuestra plaza de Bogotá; es más, era su presentación en mi país y, él no quería irse sin el triunfo. Era el segundo toro de la tarde y, Raúl le enjaretó un aplaudido quite por verónicas y, como le sucediera al español Paquirri, en el último lance, incomprensiblemente, el toro lo venció por el pitón derecho y se lo hundió totalmente en la ingle. Todos comprendimos que la cogida era grave; la sangre, el desvanecimiento del diestro; todo hacía presagiar que la cornada era muy fuerte, como decimos los toreros. Pero como usted sabe, los toreros siempre tenemos la esperanza de que, la pericia de los doctores con la guía de Dios, haga el milagro. Ellos hicieron todo lo que estuvo al alcance de sus manos pero, cuando salió a la arena el último de la tarde, en aquel momento, Raúl entregaba su alma al Creador. Rodolfo escuchó atentamente el relato de Luis y, cuando este terminó de hablar, se quedó en silencio; con la mirada, clavada en el piso y los ojos llenos de lágrimas que inútilmente intentaba contener. Luis, entonces, prefiere cambiar de tema y, decide comenzar a interesarse por la persona de su admirado Maestro ya que, en definitiva

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a eso había venido. Entonces, ahí no más y sin respiro para no seguir con este tema que lo lastimaba tanto, le espetó: - Y, por cierto, ¿ cómo se encuentra usted, maestro ?. - Estoy mal, amigo. Una vez más me he tenido que internar en esta clínica para desintoxicarme. Me ganó la batalla el alcohol; no supe afrontar mi situación y, ya viste, me refugié en la bebida. He sido un diestro muy humillado por la vida, por la sociedad, por los empresarios y, eso de que mi arte no resplandeciera como en verdad merecía, me derrotó. Me abandonó mi esposa, la gringa. Quizás tenía ella razón; se llevó a mi hija y, según me han contado, viven en Miami. Todos los males se me juntaron, razón por la que me aboqué a esta desdichada vida. Ni mis éxitos de hace dos años en La México y en todos los estados, han servido para que yo vea la luz en este oscuro túnel en el que me encuentro. Son treinta años como matador de toros y, en el otoño de mi existencia, ni siquiera puedo ordenar mi vida. La desesperación me ha vencido; el dinero que gané se lo llevaron otros y, mi pena, Luís, mi gran pena es que mi madre sigue sufriendo por mí a sus 85 años. Voy a cumplir sesenta años el próximo mes de mayo y, siento que mi vida se ha acabado. En realidad, no quiero vivir. Por eso te decía antes que, un toro debería de haberme matado en alguna de las tantas plazas de toros que estuve. Hubiera sido una muerte gloriosa, no se si la que yo merezco, pero sí la que deseo. - No diga eso, maestro. A usted le quedan todavía muchas páginas bellas por escribir en el glorioso libro de la tauromaquia. Yo hubiera sido feliz si, mañana, usted hubiera sido el padrino de confirmación en La México. El destino no ha querido pero, fíjese, no descarto la idea de que nos encontremos en algún cartel de tronío. De mi parte, haré cuanto esté en mi mano hacer para cumplir con este deseo mío y si usted no se opone, claro; mire, voy a proponérselo a la empresa de Aguascalientes, donde estoy contratado para tan importante feria. Si, Maestro, esa feria de San Marcos a la que usted conoce tanto y en la que ha logrado tantos éxitos. Le suplico arrodillado que deje usted la bebida; se lo pido por Dios, Maestro; usted es mucho más que una maldita botella de alcohol; usted es el referente del arte y de la magia, por algo un día lo bautizaron como “El Mago”. Ese apodo dice mucho a su favor y, lo que es mejor, no se lo pueden endosar al primero que pase. Se lo pusieron a usted los que conocían sus genialidades. Ser genial, maestro, es lo más grande que puede sucederle a un artista y, ese es su caso. Aquí, Maestro, delante de mi novia quiero que usted me prometa que va a dejar el alcohol: si lo hace, todos seremos felices; desde su señora madre, Normita, nosotros y, el toreo entero. Las páginas por usted firmadas en el libro de la torería vivirán eternamente; ya me gustaría a mí llegar a la mitad de donde usted ha llegado. Sepa que, aún en contra de los empresarios, usted sigue siendo el mejor, el más artista, el más rotundo, el más brujo de los diestros que existen por el mundo. Tiene que seguir usted; su carrera no puede morir como usted pretende. Nadie, maestro, de cuantos toreros estamos en activo hemos logrado sus cotas artísticas. ¡ No se maltrate entonces usted también a sí mismo, por favor !. He venido para reconfortarlo y, para hacerle comprender que, dentro de su persona, anida un artista irrepetible; no lo mate usted. ¿ Me promete usted que dejará el alcohol ? . Pero, por favor, no lo haga por mí, hágalo por usted y, ante todo, por la persona que más lo quiere en el mundo, su señora madre, Maestro.

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El veterano torero estaba totalmente emocionado. Su pecho estaba agitado, latía con fuerza su corazón. Le costaba comprender que este muchacho exitoso, le estuviera demostrando tanta admiración, respeto y cariño. Se sentía dichoso. Irreconociblemente dichoso para él, que hace tiempo se había olvidado como era sentirse así. - ¡ Prometido, Luís !. Lo voy a intentar, es más, lo voy a cumplir. El gesto que has tenido al venir a verme para darme ánimo, es lo más bello que me ha pasado en la vida. ¡ Gracias, muchas gracias, querido amigo !.

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Capítulo # 34

HA MUERTO ROBERTO

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ras haber estado el día anterior con El Mago, Arango se sentía feliz ante lo

que representaba su debut en La México luego, apenas pasada la media tarde. Dicha actuación, en el coso más grande del mundo, dejaba al diestro colombiano lleno de ilusiones. Y para ratificar su dicha, en un momento tan especial, hasta tenía la fortuna de contar con la presencia de su amadita, situación que lo colmaba de gozo. Se había formado un gran revuelo ante lo que sería su actuación esa misma tarde; La México lo esperaba y, los aficionados que por alguna razón no habían podido adquirir sus entradas con la debida anticipación, pujaban ya desde muy temprano por la mañana, para adquirir las últimas pocas localidades disponibles que quedaban. Hacía mucho tiempo que un diestro extranjero no concitaba tanto interés como lo había logrado Arango. El hotel en el que se hospedada era un verdadero hervidero de gente. Todo el taurinismo de México quería saludar al diestro colombiano. Y en parte, toda esta atención de los mexicanos, se debía a su loable actitud ante la muerte de Raúl García en Bogotá, cuando él, Luís Arango se comportó de aquella manera tan humana y solidaria con la familia del diestro muerto en Colombia. Dicha noticia corrió como un reguero de pólvora por todo México y, ahora, los mexicanos, querían rendirle gratitud a Luís Arango. Todo hacía presagiar una tarde inolvidable. No eran las doce del mediodía cuando, Arango ya se hallaba recluido en su habitación. El diestro estaba concentrado ante lo que sería su debut en La México y, quería estar solo. Había atendido ya a los medios de comunicación y, por unas horas, deseaba privacidad, con el objeto de concentrarse al máximo. En la habitación lo acompañaba solamente Luz puesto que, los miembros de su cuadrilla y su apoderado, descansaban en otras habitaciones paralelas. En casos como el citado, estar muy centrado en lo que será su futura actuación ayuda mucho al diestro que tiene que salir al ruedo a jugarse la vida y, Arango, sabedor del compromiso que le esperaba quería estar solo para lograr ese grado máximo de concentración. Relajado y feliz, el diestro se había quedado dormido. Sonó el teléfono, y lo atendió presurosa Luz para que Luis no fuera a despertarse, con el ruido del timbre, del fastidioso aparato. - ¡ Dígame ! – dijo Luz -.

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- Señorita Luz, le paso una llamada de Colombia; desean hablar con el matador – dijo el recepcionista del hotel -. - ¡ Por favor, por favor, el señor Arango ! – se escuchaba decir a una voz angustiada -. ¡ Póngame con Luís Arango ! - se oía al otro lado del cable -. - ¿ Quién habla ?. ¡ Soy Luz, su novia ! – respondió la muchachita -. - Luz, mi amor, soy María la madre de Luís; ¡ pásamelo hija, por favor te lo suplico !. - Está descansando, doña María. ¿ Le ocurre algo ? - preguntó con preocupación - . - ¡ Si, hijita, una desgracia muy grande !. ¡ Ha muerto Roberto ! - y terminado de decir esto, rompió en llanto -. Roberto Arango era el hermano mayor de Luís, un muchacho trabajador y honrado que se ganaba la vida como empleado de una fábrica de balas. La causa de su muerte, totalmente fortuita, no fue otra que, un compañero de Roberto, haciéndole una broma con una pistola, ¡ te voy a matar ! – le dijo – mientras le apuntaba con la misma, creyendo que dicha pistola estaba descargada pero al sonar el fatídico clic del gatillo, instantáneamente cae derrumbado y sangrando Roberto que, tres segundos más tarde, yació inerte en el suelo. Los allí presentes, quedaron helados y estupefactos; todos creían, en principio, que se trataba de una broma. Serafín, el que disparó, era el primero que deseaba que esto no fuera verdad, a pesar de la roja sangre que fluía, a pesar de la quietud de su amigo. ¿ Quién iba a pensar que esa pistola tenía una bala en su interior o que no tenía puesto el seguro ?. Ellos trabajaban en una fábrica de balas y había normas de seguridad industrial muy estrictas al respecto. Es más, nunca luego, se pudieron explicar como llegó esa pistola allí. El revuelo que se formó no tuvo parangón en la historia de la fábrica; todos, en un primer momento quedaron sin habla, pero luego todo fue un caos de gritos, súplicas, pedidos de médicos, órdenes y contra órdenes de llamados a ambulancias. Lo que se presuponía era un juego, una chanza entre compañeros, en breves instantes se tornó un drama insalvable. Y allí tendido, para certificarlo, quedó el cuerpo sin vida de Roberto Arango en el medio de un gran charco de sangre. La bala le atravesó el cerebro y, su muerte fue súbita. Serafín entró en un estado de shock; no podía creerlo. En breves instantes pasó de ser el compañero bromista de Roberto a convertirse en su asesino. Hasta en un momento cogió la misma pistola apuntando a su propia cabeza para quitarse la vida. Era horrible la escena. Y para su fortuna, la pistola no tenía más balas. Fortuna o desdicha, según el punto de vista de quien lo quiera ver, puesto que, Serafín deseó con todas sus fuerzas que dicha arma hubiera tenido otra munición. Allí se amontonaron todos los compañeros de Serafín y Roberto, incluyendo a la dirección de la empresa y, atónitos todos, contemplaban la escena. Un drama

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inmenso, porque ya no quedaba nada por hacer, ya no había remedio para tal situación. Serafín tuvo que ser hospitalizado debido al trauma que había sufrido. Mientras tanto, el cuerpo sin vida de Roberto Arango era trasladado a la morgue policial. - ¡ Doña María, por Dios !. ¿ Cómo dice ? - exclamó Luz -. - ¡ Han matado a Roberto !. ¡ Sí, Dios mío, Luz, han matado a Roberto !. - ¡ Señora, por el amor de Dios; no puede ser posible !. - ¡ Si, mi amor, si lo es !. ¡ Ocurrió esta mañana !. En la fábrica donde trabajaba mi pobre hijito - comenzó a contarle la desconsolada madre entre sollozos - , un compañero, gastándole una broma lo apuntó con una pistola, ésta tenía una bala y le atravesó el cerebro causándole la muerte en el acto. ¡ Estoy deshecha Luz !. ¡ No tengo consuelo !. ¡ Todos estamos rotos por el dolor !. Luís debe saberlo hija, antes de que se entere por los noticieros. Te juro que jamás lo hubiera llamado en este día porque se que todas sus ilusiones están puestas en lo que será su presentación esta tarde en la plaza de toros de México. Pero no quiero, que se entere en un momento más inoportuno aún, de la muerte de su hermano. No quiero perder otro hijo. Y yo se, que él nunca me perdonaría que yo no se lo dijera ni bien ocurrió, pero... ¡ Ay Dios mío ! ... no se que hacer hija, porque si él no puede cancelar la presentación y tiene que salir igual al ruedo, va ha estar muy afectado. El quería mucho a Roberto. Eran muy apegados. ¿ Qué piensas Luz ?. ¿ Cuándo se lo decimos a Luís ?. Tengo la cabeza nublada y el corazón roto, hija... No se bien, como proceder. - Doña María, estoy convencida de que este es, sin duda alguna el momento más dramático que le debe haber tocado vivir en su vida. También lo es para la mía. Sus miedos, son ahora mis miedos. Quedo con el corazón estrujado y, la acompaño señora, lo mejor que puedo, en su sentimiento. Soy consciente de su desconsuelo. De momento, rece usted por Roberto y, mañana cogemos el primer avión que salga para Cali, para estar ahí junto a usted y abrazarla. Dejemos ahora todo en manos de Dios; nada más podemos hacer. - ¡ Esta bien hija !. Se que amas a Luis, por lo tanto respeto tu decisión, ya que tu estás ahí y sabes a ciencia cierta, cuales son las posibilidades que tiene mi hijo de llegar al ruedo y terminar su actuación sin que ningún pájaro agorero, le de la mala nueva. ¡ Un abrazo hijita, los espero !. Como quiera que sucedió que Luís se había quedado dormido a la espera de la hora del frugal almuerzo que elige tomar el torero previo a su actuación, no se había enterado de la conversación de su amadita con su madre. Luz estaba desolada, con el rostro desencajado; no le quedaba más opción que contárselo todo al diestro. El tema era en qué momento lo hacía. Lógicamente, la situación era de un dramatismo que asustaba. Más aún para la corta edad de la joven muchacha. Arango, pocas horas más tarde, tenía que jugarse la vida, de ahí la concentración que había pedido y, la noticia que tenía que recibir podía causarle estragos en su alma.

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Luz estaba inquiera, nerviosa, deshecha en su interior. Optó por bajar al hall del hotel para seguir respetando el descanso del diestro. Ella quedó temblando y agradecía que el sueño hubiera vencido plácidamente a su amado y, mientras tanto, decidió soportar el inmenso dolor de la noticia que había recibido desde Colombia. No quería encontrarse con nadie por lo que, se recluyó fuera del hall, en el jardín del hotel. Necesitaba pensar cuidadosamente como iba a proceder. Era ella, en su soledad, la que tenía que tomar la decisión de darle o no, la fatal noticia a Luís; si lo hacía ahora, sabedora de que el compromiso contraído no podía cancelarse, corría el riesgo de que fuera muy perjudicial para el desarrollo de la actuación de su amado, poniendo en peligro aún mayor su vida; si lo hacía más tarde, Arango podía enojarse por su silencio a lo que para peor, podía sumarse el enterarse quizás por los noticieros segundos antes de su actuación. Era sin dudar un dilema griego el que le atormentaba su corazón y su mente en esos momentos. Luz no quería encontrase con ningún miembro de la cuadrilla del torero ni con su apoderado. Su rostro, con toda seguridad, la delataría por completo, porque su cara, ciertamente, lo decía todo. Si alguien conocido la cruzaba ahora, inevitablemente tendría que contar la verdad de cuanto le sucedía. Esconderse de todos en la medida que le fuera posible, fue la solución que adoptó. Apenas faltaba una hora para que Luís almorzara, hecho que los reuniría a todos y, su cara, desencajada por completo, si no lograba remediarla en lo inmediato, iba a delatarla ante el infortunio que estaba padeciendo.

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Capítulo # 35

UN VIAJE EN CALESA

M

ientras Luz seguía aturdida por todo lo que sabía, y no encontraba la

forma de comunicárselo a su amado, en Colombia, la familia de Arango estaba destrozada. Hasta la madre se preguntaba si en verdad tenía que habérselo comunicado a Luís. Ciertamente, el momento, anímicamente para el diestro, no era el adecuado para recibir una noticia de semejante calado para su alma. Los padres y hermanos de Luís Arango estaban desolados mientras velaban el cadáver de Roberto. Doña María estaba desencajada; en su rostro no cabían más lágrimas; primero al ver el cadáver de su hijo Roberto y, acto seguido, al pensar en la reacción de su hijo Luís que, ese mismo día tenía que jugarse la vida en la plaza de toros de México. En pocos minutos tomó Luz la sabia decisión de cuanto tenía que hacer al respecto de la flagrante situación. Ella sabía en su interior que tenía que ser más fuerte que nadie en el mundo; hasta tenía que fingir lo que no estaba sintiendo. Es decir, con el alma rota, ante Arango, tenía que representar la mejor comedia de su existencia. El paseo por los jardines del hotel le había servido, en pocos minutos, para tomar la decisión más trascendental de su vida. Respecto a Luís, todo seguiría su curso normal. Luz se tragaría todo el dolor que su alma estaba sintiendo. No era lógico ni prudente, en un momento tan especial para la carrera de Arango, que supiera de la noticia que le aguardaba; sería tras el festejo de la tarde cuando se enteraría del drama que estaba sucediendo en su casa caleña. Las lágrimas que Luz había derramado al saber lo que sucedía en casa de Luís, de repente, como por arte de magia, habían desparecido de su rostro. El momento era dramático; su corazón estaba roto pero, su semblante, por necesidades del “guión”, tenía que ser inmaculado. Sacó fuerzas de donde no las había, subió a la habitación y, en aquel preciso instante, se despertaba Luís. - ¿ De dónde vienes, amor ? – le preguntó el diestro - . Tienes la cara demacrada. ¿ Te ha sucedido algo ?. Preguntó Luís a su amada ya que, la encontraba rara. - Estaba en el jardín. No he querido molestarte en tu plácido sueño. Tenías que concentrarte y, ese sueñito formaba parte de dicha concentración. Estoy bien. Ocurre que, he estado en el jardín y, al mirar hacia la calle, he visto unos niñitos pidiendo limosna y, ellos me han enternecido hasta el punto de hacerme llorar. Como sabes, el drama de los niños, donde fuere, me parten el alma. Les he dado todo lo que llevaba en el bolsillo. Es muy fuerte el dolor que he sentido, amadito mío.

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Tras la explicación de Luz, Arango quedó más tranquilo. Era algo tan lógico lo que le estaba contando que, el diestro le creyó sin más explicaciones ni otros argumentos. Ni ella misma sabía de dónde estaba sacando tanta fuerza para que Luís no supiera lo que estaba penando. - Tú siempre, mi amor, la más solidaría del mundo. – decía Luís -. A mí me sucede lo mismo, bien lo sabes. Por ello, entre otras muchas de tus virtudes, Luz, tu sentido generoso para con los humildes es lo que me cautivó de tu persona. ¿ Cómo no amarte si eres la muchachita más bella que he conocido ?. Tras el almuerzo en compañía de su cuadrilla, apoderado y amadita, muy pronto empezó el ritual de vestirse el traje de luces. Allí estaba, sobre la silla, el vestido color grana y oro que el diestro había pedido para una ocasión tan excepcional. Adornaba dicho vestido el capote de paseo con la Virgen de Guadalupe que le había regalado Norma Contreras, la viuda de Raúl García. Para Luís, el regalo más bello que jamás le habían hecho y, en memoria del diestro fallecido, luciría Arango dicho capote en tan trascendental tarde. - Maestro - dijo el mozo de espadas que le vestiría -. nos han dicho que, prácticamente, se han agotado todos los boletos para la corrida. Eso es fantástico. Como usted sabe, es la plaza de toros más grande del mundo y, verla atiborrada de aficionados, por Dios, eso debe ser escalofriante. Según nos han contado, hace años que dicha plaza no se llenaba y, en esta ocasión, para nuestra fortuna, vamos a saborear el placer de verla como en las mejores tardes que en La México han sido. Estas eran las palabras del ayudante del diestro que, por momentos, al escucharle, se iba llenando de moral y coraje para dentro de dos horas. El momento era crucial, la tarde, la más significativa de su carrera como torero y, hasta el tiempo era benigno; tarde soleada, temperatura agradable y, todo rodaba a favor del diestro. Luz estaba sentada en un sillón y se extasiaba con el rito de vestirse de torero por parte de su amado. Se sentía fuerte porque, la “mentira” con la que había convencido a Luís, le parecía tan crédula que, hasta ella misma se auto convenció. Todo estaba correcto. El desarrollo de los acontecimientos estaba siendo conforme estaba previsto. Es cierto que Luz sabía que, de haberle dado a su novio la noticia de la tragedia, todo hubiera cambiado. No, no era el momento y, por dicha razón la muchacha tomó la decisión que era la más adecuada. Ella sabía de la fortaleza de Luís, nada es más cierto; pero, de haberle dicho lo que en verdad estaba sucediendo en su casa, por muy fuerte que sea una persona, saber que mientras te estás jugando la vida, un hermano yace muerto y tu madre sufriendo horrores, a la espera de tu llegada; pocos soportarían dicho dolor, sin inmutarse. El hotel estaba situado a poca distancia de la plaza de toros, justamente, en la Avenida de Insurgentes y, para acudir al recinto taurómaco, en vez de utilizar el automóvil, el apoderado del diestro había alquilado un coche de caballos. En este caso, una calesa tirada por dos briosos corceles. No es usual dicha imagen pero, quizás por ello, es más rimbombante; ante todo, con un efecto publicitario más allá de lo natural. Si el diestro se desplaza en el clásico automóvil nadie repara en él,

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mientras que, si lo hace con calesa, todo el mundo puede verle y aclamarle incluso por la citada Avenida de Insurgentes. Montados ya en la calesa, la imagen era gratificante. En este mundo de las prisas y agobios, el hecho de contemplar al diestro tan tranquilo encima de dicha calesa y, al trote de los caballos, paseándose por la avenida más importante de México, todo ello daba una imagen colorista e invitaba al aficionado para acudir a la plaza. Todavía no habían caminado más de cien metros, de repente oye Luís una algarabía a su espalda; como un murmullo musical que, le dejó perplejo. Además de todo el gentío que corría junto a la calesa, en especial, toda la chiquillería que rodeaba la calesa, comprobó Luís que, una banda de música amenizaba con sus acordes el viaje más placentero de su vida. La sensación que estaba sintiendo era fantástica; había acudido a infinidad de plazas de toros pero, jamás antes había sentido una emoción tan especial. En México, como se comprobaba, todo era distinto. Lo de la banda de música era la sorpresa que le había preparado su apoderado. Todo tenía que tener tintes distintos, únicos y emocionantes. Luz, que caminaba a pie junto al coche tirado por los caballos, veía cuando sucedía a su alrededor y, por momentos, sus ojos se empañaban de nuevo con sus lágrimas. Era un momento muy especial, veía la muchacha cómo estaba gozando Luís todos los prolegómenos de su actuación y, el hecho de pensar que, tras la corrida, tendría que darle la fatídica noticia, esto la acongojaba. Pero no quedaba otra opción que seguir viviendo la alegría ficticia del momento.

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Capítulo # 36

UN TRIUNFO AMARGO

A

llí

estaba Luís en la puerta de cuadrillas de la plaza más grande del

mundo. Todo un espectáculo. Él era ajeno a cuanto estaba sucediendo a su alrededor que no estuviese relacionado con su presentación. Su visión del momento no era otra que, su cometido del instante en que estaba viviendo. Su alma estaba plagada de ilusiones. Había logrado lo que hacía muy poco tiempo era un sueño, una quimera; verse confirmando su alternativa en el coso de la avenida de Insurgentes. La plaza estaba completamente abarrotada; el cartel, así lo demandaba. Mariano Ramírez como padrino; Juan Salvatierra como testigo y, el confirmante, Luís Arango. Todo un lujo en dicho cartel. Luz se había sentado detrás de la barrera del tenido uno, donde los toreros dejan sus capotes de paseo tras el paseíllo. Allí llegó Luís Arango para depositar su capote con la imagen de la Virgen de Guadalupe de la que era devoto. Se lo entregó a su amada para que ésta lo extendiera en dicha barrera. Como primer espada, por tratarse de la confirmación de su alternativa, Arango tenía el privilegio de matar el primer toro de la tarde; el primero por ser el novel en semejante cometido y, el último, por ser el torero más joven de la terna. Arango le insinuó un beso a su novia. El momento era trascendental para el diestro; se jugaba gran parte de su futuro. Luz, por su parte, con el corazón roto, deseaba que pasaran pronto aquellas dos horas que duraba el festejo; sin duda alguna, como lo denotaba su corazón, sería un tiempo eterno para ella. Tras el paseíllo, los aficionados irrumpieron en una calurosa ovación para la terna. Ellos, Ramírez y Salvatierra, los mexicanos, dejaron paso a que Arango disfrutara de aquella ovación y le situaron en primer lugar del terceto que formaban. Daba gloria ver aquella afición ovacionando a los diestros; todo un presagio de lo que más tarde sería el discurrir del festejo. Sus compañeros mexicanos sentían admiración por el diestro caleño; todo México sabía del gesto que Arango había tenido tiempo atrás con el diestro mexicano muerto en Bogotá. Le admiraban como artista y, en este caso, en su calidad de hombre de bien. Salió el primer toro a la arena. Bonito de hechuras; astifino y musculoso, con un trote que albergaba todas las esperanzas ante el diestro, con la finalidad de que el toro mostrara su bravura y, a su vez, que permitiera la faena grande que Arango soñaba regalarles a dichos aficionados. La estampa del toro era preciosa. Veleto, alto de agujas como se denomina a los toros que tienen los cuernos muy acentuados. Capote en mano, Arango, sin pensarlo dos veces, le endilgó unas verónicas de buen trazo; el toro mostraba lo que el diestro anhelaba; mucha bravura. El animal repetía una y otra vez para que, Arango, como se demostraba, llevara a cabo una faena de capote digna del mejor de los toreros. Picado y 124


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banderilleado el toro; Mariano Ramírez, en compañía de Juan Salvatierra, le entregaba a Luís Arango los trebejos de torear y matar. Muleta y espada pasan de las manos de Ramírez a las de Arango, para que el diestro de Colombia se luciera en La México e intentara hacer que vibraran los aficionados. Arango brindó a la concurrencia desde el centro del ruedo. La ovación resultó clamorosa. Allí, en el centro del platillo, el diestro cita al toro a lo lejos y éste empieza una carrera inmensa; Arango no se mueve y, cuando el toro tiene que pasar por la jurisdicción del diestro, éste le saca la muleta por la espalda y, el pase resulta de escalofrío. Con los pies clavados en la arena le endilga cinco ayudados por alto sin moverse del lugar; es decir, sujetando la muleta con ambas manos y levantándola en el embroque con el toro. Ya, con el toro vencido, empieza la faena por derechazos; el toro es muy noble; el torero, entregado por completo, a medida que discurre la faena va notando la conquista de su arte para con dicha afición. Los vítores se suceden; la faena está alcanzando proporciones extraordinarias. Tanto con la diestra como con la zurda, Arango está bordando los naturales y, como sabemos, con la mano de la verdad, la izquierda, está conquistando al público azteca. El toro tiene presencia y esencia; un toro bravo de verdad que, como vemos, le cupo en suerte a un diestro ilusionado que, lleno de arte, con el mismo, estaba conquistando a la afición capitalina. Su labor estaba siendo un constante clamor frente a los aficionados. Ni él mismo podía creer que le hubiera caído en suerte un toro tan bravo, tan noble y colaborador que, como estábamos viendo, propiciaba un éxito sin precedentes. Derechazos, naturales, pases de pecho, trincherillas, ayudados por bajo, pases del desdén; todo un repertorio que, como vimos, cautivó al entendido público capitalino. La faena estaba hecha; Arango se perfiló a matar desde la distancia corta; muy cerquita del toro. Montó la espada y con la izquierda, le entregó la muleta al morrillo del toro. Recetó el diestro una estocada hasta la empuñadura y, en ese preciso instante, entre el embroque de toro y torero, el toro cogió al diestro y lo empitonó lanzándolo al aire; cayó el diestro al suelo al tiempo que caía muerto el toro. No hubo calada, a Dios gracias. Luís Arango quedó maltrecho por la voltereta. Conmocionado como estaba era recogido por los asistentes. Tras unos pocos segundos en que no sabía donde se encontraba, recobró la conciencia y pudo ver que el toro había rodado a sus pies por la certera estocada que le había propinado. Luz, en esos instantes de confusión se sintió morir y rogó a Dios por Luis. Respiró aliviada cuando vio que su amado reaccionaba bien. Los aficionados estaban consternados, la voltereta espeluznante sufrida por el diestro los había conmovido a todos; pero les había conquistado el corazón su bella faena que, con el refrendo de la estocada, pedían a gritos la concesión de las orejas para el torero colombiano, toda una revelación para dicha plaza. Sin objeción alguna, el juez de plaza, concede los trofeos al diestro triunfador que, todavía conmocionado por la voltereta y posterior caída dramática en la arena, procede a dar la vuelta al ruedo para recibir las ovaciones del respetable público presente. Triunfo de ley era el logrado por Arango que, pese a sentirse maltrecho, estaba feliz. En el envite, el toro le había roto la taleguilla que, previamente, antes de la vuelta al

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ruedo, su mozo de espadas había suturado con esparadrapo; era, claro está, la imagen del gladiador que había triunfado ante la fiera, en este caso, del artista que mediante el efluvio de su arte había vencido al toro. Al pasar a la altura donde estaba su amadita, el diestro le hizo un guiño especial; ella intentó sonreír porque, sin duda alguna, pese a todo el dolor que le atenazaba en su interior, aparentemente, estaba gozando del éxito de su amado. Toda la plaza era un clamor. Es probable que, desde los tiempos de David Silveti, no se viera antes una plaza tan enfervorizada con un diestro, al que consideraban su ídolo, en este caso, Luís Arango, el torero caleño. No cabía más dicha dentro del alma de Arango. Primer toro en La México, confirmación de alternativa y éxito de clamor; un triunfo al que había que añadirle la bendita suerte de ser cogido por el toro, haber sido lanzado al aire y caer con fortuna. En la caída, como a tantos otros diestros les han sucedido, podría haberse desnucado o haberse dañado la columna vertebral; sin duda alguna, Dios estaba con él. El primer objetivo ya estaba cumplido. La salida en hombros ya estaba asegurada. No podía Luís pedir más. Tras la apoteósica vuelta al ruedo, se le veía entre barreras como rezando y dando gracias a Dios por todo lo que había logrado. Luz, si bien, seguía apenada, también daba gracias a Dios por su presencia, y en el fondo, no podía ocultar sentir, la felicidad inmensa que le brotaba por su amado y su merecido triunfo, aunque su cara estuviera empapada de lágrimas. Solo ensombrecía su corazón, pensar en el después, cuando tuviera que darle a Luis, la dura noticia que de momento ella escondía. ¿ En qué momento lo haría ?. ¿ Ahora, tras el triunfo ?. ¿ Al finalizar la corrida ?. Los minutos para Luz eran siglos; nunca antes había deseado que transcurriera el tiempo tan prontamente como en dicho día. Quedaban cinco toros por lidiar y, en realidad, mucho tiempo para lo que ella quería; apenas sería una hora y media pero, dicho tiempo, Luz lo veía como un siglo. Luís estaba feliz por el éxito logrado y Luz también, aunque la angustia de su “secreto” le atenazara el pecho.

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Capítulo # 37

UN ESPONTÁNEO

E

ntre dolorido por la cogida y exultante de felicidad, se daba paso a la lidia

del segundo toro de la tarde en que, Arango, tenía que devolver los trastos de matar a su padrino de alternativa, ceremonia que se llevó a cabo entre ovaciones puesto que, el éxito del colombiano había calado en el corazón de los aficionados. Mariano Ramírez recogía los trebejos, mientras que felicitaba al diestro confirmante. Un fraternal abrazo selló el acto de la devolución de trastos. Tanto Mariano Ramírez como Juan Salvatierra, estaban obligados a cosechar el gran triunfo puesto que, Arango, como todo torero que se precie, en la arena demostró no tener “ amigos ”. Ellos eran mexicanos y, como se diría en el argot de los toros, no podían dejarse ganar la pelea por un “ gachupín ” de Colombia. El toro que tenía que lidiar Ramírez, como por un presagio del destino, se llamaba “ Casualidad ” y era de la ganadería de Reyes Huertas. Se dobló el mexicano con su enemigo en dos pases por bajo de castigo o tanteo y, tras un soberbio pase de pecho, el diestro se distancia de su enemigo para que éste tome aire. Varias series de muletazos del manito no calaban entre los aficionados; algo no iba bien; digamos que, la faena de Mariano era correcta pero, en esta ocasión, no logró conectar con los tendidos. Su labor parecía estar impregnada de una frialdad mayúscula que, a nadie convenció. Y cuando ya todos creíamos que la obra esta concluida, de repente, como si de un fantasma se tratare, vimos como saltaba un espontáneo al ruedo que, portador de una muleta, en tres segundos se plantó frente al toro y le endilgó una serie de muletazos bellísimos; los subalternos querían apartarle del toro pero, en la distancia en que se encontraba, aquello era imposible. No cabía otra opción que dejar aquel hombre frente al toro; Ramírez tenía la sangre congelada; su labor no había conectado con los aficionados y, el espontáneo estaba cautivando al público presente. Todo parecía muy surrealista; como sacado de una novela de ciencia ficción sí, pero era la realidad de lo que estaba sucediendo en la plaza de México. Menuda casualidad se estaba dando. Luís Arango se quedó estupefacto cuando comprobó quién era el espontáneo. La sorpresa del diestro colombiano era la misma que la de los propios aficionados y, ante todo, la de los toreros mexicanos en especial Mariano Ramírez; todos, estaban atónitos. El espontáneo era nada más y nada menos que, ¡ Rodolfo Martín “El Mago” !. Cuatro series de muletazos le propinó El Mago a dicho toro y, la plaza rugía en ovaciones; en realidad, pese a que El Mago había infringido la ley una vez más a lo largo de su carrera, lo realmente cierto es que, el gentío lo ovacionaba con fuerza. Muletazos de una belleza plástica inusual; el delirio entre los aficionados estaba dando la medida de la grandeza de cuanto había llevado a cabo El Mago. Vestido de paisano, El Mago, estaba regando el albero de México con su arte, como en tantas ocasiones lo había regado con su sangre.

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Nadie sabe cómo pudo saltar hasta la arena el artista que estaba en el tendido; es más, la sorpresa de Arango resultó ser la más bella del mundo puesto que, en el día anterior, Luís había visitado al diestro en la clínica Guadalupana donde se hallaba internado para rehabilitarse del alcoholismo del que era rehén. Lo que pasó es que El Mago, luego de que se marchara Luis, quedó cavilando sobre su vida profesional y harto de humillaciones por parte de los empresarios y, a su vez, de los mismos compañeros de profesión y, sabedor de que la corrida a lidiar tenía muchas garantías de éxito en lo que a las embestidas de los toros se refiere, decidió abandonar la clínica y lanzarse de espontáneo para que, aunque fuese de forma ilegal, mostrarle a los aficionados la gran injusticia que se estaba cometiendo contra su persona. Tras “ acabar su labor ”, El Mago se marchó entre barreras y le pidió perdón a Mariano Ramírez por su intromisión en la lidia de su toro. Ramírez mató al toro pero, los aficionados, pidieron y reclamaron que, la vuelta al ruedo como “triunfador” de la tarde, la diera El Mago que, lógicamente, accedió a tan grato honor. Luego de eso, él sabía que la policía lo esperaba entre barreras para detenerlo y llevarlo a la cárcel, lugar que ya conocía puesto que, por idénticos motivos, tiempo atrás, había sido encarcelado. Aunque El Mago sabía todo lo que le esperaba más tarde, en la vuelta al ruedo - un hecho sin precedentes y que jamás había ocurrido en La México - se lo notaba feliz; el más contento de los mortales porque, pese a las injusticias empresariales a las que era sometido, una vez más pudo palpar el calor de los aficionados, su entrega, su admiración y todo el amor que le profesaban los amantes de la mejor fiesta del mundo que, en su persona, veían reflejado a uno de sus artistas más bellos. Como no tenía capote, Rodolfo Martín, para dar la vuelta al ruedo pidió prestado un sarape que hacía las funciones de capote y, su gorrilla de espontáneo, la que hacía las veces de montera; todo un espectáculo increíble tuvo lugar en el ruedo más emblemático del mundo. El pueblo “ mexicano ”, su gente, le estaba rindiendo tributo; todo confabuló para que, tras un incidente nada habitual en esta plaza – ni en ninguna – los aficionados mexicanos rendían honores a su hijo más querido; el hijo del pueblo, como tantas veces, Rodolfo Martín “ El Mago ”, supo definirse a sí mismo. Entre barreras, tras el regreso de El Mago de su apoteósica vuelta al ruedo, lo esperaba, además de la policía para detenerlo, Luís Arango ya dentro del callejón y se abrazó con “ El Mago ”. La emoción que sintieron ambos era increíble; el uno por sorprendido y el otro por ser capaz de que se sorprendiera todo el mundo. Era el momento de tomar decisiones muy rápidas; Luís sabía que, o actuaba muy rápido o se llevaban al Mago a la “ trena ”. ¿ Qué hacer ?. Les dijo a los guardianes de la ley que, por favor, esperaran un poco mientras él hablaba con el juez de plaza, quien dentro de una plaza de toros, es la máxima autoridad. Infringiendo toda norma, mientras se lidiaba el tercer toro de la tarde, Arango subió al palco de la autoridad para pedir clemencia para su amigo. El juez podía ser clemente para con el artista mexicano pero, la multa era ineludible; había alterado el orden de un espectáculo y, su delito no podía quedar impune. “ Queda en libertad – dijo el juez de plaza mientras usted pague los diez mil pesos de multa ”. Arango no dudó un solo segundo: “ Lo que usted decida, señor presidente; para que El Mago quede en libertad y, por supuesto en la plaza hasta que finalice el festejo ” - afirmó Arango -.

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Cuando todos pensaban que, acorde a la ley, El Mago sería conducido a la comisaría de policía más próxima y, de ahí a la cárcel, y se dieron cuenta que no era así; todo el mundo festejó al ver, tras la muerte del tercer toro de la tarde en que Juan Salvatierra no halló la medida para el éxito, que Rodolfo Martín se quedaba sentado en una barrera a la altura de los diestros actuantes, junto a Luz, la novia de Luís Arango. Transcurrió la lidia de los toros restantes sin que los mexicanos lograran nada relevante en sus actuaciones; dos diestros de gran raigambre y de éxitos continuados, en esta ocasión no hallaron la medida para el triunfo. Salió el sexto toro de la tarde el que correspondía a Luís Arango. La expectación estaba servida. Si la actuación insólita de El Mago había cautivado al personal, el hecho de que Arango fuera el único triunfador del festejo, hacía que la atención del mismo recayese sobre él. Se palpaba ese ambiente que nadie puede explicar pero que, olía a triunfo. Salió el toro y, tras recibirlo con el capote, Arango le enjaretó una serie de tafalleras que encandilaron a la multitud. El toro tenía una embestida alegre y, el colombiano quería redondear la tarde; una tarde que había discurrido por los senderos de lo increíble, precisamente, con un diestro que no estaba anunciado en los carteles mientras que, de entre los actuantes, sólo él había concitado la ilusión y el entusiasmo de la gente. Acudió Arango a la barrera para brindar su faena a Rodolfo Martín. Al comprobar el hecho, la ovación se escuchó por “ toda ” la avenida de Insurgentes. Sin pretenderlo, o quizás con toda la intención, el diestro de Cali se metió a la gente en el bolsillo mediante tan humano brindis. Era el último toro de la tarde y, quedaban aún muchas cosas por suceder.

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Capítulo # 38

LO INESPERADO

S

e sitúa Arango en el centro del ruedo para citar al toro desde lejos que, en

franca carrera, acude presto al cite del diestro. Cuando el toro está a su altura, el diestro le saca la muleta por la espalda, justamente, cambiándole la trayectoria al bovino. Era un pase cambiado por la espalda, muy al estilo mexicano que, de repente, conmovió al personal. El Mago aplaudía a su amigo desde la barrera. Por momentos, la faena estaba tomando cuerpo y, los “ ¡ olé ! ” del gentío, se escuchaban con inusitada fuerza. La expectación que había creado Rodolfo Martín con su inesperada actuación, seguía latente en el ánimo de los aficionados que, a gritos coreaban la labor de Luís Arango que, como se suele decir, “ llegó y besó el santo ” en La México. Por el lado derecho la faena había tenido caracteres importantes y, como no podía ser de otro modo, Arango probó por el pitón izquierdo. Con la mano de la verdad, el toro, hasta humillaba mucho más y, con un ritmo increíble tomaba el engaño para que el diestro se recreara en varias tandas de naturales que, de una vez por todas, enardecieron a la plaza. Definitivamente, el diestro caleño había conquistado La México. Su entrega era de tal magnitud que, en uno de los naturales, pisando terrenos prohibidos, el toro prendió al diestro y le metió el pitón en la ingle lanzándolo por el aire. Arango, otra vez se encontraba conmocionado; no hubo herida y, esa era su suerte. Todo quedó en una espeluznante voltereta. Y una vez más, los aficionados palparon la emoción que el diestro había sido capaz de crear mediante su actuación y, consternados, antes de entrar a matar pedían los trofeos para premiar su entrega y su arte. El diestro se perfiló en corto para matar y, una gran estocada acababa con la vida de su enemigo que, en realidad, había sido su fiel colaborador. Los máximos trofeos cayeron en sus manos y, la apoteosis estaba servida. El ruedo se torno en un hervidero de aficionados que, exaltados por todo cuando había logrado Luís Arango, querían sacarlo en hombros, no sin antes que, el propio diestro, en un gesto que le honró, invitó en la vuelta al ruedo, a Rodolfo Martín “El Mago” quien había tenido una genial “actuación” que no estuvo prevista en el guión. La gente seguía aplaudiendo sin cesar; vitoreaban al diestro caleño y, las mejores ovaciones las recibía con agrado El Mago que, gracias a su pericia, osadía y más tarde, con el respaldo de Arango, se encontró con una de sus mejores tardes en La México sin haber estado anunciado en los carteles. La vuelta al anillo se había inacabable; ambos diestros sentían el cariño de los aficionados, recogían prendas, sombreros, flores y todos cuantos objetos les lanzaban desde los tendidos en señal de admiración.

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En realidad, todo cuanto estaba sucediendo en el coso de Insurgentes tenía tintes del más bello sueño, de forma concreta para El Mago que, jamás pensó que se iba a dar de esa manera el desarrollo que le dio cita a la tan celebrada tarde en la que, él sabía, que opositaba más la cárcel antes que el triunfo que estaba palpando Como si del cuento más bello se tratare, Luís Arango y El Mago, ambos, salieron en hombros por la puerta grande del coso capitalino. La imagen era la más insólita que jamás habíamos visto. Normalmente, un torero sale en hombros vestido de luces y, ver al Mago con su atuendo de calle, vestido a la antigua usanza como los maletillas en la búsqueda de su oportunidad, resultaba una imagen increíble. El destino había confabulado con el diestro, malherido en su alma, para que, en los últimos compases de su carrera saboreara el placer de un éxito que jamás tuvo previsto para su vida profesional. La Avenida de Insurgentes era un hervidero de gente; cientos, miles de aficionados deambulaban por dicha calle en su salida de la plaza para vitorear a ambos diestros que, ineludiblemente, fueron llevados en hombros hasta el hotel donde se hospedaba Arango. La calesa con la que había sido llevado Luís a la plaza sirvió para que, en esta oportunidad, su novia, apoderado y cuadrilla llegaran hasta el hotel a bordo de dicho carruaje. Tras tan celebrado éxito, Arango quería hacer una gran fiesta. Así se lo dijo a Rodolfo Martín que, como se presagiaba, era su invitado de honor; no podía ser de otro modo. Ambos habían compartido el más bello triunfo y, el éxito les correspondía a los dos. Una multitud de gente esperaba al diestro en la puerta del hotel; aquello era un hervidero de aficionados; todos querían hacerse la foto con el diestro triunfador y, en este caso, junto al Mago que, ídolo admirado en México, sus correligionarios sentían la dicha inmensa de estar a su lado para abrazarle, vitorearle y dedicarle los mejores parabienes. Periodistas, cámaras de televisión, fotógrafos y toda la elite de la prensa capitalina se daban citan en el hotel para inmortalizar el momento de gloria de esos triunfadores para que, al día siguiente, ambos diestros fueran la noticia de primera plana en todos los medios de comunicación. Hacía muchos años que no se palpaba tan bella expectación. Luís Arango había triunfado a lo grande y, El Mago, a su lado, de forma “ ilegal ”, pero con la torería prendida en su alma, había rociado el ruedo de Insurgentes del arte que hacía mucho tiempo le estaban impidiendo que mostrara. Más de dos horas habían transcurrido desde que, ambos diestros, comenzaron a atender a todos los medios de comunicación. Tras toda la eclosión de júbilo vertida por parte de los aficionados, por fin, llegaba la tan anhelada paz. Mientras todo esto ocurría, Luz estaba en la habitación esperando la llegada de su amado para darle la fatal noticia. El apoderado, sabedor del tema por cuanto Luz ya le había contado, mientras estaba Arango compartiendo con los medios de comunicación, había reservado los boletos de avión para marcharse inmediatamente a Colombia. El regreso pronto era ineludible; el hermano de Arango yacía muerto y, su madre y toda su familia esperaban que Luís llegara pronto a Cali sano y salvo, para así mitigar la angustia y compartir y atenuar este tremendo dolor que todos sentían.

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Luís Arango invitó al Mago para que se quedara toda la noche con él; había que festejar el triunfo de “ ambos ” y los dos querían cenar juntos y además con los miembros de la cuadrilla, amigos, Luz y Rodolfo. Esta era la idea de Arango. Sabedor del problema que tenia El Mago con la bebida, Luís pidió que les sirvieran dos zumos de naranja en la habitación. El diestro de Cali se estaba desvistiendo mientras que, El Mago, contento y dichoso, platicaba con Luz. Su alegría era desbordante; su gratitud hacia el colombiano no tenía parangón. Se sentía como el rey del universo puesto que, de no haber actuado Arango como lo hizo, ahora, en vez de estar en el hotel, haber salido en hombros y comprobar los vítores de los aficionados, como en otras ocasiones, estaría detenido en una cárcel del Estado. Ya, tras toda la euforia, Luís Arango, duchado y vestido de calle, estaba exultante de gozo; era el momento de disfrutar como nadie junto a su amadita y los suyos, de tan grande éxito. La noche parecía no tener fin; él no sospechaba que, a las cinco de la madrugada, sin más dilación, tendría que tomar el avión que, rápidamente, lo llevaría de regreso a Cali. Arango se abrazó junto a su novia, selló un beso en sus labios y le mostró toda la alegría que tenía dentro de su ser. No era para menos. De repente, miró Luís a su novia y, sin saber las razones, notó en su mirada, un halo de tristeza. No lo podía comprender. ¿ Quién puede estar triste aquí y ahora ?, pensaba el diestro. Se habían cumplido todos los objetivos con el mayor de los éxitos y, por momentos, el ambiente se tornaba tenso. ¿ Qué era lo que pasaba ?. Se hizo un silencio sepulcral entre todos los presentes y solo El Mago mostraba su euforia. Luís, que solo quería bajar hasta los salones del comedor del hotel para comenzar la fiesta, se detiene en su cometido y, mira interrogativamente a su amada. En ese preciso instante, Luz le dice: - Amor, siéntate que tenemos que hablar.

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Capítulo # 39

SE CONSUMÓ LA TRAGEDIA

A

l escuchar el ruego de Luz y la forma como se lo dijo; eso, hizo que Luís

se quedase perplejo y que la garganta se le pusiese seca. El diestro, se había predispuesto para festejar a lo grande con sus seres queridos, porque al éxito y sobre todo cuando hay triunfo, así consideraba él que había que celebrarlo. Pero, algo andaba mal, la mirada de su novia lo decía, por lo cuál Luís decide inmediatamente atender a su amadita si bien su espíritu estaba deseoso de partir raudamente hacia la fiesta. - Dime, mi amor. No te demores que tenemos que bajar a la fiesta que nos espera; y, aquí está El Mago que, como sabes, nos acompañará - dijo el diestro, que se mostraba entre preocupado y ansioso, pero sobre todo ansioso por bajar ya -. - Luís, tienes que anular la fiesta – sentenció su prometida - ha ocurrido un suceso gravísimo y, a las cinco de la madrugada salimos todos hacia Colombia. - ¡¿ Cómo ... ?!. ¡ No !. Por nada del mundo, vidita mía . ¿ Cómo crees que podemos irnos ahora con toda la celebración que tenemos ya preparada ?; es más, no olvides que hasta Rodolfo – refiriéndose al Mago - está aquí con nosotros y, es nuestro invitado de honor. Ya nos iremos dentro de dos días; ahora, si me lo permites, vamos a celebrar la dicha de ambos triunfos que, junto a Rodolfo, tan gallardamente hemos logrado. - Amor, ¡ escúchame!. Tenemos que partir de inmediato porque tu señora madre está velando el cadáver de tu hermano Roberto. ¡ Ayer en la tarde lo asesinaron ! – terminó de decir Luz, rota en llanto –. Luis, cayó de rodillas, hundió su cara entre sus manos y tocó el piso con su frente, luego levantó el rostro y entre sollozos desgarradores se dirigió a su novia. - ¡ Por el amor de Dios, Luz !, ¿ qué me dices ? . No, amor!. ¡ No !. ¡ No puede ser posible !. ¿ Cómo ha ocurrido ?. ¿ Cómo lo supiste ?. ¿ Quién te lo ha dicho ?. Luz, suprimiendo su llanto que se incrementó aún más al ver a su amado así, arrodillado en el piso, armose de compostura, para tratar de responder a todas las preguntas de Luis. - Dos horas antes de la corrida, amor, mientras tu descansabas para tomar fuerzas para el festejo, te quedaste dormido y en ese momento llamó tu señora madre y me dio esta fatal noticia que acabo de transmitirte. Ella me dijo, me pidió

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tremendamente preocupada por ti, que procurara no hacértela saber hasta pasada tu actuación en La México. Entiendes porque, ¿ verdad ?. ¿ Imaginas habértelo dicho antes del festejo ?. Ella me suplicó que fuera muy fuerte y que, callara hasta pasada la celebración del festejo; igual ya nada hubieras podido hacer y, de haberlo sabido, jamás hubieses podido torear y, mucho menos, lograr el éxito que has conseguido. Luz le cuenta a Luis como sucedió todo. Este ya se había reincorporado. Estaba deshecho de pena, pero entero en su alma. Como suelen estar lo hombres de verdad, aunque las lágrimas le seguían fluyendo a raudales y silenciosas por sus mejillas tensionadas y endurecidas, por el dolor. El Mago había presenciado y escuchado todo lo que Luz relató, pero incrédulo aún de haber entendido bien, se dirige a Luís y le pregunta: - ¿ Qué dice la chamaca ?. - Maestro: Lo que usted ha oído. Han asesinado a mi hermano Roberto y, desde ayer tarde, yace sin vida junto a mi madre. - ¡¿ Asesinado ?! - exclamó El Mago -. - Si, maestro, - interviene Luz, para evitarle a Luis el esfuerzo de aclararle - . Roberto trabajaba en una fábrica de armamentos y, un compañero, probando una pistola, gastándole una broma ... – prosiguió Luz con la historia conocida, mientras sostenía entre sus brazos a Luis que había apoyado la cabeza en su hombro, y trataba de asimilar lo ocurrido -. - ¡ Por Dios, chamaquita !, - dijo El Mago - esa desgracia es impensable. ¿ Cómo pudo haber sido posible ?. No, no encuentro palabras de consuelo para darte cuate. ¡ Permíteme que te abrace, matador !. Luís, entonces, se suelta de Luz y se vuelve hacia El Mago para fundirse con él en un fraternal abrazo y, las lágrimas rodaron ahora por las mejillas de ambos hombres al unísono, como le ocurría a Luz, al apoderado y a todos los miembros de la cuadrilla que en dicho momento se habían acercado para acompañar también al matador. Todo se vino abajo en un instante. Lo que hacía pocos momentos se presagiaba como la gran fiesta, ahora se tornó el drama más insospechado. Luís estaba muy nervioso. Le costaba dar crédito a cuanto le había contado su amada. Lloraba ya sin consuelo dando rienda suelta a toda su angustia mientras Luz, con mucha ternura lo mantenía abrazado contra su pecho y, dándole unas suaves caricias sobre su nuca, intentaba contenerlo y reconfortarlo, al menos un poco. El Mago, atónito, presenciaba una escena desgarradora. Pensar que unas horas antes, ambos habían tenido un éxito de clamor y, ahora, todos estaban sumidos en un mar de tristeza.

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Arango le pidió a su apoderado que llamara urgentemente a su madre. Al instante ya estaba la madrecita de Luís al teléfono. - ¡ Mamá ! ¡ mamita ! – decía Luís – ¿ qué ha pasado, madre ? ,¿ qué ha pasado ?. ¡ Estoy contigo madrecita mía !. Luz me ha contado todo y, a las cinco de la mañana tomamos un avión para allá. ¡ Dios mío madre !. ¿ Cómo estás ?. ¡ Ay, por Dios, mamá !; ¡ no puedo creer todo esto que nos está sucediendo !. -¡Hijo mío de mi vida! –la voz de doña María, pese al tremendo drama que estaba viviendo, sonaba reposada, resignada, equilibrada - Ha sido una fatalidad del destino; así lo ha querido Dios. No sufras que, nada podemos hacer. Como sabes, en casa hemos pasado situaciones difíciles pero, algo tan lamentable como lo que nos ha ocurrido, ¡jamás nos lo hubiéramos esperado! Ha sido, hijito querido, la peor desdicha que en este momento asola nuestra vida. Le supliqué ayer a Luz, cuando le llamé, que nada te contara. Yo se todo lo que habrá sufrido la muchachita con su silencio; pero, gracias a eso y, como he podido saber por los informativos, tú has salido por la puerta grande de esa plaza en olor de multitud, como lo que eres, un auténtico triunfador y lo más importante es que lo has hecho sano y salvo, y eso para mí no hay precio en el mundo que pueda cubrirlo. Así de grande es, mi deuda de amor, con tu valiente amada. - ¡ Mamá, estoy triste, tristísimo !. Yo tendría que haberlo sabido y me hubiera marchado junto a ti en ese instante; a costa de haber perdido el festejo más importante de mi carrera; pero tú para mí eres primero que todo y, mucho más, antes que mis actuaciones en los ruedos. - ¡ Gracias amor de mi vida !. ¡ Lo se !. Pero no hubiera sido lógico, hijo mío; de haberte venido como decías, no hubieras solucionado nada y, te hubieras perdido lo que ha sido una de tus mejores actuaciones toreras. Lo pensé todo, amor; pensé que, si te lo hubieran contado, tu desdicha hubiera sido mucho mayor, por ello le pedí a Luz que no te dijera nada. Me tragué el dolor. Y aquí, vidita mía, ahora junto a tu padre te esperamos. El cuerpo de Roberto está depositado en la morgue del hospital, y allí quedará a la espera de tu arribo al país. Y luego de que tú llegues aquí, procederemos a darle cristiana sepultura. - ¡ Mamá, estoy muy triste !. Me siento culpable de no estar compartiendo tu dolor; me siento ruin por no haber estado con vosotros en tan horrible momento. ¡ Perdóname, por favor ! – Doña María, tranquilizó a su hijo como sólo saben hacerlo todas las buenas madres, y Luis ya, un poco más reconfortado, le dijo: – Mañana al medio día, sospecho que estaremos todos junto a ti. ¡ Madre, te amo y te adoro ! – la abnegada mujer, le devolvió todo su amor y se despidieron, cortando así la comunicación telefónica -. La propia habitación que compartía el diestro y los suyos, de repente, se convirtió en un velatorio. Nadie pronunciaba palabra tras las conversaciones de Luís con su señora madre. Todos quedaron en silencio y, por supuesto, a la espera de que se hiciera la hora para partir todos hacia el aeropuerto. El Mago, lógicamente, se ofreció voluntario para llevarlos a todos hacia el aeropuerto.

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De a momentos, Luís volvía a llorar de forma desconsolada; Luz trataba de ser fuerte y, por todos los medios, intentaba consolarlo. Él se sentía culpable; era su decisión, pero ya le recordó su madre que ella, como tal, hizo mantener en silencio la noticia por amor hacia su hijo artista. La dirección del hotel se había hecho eco de la noticia y, los directivos, acudieron a la habitación para mostrarle sus condolencias al diestro colombiano. Y aunque roto por el dolor, Arango trataba de ser fuerte ante todas las muestras de cariño y respeto que todos le entregaban. En breves momentos recogieron todas sus pertenencias y, junto al Mago, se dispusieron a partir hacia el aeropuerto. Luís, con el rostro desencajado, a cada tanto decía en voz alta: “ Dios mío, ¿ cómo ha ocurrida esta desdicha ? ”. Pese, al tremendo dolor que sentía le quedaba el consuelo de que, en unas horas, podría abrazar a sus padres, de forma muy concreta a su madre que, ante todo, demostró tener una fortaleza y una grandeza admirable. Madre solo hay una y, así lo comprendió Luís. Luego, de un largo rato y ya más calmado y después de repasar mentalmente el desarrollo de los hechos, Luís le daba gracias a Dios, a su madre, a Luz y al propio destino puesto que, de haber conocido la desdicha al tiempo que la supo Luz, su fracaso, hubiera sido tremendo y, en el fondo también sentía que si no hubiese actuado en La México, le hubiera quedado la pena de no haber toreado en el ruedo de Insurgentes, pero claro, ahora, que ya sabía lo que había acontecido. En aquél momento previo, no le hubiese importado abandonarlo todo. Porque él es un convencido que lo que tenga que ser, será; y, si la oportunidad no vuelve a presentarse es porque Dios consideró que así debe ser.

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Capítulo # 40

LO INSOSPECHADO

Y

a en el aeropuerto, faltaban pocos minutos para subir a bordo y, El

Mago, sorprendió a Luis Arango cuando le dijo: - ¡ Matador !. ¡ Yo me voy contigo !. Tu apoderado me ha sacado el billete a instancias mías y, quiero acompañarte en tu dolor; lo que tú hiciste por mí al visitarme en la clínica, eso no podré pagártelo jamás. Gracias a tu iniciativa y a los médicos que me han tratado, ya no tengo deseos de beber. Físicamente estoy bien, mi salud está perfecta. Mi problema era el alcohol y tú con tu actitud me has despabilado de tal forma, que ya no lo necesito como muletilla de mi existencia. ¡ Fíjate entonces si no voy a estar contigo ahora, en estos momentos amargos, que a ti te toca vivir !. Mi vida te pertenece matador. Esto es lo menos que puedo hacer por ti. - ¡ Gracias, maestro ! – replicó Luís con voz entrecortada –. Es usted muy amable, yo tampoco jamás podría pagarle todo lo que está usted haciendo por mí ahora. Dentro de la desgracia que estamos sufriendo, me siento muy reconfortado con su presencia. Su gesto, Rodolfo, le honra por completo y creo que entre nosotros ya no cabe hablar de “ deudas ”. La amistad que hemos generado, salda todo, porque entre amigos no existen las “ deudas ”. Luz, como los miembros de la cuadrilla, al ver la actitud de El Mago quedó gratamente complacida. Todo un detalle por su parte; más que un detalle, un gesto que le honraba en calidad de ser humano. No era nada nuevo porque, como todo el toreo de México sabía, Rodolfo Martín El Mago había sido siempre un tipo admirable; donaba a los pobres lo que tenía y lo que no tenía; apoyaba a los débiles, impartía justicia allí por donde anidara cualquier injusticia; sentía un respeto desmesurado por todos aquellos chamaquitos desfavorecidos por una sociedad injusta que los dejaba relegados de todo derecho y en una situación penosa y entonces, todavía le sobraba tiempo para consolarlos y ayudarles. Este era El Mago que amaban sus aficionados que, además era su consumado artista. Ya estaba toda la comitiva dentro del avión y, de repente, los pasajeros comenzaron a agasajar a Luís Arango y, al comprobar que junto a él iba El Mago, la dicha de toda esta gente no podía ser más grande. Muchos de los viajeros eran aficionados a los toros y, un par de ellos, hasta habían sido testigos de la epopeya que la tarde anterior dichos diestros habían protagonizada en La México. Y lógicamente, toda la comitiva, lo que menos tenía ganas era de recibir tales manifestaciones de afecto porque estaba deshecha por el dolor pero, ¿ cómo podrían explicárselo al pasaje para que no “los molestaran” ?. Era complicado. La situación

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de a momentos se tornaba difícil y muy densa, sobre todo para Luís. De pronto, El Mago, sin mediar palabra, se adentra en la cabina del capitán de la nave y, tres segundos más tardes ocupa de nuevo su sillón. En un instante se escucha una voz por los altavoces que dice: - ¡ Atención señores pasajeros, atención !. Se escuchaba una voz masculina muy profunda de la persona que lanzaba el mensaje y, el pasaje, incluido Arango, hicieron silencio y atentamente se dispusieron a escuchar lo que aquella voz tuviera que decirles. - ¡ Señores pasajeros !: Buenos días. Les habla el capitán de la nave para comunicarles a todos ustedes que, el matador Luís Arango, a bordo junto con nosotros, está pasando por un mal momento; ayer en la tarde, un desdichado accidente acabó con la vida de su hermano Roberto por lo que les pido su más atenta consideración, hacia la persona del Sr. Arango; rogándoles encarecidamente que se abstengan de manifestarle a él y a toda su comitiva las simpatías que indudablemente les despierta. Rezar una oración – continuó diciendo el capitán - por el alma de ese joven muchacho que ha dejado este mundo y silencio, es lo más sentido que podemos hacer por la persona del Sr. Arango, aquí presente. ¡ Gracias señores pasajeros !. Continuamos entonces, nuestro vuelo con destino a la ciudad de Cali, Colombia. Tengan ustedes un buen viaje.

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Capítulo # 41

UNA MUERTE CASI SEGURA

S

e produjo entonces un silencio sepulcral, todos miraron al diestro con

sentida empatía y luego bajaron sus ojos y se quedaron quietos, probablemente rezando – tal como les había pedido el capitán – o tal vez, tan solo volviendo su atención sobre sus asuntos, y no volvieron a molestar al torero. Y así continuó el silencio reinante, solo resquebrajado por el ruido de los motores del avión que se escuchaban muy a lo lejos. Eran casi seis horas de vuelo las que se hicieron eternas puesto que, Arango y los suyos estaban deshechos por el dolor; no pudieron conciliar el sueño que, en dichos casos, les hubiera sido muy terapéutico para mitigar las penas y ¿ por qué no, tal vez los posibles miedos de viajar en avión que algunos pudieran tener ?. El viaje les resultó “eterno” y, por fin arribaron a Cali. Faltaba muy poco para tocar tierra cuando notaron todos que el avión estaba dando un giro extraño; como si se moviera sin control. En el acto se escuchó de las azafatas eufemísticas frases pronunciadas con firmeza por la jefa de azafatas de, ¡ conserven la calma !, ¡ manténganse en sus lugares ! y, ¡ no se desabrochen los cinturones !. Algo no iba bien. Aquello tenía visos de tragedia. El pasaje estaba consternado e, incluso la misma tripulación. Las azafatas de vuelo intentaban tranquilizar a los pasajeros, pero sus caras denotaban profunda preocupación. Pronto conocieron la verdad; uno de los motores del aparato, sin mediar causas, se había incendiado. La situación era gravísima y el pánico no tardó en hacer acto de presencia. Por las ventanillas de la aeronave se divisaban las llamas que incendiaban ya parte del fuselaje del ala derecha. -¡ Por favor, señores pasajeros, manténganse en sus lugares y conserven la calma que la situación está controlada !. Decía a viva voz la jefa de azafatas de vuelo. - ¡ Tengan calma, señores pasajeros !; nos comunica el capitán que en breves momentos, pese a la situación, podremos realizar un aterrizaje de emergencia. La situación – prosiguió diciendo la azafata - tanto aquí como en tierra la tenemos controlada. Con los motores que quedan nos sobre capacidad para este aterrizaje que, en pocos minutos, vamos a realizar – así lo explicaba, calmada y profesionalmente la jefa de azafatas –. El más aterrado de toda la comitiva de Arango, era El Mago. Rodolfo era muy miedoso con este tipo de aparatos. El diestro mexicano siempre confesaba que le encantaría morir frente a las astas de un toro pero que, morir encima de un avión le parecía un dislate inmenso; la peor tragedia; no por la muerte en sí, más bien, por la

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forma estúpida de morir sin gloria alguna. El Mago tomó la mano de Arango y le dijo: - ¡ Matador, aquí se acaba todo !. Nos queda al menos la dicha de morir juntos y, de tal modo, irnos así, todos hacia Dios - así se pronunciaba El Mago con voz entrecortada y, con una desazón increíble. ¿No crees, - continuaba diciendo el maestro mexicano - que ayer tarde debería de habernos matado un toro y habernos ahorrado este duro trance de una muerte estúpida ?. ¡ Yo quería morir lleno de gloria, matador, dentro del coso de Insurgentes !. ¡ Siempre se lo pedía a mi virgencita de Guadalupe !. Luís, sólo se limitó a palmear la mano del Mago para trasmitirle un poco de tranquilidad y buscó la mano y la mirada de su amada. Luz se aferró a la mano de Luís, la besó y no dijo nada. Reinaba un terrorífico silencio en todo el pasaje. El único que tuvo valor para hacer sus confesiones fue El Mago. En tierra las unidades de emergencia, ya habían desalojado por completo la pista. El capitán de la nave siniestrada y su copiloto, tenían en claro que el aterrizaje iba a ser tremendamente difícil. Es más, ellos hasta dudaban si en verdad podrían tocar tierra. Las llamas que devoraban el fuselaje del ala derecha, por más que ya se había cortado el suministro de nafta a los motores, eran cada vez más grandes, tan grandes como el pánico que ante una trágica muerte todos sentían. Las palabras tranquilizadoras y muy controladas de la azafata sirvieron de muy poco. Ella pedía tranquilidad a todos y daba las instrucciones de cómo actuar ante la situación de emergencia, ni bien se llegara a tierra pero, en realidad, ¿ sentía ella paz dentro de su ser al pronunciar esas palabras ?. ¿ Podría el avión, en semejantes condiciones, tomar tierra y salvar a todos sus pasajeros ?. La situación olía a tragedia.

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Capítulo # 42

UNA TRAGEDIA DANTESCA

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o pudo el capitán controlar la nave y, en un santiamén el avión se

estrelló contra la ladera Este de las altas cumbres de los Farallones de Cali, pocos minutos antes de poder tocar tierra en el aeropuerto. La tragedia estaba servida. La hecatombe no podía ser mayor. Las laderas situadas más cerca al aeropuerto fueron las testigos implacables de aquel accidente macabro. Todo esfuerzo por parte de la tripulación resultó inútil porque el fallo del aparato lo tornó humanamente incontrolable; no tuvieron tiempo para nada y les fue imposible aterrizar. Todo ocurrió en brevísimos segundos. Ni los rezos alcanzaron a elevarse al Altísimo, que el holocausto ya estaba consumado. El aparato quedó destrozado en miles de pedazos esparcidos a lo largo de las escarpadas laderas. La tragedia era inmensa. El estruendo del impacto apagó en seco los gritos desgarrados del pasaje; todos sus integrantes, sin distinción, olieron la muerte y la presintieron, sin dudas. Probablemente muchos de ellos pudieron evocar en esos breves instantes antes del impacto, imágenes de tragedias de dimensiones similares y, la pareja aquella, de viejitos que gustaba del tango, incluso puede que hayan recordado a Gardel y su mudanza a un mejor barrio, en el accidente aéreo de aquél 24 de junio de 1935 en Medellín. El resto y los más jóvenes, tal vez cruzaron por su mente alguna que otra imagen, con las que amargan nuestros días, cadenas como la CNN ó la BBC. Bomberos, ambulancias, servicios sanitarios, policía e incluso gente común, todos se apresuraron para llegar hasta la zona, donde estaban diseminados e incendiados, los pedazos de la aeronave siniestrada, para intentar ayudar, para hacer algo; ante todo, para tratar de encontrar sobrevivientes. La imagen era dantesca. Era algo así, como el plató de filmación de LA TRAGEDIA DE LOS ANDES. Pero no, desgraciadamente no se trataba de filmación alguna; era una triste realidad que estaba asolando a Colombia. Los restos del avión ardían por completo; digamos que, lo que quedaba de aquel monstruo de hierro era solo fuego; las imágenes que se estaban contemplando estremecían al mundo, dado este acabado fatal. Allí estaban los medios de comunicación y, a su vez, todas las televisoras de Colombia emitiendo imágenes que nunca deberían de mostrárselas al mundo. Era mucho el horror, la sangre, las lágrimas, el fuego; toda una tragedia que, nadie querría ver y que duele mucho a todos. Una de las preocupaciones de la policía era la de encontrar las cajas negras del aparato siniestrado para saber las causas de la tragedia pero, en realidad, ¿ a quién le importaban las causas ?. Lo que todo el mundo lloraba era la propia desdicha.

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Los bomberos apagaron los distintos focos de incendio que los trozos de la aeronave, envueltos en llamas habían ocasionado en el lugar de su impacto, lo más rápido que pudieron. Era muy difícil el acceso a esos lugares. Tras apagar las llamas, de inmediato, se comenzó la búsqueda de los sobrevivientes y ha medida que se iba haciendo, también se hacía el recuento de los cadáveres. La tarea era dura, complicada, ardua, muy pesada; los hombres que allí trabajaban, gente abnegada y entrenada para tales menesteres, iban recogiendo uno a uno los cadáveres de las víctimas y pedazos mutilados de cuerpos; había que hacer el recuento. La lista de embarque acusaba ciento ochenta y seis personas, entre tripulación y pasajeros. ¿ Encontrarían algún sobreviviente ?. El radio de acción de la tragedia era enorme; esparcidos por aquellas laderas había trozos de metal retorcido del aparato por todas partes, cadáveres enteros y mutilados por doquier; recorrer la zona era una tarea harto dificultosa y, entre la gente que participaba en la búsqueda y en los rescates de sobrevivientes, cundía una desesperación angustiante y tremenda a medida que iban pasando las horas y no aparecía nadie con vida. Entre fuerzas de seguridad, efectivos sanitarios, voluntarios, rescatistas y familiares de las víctimas que allí se habían presentado, aquello se había convertido en un tumulto de personas sumidas todas en el mismo dolor. Pensar que faltaban muy pocos metros de altura para que el avión hubiese podido tocar tierra; en tiempo, cinco minutos más de vuelo hubieran sido suficientes. Pero el destino, caprichoso y fatal, quiso que, una vez más, Colombia entera llorara El país andino tardaría muchos años en recuperarse de esta desgracia. ¿ Se pudo haber evitado esta tragedia ?. Esta es la pregunta que jamás tendrá respuesta. Sólo le queda a los Colombianos, llorar la pena por la muerte de todas estas personas, víctimas de este accidente aéreo; seres que para cada una de sus familias se tornan irremplazables, insustituibles, inolvidables. Los trabajos para el recuento y recogida de los cadáveres se hacía interminable; horas y más horas en que, la desesperación y el desánimo, llenaba de angustia a los familiares de los fallecidos, algunos allí presentes y, también a los más optimistas aunque, hasta el momento, no apareciese ningún cadáver identificado como su ser querido. Los servicios sanitarios estaban en permanente alerta; porque todavía quedaban esperanzas de encontrar a alguien con vida; muy pocas es la verdad, pero al menos quedaban. En algunos casos era casi imposible identificar a los cadáveres; la tarea se tornaba complicadísima. Era un verdadero horror el que estaban viviendo los caleños y rezando todos juntos, le pedían a Dios para que aparecieran sobrevivientes y, para que jamás se vuelva a repetir un accidente de semejante naturaleza. La desgracia había ocurrido a primeras horas de la mañana y, mientras caía la noche, todavía se seguía con las labores de búsqueda de sobrevivientes. Todo el personal de rescate afectado, trabajaba con desmesurado anhelo para hallar a alguien con vida. Aún era posible. Según el recuento, al menos faltaba ubicar a dos personas que, ¿ quién sabe ?, podían estar vivas. Unos potentes focos alumbraban todo el entorno del accidente; la labor se hacía muy penosa, casi insostenible porque

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la noche dificultaba mucho más aún la tarea. Ya se habían encontrado, entre otros muchos, los cadáveres de Luís Arango y el de su prometida que, juntos y enamorados, partieron a encontrarse con Dios. Aún, no había noticias de Rodolfo Martín “El Mago”, el célebre diestro mexicano que quiso acompañar a su homólogo Luís Arango hacia Colombia y que se sabía que viajaba en el avión.

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Capítulo # 43

SOBREVIVIENTES

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uando prácticamente se habían perdido todas las esperanzas por

encontrar algún sobreviviente entre aquel caos inmenso, vuelto a repetir el recuento de cadáveres se comprobó una vez más, que aún faltaban dos cuerpos para completar la totalidad del pasaje. Hasta el momento, entre todos los muertos no se había identificado a nadie como El Mago; y, faltaba en la lista una mujer llamada Lucía Ostos que era una de las azafatas de vuelo. Era ya la mitad de la noche y, los servicios de emergencia seguían trabajando sin descanso; es más, hasta albergaban la posibilidad de encontrar a las personas citadas con vida. Todo era muy raro puesto que, el radio de acción que abarcó el accidente, más de un kilómetro a la redonda ya había sido rastrillado, incluso con los perros de rescate, para todos se hacía muy extraño que no se encontraran los cuerpos de las personas citadas. Efectivos policiales sobrevolaban la zona en un helicóptero de avistamiento dotado de un potente foco. La noche, además de trágica, no podía ser más densa. Sin duda alguna, para todos los presentes y actores del drama real del accidente del avión, era la peor noche de sus vidas. Hasta el presidente de Colombia se personó en el lugar de los hechos. - ¡ A sus órdenes, señor presidente ! - dijo el jefe de la policía -. - ¿ Algún sobreviviente ? - preguntó el presidente -. - Llevamos muchas horas en este horrible escenario y nos faltan dos víctimas por encontrar. No sabemos si serán cadáveres o estarán con vida; ambas cosas nos preocupan, pero mucho más si están con vida porque pueden estar muy mal heridos y, el tiempo corre en contra de ellos y nuestra. El hecho de no encontrarlos como Ud. entenderá Sr. Presidente, puede ser mortal para ellos. - ¡ Sigan buscando !. ¡ Amplíen el radio !. He venido para brindarles mi ayuda y apoyo. Aquí esperaré hasta que hallemos la totalidad de las víctimas. Estoy desolado. Jamás había presenciado nada igual y, mucho menos, siendo el presidente de Colombia. A más de un kilómetro de los hechos, justamente en una zona bastante barrancosa el helicóptero divisó “ algo ” que se movía. Hacia dicho lugar enfocaron la potente luz casi sobrevolando a muy pocos metros de altura y, de repente vieron a dos personas moviéndose; estaban bastante cerca el uno del otro y a unos escasos cien metros debajo de la nave; era increíble. El aparato no podía descender hacia dicho lugar ni tampoco podían descender rescatistas con sogas, porque era tan solo un pequeño helicóptero de avisaje pero, ellos pronto, avisaron a los servicios de emergencia y

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rescate, dando las coordenadas del lugar para que, aquellos dotados de todos los elementos necesarios para este tipo de situación, partieran raudamente hacia el lugar. No era mucho el camino existente desde el punto cero del impacto hacia ese lugar, pero deberían hacerlo en su mayor trecho a pie; una camioneta doble tracción los llevó hasta muy cerca de donde se encontraban las dos víctimas que, no había duda, si estaban vivas como en realidad lo parecían, eran Lucía y Rodolfo. El presidente fue informado de esta novedad y se acercó al lugar; quería ser el testigo de excepción de que se pudieran hallar con vida las personas citadas. Como todos, estaba expectante ante el milagro de lo que podría suponer que, en medio de aquel cataclismo, se pudiera encontrar a alguien con vida. Mientras los efectivos sanitarios se acercaban al lugar junto con todo el equipo de ayuda para intentar sacar del barranco a los sobrevivientes, a lo lejos se escuchaba una voz desgarrada que decía: - ¡ Matador ! ... ¡ Luís !. ¡ Compinche ! ... ¿ Dónde estás ? ... ¡ Socorro !. ¡ Socorro !. Eran los gritos desgarrados de Rodolfo Martín El Mago que, de forma desesperada pedía ayuda. Los gritos orientaban a los rescatistas y paramédicos que iban en su auxilio y, en medio de tanto caos, a medida que se acercaban y los gritos se escuchaban más fuertes, ellos sentían como iba en incremento la tremenda emoción, ansiedad y alegría que les daba encontrar un sobreviviente. Esto era todo un milagro que a más de uno cuando llegaron hasta él, por más que eran profesionales, se les cayeron las lágrimas. No había transcurrido todavía ni media hora desde el avistamiento cuando el equipo de salvamento ya estaba junto a El Mago. Lo encontraron extenuado pero con vida, por supuesto y, lo que es mejor, sin aparentes lesiones que pudieran hacerles temer por su existencia. Estaba bastante magullado, tenía una pierna rota, un corte importante en la cabeza, probablemente golpes internos – que era lo más crítico por el momento, pero que no podrían evaluar, hasta llegar al hospital y hacer los estudios pertinentes; erosiones múltiples por todo su cuerpo completaban el cuadro, pero estaba vivo. - ¿ Cómo se encuentra ?. Le preguntó el médico que lo atendió. - Mire usted, no me encuentro; no se donde estoy. ¿ Qué ha pasado ?. Tengo la sensación de que salí de México y estoy en el averno; esta oscuridad es horrible. Siento que perdí el cuerpo; no se si tengo dolor o floto. ¿ Dónde estoy ?. ¿ Dónde está mi compinche ? – refiriéndose a Luís Arango – . - No diga nada más señor e, intente calmarse que lo vamos ayudar; para eso estamos aquí – decía el jefe de los servicios sanitarios - . Y en breves momentos El Mago era elevado en una canastilla apropiada hacia el helicóptero médico de rescate que ya estaba sobrevolando el lugar para llevarlo hasta el hospital.

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Más allá, otro grupo del equipo de rescate estaba aún sobre la empinada cuesta llena de matorrales y árboles salvajes, atendiendo a la mujer que había divisado el helicóptero de la policía; ella ya estaba inconsciente tenía su pulso muy débil pero estaba con vida. Era efectivamente, Lucía Ostos y tenía heridas de mucha consideración pero, el éxito de toda la operación de rescate era haberla encontrado con vida. Y ya, la estaban izando, a otro helicóptero médico para llevarla también al mismo hospital que Rodolfo. No se podía negar que el rostro de los presentes, abatidos por el dolor y la enorme tragedia, ahora estaba iluminado por el hecho de encontrar a estos dos sobrevivientes que, pasado el tiempo serían los testigos de la hecatombe caleña. Todos sentían que este era un triunfo importantísimo de la vida sobre la muerte, es decir un milagro de Dios. El presidente colombiano, testigo directo de los trabajos de recuperación de lo que hasta el momento sólo habían sido cadáveres, como todos, sintió una inmensa alegría al ver a los dos afortunados que, habían salvado sus vidas. Dentro de la tragedia, brilló la luz de la esperanza.

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Capítulo # 44

COLOMBIA ESTÁ DE LUTO

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rasladados Lucía y Rodolfo al hospital, únicos sobrevivientes de la enorme

tragedia caleña, quedaba mucho trabajo por hacer. El escenario dejado atrás era horrible; ya no quedaban dudas acerca del destino de la tripulación y pasaje. Salvo los afortunados Lucía y Rodolfo, los demás eran todos fallecidos. El presidente de Colombia estuvo presente en el lugar de los hechos hasta que prácticamente se dieron por concluidas todas las tareas de rescate. Él mismo declaró por cadena nacional, ya casi finalizando la madrugada a toda Colombia de luto. He hizo saber, que en consenso con los familiares de las víctimas, se había dispuesto que los restos mortales de todos los fallecidos colombianos, iban a ser velados en el estadio olímpico Pascual Guerrero de Cali, donde recibirían los responsos religiosos y, luego desde allí, serían llevados hacia el lugar de descanso eterno elegido por cada familia afectada. Colombia, desdichadamente, a esa altura del día ya era el centro de atención en todo el mundo. La noticia, gracias a las distintas televisoras, se había difundido ampliamente y, el planeta entero, estaba consternado por la tragedia caleña. El Rey de España mandó un telegrama de condolencias al presidente colombiano para que lo hiciera llegar a todos los familiares de las víctimas, entre ellas, en especial, a la señora madre de Luís Arango puesto que, el Rey, no olvidaba que, el diestro colombiano le había brindado un toro en su última comparecencia en el ruedo de Madrid. Ciento sesenta y siete banderas colombianas cubrían todos y cada uno de los féretros ubicados ya de manera equidistante, unos de otros sobra la gigantesca cancha del estadio citado; sólo once de las víctimas eran extranjeros y, habían sido derivados hacia sus países de origen según lo fueron disponiendo cada una de las embajadas. La amalgama de brillantes colores amarillo, azul y rojo, de la bandera colombiana, de no ser porque tapaban féretros, hasta parecía que formaban parte de una “alegre” manifestación patriótica. Por decisión presidencial, se les entregó a todos los muertos una medalla distintiva que los hacía hijos predilectos del país y, respecto a Luís Arango además, se le impuso una réplica exacta del Señor de los Cristales, el trofeo que, cada año, se disputan los afamados diestros que actúan en Cali y que, justamente, Arango había conseguido en las dos últimas ediciones. Durante cuarenta y ocho horas se había permitido que los caleños pasaran por aquel lugar para darles el último adiós a sus seres queridos, e incluso hubo mucha gente llegada desde todas partes de Colombia, venida expresamente hasta allí, para despedir a familiares y conocidos. Fueron muchos miles los ramos de coloridas y perfumadas flores, coronas y palmas que todos tributaban como ofrenda. Aquel

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estadio se había convertido, por obra y gracia de los caleños y demás presentes en un bello jardín. Paradoja ilógica del destino, porque el desmayo de todas esas esplendorosas flores había logrado espantar al negro sentir de la muerte, que ahogaba el corazón de los vivos; aliviando algunas de las muchas lágrimas allí vertidas, gracias al perfume que esparcían al aire y al salpicado arco iris de colores, con que adornaban – sin pretenderlo ellas – con amoroso marco, los carriles de esa parte de la pista de atletismo, situada atrás, de hacia donde habían sido, prolijamente, dispuestas las cabeceras de todos los féretros. Sólo por esa parte del estadio los organizadores habían dispuesto que podía circular la gente para dejar sus ofrendas. Así, de esa manera – las televisoras podían emitir, continuamente, una imagen acabada de lo que iba aconteciendo -, haciendo que visualmente aquél lúgubre panorama, se viera un poco menos triste de lo que en verdad era. El féretro de Luís Arango, estaba ubicado casi al centro de la primer fila. Se distinguía del resto, porque la bandera de Colombia se la habían deslizado cruzada a sus pies y sobre el medio del ataúd había desplegado un bellísimo capote de paseo en azul celeste y oro que la madre del diestro quiso que le pusieran para engalanarlo. Porque, fue el capote que usó, en su confirmación como torero, precisamente aquí en Cali, su ciudad natal; y, la que hizo que apareciera en su vida, por primera vez, la oportunidad de mostrar el bello juego de su arte, al mundo entero del toreo. Junto, muy junto a su lado había otro féretro, con un sencillo ramo de rosas blancas y rojas dispuesto en bellísimo arreglo, sobre su medio. Era el féretro de Luz. Y cerca, de ese lugar unidos todos en un mismo grupo, estaba toda la torería de Colombia. Nadie quiso faltar para despedir al ídolo nacional, ese jovencísimo y valiente torero que estaba conquistando el mundo entero con su arte y también con su nobleza humana. Todos los compañeros de Arango lloraban sin consuelo, el “ no estar más” en el ruedo del diestro más representativo de Colombia de los últimos años. Pese a la fe que depositan en Dios, los colombianos – que suele ser mucha –, para ellos la partida o mudanza de los seres queridos, siempre es un trago amargo; así, lo decían las caras de todos presentes y, de forma muy concreta, los rostros de los toreros colombianos que, antes que pensar que se habían quitado de en medio un rival, lloraban la pérdida del amigo, del hermano, del hijo que ya no podrían admirar ni volver a ver nunca más, en nuevas brillantes faenas; a no ser, que sea, en las ensoñaciones de los críticos taurinos, cuando dejan de lado al implacable juez fustigador que alimentan y se convierten en poetas, del bello arte del toreo, haciendo nacer al ídolo que los inspiró. Pasado el tiempo establecido por las autoridades, Monseñor Galiano Baeza, obispo de la Arquidiócesis de Cali, ofició la ceremonia fúnebre que, ante todo, además de explicar la palabra de Dios, mostrar su fe para trasmitirla a los miles de personas que allí se habían congregado, en su homilía trató de infundir consuelo y resignación en aquellos corazones rotos por el dolor que, al escuchar las sentidas palabras del obispo, no pudieron evitar que sus ojos se empañaran otra vez con el agua y la sal de las sufridas lágrimas, curiosa agua y sal que también derrama el cálido Mar que

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besa las costas de Colombia. Finalizado el acto el señor obispo entregó la bendición a todos los presentes y rezó por todas las víctimas que, como él dijera, ahora ya están junto a Dios. Hermanos todos, - dijo el obispo – oremos ahora por todos nosotros puesto que, ellos, los hermanos que en esta oportunidad nos han precedido en el último viaje, ya están todos junto al Altísimo Padre; dichosos ellos que han tenido la fortuna de marcharse junto a Él; ya no tendrán dolor, no tendrán penas, no sufrirán por nada; no tendrán enemigos, ni tampoco enfermedades; gozarán, en cambio, de la paz divina y de la misericordiosa y fulgurante Presencia eterna. Decenas de coches funerarios se fueron presentando en el lugar para ir trasladando los féretros uno a uno, hacia su morada final. Cuando tocó el turno de trasladar a Luís Arango, la torería de Colombia tenía previsto el acto que inmortalizaría para siempre la fecha de la muerte del diestro. El féretro fue llevado con el coche fúnebre hasta las inmediaciones del coso de Cañaveralejo y allí, a hombros de sus compañeros, se lo entró en la plaza de toros y, de tal manera, Luís Arango dio la última vuelta al ruedo en su cuidad, la que lo vio nacer como artista y la que ahora lo inmortalizaba para siempre como tal, puesto que, la gente que lo alentó y lo vio triunfar en repetidas ocasiones, una vez más, volvió a llenar el coso para darle el último adiós a su torero. Y volaron al aire miles de coloridos claveles y se dejaron sentir los gritos de ¡ óle !, ¡ óle ! y ¡ torero, torero ! a medida que el séquito humano completaba la vuelta. Cali lloraba la pérdida de un hijo dilecto y querido y Colombia, no solo lloraba por Arango sino que también lo hacía por todos sus otros amados hijos fallecidos, y lo hacía vestida del más doliente luto. Por último, una sentida y unánime ovación se dejó escuchar en la Plaza y el diestro triunfador se fue para siempre a hombros de su gente, saliendo por la puerta grande. Y los caleños, al margen de la consternación que estaban sintiendo, demostraron tener memoria histórica puesto que, en dicho recinto taurómaco, Luís Arango dictó innumerables y bellísimas lecciones de torería, algo que no volvería a ocurrir.

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Capítulo # 45

EL MAGO VOLVIÓ A NACER

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l Presidente de Colombia, decidió quedarse en Cali, hasta tanto

concluyeran los dos días de velatorio oficiado a las víctimas, de la tragedia aérea. Ese lapso, ya había pasado y, en la mañana del tercer día dispuso que lo acompañaran para visitar a los que sobrevivientes. Tanto Lucía Ostos como Rodolfo Martín estaban internados en un hospital central de la ciudad caleña y, el mandatario, antes de regresar a Bogotá, quería conversar con ellos, puesto que él era totalmente consciente del milagro que había supuesto que se salvaran solamente dos personas de semejante desastre aéreo; Dios, indudablemente, dejó que vivieran porque alguna misión importante les tenía asignada porque, de otra manera, jamás se podría entender. Y él como hombre político que era, sintió que era oportuno ir a expresarles personalmente a ellos, el beneplácito que toda Colombia sentía de saberlos vivos y recuperándose. Además era éste, también su sentir personal, como ser humano y, dado que él era el representante máximo de su pueblo, consideró su deber, hacerle saber a los sobrevivientes lo que sentía el pueblo colombiano por ellos. Allí se personó entonces, en el hospital San Juan de Dios y los directivos y personal de dicho centro asistencial se sintieron muy a halagados con la visita presidencial. Preguntó, en primer lugar, por su compatriota Lucía Ostos que, según los médicos, estaba en un estado muy grave y, aunque consideraban que su vida no corría inminente peligro, la tenían en la UVI (Unidad de Vigilancia Intensiva) porque su estado, a causa de las múltiples heridas y politraumatismos severos sufridos, aún era de intenso cuidado. El Presidente se tuvo que conformar entonces, con verla solamente a través del cristal de dicho habitáculo y, lamentablemente, no pudo intercambiar palabra alguna con ella. Por el contrario, Rodolfo Martín El Mago se encontraba en una habitación de planta de dicho hospital y, sí podía recibir visitas; aunque en realidad, pese a estar herido como estaba, y necesitar del afecto y cariño de la gente, se hallaba en otro país y, en consecuencia, pocas visitas recibiría; además había muerto su amigo y, como él dijera, en Colombia no tenía “cuate” alguno más. Muchos periodistas habían querido entrevistarlo y también gente de su mundo de los toros pero, El Mago se negó con rotundidad. Su ánimo no estaba para tales dispendios. Así que muy lejos de su mente quedaba que una persona pública como el Presidente de Colombia acudiera a visitarlo. En el hall de entrada se quedó la comitiva presidencial alertados ya, que el matador no quería recibir visitas, entonces por respeto y acatando su voluntad decidieron dejar solo al Presidente que subiera a verlo.

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El doctor Cantalejo que había asistido a los heridos de la catástrofe, acompañó al Presidente a la habitación de Rodolfo Martín, El Mago. El doctor abrió la puerta de la habitación y, los dos guardaespaldas presidenciales otearon la misma, uno de ellos se adentró ágilmente al recinto y revisó rápidamente el baño y el ventanal, el otro se quedó en la puerta con el Presidente y el doctor. El doctor sonreía nerviosamente, pero como todo este procedimiento duró menos de un segundo, cuando los dos hombres de seguridad se apostaron uno a cada lado de la entrada, simplemente le dio tiempo a decir: - Permiso Rodolfo, - y sin esperar respuesta, invitó al mandatario a entrar - ¡ pase usted, señor Presidente !. El Presidente se dirigió entonces a Rodolfo muy amablemente para preguntarle por su salud. - ¡ Buenos días !. ¿ Cómo está usted, maestro ?. Y respondió El Mago: - Buenos días – dijo, muy bajito y bastante adormecido -. Así todo, nada le había pasado inadvertido. Fijo sus ojos en el hombre que se le paró al lado de la cama, e intrigado le dijo - a usted lo he visto yo en la televisión; ¿ es acaso amigo de Luís Arango ? -. Rodolfo Martín, aún se encontraba afectado por los calmantes que le habían suministrado y también por el enorme stress emocional que sufría, por lo tanto, era muy razonable que - tal vez - no hilvanara adecuadamente sus pensamientos y no acertara a comprender que quien lo estaba visitando, era - nadie más ni nadie menos - que el Presidente de Colombia y, después de todo, tan mal ubicado no estaba, ya que no es una visita que por lo general, una persona común espera. Claro, que él no era alguien “ común “ ya que, además de ser un diestro con destacada fama entre los que entienden el arte de torear, era uno de los dos, sobrevivientes de un infierno. Pero eso, él aún, no lo tenía asumido. El doctor Cantalejo, intentó disculpar al Mago ante el Presidente. Es posible, decía el doctor- que el señor Martín haya perdido un poco la memoria; y, que su mente no razone como debiera; sepa usted señor Presidente que, el shock sufrido ha sido inmenso y además le estamos suministrando muchos analgésicos debido a sus heridas y quebradura. Imaginamos que tardará bastante tiempo en volver a recuperar su normalidad; su cuerpo se curará pronto, pero nos preocupa su mente. El Presidente, sin emitir palabra, simplemente le hizo un gesto con la mano al doctor, para asegurarle que entendía perfectamente la situación y que el protocolo, lógicamente, en este caso, era lo de menos. Y dirigiéndose al Mago, le dijo, en un tono muy amable:

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- Soy el Presidente de Colombia y, si bien he tenido la dicha de conocer a Luis Arango, no he tenido la dicha de ser su amigo. Me hubiera gustado, y no se preocupe matador, no se preocupe por nada. Todos los que estamos aquí, estamos para servirlo y ayudarlo a recuperar su salud, que es lo único que ahora nos debe importar a todos pero, principalmente, a usted. Imagino que los doctores aquí presentes, lo están atendiendo muy bien y ya le han contado o le contaran a su debido tiempo, con detalles, todo lo que le pasó y lo que se espera de usted, en lo referido a su salud. ¡ Gracias a Dios – exclamó el mandatario, extendiendo ambos brazos hacia Rodolfo y, haciendo un escrutinio, con la mirada, de su persona - , al menos así a simple vista, yo lo veo muy bien !. Estoy aquí para brindarle mi ayuda – continuó diciendo -; y, ya me contaron los motivos por los cuales vino usted a Colombia y, su gesto, maestro, permítame decirle fue admirable y digno de un buen hombre y de un buen amigo. Sepa usted, aunque aún no lo comprenda, que ha sido acreedor de una bendición del Cielo al salvar su vida. Algo muy importante, tiene planeado el Señor para usted y también para la señorita Ostos, a quien también el Cielo, le salvó su vida. Ambos, alguna misión sospecho, que tienen que llevar a cabo sobre esta Tierra. Así sea, simplemente la de manifestar agradecimiento a Dios – quien siempre será, pase lo que pase, fuente de toda razón y justicia - amando la vida, por sobre todas las demás cosas de este mundo. Y despreocúpese maestro por cualquier otra cosa que no sea recuperar su salud. Todos los gastos que conlleve su recuperación están pagos por las respectivas pólizas de seguros de la compañía aérea y los que no, se hará cargo el pueblo colombiano. Y cuando usted sea dado de alta tanto su embajada, como nosotros le facilitaremos los medios necesarios y el pasaje para que usted pueda volver a México. Tras la alocución del presidente, de momento, El Mago recuperó la lucidez; no se sabe si por completo o, por el contrario, simplemente porque supo discernir el momento tan especial que estaba viviendo. Y, Rodolfo, emocionado, respondió: - Muchas gracias, señor Presidente, es un detalle muy lindo el que ha tenido usted conmigo; me siento muy reconfortado con su presencia. He salvado la vida pero, en realidad, lo que quiero salvar es mi alma, mi mente; estoy confundido. No puedo parar de llorar; no se si lloro por mí o por todos los compañeros de pasaje fallecidos. Me siento muy mal, señor Presidente. Yo vine para acompañar al “cuate” Arango; como usted sabe, había muerto un hermano suyo en un accidente y, como quiera que éramos amigos, por dicha razón vine con él para consolarlo; y, ¡ fíjese en que ha quedado el consuelo !. Me brindó un toro hace muy pocos días en La México; allí confirmó su alternativa y, el toro de la ceremonia, lo que sería su bellísima faena me lo dedicó. ¡ Era un tipo estupendo, señor Presidente !. Necesito recuperarme aquí junto a ustedes; no se si me marcharé de Colombia; si lo hago es por mi madre que está viejita y necesita de mi compañía; pero sí le digo que, cuando me vaya, por Dios, que no subo nunca más a un avión; será por barco, si es que me voy.

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- Tranquilo, Rodolfo, - dijo el Presidente - quiero que se sienta usted como en su casa; ante todo, mi único deseo es que se recupere usted bien y si decide quedarse, no dude que Colombia será su hogar. Es un honor para mí compartir estos momentos con usted y que me haya recibido; es más, era un deber de colombiano interesarme por usted y por la señorita Ostos con la que lamentablemente no he podido platicar. Soy yo el agradecido, ya que no todos los días uno tiene el privilegio de hablar con un sobreviviente. Si bien - recapacitó el Presidente - en todas partes del mundo incluso de este país, hay muchos sobrevivientes y no precisamente de catástrofes aéreas, sino de la indiferencia y otros males, remediables si, nosotros los hombres, quisiéramos remediarlos. Cosa que yo, como hombre y dirigente de este país y de este gobierno estoy de a poco remediando y haciendo remediar. Pese a que los medios le den más prensa al caos que al cosmos. - Claro, señor – dijo Rodolfo - los medios, por lo general quieren regocijarse más con el drama que con el arte. Porque, a la gente pareciera que le gusta más la tristeza que la alegría; será también, porque por lo general, y gracias a gobernantes diferentes a usted, les dura más. Es por esto, que yo no he querido recibir a ninguno de ellos, porque a ellos, siento que lo que les interesa es vender prensa con mi drama y, de mi persona, lo único que yo puedo vender es mi arte en los ruedos. No me gusta que se comercie con la sangre, con los cadáveres, con los heridos o moribundos, o con esas otras miserias humanas, como dice usted; cuando salga del hospital, antes de partir – si es que me voy - haré unas declaraciones para todos los medios, pero para decirles que estoy bien y gracias a Dios, vivo; ahora lo que me importa tal como me ha aconseja usted es mi salud y, ante todo, mi recuperación anímica. Gracias, señor Presidente, que Dios lo bendiga por su gesto y su cariño. Jamás lo olvidaré. El Presidente abrazó a Rodolfo para despedirse y le dijo: Aquí tiene usted el teléfono de mi secretario particular y, si decide quedarse en Colombia o necesita cualquier cosa, no dude en llamarme. Será un honor atenderlo. Me siento feliz porque, en este abrazo, amigo, he sentido que he abrazado a un recién nacido que conserva la sabiduría de sus otras vidas, por lo tanto, espero que viva usted muchos años.

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Capítulo # 46

EL DESPUÉS

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or momentos Rodolfo enloquecía en el hospital, hasta intentó suicidarse,

queriendo arrojarse por la ventana, cosa vacua, porque su habitación estaba en el primer piso; pero, era demasiado el dolor que cargaba en su alma; se recuperaba su cuerpo pero, su mente, en demasiadas ocasiones se quedaba en blanco, se perdía; no podía digerir en su corazón cuando había vivido. Además de los médicos, una psicóloga le acompañaba a todas horas. Estaba feliz por haber nacido de nuevo; pero muy desdichado cuando analizaba la tragedia. Hasta se preguntaba los motivos porque tuvo que ser él, el que se salvara de tan grande hecatombe. En aquellos días, Rodolfo, en el hospital analizaba lo que había sido su vida; incluso lo que era su feliz presente. Había sido informado de que la azafata llamada Lucía Ostos se había salvado igual que él, razón por la cuál, preguntaba a los médicos todos los días por ella; y, ellos le contaban que, aún sin que peligrara su vida, sus lesiones los obligaban a tenerla en la UVI por un tiempo más y por dicho motivo no se la podía visitar; El Mago, en la medida que su pierna se lo permitía, deambulaba por los pasillos del centro sanitario. Su cara era todo un “poema”; cabeza envuelta en los esparadrapos y vendas por cubrir la tremenda herida que tenía en ella; su cuerpo era todo un mapa de lesiones; pero todas recuperables; ver ahora al Mago en traje de baño era un azote para los ojos de cualquiera. Doly Ramírez, la psicóloga le repetía una y mil veces: - Tranquilo, Rodolfo, usted ha vuelto a nacer y, como tal, tiene que empezar a vivir de nuevo; es usted un niño grande, pero un niño a fin de cuentas. Dios ha querido que usted siga en el mundo y, posiblemente, doña Alicia, su madre, cuando usted llegue a México le seguirá cuidando como el niño pequeño que es usted ahora. -Señorita, -decía Rodolfo- me siento muy frustrado; se me marchó mi cuate Arango y, su novia a la que quise tanto como a él; salvo esta mujer, Lucía Ostos y yo, murieron todos. ¿ Qué será de nosotros ahora ?. Me estremezco al pensar que, cuando salgamos del hospital estaremos en el ojo del huracán para todos los medios informativos y, eso me asusta tanto como volver a subir en un avión, ¿ sabe ?. En plena conversación entre ambos, suena el teléfono, que atienda la psicóloga; era una llamada muy especial para El Mago. - ¡ Rodolfo, - dijo ella - es para usted !. - ¡ Aló !. ¿ Quién habla ?.

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- ¡ Soy mamá, hijo mío !. A Dios gracias te encuentro y siento que estás vivo; casi muero viendo las imágenes que la televisión nos mostró y, cuando supe que tú ibas en ese avión desvanecí, quedé sin sentido y tuvo que ser tu hermana la que me atendiera. ¡ Creí que estabas muerto hijito de mi alma ! - El Mago comenzó a titubear, conteniendo el llanto - . No, amor, no digas nada; deja que yo te hable. Sabiendo que estás ahí, al otro lado del teléfono, con eso me basta y me sobra; no me cuentes pormenores; saberte vivo es la bendición más grande que nos ha dado Dios. Dime ahora, sólo lo importante. ¿ Cómo te encuentras ?. ¿ Cuándo vas a venir ?. ¿ Qué te han dicho los médicos ?. ¿ Podrás volver a torear ?. El Mago quedó mudo, intentaba recuperarse de la emoción de escuchar a su madre; la felicidad que estaba sintiendo al escucharla no tenía parangón; y, de todas las preguntas que doña Alicia le hizo, la que lo dejó perplejo fue cuando ella le preguntó cuando podría volver a torear. ¡ Increíble, pero cierto !. - Mamá, - contestó El Mago - no sufras; estoy bien. Hoy, tu amor ha sido la mejor de las medicinas. Veré si puedo salir de este shock que la vida me ha dado; me están ayudando mucho. Mi cuerpo se está recuperando y, ¿ sabes algo ?. Ayer vino a visitarme el presidente de Colombia. ¡ Todo un señor, mamá !. Me brindó su ayuda y me dijo que lo que necesite que no dude en pedírselo; volví a nacer y, como sabes, ahora tengo el respeto de todos. ¿ Dices de volver a torear ?. ¡ Mamá, creo que eso no será imposible !. Perdí a mi cuate Arango y, eso me ha marcado mucho; me siento muy solo sin él. No te había contado pero, cuando nos vimos en México, ambos teníamos planeado montar una corrida en Cali y otra en Bogotá, aprovechando el buen nombre y mejor cartel que Luisito tenía en Colombia; para él era el todo que yo toreara a su lado en Colombia y para mí también era el todo, torear al lado de él. Ahora, mamá, ya todo es historia; se desvanecieron todos mis sueños. Si antes del accidente me quedaban pocas fuerzas por culpa del alcohol; ahora, si me repongo, Dios dirá. Los ochenta y cinco años de doña Alicia no eran impedimento para que ella razonara junto a su hijo y, le dijera que ahora lo que importaba era él, que estaba vivo. Y su pregunta acerca de volver a torear, no fue una pregunta al azar, ella era sabedora de cuáles fueron siempre, las mayores ilusiones de su hijo y, no dudó en apelar a ellas para darle un motivo en que creer, en que pensar. Ella sabía muy bien, en que iba a terminar sumido su hijo, sin un sueño; y, por nada del mundo quería llegar a verlo así. Mucho menos, habiendo “su tesoro”, sobrevivido a esta horrible tragedia. Sólo ella sabe lo que sufrió, hasta que se supo del afortunado destino de éste. Sólo ella sabe cuanto le imploró a Dios para que lo dejase a su lado. Y si bien la perspectiva futura de perderlo ante un toro era funesta, la perspectiva de perderlo muerto en vida, víctima de una depresión, era muchísimo peor. Solo ella sabía cuánto le dolía el corazón en estos momentos, por su amado hijo. - ¡ Cuídate, hijito ! - sentenció su madre - lo primero es tu salud, que no quede secuela alguna en tu cuerpo y tampoco en tu alma. En casa te esperaremos como siempre para amarte como nunca. Y quiero que sepas que desde siempre tu madre te ama así. ¡Adiós mi vida! ¡ Cuídate !. ¡ Te amo muchísimo, mi amor !.

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Acabada la conversación los ojos de Rodolfo se empañaron de lágrimas; él seguía siendo el niño chico que ya bastantes años atrás había parido su madre pero, para ella, él seguía siendo un pequeñín; se emocionó tanto con la conversación que no podía contener el llanto. Doly estaba asombrada; comprobó como reaccionó y razonó El Mago y, quedó satisfecha; los progresos anímicos del diestro mexicano estaban siendo una bendita realidad. Su cuerpo sanaba, pero era su mente la que preocupaba a los médicos y, de forma muy concreta a Doly Ramírez, la psicóloga que lo atendía permanentemente. - Lo veo feliz, maestro – dijo la muchacha –. Se ha emocionado usted con la llamada de su madre y, eso es señal inequívoca de que su corazón sigue latiendo de forma maravillosa y que, sin duda, coordina con su mente. La vida sigue y tenemos que girar todos juntos con ella. Dichoso usted y, esto quiero que lo grabe dentro de su alma; porque ha vuelto usted a la vida y por esa bendición quiero que le agradezca enormemente a Dios. - Sí, señorita; - respondió Rodolfo - es usted muy amable. No sabe cómo le agradezco lo que está haciendo por mí. Y sí, mujer, escuchar a mi madre ha sido otro regalo que me ha hecho Dios. Ella ha sido el comienzo y centro de toda mi vida. ¡ Si viera usted lo feliz que se puso el día que le regalé una casa !. Viví para ella, nada es más cierto, aunque luego las circunstancias de mi vida me empujaran hacia el horrible mundo de la bebida. Me castigaron los hombres y me refugié en el alcohol. Fui débil, ¿ sabe usted ?. Fui cobarde, ¿ sabe ?. Fui de todo, menos lógico. Hasta la “gringa” con la que me casé fue un error, ya que si bien yo la amaba, su permanencia junto a mí, no me ayudó nunca para nada; una vida llena de desdichas que, de vez en cuando, tomaba aire cuando lograba llevar a cabo una faena inspirada llenando los ruedos con mi arte.

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Capítulo # 47

LA SONRISA DEL MAGO

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abían pasado bastantes días y, El Mago, en el hospital, volvía a sonreír.

Su recuperación era un hecho constatado; pese a que seguía utilizando muletas para moverse por el centro médico y sus aledaños ajardinados donde el diestro mexicano paseaba durante largo rato. La palabra muleta le hacía más daño que las propias heridas; no podía comprender que, ese nombre, que recibe “ la pañosa ” con la que él ha creado bellas lecciones de arte frente a los toros, se lo hayan puesto también a estos artilugios que lo ayudan ahora a sostenerse. Todo el personal sanitario del centro lo trataban con un respeto desmesurado; para ellos era el sobreviviente de la tragedia del avión, por tanto, era casi un semi Dios. Lo montaban en la silla de ruedas y lo llevaban hacia donde El Mago dijera. Agradecido como estaba hacia todos, lo que lo jorobaba era que lo trataran de aquella forma sin saber en realidad quién era; y, esto era cierto, porque para todos era el hombre más famoso del mundo por haber salvado la vida, cuando todos los demás habían muerto. Su felicidad hubiera sido más grande si todo el tratamiento admirable que le daban hubiera tenido que ver con su condición de artista de la torería. Rodolfo nunca olvidaría ese accidente y la gracia que Dios le concedió al permitirle seguir viviendo, pero en realidad, él era el que era; es decir, un artista postergado mexicano que, en pocas ocasiones le habían permitido enseñar su arte irrepetible. Hecho real e indiscutible este último, que era el que a él más lo hería en su alma. Su desilusión mayor ocurrió el día que descubrió que, en el hospital nadie sabía quién era en realidad. Rodolfo, tan sincero como sencillo, un día le preguntó a uno de sus amables enfermeros. - ¿ Usted sabe quién soy ?. - Por supuesto, - dijo el asistente sanitario - usted se llama Rodolfo Martín García, ciudadano mexicano que, junto con la señorita Lucía Ostos, han sido ustedes los únicos que salvaron su vida de la tragedia del avión siniestrado hace pocos días. - ¿ Qué profesión tengo ? - preguntó El Mago -. - No lo se; lo que si se amigo, es que usted, cuando salga a la calle será el hombre más famoso de todo el mundo. El hecho de sobrevivir ante una desdicha como la que hemos tenido, tanto a usted como a esa muchacha, los hace ser las personas más admiradas del planeta.

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Estaba seguro de que la popularidad sería un hecho consumado. Eso lo admitía Rodolfo; pero su miseria no era otra que comprobar que nadie lo conocía como lo que era, un artista de la tauromaquia. Poco le importaba a él que lo admiraran por ser un sobreviviente de la tragedia. Dicha cuestión, como él decía, podía haberle pasado a cualquiera y, ser artista, como él lo era, no es patrimonio de todo el mundo. Lo admiraban porque estaba vivo; pero igual podrían haberle rezado en su muerte como a la práctica totalidad de los viajeros del avión siniestrado. Eso de la popularidad ganada sin esfuerzo alguno, como por un designio del azar o destino, a Rodolfo lo ponía de mal humor; la fama y popularidad, según su leal saber y entender, hay que ganarla mediante el arte, en la faceta que fuere, pero siempre por el arte. Por este motivo, saberse conocido por ser el “sobreviviente” lo ponía frenético; toda la vida luchando por la causa del arte y, - así pensaba él - me tienen que venir a conocer por escapar de una tragedia. Días más tarde recibió Rodolfo una visita inesperada. Lo que iba a sucederle ahora, en este momento, no lo podría sospechar jamás. Él nunca podría haberse imaginado que, ahora mismo, como torero, podía ser el artista más rentable para todo empresario taurino. En su humildad, Rodolfo siempre creyó en su arte y, nunca se detuvo a pensar que, como sobreviviente de esta tragedia y, dada su condición de torero, para los empresarios taurinos podía ser el filón de dinero más grande del mundo. Siempre hay alguien que ve la posibilidad de negocio en toda oportunidad y, mucho más aún como era su caso, ante el hecho de que salvó la vida frente a semejante tragedia. Para sus adentros, Rodolfo seguía siendo El Mago que suspiraba por llevar a cabo la faena soñada; el iconoclasta de la torería capaz de lo mejor y de lo peor; pero jamás sintió que pudiera ser pasto de negocio para nadie; Rodolfo siempre entendió el arte como tal y, nunca apreció que con él hicieran negocio. Sin embargo ahora, por este lance caprichoso del destino, El Mago era la atracción mundial entre la torería. ¿ Qué pagaría usted por ver en los ruedos a un artista como el Mago, a sabiendas de que, para mayor dicha, es el único sobreviviente varón de la tragedia de Cali ? . Esa es la pregunta que se hacían muchos empresarios taurinos y, los colombianos no podían ser una excepción. Por dicha razón, Rodolfo recibió una visita muy interesante o mejor dicho muy interesada. - ¿ Señor Rodolfo Martín ? – preguntó una voz al abrir la puerta de su habitación -. - ¡ Pase !. ¡ Soy yo ! - respondió el artista mexicano -. - Permita que me presente; soy Ramiro Carmona Carrasco, el empresario de las plazas de toros de Bogotá y Cali. En primer lugar quiere felicitarle por estar usted entre los vivos y, si me lo permite, quiero hablar de negocios con usted. Sin darle tiempo al Mago, para decir nada, el hombre prosiguió: - Lo veo muy recuperado. ¡ Ha tenido usted toda la suerte del mundo ! ¿ Verdad ?. Me llamará usted oportunista pero, mis hijos comen de mi trabajo y, éste consiste en organizar corridas de toros y, para sustentar mi trabajo, es usted ahora mismo el eslabón que le faltaba a mi cadena; es usted un plato muy apetecido entre los

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aficionados de todo el mundo y, en cuanto usted se recupere, antes de marcharse usted a México, quiero ofrecerle dos actuaciones en mis plazas. ¿Qué piensa usted? - Que es usted muy directo señor, no me cabe la menor duda; no se anda con tapujos ni medias tintas. Si, hombre, de que tiene usted el don de la oportunidad, de eso no me cabe duda alguna. Le agradezco su oferta pero, lo primero que quiero es recuperarme y, más tarde, ya hablaremos. Pero me gusta la idea, no puedo negárselo. Es una pena que usted haya venido buscando al “ sobreviviente ” y no al Mago, pero procuraré que ambos sean la misma persona y, quizás podamos llegar a entendernos si de negocios hablamos. - Mire, Rodolfo, - dijo Ramiro - faltan dos meses todavía para que empiece la temporada grande en Bogotá y, respecto a Cali, para que todo el mundo pueda admirarle aquí, montaré una corrida extraordinaria para que todos los caleños disfruten de su arte antes de marcharse. ¿ Qué le parece ?. - Muy buena la idea. Seguiremos conversando - aseveró Rodolfo - que se hacía el hombre duro pero, por dentro, en su alma, estaba sintiendo la felicidad que siempre había soñado.

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Capítulo # 48

RODOLFO SIGUE SOÑANDO

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in pretenderlo, Ramiro Carmona Carrasco, el empresario taurino, le dio a

Rodolfo Martín la inyección de ánimo que jamás hubiera soñado y que además, en realidad estaba en este preciso momento, necesitando. El Mago ya se sentía acabado para el desarrollo de su profesión; se sentía como un muñeco roto por la causa del alcohol, circunstancia que lo obligó a internarse, allá en México, en una clínica de desintoxicación; y, en los últimos tiempos, previo al accidente solo había tenido el verdadero reconocimiento y consuelo de parte de Luís Arango que, tan atento estuvo con él, cuando aquél viajó para torear en la Monumental Plaza de México, convocado por Nacho Sanz, gerente de ese importantísimo coso taurino. Por su cabeza comenzaron a pasar, inevitable y espontáneamente secuencias de la faena magistral que el mexicano era capaz de soñar; y por ende, si la podía soñar era la que se sentía capaz de realizar. Este hecho motivaba hasta el máximo, al veterano y dotado para el arte, torero de Apizaco. Por el solo hecho de soñar ya se sentía mejor y, anímicamente, por momentos, era otra persona. Razonaba como nunca y soñaba como siempre. Médicos y enfermeros quedaban anonadados con el comportamiento de Rodolfo. Nadie lo creía. La propia Doly Ramírez, la psicóloga, quedó estupefacta cuando encontró de nuevo al Mago. El diestro venía a demostrarle que, la ilusión puede con todo; hasta vencer una enfermedad o una grave lesión e inmenso trauma psicológico como era su caso. El Mago ya se veía vestido de torero. Ese traje rosa y plata, su color favorito; el traje que lo inundó de gloria cuando anunció su despedida en los ruedos, aquella gloriosa tarde de aquél maravilloso enero, de hace tan solo unos pocos años atrás, en la cuál en vez de despedirse tuvo que volver para llenar los ruedos de México con su magia. Tuvo un año intenso, lleno de éxitos, cornadas y, ante todo, sinsabores, aquella vez. Fueron muchos los que se beneficiaron con su arte, mientras que él en sí, como ser humano, a ninguno de todos esos le importaba; entonces, hastiado y aburrido, se refugió en el alcohol. Todo un drama personal del que, milagrosamente, gracias a la noble actitud de Luís Arango que hizo la acción precisa, con la palabra justa, en el momento oportuno; pudo salir. Luego, lo que estaba – a ojos de quien lo viera sin comprender, que los planes de Dios son un misterio, para todos los humanos – predestinado para ser el fin de sus días en aquel aciago accidente, por una bendición del Altísimo, se le estaban dando unos bellos lances del destino a su favor. Meditaba Rodolfo en la soledad de su habitación; pensando en silencio lo que siempre había dicho: ¡ Vaya estupidez para un torero, morir dentro de un avión !. El

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Mago siempre decía que, un torero, de serle posible elegir su muerte, ésta tiene que ser morir en el ruedo, frente a las astas de un toro y, con toda seguridad, en el noble ejercicio de su arte. ¿ Morir en un avión ?. ¡ Qué muerte tan estúpida !. Se repetía para sus adentros una y otra vez. Y Dios lo escuchó al salvarlo de la muerte que él nunca hubiera deseado. - ¿ Podré torear en Bogotá y Cali ?, - pensaba en voz baja - puesto que, en este país nunca he toreado. ¡ Como me ayude un toro en cada plaza, sabrán en Colombia, quién es El Mago ! . ¿ Estaré en condiciones de hacer el paseíllo dentro de dos meses como me dijo el empresario ?. ¡ Si, barrunto que sí !. Me veo más delgado; mejor, así me quedará mejor el vestido. ¿ Habrá trajes de alquiler o tendré que comprarlo ?. Si me lo hacen a medida mucho mejor; es difícil que alguien tenga en Colombia una figura como la mía. ¡ Y podré confirmar mi alternativa en Bogotá !, en la plaza de toros La Santa María, ese coso bellísimo que no conozco; pero que amo por todo cuanto me habló Luís Arango – y entonces, una sombra de profunda tristeza le inundo nuevamente los ojos, al recordar sus charlas con Luis; sacudió la cabeza lleno de pena y dolor pero, siguió soñando; la vida en él, siempre fue muy fuerte y ésta, incontrolable, pujaba por manifestarse –. Deseo que pase pronto este tiempo. Ya me veo vestido de luces y con el puro cubano en la boca, antes del paseíllo. Ilusiones por doquier son las que albergaban el cuerpo y el alma del diestro que, ante esta vicisitud de hechos lamentables y fortuitos y, la real oportunidad de poder volver a torear; se sentía otra vez como lo que en realidad era, un hombre-niño recién nacido para la vida. Ya caminaba solo con la ayuda de una muleta y el resto de sus heridas ya casi habían cicatrizado. Le preocupaba que, cuando se pusiera la montera, ésta pudiera hacerle daño en la cicatriz de la cabeza; pero no le importaba demasiado esto, podía más su ilusión que cualquier problema físico. Aparte, ante todo lo vivido, esto era una nimiedad sin demasiado sentido. Dos milagros habían ocurrido en su vida en muy pocos días; el primero salvar la vida cuando todos, excepto esa mujer: Lucía Ostos y él, habían muerto en el fatal accidente; y el segundo milagro, también muy importante y revitalizante para él, era esta nueva oportunidad, que le habían ofrecido de volver a torear. ¡ Esto último si que era un milagro !, pensaba sarcásticamente él. Y que Dios estaba a su lado, era patente. El Mago siempre había sido un hombre muy religioso y creyente y, en los momentos difíciles, siempre se había aferrado a Dios. Y, cuando ya todo parecía perdido, Dios siempre le envío la salvación y solución para sus problemas. El Mago, nunca fue de quedarse de brazos cruzados esperando que le lloviera agua bendita del Cielo, sino que siempre actuó movido por su enorme Fe y con la convicción de que Dios, ayuda a quien se ayuda. Y a veces, también es cierto que perdió el camino. De todas maneras, estaba visto que lo sabía volver a encontrar, aún cuando le toco lidiar a toros bien fieros en su vida, de esos “ ilidiables “que no quieren encontrarse de frente, ni siquiera los toreros más diestros; pero, aún así, hizo con su vida lo mismo que sabía hacer en los ruedos: vencer con riesgo y arte al toro, por más fiero que fuera. Su vida nunca fue

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fácil, pero al menos, él estaba orgulloso de que siempre fue intensa y de que él, Rodolfo Martín, nunca fue un tibio. Al día siguiente, con un ánimo que le desbordaba, decidió llamar a su madre para contarle la noticia. Doña Alicia que, si bien sabía que los toros, eran la pasión que le podría devolver a su hijo, el sabor de vivir la vida; pensaba para sus adentros que, los toros, para su hijo, eran solo un vago recuerdo. Por lo tanto, se llevaría una sorpresa mayúscula cuando escuchara de labios de su hijo, la noticia de su reaparición, como torero en los ruedos colombianos. - ¡ Mamá !. ¡ Soy yo !. ¿ Cómo estás ? – preguntó Rodolfo – . - ¡ Hijo mío, qué dicha más grande escucharte !. ¿ Cuándo vendrás a casa ?. Tu hermana y yo estamos deseando darte un fuerte abrazo. Enterado está, todo México de tu fortuna de sobrevivir a tan tremendo accidente. Todos los medios llaman a casa constantemente para saber de ti; pero yo les digo que no estás y, como has visto, no le he dado el teléfono a nadie. ¡ Tengo infinitas ganas de abrazarte hijito de mi alma !. La ternura brotaba en las palabras de doña Alicia ya que, para ella, Rodolfo, con casi sesenta años a sus espaldas era su niñito querido. Cualquier ser humano, por grande que sea, para su madre, siempre será su niño pequeño y, Rodolfo no podía ser una excepción. -¡Ahora se acuerdan esos gachupines de mí!; cuando estaba rehabilitándome del alcohol en la clínica, no llamó nadie – le decía Rodolfo a su madre –. Soy noticia por una tremenda desdicha, mamá; eso no me hace feliz, ¿ sabes ?. Ahora triunfará el morbo respecto a mi persona: ¿ Por qué me salvé ?, ¿ qué hice ?, ¿ cómo me escapé ?; mil preguntas que me fastidian muchísimo. Seguro que nadie me preguntará cuando reaparezco como torero y, esta es la cuestión, por la que te llamo mamá, aparte de la de querer escuchar tu dulce voz, porque te extraño viejita mía, porque tú eres la única mujer en mi vida, que me quiere así, como soy. Me han propuesto reaparecer y torear en Bogotá y en Cali, ¿ qué te parece esto que te cuento, madre querida ?. - ¡ Maravilloso hijo mío !. ¡ Tú mereces todo, esto y mucho más porque eres una buena persona !. No te digo que eres buen torero porque te pones vanidoso; pero como ser humano, no hay otro entre las personas que conozco – y por ti, sabes que conozco a mucha gente – que, sea tan bueno como tú. Soy tu madre, y pese a eso, hablo con objetividad. Se lo que digo. En ese albergue de los pobres de la calle Insurgentes donde tantas veces los ayudaste, ellos a diario me preguntan por ti. ¡ Esos son los nuestros hijo mío !, ¡ esos son nuestra gente !. ¿ Y quien es el bienhechor que te proporciona esa felicidad tan grande de poder torear ?. - Vino a veme el empresario de las plazas que te he dicho y, hemos quedado en que, cuando me reponga, haré el paseíllo en dichas plazas. Estoy emocionado, mamá. Ante todo, recuerda que estoy mejor; hasta la chica que se salvó conmigo ya está mucho mejor; ella tiene para mucho tiempo más porque sus lesiones eran terribles, pero salvó su vida que es lo importante. Quiero que estés feliz, mamá; la noticia que

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te estoy dando, creo que merecía que te llamara para hacerte partícipe de mi gran alegría dentro esta gran pena que me atraviesa, por todo lo que ha pasado, y que tan fácil no me abandonará. Me queda también el dolor de no poder abrazarte pronto, pero ha tenido que ser en Colombia donde colmen todos mis sueños y los hagan realidad. En breve, te seguiré contando. Te quiero, mamá.

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Capítulo # 49

UNA BELLA MUJER

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as circunstancias de su salud ya permitían que El Mago pudiera recibir

visitas con toda normalidad; claro que, como él pensaba, ¿ quién vendría a verlo en un país extraño ?. Lo visitó el empresario porque entendía que él era negocio para sus plazas pero, por afecto, apenas nadie. Sin embargo, en este día él recibiría una visita muy especial. - Señor Martín, - dijo una enfermera - hay una señorita que pregunta por usted; dice llamarse Judith Bergman y desea saludarlo. - ¿ Judith Bergman ?. No la conozco para nada pero, dígale que me espere; que ahora bajo yo, hasta la entrada - contestó Rodolfo -. La humildad del diestro, su deseo por el anonimato, algo que lo acompañó siempre en su vida, lo dejaban expectante. Él no alcanzaba a comprender que, una mujer pudiera visitarlo. ¿ Para qué ?. Se preguntaba en su interior. Ya en la entrada del hospital, sentada en una butaca divisó a una bellísima mujer que, por estar sola, Rodolfo entendió que debía ser ella. La mujer, al verlo se levantó y acercándosele, le dijo: - ¡ Es usted El Mago ! - exclamó maravillada - . ¡ Hola maestro, soy Judith Bergman, cantante colombiana !. ¿ Me conoce ? - le dijo la muchacha tendiéndole la mano -. - No, señorita, lamentablemente no tengo el gusto - dijo El Mago tomándole la mano - ; vengo de otro país y, al respecto de los cantantes no estoy muy al tanto en la materia. ¿ Qué desea ?. Se lo pregunto, porque se me hace muy raro que usted haya reparado en mi persona, sin ser periodista. ¿ O acaso es usted reportera y se hace pasar por cantante ?. - No amigo, está usted equivocado; yo no vengo a visitarle por ser usted el sobreviviente que todos quieren conocer; vengo a verlo para brindarle mi admiración y mi cariño. Soy muy aficionada a los toros; era muy amiga de Luís Arango y, repito, he venido para saludar al Mago. Rodolfo - continuó diciendo ella - usted será pasto de los medios cuando salga de este centro pero, a mí, el que me interesa es usted como artista. Todos los medios de comunicación certificaron que usted acompañaba a Arango y que, junto a una muchacha, fueron ustedes los únicos sobrevivientes de la tragedia. ¿ Cómo no iba entonces a venir siquiera a verlo ?.

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- ¡ Cuánta alegría me está usted brindando chamaquita !. ¡ Y yo creía que acá no me conocía nadie !. Tampoco soy tan famoso; tengo mi público sí, allá en México; pero, me deja usted perplejo al ver que, al menos una persona, en este caso una linda mujer como usted, sea capaz de que hablemos de toros; o quizás, mejor aún, digamos que del arte en su más viva expresión. ¿ Y dice usted que es cantante ?. Perdóneme pero, no la he escuchado jamás. ¿ Qué canta usted ?. - Canción romántica; hasta un día me atreví con las rancheras de ustedes; le digo que, en mi repertorio tengo muchas canciones de José Alfredo Jiménez. Pero, ¡ fíjese !, nos hemos puesto a conversar y no le he preguntado por su salud, todavía. ¡ Perdone mi descortesía !. - ¿ Y cómo se encuentra usted ? – prosiguió diciendo la muchacha -. - Creo que bien, chamaquita. Voy superando las heridas y el horror de ese accidente. Sepa usted que lamento profundamente no haber sido yo el que quedó allí, en lugar de nuestro mutuo amigo Luis; pero, no fui yo el que decidió y así todo, pese a este tremendo dolor del alma que siento, le estoy agradecido de estar vivo al Altísimo. Nada me gusta más que vivir y nada me hubiera gustado morir ahí. No le tengo miedo a la muerte pero soy torero y, si tengo que morir repentinamente, que sea en una plaza de toros ante los cuernos de algún bruto animal que sepa embestir, con casta y no en un estúpido accidente de aviación como ese, que hasta el día de hoy no entiendo. Lo pienso y ... Judith lo interrumpe, no lo deja terminar la frase. - Deje eso ya, maestro. Todo está como Dios lo dispuso. Y Él sabrá porque lo quiso así. Luis era un gran hombre y un buen amigo y, así lo recordaremos siempre. Rodolfo bajó la cabeza y, se tomó el entrecejo con la mano derecha. Apretándolo fuerte como para evitar romper en llanto. Al notar esto, la muchacha, que también se había puesto triste, le salió al cruce con otro tema, segura de cambiar el ángulo que había tomado la conversación. - Oiga, maestro, como quiera que me desenvuelvo en el mundo de la farándula, por dicho medio he podido saber que le han ofrecido a usted la posibilidad de torear, de momento, dos corridas en nuestro país. ¿ Es cierto eso ?. Rodolfo, levantó la cara y con la vista aún nublada, le puso ánimo al diálogo y exclamó: - ¡ Sabe usted más cosas mías que yo mismo !. Si, es cierto que me han ofrecido la posibilidad de torear para ustedes y, en cuanto se me cure del todo la pierna, me pongo a entrenar. Miró Rodolfo el reloj, colgado en la pared detrás del mostrador de las recepcionistas y al ver la hora - ya era casi mediodía -, le dijo a su interlocutora:

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- Con mucho gusto la invitaría a almorzar juntos pero, aquí me tiene usted enclaustrado y, lo que es peor, sin dinero. - No sufra, Rodolfo, - dijo la chica - tendremos mucho tiempo para conocernos si usted se queda una temporada en Colombia. Y, artísticamente, le aseguro que se todo de usted; aquella huelga de hambre que usted protagonizó para que le dieran la oportunidad de volver a torear en La México; las veces que ha sido usted internado por culpa de esa droga inmunda llamada alcohol; las faenas tan sublimes que usted ha logrado; el amor que usted le profesa a su señora madre; podría darle miles de detalles más, pero para hoy, creo que son suficientes; tengo pruebas, como ha visto, para saber de qué hablo y con quién converso. Por cierto, le dejo cuatrocientos dólares para que usted “sobreviva” - y al decir esto le hizo un gesto de encodillado con las manos, denotando la ironía de la palabra que empleó y le sonrío hasta tanto pueda torear y ponerse rico junto a nosotros. - ¡ De ninguna manera, señorita !. Mi dignidad me impide aceptar su regalo; es cuestión de caballeros. No sufra que, cuando salga del hospital, si hace falta pido; lo hice muchas veces y, para eso tengo una gracia especial; pasé apuros en mi vida, pero jamás me faltó el pan. Procuré ganarlo siempre; pero si hay que pedir, con dignidad, se pide y punto. ¿ Cómo ha dicho usted que se llama ?. ¡ Ah, sí, Judith, casi lo había olvidado !; tiene usted un nombre peculiar. ¡ Y es usted muy guapa !. ¿ Sabía ?. - Si, maestro, también me contaron de sus dotes como seductor y, ahora me lo está usted certificando; pero eso es hermoso. ¿ A qué mujer puede disgustarle que le digan guapa ?. Y yo, no soy una excepción. Me marcho pero, le aseguro que pronto nos volveremos a ver. Me voy contenta, muy feliz; he visto cómo se ha recuperado usted y, esa dicha es muy grande para mí. ¿ Me permite que lo abrace ?. Judith abrazó al maestro al tiempo que, sus miradas al aproximarse, se cruzaron, cálidas pero penetrantes; de uno para el otro. Y se despidieron. El Mago se quedó también muy feliz; una bella mujer sabía de su vida, había acudido a verlo en calidad de artista y, su satisfacción no podía ser más grande. El temor de Rodolfo no era otro que, al salir del hospital, verse rodeado de todos los medios informativos del mundo. Sobrevivió, ¿ y qué ?, se decía para sus adentros. ¿ Tiene mérito alguno a nivel personal ?. ¡ Ninguno !. Y aquí nace la aprensión del diestro para encontrarse con todos aquellos reporteros que lo están esperando, y naturalmente, nadie para preguntarle por su arte, pero todos para preguntarle por todo aquello que pasó por haber sobrevivido. El Mago luego que la muchacha se marchó, volvió a su habitación y ahí se quedó haciendo planes para abandonar el hospital cuando antes. Claro que, bien mirado, ¿ adónde podría dirigirse si no tenía dinero ?. Tenía el teléfono del secretario privado del presidente colombiano y, si las circunstancias se ponían muy negras, esa mano amiga no era cuestión de desperdiciarla. Salir de ese hospital para hacer una vida normal, esa era la meta, sí señor. Es cierto que, para estar en la “calle” hacía falta dinero; para entrenarse en su profesión, una fortuna; para estar en un hotel;

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para todo era necesaria la plata, más en un país extraño como él estaba. ¡ Dios dirá !, pensó y aferrado a la misericordia divina siguió dirigiendo sus pensamientos

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Capítulo # 50

EL DÍA ESPERADO

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legó el día en que, El Mago, era dado de alta en el hospital. Su cuerpo

ya se encontraba restablecido y, lo que es mejor, ¡ su mente lo estaba !. La situación que había vivido podía dejar fuera de “combate” al hombre más fuerte del universo, pero no pudo con él. El Mago, otra vez, había triunfado. El hecho de pensar que, pronto volvería a crear arte en los ruedos, lo mantenía dichoso a Rodolfo. Allí en el Hospital lo despidieron los médicos, enfermeras, demás personal y él, como todo un caballero, antes de marcharse acudió a la habitación de Lucía para despedirse de ella. Ambos, aunque no lo buscaron ni se lo propusieron, estaban unidos por el hecho de haber sido los únicos sobrevivientes de la tragedia y, con toda seguridad, tendrían muchas emociones fuertes que contarle al mundo. Lucía al verlo y enterarse que se iba, se alegró mucho por él. Por saberlo totalmente restablecido y, al punto que ya se marchaba. A ella, todavía le quedaba un buen trecho; sus heridas, lamentablemente, fueron de mayor consideración, traumatismos enormes que, sin duda, precisaban de mucho más tiempo para curarse. Con un fuerte abrazo se despidió El Mago de la muchacha. - ¡ Que Dios te siga bendiciendo bella chamaquita ! - le dijo -, y no dudes nunca, que pese a todo lo que aún te falta por lidiar, conservar la vida es un privilegio enorme, que Dios otorga a los “toreros” más sabios y artistas. ¡ Conmigo estuvo más que magnánimo ! – bromeó – . Y poniéndose serio, – le dijo – y sólo Él sabrá porque lo decidió así. A mí sólo me resta seguir el camino haciendo todo de la mejor manera que conozco. Tú has lo mismo, ¿ sí ?. ¿ Me lo prometes ?. La muchacha, asintió con la cabeza, y con los ojos llenos de lágrimas, le besó el dorso de la mano que le retenía, y se despidió también, deseándole lo mismo. Rodolfo, se calzó un sombrero vueltiao - muy típico de la región -, que le había regalado uno de los enfermeros, y lo hizo cuidando de “no interferir” con la cicatriz de su herida, la que tenía muy sensibilizada. Cualquier cosa que le rozara, ya le causaba incordio. No le dolía, pero le molestaba. Se miró al espejo. Se gustó. Y salió nomás, al mundo. El día había llegado. La noticia de que Rodolfo Martín - El Mago -, era dado de alta del hospital, ante los medios de comunicación había corrido como un reguero de pólvora; todo el mundo lo sabía y, hasta un canal televisivo le invitó al hotel Sératon para que diera la rueda

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de prensa que en su día había prometido. Allí llegó El Mago con aires de triunfador; era muy humilde, pero cuando se lo relacionaba con su arte, se sentía el mejor. Todo estaba dispuesto en la sala de convenciones para que El Mago respondiera las preguntas de los periodistas. Hasta Ramiro Carmona Carrasco, el empresario, estaba por allí para no perderse detalle y, sin duda alguna, para concretar con el diestro lo que serían sus futuras actuaciones. Abrumado se sentía el torero mexicano, en aquel momento, sobreviviente de la inmensa tragedia que entristeció a Cali y, por ende, a Colombia entera. Rodolfo pretendía que se hablara de su arte, de su carrera y, como se presagiaba, quizás le preguntarían de todo menos de lo que él anhelaba. Uno de los periodistas hizo la presentación del personaje, glosando sobre su figura y con esto abría el turno de preguntas hacia el diestro. Rodolfo Martín, tan explícito en los ruedos, como persona es un tipo humilde y con poco diálogo. Digamos que estaba casi asustado; una nube de fotógrafos, reporteros, cámaras de TV, lo asediaban, por los cuatro costados; como él dijo, estaba siendo “ pasto ” de los medios informativos. Pero lo aceptó; entendía que, su fatal circunstancia le había hecho famoso en el mundo entero; fama a la que jamás hubiera querido llegar, de esta manera como llegó, pero los caprichos del destino son imprevisibles. Y empezaron las preguntas. - Don Rodolfo, ¿ qué sintió usted cuando se dio cuenta que se estrellaba el avión ?. - Tuve mucho miedo pero, por Dios, siempre creí que el capitán de la nave podría arreglar la situación y, desgraciadamente no fue así; este hombre, no pudo hacerse con el control del aparato. - Y cuando vio usted que todo se estaba terminando, ¿ a quién se encomendó ?. - No supe rezar en aquel momento; sentía mucha rabia porque me parecía una muerte tan estúpida. - ¿ Acaso cree usted que hay alguna forma lógica de morir ?. - ¡ Por supuesto, señorita !. En mi caso yo siempre le pedí a Dios que me quitara la vida en los ruedos, en pleno ejercicio de mi arte; es decir, de morir, que me matara un toro, pero nunca cayendo con un avión. - ¿ Llegó usted a perder la conciencia tras llegar al suelo ?. - No recuerdo bien, pero creo que no. Si tengo claro que me salvé porque al caer, unos inmensos matorrales amortiguaron mi caída; digamos que ejercieron de colchón para que mi cuerpo no se rompiera en mil pedazos como hubiera sucedido de no mediar como hizo, ese gigantesco y tupido, montecillo de enramada. - Y al verse vivo tras lo que había contemplado y sufrido, ¿ qué pensó ?. - ¡ Veremos quien me recoge ahora, si es que lo hacen !. Yo estaba en fondo de aquel barranco, a bastante más de un kilómetro donde se destruyó el avión y, no me pregunte que no sabría decirle las razones por las cuales fui a parar allí. Me ví lleno

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de sangre, con una brecha enorme en la cabeza, con la pierna rota, sin poder moverme porque todo me dolía y estaba ahí hundido unos cuantos metros abajo, en toda esa enramada, suspendido, porque no llegué a tocar el suelo, y a causa de la pierna que me dolía como los mil demonios, no podía intentar siquiera pararme, nada era firme. Sentía una angustia inmensa, no veía a nadie más cerca mío y ahí, a medida que iba pasando las horas y, nadie venía por mí y la noche comenzó a cubrirlo todo de oscuridad. Ahí, en ese momento empecé a tener miedo de morir así. ¡ Jamás había sufrido un accidente como éste ! – dijo sonriendo, he intentado quitarle dramatismo al asunto –. -Tras verse vivo, en la soledad de aquel barranco y con el dolor de sus heridas, ¿ sintió que podía morir allí ?. - Sí muchacho, es lo que acabo de decirle a la señorita. Por supuesto, que sentía que si no me recogían pronto, la vida se me iría; veía como seguía desangrándome cada vez que intentaba tan siquiera moverme un poco y me daba cuenta que mucho tiempo más no iba a aguantar así y pensé que por culpa de otra estupidez, si no me hallaban, podía después de tanto pasar, terminar entregándole mi alma a Dios. - ¿ Pensó usted que habían muerto, como así sucedió, todos sus compañeros de viaje ?. - En aquel momento, si le soy sincero, no pensaba en nadie; veía que me desangraba y esa era mi pena. Me dije para mí, si yo estoy vivo, igual pueden estarlo los demás. - ¿ Qué paso por su mente cuando le contaron la verdad de la tragedia ?. - Creo que enloquecí; me sentía furioso. Aunque la muerte, como le digo, en aquel instante, me parecía una estupidez, hubiera dado mi vida por muchas de las personas que allí viajaban, entre ellas, la hubiera dado con gusto por mi cuate, Luís Arango. - ¿ Y qué sintió cuando le dijeron que el diestro Luís Arango había muerto ?. -Una pena inmensa; Luís era un muchacho joven, triunfador, estaba enamorado, cosechaba éxitos por donde iba; pero, si Dios quiso llevárselo sería porque “ allá arriba ” hacía más falta que entre nosotros. Por él, como dije antes, hubiera cambiado mi vida; yo ya estoy viejo, al final de todo y, como ahora, soportando este capricho del destino. - ¿ Es cierto que, ya en hospital, usted quiso tirarse por la ventana de su habitación ?. - Sí. No le encontraba sentido a mi vida. Quería irme con Arango, era ese mi más grande deseo en aquél momento; enloquecí, no se decirlo más claro. - ¿ Qué les diría usted a los que siguen viajando todos los días en el avión ?.

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- Que lo hagan, pero yo el día que me vaya para México, me iré en barco. - ¿ De quién se acordó usted cuando estaba mal herido en el barranco que ha citado ?. - De mi madre, el único ser al que hubiera querido abrazar, en aquel momento, antes de morirme. Eran muchas las preguntas y, el moderador del acto hizo un receso para que El Mago descansara, tomara un vaso de agua fresquita y, por supuesto, saboreara su puro.

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Capítulo # 51

LA RUEDA DE PRENSA

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echo el paréntesis oportuno, los periodistas continuaban ávidos de

emociones ante el personaje que tenían enfrente. Se trataba de un recién nacido con sesenta años de edad y este hecho por sí sólo, ya es noticia. - ¿ Qué piensa hacer usted ahora ?. - Gozar de la vida puesto que, como ustedes dicen, acabo de nacer y no es cuestión de desperdiciar el tiempo. - ¿ Se quedará mucho tiempo en Colombia ?. - Todo el que mi arte me demande. - ¿ A qué se refiere usted ?. - A que me han ofrecido la posibilidad de torear dos corridas toros en Bogotá y Cali y, esa es la causa efecto de lo que yo llamo los efluvios de mi arte. - O sea que, ¿es usted torero? –Preguntó un novato, muy poco informado y con poco futuro en el periodismo, por lo que evidenciaba -. - ¿ Acaso cree usted que tengo tipo de delincuente ?. Creo que, por mis hechuras y forma de vestir, desde lejos, en mi persona se adivina un torero. - ¿ Ha cobrado usted alguna exclusiva por sus declaraciones ?. - Yo solo cobro cuando “ trabajo ”; cuando expongo mi vida para crear arte y, muchas veces, ni de tal manera me pagan. La cadena de TV que me ha traído junto a ustedes me ha dicho que me darán una importante cantidad que, ante todo, ya me han informado de un centro de niños huérfanos a los que les entregaré la totalidad de la plata. - Imagine, Rodolfo, que le entregan un pasaje para España para ir en avión puesto que, allí le espera una exclusiva de veinte corridas de toros. ¿ Qué haría usted ?. - Con todo el dolor de mi alma, cancelar el asunto ó, si me esperan, como antes dije, iría en barco. - ¿ Qué le han dicho los suyos al saberle vivo por un milagro de Dios ?.

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- ¿ Los míos ?. Yo solo tengo a mi madre y a mi hermana que están muy contentas y tienen muchas ganas de verme. La gringa – refiriéndose a su ex mujer – seguro que ni se ha enterado; mejor así. - Ahora mismo, señor, no dude que, quizás algún guionista pueda interesarse en su persona y le contraten como actor para llevar a cabo en la pantalla la tremenda historia que usted ha vivido. ¿ Qué le parece la idea ?. - No, por Dios; no quiero recordar jamás las escenas que viví; ni por todo el oro del mundo me prestaría a ello. - ¿ Qué le ha dicho usted a su compañera de hospital, la chica que se salvó con usted ?. - ¡ Chamaquita, qué magnánimo a sido Dios con nosotros !. Le di un abrazo y me despedí de ella. Claro que, antes de irme hacia México vendré a verla para despedirme de ella para siempre. - Lo dice usted como si ya no tuvieran que encontrarse nunca más; digamos que, sus palabras denotan una despedida eterna. ¿ Le entendí yo bien ?. - Si, yo me marcho para México y ella se queda en Colombia, no será sencillo que nos veamos. Esa es la definición que yo quería darle. - Hemos podido saber que tiene usted fama de seductor. ¿ Quiere eso decir que las mujeres debemos de cuidarnos mientras esté usted en Colombia ?. - No es cierto; son etiquetas que nos cuelgan a los que somos hombres públicos; yo soy la persona más sencilla que usted pueda imaginar, tímido, reservado, pero dentro de todo, con mucha educación y, mucho más cuando me siento junto a una dama; yo les digo chamaquitas, que es como definimos a las muchachas en México. - ¿ Qué propició, maestro, que usted se enfermara con el alcohol ?. - Las ingratitudes que me daba la vida, de forma muy concreta, los empresarios taurinos que querían jugar con mi arte y, a instancias de algunos compañeros, dejarme sentado en la banqueta puesto que, de tal modo, no molestaba a nadie. Como dirían por España, muerto el perro, se acabó la rabia, ¿ sabe usted ?. - Pero si usted se define como artista y ha tenido tardes gloriosas en México, ¿ cómo es posible que los públicos no le reclamaran ?. - Tampoco es que la gente fuera por las calles con pancartas diciendo: ¡ Queremos que toree El Mago !. Imagino que el sentimiento de los amantes del arte sería verme en los carteles; pero la decisión no era mía, ni de ellos y, los que manejan los turbios asuntos del toreo me arrinconaron. - ¿ Se siente usted, por tanto, un fracasado ?.

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- Podré torear o dejar de hacerlo, pero fracasado solo son los ineptos, los que no saben hacer nada, los que Dios no les dotó de ningún arte ni sensibilidad; recuerde que yo soy artista, por tanto, no cabe en mi léxico la palabra fracaso. - Tras ser abandonado por la gringa, como usted la define, ¿ se enamoró alguna otra vez más ?. - Si, pero no me atreví a confesárselo; andaba yo sumido con mi ruina por el alcohol y, no quise ser una carga para ella. Quizás que, ahora, curado y sabiéndome otra persona, cuando regrese a México le declare por fin mi amor. - ¿ Qué prefiere, vivir sin amor o sin el arte ?. - Quisiera estar enamorado y correspondido para, de tal modo, impartir las más bellas lecciones de arte. - Dicen que, durante muchos años, a falta de amor, se refugiaba usted con las mujeres públicas. ¿ Es cierto ?. - Si. Y encontré mucho cariño junto a ellas que saciaban mi sed del alma, reconfortaban mi cuerpo, me escuchaban y no pedían más allá de su “ sueldo ”. Para todas ellas, mi gratitud y mi respeto si me están viendo en estos momentos. - ¿ Qué planes tiene usted ahora mismo junto a nosotros ?. - Creo que ya lo dije; un empresario me ofreció la posibilidad de torear y, si se concreta la oferta, mañana mismo me voy al campo para entrenarme y, Dios dirá. ¿ Quién le dice a usted y a mí que, empiezo a torear y tengo que hacer campaña entre ustedes ?. Dependerá de mi estado físico. Vivamos el presente que es lo único que nos importa y, en mi caso, mucho más tras haber nacido de nuevo hace pocas fechas. - Nos ha hablado usted de su estado físico pero, a su edad, ¿ se siente con fuerzas para enfrentarse a un toro bravo ?. - Por supuesto; sepa usted que yo no soy ningún deportista; que soy artista y, a poco que un toro quiera colaborar con la causa de mi arte, pongo a Colombia al revés, hablando en términos taurinos. Debo de estar fuerte, pero no tengo que hacer maratón alguna. - Maestro, - dijo el último interviniente - que Dios lo bendiga. Así se terminó la espléndida rueda de prensa; declaraciones que, de momento, ya las estaban disfrutando en todo el mundo mientras que, antes de salir del hotel, El Mago ya estaba deseoso de entregar a los niños pobres el dinero que la cadena de TV le había entregado.

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Capítulo # 52

EL ENCUENTRO

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odolfo estaba ilusionado ante la invitación de Judith puesto que,

teniendo su amistad y confianza ya no se encontraba solo en Cali. Sentía que alguien lo esperaba y, la situación lo ponía muy contento; incluso, como en esta ocasión, hasta sentía una sensación distinta puesto que, era el encuentro con una bella mujer que, para colmo, era artista; o sea que, entre artistas se iba a dar el juego. Un taxi llevó al Mago hasta el teatro y, para su sorpresa, en la llegada al mismo una nube de personas lo estaban esperando en la calle; su cara se había hecho famosa en todo el mundo. Pronto fue reconocido como el sobreviviente del avión y, todo el mundo le pedía autógrafos. Para la gente, su persona era todo un talismán. Todos querían tocarlo, abrazarlo, tener un recuerdo de él y, por momentos, se abrumaba. Ni en las tardes de sus mejores triunfos había tenido tanta expectación. Así son las cosas de la popularidad que, nada tienen que ver con el éxito ganado en buena lid. En la entrada, una señorita le entregó su boleto y lo sentaron en la primera fila del teatro; lujos y prebendas no le faltaron. Judith, junto a sus músicos, empezó a cantar y, El Mago se quedó sin habla; canciones bellísimas, melodías eternas encandilaron al diestro. En la mitad del concierto y, para que no faltara de nada, Judith le dedicó AMOR DE MIS AMORES, tema con el que inevitablemente, la muchacha le estaba lanzando un mensaje subliminal al torero sobreviviente. Una fuerte ovación le fue dedicaba por el público al diestro que, sombrero en mano, supo corresponder. Era una situación atípica puesto que, la estrella de la noche debía de ser la cantante como protagonista del evento y, sin embargo, Rodolfo era el centro de atención de todas las miradas. La popularidad lo marcó desde que se salvó del trágico accidente. Terminado el concierto con enorme éxito por parte de Judith, las innumerables personas presentes, la vitoreaban sin cesar; muchas fueran las salidas del camerino hasta el escenario para recibir las ovaciones de su entregado público. Un ademán de la muchacha bastó y sobró para que El Mago acudiera al camerino para felicitarla por el éxito logrado. El teatro quedó vacío, se marcharon los asistentes de la artista y se quedaron solos en aquel recinto del arte. - ¿ Te gustó ?. Si me permites tutearte, Rodolfo – exclamó Judith – . - Por supuesto. Cantas divino, chamaca. He quedado emocionado. Cuando me dedicaste la canción se me cayeron las lágrimas. ¿ Te diste cuenta ?. Me llegaste muy adentro; mira que, en toda mi vida profesional, con la de gente que he conocido en la farándula, nunca antes nadie me había dedicado una canción. Que Dios te lo pague mujercita linda. Y, tengo una curiosidad, ¿ qué te indujo a conocerme; el

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hecho de ser sobreviviente de la desdicha o, que yo sea torero y mexicano ?; tengo mucha curiosidad por saber el motivo porque, como hombre, nos llevamos bastantes años, ¿ no crees ?. - Los años no importan cuando quieres a una persona y, desde el momento que supe de ti, cuando te visité en el hospital, desde aquel día me dejaste sin habla. ¿ Te dije alguna vez que tienes un carisma que asusta ?. Me tienes loca, ¿ sabías ?. No me importa confesártelo; he estado con muchos hombres pero, Rodolfo, tu persona me conmovió; como dicen en Colombia, me moviste el piso. - Por Dios, chamaca que, desde que me abandonó la gringa, nunca he sido hombre de una sola mujer. Me gustas mucho, me dejas sin sentido al mirarte pero, por favor, no puedo prometerte amor eterno ni compromiso alguno; seamos libres, amémonos si lo prefieres, pero sin ataduras. Se nota que no has estado casada; yo me casé una vez, fracasé rotundamente y no volveré a intentarlo ni contando con tu amor como me estás confesando. - ¡ No entendiste, matador !. ¿ Crees que yo me casaría contigo ?. Ni contigo ni con nadie. Es más, mi público masculino no me lo perdonaría; ya sabes como somos los artistas. He dicho que te amo y que quiero que le demos rienda suelta a nuestros sentimientos. ¿ Acaso tú no me deseas ? . ¿ No crees que haya mucha mujer dentro de este cuerpo ?. Tengo muchas ganas de estar entre tus brazos; que me hagas tuya de una vez; te deseo con locura, Rodolfo. Ciertamente, El Mago sabía de sus dotes como seductor de muchas y bellas mujeres pero, el destino le estaba recompensando en aquel momento de los malos lances que la vida le había entregado con anterioridad. Y era ahora, que una vez más, una bellísima mujer, artista reconocida, pretendía mitigar su sed amor, calmar su frío del corazón y sentirse plena como mujer entre sus brazos. La escena, para ambos, resultó de una ternura increíble. El camerino del teatro fue testigo de aquel encuentro amoroso; donde, un hombre y una mujer, por deseos del corazón, querían entregarse sus cuerpos. Eran libres, no tenían que rendirle cuentas a nadie y, la pasión reinaba en sus mismas entrañas. Ella tomó la iniciativa y, se abrazó junto a Rodolfo que, tras tantos años de experiencia y haber convivido con tantas mujeres, temblaba de emoción. Era una sensación distinta; alguien, por amor – o quizás por capricho – lo deseaba y saberse amado y deseado lo conmovía; Rodolfo, por circunstancias del destino, casi siempre tuvo que pagar el amor y, en tal momento, saberse arrebatado así, de esa manera y, por una bellísima mujer, le dejaba hasta la boca seca. Tras darle un apasionado beso en sus labios, la muchacha comenzó a desnudarse con una ternura increíble; poco a poco se desprendía de sus prendas y, al llegar hasta las más íntimas, le pidió a Rodolfo tan dulce menester. El diestro, tan experimentado en dichas tareas, pese a ello, estaba nervioso, casi temblando. Estaba a punto de acostarse con esta mujer, nada era más cierto; pero él sentía el rubor del quinceañero cuando es la primera vez en la vida de cualquier hombre o mujer. El cuerpo de la chica era espectacular; de póster, pero ella, Judith Bergman, le entregaba a él, ese cuerpo escultural. Los ojos de Rodolfo tenían un brillo

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espectacular; el momento así lo demandaba. Muy pronto las manos del diestro acariciaban aquella dulce anatomía; aquel cuerpo de mujer que, sudorosa y ardiente pedía ser amada por el hombre que la había arrebatado; sería un capricho, puede ser. Pero la verdad es la que el diestro estaba viviendo. Por sus cuerpos, atenazados por la pasión que sentían, pasaba todo. Sus mentes estaban en blanco y, apenas pronunciaron palabra alguna. Y tenían razón porque el diálogo del amor es siempre en silencio; hablan los ojos, conversa el corazón y, la boca, en realidad, se convierte en un bello instrumento para darse los besos más apasionados. Y así discurrió aquel encuentro que, llevó hasta una ardiente locura a un hombre y una mujer que, el destino quiso que se conocieran y amaran.

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Capítulo # 53

TRIUNFÓ EL AMOR

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os milagros siguen existiendo y, El Mago es una prueba del destino al

respecto. Hace pocas fechas pudo haber muerto en el accidente de aviación y, sin embargo, está gozando de nuevo con la vida; en esta ocasión, junto a una bella mujer que, por capricho o por amor, le ha entregado su cuerpo. Lo que se presagiaba como una noche romántica para ambos con cena incluida, quedó todo dentro del camerino del teatro puesto que, El Mago y Judith, apasionados por completo, no pudieron frenar lo que sus corazones les demandaban; el amor en su más viva expresión. De tal modo, el teatro caleño “ Jorge Gaitán ”, será siempre el mudo testigo de una noche de amor entre un hombre y una mujer. Allí quedaron ambos extenuados de placer, rotos por la dicha que habían sentido en lo que para ellos sería una noche inolvidable que, rociada de magia y absorbida por el bello sexo, vivirá eternamente en el corazón de ambos. Era inevitable lo que ambos sentían y, esa noche apasionada e inolvidable tuvo en este sentimiento su irrefutable razón de ser. Al amanecer, y antes de que los auxiliares de la cantante terminaran con los últimos detalles del desarme del escenario, y de cargar todo en el camión de la compañía junto con el vestuario, ambos se dirigieron a la calle. Estaban felices; los delataban sus ojos puesto que, el amor, habla por los ojos y ellos, sonriendo, así se lo contaban al mundo. Rodolfo acurrucaba a Judith a su vera mientras que, ella, sin rubor alguno, susurraba besos en los labios del diestro. Decidieron desayunar en la primer cafetería que encontraron y, sin duda alguna, aquel desayunó les supo tan bello como la noche de amor que habían tenido. - Me tienes loca, - decía Judith mientras desayunaban - ¡ siempre soñé encontrar un hombre como tú !, romántico, apasionado, todo un caballero que me ha saciado como hembra y me ama como mujer. - Gracias, chamaquita, - respondió Rodolfo - yo siento como hombre, lo mismo hacia ti. Mientras amanecía, los enamorados se despedían; para Rodolfo, en su corazón seguían retumbando las dulces melodías que le cantó Judith y, más que canciones, llevaba dentro de su ser la enorme dicha de haber sido amado por tan espectacular mujer. El Mago era un hombre avezado en cuestiones de amor; muchas mujeres recibieron su cariño de forma ocasional; y, como él decía, no se sentía hombre de una sola mujer y, sin embargo, Judith le había trastocado los planes de su alma. Sólo tenía ojos para ella y, lo que es mejor, la llevaba dentro de su corazón

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permanentemente. Al despedirse, en plena calle, ambos sellaron un beso apasionado que los devolvía a la vida. La vida de los artistas suele ser muy complicada y, llevar una existencia digamos “ normal ”, a ellos les cuesta muchísimo; se deben a un público y, lo que para cualquiera podría ser algo común y corriente, para ellos, raya en la excepción. Judith tenía miedo de ponerse a “ noviar “ con un hombre por temor a la reacción de su público masculino; y, El Mago tenía pánico por aquello de haber sido traicionado por la gringa y que, por culpa de la desgraciada, él andaba sin rumbo por la vida. Aunque muchas veces se cuestiona, hasta que punto no fue también su responsabilidad aquél fracaso, porque él sabe que en cuestiones de pareja, son los dos, los responsables de su rumbo. Pero bueno, mejor es dejar aquello en el pasado porque ¿ para qué “resucitar“ los dolores de un desamor ?. Siente, que mejor es “ amar sin presentir ” como reza un viejo tango que le escuchó cantar alguna vez a un argentino, en una reunión de amigos, hace ya muchos años, allá en el DF de su México natal. El accidente, como se comprueba, le cambió la vida por completo. Pudo haber muerto y ser historia y, como ha sucedido, hoy está vivo, enamorado y feliz. A Rodolfo lo esperan en México pero, su periplo colombiano lo está llenando de felicidad; apenas tiene ganas de marcharse. Se ha curado por completo, ha recibido el agasajo por parte de todos los medios y entidades de Colombia y, se siente más colombiano que el propio Gabriel García Márquez. Rodolfo ha pasado la noche con Judith, pese a ello, no tiene sueño; y, está más despierto que nunca. Al llegar al hotel ha tomado una ducha y, en vez de descansar, ha llamado a su amadita. - ¿ Cómo estás, chamaquita ? – preguntó Rodolfo a Judith -. La alegría de la muchacha al escuchar el teléfono no podía ser más grande; ella sospechaba que podía ser él, porque pese al poco tiempo que hacía que se habían despedido, la llamada de Rodolfo era algo que deseaba con todo su anhelo. - ¡ Amor ! - susurró Judith – . Estoy feliz de escucharte. He llegado a mi casa y no he podido conciliar el sueño; estoy en la cama y, ahora mismo desearía volver a amarte. He sido muy feliz contigo; te diría que ha sido mi noche más mágica; todo tú, Rodolfo, me conmoviste y, de tal manera me encuentro. - Sentimos lo mismo – respondió el diestro – . Yo también tengo ganas de verte de nuevo. Te cuento que, posiblemente, me reúna en este día con el empresario de las plazas de toros de Cali y Bogotá para concretar lo que serán mis actuaciones en dichas plazas. Me ilusiona mucho, cielito mío, poder brindarte un toro y lograr un gran éxito para compartirlo contigo. - Si, amor, - decía la muchachita - tenemos que concertar las fechas porque, como sabes, yo tengo galas en Cartagena, Manizales, Bucaramanga, Cúcuta, Sogamoso, en la propia Bogotá y otras ciudades y, debemos de concertar todo no sea cosa que, tus actuaciones coincidan con las mías y no puedo yo verte torear. Estoy loca por

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verte de luces; ya supe todo de ti; eres el mejor y, en México te adoran. La pena es que, por diversas circunstancias, como sabes, en Colombia eres un desconocido artístico; lo digo en el sentido de tu arte porque, “ gracias ” al accidente, eres ahora el hombre más popular de toda Colombia. - Si, Judith, no sufras que concertaremos todo; es más, tras todo lo que me haces sentir, hasta me atrevo a decirte que, por lo que mi corazón me indica, hasta te digo que mis actuaciones en tu país no tendrían sentido sin tu presencia en las plazas de toros. Tú serás, amor mío, la fuerza que me empujará hacia el éxito, ya lo verás. Un hombre enamorado puede con todo y, ese es mi caso ahora mismo para contigo. En México, como te conté, los empresarios me decían que yo era viejo y, gracias a ti he rejuvenecido por completo, hasta el punto de seguir jugándome la vida frente a los toros; tú serás el testigo excepcional de lo que te digo. - Gracias, cariño – afirmaba Judith – . Vivamos esta historia de amor que el destino nos ha concedido con todo su esplendor; nada dejaremos por hacer y, cuenta siempre conmigo. ¡ Un beso en tus labios !.

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Capítulo # 54

EL CONTRATO

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uego de cortar con Judith, la llamada telefónica, El Mago sonreía como un

niño chico con su juguete nuevo. No era para menos, había saboreado el amor junto a una linda mujer y, gracias a ella, Rodolfo volvía a vivir. Si bien, no deja de ser cierto que, como él ha vivido muchas veces, muy apenado por la actitud de algunas mujeres a lo largo de su vida, ahora pese a todo lo bello que estaba sintiendo gracias a Judith, también sentía un lógico recelo. Le parecía un milagro, estar viviendo este amor; un milagro, tan grande como el que hizo Dios cuando lo salvó la vida tras el accidente de aviación. Pero, pese a este sentimiento negativo que lo embargaba lo cierto, en honor a la verdad, es que su corazón sentía, una alegría desbordante, de la que hacía partícipe a todo el mundo puesto que, sus ojos lo delataban; no había más que mirarlo de frente para comprobar su dicha. Suena el teléfono, y lo saca de sus pensamientos. Era de la conserjería del hotel, para comentarle que mientras él no estuvo, se recibió ahí, una llamada de un señor llamado Ramiro Carmona Carrasco. Rodolfo, por un instante, se queda lleno de dudas acerca de quien era la persona que había llamado. Aún estaba aturdido por este amor que estaba gozando y, no acertaba a comprender de quién podía tratarse. De pronto, como si de una chispa que se encendió en su mente se tratase, se acordó de que Ramiro Carmona Carrasco era el empresario taurino que lo había ido a visitar al hospital y que le había propuesto torear en Colombia. ¡Otro motivo más de felicidad!. Pensar que, su persona y su arte eran reclamados aquí en Colombia lo dejaba extasiado. Sin duda alguna para él, que era tan creyente; Dios, iba junto él a todas partes y, lo estaba recompensando como a nadie; le estaba dando el amor de una bella mujer y, la posibilidad de entregar su arte a los colombianos. El conserje del hotel le dijo también que, cuando le pasó el recado que, el referido señor, llamaría un poco más tarde porque tenía mucho interés en contactar con el diestro. El presagio de todo lo que estaba por ocurrir no podía ser más bello. Pensar que, poco tiempo atrás, pudo haberse dejado la vida en Cali y, de repente, gracias al milagro del que él estaba convencido, todo se había tornado maravilloso; se recuperó de sus heridas, se le trata como a un rey, consiguió el amor de una bella dama y, para colmo, ahora pretendían contratarle para torear unas corridas de toros en Colombia, algo que él no había soñado jamás.

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Y estaba Rodolfo sentado en el sillón de la habitación, pensando en todo esto, cuando vuelve a sonar el teléfono. - ¿ Hola ? –Responde Rodolfo-. - Hola Maestro: Soy Ramiro Carmona Carrasco, el empresario taurino de Bogotá. Recordará que, en su momento le propuse a usted si quería torear unas corridas de toros en mis plazas. ¿ Recuerda ?. - ¡ Claro !. ¿ Cómo no recordarlo, amigo? – así, amontonando las palabras respondía Rodolfo- ¡ Cuénteme sus planes !. Estoy a su disposición. - Mire, matador, me gustaría reunirme con usted para que concretásemos lo que yo pretendo sean mis planes y, por supuesto que coincidan con los suyos; es decir, que tengamos un entendimiento y que usted pueda firmar los contratos de las actuaciones que yo quiero programarle. Si usted me lo permite, en poco más de una hora me reúno con usted y, concretamos todos los pormenores. ¿ Qué le parece ?. - Que aquí lo espero, entonces. ¡ Gracias y hasta luego ! – respondió Rodolfo Martín -. Había que ver la cara de El Mago; tras tantos años deambulando por el mundo y, ahora, en el otoño dorado de su vida, por fin, había venido Dios a verlo. ¡Y de qué manera! Aunque en realidad, esto que él decía, era tan solo una expresión, ya que él tenía perfectamente claro, que en los momentos más amargos y oscuros de su vida, fue siempre la presencia divina la que alivió todos sus males, por ello, no era de extrañar que Dios estuviera una vez más junto a él, que no era más que un soñador y bohemio personaje amante de la vida pero que, al arte de vivirla lo transformó en, su más fiel baluarte. Gracias al importe que le pagó la aseguradora de la compañía aérea, por ser víctima del avión siniestrado; se hallaba otra vez, impecablemente vestido, como estuvo cuando fue a verla a Judith. Así, esperaba el diestro al empresario; ni el sombrero tejano le faltaba, prenda ésta que le daba una personalidad especial. La imagen no es esencial; ya que no es que el hábito el que hace al monje, pero siempre es bueno dar una buena impresión, mediante una cuidada presencia. Sentado como estaba en el sillón, Rodolfo daba la imagen de un intelectual moderno; ya de pie, desde lejos se adivinaba que, dentro de aquella vestimenta, anidaba un torero de los pies a la cabeza. El diestro no tenía otra cosa en la cabeza que volver a torear y, gracias a dicho señor, su último sueño, se podría convertir en realidad. La dicha que sentía esperando la llegada de aquel hombre, por su semblante, hasta se podría comparar con la dicha de la ilusión que llevaba, cuando iba a reunirse con Judith, la mujercita que le había devuelto la ilusión a su vida y la vitalidad a su cuerpo, la mujer que le recordó que él todavía seguía siendo un hombre. Una nueva llamada volvió a interrumpir su pensamiento.

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- ¿ Sí ... ?. ¿ Con quién hablo ?. Contestó Rodolfo sin mucho ánimo. - ¡ Buenos días señor Martín !, soy el secretario del Presidente Santos. - ¡ A sus órdenes, señor ! – Dijo Rodolfo como asustado - ¿Dígame usted, de qué se trata ?. - Me indica el Presidente, maestro, que tenemos la intención de entregarle una mención honorífica en calidad de ser humano por haber sido sobreviviente de la tragedia aérea que tristemente enlutó a nuestro amado país; y es por esto, que queremos nombrarle hijo predilecto de Colombia y además porque hemos podido saber que, sus honorarios, los que cobró por la rueda de prensa ante las televisiones del mundo en la que contó usted su experiencia, los donó para los niños huérfanos colombianos. Y como, consideramos que es usted un modelo a seguir, así se lo queremos contar al mundo. ¿ Qué le parece ?. - ¡Por Dios !, - suspiró El Mago - ¿ soy yo acaso, merecedor de tanto elogio ?. ¿ Se imagina usted todo lo que me ha propuesto y la trascendencia que todo eso tiene?. Dígale al Presidente de quedo a sus órdenes y, si a usted le parece, cuando esté todo concretado me vuelve a llamar y concertamos la fecha para encontrarnos al respecto. - Será un honor para Colombia, maestro, poder agasajarle como usted se merece. Me reuniré con el Presidente y, cuando lo tengamos todo concertado, lo llamo de nuevo para hacerle entrega de este galardón que queremos obsequiarle. ¡ Muchas gracias, maestro !. ¡ Que tenga Ud. un buen día y siéntase usted en este país como en su propia casa !. ¡ Hasta pronto !. Y otra noticia más que, dejó al maestro sin habla; quién hasta se tocaba y pellizcaba el rostro frente al espejo para comprobar si era cierto todo lo que su cuerpo estaba sintiendo.

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Capítulo # 55

LA FIRMA

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ran muchas las emociones que El Mago estaba sintiendo y, dentro de su

corazón él albergaba la oscura idea de que tal vez, todo esto que estaba viviendo no fuese realidad; por esto, recurría una y otra vez al consabido truco, de tocarse y pellizcarse la cara frente al espejo, para cerciorarse que era este, actual y maravilloso presente, su concreta realidad. Rodolfo Martín ha sido un hombre muy castigado por la vida y tal, como él confesara tantas otras veces, solo su fe en Dios le evitó males mayores. Y parece ser que, tenía que ser Colombia su tierra prometida; porque desde que Dios le salvó su vida, su signo cambió por completo. Dios no solo le tendió una mano, y lo salvó de perecer en aquella horrible tragedia del avión, que se cobró la vida de su amigo Luis Arango, la amada y la cuadrilla de éste y la de muchas personas más, sino que aparte, de éstas tremendas desgracias, ÉL también le ha proporcionado satisfacciones importantes -tras su recuperación del accidente-. La multitudinaria y exitosa rueda de prensa que tuvo; y, que gracias a esos medios televisivos, ahora es conocido en todas partes. La visita del Presidente de Colombia, que no sólo estuvo junto a él, oportunamente en el hospital, sino que ahora lo condecora y para rematarla, un empresario taurino, que quiere contratar su talento para exhibirlo en las dos plazas de toros más importantes del país. Incluso, hasta ha tenido el placer de saborear el amor junto a Judith. Todo un mundo de sensaciones que hacen de Rodolfo un hombre nuevo e ilusionado ante la vida. Mientras se fumaba uno de sus puros, llaman a la puerta de la habitación. - Don Rodolfo, - le dice un empleado del Sératon - hay un señor en el hall que pregunta por usted. Me dice si es usted tan amable de bajar para recibirlo; ó, si por el contrario, sube él para entrevistarse con usted. Dice llamarse Ramiro Carmona Carrasco. - No, por favor: dígale que bajo yo de inmediato. Lo estaba esperando – contestó el diestro mexicano al empleado -. Aunque Rodolfo procuraba disimular, la emoción lo vencía. Sabía que, tras aquel encuentro, cabía la posibilidad de que volviera a torear y, además, en un país que no era el suyo, pese que era una auténtica novedad para los aficionados colombianos.

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Entre la emoción y la expectación, así estaba viviendo aquellos momentos para él inigualables. El Mago se sabía artista, nada más cierto; pero conocía sus limitaciones como hombre de negocios y, ese era su temor ante la oferta que dicha empresario pudiera hacerle. Al respecto, en Colombia, estaba huérfano de apoderado y, esa labor la tenía que hacer él, algo que no le gustaba para nada pero, no cabía otra alternativa; era, ahora o nunca. Rodolfo, sólo había visto al empresario aquella única vez. La vez, en que Carmona Carrasco lo visitó cuando él estaba aún convaleciente en el hospital; pero, él no olvidaba una cara así que estaba seguro de reconocerlo. De todas maneras, no hizo falta que lo hiciera, ni bien llegó al hall central del hotel, un hombre, vestido de señor, se le abalanzó y le dijo: - ¡ Buenos días Rodolfo !. Soy Ramiro Carmona Carrasco. ¿ Me recuerda ?. - Sí, por supuesto. Encantado de volverlo a ver Ramiro. No hace falta decirle que yo soy El Mago. ¿ Cierto ? – bromeó Rodolfo -. Y ahí nomás, sin perder tiempos en preludios Carmona Carrasco fue derecho al grano. - Mire, Rodolfo, - comenzó introduciendo - como le dije telefónicamente, quiero organizar dos corridas de toros en mis plazas emblemáticas de Bogotá y Cali. Se trata de dos festejos muy carismáticos y de una relevancia especial; todavía no estamos en la temporada pero, su nombre presagio que tendrá todo el tirón del mundo en las taquillas y, por dicha razón quiero contratarlo. No soy un hombre caritativo como usted que, como pude saber, sus emolumentos crematísticos recibidos por sus declaraciones antes los medios de comunicación del mundo, los donó usted para los niños desvalidos de Cali, algo que le agradezco como colombiano que soy, pero en cuanto a las organizaciones que llevo a cabo, estoy aquí para ganar dinero y, su persona, maestro, en este momento es un filón para mi negocio. ¿ Qué le parece esto que le digo ?. - Más sinceridad, como usted ha dicho, es imposible. Ahora hablaremos del dinero pero, ¿ sabe una cosa ?. Lo que más me preocupa ahora mismo es la clase de ganado a lidiar. Piense usted que tenemos que hacer las cosas con todas las garantías del mundo. Yo no puedo enfundarme el traje de luces sin tener una posibilidad de triunfo y, como usted sabe, los toros son un factor determinante para el éxito; si el toro no ayuda, por mucho que se esfuerce el torero, el fracaso está asegurado. ¿ Verdad ?. Se lo digo porque, antes de que empecemos hablar muy en serio del dinero a percibir, tiene que firmarme usted que, tanto en Bogotá como en Cali, los toros tienen que ser de la Ganadería del Espíritu Santo, los bicornes propiedad del maestro César Rincón que, como he podido saber, son animales de muchas garantías a la hora del éxito.

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- Para ser usted mexicano, Rodolfo – prosiguió el empresario - está usted muy bien informado de la casta y valía de los toros del maestro Rincón que, como usted dice, son ejemplares predestinados para el éxito. Como quiera que yo sospechara que usted elegiría dichos toros, ya tengo hablado al ganadero y, no hay problema alguno. Tiene dos corridas en el campo con una hechuras bonitas que, cuando usted los vea, le van a encantar; son toros para el triunfo, el que usted necesita y anhela; le recuerdo que, junto al triunfo ganamos todos, yo el primero. O sea que, el primer escollo, lo tenemos salvado. Respecto a los que serán sus compañeros, ¿ tiene usted preferencia por alguien en especial ?

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Capítulo # 56

COMPROMISO ADQUIRIDO

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l Mago escuchaba con atención al empresario que, estaba ansioso por

contratarlo. La firma del contrato, para ambos, resultaba un negocio muy rentable; más para el empresario, como siempre sucede. Ramiro Carmona Carrasco le decía a Rodolfo que estaba de acuerdo con la lidia de los toros del maestro César Rincón y, la pregunta crucial, en este momento giraba en torno a las preferencias del Mago en lo que a sus compañeros de cartel se refiere. - No tengo predilecciones, señor – respondía Rodolfo -. Para mí todos los compañeros son iguales de importantes; porque todo el que se juegue la vida, como pueda ser mi caso, tiene mi respeto. - Siendo así, montaré dos carteles con diestros colombianos y, lógicamente, usted será la base, centro y cabecera de cartel. Debo de confesarle que, por todas las pesquisas que he realizado antes de tomar esta decisión, su contratación será un éxito consumado de cara a la celebración de los festejos venideros; y debería de callarme todo esto porque todavía no hemos hablado de sus honorarios. - No se preocupe por ello que, verá como llegamos muy pronto a un acuerdo. Yo soy muy sencillo de contratar, - decía El Mago - puesto que, cuando vislumbro que puedo hacer atisbar el arte dentro de una plaza de toros, muy pronto me dejo querer. Como quiera que el dinero nunca ha sido el motor que ha movido mi vida, si le parece, firmamos ambos contratos por cien mil dólares. ¿ Le parece bien ?. - No está usted por hacer regalos – sentenciaba el empresario - . Es mucho dinero pero, haré el esfuerzo. -¡ Oiga ! – dijo El Mago - que todavía no he acabado con la contratación. No crea usted que ya está todo dicho. A dichos emolumentos, amigo, tiene usted que incrementarle dos cheques, uno por cada festejo, de diez mil dólares cada uno que, en mano, se los entregaremos a la madre de Luís Arango, mi querido amigo, que Dios lo tenga en su gloria. - ¿Está usted loco ? – respondía el empresario -. Eso es una temeridad. Imagine que no concita usted tanta gente como yo supongo y, entonces sería mi ruina. ¿ No lo comprende ?. - Para eso usted el empresario y yo el artista que le proporcionará, en definitiva, la ganancia. Usted arriesga su dinero y yo arriesgo mi vida. La balanza, como comprenderá, se inclina a su favor, ¿ no le parece ?. Es cierto que usted puede perder su dinero, pero yo puedo dejarme la vida dentro de una plaza de toros. Si

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está usted de acuerdo en todo, rellene entonces el contrato con todo lo que hemos hablado y firmamos de inmediato. Ramiro se quedó pensativo. No pensaba que la contratación iba a ser tan complicada; le habían hablado mucho del romanticismo de El Mago pero, a fin de cuentas, el diestro dejaba momentáneamente el romanticismo de lado y quería, en todo su derecho, llevarse la parte que honradamente entendía que le correspondía. Al final, había poco que objetar; era cuestión de ponerse de acuerdo ambas partes y, pese a las discrepancias monetarias, ambos se sentían propensos a por firmar. - Me ganó usted la partida, Rodolfo – afirmó el empresario -. Nada que objetar. Ya tengo listo el contrato. Léalo y, si le parece, firmamos de inmediato. Como verá, hemos fijado las fechas para los dos primeros domingos de diciembre; será primero en Cali y, al domingo siguiente, en Bogotá. Ya casi nos aproximamos a las fiestas y, los aficionados están ávidos de presenciar las corridas de toros. Ahí tiene usted todos los datos, si le parece bien, firmemos. El Mago leyendo el contrato, con gafas de leer, ponía un gesto adusto y, su cara denotaba la de un intelectual o un gran hombre de empresa en la revisión de un escrito comercial. Pero lo real, era que así, muy por encima revisó Rodolfo “ todo ”; porque leyó muy de prisa y, de repente estampó su firma. Estaba todo muy claro; determinado los toros a lidiar y estipulado la cantidad a cobrar y lo demás, apenas tenía importancia. Lo pedido para la madre de Arango, vio que también figuraba, tal como lo solicitó, por lo tanto, nada tenía que objetar. Él sabia que, el peso de la responsabilidad caía sobre sus espaldas. Y poco le importaban los compañeros puesto que, los ídolos de España que hubieran sido de su gusto, por cuestión de presupuesto, no podían actuar junto a Rodolfo, por lo tanto, eso era algo que ni lo preocupaba en lo más mínimo. Al final, juntos, como dos amigos, el empresario y el diestro se dieron un abrazo y sellaron de esta manera, además de haberlo hecho ya con su firma, la feliz proclama de que hubo entendimiento entre ambas partes y que, los espectáculos que soñaba el empresario para sus plazas, ya eran una realidad. La empresa, lógicamente, anhelaba llenar los cosos taurinos para recaudar mucho dinero; El Mago, además del dinero, lo que en verdad soñaba era que aflorara su arte en dichas plazas colombianas, algo que por ese solo hecho, ya lo tenía muy ilusionado. Rodolfo estaba feliz. Se estaba cumpliendo otro de sus sueños y, una vez más, sentía que Dios estaba con él. Era el otoño dorado de su vida y, tenía la sensación de que estaba recibiendo lo que hasta ahora se le había negado. El hecho de pensar que, por fin, hasta podría debutar en Colombia tras treinta años como matador de toros, lo colmaba de ilusiones, como a nadie. Ciertamente, se le salía el corazón del pecho; eran muchas las emociones y El Mago tenía el deseo de agradecerle a Dios tanta dicha, razón por la cuál, de pronto, se marchó a la capilla de San Antonio que, justamente se ha hallaba a escasas manzanas del hotel. Para él, era maravilloso, poder darle las gracias a Dios por tantas bendiciones. Tras el recogimiento en la iglesia y la íntima satisfacción se sentirse correspondido por la propia vida, se dispuso salir a caminar de vuelta al hotel. Estaba gozoso. Sus

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vivarachos ojos lo delataban. En su cara, se palpaba la felicidad que sentía y trasmitía a cuantos lo rodeaban. Posiblemente, el puro que saboreaba le sabía mejor que nunca. Paseaba por las calles caleñas como si de un galán cinematográfico; el buen gusto de Rodolfo a la hora de vestir, tan elegante en la plaza como en la calle, era el detonante de su agradable imagen. No es que el hábito haga al monje, pero siempre resulta gratificante ante los ojos de los demás la imagen que proyectamos. Y en este menester, como en el arte taurino, Rodolfo es un maestro.

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Capítulo # 57

LA FELICIDAD

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l destino había confabulado para que El Mago sintiera emociones que

jamás había sentido; y tuvo que ser allí en Colombia. ¿ Qué hacía un mexicano en Colombia ?. Vivir, soñar, crear, amar y, dentro de pocas fechas, hasta impartir lecciones de arte dentro de una plaza de toros. Esta era la dulce realidad de Rodolfo Martín que, desde su “trágica” llegada a Cali, primero: Dios le permitió conservar su vida y, tras su recuperación, todo parecía confabular en su honor. Las pruebas, las tenía todas. El diestro, sabedor de los contratos que había firmado, estaba ya pensando en acudir al sastre para que le confeccionase el vestido de torear. Esa era la idea del matador mexicano que, ilusionado como nunca, estaba deseoso de llegar a casa de Félix Roselló, el sastre colombiano. Los gustos de Rodolfo, al respecto, eran simples; jamás se vistió con un terno bordado en oro; siempre lo hizo en tela de seda y adornos de plata, como haciendo honor y gala a su humildad. La única manía de Rodolfo, era que el traje le quedase perfecto; ni la más mínima arruga en las telas. Igualmente había pesando que, el mismo sastre le podría confeccionar un sarape en vez de un capote de paseo; éstas eran las manías del artista mexicano y, en honor a la verdad, eran algo muy sencillo de lograr. El diestro azteca peregrinó todo el día por las calles de Cali; sin un rumbo concreto. Quería empaparse de la gente y con su mirada seguir contándole al mundo su felicidad. En honor a la verdad, su aspecto de cowboy por culpa del sombrero que lucía, hacía que a los viandantes, él no les pasase desapercibido, puesto que llamaba mucho la atención. Y, gracias a la televisión por la rueda de prensa que en su día concedió, su cara les “sonaba conocida” a todos los que lo veían; bien es cierto que, muchos de los que lo miraban, lo reconocían pero no se atrevían a pararlo. Él de por sí, era un tipo con mucha personalidad y esto a muchos, les infundía demasiado respeto como para “atreverse“ a molestarlo. Paseando Rodolfo por un bulevar, una señora que vendía flores lo paró en la mitad de la calle.

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- ¡ Señor ! – le dijo la mujer -. ¿ Usted es el mexicano sobreviviente del accidente del avión, verdad ?. ¡ Déjeme que le regale un rosa, amigo !. Y permítame que lo abrace; me parece usted un tipo realmente interesante. ¡ Vaya experiencia la suya !. Salvó usted su vida por milagro y ahora, ¡ gracias a Dios !, disfruta usted entre nosotros. ¿ Se quedara usted a vivir en Colombia ?. - Chamaca, - contestó El Mago – parece que ha visto usted a Dios en mi persona. ¡ Muchas gracias por todas sus gentilezas !. Y mientras Rodolfo le presentaba sus respetos a la señora, mucha gente se arremolinó a su alrededor. Es usted muy amable al regalarme esa rosa que, se lo juro, la llevaré siempre en mi corazón. Ya lo creo que me gustaría quedarme entre ustedes; estaré por un tiempo, sí; pero, ¿ sabe algo ?. Le pido a Dios que me permita volver a México para ver a mi madre y morirme junto a los míos y entre mi gente. Y deje que le confiese que, desde que estoy en Colombia recibo agasajos por doquier; creo que nunca me trataron tan bien en parte alguna pero aún así, a mi patria quiero volver. Son ustedes muy generosos con mi persona, algo que les agradezco por completo. Y mientras conversaba Rodolfo con la señora de las flores, la gente le pedía autógrafos; veían todos al hombre que volvió a la vida y, querían todos tener un recuerdo de su persona. - ¡ Escuche, señor ! - le decía otra señora - . Estuve muy pendiente de usted y, como se que en realidad, es usted un famoso torero en México y que, como todos sabemos, vino usted para acompañar a nuestro compatriota Luís Arango, el día que murió su hermano en aquel fatídico accidente en la fábrica de armas y, dado que el destino caprichoso quiso que Luís Arango muriese en el accidente del avión. Me pregunto sí, ¿ tendremos el gusto de verlo torear en Colombia ?. - Sí, señora, se lleva usted la primicia; esta mañana he firmado dos actuaciones, una para Cali y otra para Bogotá, por lo tanto tendré el orgullo de poner mi persona al servicio del arte en primero aquí en Cali, el próximo día 12 de diciembre, mientras que, si Dios lo permite, lo haré el día 19, en Bogotá. Aquella mujer, sin pretenderlo, había logrado que se formara un gran coro de personas alrededor del diestro que, emocionado, saludaba a todos, firmaba autógrafos y, cuando se enteraron de que torearía en Cali, los allí reunidos lo vitorearon con ganas. Sin necesidad de ningún medio de comunicación, allí se llevó, toda aquella gente la primicia de que El Mago torearía en Colombia. Por momentos crecía la expectación junto al diestro; la vendedora de flores lo había “ descubierto ” entre la gente y, Rodolfo era ahora “ pasto ” de la multitud que lo aclamaba.

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- Señora, que Dios la bendiga por su gentileza y, sepa usted que, entre todas las flores que usted es portadora, la más bella de todas ellas, es usted – así, piropeaba el diestro a la vendedora - . Ha tenido usted un detalle conmigo que, se lo juro, me ha conmovido. Como le contaba, desde que estoy en Colombia parece que Dios me vino a ver, y no solo eso, sino que parece que va conmigo a todas partes; todo son agasajos, atenciones y estoy recibiendo todo el amor del mundo entre ustedes. ¡ Dígame una cosa !. Por su entusiasmo percibo que es usted aficionada a la mejor fiesta del mundo, la de los toros, ¿ verdad ?; por ello es que le ruego que pase por el hotel Sératon donde me hospedo y, será un honor para mí, regalarle una entrada; porque como decimos los mexicanos, el amor sólo con amor se paga y, lo que usted ha hecho conmigo, linda señora, es una prueba de amor. La señora quedó anonadada; no podía creer que, gracias a una rosa, Rodolfo le dijera todas esas palabras bonitas que ella estaba escuchando. Ella, de condición humilde, se sentía la más halagada del mundo. Estaba siendo más correspondida que nunca y, en esta ocasión por un hombre famoso; muy conocido por su “tragedia” pero, como la señora pudo comprobar, por ser un artista de la tauromaquia y, para su dicha, ella tuvo el placer de saludarlo y, lo que es mejor aún, que ella ahora, iba a poder acudir a la plaza de toros de Cañaveralejo para presenciar su actuación. - ¡ Gracias, Rodolfo !; es usted un amor de ser humano. ¡ Que Dios lo bendiga plenamente y, aún más ! y, ese día, en el ruedo de nuestra ciudad, ¡ allí estaré ! .Y, si ve que llueven claveles en su honor, ese será mi regalo más bello para usted que, me deja muy conmovida. Y vuelvo a repetirle, que ¡ Dios lo siga bendiciendo !. Y un abrazo y un beso en su mejilla le dio la señora al diestro, para despedirse .

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Capítulo # 58

LA ESPERA

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odolfo, aunque feliz, ya sentía el “gusanillo” de la espera, esa que

embarga a los toreros cuando saben que se tienen que jugar la vida. Algo tan lógico como humano. La espera de los toreros, es inevitablemente, parecida a la espera de las citas que tienen que ver con el amor. Basta simplemente con rememorar. ¿Cómo se encuentra uno cuando sabe que tiene una cita con la mujer amada? Nervioso, expectante, contento. Y en los toros sucede lo mismo; distintas situaciones, pero con la misma expectación ante lo desconocido. El Mago hacía cábalas en torno a sus próximas actuaciones. Y además estaba feliz por aquello de contárselo a Judith. No podía ser de otra manera. La única diferencia entre la espera por encontrarse con la mujer amada y la espera para jugarse la vida, es que, en la primera se puede perder el corazón; porque pueden rompérselo en mil pedazos; mientras que en la segunda variante se puede perder la vida. De todos modos, sea el caso que fuere, igualmente de emocionante es la espera. Para su fortuna, El Mago, tiene en su haber las dos; el encontrarse de nuevo con Judith y el, ir contando fechas hasta la llegada de su actuación en Cali, justamente, en el bellísimo coso de Cañaveralejo, el ruedo que encumbró al inolvidable Luís Arango. Cali, es la segunda ciudad en orden de presentación – ya que la primera es en la Santa María de Bogotá, y es allí donde comienza su gira. Habían pasado tan solo unos pocos días desde la firma del contrato y, el empresario, avezado en menesteres de la publicidad, tenía ya todo Cali lleno de afiches publicitarios con la corrida extraordinaria en la que, como Ramiro Carmona Carrasco anunciaba, se presentaba en Cali el sobreviviente del accidente de avión que, para colmo, es un artista consumado, de la torería, en su México natal. Rodolfo se paseaba por las calles y, cuando veía en las vallas publicitarias los carteles que anuncian lo que sería su actuación caleña, hasta se emocionaba; como si fuera la primera vez; y tan errado no estaba, porque en realidad, en Colombia era la primera vez que se presentaba, por tanto, tenía razones válidas, para emocionarse. Si de promoción de un espectáculo se trataba, Ramiro Carmona Carrasco era un maestro consumado de la efectiva publicidad; puso los carteles por toda la ciudad, cuñas publicitarias en Radio Caracol, la emisora más importante del país y, como logro más importante, ya le había concertado un par de entrevistas al Mago en las

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cadenas más prestigiosos de televisión. Todo un lujo de organización que dejaban a Rodolfo Martín más contento que un niño con juguete nuevo. Se respiraba expectación por todas las esquinas; aquello tenía visos de acontecimiento grande. Ciertamente, los aficionados a los toros colombianos son gente apasionada, entregadas por completo al maravilloso espectáculo que tanto aman y, en Cali, cada año, su feria, es un referente magnífico para los que gustan de este ancestral arte. Ni por casualidad podía sospechar El Mago que su persona podría alcanzar dicho revuelo. Ciertamente, la labor publicitaria hizo su efecto y, si bien, faltaban pocos días para el acontecimiento, Rodolfo era saludado allí, por donde anduviere. Ni que decir tiene que, para montar los afiches publicitarios, El Mago tuvo mucho que ver. Eligió para la ocasión, la mítica foto que hace un par de años se hizo junto a la gran plaza de toros de México, vestido de maletilla – en la cuál, él era el hombre que pedía una oportunidad – con camisa blanca, pañuelo al cuello y gorra blanca. Foto emblemática a la que tanto partido pudo sacarle en su México y que esperaba resultase de igual forma aquí. El propio empresario, Ramiro Carmona Carrasco, se encargó personalmente, de todo el entramado publicitario. Ya tenía concertada la fecha para que entrevistaran a Rodolfo en la televisión que, como gran arma publicitaría que era; sería la consecuencia directa para que los aficionados supieran de la vida y milagros del diestro mexicano y, a su vez, contagiarlos a todos para que, el día citado, abarrotaran la plaza caleña. Ya dentro de los estudios televisivos, El Mago sorprendió a todos. La presentadora del programa de variedades, la señora Noemí Castro se quedó prendada con el personaje. Quizás la muchacha esperaba que el torero pudiera presentarse de otro modo; ¿ o quizás ella esperaba que se presentara allí vestido de torero ?. Si a Rodolfo le sobraba algo, sin duda alguna, era personalidad puesto que ésta era arrebatadora. Siempre con su traje, pañuelo de flores al cuello, pañuelo blanco en el bolsillo derecho se su chaqueta, sombrero tejano y el puro la boca. Claro que, el primer contratiempo se lo dio este puro famoso. - ¡ Perdone, Ud. señor ! – le dijo un hombre en la entrada de los estudios -. Aquí no se pude fumar. - ¿ Cómo dice ?. ¡ Entonces me marcho ya mismo y, no me quedo aquí ni un minuto más !. El puro, amigo, forma parte de mi personalidad. Eso me dijeron en España y no dudé en marcharme a mi país en menos de un minuto. Hasta aquí hemos llegado entonces. ¡ Me voy !. Toda la televisión para ustedes; a mi no me hace ninguna maldita falta. Y se marchaba por donde había llegado. Porque, como siempre dijo él, “ de mi hambre me río yo, pero nadie más ”. Se sintió insolentemente tratado y, esto era una pena porque, hasta esta circunstancia, todo le estaba saliendo a pedir de boca; es decir, hermoso al máximo.

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Cuando ya se disponía a salir de los estudios, Noemí lo alcanzó y lo sujetó por el brazo. -Rodolfo, por lo que más quiera. ¡ No se vaya usted, por Dios !. Hoy, es usted el centro de atención en nuestro programa; es más, lo hemos anunciado en repetidas ocasiones. ¿ Ha visto usted la publicidad que le hemos dado a su figura ? – le comentaba la entrevistadora al diestro -. Nuestro esmero al respecto de su figura artística, así como el respeto con el que lo hemos presentado ante nuestros televidentes, ha sido una constante. ¿ Lo notó usted, verdad ? – le preguntó al diestro -. - Pero sí, venga, no se preocupe, haremos una excepción con usted, respecto del puro – prosiguió la reportera -. Nos ganó usted la partida. Ahora lo acompañará una señorita hasta la sala de maquillaje. - ¡ Pero no, señora mía !. Si no me maquillo cuando salgo a la plaza, ¿ cómo quiere usted que lo haga aquí ?. Es más, según lo veo yo, se maquillan las señoras, los maricones y los muertos. ¿ Comprende usted lo que digo ?. Yo soy bien hombre y auténtico como para prestarme a tales sutilezas. Lo mío es más válido que todas las tonterías que se llevan a cabo en televisión. ¿ Le gusta mi sinceridad ? – le preguntó casi desafiante El Mago a la reportera - . Soy el que soy, porque sí, porque me da la gana. ¡ Admítame usted como soy, señorita !, se lo pido por favor – terminó diciendo El Mago, como para aflojar tensiones -.

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Capítulo # 59

LA ENTREVISTA

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almados los ánimos de Rodolfo, algo que Noemí supo hacer con maestría

de mujer, a los pocos segundos ya estaba sentado el diestro frente a las cámaras y, conducido por dicha señorita, El Mago ya estaba dispuesto para la entrevista. Él era consciente de la expectación que había suscitado. Su semblante denotaba felicidad; una vez más, se sentía importante. Todos cuantos estaban en el plató le miraban con admiración. Rodolfo lo sabía. Ya, sin más dilación, Noemí lo presenta ante las cámaras. - Señores televidentes, esta noche tenemos el gusto, el honor diría yo, de contar entre nosotros con Rodolfo Martín El Mago, el conocido diestro mexicano que vino a lograr la fama entre nosotros, “gracias” al desdichado accidente de aviación en el que, para su fortuna, salvó su vida. ¿ Qué siente en este momento, maestro ?. - Una dicha inmensa de saberme vivo y una gran satisfacción de haber llegado junto a ustedes que, desde el primer momento me han tratado como si fuera un rey. - ¿ Qué pasó por su mente cuando comprobaba que se estrellaba el avión ?. - Son fracciones de segundo en que, sinceramente, me encomendé a Dios y me dispuse para abandonar este mundo. Pasó todo tan rápido que, no tuve tiempo para nada; sentí que se acaba todo, que me no volvería ver nunca más a mi madre y, ese era mi dolor. - ¿ Qué supuso para usted la pérdida de su colega Arango ? - Imagínese. Me vine con él desde México para acompañarlo en ese dolor suyo, tan grande, que sentía por la muerte de su hermano y, el destino, cruel y caprichoso, quiso que Luís lo acompañara a aquél en el viaje eterno que este había emprendido. Mi tristeza es infinita y, si me lo permite, aprovecho desde aquí para mandarle un abrazo a su señora madre puesto que, Luís, la adoraba. - Es usted, ahora mismo, uno de los personajes más conocidos en toda Colombia; yo diría que en el mundo entero. ¿ Qué sensación siente al respecto ?. - No le pongo yo mucho cuidado a eso; lo que en verdad me importa es que sepan que soy El Mago, el torero mexicano que a Dios gracias sigue vivo para continuar impartiendo bellas lecciones de arte en los ruedos. - Por cierto, usted se juega la vida frente a los toros y, según nos han dicho, ahora tiene miedo de volver a subir en un avión. ¿ Cómo se explica esta circunstancia ?.

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- Es distinto, chamaca; en los ruedos, pese a jugarme la vida, me motiva la ilusión de crear arte frente a los toros; en el avión, el sólo hecho de pensar que pude haber muerto de forma tan estúpida, me pone los pelos de punta; yo quiero morir, como siempre dije, creando una bella obra de arte. No, no me quedan ganas de volar; veremos como lo hago el día que me marche; en avión, seguro que no será. - Nuestro Presidente lo visitó en el hospital, ahora le han nombrado hijo adoptivo de Colombia y, para mayor dicha, según hemos podido saber, ahora tiene usted dos compromisos artísticos en Cali y Bogotá. Digamos que está usted volviendo a vivir, ¿verdad? - Nada es más cierto. El día que me vaya de Colombia me llevaré un recuerdo bellísimo de todos ustedes que, en honor a la verdad, me han tratado como si fuera un rey. Mi gratitud para el Presidente y para todos ustedes que me han colmado de honores, pero mi dicha más grande, como puede usted suponer, no es otra que poder torear para ustedes. - Y resulta un poco chocante lo que ha sido su contratación que, aunque usted no nos lo ha dicho, al parecer, ha habido en su contrato una cláusula inusual. ¿Nos puede decir de qué se trata? - Muy sencillo, acordé con el empresario para que, una vez reunidos mis honorarios, éste extienda dos cheques para las madres de Arango y de Luz, la muchacha que era su prometida. Es esta la gratitud que les debo a estas familias que, si perdieron a lo que más querían, sus hijos, ahora que tengan un poco de ayuda económica para sus casas. - ¿Es cierto que todo el dinero que le pagaron las televisoras el día que ofreció usted aquella rueda de prensa, lo donó para los niños pobres de Cali?. - ¡ Y tan cierto !. Fíjese que, en realidad, con mi nombre me basta y me sobra para caminar por el mundo; yo diría que, en mi peregrinar por todos los países que he visitado, hasta he tenido la fortuna de ser considerado como un vagabundo de primera clase; nunca me faltó el dinero porque mis amigos, siempre me ayudaron. Por dicha razón doné ese dinero que, ciertamente, seguro que a dichos niños les ha servido de mucho, mientras que a mí no me hacía falta. Obvio resulta decirle que, desde que estoy en Colombia no me ha faltado de nada; han sido ustedes muy generosos conmigo, razón de por más que yo tenía para corresponderles, ¿ verdad ?. - ¿ Qué ilusiones trae, maestro, para sus presentaciones en Cali y Bogotá ?. - Imagínese. Por un capricho del destino, sin que yo lo pretendiera ni buscara, de pronto me veo haciendo el paseíllo en dos plazas importantísimas de Colombia. Piense que vine a Colombia en lo que debería de haber sido un viaje de ida y vuelta y, fíjese en qué ha quedado todo. Ahora soy huésped de ustedes y me siento muy contento. Le pido a Dios con todas mis fuerzas que, en esos festejos que tengo programados, que me ayuden los toros para que yo pueda crear la obra de arte que siempre llevo dentro de mi corazón.

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- ¿ Qué les diría usted a todos aquellos que no les gusta la fiesta de los toros ?. - Que son mucho más pobres que los demás; no saben ellos lo que se están perdiendo; dejar de admirar una obra de arte dentro de un ruedo, si usted me permite, yo diría que es casi como vivir en pecado mortal. Quizás le suene como a eufemismo pero, perderse el arte en los toros es tanto como obviar una obra de Renoir o Sorolla. - ¿ Se sabe usted artista ?. - Claro, señorita. Es una gracia que Dios me ha dado. Soy, como le digo, un privilegiado. Y ahora mucho más tras haber vuelto a la vida junto a ustedes.

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Capítulo # 60

ENTREVISTA (II)

E

l Mago, innegablemente, era el centro de atención de aquel plató

televisivo. Todas las miradas estaban centradas en su persona y, mucho más, tras presenciar como se desarrollaba la conversación con la periodista. Si de algo podía presumir el diestro es de personalidad; nadie como él, dentro y fuera de la plaza. Todo un personaje que, su bondad, como pudimos saber, era más grande que su arte. Y eso ya se le puede llamar grandeza. Noemí estaba como contagiada con su personaje y seguía con las preguntas. - En realidad, maestro, ¿ quién es usted, como se define ?. - Soy un ser humano normal y corriente que, en los toros y fuera de los mismos, he querido siempre buscar un mundo más justo. La cruel sociedad en que vivimos me ha cortado muchas veces las alas; digamos que no he podido llevar a cabo todo lo que he anhelado; pero me cabe el orgullo de haberme dado a los demás como Dios me daba a entender. Definirme, señorita, creo que es muy sencillo; soy el que usted y los espectadores están viendo. No tengo doble fondo; soy el que ustedes están viendo y, lo que es mejor, parezco el que verdaderamente soy. - Una curiosidad que tengo. ¿ De dónde le viene a usted el apodo de El Mago ?. - Muy sencillo. Toreaba yo mi primera novillada en La México en que me anuncié como “El Enterrador” por aquello de haber sido sepulturero. Tuve un éxito tan grande que, desde los tendidos, una señora gritó: ¡ Tiene magia el chico !. Y mi apoderado de aquel momento, un hombre sagaz como pocos llamado Ezequiel Castro, no lo dudó un segundo y, a la llegada al hotel me dijo: “Nada de Sepulturero, te llamarás a partir de hoy, El Mago”. Y me ha ido muy bien; ciertamente, suena mejor mi actual apodo, ¿ cierto ?. - ¿Qué es la magia para usted ?. - Mire una cosa; la magia es el cincuenta por ciento en el toreo. Pobre del torero que no tenga magia; no será nunca nada. Además de lo que el torero es capaz de realizar dentro de una plaza de toros, la magia no es otra cosa que aquello que el espectador es capaz de imaginar y, al envolverlo en lo que ha visto, se queda cautivado y se marcha a su casa toreando por las calles. Esos componentes llamados ilusión y creatividad, al final dan como resultado la magia de la que hablamos. - ¿ Qué es para usted el amor ?.

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- Yo soy el propio amor, chamaquita. El amor viene de Dios y, si somos portadores de dicho sentimiento estamos más cerca de la vida. No podría entenderse mi vida sin el amor; con lo fuerte que me ha sacudido la vida, sin el amor que tengo por todo, me hubiese derrumbado y, hasta me hubiese quitado la vida. Y sí, sospecho que usted ha querido referirse al amor carnal entre un hombre y una mujer; estuve enamorado una vez. Me casé una vez con una gringa y, no hubo concordancia entre nosotros. Y no la culpo; yo he sido demasiado bohemio como para formar parte del colectivo del estereotipo del matrimonio y esas cosas que, al final aburren al ser humano. Deje que le diga que, como suelen decir, el matrimonio es la tumba del amor y, así me pasó a mí. Pero mire usted, para mi dicha, he tenido mucho amor por parte de muchas muchachitas; he saboreado el placer de amar, a mi manera, pero amor a fin de cuentas. - ¿ Vive usted en el mundo en el que cree que le corresponde ?. - Para nada. Yo soy lo contrario al arquetipo de la sociedad actual. No me gusta el juego que en el mundo de hoy se plantea para la vida humana, en general, y; tampoco como se dieron algunos aspectos de la mía, en particular, pero no tengo otra e, inevitablemente, tengo que ir sorteando obstáculos, saltando barreras para poder ser el que yo pienso que soy. Mi sentido iconoclasta de la vida en nada se parece al modelo de sociedad en que vivimos. Jamás le hice daño a nadie; es más, siempre me preocupé por mi prójimo, porque veo demasiadas injusticias que me parten el alma. - ¿ Qué nos dice usted de la política ?. - Soy apolítico por completo; que Dios me perdone, pero al respecto me siento el presidente de la república independiente que es mi casa. Al hablarme usted de este tema, recuerdo el axioma de la Madre Teresa y me uno a su sentir; si, mujer, cuando una vez un colega suyo le preguntó por el mundo de la política, ella dijo: “ Yo no puedo darme el lujo de la política; una vez estuve cinco minutos escuchando a un político y, en ese lapso de tiempo se me murió un viejecito en Calcuta ”. - Perdone si soy indiscreta con usted. Ya sabe como somos los periodistas. Nos han dicho que anda usted de amoríos con nuestra cantante Judith Canales. ¿ Es cierto esto ?. - El destino quiso que la conociera, gozamos de una buena amistad y, por su belleza y talento, mucho me gustaría gozar de su amor. - Nos sobrecoge el hecho de saber que usted confesó muchas veces que no le importaría morir en la arena, pero creando arte frente a un toro. ¿ No es esa una afirmación surrealista ?. - Se lo dije con anterioridad; me aterran los aviones pero, los toros me producen gozo y placer y, es muy cierto; como quiera que todos tenemos que morir, yo le pido a Dios que me diera la gloria de morir creando arte y escuchando los vítores de los aficionados. Sería mi muerte ideal.

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- Ante sus próximos compromisos en Colombia, ¿ qué les diría usted a los aficionados para que acudan a verle ?. - Una sola cosa: si pretenden saber cómo es la magia, ahora tienen la oportunidad de vivirlo en directo. No defraudaré a nadie, siempre, claro está, con la colaboración de mis enemigos. Estoy gozoso de pensar que, en breves días, por vez primera en mi vida y a mis años - ríe El Mago- me vestiré de torero para ustedes y, juntos, espero que gocemos al unísono con todo lo que tengo en mente para dichas actuaciones. Le pido a Dios que deje aflorar mi arte para deleitar a propios y extraños; y así les nazca del corazón exclamar que ¡ viva la magia !. - Maestro, ha sido un gusto tenerle junto a nosotros; hemos disfrutado de sus ocurrencias, de su sentido particular para con la vida y, en definitiva, en poco rato, hemos tenido el gusto de conocer, en profundidad, al Mago. Que tenga mucha suerte, que Dios lo bendiga y que consiga los éxitos que anhela. Estaremos junto a usted. ¡ Hasta pronto !. - ¡Gracias y “hasta pronto” - es mi deseo también – chamaquita !.

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Capítulo # 61

LA ALEGRÍA

A

l día siguiente de la aparición de Rodolfo frente a las cámaras, sin que él

lo pretendiera, se formó un tremendo revuelo alrededor de su persona. En el propio hotel se lo admiraba como a nadie; se tornó todo un icono para los huéspedes de Sératon. Si ya era conocido, tras aparecer en televisión en esta segunda ocasión, su popularidad creció como la espuma. El Mago se levantó muy tempranito. Tenía deseos de pasear. Quería contarle al mundo su felicidad. Sus sueños se estaban convirtiendo en realidad y, su dicha no podía ser más grande. Bien vestido, con esa elegancia tan personal como auténtica se dirigió en la búsqueda de lo desconocido. No iba hacia ninguna parte; no tenía meta fija, pero sí deseos de contactar con la gente. Rodolfo ha sido siempre, un comunicador por excelencia; en los ruedos y en la calle. Allí, en la calle donde paseaba se encontró con un niñito desvalido. - ¿ Dónde vas, chamaquito ? – preguntó El Mago – . - No lo se, señor. Me ha dicho mi mamá que saliera a la calle y que buscara en la basura; no tenemos para comer. - ¿ Dónde vives ?. -A siete manzanas de acá. En la villa. - ¿ No conoces el Centro para Niños Desvalidos ?. - No, señor; no conozco nada; solo sé que tengo hambre. - Ven, yo te acompañaré. Una vez más, la dádiva generosa de Rodolfo aparecía de nuevo; si ya en su momento entregó sus emolumentos crematísticos a dicho centro de niños desvalidos, ahora tenía la oportunidad de llevar a dicho lugar a este niñito hambriento. El Mago tomó la manita del niño y, la imagen no podía ser más tierna; al poco rato, el niño en cuestión estaba siendo atendido en el referido centro en el que, Rodolfo, era venerado con agradecimiento. Su ingente ayuda les había mitigado muchos males y, su directora, doña Cristina González le estaba muy agradecida. Ellos ayudaron al niño, le dieron comida, le prestaron atención y, lo que es mejor, le dieron la oportunidad para que a diario pasara por allí para recoger la comida que le prepararían para él y su familia.

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El Mago se sentía realizado cada vez que podía ayudar a alguien y, si se trataba de un niño pequeño, su dicha era todavía más grande. Salía del centro mencionado y, su alegría lo desbordaba; un niño menos que pasa hambre, se decía para sus adentros. De repente, como si de un aviso en su alma se tratase, El Mago sintió algo muy especial; sentía que debía de acudir a la casa de la madre de Luís Arango para darle un abrazo y hablar un rato con ella. Sabía que dicha señora estaría rota por el dolor y, ante todo, intentaría reconfortarla con su presencia. Buscó en los bolsillos de su chaqueta y, allí tenía unos papelitos con unas direcciones; calle 52, número 435, piso 5, era el domicilio de doña María. Preguntó al primer viandante que encontró y le indicaron el trayecto; quedaba relativamente cerca de donde él se encontraba; no hacía falta tomar taxi alguno. Así, en un paseo delicioso, al poco tiempo estaba frente a la casa. El corazón se le había encogido antes de llamar. Sabía que tenía que ser muy fuerte porque, posiblemente, las emociones de doña María, nadie sabía cómo podían derivar. De pronto, apurando sus impulsos, llamó al megáfono de la portería. Y se dejó escuchar el timbre reiterativo del aparato. - ¿ Quién vive ? – se escuchó preguntar a una voz femenina desde arriba -. - ¡ Doña María, soy El Mago ! – dijo el diestro –. Hubo un breve silencio, y luego esa misma voz emocionada dijo: - Suba, por favor. El Mago, entró al edificio y se dirigió raudo hacia el quinto piso. Allí, lo espera ya con la puerta abierta, la madre de Luis Arango; una señora muy cabal y sufrida, que si bien denotaba las huellas del dolor en su rostro, sobrellevaba el mismo con total hidalguía. - ¡ Qué gusto saludarlo ! – dijo doña María cuando abrazó al diestro -. Lo hizo pasar a la sala de estar y mientras bajaba un poco la mirada, para que El Mago no notara como habían asomado al balcón de sus ojos tristes y cansados, un puñado de lágrimas, la noble señora esgrimió una disculpa por no haber concurrido al hospital a saludarlo, a darle ánimo. No pudo hacerlo, porque no tenía para darle ni una pizca, sin embargo le aclaró que no hubo ni siquiera un solo día en el que ella no le pidiera a Dios la mayor de las benevolencias para que él alcanzase su total curación. Una carta ... le dijo que le mandó, y Rodolfo asintió con la cabeza, manteniendo entre sus fuertes manos y contra su pecho las manos de esa madre que de un día para otro y repentinamente, se habían quedado tan solas y vacías de caricias.

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El Mago no pudo evitar sentir una tremenda emoción y si no hubiera sido porque no quiso ocupar el lugar del que necesita ser consolado, hubiese soltado sin vergüenza la opresiva pena que sentía, en el medio de su agitado pecho. Con gusto hubiese cambiado lugar con su cuate, ya que mal que mal él su vida ya la había vivido y el joven Luis apenas había comenzado. Al igual que su dulce novia, tan solo un tierno capullito recién asomado al mundo del amor y de la vida. Pero, no dijo nada porque pensó en su madre y le faltó valor para imaginar, que si él hubiese muerto, las lágrimas vertidas serían las de su propia madre. Apartó entonces, inmediatamente aquella idea de su cabeza, y la reemplazó con la “ Dios sabrá porqué hace que suceda lo que sucede ”. - Soy yo el honrado ante su presencia, señora. Sentí la necesidad de darle este abrazo; yo soy consciente, que la vida la ha golpeado muy duro y, por el amor de Dios, quiero que usted se sienta reconfortada – si le es posible, aunque mal no sea, por unos breves instantes - con mi humilde presencia. No existe quien, sobre la faz de esta Tierra le pueda devolver a sus hijos; pero, quiero creer que si Dios los llamó primero a su lado, con toda seguridad, es porque el Paraíso estaba necesitado de almas buenas y allí andarán ellos dos gozando de la eternidad y de la bondad y el amor absoluto de Dios que en definitiva todo lo puebla. La mujer, rompió a llorar con pequeños y sosegados sollozos, que se dejaron oír en el recinto, pero aún así su valiente espíritu se repuso y recuperando la compostura suficiente, tomó valor para preguntarle al Mago, con apenas un hilito de voz: - ¿ Cómo conoció usted a mi hijito ?. - Fue él, doña María, el que se acercó a mí. Estaba yo internado en una clínica de desintoxicación – yo era alcohólico - y Luís Arango, su bondadoso hijo, se acercó hasta allí para conocerme y darme el aliento y el estímulo necesario, para que yo recuperara mi autoestima perdida y me decidiera volver a vivir la vida; su actitud y su accionar me ayudaron muchísimo a salir de ese pozo donde solito me había metido, e incluso hasta me brindó un toro el día de su confirmación en La México. Esas cosas, señora, no se olvidan jamás. Y fue así que nos tratamos y, de repente, ya éramos amigos. Imagínese la gratitud que yo siento por su chamaquito. Por dicha razón, cuando me enteré del accidente de su otro hijo, el que murió en la fábrica de armas, no dudé en acompañar a Luís hasta aquí. Luego, pasó lo que pasó y nos duele recordar y, como si de un capricho de Dios se tratase, aquí me tiene usted a mí, que tras haberme salvado de la hecatombe, quiero hacer de cada instante de tiempo que me reste un canto de alabanza y agradecimiento a la vida y a Dios. Nunca más volveré a caer en desperdicio de tiempo alguno. He decidido vivir con intensidad y arte cada instante “ extra “ que, desde aquel momento que tomé consciencia de lo volátil y efímero de mi existencia, Dios me sigue regalando - cada día nuevo que para mí hace que amanezca - . - Siento un gran respeto por usted, Rodolfo. Siento que su noble corazón podrá con todo; sus acciones presentes así lo demuestran. Me he quedado muy sola y, yo se que ni siquiera el tiempo podrá curar esta herida tan grande que llevo en el alma. Pese a toda mi pena, estoy contenta por usted Rodolfo. Me han dicho que ha sido

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usted contratado para que aquí, en Colombia; nos muestre su arte. Pude ver anoche su entrevista en televisión y, quedé maravillada con su forma tan espontánea y natural de ser. Se expresó usted muy correctamente; y, esa gracia tan particular suya nos caló a todos. Le juro que, cuando usted me mandó aquellas palabras, mis ojos se llenaron de lágrimas de agradecimientos por lo considerada que me hizo sentir, dentro de su corazón, tan sólo por ser la madre de mi amado Luisito; lo que yo menos esperaba es que me nombrara para darme ánimo estando usted frente a las cámaras. Yo se que El Mago es un ídolo por muchas razones; y me basta recordar, los pósters y carteles, que Luisito colgaba en su cuarto y que daban cuenta de su trayectoria y de toda la admiración que mi hijo le tenía, por lo tanto que su persona se acordara de mi, en ese momento eso dice todo de usted, porque habla de su bendita humildad y de su bella condición de ser humano. - Gracias, doña María; es usted muy generosa conmigo. Quiero, necesito, hacer por usted, alguna cosa que la reconforte un poquito al menos y sí, le aseguro, que antes de marcharme de Colombia la visitaré de nuevo y, espero que Dios me ayude porque, al volver, le quiero dar una bonita sorpresa. Yo quise y seguiré queriendo para siempre mucho a Luís. Era tan buen chamaquito y tan excelente persona que, me cautivó con su amistad y, además por cierto, ¡qué bien toreaba su hijo, estimada Señora! Quede usted con Dios valiente dama y, repito, nos volveremos a ver. - Gracias Rodolfo. Espero volverlo a ver antes de que retorne a su México natal, pero nada es preciso que haga usted por mí ... O sí, hay una sola cosa, que me reconfortaría y es saber que cumple usted con su promesa a sí mismo de aprovechar de aquí en más y hasta cuando sea su hora de irse también de este mundo, el tiempo extra que Dios le regaló aquél día, que ni usted ni yo, podemos recordar sin que una punzada de dolor nos embargue el corazón. ¡Vaya siempre usted con Dios a todas partes y que Él nunca deje de bendecirlo !. Hasta pronto .

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Capítulo # 62

SOÑAR

E

l día había sido bastante agitado para El Mago. Su presencia por las calles

caleñas despertaba la curiosidad de todos; la televisión hace milagros, nada es más cierto; lo hace para bien y para mal, porque proporciona una popularidad que, el que la sufre o disfruta, según se mire, es pasto de la gente. Rodolfo había estado con el niñito que se encontró en la calle; visitó a doña Maria, firmó autógrafos a los viandantes, rezó en la capilla de San Antonio, se fotografió con todos aquellos que se lo pedían; algunos eran curiosos y, se fotografiaban junto a él, tan solo por verse junto al sobreviviente, como si se tratara de un personaje de otro mundo; otros lo querían conocer en persona porque, eran sabedores de su condición de torero y, lo admiraban por ello; pero todos, sin distinción, lo trataban con respeto. El diestro ya, a esta altura del día, tenía bastantes ganas de llegar al hotel. Habían sido muchas las emociones vividas durante todo el día. A su arribo, el conserje le dijo que en la cafetería, había un muchacho esperándolo y que hacía, un rato largo, que había preguntado por él. Así, en principio, Rodolfo no tenía conciencia de que nadie lo conociera hasta el punto de esperarlo para conversar con él. Nada malo debe ser, murmuró El Mago para sus adentros.

Al entrar en la cafetería, un muchacho se abalanzó sobre él para abrazarlo. Rodolfo se sorprendió, incluso hasta puso cara de estupor. Un gran aficionado debe ser, pensaba – para sus adentros – en voz baja. - Maestro -dijo el chico-, permita que me presente. Soy Carlos Martínez, mozo de espadas para servirle, las espadas y todo lo que usted me pida. Como es de pública concurrencia, he sabido que torea usted dos tardes junto a nosotros y, le brindo mi ayuda. Será para mi un gran honor servirle las espadas y, como le digo, en todo lo que usted me pida. He sido ayudante de muchos toreros pero, maestro, sentirme útil hacia su persona, deberá de usted saber que esto sería una bendición para mí. Y no he venido hasta aquí para estar a su lado, como tantos, por aquello del morbo de saberlo vivo tras el accidente; soy un buen aficionado y me conozco, de memoria, su vida como torero. Mi humilde ser, desde este momento, queda a su disposición, maestro. - Muchacho, con todo lo que mas dicho, ¿ quién es el valiente que se niega a atenderte ?. Sepas que, el empresario, Ramiro Carmona Carrasco, me dijo que él se ocupaba de las cuadrillas; imagino que hará lo propio con el mozo de espadas pero, teniendo tu ofrecimiento, ahora tu y yo, hablamos un rato y luego, si todo nos

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parece bien, lo llamo y le digo que la plaza ya está cubierta. Tengo mucha curiosidad de saber las razones por las que me quieres ayudar. - Como usted sabe, gracias a la televisión no hay secretos ni distancias. Se lo digo porque soy su admirador número uno. Pude ver en su momento aquella inolvidable tarde suya en La México en que, usted, ya resignado, quería despedirse y, como una bendición, Dios le sujetó para que usted siguiera impartiendo bellas lecciones de su arte. Esa tarde, maestro, la llevo prendida dentro de mi alma. Como aficionado, me he puesto muchas veces dentro de su piel y, como quiera que conozca el mundo del toro por dentro, soy capaz de adivinar sus propios sentimientos. He sabido de todas sus penurias como torero y, mi alegría resultó desbordante cuando comprobé su grandeza como artista. El Mago quedó anonadado; las palabras de Carlos le marcaban huellas en su alma. Su versión ante lo que había sido su vida tenía ribetes de la más auténtica verdad; había comprobado que un colombiano sabía más cosas de él que su propia persona, algo que lo conmovió. Todavía quedan buenos aficionados en cualquier lugar del mundo, pensaba el diestro. Es más la sinceridad con la que hablo Carlos Martínez le subyugó por completo; no había doble fondo, ni interés económico alguno, como el chico le había indicado. El hecho de saberse junto al ídolo al que admiraba, con ello ya tenía el mejor pago. Y así, agradablemente, estuvieron departiendo de tauromaquia, toros y toreros un rato largo más. Y Rodolfo comprobó, que el muchacho sabía bastante del tema. - Perfecto, chamaco. Ya estás contratado. Mañana mismo irás al sastre para ver como lleva la confección de los trajes. Si, amigo, te ocuparás de muchas cosas. Entre ellas, por favor, mañana ponte al habla con Ramiro; le dices que vas de mi parte y, junto a él, intenta que todo lo que concierna a la organización de los subalternos y de todos los detalles que tú, en esta amena charla que tuvimos, me has demostrado que conoces como nadie, que todo esté en orden. Nada podemos dejar al azar y, si he tenido la suerte de encontrarte, debemos de colaborar juntos y, por favor, no me llames maestro; maestro es el que enseña y yo estoy por aprender todavía. Llámame Mago o Rodolfo, como prefieras, pero tenemos que tratarnos de forma familiar. - Me hace usted el hombre más dichoso del mundo. Esto es un milagro, Rodolfo. Le doy gracias a Dios por ello. Siempre lo admiré, tal como le contaba pero, ni en sueños hubiera podido llegar a pensar que iba a servirle las espadas a usted dentro del ruedo, un día. Gracias, muchas gracias. Todo giraba, en ese momento, con mucha armonía; posiblemente la que El Mago provocaba con sus actitudes, nada era más cierto. La admiración que por él sentía la gente, se traslucía en hechos concretos, como el caso de este muchacho que, espontáneamente, le brindó su ayuda a cambio de nada. La felicidad, en todos los órdenes, se había tornado compañera inseparable de Rodolfo. En Colombia estaba recogiendo lo que en México había sembrado; paradojas del destino, pero igualmente reconfortantes para su alma, ahora.

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Se acercaba la fecha mágica concertada y, Rodolfo apenas podía conciliar el sueño. No se trataba de su consciencia, ya que se acostó esa noche con la misma muy tranquila, con la dicha sobre sus espaldas. Todo lo hecho en el día, era lo que su corazón le había mandado a hacer, pero faltaban pocos días para su presentación en Cali y, su responsabilidad era muy grande; además, la apuesta económica del empresario era la más audaz de toda la temporada colombiana. Muchas ideas rondaban por su mente. No le temía a la cornada, ni tampoco a la muerte; pero sí lo aterrorizaba la idea del fracaso y, esto era algo que podía ocurrir; el arte, y mucho menos en los toros, nada tiene que ver con las matemáticas, en consecuencia, es posible que “algo” pueda salir mal. Por dichas razones estaba El Mago intranquilo. Más luego, al final de aquel día tan agitado, Rodolfo finalmente concilió el sueño.

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Capítulo # 63

SE ACERCA LA FECHA

N

o existe nada más bello en la vida de un torero que, la “dulce espera”

ante la fecha del festejo en el que tiene que intervenir; se trata de una amalgama de sensaciones extrañas. Y es bello porque, en poco tiempo se sienten sensaciones difíciles de explicar; desde el miedo hasta la alegría, pasando incluso por la incertidumbre de lo desconocido; y, esto último es muy cierto porque, por mucho que se conozca la profesión, cada tarde en el ruedo es distinta; toros distintos que en nada se parecerán a los anteriores; incluso público variopinto que, nunca se sabe cómo reaccionará. Rodolfo se levantó radiante. Se lo veía feliz pese a las situaciones descritas de las que no quedaba huérfano. Pero No sospechaba que, alguien lo estaba esperando en el hall. Era tempranito, pero la expectación que el diestro había creado en el hotel era inmensa. Desde que él se alojaba en dicho centro, todo el “mundo” quería hospedarse en el Sératon. Su fama había trascendido más allá del mundo de los toros y, conocerle, darle un abrazo, un saludo, era la ilusión de todos. Es cierto que, además de todo, Rodolfo no pasaba desapercibido; sus andares, forma de vestir, incluso de hablar, lo delataban por completo. Su traje, pañuelo al cuello, sombrero y puro, lo hacían inconfundible.

El Mago era enemigo de los ascensores; sufría claustrofobia y, un espacio tan reducido lo mataba por completo. Por dicha razón siempre usaba las escaleras y, en esta radiante mañana las bajaba con aires de artista. Su porte era distinto al respeto de los mortales; desde lejos, como se evidenciaba, al verle, cualquiera podía sospechar que estaba frente a un torero. Ya en el hall de entrada, en uno de los sillones contiguos a la ventana principal, allí lo estaba esperando Judith. Él al verla, se abalanzó sobre ella y, con una sonrisa inmensa la abrazó con toda su ternura. - ¿ Cómo tú por aquí tan temprano ? – dijo el diestro - me colmas de alegría preciosa mía. Al verte se me ilumina hasta el alma. Eres la razón de mi vida. Sin duda, otro milagro en mi existencia. Dios sigue siendo muy dadivoso conmigo. Tú eres otro ejemplo más, de esto que digo, Judith. - Palabras no te faltan, Mago – le espetó Judith - pero llevo varios días sin saber de ti. Te ví en la televisión con Noemí y, al parecer has cautivado a todo el mundo. ¿ Ya no te acordabas de mí ?. Si no vengo a verte imagino que no me habrías buscado. Me has dejado triste, Rodolfo. Hace pocas fechas me juraste amor eterno y, llevas varios días sin hablarme.

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- No te me enfades, muñeca. ¡Claro que me acordaba !. ¿Cómo no acordarme de la mujer que amo ? – intentaba disculparse el diestro -. Pero si te cuento que, para mi fortuna o desdicha, se me está haciendo complicado salir a la calle. Estoy preso de la ilusión de la gente y, no puedo desilusionar a nadie; digamos que, desde que aparecí en televisión explicando las causas de la tragedia, desde aquel momento, mi popularidad es un hecho constatado y, como sabes, hay que pagar un alto precio que no es otro que entregarme a los demás; me paran por todos los sitios y tengo que corresponder a todos; sabes que la fecha de mi reaparición está muy cerca y, tengo que crear ambiente como decimos los toreros. Una persona desengañada sería más que suficiente para echarme al público encima y, comprenderás que el proyecto que tenemos que llevar a cabo es algo muy complicado; no soy un niño. Todo, lo que haga tiene que ser muy concienzudo; ahora, fuera de la plaza, y mucho más entonces, cuando esté frente al toro. - Rodolfo, por lo que más quieras, no me engañes; pude ver que Noemí te miraba de forma especial. ¿ No habrás quedado con ella ... ? – los celos de Judith aparecieron de inmediato - . Esa muchacha es muy guapa y, te repito, pude ver que se sentía muy feliz cuando te entrevistaba; y te lo digo porque he visto cientos de entrevistas de ella y, jamás la había visto tan entregada al personaje. - ¡ Por Dios, Judith, no veas fantasmas donde no los hay !. Esa chica entrevistó al Mago que, como viste, supo estar a su altura; Rodolfo Martín te sigue amando. No, amor, no es ahora el momento de enfados ni de enojos; es mucha la responsabilidad que tengo sobre mis espaldas como para que ahora mi alma se sienta rota por tu culpa. ¿ Tú sabías que los grandes fracasos de los toreros han venido todos por culpa del desamor ?. Si, chamaca, por un desencuentro con la persona amada. Y, te lo juro, yo no quiero que eso me suceda; sabes que me juego el todo; el ser o no ser en esas corridas de toros. Si piensas que te he engañado, no hablemos más; nos alejamos ahora mismo y, ningún daño nos haremos. Pero yo no puedo salir a una plaza de toros con el alma rota y el corazón destrozado; sería mi fracaso más grande y, como te he dicho, me juego mi prestigio en unos días. Hay lujos que no me puedo dar y éste es uno de ellos. Mi cuerpo tiene que sentir paz y tranquilidad para que aflore mi arte. ¿ Comprendes, amor ?. - Perdóname, Rodolfo. Me matan los celos. Eres un hombre tan guapo, tan apuesto que, hasta sospecho que todas las mujeres quieren quitarte ese sombrero y empezar a desnudarte. Para colmo, faltaba la entrevista con Noemí. Ya tienes todos los condicionantes para ser admirado, querido, amado y, ante todo, ser el capricho muchas señoras que darían todo lo que tienen por llevarte a la cama. - ¡ Pero si yo no tengo sueño !. - ¡ Cabrón !. Tú sabes a que me refiero; no te hagas ahora el tonto. Me sacas de quicio cuando haces salir ese niño que dices llevar dentro. ¿ Comprendes que te amo ?. ¿ Sabes que me rompiste todos los esquemas cuando te vi por vez primera ?. ¿ Sabes que me sentí mujer como nunca cuando hicimos el amor ?. Claro que lo sabes y, esa es la desdicha; ¡ qué lo sabes !. Te suplico que no te trabajes el papel de versero despistado conmigo que, será entonces cuando me enojo de verdad.

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- Judith, amor, que no te he podido apartar de mi pensamiento en estos días. ¿ Cómo habíamos quedado ?. ¿ Recuerdas ?. Tenía yo que concertar las fechas de mis actuaciones para que no coincidieran con las tuyas y, así lo hice; tomé tu agenda y firmé otras fechas, precisamente, las que tú tenías libres. Y estaba loco por contarte todo. Pero tú te me adelantaste. ¡ Qué bella eres, amor !. Aquí me tienes; soy tuyo, absolutamente tuyo. ¿ Crees que otra mujer en el mundo podría darme lo que tú me has dado ?. No seas niñita; no seas infantil que, hay mucha mujer dentro de ese maravilloso cuerpo. ¡ Sino, que me lo vengan a decir a mí !.

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Capítulo # 64

JUDITH, ENOJADA

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l Mago trataba de calmar a Judith, que arrebatada por un ataque de

celos estaba increpando al diestro quien, por todos los medios buscaba tranquilizarla. Las palabras de Rodolfo eran sinceras; no estaba tampoco en trance para más amoríos; le esperaba una cita importantísima y, su cabeza no estaba pensando en mujer alguna. Quizás Judith no valoró el momento de su amado en que, lógicamente, podría pensar en todo menos en otra mujer. - Te acompaño a la habitación y allí hablamos, amor – dijo Judith -. - Como quieras chamaquita linda. Un abrazo selló la reconciliación entre ambos; y, calmó los ánimos de la chica que, no pudo soportar dos días sin saber de su amado. Y no es que Rodolfo la olvidara ni un momento; pero se habían dado cita en su persona una serie de circunstancias que, lógicamente, lo habían distraído de la que era su amor. - Rodolfo - preguntaba Judith- ¿ por qué quieres jugarte la vida en la plaza si, a mi lado podrías vivir eternamente como un rey?. - Ante todo, chamaca, yo no soy un mantenido; ni tuyo ni de nadie. Siempre fui autosuficiente y, cuando tuve gastaba; cuando no tuve, me estaba quieto, pero sin depender de nadie y, mucho menos de una mujer. Sabes que, para mí, el hecho de poder torear en Colombia es la realización del sueño más bello de mi existencia y, como sabes, mucho más tras los sucesos acaecidos en torno a mi persona. Soy artista y lo quiero demostrar en este lindo país al que ya, tanto le debo. - Si, amor; entiendo que quieras mostrarnos tu arte a nosotros, los colombianos pero, eso lleva consigo un riesgo que, me parece innecesario. ¿ Y si te mata un toro ?. - Habré muerto como siempre quise; en la plaza y creando arte. Pero no hablemos de eso, mujer; tiempo habrá para la mudanza eterna. Busquémosle a todo la parte positiva. Imagina que me embiste un toro y llevo a cabo la faena soñada; ¿ no será eso más bello que la propia gloria ?. Esa tiene que ser mi idea y, ante todo, la tuya. Es más, quiero que estés feliz; el primer toro en Cali te lo brindaré a ti. ¿ Te han brindado alguna vez un toro ?. Yo seré el que te rinda un homenaje de amor y de arte, ya lo verás. - Rodolfo, ¿ qué me diste para que te ame tanto ?.

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- Creo que, ante todo, mi sinceridad. Y es curioso que esto haya ocurrido de este modo porque, tu arte, fama y talento, como me contaste, te han permitido conocer a muchos hombres que, posiblemente se acercaban a ti por lo que tenías, no por lo que eras y, por eso sentiste que fracasaste con ellos. Pudiste elegir y, fíjate, no te atreviste; nunca te encontraste segura de que los que se acercaban a tu lado lo hicieran de forma sincera; una noche de amor se tiene con cualquiera, amar es algo muy distinto. Nosotros, Judith, creo que nos parecemos mucho y, ambos, hemos sentido idénticas desilusiones en el amor; yo con la gringa de la que te hablé y tú, con los hombres a los que trataste. Judith, arrebatada por las palabras del Mago lo abrazó y lo besó en sus labios; sus palabras la habían conmovido. Rodolfo era el que se veía en la “ foto ” y, sin doble fondo, se mostraba siempre como en realidad sentía; con defectos y virtudes, pero con la sinceridad y ternura de un niño pequeño. - Rodolfo, te deseo con todo mí ser, ¿ sabes ?. - Nuestro milagro, Judith, no es otro que sentir lo mismo. Yo te amo y te deseo con una fuerza desmedida. Y sintiendo lo que me dicta el corazón, te prohíbo que vuelvas a dudar de mí. ¿ Sabes que dibujas sonrisas en mi rostro sólo al pensarte ?. - ¿ De verdad, Mago mío ?. - Sí, de verdad lo digo. La primera vez que te ví me cautivaste con la mirada; me penetraste el alma cuando me miraste. Luego, mi vida, al conocerte, tratarte y hacer el amor contigo, ya estoy dispuesto a contarle al mundo que no existe otra mujer más linda y amada por mí sobre esta tierra. Graba dentro de tu ser lo que me provocas que, en definitiva es lo más bello del mundo, porque es el más puro y bendito amor. ¿ Te dije alguna vez que eres la mujer de mis sueños y que, a Dios gracias, te has convertido en realidad ?. - Gracias, amor. Me siento tan halagada y contenta que prometo no enojarme más por tonterías. ¿ Perdonas mi enfado ?. Y quiero que me comprendas; los celos, amor mío, nacen justamente cuando se ama; jamás sentí celos con todos los hombres que me pretendieron. Nunca vi sinceridad, por tanto, jamás nació el amor para con ninguno de los que me pretendían. Contigo, Rodolfo, es todo tan distinto que, ya viste, pensar que puedo perderte me derrotó por completo y, saqué mis garras de mujer. Hazme tuya ahora mismo, amor; te deseo con locura. El Mago se quedó estupefacto; no creía que en aquella mañana luminosa pudiera tener el placer de hacerle el amor a su amada. Sus planes eran otros, al menos en aquel instante. Había que cristalizar muchos asuntos al respecto de su primera actuación en Cali, pero Rodolfo supo hacer un “ alto en el camino ” para gozar del placer del sexo que, rociado del más bendito amor tanto lo satisfacía. Un mundo de caricias se regalaron ambos enamorados que, susurrándose las más bellas frases de amor dieron rienda suelta a sus mortales cuerpos para el más profundo gozo. La pasión, una vez más, los arrebató por completo como si de dos adolescentes se tratara; como si fueran dos principiantes en al amor, en la ansiosa búsqueda por descubrir los secretos del sexo. Apenas esbozaron palabras; sentían emociones que,

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en definitiva, eran lo realmente soñado. Nunca me dejes, susurraba Judith. El Mago se sentía pletórico. Se sentía muy bien físicamente y, respecto al sexo, saciaba a Judith de forma magistral. Ella estaba embelesada mientras que él saboreaba el dulce manjar de aquel cuerpo escultural y bellísimo; toda la anatomía de Judith fue saboreada por su amado que, ahíto de placer mostraba los últimos estentóreos del sexo. Ambos quedaron saciados, contentos, bellamente enamorados y, al entregarse sus cuerpos, definitivamente, sellaban de esta manera el gran pacto de su amor.

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Capítulo # 65

ASUNTOS

T

ras amarse, El Mago y Judith quedaron extasiados.

Se disiparon los celos de la muchacha que, en realidad no eran celos, sino que era tanto el deseo que tenía ella de ser amada por Rodolfo que, dicho amor, era el que le había provocado aquella situación de zozobra que, El Mago supo alejarle para siempre. Judith, selló un beso en los labios de su amado y, contenta y dichosa se marchó, dejándolo solo para organizarse en los diversos asuntos que tenía pendientes, por todo lo que se refería a su primera actuación en Cali. Faltaban ya pocas fechas y, le quedaban muchas cosas aún, por finiquitar. Ciertamente, tras haber amado a la mujer de sus sueños, Rodolfo se hallaba pletórico; desprendía felicidad por todos los poros de su piel. Lo ilusionaba visitar la plaza de toros; la había visto por fuera pero, quería pisar su arena y familiarizarse con dicho ruedo; Rodolfo es muy curioso y le gusta conocer los escenarios de sus actuaciones a priori de las mismas. Llamó a Carlos Martínez, el chico que ejercería como mozo de espadas para que lo acompañara. Mientras degustaba un riquísimo café, llegó Carlos. - Maestro, ¿ qué se le ofrece ? – preguntó el muchacho - . - Quiero que me acompañes para visitar la plaza de toros. - A sus órdenes, maestro. Es un gusto acompañarlo. ¡ Vámonos !. Ambos tomaron un taxi y, al poco rato estaban frente al coso de Cañaveralejo como se le conoce a dicha plaza de toros; claro que, los lugareños también la llaman “La Copa” por aquello de su similitud con una copa de champagne. A su llegada, el conserje del inmueble taurino, al reconocer al Mago, se brindó por completo para enseñarle al diestro el escenario de su inmediata actuación. Una vez dentro del inmueble El Mago se queda anonadado al ver la magnitud de la plaza; ya estaba soñando en dibujar en aquel ruedo sus creaciones taurinas y, Carlos, al verle emocionado empezó por contarle cosas de dicha plaza. - Esta plaza, maestro, se inauguró cuando usted tenía tan solo siete añitos de edad; qué lejos quedaba de su ser, en aquel entonces, que un día estaría usted aquí dentro y, lo que es mejor, casi a punto de hacer el paseíllo. Concretamente, se inauguró el

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día 28 de diciembre de 1957. Se lidiaron toros de la ganadería de Clara Sierra para los diestros Joselillo de Colombia, Joaquín Bernadó y Gregorio Sánchez, estos últimos españoles. La primera oreja la cortó Joaquín Bernadó y, desde aquel entonces, maestro, a finales de cada año, Cali es toda una fiesta. - Oye, Carlos, - preguntó El Mago - ¿ es cierto que se llena siempre este coso ?. - Por supuesto. Aquí hay una afición increíble; todo lo que rodea al mundo de los toros, para nosotros está lleno de magia y de encanto. - Y según he podido saber, - seguía preguntando El Mago con aires de curiosidad esta plaza tiene lo que se llama una Junta Administrativa que, al parecer, destina los beneficios obtenidos a obras benéficas. ¿ Cierto ?. - Si, señor. Y lo que es mejor, dentro de esa Junta Administrativa de la que usted se refiere, exista la llamada FUNDACIÓN PLAZA DE TOROS DE CALI que es la que gestiona los beneficios para su posterior reparto. Son muchas las instituciones locales que, cada año salen favorecidas por la celebración de las corridas de toros. Le podría decir el Hospital Departamental, el Hospital San Juan de Dios, el Club de Leones, Cruz Roja Colombiana, el Instituto para Niños Ciegos y Sordos. Como ha comprobado, todo un lujo para nuestra sociedad, gracias a nuestro emblemático coso. - Y si todavía no ha llegado la feria, - El Mago seguía queriendo saber - ¿ cómo se hace para montar esta corrida en mi honor ?. - Muy sencillo, Rodolfo. Usted es ahora la máxima atracción en el mundo de los toros y, en Cali, ni le cuento. Por dicha razón, el empresario, señor Ramiro Carmona Carrasco, ha hablado con la Junta Administrativa para que le cedan la plaza para tal efeméride. El empresario pagará un arriendo por dicho día y, esa cifra, como le contaba antes, irá a parar a las arcas de la Fundación para su distribución a las entidades antes citadas. El Mago escuchaba al muchacho y se quedaba mudo por la emoción que estaba sintiendo. Su ilusión era tanta que, los pocos días que faltaban para el paseíllo ya estaba deseando arrancarlos de cuajo. Aquello de la distribución de los beneficios había cautivado a Rodolfo y, por su mente ya giraba la idea de su colaborar también, con sus honorarios. - Carlos, estoy feliz por todo lo que me has contado. ¿ Sabes una cosa ?. Quiero, así se lo pido a Dios, que en el día de mi presentación se agote el billetaje; porque me has ilusionado con todo lo que me has dicho muchacho y, estoy deseando que haya un lleno absoluto que, sin dudar, será el primer éxito mío; que pretendo lo sea para el empresario, pero tras todo lo que me has dicho, si logro llenar Cañaveralejo, esas entidades benéficas que me has citado serán receptoras de mi pronta dádiva. - Dios quiera concederle Rodolfo, ese deseo. Lo que si queremos todos, maestro, es su más grande éxito artístico. Por toda la promoción que se ha hecho de usted, Cali al completo está pendiente de su actuación; y no le digo de mi humilde ser que, al

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pensar que estaré entre barreras para servirle los trastos, mi dicha no puede ser más grande. Yo sigo rezando todas las noches, maestro, para que usted pueda demostrar en nuestra plaza todo el arte que corre por sus venas. Como le embista a usted un toro, todos lloraremos de emoción; me vienen a la mente ahora las películas que he visto de sus actuaciones en México y, le juro, jamás había visto antes un torero como usted. - Gracias por tus palabras, amigo. Le pediremos a Dios para que haya éxito artístico y, como te he dicho, triunfo económico que, en realidad, de tal modo, podremos ayudar a mucha gente.

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Capítulo # 66

LLEGÓ EL DÍA

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in apenas darse cuenta de nada, de pronto, habían pasado los días y, El

Mago estaba ya vistiéndose de torero para hacer el paseíllo en Cañaveralejo. La mañana resulto expectante; El Mago estaba feliz. Sentía que otro milagro, una vez más, alumbraría su vida. Llegó a Cali para “nacer” en dicho sitio y, los pocos más de tres meses vividos en la ciudad vallecaucana, le habían sabido a gloria; primero porque allí le curaron sus heridas; más tarde, por todo el reconocimiento que en Cali le obsequiaron y, acto seguido, porque sin hacer nada extraordinario, El Mago, se sentía amado como en su propio país. Los colombianos, posiblemente, desde aquel momento de su aparición en televisión, comprendieron que dentro de aquel cuerpo un tanto atípico, anidaba un ser humano admirable. Allí en Cali palpó Rodolfo Martín la gloria que en muchas ocasiones, en su país le era negada, por empresarios sin visión y sin sensibilidad para el arte, ni corazón; es decir, sólo mercaderes de la ganancia sin riesgos. Sus paseos por las calles, sus apariciones en TV y en la radio, seguramente conquistaron a los aficionados al ver a un tipo singular, único en su género, que en nada se parecía al estereotipo de lo que se entendía como un torero. El Mago, ya conocía el coso caleño, porque días atrás había pisado su suelo, acompañado de Carlos Martínez; el muchacho que se brindó, espontáneamente, a oficiarle de mozo de espadas y el que le entregó, sin reparos, su amistad. Por lo tanto el tema de reconocer el terreno, donde se iba a jugar la vida, lo tenía superado y, esto lo dejaba muy tranquilo. Sobre la silla estaba el vestido naranja y plata que luciría esta misma tarde en Cañaveralejo. En vez de capote de paseo, un sarape muy al estilo mexicano, una prenda que se enorgullecía El Mago de lucir en sus actuaciones. Y por supuesto, el infaltable habano que era saboreado por Rodolfo con más pasión que nunca; porque, en su interior, estaba seguro que esa tarde le sabría a gloria. - Por cierto, Carlos - dijo El Mago - ¿ quiénes son mis compañeros de cartel ?. - Estamos en vísperas de la feria y, las figuras españolas no ha llegado todavía, de todos modos, maestro, el cartel es usted; le acompañaran dos muchachos colombianos, Paco Perla y Sebastián Varguitas, ambos matadores de toros como se presupone pero, el centro de atención de todas las miradas no es otro que El Mago. Eso sí, los toros, maestro, son de la ganadería del Espíritu Santo, del que es propietario el maestro César Rincón, garantía total de éxito; sepa usted que, para nosotros, Rincón como ganadero, es tanto como decir Garfías en México o Juan Pedro Domecq en España.

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En este día se respiraba un aire festivo en Cali. El empresario había publicitado muy bien el evento y, en cualquier lugar de la ciudad de hablaba del festejo en el que, a la tarde actuaría en Cañaveralejo el superviviente del avión, como así le llamaban los que menos le conocían; y, como fuere, con nombre o sin él, lo que si era muy cierto es que El Mago había despertado la atención del mundillo taurino y, sin duda alguna, la de todo Cali. Siendo así, se barruntaba una gran entrada, pero - como siempre en este tipo de evento - todo estaba por verse. Era un festejo extraordinario fuera de abono y, esto hacía que los aficionados tuvieran que gastarse un dinero extra, por lo tanto, todo quedaba por suceder aunque ya, se palpaba que “sucedería”, porque a expectación, nadie le podía ganar al diestro de Apizaco. La había concitado toda. Era un día bello, la tarde aún lucía un sol radiante, la temperatura era ideal y, el traje de luces sobre la silla, esperaba inquieto a su “ inquilino ”. - “ Vamos a vestirnos ”, dijo El Mago. Ayudado por Carlos, al poco rato, Rodolfo estaba mirándose en el espejo para ver cómo le quedaba el vestido. ¡ Perfecto !, había quedado el traje de luces sobre su persona. Sonreía el diestro; presagiando que se avecinaba una gran tarde toros. En la puerta del hotel se había congregado una multitud que quería verlo y abrazarlo. Era todo un ídolo y, cuando lo vieron aparecer en la puerta, vestido de torero, la multitud congregada pretendía fotografiarse con él, abrazarlo, desearle suerte y todos los parabienes del momento. Como en sus tardes más gloriosas, El Mago bajó a la calle con dos horas de antelación al festejo puesto que, su ángel particular le había dicho al oído que la gloria empezaba en la misma puerta del hotel y, así sucedió. Rodolfo tenía que complacer a todos; durante mucho rato firmó autógrafos y, Cali entero se retrató con su ídolo. El taxista que lo esperaba estaba ya inquieto. Pasaba el tiempo y, el hombre quería salir pronto por aquello de ser previsor por si acaso pudiera encontrarse con algún atasco que le impidiera llegar a la hora justa a la plaza. Carlos había organizado todo y, los miembros de su cuadrilla ya lo estaban esperando en la plaza. Rodolfo, ya dentro del taxi partía sonriente hacia Cañaveralejo. El trayecto, no demasiado largo supuso una bocanada de aire fresco para el diestro que saboreaba el cariño que desde todos los puntos de la ciudad recibía; daba la sensación que el taxi tenía cláxones para advertir que dentro de aquel auto viajaba El Mago. Ya en la plaza, Rodolfo tuvo una sensación maravillosa; alrededor de Cañaveralejo había miles de personas; El Mago no acertaba a comprender que se habían quedado afuera, en la calle, sin tener entrada para el recinto. Preparose para hacer el paseíllo junto a sus compañeros que lo saludaron con mucho cariño. El Mago en ese ínterin, se asomó a la puerta de salida hacia la plaza y, al ver

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la gente que abarrotaba el coso, unas lágrimas se deslizaron por sus mejillas; era mucha la emoción que estaba sintiendo. Comprobar que se había agotado el boletaje supuso para Rodolfo el primero de los éxitos. La felicidad reinaba en Cañaveralejo. El empresario le abrazó con inusitado cariño; a sus compañeros de cartel, toreros humildes que siempre habían toreado en Cali con muy poquito ambiente, aquello los motivó por completo. Les parecía un milagro. Todo hacía presagiar que la magia, del Mago, haría su aparición. Hasta aquel preciso momento, todo se circunscribía junto al triunfo; el primero de todos, llenar la plaza en una corrida antes de la feria caleña. Y que ésto, lo haya logrado un “desconocido”; ya se podía decir que, el milagro estaba servido. Se inicia el paseíllo y, de pronto, empiezan a llover claveles sobre el ruedo caleño, sin duda alguna, la más bella muestra de felicidad de los colombianos cuando algo les llega hasta el fondo del alma. El Mago, con su andar pausado y ceremonioso, emprendió dicho paseíllo que, por sus andares, hasta daba la sensación de que no terminaría nunca; sonaba la música, había vítores en su honor y, de pronto, un muchacho salta al ruedo portando entre sus manos una gran bandera mexicana que cubrió la espaldas del diestro mexicano. La ovación resultó unánime; hasta se paró El Mago en el centro del ruedo para agradecer la ovación. Paseo inacabable puesto que, sus compañeros tenían que “esperar” al diestro de Apizaco; así, arrastrando su pierna izquierda, por fin llegó hasta la barrera para dejar el sarape en la misma. Todo un acontecimiento y, todavía no había empezado la corrida. El ambiente era de lujo total; pura gala para engrandecer la figura del mítico torero tlaxcalteca.

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Capítulo # 67

EL ÉXITO

T

ras haber realizado el paseíllo, Rodolfo Martín tuvo que corresponder a la

atronadora ovación que le dedicó el público. Montera en mano y sujetando con la otra el capote de brega, su arma creativa frente al toro, como él denomina a los trebejos toreros, saludó a los aficionados que, como enloquecidos, esperaban que la magia de Rodolfo hiciera su aparición en dicho ruedo. Sonaba la música en señal de alegría; el cielo estaba despejado, no soplaba ni una pizca de viento, por tanto, el ambiente, para el desarrollo del espectáculo, no podía ser más lindo. Metidos los diestros dentro de la barrera a la espera de que saliera el primer toro de la tarde, Rodolfo se desplazó un poquito por dentro del callejón; sus ojos buscaban a una persona a la que él previamente había invitado. Como quiera que él no hubiera toreado nunca en dicho recinto, no acertaba a divisar el lugar exacto donde se encontraba la mujer a la que amaba que no era otra que Judith. Allí estaba ella en la barrera del tendido seis, un lugar predominante en la plaza. Rodolfo besó su mano mientras ella le deseaba suerte; es cierto que Judith era presa de sus nervios. Para ella era un acontecimiento muy importante; pero la importancia la entendía ella por aquello de que, el hombre que amaba se tenía que jugar la vida. El Mago, tras besar su mano, le guiñó un ojo en señal de complicidad mientras que le dijo; “No temas, amor; no pasa nada, estamos aquí para crear arte” Pronto se situó el diestro a la altura de sus compañeros que, como asustados por la responsabilidad que le invadía, sentían que sus nervios los devoraban. Rodolfo impartía tranquilidad; daba la sensación de que todos habían acudido a una fiesta, antes que a un juego con la muerte. Sonaron clarines y timbales que daban salida al primer toro de la tarde. Apareció el primer enemigo de Rodolfo, un cárdeno bragado, alto de agujas y con una lámina de auténtico toro bravo. El Mago no dejó que sus peones tocaron el toro y, de repente estaba él frente a su enemigo endilgándole unas verónicas de ensueño. Por el pitón derecho el toro se desplazaba mejor y, por dicho lado se recreó Rodolfo creando unos lances inolvidables. La plaza ardía de pasión. Las ovaciones eran atronadoras. El Mago sonreía, estaba feliz. Tras ser picado el toro, una vez más, el diestro le enjaretó un quite por chicuelinas que prendieron todavía mucho más la llama de la pasión que allí se estaba viviendo. Una vez acabado el quite, El Mago le recetó una media verónica al toro y, en una larga revolera se ciñó el capote sobre su hombro, saliendo airoso de la cara del toro. Otra ovación acompañó al diestro hasta la barrera. Lo que los aficionados caleños no sospechaban era que, El Mago, entre otras muchas sorpresas, les iba a obsequiar con un tercio de banderillas; es decir, sería él el encargado de banderillear al toro como tantas veces hiciera en su México amado. Pidió los palitroques y, salió andando frente al toro; ceremonioso, como un oficiante ante su liturgia. Una breve carrerita del diestro propició que el toro le embistiera y dejara el par de banderillas en lo alto

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del morrillo del toro, siendo aclamado el diestro. La misma tónica siguió en los otros dos pares de garapullos que, con majeza y arte, prendió en lo alto del toro. La plaza hervía de pasión y, como algo muy inusual en todos los diestros del mundo, el público lo obligó a dar una vuelta el ruedo antes de empezar su faena de muleta. Uno de sus peones “sujetaba” al toro mientras que, El Mago, lleno de gloria, saboreaba los primeros compases de lo que más tarde sería su éxito inenarrable. Era ya el turno para con la muleta; digamos que el momento cumbre de todo diestro en que, con el “trapo” pequeño tiene que crear arte, tarea nada sencilla, pero tan bella a su vez. Rodolfo cogió la muleta, la espada y la montera, pidió permiso al señor presidente de la corrida y, como era preceptivo, se acercó hasta la barrera donde se hallaba Judith que sería la receptora del primer brindis de la tarde. - Va por ti, mi amor; voy a intentar crear una faena tan bella como tus lindas canciones para que, juntos, cantemos la melodía del amor – así quedó el brindis del matador a su amada – . No contento con haberle dedicado el brindis a su amada, aclamado por el público como estaba siendo, Rodolfo, hombre sin ningún prejuicio, acto seguido les dedicó la faena, ya en segundo lugar, a todos los aficionados caleños. La plaza estaba puesta en pie aclamando al ídolo. Lo que habían presenciado hasta el momento los había cautivado; apenas era nada para lo mucho que quedaba. El toro tenía buen son como suele decirse en el argot y su buen ritmo en el galope hacía presagiar su bravura, justamente la que había anunciado cuando El Mago lo había toreado con el capote. Rodolfo se situó en el centro del ruedo para citar al toro desde lejos. Éste arrancó como una fiera y, cuando ya estaba prácticamente a la altura del diestro, éste le enjaretó un pase cambiado por la espalda. De escalofrío resultó dicho pase en el que, una vez más, el diestro se jugaba la vida limpiamente. Erguido como una estatua, citaba El Mago a su oponente para embarcarlo en unos suaves derechazos que, llenos de temple por aquello de acompasar la embestida del toro al ritmo de su muleta, alcanzaban el rango de mágicos. Una y otra vez, el toro quería ser el más fiel “amigo” del diestro para que éste lograra la apoteosis del triunfo que tanto había soñado. Sus embestidas, por ambos pitones, eran pura delicia; un sentido trincherazo enloqueció a los espectadores; mucha era la magia que desprendía la muleta de Rodolfo para que la plaza se convirtiera en un auténtico manicomio puesto que, los aficionados, más que aplaudir, lloraban de la felicidad que sentían en sus corazones. El Mago cogió la muleta en su mano izquierda para dibujar unos naturales bellísimos; todo era a compás, con arte, duende, misterio…todo un compendio de creatividad constante que tenía cautivado al público. El Mago hacía ademanes sugerentes; se inclinaba como pidiendo perdón por tanto arte como brotaba de sus manos y sentidos. Todo un personaje este diestro que, con su arte y sentimientos, arrebata al público como nadie en el mundo. Cali estaba a sus pies. Tras muchas series de muletazos por ambos pitones, el toro no paraba de embestir; era una “máquina” perfecta en sus arrancadas; el diestro creaba una serie de pases insospechados mientras que el público, conectado por completo con la labor del diestro, de pronto estaba pidiendo el indulto del toro; ciertamente, un animal con aquel torrente de bravura y acometividad para que el diestro lograra el triunfo,

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merecía el premio de que se le perdonara la vida. El presidente del festejo accedió a la petición de los aficionados y, “Buenasuerte” que así se llamaba el toro, volvió vivo a los corrales para ser trasladado de nuevo a la ganadería. Tras toda la apoteosis vivida, se le entregaron al Mago los máximos trofeos, en esta ocasión, con carácter simbólico, para dar tres apoteósicas vueltas al ruedo siendo aclamado como nunca. Las vueltas del Mago suelen ser eternas; como saboreando en breves sorbos, aquel torrente de cariño el que deseaba que no se acabara nunca. Sombreros, prendas de vestir, regalos; de todo le lanzaban desde los tendidos para aclamarle. En esta ocasión, una bandera colombiana cubría su cuerpo como señal de gratitud hacia toda Colombia y, de forma muy concreta, a este Cali que lo admiró como nunca antes habían consentido a nadie.

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Capítulo # 68

LA RÚBRICA

Y

a había terminado las tres vueltas al ruedo, pero los aficionados de

Cañaveralejo seguían soñando despiertos. La faena que El Mago había llevado a cabo era increíble; le había hecho honor a su apodo y, todo había sido magia lo que había brotado del fondo de su ser. La plaza había hervido de pasión mientras que, Rodolfo, con su particular forma de hacer, había logrado una faena perfecta. La cara del torero denotaba una felicidad increíble; jamás pudo soñar El Mago con aquello que le estaba sucediendo en ese momento, jamás hubiera podido tan siquiera imaginar que un día de la vida pudiera lograr un éxito tan grande y, lo que es mejor, con todos los condicionantes que se dieron para llegar a dicho triunfo. La faena del Mago había alcanzando proporciones bellísimas; todo había sido creatividad en sus manos y sentidos y, para su dicha, el toro fue su más fiel “amigo”. El clamor seguía siendo inmenso por parte de los asistentes. El Mago estaba feliz, pletórico porque, el indulto de su colaborador le permitía saborear el más grande éxito puesto que, cuando se indulta un toro, al diestro se le otorgan los máximos trofeos. Judith, observaba a su amado – quien ya se había acercado, a besar su mano y a llevarse un ramo de rosas rojas que ella le obsequió; y, que a ella le sabían a poco, porque ella, si hubiera podido, en ese preciso momento, le hubiera entregado a Rodolfo, su único y desbordado corazón – y llena de dicha disfrutaba a plenitud el triunfo de ese hombre al que amaba. Sus compañeros de terna no tuvieron suerte o quizás no supieron estar a la altura del acontecimiento. Todo confabuló en la citada tarde para que fuera El Mago el auténtico héroe de tan magno espectáculo. Varios cientos de personas se habían quedado fuera del coso, por no haber conseguido boleto. Estas, aguardaban en los aledaños de la plaza que finalizara el espectáculo para saber, de primera mano, el resultado del festejo. Se escuchaban los vítores desde adentro de la plaza y, los aficionados ausentes presagiaban – en función de ellos – lo mejor respecto al ídolo mexicano y, estaban en lo cierto. A Rodolfo, le quedaba aún otra oportunidad para jugarse nuevamente la vida y, ahí apareció de pronto entrando al ruedo por toriles, como una tromba, su segundo enemigo en la arena. La plaza de Cali estaba exhausta de felicidad; y, los allí presentes anhelaban un nuevo triunfo del diestro tlaxcalteca. Los primeros lances con el capote a su segundo enemigo tuvieron usía, es decir, el empaque profundo de su toreo que, con vitola de mago, asombró una vez más a los graderíos. Cumplidos los primeros tercios de la lidia, muleta en mano, Rodolfo Martín se puso en el centro del ruedo para citar desde muy lejos al toro. Cuando lo tenía bajo su jurisdicción le

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dio un pase cambiado por la espalda que conmovió a los aficionados. El toro tenía muchos problemas en sus embestidas y, El Mago tuvo que echar mano de su ciencia lidiadora, amén – por cierto – de su creatividad. Hasta una voltereta tuvo que soportar, eso sí, con la suerte de salir ileso del trance. En esta ocasión, tuvo que hacer uso, más de su gallardía frente a su enemigo, que de su propia magia. Los aficionados, sabedores de las dificultades que tenía el toro, comprendieron la actitud del diestro, puesto que, con dicho animal, éste sólo podía demostrarles su ejemplo constante, acerca de que era capaz de jugarse la vida como debe hacerlo todo buen torero–artista, que se precie de serlo. Maltrecho como estaba tras la cogida, incluso con el vestido hecho jirones, empuñó la espada y de una certera estocada acabó con su enemigo. Cal y arena en su actuación, pero con el regusto de haber realizado la faena casi perfecta en su primer toro para dejar, de esta manera, su tarjeta de presentación en Cali porque, en Cañaveralejo había actuado un verdadero Mago de la torería. El apodo de Rodolfo Martín, no era en vano, puesto que estaba demostrado que su arte, casi siempre, embelesaba a los aficionados.

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Capítulo # 69

LA PAZ, TRAS EL TRIUNFO

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abía finalizado el festejo y, los aficionados decidieron sacar en hombros

al Mago; su gran éxito contra su primer enemigo y la decisión ante su segundo toro, fueron los detonantes para que el público quedara cautivado. Un tumulto de gente “ apapachaba ” al diestro que, desmadejado como estaba por la voltereta sufrida, hubiera dado todo por salir de la plaza por su propio pie pero, el éxito tiene un precio que Rodolfo, como otros, consiente pagar. Había sido tan grande y emotivo lo realizado esa tarde en la plaza que, los aficionados lo llevaron en volandas hasta el mismo hotel; y, esto fue un perfecto vía crucis para El Mago, pero con el corazón repleto de satisfacción ante las faenas que había llevado a cabo. Una vez en el hotel, para su dicha, allí se había congregado todo el mundo para verlo; unos porque habían saboreado su éxito y, los más, porque querían saludarlo y tomarse una foto con él, porque lo consideraban un ídolo. En el mismo hall, El Mago divisó a Judith que había llegado con un taxi para esperarlo. Él, al verla, se abalanzó junto a ella para darle un fuerte abrazo y, de soslayo, besar sus labios. Abrazarse resultaba complicado ante el gentío que los rodeaba. Había aficionados, periodistas, gente del toreo, artistas de toda índole; jamás antes un torero había despertado semejante expectación. El Mago era reclamado en ese lugar, como nunca antes le había sucedido. Rodolfo permanecía atento a todo lo que estaba ocurriendo. De pronto pidió la megafonía del hotel para dirigirse a la multitud que lo esperaba. - Amigos todos: les pido que me tengan un poquito de paciencia que, como comprenderán, tengo que sacarme este traje, arreglarme y en un ratito nomás estoy nuevamente aquí con todos ustedes; es más, así lo deseo para que, con una rueda de prensa conversemos de lo que ha sido el festejo y, ante todo, de lo que ustedes prefieran. Una fuerte ovación acompañó al diestro mientras subía por el ascensor para llegar a su habitación. Ya en la misma, Rodolfo se dejó caer sobre la cama. Estaba roto por el viaje que, a hombros de los costaleros le supuso una paliza inmensa. Carlos Martínez, su mozo de espadas lo instó para que se despojara del vestido, que tomara un zumo de naranja, que se duchara y, como había prometido, que bajara lo más pronto posible para compartir esa entrevista, con los periodistas. Judith estaba en la habitación como testigo de todos los movimientos de su amado y su ayudante. Ella lo miraba con ternura; y a la par que lo hacía, se preguntaba a sí misma: ¿ cómo fue que en tan poco tiempo pudo conquistarla, de esta manera tan

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fulminante, Rodolfo ?. Era un flechazo, sin lugar a dudas, en el que “Cupido” había trabajado a destajo para que un hombre y una mujer sintieran la más linda atracción de uno para el otro y viceversa. Mientras esperaba a Rodolfo y lo veía acicalarse, por la mente de Judith pasaban ideas de todo tipo; “se marchará a México y no nos volveremos a ver”; “conocerá a otra mujer y me dejará”; “igual, puede que tal vez lo coja un toro y muera en la plaza”. Éstos y mil pensamientos más, atormentaban a la muchacha que, completamente enamorada esperaba con ilusión a su amado para acompañarlo abajo y, juntos, saborear la gloria del éxito que el diestro había obtenido en la plaza de toros; un triunfo que, lógicamente, tenía su continuidad entre el gentío del hotel. Una vez perfectamente arreglado y perfumado, El Mago bajó hasta el gran salón donde lo esperaban los periodistas. Llegó, lógicamente, del brazo de su amada y, los fotógrafos disparaban sus cámaras para inmortalizar el momento. Rodolfo, como era costumbre en él, vestía un traje a rayas, lucía su peculiar sombrero y, el grueso habano en la boca y ya se lo veía dispuesto para atender a todos los periodistas. Por su mente se dibujaban escenas increíbles; no acertaba a comprender cómo en tan poco tiempo su vida había dado este giro tan maravilloso e inesperado; pudo haber muerto en el accidente y, sin embargo, Dios lo quiso dejar aquí, en Colombia convertido, en un ídolo admirado en este bello país y, más concretamente en ésta bella ciudad vallecaucana. Antes de que empezara la entrevista en la que todos los periodistas querían interrogarlo, Gabriel Asunción Juárez, el célebre narrador colombiano, aficionado a la mejor fiesta del mundo, no dudó en acercarse y darle un fuerte abrazo. El Mago, hombre humilde, pero de gran cultura, lo reconoció en el acto. - Es usted Gabriel Asunción Juárez, ¿verdad?. El afamado escritor que narró aquella inolvidable novela titulada, EL AMOR COMO META. - Maestro, -respondió Asunción Juárez- no sea ceremonioso; el importante aquí, es usted que se ha jugado la vida para crear tan sublime obra de arte con este compendio de pases magistrales, que ha dado en nuestro ruedo, esta tarde y, que para nuestra dicha, nos ha dejado un recuerdo inolvidable. Me siento halagado de estar esta noche junto a usted; ya lo admiraba yo, cuando estaba usted en México y, fíjese, al poder gozarlo ahora aquí, en Colombia, la dicha que siento es inenarrable. - Gracias, Asunción – dijo Rodolfo – . Hablamos, si usted gusta, largo y tendido, dentro de un rato cuando acabe la rueda de prensa. Y si le parece bien, lo invito también a cenar. ¿ Le apetece la idea ?.

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Capítulo # 70

EN EL CALOR DE LA NOCHE

A

llí estaba, sentado a aquella mesa, Rodolfo dispuesto para responder a

todas las preguntas de los periodistas; era, sin duda alguna, el centro de atención en aquellos días. Las connotaciones de su contratación, su viaje casual y milagroso a Colombia y, más tarde, el éxito obtenido, eran argumentos que le colocaban en primera línea de salida, en lo que a popularidad se refiere. Concitó Rodolfo una expectación tan grande, que sólo podría compararse a la que los cantantes de moda, llevan a cabo. La sala era inmensa y, allí dentro no cabía un alfiler. Si pocas horas antes El Mago había llenado por completo el coso de Cañaveralejo, abarrotar la sala era lo propio ante un hombre que se había aliado con el éxito para uso y disfrute de los aficionados caleños. Judith se había sentado a su lado; sus manos estaban entrelazadas; la imagen resultaba conmovedora. Cámaras de televisión inmortalizaban el momento; los flases seguían disparándose y Rodolfo ya estaba dispuesto para las preguntas de todo el mundo. Se había programado un orden para las preguntas y, como quiera que había muchos periodistas, el coordinador de la rueda de prensa había decidido que, a lo sumo, un par de preguntas por cada reportero. Aquello barruntaba que se demoraría más de lo debido; pero es el precio de la fama, en este caso, la consecuencia de un éxito legítimo que, además de haberlo disfrutado en la plaza, El Mago aquí, en la sala de prensa del hotel, también tenía derecho a saborear, pese al gran esfuerzo que todo ello le suponía. Comenzaron las preguntas. - Rodolfo: ¿Qué ha sentido usted, esta tarde, al indultar a su enemigo llamado “Buenasuerte”?. - Justo eso, la buena suerte que he tenido desde que milagrosamente llegué junto a ustedes. Ha sido un toro de franca embestida que me ha permitido lucir toda la magia que Dios me ha dado y, además de sentirla para mí, exponerla para disfrute de todos ustedes. - Llegó usted y besó el santo, solemos decir por aquí cuando un torero alcanza el éxito de forma tan pronta y rápida. ¿ Cierto ?. - Más que besar el santo como usted ha dicho, lo mejor de todo es que me vino Dios a ver desde el primer momento en que “aterricé” junto a ustedes. Yo soy el más

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puro milagro en mi existencia. Estaba sentenciado a muerte y, por fortuna divina, con bendición de Dios, hasta estamos ahora hablando de mi gran éxito. Acá, junto a ustedes, beso el santo, claro; pero me arrodillo ante Dios que es lo que hice y haré todos los días de mi existencia. - ¿Qué tiene usted, maestro, para haber agotado todo el boletaje en nuestra plaza y, precisamente, en fechas en que todavía no ha llegado la feria de Cali?. - No crea, el mérito no es mío; viene todo de “arriba”. ¿Sabe?. Yo llegué de forma casual a Colombia para acompañar a mi amigo Luís Arango y, ya vieron ustedes como se dieron los hechos. Es cierto que, haber salvado la vida me proporcionó mucha popularidad que, como se ha demostrado, el señor empresario ha sabido aprovechar para celebrar el festejo del que hemos salido triunfadores. - ¿ Por qué pluraliza usted, maestro, si el único triunfador ha sido usted en la plaza ?. - Cuando digo “hemos” me refiero a todos los que han participado en la organización del festejo; yo solo no sería nada; han sido muchas personas las que han participado en este evento y, todos juntos hemos logrado la rotundidad del éxito; hasta los toreros colombianos que no han tenido suerte con el juego de sus toros, para ellos mi gratitud y mi respeto puesto que ellos han sido parte activa de este acontecimiento singular y de tanta relevancia. - Es sobrecogedor, maestro, las veces que usted ha confesado que no le importaría morir en una plaza de toros. Ciertamente, ¿ lo dice convencido o es un arma para vender mejor su “producto” ?. - Es muy cierto y, esta tarde hubiera sido hubiera matado, sin duda alguna hubiera morir creando arte, sin duda, no creo que haber sido como digo, ahora no estaríamos carcajada – .

la ideal para ello; si “Buenasuerte” me alcanzado la gloria más insospechada; exista muerte más bella; claro que, de conversando con ustedes. – Y soltó una

- Nos ha impresionado, Rodolfo, que saliera usted vestido con traje de plata cuando, como sabe, el traje bordado en oro es el natural de todo torero. ¿ Tiene usted algún motivo especial para ello ?. - Ninguno. Pero vestirme de tal modo, como los propios subalternos o banderilleros, me recuerda a cada momento que soy un hombre humilde; que el oro no tiene que brillar en mí ser porque vengo de los ancestros más humildes y, esa lección debe de vivir siempre conmigo. Jamás consentí que el oro brillara en mi persona; dentro de mi ser tiene que brillar la humildad que es el valor que aprendí de mi señora madre.

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Capítulo # 71

SIGUE LA INTERVÍU

S

i en la tarde la expectación que creó el Mago en la plaza de toros era

inusitada, no menos lo estaba siendo en el hotel en aquella rueda de prensa en que todos estaban ávidos por preguntar al diestro. - Maestro: si la definición de la magia no es otra que hacernos ver lo usual en una faena, pero ejecutado de una manera sobrenatural y, en su caso, totalmente sin artilugios, porque usted es la propia magia, elevada al cubo, no en vano lo que usted hace, además de mágico, es real. - Yo soy mago por la gracia de Dios; nada hice para ello y mucho menos lo estudié en universidad alguna. Como siempre, todo depende del toro; si éste quiere, la magia está servida; si se niega, tenemos que echar manos de los recursos lidiadores. Pero sí, tiene gracia que mi vida se circunscriba desde siempre junto a la magia porque, como ustedes saben, de chamaco fui vendedor de periódicos, sepulturero, panadero y repartidor de bultos en la estación de ferrocarril de mi pueblo. Como digo, una bendición divina, para que luego digan que los milagros no existen. - ¿ Cómo se encuentra, Rodolfo ?. Y se lo pregunto porque en la voltereta que ha sufrido usted en su segundo enemigo, todos la hemos sufrido junto a usted. - Dolorido, muy dolorido. Mañana quizás me acerque al hospital para que me hagan un examen radiológico; no debo tener nada partido, pero los golpes han sido dramáticos. Faltaba, para mi dicha, la salida en hombros que me ha terminado de machacar; pero ha sido hermoso lo vivido junto a ustedes; ahora, otro en mi lugar, quizás estaría acostado reponiéndose de las dos “palizas” recibidas; pero lo primero son ustedes que tanto han creído en mí; mañana, si Dios quiere, iré al médico y, como les digo, podré descansar. - ¿ Hay algo en particular que le haya cautivado por completo en Colombia y, muy concretamente en Cali ?. No podría quedarme con una sola cosa ó una sola persona aunque, si lo hiciera, sería con esta bellísima mujer que me acompaña; pero han sido ustedes muy generosos conmigo y el día que me vaya de aquí, me llevaré a Colombia en mi corazón. He quedado cautivado por todo y por todos; desde que me atendieron en el hospital tras el accidente del avión, hasta la salida en hombros de esta tarde, todo han sido atenciones para mi humilde ser.

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- Como se demuestra, maestro, ha encontrado usted el amor junto a nosotros, esa bella mujer que lo acompaña y, a la que todos nosotros admiramos como eximia artista, de nuestro país, es el ejemplo de lo que le digo, ¿ verdad ?. - Sí, amigo; no tenemos nada que esconder. Nos amamos y pretendemos vivir el día a día; es decir, saborear el presente que, como ustedes saben, es la estación en la que todos pasaremos el resto de nuestras vidas. - ¿ Habrá boda, Rodolfo ?. - Mire, amigo; yo creo en el amor y, como tal, si es verdadero no creo que haya que firmarlo en parte alguna; se firman los contratos de trabajo, las compraventas, pero el amor nace del corazón, por tanto, está exento de todo contrato. Quizás que, pronto, en México o Colombia, Judith y este que les habla es posible que compartan su vida. - Corre el rumor, señor Mago, que le han pagado a usted una fortuna por esta tarde. ¿ Es consciente usted que con el dinero que usted ha percibido en esta su actuación se podría alimentar a miles de niños que no tienen nada para comer ?. - Y con el sueldo que gana usted en su cadena televisiva podríamos decir lo mismo, ¿ no le parece?. - Deje que le diga que, un torero jamás cobrará lo que debiera porque su vida está en juego; un torero juega con la muerte y, fíjese – se quita la chaqueta y la camisa El Mago – mi cuerpo está lacerado a cornadas; o sea que, el dinero de los toreros siempre está justificado. Y justamente, haciendo honor a la que usted dice, y ahí está Carlos Martínez, mi mozo de espadas que, previamente a la corrida, me acompañó a la asociación de niños huérfanos que, como el mundo sabe, les voy a entregar el cincuenta por ciento de mis honorarios; otro treinta por ciento a otra asociación de disminuidos y, el veinte por ciento restante, ¿sabe para que lo quiero?. Para enviárselo a mi madre que, viejita como está necesita de mi ayuda y, tanto ella como mi hermana se sentirán dichosas cuando reciban el giro con el dinero. A mí me sobra todo porque para mí fortuna, unos amigos caleños me han “becado” desde que llegué a Colombia; junto a ustedes me siento como más cerca de Dios. - ¿ Y cómo valora usted tanto el dinero si en realidad usted no es capaz de darle valor por aquello de acaudalarlo como hace todo el mundo ?. -Sencillamente, porque como usted debe saber, solamente lo barato se compra con dinero. ¿ Habría plata en el mundo para que, con dinero, pudiera yo haber hecho la obra bella que construí para ustedes ?. ¡ Es imposible ! . ¿ Verdad ?. Por eso, desde siempre, el dinero que gané procuré que el mismo sirviera para hacer felices a los demás porque yo ya lo soy creando mi arte frente a los toros. - Está usted tocando la gloria con sus manos en Colombia, maestro. ¿ Qué hubiera sido de usted de haberse quedado en México ?.

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- Dios lo tiene todo previsto. Siempre dije que a lo largo de mi vida pasé por momentos muy amargos, de una gravedad extrema; cornadas, sinsabores, traiciones, desencantos y, cuando todo lo creía perdido, sucedía el milagro para que yo recobrara la ilusión, la autoestima, las ganas de vivir y, por supuesto, siguiera creando bellas páginas llenas de arte. Colombia ha sido, como antes dije, un milagro en mi existencia, como otros tantos que se produjeron en México en mi dilatada vida. - ¿ Cómo recuerda su pasado como enfermo por la bebida ?. - Aquello ya pasó y, gracias a Dios, superé aquel horrible trance que me tuvo al borde de la muerte; más que de la muerte, casi en el precipicio del suicidio porque, como se sabe, en muchas ocasiones por las traiciones que recibía, no le encontraba sentido a mi vida, y, desdichadamente, me refugiaba en el alcohol.

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Capítulo # 72

GABRIEL ASUNCIÓN JUÁREZ

E

l Mago, pese a su cansancio se sentía cómodo; estaba pagando el

hermoso tributo de su popularidad pero, lo hacía muy a gusto. Todos querían seguir preguntando. El coordinador, a sabiendas de las altas horas de la noche que estaban viviendo, pidió a los periodistas que cesaran en sus preguntas porque, Rodolfo estaba cansado y lo que es peor, muy dolorido. Pero fue el mismo Mago el que dijo que podían continuar, que entre el día y la noche no deberían de existir fronteras. Los periodistas, gozosos, continuaron conversando con el diestro mexicano. - Maestro, ¿ no ha lamentado nunca no tener hijos para que su estirpe no se acabe ?. - Nunca pensé en eso; tampoco tiene importancia porque cada ser humano es distinto e irrepetible; sea hijo mío o del primero de ustedes. Piense usted que el hecho de que hubiera tenido un hijo eso no certificaría nunca que fuera como yo; podría haber sido mejor, o quizás peor; es algo que nunca sabremos. - Don Rodolfo, ¿ por qué no se queda para siempre junto a nosotros ?. - No crea que no lo he pensado. En estos pocos meses que ya llevo entre ustedes, he recibido más justicia respecto a mi arte, que la que he recibido en tantos años de lidiar en México; allí me costó casi treinta años que se me reconociera artísticamente, mientras que acá, en tan poco tiempo, me han dado ustedes toda la gloria que un ser humano y torero, pudiera soñar. Digamos que, a partir de ahora, mi vida se circunscribirá entre México y Colombia, lo prometo. - ¿ No cree usted que es un castigo que, tras tantos años de lucha por su parte, ahora, con sesenta años a sus espaldas esté gozando del éxito que la vida siempre le negó ?. - La vida no me negó nada; digámoslo claro, fueron algunos hombres, quienes quizás por envidia, quizás por torpeza, me pusieron mil trabas para que mi arte no resplandeciera; no quisieron convivir conmigo, con mi arte y mi humildad y, desde el primer brilllo me quisieron destruir. Pero, fíjese, nunca es tarde para el amor, para el éxito, para el reconocimiento. Dios sabe lo que hace, porque y cuando. - ¿ Qué tiene usted, maestro, que nos ha cautivado a todos ?. - No se. Supongo que un don, que Dios me regaló para que haga felices a los demás. A partir de esto, puedo contarle que soy dueño de una convicción inmensa en mis quehaceres, en mi forma de ser y actuar que, por consiguiente cala en el

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gentío; no finjo nada, soy el que ustedes conocen, con defectos y virtudes, por eso soy “ El Mago ”, así de sencillo como así de gratificante. Sigo creyendo que, para cautivar, hay que amar y, desde el primer día que llegué a Colombia, el verbo amar se instaló en mi corazón para todos ustedes. - El día que lo llame Dios, ¿ qué herencia dejará usted al mundo ?. - Mis faenas y creaciones artísticas. Ellas quedarán para que, generaciones venideras - si es su voluntad -, comprendan que, en un momento de la historia humana, pasó por la vida un tipo llamado El Mago, un ser humano sencillo, que del arte del toreo y la humildad hizo su forma de vivir. - Soy Gabriel, maestro. Lo estoy escuchando y entre todo lo que usted cuenta y lo que he leído sobre su persona; si le parece, Rodolfo, mucho le agradecería que nos reuniéramos en mi casa, para tratar de inmortalizarlo, con mi pluma, en una novela que cuente su apasionada vida. ¿ Qué le parece la idea ?. Y antes de que contestara el Mago, una gran ovación atronó en la sala. El público allí congregado había aceptado con orgullo que, el narrador más carismático de Colombia reparara en este maestro torero para su próxima novela, precisamente, para contar la vida de un diestro singular y carismático como Rodolfo Martín El Mago. - Don Gabriel, - respondió el Mago - el honor será mío. Pensar que mi humilde persona pueda ser motivo para que usted reparase en mí para escribir una novela taurina, teniendo como eje mi existencia, es la dicha más grande que pudiera llevarme de Colombia. Quedo a su entera disposición; quedo a sus órdenes. ¡ Muchas gracias señor !. Y de tal modo finalizó una rueda de prensa verdaderamente apasionante en la que, periodistas, aficionados, el escritor y el propio diestro compartieron una velada inolvidable, justamente, por el calor que las “avanzadas horas” de la noche le imprimieron a la reunión.

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Capítulo # 73

DOS ARTISTAS JUNTOS

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abriel Asunción Juárez, el célebre novelista colombiano había quedado

prendado con las palabras de Rodolfo Martín; sentía que la vida de éste, podía ser un excelente argumento para su próxima novela. Hacer un relato biográfico de tan celebrado artista mexicano, era lo que fluía dentro de su corazón. Asunción, es autor de célebres novelas como RECORDANDO A MAMÁ, EL AMOR COMO META, NADA ESTÁ PERDIDO y, otros muchos títulos más, esparcidos por el mundo. Tras conocer al Mago, el escritor quedó embelesado con la vida de este hombre y, sentía la necesidad de conversar con él de manera más extendida, para hilvanar una novela de corte taurino, pero con profundas raíces en el alma humana del personaje. Rodolfo Martín era una persona con mucho “ personaje “ dentro de su ser, razón de peso para que el novelista se interesara – seria y profundamente – por su vida. Habían pasado pocos días desde que se vieron por vez primera cuando , Asunción escuchó que alguien llamaba a su puerta. Al abrir su sorpresa resultó mayúscula; si bien lo esperaba, no podía creerlo, era El Mago y estaba ahí, de pié ante él. Ambos personajes se cautivaron al unísono, de ahí el celebrado encuentro que en dicho instante estaban teniendo. - ¡ Adelante, amigo !. ¡ Pasa, por favor ! – dijo Gabriel Asunción Juárez –. - Maestro Asunción – dijo El Mago – disculpe mi atrevimiento por venir a perturbar su paz, pero me dijo usted, la otra noche, que era su interés narrar algún pasaje de mi vida y, aquí me tiene. Personalmente, no creo que mi vida le pueda interesar mucho porque es una existencia muy normal, la propia de un torero que ha estado muchos años buscando la gloria y como ya ha visto usted, la más grande la he logrado en los últimos años de mi vida y, precisamente, junto a ustedes, en esta Colombia a la que tanto he aprendido a amar, en este breve tiempo que hace que estoy en este país. - El honor es mío - sentenció el escritor - de tenerte en mi casa. Debes saber que soy un gran aficionado a los toros; es más, me fascina este arte y gracias a ti presagio que podré escribir mi primera novela taurina. Fui amigo de grandes toreros colombianos, de forma muy concreta, de un gran señor que sospecho que tú no tuviste la fortuna de conocer y que se llamaba Pepe Cáceres, el diestro de Tolima que, para mi tristeza, hasta fui espectador de la corrida en la que perdió su vida este maestro en Sogamoso; un toro asesino le partió el corazón y como te contaba,

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presencié aquella tragedia. Yo creo que en aquella oportunidad, Colombia entera lloró a aquél diestro singular. Mi afición a los toros, como podrás apreciar ya viene de lejos en el tiempo. También disfruté de la amistad del maestro César Rincón y por supuesto de otros muchos diestros colombianos y, todos ellos, sin distinción cuentan, con mi respeto y mi cariño. Y perdóname, Rodolfo, pero yo apenas te conocía; muy poco había escuchado hablar de ti. Pero ahora, la fortuna ha querido que tenga el gusto de conocerte y, también la dicha de haber podido comprobar, que eres un gran artista dentro del ruedo. - Gracias, Gabriel – agradecía El Mago – es usted muy amable al invitarme a su casa. Mi gratitud más sincera es para usted porque, a su lado, a no dudar, aprenderé – a partir de este encuentro – muchas cosas nuevas y como quiera que he decidido quedarme un tiempo más junto a ustedes, con toda seguridad que podré contarle pasajes de mi vida para que, si a usted lo inspiran, pueda narrar su novela de tema taurino con hondo corte humano - cómo me ha dicho –. Me llena de orgullo la posibilidad de ser su inspiración para esta novela. Yo soy un hombre humilde y, poco le podré aportar a usted, que ya no sepa , sin embargo mis vivencias, espero que le sirvan para desarrollar su creatividad que, a no dudar, una novela taurina brotada de sus manos y sentidos, con toda seguridad extasiará a todos los aficionados a esta maravillosa fiesta extrapolada por España, al mundo. - No te quepa duda, que para mí, es un alto honor el que me haces, Rodolfo. Siempre tenemos un motivo para aprender y, a tu lado seguro que me inspiraré como nunca antes lo había hecho. Tu verbo contagia, amigo. Me encanta escucharte; para mí, Rodolfo, eres como un libro abierto. Es más, he leído todo lo que la prensa colombiana ha dicho de ti y, tu vida me parece tan apasionante como hermosa. Y sí, tendremos que encontrarnos varias veces puesto que tu vida merece toda mi atención, para escuchar de tu voz lo que han sido cada una de tus extraordinarias vivencias. Como te decía antes, soy un buen aficionado a los toros, pero mi dicha mayor sería, en estos momentos que me cuentes los pasajes íntimos, de tu existencia, de la humanidad con la que ha discurrido tu vida puesto que, profesionalmente, puedo averiguar todo de ti y así ya darme por enterado que: eres un artista incomprendido al que vilipendiaron injustamente en México, que nunca fuiste escuchado ni convocado, como hubiera tenido que haber sido por el empresariado taurino y un torero, que lo dio todo por la causa de su arte.

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Capítulo # 74

UN LINDO PROYECTO

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a jornada resultó hermosa para ambos personajes; torero y escritor

sentían una felicidad inusual. No era normal que dos artistas, cada uno en su género, tuvieran la dicha de encontrarse y, que encima hasta congeniaran de tal modo, como ellos lo habían logrado. El Mago era un orador genial; se explicaba con toda claridad para que Asunción tomara nota de sus vivencias y, a no dudar, en breve, editaría la novela que el diestro le había inspirado. Ambos conversaban de lo divino y de lo humano; la vida y la muerte eran temas que les apasionaban; más a El Mago que, por aquello de su profesión había burlado a la parca, muchas veces, por los ruedos del mundo. El narrador sentía admiración por Rodolfo, como siempre sintió por todos los hombres que vestidos de luces se juegan la vida en las plazas de toros. Asunción agasajaba al torero mexicano como si jamás hubiera conocido a un diestro en persona; su fama y categoría como narrador no le impedían mostrar su admiración hacia un hombre que, según él, por su profesión, merecía todos los elogios y el más grande respeto. Escribir es muy sencillo, decía Gabriel a su interlocutor; torear es mucho más complejo porque además de jugarte la vida, para que tu obra resulte hermosa tienen que darse cita muchas circunstancias que, en ocasiones, hasta resulta imposible llevarla a cabo. Lógicamente, como siempre sucede en la vida de estos personajes, cuando se es humilde, de repente, aflora la grandeza de cada cual y, ambos, torero y novelista eran capaces de entregarse el más grande respeto. El día apenas les alcanzó para nada; pasó volando el tiempo puesto que ambos artistas tenían mucho por decirse. Es cierto que, Asunción tuvo la “precaución” de grabar toda la conversación y de tal modo ya tenía material para ir hilvanando la novela que, desde que conoció a Rodolfo le estaba fluyendo desde lo más hondo de sus entrañas. Gabriel le mostró al diestro su inmensa biblioteca y, El Mago, tan audaz como siempre y tan observador, muy pronto se percató de que Asunción no tenia libros suyos en tan inmensa biblioteca. Parecía increíble; es más, se resistía a creer que pudiera ser así y, de repente, sin pensárselo dos veces le preguntó al novelista: - Maestro, estoy observando y en su inmensa biblioteca no he visto ningún libro suyo y si no estoy mal informado, ha editado usted más de cuarenta novelas. Perdone mi atrevimiento pero, era algo que tenía que preguntarle; no podía quedarme con la duda. - Es muy sencillo, Rodolfo. Si quiero presumir de buena literatura en mi biblioteca, por supuesto que no debo mostrar mis obras; siempre hay que hacer prevaler la obra de los demás que, con toda seguridad, son infinitamente más sabios que yo y,

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por tanto, más admirables. Ahí has visto a Gabriel García Márquez, Jorge Luís Borges, Luca Barrientos, Laura Esquivel, Ana María Matute, Kelen Forrets, Octavio Paz, Osho, Facundo Cabral, Pablo Neruda, Juan Rulfo, Evaristo Mendizábal, Conrado Zaldívar, Fabio Almendros y tantos autores importantísimos que, en realidad, son los que le dan sentido a mi sencilla vida y, admirándolos es como me suele llegar la inspiración, sencillamente, lo que me ha pasado contigo. El Mago, al escuchar al novelista quedaba como atolondrado; no lograba comprender cómo un hombre tan importante como Gabriel Asunción Juárez, reconocido mundialmente como literato, decía que para tener buena literatura tenía que pensar en la obra que escribieron los demás; sin palabras quedó Rodolfo al escuchar tanta belleza en las palabras de tan genial escritor que, como se comprobaba, su humildad era su valor más cotizable. Es cierto que Rodolfo también estaba sintiendo una emoción indescifrable; jamás llegó a pensar que un día estaría junto a uno de los más grandes narradores universales y que para su dicha, le veía y sentía como un hombre normal y corriente. La vida, le estaba obsequiando a Rodolfo Martín, manjares tan suculentos como el que estaba gozando su alma y, sin duda alguna, el que disfrutaba su cuerpo al estar junto a tan célebre autor; y lo que es mejor, hasta barruntaba que, desde aquel momento, estaba naciendo una hermosa amistad entre ambos que, en un futuro no muy lejano, tanta dicha, seguro le depararía. Como el diestro confesara muchas veces, pese a tantos obstáculos como suele mostrar la vida en nuestro camino, al final Dios suele ser justo y le da a cada cual su merecido. Rodolfo era una prueba del destino que, tras haber sufrido avatares durísimos en su peregrinar por el mundo, recién cumplidos los sesenta años, estaba gozando de episodios que jamás había soñado.

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Capítulo # 75

UNA HISTORIA DE AMOR

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na inmensa paz reinaba en la casa de Gabriel Asunción; paz de la que El

Mago se sentía totalmente invadido. Era ya el atardecer y, desde el ventanal del salón se podía ver como el astro rey iba languideciendo en el horizonte; una imagen sensacional la que estaban presenciando ambos amigos que, extasiados ante tan singular belleza no daban crédito a cuanto estaban sintiendo. Escritor y torero estaba felices; ninguno tenía prisa porque la empatía que habían logrado les proporcionaba una felicidad inusitada. El narrador estaba ávido de emociones ante la palabra del Mago; deseaba escuchar bellos pasajes – o quizás dramáticos – de la vida del diestro que, por cuanto había leído, hasta le sobraban argumentos para iniciar la novela que palpitaba dentro de su corazón. Gabriel Asunción, un hombre avezado en los más bellos relatos, por vez primera sentía la adrenalina de la narración por aquello de inmortalizar la vida y obra del diestro mexicano; estaba cautivado por el torero porque, cada palabra que brotaba del fondo de su ser era una sentencia irrepetible que, muy pronto quedarían enmarcadas en las más bellas páginas de su obra literaria. - Cuéntame – dijo Asunción – pasajes de tu vida, de forma muy particular, los que tengan que ver con tu vida amorosa, la que sospecho que debe haber sido muy intensa. Artísticamente, como antes te dije, he podido saber casi todo de ti; pero me falta la parte humana, tus vivencias de cuando eras niño, el entorno de tu familia, tus anhelos por todo México en tu peregrinar por los ruedos de aquel país; muchas son las cosas que, con toda seguridad jamás habrás contando y que ahora tienes la oportunidad de explayarte para que yo construya ese libro que tengo en la mente; esa historia que venida de parte de un torero, hasta barrunto que conoceré al gran humanista que llevas dentro. Te advierto que antes de invitarte a mi casa he sabido mucho de ti; puedo asegurarte que has entrado en mi morada porque adiviné y supe de tu calidad como individuo, de otro modo jamás hubieses cruzado el umbral de esa puerta. Conocí tu periplo mexicano y, al respecto, poco o nada me tienes que contar; me adentré en lo que es y representa tu historia y, como comprenderás me informé por completo al respecto de tu vida. Pocas cosas me quedan por saber pero, serán tus sentimientos los que sin duda alguna calarán en mi corazón para que, al final, la novela que pretendo sea taurina, hasta sospecho que quizás vaya enfocada en torno a un humanista que quiso ser torero y, será entonces cuando hallaré la materia necesaria para que aflore mi inspiración en torno a tu persona.

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- Estoy como asustado, maestro – contestó Rodolfo –. Sabe usted más cosas mías que yo mismo. Su instinto natural por conocer el personaje lo lleva hacia los adentros de mi ser y, en este caso, le digo que esta bien; que por ser usted quien es y por la admiración que despierta usted en mí, lo dejaré entrar a mi alma, por lo tanto creo que yo soy el torero que usted busca para encauzar su talante creativo, en torno a esta historia que busca plasmar, su brillante literatura. Es un honor para mí, que así sea, aunque me deje usted, desnudo ante el mundo. Amigo Asunción, podría contarle pasajes dramáticos como por ejemplo el día que me destrozó la femoral un toro en Guadalajara, hasta la extremaunción me administró el párroco de la plaza de toros. Nadie daba un peso por mi vida; como me han contado, me trasladaron al hospital para que muriera en el mismo; el doctor Gutiérrez que me operó en la enfermería de la plaza me envió al hospital por aquello de que no muriera en sus manos. Como luego me contaron, hasta llevaron a mi madre a Guadalajara porque todos los que me rodeaban creían que no saldría vivo de allí. Yo me asusté al despertar del letargo que tenía por aquello de la anestesia y calmantes y, al ver a mi madre sentada junto a mi cama, ahí me angustié; digamos que, en aquel momento comprendí la gravedad de lo que había sido mi cornada. Salí de aquel trance porque estaba Dios conmigo; como lo estuvo en las otras treinta y dos cornadas sufridas por las plazas de México. ¡¡¡ Ahhh si ... !!!, espere. Ya recuerdo que me ha dicho que no le hable de mi vida artística que se la sabe usted de memoria. Si, amigo Asunción, deje que continuemos por mi vida amorosa. Anote usted. Me casé con una gringa porque en aquel momento creo que no tenía nada mejor que hacer. Un error mayúsculo el que cometí. Pero como quiera que soy hombre de una sola palabra le fui fiel mientras duró aquella especie de matrimonio en que ninguno de los dos teníamos nada en común. Yo creo que la gringa acudió a mi vera por aquello de la fama que yo tenía por ser el que era; y me dejé deslumbrar por aquel cuerpo; si, amigo, era un cuerpo escultural pero sin contenido alguno como ser humano. Ella vino de América para hacer unas sesiones de fotografía porque como me contó era modelo publicitaria. ¿ Me enamoré ?. ¡ Yo qué sé !.

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Capítulo # 76

DULCE AMOR

L

a imagen que ofrecía Gabriel Asunción escuchando al Mago era digna de

ver; estaba como atónito ante todo lo que el diestro le iba relatando. Daba la sensación al ver a dichos personajes que, por un momento, se habían cambiado las tornas; es decir, El Mago parecía el novelista y Asunción el diestro. Ambos estaban fundidos en un menester que los apasionaba; mientras el diestro narraba con su voz pasajes de su vida, el escritor lo escuchaba con inusitado interés. En su interior estaba ya adivinando lo que sería su novela que, basada en un personaje real podía sacarle mucho jugo. Datos, fechas, acontecimientos, situaciones diversas, amores frustrados y otras muchas vivencias contadas por El Mago hacían feliz a Asunción. - Sigue, por favor – dijo el escritor - Le contaba los motivos por los que me casé que, ciertamente, ni yo mismo los sabría definir ni explicar. Yo no era feliz pese a que, cuando salía con aquella mujer, éramos la admiración de todos los hombres; perdón, dije mal; era ella la admiración porque como hembra era divina; cualquier hombre podía perder la cabeza por su cuerpo y, para mi desdicha, yo fui el primero. La gringa era la atención, el centro de todas miradas de todo México. ¡Fíjese si lo era que hasta yo caí en sus redes! Y le cuento que fui siempre muy enamoradizo; a falta del amor que nunca tuve, no se las razones pero por aquella mujer, posiblemente, buscando la pasión del sexo me dejé arrastrar por sus encantos. No fui jamás feliz junto a ella y, en muchas ocasiones, “saboreando” mi desdicha, hasta deseaba que me matara un toro en cualquier plaza. Es cierto. No le encontraba sentido a mi vida y mi peor fracaso vino cuando estando casado conocí a una muchachita maravillosa que se llamaba Dulce Amor, parece un juego de palabras pero ese era su nombre y apellido. Tanto su nombre como apellido hacían honor a su persona; así era ella, dulce y amorosa. Recuerdo que junto a ella viví un romance bellísimo; nos enamoramos por completo. Ella sabía de mi realidad y, pese a todo, hasta tuvo fuerzas para soportar mi desdicha y, ante todo, ser mi consuelo y el paño para mis lágrimas. Un ser humano admirable. Así estuvimos varios años. Mi vida era dura. Lo poco que había ganado eran bienes gananciales y separarme de la gringa suponía mi total desdicha económica. Era una situación muy difícil. El divorcio no estaba legalizado en México y, separarme de aquella mujer podría suponer quedarme en la calle. Todo era muy confuso. Lo cierto es que Dulce asumió su papel como amante a sabiendas de mi estado como hombre casado; o precisamente por eso, por estar casado.

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Ella me animaba y, perdida entre el anonimato, me seguía por las plazas de toros como una admiradora más; pero ella era el todo para mí. Yo financiaba sus viajes y, por supuesto, en cada ciudad en la que yo actuaba ella dormía conmigo en el hotel donde yo me hospedara. Una aventura trepidante, maravillosa, única en el mundo. Pero un día la suerte me vino a ver; la gringa me cogió en la cama con Dulce en un hotel de Texcoco; y digo que me visitó la suerte porque, en aquel momento, ella, desatando toda su furia contra mi persona, cogió a nuestra hija y se marchó hasta su tierra natal en Ohio. Tras su partida, la gringa me permitió respirar; desde aquel momento sentí que mi vida podía cambiar, darle un giro total como así sucedió. Ella se marchó a su país y, el único dolor era que se llevaba a la chamaquita aunque a fin de cuentas, era su madre y no cabían más objeciones. Me quedé triste por la niña, pero sentí un alivio muy grande para mi cuerpo y no digamos para mi alma. Cuando se lo conté a Dulce, ella lloraba de felicidad. Sabía que por fin le daríamos rienda suelta a nuestro amor y nada ni nadie podrían separarnos. Fuimos muy felices. Creo que ha sido la mujer de mi vida que más felicidad me ha dado. A su lado me sentía nuevo, totalmente dichoso y, hasta acudía a jugarme la vida con una ilusión desmedida; los peores fracasos los coseché mientras viví con la gringa y, por el contrario mis grandes éxitos se dieron cita mientras compartí amores con Dulce Amor. Éramos dos locos enfermos de amor, nada es más cierto. Yo creo que se acabó nuestro amor de tanto usarlo como dice la copla. Dulce me daba mucha pasión, una dicha inexplicable pero, pasado el tiempo, sin que ambos supiésemos las razones, ambos nos sentíamos prisioneros de tan desmesurado amor. El mismo amor que ambos sentíamos es el que nos asfixiaba. Fuimos tremendamente felices mientras yo estaba casado y, una vez que yo tuve la libertad para decidir, sin saber las razones, aquello perdía encanto por momentos. Posiblemente yo no fui justo con aquella linda muchachita; si tenemos que buscar un culpable, ese fui yo.

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Capítulo # 77

EL ABANDONO

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a cara de Asunción mientras escuchaba al Mago era digna de ver; el

escritor palpaba en el ambiente la actitud viva, de su futuro personaje, mientras éste mismo pronunciaba su oratoria en torno a lo que habían sido los capítulos, más humanos de su vida. La sinceridad de Rodolfo cautivaba al novelista. Toda la vida llevaba imaginando historias, creando situaciones para sus novelas, dibujando personajes de todo tipo y, por vez primera sentía que una historia real lo cautivaba por completo. Gabriel Asunción, compartía eso que suele decirse , acerca de la realidad, que siempre supera a la ficción, como sucedía con los pasajes de la vida de Rodolfo que estaba escuchando y que así lo evidenciaban. Ciertamente, el narrador colombiano tenía frente a sí mismo al “autor” de la que sería más tarde, su obra más llamativa, sobre toros, amor, humanismo, arte y, que en consecuencia, engrandecería la mítica figura de un personaje tan carismático como es Rodolfo Martín, El Mago. Y así, proseguía El Mago su alocución: - Le cuento que Dulce Amor se cansó de mí porque, tras vivir un apasionado frenesí un día me pidió que nos casáramos y, decliné su oferta. No, le respondí. Y a partir de ahí se enfrió todo de una manera lánguida y, lo que era el más bello amor quedó todo en el vacío de la nada. Yo no estaba dispuesto a sufrir – otra vez – el desasosiego que me produjo la gringa. La experiencia me resultó muy negativa y, por nada del mundo me volvería a casar; fíjese – sentenciaba El Mago – que ni con Dulce Amor me atreví a intentarlo de nuevo. Lloré mucho en nuestra despedida; ella merecía lo mejor y yo no se lo quise dar. Ella vivirá eternamente dentro de mi corazón porque a su lado pasé unos años muy felices. Junto a ella saboreé la ternura de su amor, el placer de su sexo bellísimo, la comprensión más absoluta; un modelo de mujer que, de no haberme pedido matrimonio quizás hubiésemos compartido toda la vida juntos. Pero el destino estaba escrito y nada pude hacer. Yo no era la clase de hombre que ella buscaba; seguro que quiso moldearme para el matrimonio y, por dicha razón supo amarme, consentirme, ayudarme, valorarme y entenderme. Llegado el momento que ella soñaba todo se nos vino abajo. Me considero culpable. Dulce es un ser humano de unas dimensiones extraordinarias al que yo no quise entender ni supe valorar; posiblemente debí aceptar casarme con ella, pero no tuve

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fuerzas; era un compromiso tremendo que, por mi anarquía y forma de vida un tanto absurda no supe aceptar. En aquella decisión seguro que dejé en el camino lo más bello que me había sucedido en la vida. Designios de Dios, quiero pensar. Me abandonó y la entendí. Lloré mucho su despedida. El día que nos despedimos, sin duda alguna, podemos darle el calificativo de haber soportado ambos el peor castigo que la vida nos imponía. No sé qué habrá sido de ella. Al despedirnos le deseé lo mejor, que la felicidad la acompañara siempre porque, si como mujer era bellísima, en calidad de ser humano no tenía precio por su bondad y generoso corazón. Pasado el tiempo, hasta me pregunto si acerté o me equivoqué; no quiero ni pensarlo. Lo que sí tuve siempre muy claro es que, como a mí me sucedió, el matrimonio sigue siendo la tumba del amor; un amor verdadero, como el que ella me hizo sentir, sospecho que no necesita del refrendo de papel alguno; eso que dice la canción, “soy tuyo porque lo dicta un papel” me parece un acto apocalíptico. A fin de cuentas, como se comprueba, el amor jamás murió, sospecho que, quizás en su caso cambió de lugar. Desde aquel momento vivo con su recuerdo. He estado con muchas mujeres, amé al momento, tuve sexo con muchísimas damas, pero nadie ha logrado borrar de mi corazón la imagen de aquella bella muchacha que, harta de mi anarquía decidió alejarse de mí con todo su dolor, pero con toda la fuerza de su razón. Cuento esta experiencia como algo bellísimo, sin duda, lo más hermoso que me ha ocurrido en mi existencia y, a no dudar que, será lo que guardaré siempre dentro de mi corazón. Cuando se ha amado con esta pasión y el frenesí que yo tuve la dicha de sentir junto a Dulce Amor, estoy convencido que el olvido no llegará jamás; sino, más bien vivirá para siempre dentro de mí ser el recuerdo de lo vivido y, dentro de mi corazón, que tanto la amó y también, estoy seguro que lo hará dentro de su amante corazón. ¿Qué habrá sido de ella? ... Esto me lo pregunto muchas veces; quizás ella sepa de mí por mi condición de personaje popular, pero yo no supe más de ella. Han pasado algunos años y, ciertamente, me gustaría volver a encontrarla para fundirme con ella en un interminable abrazo, para entregarle mi amistad y mi cariño puesto que, tras todo lo que vivimos juntos, hasta considero que vivo en pecado mortal ante el hecho de permitir que se alejara de mí del modo que lo hizo. No soy un tipo al uso común y corriente, algo que lamento en muchas ocasiones. El precio que pago por existir es muy duro; y no estoy buscando culpables puesto que si hubiera que imputarle la culpa a alguien, sería tan solo a mí y a nadie más.

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Capítulo # 78

MI VIDA COMO BOXEADOR

L

a reunión entre ambos personajes se prolongó hasta altas horas de la

madrugada. Ambos se sentían felices y se habían olvidado del reloj. Asunción asentía con su mirada todo lo que El Mago le contaba; la historia de su amor lo conmovió de forma profunda. Pero quedaban dentro del corazón del diestro muchos capítulos que, sin duda, el narrador, aprovecharía para construir su obra al amparo de un personaje de leyenda como El Mago. Es cierto que, en aquella casa se percibía una especie de magia en el ambiente; Rodolfo se sentía muy arropado por su contertulio que, lo dejó hablar a sus anchas porque esa era su primigenia ilusión, que el maestro de la tauromaquia hablase para tomar las notas más interesantes, al margen de que toda la disertación del Mago quedaba grabada en el magnetófono del escritor. Por un momento el diestro empezó a contar su época como novillero, sus asaltos a las ganaderías para torear furtivamente, las veces que se tiró de espontáneo en distintas plazas de México, la de ocasiones que era detenido por infringir la ley; innumerables capítulos tremendamente interesantes, pero conocidos, por las veces que la prensa los supo airear. El Mago daba detalles de todo tipo, hasta el importe de las multas que tenía que pagar para salir de la cárcel cada vez que le detenían por tirarse de espontáneo, la de ocasiones que era visitado por su madre en los centros penitenciaros donde se le recluía; él sabe las lágrimas que derramó su señora madre, debido a su particular forma de ser. Sin embargo, había una parcela muy particular de su vida, que nunca se aireó; sus años mozos en que quiso ser boxeador y que en verdad lo logró. En esta profesión que ejerció y de la que casi nadie conocía se recreó El Mago ante Asunción. - Sí, maestro. Eran mis primeros años como novillero que, en honor a la verdad, no fueron muy fructíferos que digamos y que, como quiera que el boxeo me entusiasmara, entre ilusiones taurinas y deseos por ayudar en casa, me enrolé en el boxeo. Hasta competí por el título mexicano de los pesos plumas. Hace cuarenta años de esto que le cuento pero no se me ha olvidado jamás. Hasta recuerdo el nombre de los rivales con los que competí. Hice 34 peleas y salí triunfador en treinta ocasiones. Fui campeón provincial; disputé varios títulos autonómicos. Allí estaba como entrenador Kid Tunero que tanto me enseño en la profesión. Recuerdo que subía al ring con una ilusión desmedida; todo eso ocurría cuando todavía no había pisado una plaza de toros. Pero sí, aquellas veladas me apasionaban. Competí con Floy Mantilla, Virgilio Nadiera, Ronald Gray, Guliano Banderas, Alfredo Costa, Nando Paterson, Santi Garacho, Bartel Mann, Ramiro Santos, Perico Antúnez,

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Gaby Ramírez, Alfredo Puach y una larga lista de púgiles y, algunos de ellos, años más tarde llegaron al estrellato, caso de Giuliano Banderas que conquistó la corona mundial de los pesos plumas. Hasta llegué a pensar que tenía futuro como boxeador, pero cometí uno de mis primeros errores, no me supe acoplar a la “disciplina” de la profesión. En uno de los combates que tenía programados para cierto día, en la misma tarde, cometiendo otra de mis locuras, me tiré de espontáneo en la plaza de Texcoco cuando, en la noche, tenía programado un combate en dicha ciudad. Tuvo que intervenir el gobernador para sacarme pronto de la cárcel y, de tal modo disputar el combate programado. Aquella noche perdí; me noqueó en el séptimo asalto Ronald Gray, un gran boxeador norteamericano que me hizo besar la lona. Fue una etapa apasionante, en realidad, como todo lo que he hecho en mi vida. Pero me desilusionó por completo el día que tuve que disputar el cetro por el título de mi país teniendo como rival a Bartel Mann, otro norteamericano al que había vencido en dos ocasiones anteriores. Lo que yo no sospechaba es que a esos niveles de la competición, un combate pudiera estar amañado; y lo estaba. Desde la misma organización boxística me dijeron que tenía que dejarme ganar para que, en aquella ocasión, la gloria se la llevara el citado Bartel Mann; había muchos intereses de por medio y mi nombre, en aquel instante no interesaba que ganara. Armé un escándalo monumental. La misma noche del combate, sabedor de todo lo que me habían dicho, me negué a boxear. El local estaba completamente abarrotado; la gente rugía de pasión. El ambiente estaba muy tenso. Yo mantenía mi negativa para subir al ring y, en el vestuario, de pronto, una pistola con un encapuchado apuntaba a mi cabeza; estaba claro, o subía al ring o aquel tipo disparaba. Aprendí la lección de repente. No había otro camino a elegir. Es cierto que me pagaron el doble de lo convenido, pero era dinero sucio. Subí al ring, esquivé al enemigo durante unos asaltos y, creo recordar que en el noveno, sin que mi rival me pegara me dejé caer en la lona. Y así acabó mi historia como boxeador.

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Capítulo # 79

LA CALMA

T

ras el bello encuentro con Gabriel Asunción Juárez, El Mago regresó al hotel

con una alegría desbordante. Jamás pensó que su figura pudiera ser motivo de inspiración para un escritor como el citado, una figura mundial de las letras que, reparó en el diestro mexicano; resultaba, todo un lujo para este hombre que, pese a su grandeza como artista, su vida discurrió siempre por los senderos de la humildad; nada ni nadie logró envilecerlo para su dicha personal y, sin duda alguna, también para dicha de tanta otra gente que lo conocían y admiraban. Seguramente por ello, por atesorar dicha virtud, es que el novelista colombiano quiso inspirarse en un personaje de su magnitud humana y artística. Tras todos los acontecimientos vividos por El Mago desde que llegó de forma “milagrosa” hasta Colombia y de forma concreta a la ciudad de Cali, en el hotel sabían que albergaban a un personaje que concitaba la atención de todo el mundo. Más que un torero, El Mago era ya una leyenda en esta ciudad. Si tras el accidente, del que sobrevivió y por el cuál la televisión, se encargó de difundir su imagen, convirtiéndolo en el personaje más conocido de Colombia y, sin duda alguna, en muchas partes del mundo más. Tras su éxito como artista del toreo, Rodolfo Martín era, posiblemente, el hombre más admirado y conocido del país. Hasta temían que un día pudiera marcharse de vuelta a México. El Mago, caló muy hondo en el sentir de la gente vallecaucana y por esta condición, ellos lo sentían como un hermano más, de ahí la admiración y cariño que le profesaban. El conserje de hotel le entregó al Mago la correspondencia que le había llegado. - ¿ Cómo tantas cartas si a mí no me conoce nadie ? - preguntó Rodolfo al conserje -. Eran cartas de admiradores que, mediante la letra escrita le querían mostrar su gratitud. Muchos aficionados que no habían podido saludarlo le enseñaban, de tal modo, lo que sentían por su persona. Es cierto que, por el efecto natural de la popularidad que el diestro alcanzó en Colombia, su hotel era pasto de los periodistas que continuamente lo acechaban. Para ellos, El Mago era – o podía serlo – siempre

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noticia. Claro que lo más les gustaba a todos los periodistas, no era otra cosa, que la propia naturalidad del torero. No había divismo en su persona. Rodolfo era, ante todo, un huésped más en el hotel que, ciertamente, se había convertido en su casa. Y la vida de Rodolfo, como siempre y para no variar, tenía que estar rociada de grandes sorpresas que, para bien o para mal hacían que la vida al diestro le resultara apasionante vivirla; siempre lo fue, por muchos motivos, pero ahora todo lo que hacía El Mago tenía mucha más relevancia. Y a tenor de esto, el director del hotel le anunció al diestro que, en el jardín situado en la parte posterior del hotel había una señora que quería saludarlo; llevaba toda la mañana esperándolo y, dijo que, no pensaba marcharse de allí, sin abrazar al que era su ídolo. Se llamaba Ingrid Correa “Morenita de Bogotá”. Había sido torera y era contemporánea del Mago; ambos, lejanos y distantes, habían vivido en los mismos años ilusiones y quimeras, pero jamás se habían conocido. Ingrid fue novillera durante varios años y, si difícil ha siempre la profesión para los toreros de sexo masculino, en general, para la mujer, - en aquellos años - , su aventura sonaba a la locura más grande. Ingrid presentaba un aspecto desaliñado; era guapa puesto que de joven ostentaba una belleza casi exótica, pero los años la habían golpeado muy fuerte; apenas era el reflejo de lo que había sido una bellísima mujer que había soñado con la gloria taurina. Y allí, la encontró El Mago, sentada en aquel banco del jardín, sosteniendo un libro entre sus manos y pretendiendo esbozar una sonrisa. Cuando vió que El Mago se acercaba a ella, una especie de escalofrío recorrió su cuerpo. Ingrid, como torera que había sido y aficionada cabal a la fiesta de los toros, había seguido la carrera de Rodolfo desde sus mismos inicios; los aficionados saben de todos los recovecos de cualquier diestro, sea del país que fuere y, en honor a la verdad, El Mago nunca resultó indiferente para nadie en su México natal y, más aún, habiendo trascendido las fronteras de su país. Ingrid estaba a punto de cumplir y hacer realidad lo que durante tantos años había soñado, abrazar al Mago y mostrarle su admiración y respeto. Pudo haberlo hecho mucho tiempo antes; puesto que, El Mago ya llevaba varios meses residiendo en Cali y, en honor a la verdad, este “ correleguas ” mexicano siempre ha sido un hombre muy cercano para todo el mundo, pero ella supo esperar y elegir el momento del encuentro para, sin pretensión alguna, mostrarle su admiración y cariño y conversar con el diestro, hasta contarle sus experiencias como torera.

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Capítulo # 80

MORENITA DE BOGOTÁ

I

ngrid no le dio tiempo al Mago a que esbozara palabra alguna. Al verlo

llegar junto a ella se le abalanzó y se fundió con él en un fuerte abrazo. Rodolfo sabía de la identidad de la mujer; no la conocía, pero ya le habían informado de que había sido torera y que pretendía mostrarle su admiración y cariño. Si El Mago, como él confesara miles de veces, de joven había corrido la legua como nadie por intentar ser torero, las confesiones que más tarde le haría Ingrid le dejarían con la sangre congelada. Ingrid fue de las pocas mujeres que, en aquellos años había intentado la aventura de ser torero; más que aventura, una auténtica locura que, pese a ella, le había dado sentido a su vida. Posiblemente, la gran frustración de Ingrid, de las muchas que sufrió, no era otra que no haber podido tomar la alternativa en su plaza bogotana. Ese amargo sabor le quedó para siempre dentro de su cuerpo. Tras el abrazo Ingrid le dijo: - Qué gusto saludarte, Rodolfo –. - El honor es mío, – respondió el diestro – - Consagré mi juventud a la bella causa por la que me entregué y, tras muchas frustraciones y años de lucha, fracasé por completo Rodolfo. Eran tiempos difíciles. Ahora todo es distinto. En tu país, amigo, en este momento hasta hay varias muchachas que han tomado la alternativa y están siendo respetadas, pero en aquellos años setenta en que tanto tú como yo empezamos nuestras aventura, aquí en Colombia, querer ser torera era poco más que ser puta. Pudo más mi ilusión que todas las trabas que me pusieron; hasta los treinta y cinco años estuve en el campo de batalla. No pude torear mucho pero, llegué a sumar la bonita cifra de cien novilladas; hasta llegué a torear en Venezuela y Perú. Años muy difíciles, con carencias de todo tipo. Claro que mi juventud me permitía aceptar todos los retos que se presentaban en mi camino, superar todas las adversidades, e incluso, hasta soportar el dolor de las cuatro cornadas que recibí.

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Tras todo lo vivido, Rodolfo, aunque te parezca cursi, al conocerte he cumplido lo que era mi último sueño en los toros. Estás guapo; parece que no han pasado los años para ti; a mí sí me han castigado mucho. Apenas queda nada de aquella muchacha a la que tantos hombres admiraban y que, por mi lucha por ser torero, dejé todo en el camino. - Me estás emocionando, Ingrid. En tantos años como llevo en la profesión no había conocido, en persona, a ninguna muchacha torera; las conozco ahora, como antes has comentado tú, pero en nuestros años jóvenes solo había oído hablar de Morenita de Quindío, otra muchachita colombiana que, como tú, lo intentó y no sé si llegó a doctorarse como matadora de toros; creo que no. ¿Qué ha sido de tu vida en todos estos años tras abandonar la ilusión por ser torera?. - Un calvario, un valle de lágrimas. He tenido un vida muy dura, tremendamente complicada puesto que el estigma por alcanzar lo que no pude me marcó de por vida. Estuve casi veinte años ligada al mundo de los toros y solo me llevé del mismo la crueldad que en él anida. Yo creía que el milagro podría ser posible pero, me lo pusieron muy difícil. Cuando entendí que mi aventura era un hecho imposible me marché; pero creo que lo hice a destiempo. Llegué tarde para todo. Había quemado mi juventud en lo que yo quería que fuera mi profesión y, como te digo, solo coseché el fracaso. El machismo que reinaba en aquellos años me desmotivó; una mujer, y mucho más en los toros, era un puro objeto de deseo, Rodolfo. Yo fui víctima de aquel horror. Tuve que acostarme con muchos de los que se decían empresarios taurinos porque ellos me prometían festejos y, pasado el tiempo pude comprender que la gran fiesta era la que ellos se daban en la cama conmigo. Me sentía una vulgar puta entre todos ellos pero, en mi corazón, en aquellos años, todavía albergaba la esperanza de lograr mi objetivo. Curiosamente, Rodolfo, de todas las novilladas que pude torear, los que me contrataron eran gente noble y sencilla; no pude llegar a más porque los que tenían el poder en las grandes plazas no me permitieron alcanzar la gloria con la que yo soñaba. Y fueron éstos los que me engañaron y me vejaron hasta el punto de perder mi dignidad como mujer y como ser humano. En aquellos años, el empresario de Bogotá, la plaza de mis sueños, me prometió que me daría la alternativa en dicha plaza; hasta transigí en acostarme con él para que mi más grande anhelo se hiciera realidad; me dirás que estoy loca, pero estaba dispuesta a pasar por todo con la finalidad de lograr mi objetivo. El rostro de Ingrid se iba entristeciendo por momentos mientras El Mago la abrazaba.

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Capítulo # 81

LAS LÁGRIMAS DE INGRID

A

brazada como estaba junto al Mago, Ingrid lloraba su pena.

Posiblemente necesitaba ese consuelo de alguien que la pudiera escuchar sin juzgar, para contarle sus penas y, nadie mejor que Rodolfo Martín, un torero reconocido y artista taurino, para comprenderla. Se notaba que era mucho el dolor que anidaba en su cuerpo. Frustraciones de todo tipo se habían dado cita en su vida y, lo peor de todo es que no logró lo que era su sueño; desperdició su existencia en la búsqueda de un imposible. El Mago estaba pasando por un trance amargo escuchándola; y no es que nos los hubiera pasado antes o no estuviera acostumbrado, pero se trataba de una mujer que, como una heroína consagró su vida en aras de una ilusión y fracasó en su empeño; y su peor fracaso no fue otro que el desprecio con el que le pagaron, con las humillaciones que le hicieron sentir.

Eran muchas cosas que, inevitablemente, Ingrid quería contárselas a su interlocutor, sin duda alguna, era el que mejor podría escucharla; no sabía El Mago todo el bien que le estaba haciendo a dicha mujer; sin pretenderlo estaba siendo el bálsamo para el alma de aquella dama que, hastiada de la vida y pasados los años, no encontraba consuelo para sus penas. - No llores, le dijo el diestro. - Ahora, Rodolfo, lloro de felicidad al ver que me estas abrazarte y sentirte a mi lado.

escuchado; al poder

Todo es ya pasado, amigo; nada tiene solución. Mi vida discurrió por los senderos más insospechados, pero de forma lamentable, por los más inadecuados. Pude haber cursado unos estudios en mi juventud pero, ya viste, me pasó como a ti; quise de un imposible hacer mi vida. En tu caso, Rodolfo, todavía tuviste tiempo de “rectificar”; es decir, de lograr que te permitieran ser el que siempre fuiste; mi caso ha sido de otro modo. La vida me negó todo, los hombres me humillaron y ahora, con cincuenta y cinco años ¿ qué tengo?, ¿dónde voy?, ¿qué hago? ¿cómo será mi futuro?.

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Mil preguntas, Mago, a las que no hallo respuesta. Seguí desde siempre tu carrera; aquella vez que te tiraste de espontáneo en La México con aquel diestro español que no recuerdo su nombre; aquella y otras muchas, como todos sabemos. Siempre fuiste mi ejemplo; un caso de perseverancia infinita que te ha llevado al lugar que siempre mereciste y al que antes de eso, siempre te negaron. Te juro Rodolfo que seguía por los periódicos tu carrera y, la misma era la que me daba fuerzas para seguir; pero yo tenía un hándicap que tú no tenías: era mujer y por dicha razón lo pagué muy caro. Por momentos me sentí la puta de todos; yo era, para la inmensa mayoría de los taurinos un claro objeto de deseo con el que saciaban sus instintos sexuales; pero lo más sangrante es que yo creía en las promesas que me hacían en la cama; hasta en eso fui una fracasada. ¿ Cómo se puede creer a un hombre que te promete cosas en la cama mientras está haciendo el amor ?. Así de ingenua fui, maestro. Yo quería triunfar en los toros; hasta salí en hombros en una novillada que toreé en Bogotá, la única vez que actué en La Santa Maria de Bogotá. Al pensar en el éxito, Rodolfo, ni las cornadas me dolían; todo lo daba por bien empleado; si aceptaba acostarme con empresarios, las cornadas eran mucho más livianas que la humillación que me dieron aquellos tipos que me vejaban el cuerpo y laceraban mi alma. Después de todo, fíjate, hasta me marqué como meta, en el peor de los casos, convertirme en matadora de toros y, después de ello, abandonar la profesión. Fueron, como te dije, casi veinte años de lucha, de sacrificios tremendos y, no pudo ser; el empresario canalla que me prometió darme la alternativa, tras acostarse conmigo muchas veces, siempre con la promesa del doctorado, todo eran mentiras y patrañas; solo le interesaba mi cuerpo para follar porque la promesa nunca llegó. Viví junto a la mentira, el fraude, el engaño y la burla permanente en un mundo machista que, como se comprobó, lo pagué muy caro Rodolfo. Yo creo que merecía mucho más; mi actitud como torera lo demostré en todos los ruedos en los que actué; ni las cornadas me hicieron mella, pero si derrotó mi ser el comportamiento que me dieron; humillaciones constantes fueron las que me obligaron a alejarme del mundillo del que, como sabes, solo guardo rencor; y te lo digo llorando, pero es la pura verdad; a ti no puedo mentirte, Rodolfo; tú sabes de esto más que nadie y tengo la certeza de que me comprendes como nadie me ha entendido jamás. Por querer ser lo que nunca fui, fíjate los trances por los que pasé; por dicha razón, amigo, entiendo a toda aquella persona que quiera ser torero; hombre o mujer, no me importa. Pero sí sé, del grado de ilusión que le puede correr por las venas, a cualquier ser humano que quiera ser torero.

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Capítulo # 82

CONSUELO PARA INGRID

E

l Mago quedó estupefacto ante las confesiones de Ingrid; ni reaccionar

podía.

Era mucho, el dolor que albergaba ella dentro de su alma; aquello de querer ser figura del toreo y, lamentablemente, pasados los años, estar saboreando el fracaso, era cantado que su desdicha no podía ser mayor. Ingrid, nada dejó por hacer; incluso hizo lo que no debería haber hecho, para alcanzar el éxito y, aún así no lo logró. Rodolfo Martín, además de torero artista, tenía unas dotes sobrenaturales de humanidad en su personalidad. Él por lo general era un espíritu conciliador por donde anduviera y, además “tocaba” a cada cuál en lo profundo de su corazón, como lo haría un agitador de conciencias; haciendo que su verbo inspire un nuevo despertar en el alma de aquella persona que tenía enfrente. En este caso, su tarea era dificilísima; puesto que consolar a quien no tiene consuelo, es casi como una quimera. Había pasado el tiempo de forma inexorable para Ingrid y también para todos, pero ella había consagrado su existencia a su profesión y, un mal día, comprobó que todo había sido en vano; ya que ni tiempo para el verdadero amor invirtió en su azarosa vida. Dada la talla humana de El Mago, éste tomó como suyo el sentir de Ingrid. Pero, ¿ qué podía hacer por esta dama ?. Este era el problema. Él se adentró en el ser de ella de forma apasionada y no tenía fuerzas para dejarla librada a su suerte. - De momento te quedas conmigo, dijo El Mago. Algo se nos ocurrirá. Pienso que Dios no nos abandonará; como sabes, situaciones peores hemos superado. -¡ Rodolfo, por Dios ! – exclamó Ingrid - . Tú tienes tu mundo, eres un ídolo en Colombia y por allí por donde caminas; yo soy, la Morenita de Bogotá, una mujer fracasada que quiso triunfar en el mundo de los toros y no lo logró . Sinceramente pienso que, seré un estorbo para ti; es más, hasta creo que te mirarán con recelo si ven que me ayudas; o pensarán otras cosas que quizás sea peor. No quiero cargarte

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con mis fracasos, Rodolfo. Escuchándome creo que ya has hecho bastante. Guardo dentro de mi corazón tus lindas palabras que, llenas de respeto y cariño tanto me han reconfortado. Para mí siempre serás El Mago, dentro y fuera de los ruedos. - Tranquila, Ingrid; tú te vienes conmigo. No me preguntes ahora qué haremos; ni yo mismo lo sé. Pero presagio que algo se nos ocurrirá para enderezar el rumbo de tu vida; ¿ qué digo de tu vida ?. ¡ La de ambos !. Como sabes, tras tanto tiempo saboreando el fracaso, sólo en los últimos meses he tocado la gloria con mis manos y, ha tenido que ser aquí, en Cali, el lugar donde he tenido uno de mis éxitos más apoteósicos; pero no tanto ya dentro del ruedo, sino más bien, a nivel popular por haber sido un personaje reconocido y admirado en base a una tragedia – como fue aquél lamentable accidente de avión que protagonicé – y que, como has visto, gracias a él todos hoy, me ayudan y me admiran. - Todo eso que me comentas, amigo; tal vez sea así, como tú dices y valoro muchísimo tu honestidad, pero – decía Ingrid con lágrimas en los ojos – como te dije antes, tú mereces todo igual, porque tu vida ha sido un ejemplo de constancia, dedicación, entrega, convicción y amor hacia la causa de los toros que, aunque tarde, como dices, te ha permitido saborear las mieles del éxito. El Mago la escuchaba atentamente, pero él todo en su vida lo hacía a impulsos de su corazón. Y en su interior hasta se preguntaba cómo podía ser posible que, en un “rato” que hacía que había conocido a Ingrid, la trataba como si hubieran convivido una eternidad juntos; no le hallaba respuesta lógica a lo que le demandaba su corazón ante aquella mujer que, como ella misma había confesado, sólo el fracaso certificaba su existencia. Sin duda ésta, era una sensación nueva para El Mago. Desde que llegó a Colombia, tanto el Presidente del Gobierno como las más altas personalidades, todos quisieron arroparlo; las pruebas así lo certifican; desde sus apariciones en TV, las conferencias a las que asistió como ídolo de masas y todos los actos en que fue protagonista, todo estaba rociado del más bello glamour; algo que Rodolfo nunca antes había conocido. Sin embargo, lo que le había llegado hasta el fondo de su alma era la historia de Ingrid. Cualquiera, en su lugar, la hubiera saludado atentamente y, la historia junto a dicha mujer terminaría con dicho saludo. Pero Rodolfo era hijo del pueblo y jamás desdeñó de los suyos; en realidad, de los que siempre formó parte, de los luchadores por lograr un mundo mejor. Por dicha razón quedó cautivado en su alma con la historia de Ingrid, un ser humano, demasiado humano quizás y en consecuencia admirable y digno de comprensión como cualquier otro, que creía que, su único y mayor pecado consistía en no haber logrado el éxito que se había propuesto.

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No, de ninguna manera dejaría El Mago que Ingrid siguiera corriendo sola a merced de su nefasta suerte. Una vez más se sentía “mago“, pero en toda la extensión de la palabra. Y además, se trataba de un ser humano que, para mayor empatía, era homónimo en su profesión, razón por la que inevitablemente, tras conocerla le tomó cariño y la sintió parte de su ser, de su vida toda. Un torero lo es siempre e Ingrid era torera y lo sería eternamente. Ciertamente, si algo une a los seres humanos no es otra cosa que la propia vida de algo que se ama, en este caso, el mundo de los toros al que, Ingrid y El Mago, cada uno con su suerte, consagraron su existencia a tal menester.

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Capítulo # 83

COMPAÑEROS

A

Rodolfo, este encuentro con Ingrid, en tan poco tiempo ya se le

había marcado muy hondo dentro su corazón. Ambos se sentían compañeros de ilusiones, en el camino de la esperanza, por lograr un mundo mejor. Respecto al éxito, del Mago, se podría decir que ya casi lo consiguió; en cambio Ingrid, se quedó en el camino. A un hombre y a una mujer, muchas veces los suele unir el y, en este caso no ha sido éste el que ofició de amalgama, sino la bendita profesión de toreros la que los unió – por el alma - a estos dos seres entrañables, a quienes una grata sorpresa por su encuentro les tiene reservado el destino. La situación personal que le había narrado Ingrid a Rodolfo desgarró, en sus entrañas, al Mago. Él sentía el dolor de ella, como propio. Nadie mejor que Rodolfo Martín para comprender, como había sido la lucha de esta mujer. Rodolfo había corrido la legua – caminado sin cesar - durante muchos años en busca de la oportunidad que lo catapultara al éxito y, ésta le llegó en el otoño dorado de su vida. Algo es algo. Y en estos días también, Rodolfo había sentido un desgarro en su alma; por su ruptura de amor, con Judith. Esta joven cantante, se había enamorado de un personaje llamado El Mago, pero nunca le llegó a subyugar un hombre bueno llamado Rodolfo Martín. Judith, pese a su fama como cantante, le sedujo El Mago como personaje y toda la “parafernalia” que suponía su enorme popularidad. Lo más doloroso fue, que la estrella de la canción no se atrevió a decírselo en persona y, en su lugar, utilizó tan solo una fría llamada telefónica, que sirvió para darle a él la fatal noticia del desenlace; según ella, se marchaba para una gira por Estados Unidos y en consecuencia, pensaba que lo mejor sería separarse. Probablemente, lo que Judith quiso, con toda esta relación, fue lograr protagonismo junto al diestro y, El Mago, por los acontecimientos que le tocó vivir en Colombia, resultó ser todo un personaje que durante un tiempo alimentó el ego de Judith. Y fue éste personaje el que encandiló a la cantante para, desdichadamente, usar al ser humano que vive detrás del mismo, como si de un juguete se tratase.

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La noticia le cayó a Rodolfo como un jarro de agua fría sobre su cabeza en pleno invierno; él no esperaba en absoluto, este desenlace. Mientras Judith lo utilizó para sus fines propagandísticos, él se enamoró de ella. Una vez más, se demuestra entonces que, el amor - aún sin morir -, cambia de lugar. Desolado estaba El Mago ante tan fea noticia. Como sea que el destino quiso que Ingrid fuera testigo de la conversación que El Mago mantuvo con Judith, al terminar la charla telefónica, Morenita de Bogotá le preguntó al Mago: - ¿ Qué te sucede, Mago ?. Te veo triste; te has quedado pálido. ¿ Te puedo ayudar ?. ¿ Quieres que te abrace ?. Hoy, ahora, me gustaría reconfortarte más que nunca; ya viste que, hace unas horas tú eras mi refugio y, ahora por lo que veo, seguro que necesitas mi apoyo. ¿ Qué te pasó ?. ¡ Vamos, cuéntame hombre, por favor !. El Mago parecía ido. Sacudía la cabeza, de un lado a otro, diciendo no y con su mano diestra, la del anillo, se tapaba la boca, como queriendo ahogar un grito de ira o más bien, de tremendo dolor . Así, estuvo un rato, mientras Ingrid, lo abrazaba de lado, un poco por debajo de los hombros, apretándolo fuertemente desde brazo izquierdo y estrechando el cuerpo de él contra ella, mientras seguía diciéndole: “ Vamos, vamos hombre, ¡ cuéntame !”. Los ojos de Rodolfo, a punto estaban de estallar en llanto, se pusieron rojos y húmedos, pero luego se tornaron duros y ahí recién, pudo recuperar el aliento como para volver a hablar, y así le contó a Ingrid, lo que le había sucedido. Ella, sin soltarlo. Lo escuchó, atenta. - Verás, Ingrid. Como quiera que tú sabes de mi historia y de la forma en que llegué a Colombia, mientras estaba en el hospital vino a verme la cantante Judith Canales y, al poco tiempo estábamos saliendo juntos; nos enamoramos, ¿ sabes ?. Hemos pasado un tiempo juntos ... que, en realidad, ha sido una etapa maravillosa; y, yo me enamoré perdidamente de ella y, ese fue mi error; enamorarme. Lo digo porque evidentemente, ella no sentía lo mismo; ahora comprendo que he sido tan solo, un mero objeto entre sus manos. Me ha llamado para decirme que lo nuestro se ha terminado; que se marcha de gira por Estados Unidos y que estima que ya no íbamos a poder seguir juntos; aunque, como excusa me dijo que si quería podía marcharme con ella. - ¿ Pero Mago y por qué no te marchas ? – le preguntó Ingrid - . - Porque entendí su “mensaje”; estaba clarísimo. Lo de irme con ella, era tan solo una buena excusa para quitarme de en medio. ¿ Qué puedo hacer yo en Estados Unidos ?. Eso ella lo sabe, de ahí su ofrecimiento. En un país que no huela a toros y al aroma del arte, yo me moriría de inmediato; y vuelvo a repetirte, ¡ella, esto lo sabe! y, por lo tanto, lo de la gira le vino de perlas para borrarme de su existencia. Fíjate que, hasta en mi subconsciente, le tengo fobia a dicho país; de allí era la

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gringa con la que me casé y de la que, luego me divorcié, culminando de esta manera, mi primer fracaso emocional. Y como te decía, todo eso Judith lo sabía, razones de peso suficientes, por las que ella sabía que jamás accedería a su “invitación”. ¡ Dios, no lo puedo evitar ! – exclamó El Mago - .¡ Estoy triste, Ingrid !. Y una especie de sollozo, escapó de la boca del Mago, quien para que la torera, no lo viera, hundió su rostro entre sus manos, intentando contenerse. - Mago, por lo que más quieras; ¡ arriba ese ánimo !. No te vengas abajo; es más, no puedes hacerlo; ¡ vamos hombre ! si tú eres la grandeza personificada; tú eres el que me ha infundido la dosis más grande de bravura ante mi tragedia artística; ¡ te prohíbo hombre, que por un mal de amores te dejes caer !. Otro amor llegará a tu vida y si éste no se ha dado, no te atormentes, porque simplemente, no era para ti. Aceptemos nuestras realidades; la vida es cómo es y, no cómo nosotros quisiéramos que fuera. ¡ Vamos, que quiero verte fuerte y contento !; recuerda que nos quedan muchas cosas por hacer y, a ti en especial y de forma concreta que, si mal no recuerdo, te queda todavía la corrida de Bogotá que, seguro como ocurrió aquí en Cali, será otro importante acontecimiento para tu vida profesional y, sin duda, para tu estabilidad emocional. Estoy contigo, Mago. Desde ya, siente mi cariño y mi apoyo hacia tu lindo ser. ¡ Vamos amigo, arriba ese ánimo !

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Capítulo # 84

PLANES VENIDEROS

A

hora, estaba Ingrid junto al Mago y, en cierta medida, ella era su

consuelo ante el reciente desamor, sufrido por él. Nunca iba a comprender Rodolfo, el proceder de Judith. Menos, sin haber mediado - al menos - algún tipo de conflicto entre ambos. Todo estaba bien entre ellos, entonces ¿ por qué se mudó así el amor, tan de improvisto ?. Muchos amoríos y ningún amor, esa sería la definición que muchas veces El Mago, daba al hablar respecto de su existencia. Es algo que le suele suceder a muchas personas y, en este caso, le tocó al Mago padecerlos, quien caminando siempre en la vida con el corazón por el lado de afuera, tuvo que soportar muchos, de este tipo de fracasos. Que en realidad no son fracasos, sino experiencias. Lecciones que su vida y, las personas que se asoman a ella, le dejan al veterano torero para enriquecer su mejor ser y su persona. Habían pasado ya varios días e Ingrid había decidido compartir todo este tiempo junto a Rodolfo, ayudándolo a olvidar el dolor, que le había dejado, esa desafortunada relación de amor que mantuvo con la cantante. Ingrid, a instancias del Mago dejó su apartamento y se marchó a vivir al hotel junto a él, porque éste la había invitado. Ahora, ambos eran compañeros de ilusiones y contarse sus vivencias personales, era el refugio que ellos habían encontrado para aceptar mejor sus males. Ingrid admiraba al Mago por su historia de torero; sus frustraciones, sus éxitos, sus logros tan hermosos y, ante todo, además de su calidad de artista, lo que a ella la subyugaba era, que detrás de tan carismático artista, existía una persona admirable. - Sigue contándome cosas de tu vida, Rodolfo – le dijo la torera – - Fui demasiado rebelde, Ingrid; yo diría que fui quizás un tonto iconoclasta que no supo medir las consecuencias de lo que ello pudiera representarme. Profesionalmente, nunca me adapté al sistema, digamos que pasé por los peores trances, no tanto como tú porque no tuve que acostarme con nadie para ser torero, pero igualmente pasé momentos muy amargos; mi madre sabe mejor que nadie cuáles fueron todos esos momentos, porque lamentablemente fueron muchos los disgustos que ella tuvo que digerir, a causa de mi afición y mi vocación de ser torero. Dormí muchas veces en las cárceles del país por tirarme de espontáneo. - Te comprendo, Rodolfo. Ahora, dime: tú sabías que echándote de espontáneo no arreglarías nada, ¿verdad?. Entonces, ¿ por qué lo hacías ?.

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- Estaba loco, Ingrid. Yo sabía que ese no era el camino pero, podía más mi corazón que mi razón; así ha discurrido mi vida y, posiblemente, el culpable de todos mis fracasos haya sido yo. Yo era consciente de que lo mío no era tan solo un sueño; que valía para ser torero y, tenía que buscar la forma para hacerme notar, nadie me escuchaba, nadie creía en mí; hasta tuve el valor una vez, de estar treinta días en huelga de hambre junto a La México y, tras aquella locura, el empresario me dio una oportunidad junto a otros cinco insistentes locos con ínfulas de toreros; corrida de seis novillos para seis aspirantes. Era una forma de quitarnos a todos de en medio, de una sola tacada. Aquella vez le corté las dos orejas a mi toro, salí por la puerta grande y allí empezó todo. Mis compañeros, terminaron sus carreras esa misma tarde. - ¿ Y por qué has querido ayudarme a mí, una torera fracasada a la que todo el mundo ha vilipendiado ?. - Porque al ser torero, Ingrid, he sabido comprenderte como nadie; he podido analizar todo lo que decidiste sufrir y, no quiero que sufras más. Me pareces un ser humano maravilloso. Yo siento un respeto muy grande por todos aquellos que lo intentaron, aunque no hayan podido hacer realidad su sueño y, como entenderás, tú no eres una excepción. Además Ingrid, mi admiración y respeto se acrecienta al saber que eres mujer, porque se acerca de todo lo que debe pasar una mujer dentro del mundo taurino, si quiere ser protagonista de la fiesta. Ahora quiero mitigar tu pena; y, he decidido que correremos los dos la misma suerte. Por cierto, Ingrid, te parecerá una locura lo que te voy a decir. ¿ Qué te parece si para la corrida que tengo que torear en Bogotá le propongo a la empresa que en dicho día me permita darte la alternativa ?. ¿ Serías capaz de asumirla ?. Sería la culminación de tu carrera y, tu sueño hecho realidad; es decir, la ilusión por la que te mantuviste viva, concretada. En aquel momento pasaron por la mente de Ingrid, millones de imágenes de su vida. La emoción que llegó a sentir era tan grande que rompió a llorar; se abrazó al Mago y no podía contener su llanto. Ingrid creía que se trataba de un milagro. Un milagro que le costaba creerlo. A su vez, tampoco estaba segura de que físicamente pudiera llevar a cabo dicha hazaña. Sin duda alguna, Rodolfo, sin pretenderlo había devuelto a la vida a Ingrid. Aunque quizás todo al final, podía llegar a quedar todo en un sueño, pero las palabras de Rodolfo la sacudieron y le proporcionaron una felicidad que nunca antes había sentido. Tal vez, Rodolfo, por querer darle esta felicidad a Ingrid, quién sabe si estaba cometiendo el peor error de su vida. Porque proponerle a Ingrid que tomara la alternativa, en principio sonaba hasta romántico pero, ¿ sería capaz Ingrid de culminar el sueño por el que luchó durante toda su existencia ?. La propuesta era muy atrevida; bellísima y, cargada de un riesgo tremendo. Ingrid hacía años que había dejado de torear y, ahora, intentarlo de nuevo y, frente a un toro, aquello tenía tintes de locura. Claro que, El Mago siempre decía: ¿ qué es la vida sin un arrebato de sana locura ?.

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Capítulo # 85

INGRID, ILUSIONADA

S

in duda alguna, el día que alguien bautizó a Rodolfo Martín como El Mago,

en dicha fecha hizo justicia con todos los valores que este hombre atesoraba. Su magia la ejercía dentro y fuera de los ruedos, Ingrid era ahora un lindo ejemplo. Las palabras que Rodolfo le dijera, consiguieron que cambiara rotundamente, el semblante de la torera. ¡ Tomar la alternativa !. Ingrid se quedó estupefacta de la emoción que pudo sentir cuando escuchó esta frase de boca de Rodolfo. Hasta creía que podía estar soñando. - ¿ De verdad piensas, Mago, que eso podrá ser posible ? – preguntó Ingrid - . - Pienso que sí. Además estoy seguro que el empresario entenderá que se trata de un acontecimiento inusual, por tanto, de mucho tirón para la taquilla. Es decir, si se monta ese cartel, indefectiblemente, se agotará el boletaje que es la primera ilusión de todo empresario. De todas maneras, esa cuestión queda por mi cuenta, no sufras. Lo que me preocupa es que llevas varios años sin torear y, necesito comprobar que tienes las facultades necesarias para enfrentarte a un toro. Te quiero mucho y no deseo que nada malo te ocurra. - Yo hago lo que tú digas, Mago querido. Por ti, me juego la vida, de eso que no te quepa duda. - Como dices, debo entrenar mucho y, de ser posible, torear algún toro a puerta cerrada como para comprobar si me siento fuerte y capaz; de todas maneras, a tu lado, Rodolfo, creo que de todo puedo sentirme capaz. Tú me has inundado con tu magia. - Físicamente, como estás viendo, me encuentro bien; mi figura sigue siendo bonita; porque por mi profesión, siempre me he cuidado. ¡ Por Dios, Mago !, dime que es cierto todo lo que estoy viviendo; dime que se hará realidad el sueño de mi vida; dime que no te alejarás de mí; dime que me abrazarás muy fuerte cuando me des la alternativa.

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- Eres tú, - respondió El Mago - la que me ilusiona; yo creía que te “ rajarías ” pero, una vez más, como siempre hiciste en la vida, ha salido tu raza de mujer increíble; esa fuerza que siempre te ha dado Dios para soportar los más duros avatares. - Como ves, es un proyecto grande el que tenemos; una ilusión importante que, como notas, nos desborda a los dos. Y así, dos seres humanos increíbles, unidos por una misma ilusión estaban saboreando un dulce manjar, el de la felicidad plena y espontánea que anidaba en el corazón de ambos. Pletóricos como se sentían salieron del hotel para dar un paseo por los jardines del mismo. Ingrid estaba admirada con la belleza de todas las plantas, las flores y los arreglos de jardín que allí veía. Hacía tantos años que no pisaba un hotel así que, hasta se había olvidado que éstos existían. De repente, Ingrid sintió un escalofrío; la mano del Mago cogía la suya. Ella lo tomó con toda naturalidad; aparentemente, claro. Pero su corazón comenzó a latir con fuerza desmedida. Jamás creyó que El Mago la cogería de la mano; eran amigos, ella lo admiraba pero, jamás había pasado por su cabeza la idea de que pudiera atraerle justo a él, como mujer. El día se presentaba hermoso. Y ellos estaban felices. Juntos, luego decidieron pasear por las bellas calles caleñas y, al pasar por la capilla de San Antonio, decidieron entrar para rezarle al santo; al santo, a Dios y, a todo lo que amaban porque ambos intuían que algo bello les estaba sucediendo. Muchas eran las cosas que los unían; la primordial, era esta arriesgada profesión, por la que ambos eran conscientes de lo que significaba jugarse la vida. Para los dos, el hecho de jugarse la vida era lo que los inducía a huir de la muerte. Paradoja del destino, pero así lo sentían ambos. Claro que, para sorpresa de Ingrid, lo que ella no sabía era que, pasear con El Mago por las calles caleñas se convertiría en toda una aventura. En aquel momento, el diestro mexicano era ídolo admirado en toda Colombia y, de forma muy concreta en Cali. Todos lo saludaban lo vitoreaban, lo abrazaban, le pedían autógrafos y deseaban sacarse una foto con él. Es cierto que el diestro se sentía muy orgulloso de su personalidad; de ser portador de una fama que jamás lo envileció sino, todo lo contrario, lo hizo más humano. Si Ingrid admiraba a Rodolfo como diestro, ahora, al comprobar su auténtica popularidad en la calle, se quedó anonadada. Era maravilloso lo que estaba viviendo junto al hombre que la había salvado de su desdicha, precisamente, la que hacía tantos años arrastraba.

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Juntos pasaron un día precioso; hasta le compró El Mago, unas prendas femeninas a la torera. Ella se sintió muy dichosa; alguien, por vez primera en la vida la estaba tratando con respeto y con amor. Si la generosidad del Mago era siempre pronta y rotunda, junto a Ingrid, este valor no podía quedarse muerto. Rodolfo, al verla tan feliz ya, con eso se sentía satisfecho y le bastaba y le sobraba saber esto para recibir ese gran premio que la vida le estaba dando, al saberse útil a los demás y, en este caso concreto, a una compañera de ilusiones que, con el beneplácito de Dios, hasta podría ser que llegara a darle la alternativa, tal como “lo soñaba“ el sueño del que ella portadora y que, en breve, con el permiso de Dios, se haría realidad.

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Capítulo # 86

JUNTOS LOS DOS

I

ngrid y Rodolfo, se sentían sorprendidos por todo, lo que en tan breve lapso

de tiempo, les estaba pasando. Les resultaba difícil dar crédito a todo lo bello que ambos vivían. Aquél día en que ella se acercó al destacado maestro para saludarlo y, como si de un milagro se tratase, ahora estaban juntos; es más, ella se sentía, totalmente protegida por El Mago. Ambos llevaban, desde hace unos pocos días, una convivencia en calidad de amigos y, desde que El Mago le propuso a Ingrid tomar su alternativa, él no se separaba, ni un segundo, de ella. Rodolfo, se sentía muy feliz de tenerla tan cerquita de si, en el hotel. Él ya había hecho las averiguaciones, sobre la posibilidad de la corrida bogotana, con el empresario de la plaza. Y ya había logrado, que aquél le confirmara la fecha, de este “acontecimiento del año“ en Colombia, respecto a los toros. Morenita de Bogotá, tras algunos años sin torear, se doctoraría en la histórica y mudéjar plaza llamada Santa María de la capital colombiana, todo un suceso que, a buen seguro, despertaría las ilusiones de todos los aficionados colombianos. Habían pasado tan solo un par de días, desde que Rodolfo le propuso a la muchacha doctorarse junto a él, en la plaza capitalina y, pese a tan corto espacio de tiempo, ya había quedado todo solucionado. La alegría para ambos era desbordante. Ellos, ya se sentían haciendo el paseíllo en la plaza bogotana. Ingrid sospechaba que todo lo que estaba aconteciéndole era un milagro; o quizás la propia magia del Mago que, con sus actitudes era capaz de lograrlo todo. Una vez resuelto el tema de la contratación y el cartel definitivo, el diestro quiso conversar con Ingrid. - ¿ Estás contenta, Ingrid ? – le preguntó El Mago -. - Muchísimo, Rodolfo. Es la alegría más grande que me han dado en la vida. Dios ha propiciado que nos encontráramos para que se produjera todo este bello milagro; y,

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si en verdad todo esto fuera un sueño, Mago querido, yo no quiero despertarme jamás. ¿Cómo podré alguna vez agradecerte todo esto, amigo del alma ?. No tengo palabras, no tengo acciones, no tengo nada; sólo tengo, Rodolfo, una gratitud inmensa hacia tu bello ser, el que le pido a Dios que te conserve durante muchos años. Sentados como estaban en aquella cafetería degustando un riquísimo café colombiano, en un arrebato, Ingrid se abalanza junto al Mago y, le dejó un beso en sus labios. Rodolfo quedó anonadado; sin fuerzas casi, para responder; y a la vez se sintió tan feliz, como cuando días atrás, en un paseo por la ciudad, Ingrid lo tomó de la mano. El diestro no acertaba a comprender la actitud de la torera; sería, quizás gratitud hacia su persona, sentimiento que se notaba que le brotaba del fondo del alma a la hermosa colombianita. Y no es menos cierto que El Mago estaba un poco inerte, falto de reacción; porque algo nuevo notaba él que jamás antes había sentido; y era bello porque él en cuestión de amoríos, fue siempre el “ rey de la legua ” tal como lo era en su profesión. ¿ Estaría llamando el amor, a la puerta de su corazón, en la persona de Ingrid ?. - Siento que se me sale el corazón del pecho – dijo Rodolfo - . - Mago –dijo ella -, todo lo que por ti haga me parecerá muy poco; me fascinas como torero y, al tratarte como hombre, al comprobar tu calidad humana, me has conquistado para siempre. En las noches, amigo, me las paso rezando, para agradecerle al Altísimo esta dicha que siento. No puede ser de otro modo. Siento que me vino Dios a ver el día que te encontré. Bendigo el momento en que se me ocurrió saludarte. Ahora, gracias a ti, tengo ganas de vivir; como sabes, hasta pensé en el suicidio. Tu compatriota Silveti así lo hizo; no encontraba sentido a su vida al ver que no podía torear y, a mí me estaba sucediendo un poco lo mismo. Sin haber triunfado, sin amores, sin hijos, sin padres, sin amigos… Muchas veces me pregunté cuál era mi misión en la vida y, lo peor de todo es que no encontraba respuesta. Y entre tantas decepciones, Mago, llegaste tú a mi vida; aunque en realidad fui yo la que te busqué y, tras hallarte, siento que ahora soy muy afortunada. Ambos, Ingrid – dijo El Mago, posando suavemente el dedo índice de su mano derecha, sobre la boca de la torera, y terminando el gesto con una suave caricia

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sobre su mejilla - al unísono nos hemos ilusionado; creo que nos encontramos porque mutuamente nos estuvimos haciendo falta. Desde la primera vez que hablamos, en aquel preciso instante, se me desgarró el alma; al enterarme, por tu propia boca, de los trances que en tu vida has pasado. Sentí, en aquel instante, la necesidad de mi alma por ayudarte, claro que, la locura total fue proponerte lo de la alternativa; estabas muy triste y pensé que dicha ilusión te llenaría de gozo; pero no supuse nunca que aceptarías y, al decirme “Sí, quiero” ahí me venciste por completo. Fíjate que, tras todo lo que he vivido en Colombia, ya quería irme; son muchos meses sin ver a mi madre y casi no lo podía resistir; hasta había pensado anular la corrida de Bogotá para marcharme. Pero tú has logrado que cambie todos mis planes. Me siento conmovido a tu lado. Estoy seguro que Dios nos tiene reservado algo muy bello para vivir, luego de este encuentro.

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Capítulo # 87

INGRID, ENAMORADA

L

a vida de Ingrid estaba dando un giro insospechado, ella pensaba que

todo era un sueño. Había mucha felicidad en todo su entorno. En muy poco tiempo había descubierto que, la amistad que sentía por El Mago, se estaba convirtiendo en un sentimiento bellísimo e inexplicable, al que el mundo suele denominar amor. La magia que el diestro desprendía y, sin él darse cuenta, estaba calando hondo en el corazón de la torera. Aquél apasionado beso que ella le dio al Mago, de alguna manera, estaba diciendo mucho más que millones de palabras. Ingrid, de pronto no era dueña de sus actos y, su actitud era la que la preocupaba. Era mucha la responsabilidad que asumía ante el hecho de tener que jugarse la vida frente a un toro y, para colmo, tomar la alternativa en dicho acto. En el fondo, Ingrid y El Mago se consideraban amigos y, como tales así pretendían actuar y sentir. De tal modo - en verdad - lo pensaban pero, la mirada de Ingrid certificaba muchas más cosas que las que pueda deparar la amistad entre dos personas, en este caso, entre un hombre y una mujer. Ahora, para dicha de ambos, tenían que pasar muchas horas juntos; digamos que, por las connotaciones de lo que habían elegido, tenían que vivir juntos. Todo estaba previsto para que, en dos meses vista, cuando comenzara la temporada de la Santa María de Bogotá, se celebrara en dicha plaza, este acontecimiento histórico en el mundo de los toros. Morenita de Bogotá se doctoraría allí, de manos del Mago, el mítico torero mexicano al que Colombia había adoptado como un hijo más. Ambos toreros, él y ella estaban emocionados; los unía la fuerza de la ilusión. En ella, ésta pugnaba por lograr hacer realidad lo que durante toda su vida fue su gran sueño; en él, por intentar repetir el gran éxito que obtuvo en Cali y, por saberse doctor en la misma ceremonia en la que investiría como doctora en tauromaquia, a su querida Ingrid.

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Iniciaron, como no podía ser de otro modo, una intensa preparación física y artística. Toreaban de salón en la misma plaza de toros de Cali porque la Fundación que la rige, gentilmente les había cedido el espacio para llevar a cabo el entrenamiento. El Mago había tenido conversaciones para torear algunas becerras en la finca de Ernesto González y, de ser posible, matar un toro a puerta cerrada por parte de Ingrid. Todo esfuerzo sería poco para la gran responsabilidad que habían adquirido. Terminaban cada jornada exhaustos del cansancio que acumulaban; no había tiempo para el asueto. Su concentración tenía que ser al máximo y, a la altura del gran esfuerzo que invertían. Luego de una dura jornada de entrenamiento, llegada la noche, tras la cena, El Mago invitó a Ingrid a tomar un café en un bar cercano. Él sentía que tenían muchas cosas que decirse y, fuera del contexto de trabajo que ambos tenían, un lugar íntimo para sus confesiones, era mucho más acertado. Sus miradas los delataban; parecían otras personas a las que convivían durante la jornada en la que, entre entrenamientos y consejos taurinos por parte del Mago hacia Ingrid, eran el maestro y la discípula. Pero, fuera del hábitat natural de su profesión, como ahora, El Mago e Ingrid sentían una ilusión desmedida por hablarse de cosas, muy al margen de los toros. - ¿ Crees, Mago, que hemos enloquecido ? – preguntó Ingrid -. - ¿ Por qué lo dices ? – contestó Rodolfo - . - Lo digo, porque te confieso que no se si tengo miedo por tomar la alternativa o por estar contigo. Te explico. El reto de que llegues a doctorarme y así satisfacer lo que ha sido mi máximo anhelo en la vida, es algo que me motiva, pero estar contigo a tu lado, como ahora, me apasiona. Estoy feliz contigo, Mago querido. ¿ Sabes qué ?. Tengo miedo por si algún día este sueño que estoy viviendo, se acabe; han sido muchos los reveses que la vida me ha dado y, como te digo, si esto es un sueño no quiero despertar jamás. Es tanta la dicha que estoy sintiendo que no sabría explicarte con palabras, que es lo que pasa por mi corazón. El Mago se quedó mirando a Ingrid con los ojos del alma. Escuchaba con atención lo que le contaba la muchacha y, lo que es mejor, adivinaba lo que sentía su corazón. En realidad, la magia se estaba apoderando de los dos. Ambos se sentían envueltos en un manto de amor y, sin que se hubieran percatado hasta ahora, ya la felicidad los había inundado por completo.

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El milagro del amor, una vez más, hacía acto de presencia junto a dos seres maravillosos a los que unió su profesión y, lo que es mejor aún, la propia vida. - Gracias, Ingrid – susurró El Mago -. Yo también me siento muy contento a tu lado. ¿ Qué nos está sucediendo ?. No, Ingrid, no me contestes. Deja que siga deleitándome con lo que me dice tu corazón y, tu mirada limpia y pura, que me sigue embelesando. Tus ojos, me lo dicen todo, amada mía; no necesito siquiera de una sola de tus palabras.

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Capítulo # 88

TE AMO, RODOLFO

L

a vida es caprichosa y, en ocasiones produce unos giros insospechados.

Ingrid y El Mago, hasta hace dos meses atrás no se conocían para nada; ella sí sabía de la existencia de él pero, para el Mago, Morenita de Bogotá era una auténtica desconocida. Es evidente que, ha girado locamente la ruleta de la vida, para que llegara El Mago a Colombia y, en las postrimerías de su estancia en la capital vallecaucana, como por arte de magia apareciese Ingrid con la ilusión de saludar y abrazar al Mago, ese torero al que tanto ella admiraba. Ellos no podrían haber sospechado que ocurriría esto que ahora están viviendo. Ni en sueños hubieran pensado que, tras aquel encuentro, ahora estarían juntos y, lo que es mejor, susurrándose al oído bellas frases de amor. La noche era linda. Un cielo estrellado era el testigo de aquella conversación entre El Mago y la torera. Era ya muy tarde y, ambos tenían el deseo de dar un paseo en la mitad de la noche. Apenas había viandantes, ruidos y nada que se le pareciera; todo era casi un silencio sepulcral que servía como testigo de lo que aquello seres estaban sintiendo. Durante mucho rato, cogidos de la mano, sin mediar palabra, pero mirándose a los ojos, caminaban sin rumbo. No había prisa; eran dueños de su tiempo y, a su vez, de su propio destino. Ingrid estaba bella; los años no hicieron mella en su ser. Su figura seguía siendo bonita; su cuerpo demostraba que, pese a todo, se había cuidado en la medida que las circunstancias le habían dejado. Durante muchos años, posiblemente, su más grande cuidado con su cuerpo vino dado por la escasez de medios con los que contaba; muchos días, apenas tenía para comer. Todo a causa de su vida bohemia, la que ella había elegido aferrada a sus propias ilusiones que jamás se concretaron. Sin embargo, en estos años de penurias y miserias, Dios estaba con ella; no engordó en lo más mínimo y, hasta parecía aquella muchachita ilusionada que, un día, hasta creyó que podría tocar el cielo con sus manos gracias a su profesión. De regreso de su paseo, muy cerca del hotel, en una zona de penumbra, como si de dos adolescentes se tratase, de repente, ambos se detienen y, sin mediar palabra, Ingrid abraza a Rodolfo y sella un apasionado beso en sus labios. El escalofrío del amor recorrió sus cuerpos; no daban crédito a lo que estaban viviendo. Una y otra

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vez acariciaron sus labios y, en un interminable abrazo lleno de amor, se quedaron amarraditos los dos, el uno junto al otro. – Rodolfo, ¡ te amo ! –susurró Ingrid al oído del Mago – . Me siento completamente enamorada de ti. ¿ Qué me has dado, amor ?. Ahora mismo, si me lo permites, quiero rezarle a Dios, para darle las gracias por todo lo vivido puesto que, por el solo hecho de haber llegado hasta ti, todo ha merecido la pena. Ingrid miraba al cielo como dándole gracias a Dios por lo que estaba viviendo. Un milagro, no podía ser de otro modo, se repetía una y mil veces ante lo que estaba sucediéndole en su vida. Atrás quedaron humillaciones, vejaciones, engaños, malos tratos y desprecios de toda índole que, por ser mujer, tuvo que soportar. El machismo, en el mundo de los toros, como ella comprobó, sigue siendo el arma más destructora para el ser humano y, mucho más, si éste viste de mujer. - Soy yo, Ingrid mía, el que estoy en una nube. No puedo creer lo que me pasa. Como te dije, bonita mía, lo que yo pretendía era hacerte feliz dándote la alternativa, ya que esto es lo que ha sido el motivo de tu existencia y, ahora, por un bello lance del destino, mira dónde estamos. ¿ Qué nos pasó ?. No me digas nada; como ayer te dije, sobran las palabras. Soy demasiado dichoso al verme a tu lado. Perdóname, Ingrid; soy yo el que tengo miedo de no estar a tu altura en el amor. Igual mañana tengo que irme a México que, allí está mi gente, mi madre de forma concreta y, desde este instante, no quiero imaginarme mi vida sin ti. Ni alejarme amor, de ti ni un segundo. En el otoño dorado de nuestras vidas, Ingrid, ¿cómo podría siquiera haber imaginado lo que sentimos?; peino muchas canas como estás viendo, pero siento la emoción de un chamaquito que ha conocido a su primera chamaquita de la que se ha enamorado feliz. Me ilusionó ayudar a la torera que llevas dentro y, ahora, me fascina la mujer que tengo a mi lado. Me siento feliz como un niño. Y no logro comprender cómo en tan poco tiempo nos ha invadido tanta magia. Acurrucados el uno junto al otro como estaban, Ingrid y El Mago habían decidido pasar la noche juntos. Era mucho amor el que sentían y el que deseaban entregarse el uno al otro. La habitación del Mago sería testigo de una noche mágica y llena de amor entre dos seres que habían decidido amarse sin condición.

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Capítulo # 89

UNA NOCHE INOLVIDABLE

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o había más preguntas entre ellos. Decidieron, pasar la noche juntos y,

ante todo, vivir cada minuto de su existencia como si fuera el último. El mañana no interesa, pensaban al unísono. No hacían planes para el futuro. No cabían; no los necesitaban. Estaban viviendo un momento intensísimo y, desperdiciarlo en conjeturas sería un acto infame. Ingrid y El Mago estaban felices y, ante todo, nerviosos; parecían dos adolescentes. Entraron a la habitación del Mago y, temblaban; daba la sensación que era la primera vez que sentían el amor y, deseosos de gozar del sexo, vibraban intensamente, a la par uno del otro. Eran, ante todo, un hombre y una mujer enamorados. ¿ Qué dicha podría ser más grande ?. Sentían, en su interior que era la primera vez que entre ellos, iban a tener sexo; y, tal como dos jóvenes primerizos sentirían; no acertaban a comprender todo lo que les iba sucediendo. De que era algo muy bello, estaba clarísimo. Ingrid, sabía del sexo, pero lo sabía desde sus ancestros más repugnantes; al haber optado acostarse con ciertos hombres para lograr lo que no pudo hallar: el éxito. Era por lo tanto algo sucio para ella; ni orgasmos tuvo nunca con aquellos seres aberrantes que a su vez, no eran mejores personas que ella, ya que la trataron como si fuese un un vil juguete. Respecto al Mago, otro tanto de lo mismo. Habiendo fracasado en un matrimonio infame, durante toda su vida, sexualmente, se tuvo que saciar con las mujeres de la vida, algo placentero para un segundo, pero sin el menor atisbo de amor. Y es entonces en este preciso momento, de esta noche bellísima en la que, Ingrid y El Mago, arrebatados por el más bonito amor sentían algo nuevo, una sensación jamás antes sentida y de la que querían gozar por completo. Sus corazones palpitaban a velocidad de vértigo. Era ya muy tarde y, ridículamente, una vez dentro de la habitación pretendían conversar; porque sentían miedo “ escénico ”; y, aturdidos como estaban, de sus labios no salía palabra alguna; eran sus miradas la que hablaban; esos ojos enamorados los que pronunciaban el lenguaje del amor; ése que no necesita de palabras para decirlo todo.

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Sentían rubor el uno ante el otro y, fue Ingrid la que tomó la iniciativa. Rodolfo la miraba con ojos de encanto; y, no daba crédito a lo que estaba viviendo. Estaba con una mujer que, además de todo lo que pudiera esperar un hombre de ella, tenía la certeza de que la amaba por completo; no era el “clásico” caso de los amoríos que El Mago solía encontrarse en el camino de su azarosa vida. Es por ello que, la sensación que sentía era irrepetible, mágica, única y genial. Nunca antes había sentido nada igual; hasta se acordaba de su matrimonio con la gringa y, nada que ver; aquello tuvo tintes amargos y, a fin de cuentas, él no recordaba nada bello al respecto. Sin embargo, ahora, en este momento, vibraba como un muchachito que conoce por vez primera a su enamorada del alma. Ingrid se abalanzó junto al Mago y, con un apasionado beso selló aquel bendito amor. Como toda enamorada, Ingrid, cerró los ojos mientras besaba al hombre que amaba y él, enardecido como estaba, desde su interior, le daba gracias a la vida por haberlo llevado hasta allí con esta bella mujer. Si Rodolfo desprendía magia, Ingrid se la arrebató por completo; ambos, enamorados y envueltos en el manto de dicha magia, estaban gozando de un momento inolvidable, una sensación que, con el permiso de Dios gozarían en muchas más ocasiones. Ingrid, con la sensualidad y la ternura que la caracterizaba, se desnudó lentamente. El Mago estaba excitado; si acaso, más desde dentro de su alma que en su propio cuerpo. Hasta este momento, Rodolfo miraba a Ingrid con los ojos de la admiración por la profesión que había elegido; ahora, en este preciso momento, estaba viendo y admirando a la mujer, una hembra bellísima con una piel suave, morena y, con una ternura fuera de lo normal. Su corazón se le salía del pecho. Aquellos ojos azules, su pelo negro, su tez morena y aquel cuerpo bello, dejaron a Rodolfo sin palabras y, casi sin aliento. - ¿ Será un sueño lo que estoy viviendo ? – se preguntaba desde su interior -. Era una realidad maravillosa. Una vez Ingrid se había desnudado, con delicadeza y orgullo de enamorada, desnudó - muy despacito - al Mago. Juntos y con el “ traje ” del amor en sus cuerpos, se extasiaron por completo. Querían decirse cosas; nada era posible. Eran sus ojos, sus cuerpos los que lo decían todo. La escena, por repetida en millones de enamorados por el mundo, era totalmente nueva para ellos y, de tal modo la gozaban. Un mundo de caricias formaron entre ambos para que su gozo fuera total.

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Se abrazaban, se amaban, se adoraban, sentían sus cuerpos juntos y, la eclosión del amor fue inigualable. Y siguieron sobrando todas las palabras porque esta vez, hablaron sus cuerpos.

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Capítulo # 90

EN EL CALOR DE LA NOCHE

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llos no tenían prisa. Estaban viviendo la noche más bella en su existencia.

Por vez primera, Ingrid y El Mago disfrutaban del más apasionado amor; eran, un hombre y una mujer enamorados que, daban rienda suelta a sus ilusiones y poseídos por el mayor desenfreno, sentían algo tan bello y único, como jamás antes habían sentido. Tras tantos años deambulando por el mundo, ambos estaban gozando de algo increíble, mágico y simple, como es el sexo rociado de amor. La vida los estaba premiando. En realidad, ambos, por miles de razones, tenían derecho a recibir este premio. Era mucho el dolor sufrido hasta este momento en sus respectivas vivencias; y ahora, tanto uno como el otro, en esta inolvidable noche saciaban toda su sed de amor. No pretendían orgasmos alocados; lo que sentían tenía mucho que ver con el sentir de sus almas y, los orgasmos gozados, se tornaron entonces sublimes, porque eran fruto del más sincero y apasionado amor, que pueden manifestar juntos, el cuerpo y el alma. Ingrid y El Mago consumieron al calor de la noche toda su resina; y, lo disfrutaron con locura desmedida; inertes quedaron ya en las altas horas de la madrugada. Nada importaba. En aquellos momentos, ambos comprendieron que todo les sobraba; porque habían descubierto una forma de vivir y de amar, en la que sencillamente, bastaba con tenerse, el uno al otro. Exhaustos de placer, se miraban con ternura. Ambos se sentían los seres humanos más dichosos del mundo. Se acariciaban con infinita delicadeza; Ingrid ponía las manos sobre el pecho del Mago; y, él besaba sus labios con una suavidad increíble; convirtiendo todo en pura caricia entre ambos. Se detuvo el tiempo, porque éste quería ser espectador de tan bella noche de amor. El Mago acariciaba los bellos muslos de Ingrid mientras ella se estremecía nuevamente, ante su contacto. Mucho amor contenido, anidada dentro de aquellos dos seres que, sometidos a examen - como habían sido - tantas veces por el destino; ahora, por vez primera entendían lo que era la verdadera felicidad, la que ellos habían sido capaces de construirse para deleite de ambos. Ingrid estaba exultante y feliz; y, el Mago rezumaba dicha por todos los poros de su piel. Su magia era tanta que, juntos y desnudos, hasta tenían la sensación de haber

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vivido toda una vida así. Se acabó el rubor entre ellos; y, ahora hasta se miraban con esa ternura desmedida que tanto les alimentaba el alma. Cuando existe amor, todo es posible. Ambos sentían que habían saciado el deseo de sus cuerpos pero, basado en los más claros y puros sentimientos de sus almas; su cómoda permanencia así, desnudos, certificaba todo el amor que se profesaban. Antes de quedarse dormidos, Ingrid susurró unas dulces palabras al oído del Mago. Dijo: - Rodolfo, quiero dormirme acurrucada entre tus brazos. Ha sido sin duda, la noche más feliz de mi existencia. Me siento plena con tu amor, y, con tu vida toda; eres mago hasta para hacer el amor. Si pretendías que gozara como nunca en la vida, lo has logrado por completo. ¡ Gracias mi cielo !, porque a tu lado he sentido, por vez primera en mi vida toda la belleza del sexo, como cuando se está enamorada del hombre al que amas, como es mi caso contigo. Me has hecho muy feliz; y, no quiero nada más, mi estar contigo. Ni siquiera cumplir este sueño mío contigo como estoy ahora aquí, en esta noche, todo emocionante que pueda resultarme jugarme la vida, todo lo que he sentido hoy aquí, contigo.

vida; nada me importa, salvo de mi alternativa; tras estar lo demás me sobra. Por muy nada se podrá comparar con

Y con un dedo sobre los labios del Mago, terminó diciendo – no hagamos planes, Rodolfo; dejemos que fluya la vida, vivamos sencillamente, este bello presente, que tanta dicha nos da. - Ingrid de mi alma – dijo El Mago - si tú dices haber estado feliz a mi lado, imagina entonces mi dicha. Todo ha sido un bello milagro que aún me cuesta creer. Hasta fíjate, que tengo ante mí tu bello cuerpo desnudo y creo que estoy soñando. He comprobado que hay mucha ternura dentro de tu ser; eres una bellísima mujer y me has saciado por completo. Pase lo que pase en nuestras vidas, amor, esta noche no la olvidaré jamás; y le pido a Dios que nos otorgue la gracia para que nuestro amor sea eterno y, que jamás te alejes de mí porque no podría entender mi vida sin ti. He tocado el cielo con mis manos, Ingrid; hoy, por vez primera he comprendido que, pese a mi azarosa vida, tras conocerte, todo ha merecido la pena. Yo amor, sumido en la vorágine de las peores desdichas, casi quizás tanto como tú, siento que hemos tenido que conocernos para amarnos y ser los más dichosos del mundo el uno junto al otro. Junto a ti, amor, en esta mágica noche, he sabido de una vez y para siempre lo que significa que “el amor nos hace”; nunca antes lo había sentido así. Me has arrebatado por completo. Estoy flotando por causa de todo este amor que me das y que siento por ti. Me elevaste hacia esta hermosa nube encantada; de la que, por favor, te pido Ingrid, no me dejes bajar jamás, porque te lo juro, que aquí me siento un poquito más cerca de Dios.

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Capítulo # 91

UN NUEVO DÍA

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abía amanecido un nuevo día y con sus ilusiones a flor de piel, los

enamorados se disponían a afrontar la nueva jornada atendiendo todos los compromisos que tenían pendientes; todos los que demandaba su profesión y, ante todo, la puesta a punto para el evento que dentro de breves fechas los esperaba que no era otro que, ambos, por vez primera, - un hombre y una mujer - se jugarían la vida frente a un toro bravo. El Mago doctoraría a Ingrid como matadora de toros y, esa ilusión los mantenía vivos y, lo que es mejor, enamorados. En este singular día después de aquella noche de amor, ambos estaban invitados a la finca de Ernesto Gutiérrez que, gentilmente les había ofrecido un toro para su lidia y muerte, y que le serviría de preparación a Morenita de Bogotá. Llevaban muchos días de entrenamiento y, en aquel momento cuando llegaron a la finca, al ver el toro que tenían preparado para el evento de práctica, El Mago se quedó sin aire en los pulmones; tan solo pensar que Ingrid tendría que enfrentarse a aquella fiera lo dejó sin aliento. Ella, por el contrario, se sentía feliz y dichosa. Si en realidad sentía miedo, lo disimulaba muy bien. Ciertamente, podía más su ilusión al pensar que haría realidad el sueño que toda la vida la alimentó y, seguramente, por dicha razón, su miedo estaba contenido. El toro se llamaba “Glorioso” y, una vez en la plaza de tientas de la finca, se comportó haciendo honor a su nombre; ofreció una embestida pastueña para su lidiadora que se sintió la más dichosa del mundo con sus trebejos toreros. El Mago, por su parte, toreó a dicho toro con el capote aportando su genialidad para regocijo de los asistentes a dicho acto. A mitad de la faena, Morenita, en un arranque de humildad ante quien que ella consideraba su maestro, le cedió la muleta para que Rodolfo dibujara unos muletazos de ensueño. “Glorioso” parecía hasta dichoso de ser lidiado de una forma tan linda. Una vez de nuevo frente al toro, Ingrid desgranó los muletazos que siempre había soñado y, le pedió a Dios que, el día de su alternativa le saliera un toro como “Glorioso”; ya que eso, sería como tocar el cielo con sus manos. Su faena resultó vibrante, emotiva, cargada de sentimientos y, ante todo, rociada de arte, tanto por su parte como durante la intervención del Mago. Cuando la faena ya estaba hecha, Ingrid rompió a llorar; eran tanta la emoción que sentía que ni ella misma se lo creía. La bravura del toro fue tanta que, ni El Mago ni Ingrid quisieron matarlo; le perdonaron la vida porque un animal como “Glorioso” debería de quedarse en el campo para padrear y engendrar toros de su estirpe y condición. Digamos que la prueba de “fuego” para Ingrid, como era matar al toro, no se consumó; pero nada importaba. Ella había sentido la adrenalina del toreo en sus

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carnes, se mostró capaz de estar frente al toro y, lo que es mejor, convenció a todos los asistentes a dicha “ceremonia”, incluyendo al Mago. Tras la mágica faena ofrecida por ambos toreros, el ganadero estaba feliz. Pensar que gracias a Ingrid descubrió un gran toro y haberlo podido indultar, lo llenó de gozo. Todo eran parabienes para la torera y, por supuesto, para El Mago que, en sus intervenciones estuvo tan genial como siempre y tan arrebatador como nunca. Esta pareja de toreros geniales se quedaron todo el día en la finca citada porque el ganadero los quiso agasajar; el privilegio había sido grande para él, ya que, dos toreros como Ingrid y El Mago lidiaran un toro de su camada para exponer su arte y, hasta indultaran al noble animal por su bravura; una acción que, en otras manos, posiblemente, no hubiera sido posible. Como se dice en el “argot” de la torería, algunos toros no tienen suerte con los lidiadores que les tocan y, “Glorioso” la tuvo toda al caer en las manos de Morenita de Bogotá y El Mago. Una vez concluida la faena, como El Mago le confesara a Ingrid en la noche, recién ahí, cuando ya todo había terminado, él pudo respirar tranquilo. Ella no entenderá nunca todo lo que Rodolfo sufrió mientras ella toreaba tan bellamente a su enemigo. Él sabía de la poca experiencia que Ingrid tenía en aquellos momentos y, por supuesto, era conocedor del peligro que ella corría. Durante la lidia, se le salía el corazón del pecho, pero trató siempre de que nadie lo notara y, ella, mucho menos. Allí pasaron entonces, la tarde en la hacienda del señor Ernesto Gutiérrez y, a su vez apalabraron, con el permiso del empresario, la corrida que se lidiaría en Bogotá para la ceremonia de investidura de Morenita de Bogotá como matadora de toros.

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Capítulo # 92

SE ACERCA LA FECHA

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altaban pocos días para el acontecimiento de la temporada colombiana y, El

Mago e Ingrid saboreaban a diario la admiración que todo el mundo les mostraba. Ya se había decidido la fecha y el cartel: “Toros de Ernesto Gutiérrez para Rodolfo Martín El Mago, Diego González y la alternativa de Morenita de Bogotá”. En la capital andina ya se palpaba un gran ambiente de fiesta; en Cali, dicho acontecimiento se había publicitado por toda la ciudad. Los medios de comunicación no hablaban de otra cosa; expectación, la tenían toda. Todo hacía presagiar que el evento sería el acontecimiento taurino del año. Los protagonistas llegarían a Bogotá dentro de pocas fechas. Arribarían con varios días de antelación al evento porque había que compartir con todos los medios de comunicación para mostrarles las sensaciones que ambos sentían al efecto. Todo un suceso, que apenas, ellos daban crédito. Como el Mago confesara, el día que le ofreció a Ingrid darle la alternativa, ese día lo vino Dios a ver. Las pruebas así lo demostraban. Morenita de Bogotá, que hasta hace pocas fechas era una auténtica desconocida, gracias a la gestión y ofrecimiento del diestro mexicano, pasó a ser una “estrella” para los medios informativos. Ella no daba crédito a lo que le estaba sucediendo; le costaba mucho entender aquella situación. Era la misma mujer que, dos meses atrás, pasaba todo tipo de penurias y, lo que es peor, nadie reparaba en ella. Como quiera que el destino siga siendo caprichoso, al final le llegó a Ingrid su oportunidad para gozar y hacer realidad su sueño y, como se comprobaba, para disfrutar de una popularidad y admiración que nunca antes había sentido. Hasta El Mago se sorprendía ante sí mismo porque, como sabemos, por momentos, hasta había pensado anular la corrida bogotana para marcharse a México donde los suyos lo esperaban. Pero vino Ingrid a cruzarse en su camino para que cambiara por completo el designio de su vida; pero en todos los sentidos. Torearía en Bogotá para darle la alternativa a Ingrid y, lo que es mejor, a sabiendas de que doctoraría en tauromaquia a la mujer que tanto amaba. Ese mismo día era requerida Ingrid en Radio Caracol, la prestigiosa emisora colombiana. Todo el mundo quería entrevistarse con ella; era, claro, el centro de atención del universo taurino. Nunca antes se había dado cita en Colombia un espectáculo como el anunciado en Bogotá. Había muchos “ingredientes” que hacían del espectáculo citado, un evento admirable. Hernán Zapata entrevistaba a la torera en directo.

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- Ingrid, ¿ cómo se siente tras haber luchado toda la vida y, ahora, con perdón, en el otoño dorado de su existencia, comprueba que hará realidad el sueño que la alimentó durante toda su existencia ?. - Feliz. Muy dichosa. Se ha producido un milagro en mi vida y, gracias al Mago, se cumplirá mi sueño. Estoy muy contenta y no paro de darle gracias a Dios. Tras tantos años viviendo en el ostracismo y en la oscuridad, no podía imaginar jamás que el destino pudiera reservarme una sorpresa tan agradable. - Como sabemos, en su juventud, usted mató más de cien corridas de novillos pero, a su edad y tener que enfrentarse a un toro, ¿ no le parece un riesgo desmedido ?. - Por supuesto que no. Mire usted, ayer maté, digamos que toree un toro en la finca de Ernesto Gutiérrez, que por cierto lo indultamos, y me sentí pletórica; venía muy entrenada junto a mi padrino y me sentí muy a gusto; ni me pesaron los años ni la falta de actividad. El mayor riesgo de mi vida ha sido siempre convivir con el taurinismo y, como decimos los toreros, en muchas ocasiones, el más honrado es el toro y, si sale como el de ayer, la gloria no puede ser mayor. - Todos los medios de comunicación hablamos de usted al respecto de su tardía alternativa. ¿ Cómo se produjo esa simbiosis de coincidencias para que lo que usted llama un milagro, pudiera llevarse a efecto ?. - Se lo debo todo al Mago. Conocedora de su historia y sabiendas de que se encontraba junto a nosotros, un día se me ocurrió ir a saludarlo y, desde aquel momento cambió el curso de mi vida. Le conté muchos pasajes de mi vida y, Rodolfo se estremeció; nos hicimos amigos y, me veía tan decidida por lograr mi ilusión por convertirme en matadora de toros que, de repente, me ofreció esa posibilidad y, mientras viva le estaré agradecida. En aquel momento sentí su amistad, su apoyo su ternura, su comprensión hacia mi ser y un respeto que jamás antes había sentido por parte de un hombre. El Mago tenía apalabrada esta corrida en Bogotá, aunque él, después de su éxito aquí en Cali, hasta perdió la ilusión por llevar a cabo dicha actuación. Él sentía añoranza por los suyos y, hasta había decidido marcharse a su México natal. Quiso el destino que nos encontrásemos y, aquí me tiene usted.

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Capítulo # 93

INGRID, PROTAGONISTA

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or un momento, dada la expectación que Ingrid había formado ante el

evento de su alternativa, hasta daba la sensación de que había eclipsado al Mago. Rodolfo Martín, gran protagonista y centro de atención en el mundo de los toros desde que arribó a Colombia, quedaba en un segundo plano ante los medios informativos; naturalmente que, la figura de Ingrid, arropada por sus hechos, eran la noticia que conmovía a los círculos taurinos. Sin embargo, el hecho de que Ingrid fuera la gran estrella de una historia tan conmovedora, ello hacía feliz a Rodolfo que, sólo anhelaba la plena satisfacción de la mujer que amaba. El Mago seguía en compañía de Ingrid en la emisora citada en la que, Hernán Zapata continuaba con las preguntas a la torera. - ¿A quién le guarda rencor, Ingrid ?. - El trasfondo de su pregunta tiene tintes capciosos, de eso no me cabe la menor duda. Pero si me permite le diré que, pese a todo, le sigo dando gracias a la vida que me ha dado tanto. Más allá de todo lo sufrido, si basara mi vida junto al rencor, éste hubiera venido hacia mi persona como un efecto boomerang y, sin duda, ahora no sería tan dichosa como soy. Recuerde que yo amo por convicción y olvido por devoción. - ¿ A no tener nada, le llama usted “tanto” ?. - Es cierto que no tengo nada material; pero fíjese si la vida es hermosa que me ha dado satisfacciones que no las podría comprar ni con todo el dinero del mundo. ¿ Con qué dinero hubiera yo podido comprar el hecho de tomar la alternativa, ahora, en breve y a mi edad ?. Es imposible. ¿ Cuánta plata debería de haber acaudalado para encontrar el amor ?. ¡ Y lo tengo !. El dinero, aunque ayuda, no es la felicidad y si me lo permite deje que le confiese que yo soy feliz. - ¿ Es usted consciente de que va a jugarse la vida y que puede perderla ?. - Por supuesto que sí; pero si pierdo la vida seguro que encuentro la gloria. Permítame el eufemismo, pero morir en el ejercicio de mi profesión, en algo que tanto amo, en realidad sería como tocar el cielo con las manos, pero de forma directa. - Ante un acontecimiento tan relevante en el que será usted la gran protagonista, ¿ qué prefiere, la cornada o el fracaso ?.

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- Si usted me deja elegir, el éxito, que es lo que siempre anhelamos los toreros. Es más, nuestra mentalización es siempre positiva; ningún torero ni el más loco de ellos, es capaz de pensar en la cornada y, mucho menos, en el fracaso. Este es un ejercicio que, auspiciado por el arte y dominando la fiereza de un toro bravo puede uno tocar la “gloria” desde la misma arena de la plaza de toros. - Por cierto, señora Ingrid: ¿cómo entiende usted que será la reacción del público cuando le vean frente al toro ?. - Si me obsequian con el respeto, con ello me sentiré muy recompensada; lo demás ya lo pondré yo. No quiero favoritismos por aquello de ser mujer; ni pretendo lagrimeo alguno por parte de nadie; quiero jugarme la vida como mis compañeros y, del resto, Dios dirá. - Tengo una curiosidad como periodista. ¿ A quién le brindará usted el toro de su alternativa ?. - Al único ser que ha creído en mí como torera y como mujer; se llama Rodolfo Martín El Mago, aquí presente a mi lado. Toda la satisfacción que me está dando ahora la vida se lo debo a él, un modelo de hombre y un artista irrepetible. - He leído en algún medio, Ingrid, de su cariño hacia El Mago; incluso hemos visto algunas fotos publicadas en una revista en que está usted cogida de la mano del Mago paseando por las calles caleñas. Decía usted ser amiga del diestro mexicano pero, en realidad, ¿ no habrá algo más en sus vidas ?. - Por supuesto que sí – afirmó Ingrid con rotundidad - Rodolfo es el amor de mi vida; el hombre que ha sabido hacerme totalmente feliz; el ser humano más bello que he conocido en mi vida que, para mi dicha, un día, en la soledad de mi habitación me susurró al oído: “ te amo, Ingrid “. - O sea que, además de ser un acontecimiento de una magnitud inusual, justamente, el hecho de que usted se doctore como matadora de toros en Bogotá, que su padrino sea el amor de su vida, ello tiene tintes increíbles, ¿verdad? - No creo que algo tan lindo haya sucedido muchas veces; pero ha sido el destino el que ha confabulado junto a nosotros para que, ahora, Rodolfo y yo seamos los mas dichosos de este mundo. Como digo a diario, le sigo dando gracias a Dios por tanta bendición; hace pocos meses yo era una pobre desdichada sin horizonte alguno y, ahora mismo, soy la persona más rica de este mundo. - Le doy las gracias Ingrid – dijo Hernán - por habernos contado sus emociones y sensaciones; nos ha alegrado usted el corazón. Que siempre le vaya bonito y, de mi parte, le aseguro que el día de su alternativa, allí estaré para dar fe de cuanto allí ocurra. Un abrazo para usted y para El Mago aquí presente.

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Capítulo # 94

MORENITA, EN BOGOTÁ

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n este día partían hacía Bogotá Ingrid y El Mago. La expectación estaba

servida. Ante el evento de la alternativa de Morenita de Bogotá se había creado una aureola fantástica. En la capital andina, los círculos taurinos anhelaban la llegada de dicha fecha. Eran muchos los aficionados, que todavía recordaban la época de novillera de Morenita y, para todos era una sorpresa mayúscula que, muchos años después, la torera, quisiera doctorarse en tauromaquia. Hasta La Santa María, su plaza de toros, se había engalanado para tal acontecimiento. Faltaban tres días para el suceso taurino de mayor relevancia en dicho redondel y, el boletaje ya se había agotado. Ellos no sospechaban, en realidad, la magnitud del evento. Es más, no podían imaginar que pudieran ambos, concitar tanta expectación; a fin de cuentas, El Mago era un torero mexicano que, solo había toreado una corrida en Cali y, respecto a Ingrid, una señora que en su día intentó la aventura de ser torero sin haberlo logrado. Siendo así, ¿ de dónde venía la expectación que ellos habían concitado?. Es cierto que el empresario había vendido muy bien la idea; la promoción era perfecta; la idea, como tal, subyugante. Todo era muy atrayente y, en realidad, lo que hizo el empresario no fue otra cosa que publicitar muchísimo el espectáculo que había organizado. Desde luego que, alicientes no le faltaban. Cierto es que, la popularidad del Mago era inmensa. Se hizo famoso por la circunstancia del accidente de aviación pero, en los círculos taurinos, su actuación en Cali había dejado constancia de la grandeza artística del diestro mexicano. En Colombia ahora, no se hablaba de otra cosa. Los aficionados a esta fiesta singular y única se frotaban las manos ante lo que la empresa bogotana había programado. La fecha, aunque fuera de temporada, tenía todos los alicientes de un gran acontecimiento. No todos los días se doctora una mujer en una plaza de toros y, además era la presentación del Mago en la capital colombiana. Se lidiaban de nuevo toros de la misma ganadería que tantas veces habían triunfado en Bogotá, es decir, los toros de César Rincón. Alicientes, los había todos. Ya, en Bogotá, Ingrid y El Mago se alojaron en un hotel muy cercano a la plaza. Faltaban apenas tres días y ellos querían vivir en directo las emociones previas al festejo. Aquello de fumarse un puro en los aledaños de la plaza, justamente, en los jardines que circundan la misma, era una ilusión para El Mago. Y hacia allí se fueron. Él andaba con su particular sombrero, con su pañuelo al cuello y esa elegancia de la que era dueño y señor. Ingrid vestía informal. Pantalón vaquero ajustado, blusa blanca y, emulando al Mago, también lucía un sombrero muy bonito que éste le había regalado en Cali.

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Ingrid tenía una figura espectacular; daba la sensación de una treintañera; su tez era morena, su pelo muy negro, sus dientes blancos resaltaban en su lindo rostro; su físico, todavía muy bello. El Mago, a su lado, se sentía eufórico; estaba con la mujer amada y, para mayor dicha, en poco más de dos días le daría la alternativa a ella. Esa mujer torero, a quien él amaba tanto. Como era costumbre en El Mago, cada vez que llegaba a una ciudad le gustaba mucho recorrer la plaza por dentro. Ahora no podía ser una excepción y, de la mano de Ingrid, juntos, dieron la primera vuelta al ruedo como un presagio del triunfo que pudiera esperarles, llegado el momento en tan magno día. La imagen era muy linda; los empleados de la plaza dieron toda clase de facilidades para que El Mago y su prometida visitaran el inmueble taurino. Además de la vuelta al ruedo, visitaron la capilla, la enfermería y demás dependencias de dicha plaza. Ambos ya se sentían como en casa. Era tan solo, cuestión de familiarizarse con ese edificio tan emblemático y conocerlo en profundidad. A la salida de la plaza les esperaban un nutrido grupo de aficionados; se había corrido la voz de que dentro de la plaza estaban los protagonistas del cartel del año, como rezaban los afiches publicitarios y por dicha razón la gente se arremolinó en los aledaños de La Santa María. Unos los abrazaban, otros les pedían autógrafos; Ingrid recibía los más bellos piropos mientras que, El Mago, con su gracia particular, les pidió silencio a todo el gentío que se congregaba en los jardines que circundan la plaza de toros y, subido sobre uno de los bancos de dicho parque, de repente, lanza un “discurso” para los aficionados. Todos quedaron atónitos; nadie se imaginó que el propio diestro, sin protocolo alguno, sin guión, empezó con un monólogo sensacional en el que enfatizaba sobre las maravillas de la fiesta taurina y, de forma muy concreta, trasmitiendo la ilusión que él tenía por debutar en la plaza bogotana; ni que hablar sobre la ponderación que hizo de Ingrid. Allí quedaron todos los presentes anonadados y, sin duda, El Mago se llevó la primera gran ovación en Bogotá.

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Capítulo # 95

EL SUEÑO SE HACE REALIDAD

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legó el día soñado y, ambos toreros no podían contener la emoción. Esa

misma tarde, El Mago le daría la alternativa a Morenita de Bogotá en el ruedo de su propia ciudad. Todo estaba previsto para que fuera un acontecimiento singular y único; ellos lo sabían, de ahí los nervios que los atenazaban, mucho más a Ingrid que, tras varios años sin torear, con tan solo el entrenamiento junto al Mago y, con el toro que ambos torearon en el campo, el bagaje profesional de ella se quedaba muy escaso. Pese a todo, ella se sentía fuerte y, lo que es mejor, totalmente ilusionada, convencida de que afrontaría el reto con dignidad y, ante todo, lucharía por lograr el éxito. Era muy tempranito y, El Mago e Ingrid salieron la calle para “ espantar ” sus miedos. Habían pasado la noche juntos; una noche muy especial en la que hicieron el amor hasta la extenuación; ellos sabían que, hacer al amor sería el mejor sedante contra el miedo y, sin duda, para recobrar ilusiones. Así se les veía por la calle, radiantes, felices, dichosos; regalaban sonrisas por doquier. Justo en los aledaños de la plaza, en el bar taurino por excelencia del barrio, entraron ambos para tomar un cafetito. Les reconocieron de inmediato los clientes y, de pronto se encontraron ambos firmando autógrafos en servilletas, pañuelos, sombreros; cualquier objeto les servía a los aficionados para guardar el autógrafo de ellos dos. La algarabía que formaron resultó todo un éxito para el propietario del bar que, de pronto, debido a la noticia que los protagonistas de la tarde histórica de aquel día, estaban ahí, en el bar de su propiedad, que de momento se vio invadido por decenas de aficionados; no lo podía creer. Los aficionados, sentían como sus ídolos, les tenían allí de carne y hueso justo al alcance de la palabra y de la mano. La dicha no podía ser más grande. Tanto El Mago como Morenita de Bogotá, eran personas muy cercanas al pueblo; porque ellos provenían desde sus orígenes del mismo pueblo. El Mago siempre había sido un tipo del pueblo; las cercanías con su gente era algo que lo apasionaba; y, en esta ocasión, no podía ser una excepción. Además, ahora tenía muchos motivos para estar junto a los que él consideraba como su gente; la gente de la calle, esos sencillos aficionados eran los que le daban sentido a su vida; compartir con ellos vivencias e ilusiones era lo que más feliz lo hacía. Ingrid, a su lado, saboreaba idénticos placeres. ¡ Mago !... ¡ Mago !.... ¡ Mago ! .... Le gritaban los aficionados. Rodolfo era vitoreado por allí por donde anduviere, sencillamente

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porque era un hijo de pueblo y porque con él compartía a diario sus quimeras e ilusiones. Así discurría la mañana y, de la mano de su amadita, se paseó por todas las calles adyacentes a la plaza de toros; si pretendía hacerse publicidad la tarea era vana; el boletaje, estaba agotado. En aquellos momentos no necesitaba de promoción alguna. Y ahora, lo que Rodolfo quería era compartir todo con su amada; hacer justamente lo mismo que hacía en todas las plazas del mundo donde toreaba; también eso, de compartir un tiempo con los aficionados horas, antes del festejo, era una tarea que le apasionaba; escuchar la “voz” de los aficionados fuera de la plaza, él lo había convertido en otra de sus tareas más bellas. Sin duda alguna, Ingrid estaba viviendo los momentos más bonitos de su existencia. Era una situación tan linda para ella que, jamás lo habría sospechado; ella, en su época de novillera, cada vez que toreaba se recluía en el hotel o pensión donde se alojara y, allí mataba el día hasta la hora del festejo. Allí se tragaba sus miedos, sus angustias y quimeras. Ahora, lo que vivía junto al Mago le era tan nuevo y sorprendente que apenas podía creerlo. Todo tenía una razón de ser y, como Rodolfo le contó a Ingrid más tarde, aquel paseo antes de la celebración de la corrida, además de compartir con los aficionados, le servía al Mago como el mejor sedante para espantar el miedo. No existía el miedo porque él de este, no se acordaba. ¿Cómo pensar en el miedo cuando compartía momento gratos con su gente querida con sus aficionados cabales?. No existía el miedo; todo era ilusión, anhelos, conversaciones, piropos recibidos, autógrafos firmados; una serie de situaciones que disipaban todo miedo. Era ya casi el medio día y, ambos diestros se recluyeron ya, en el hotel. Harían un almuerzo muy liviano; ya se sabe que los toreros, los días de corrida suelen comer poco; ensalada y algo de fruta acompañado por un zumo de naranja; todo para que el cuerpo esté ligero. En la habitación les esperaban sus respectivos trajes de luces. El Mago vestiría, como era preceptivo en su vida, con un traje color naranja y plata; Ingrid, por el contrario, tenía un vestido grana y oro, el color de los valientes. Ambos estrenaban vestidos y, por vez primera en la vida, un hombre y una mujer se vestirían juntos en la misma habitación y, el uno sería el ayudante del otro para enfundarse el traje de luces. Faltaban pocas horas para el evento. E ilusiones, las tenían todas.

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Capítulo # 96

EL ÉXITO DE MORENITA

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ran las cinco en punto de la tarde y, El Mago, junto a Ingrid y Diego

González, formaban el triunvirato ilusionado en la puerta de cuadrillas de la plaza de toros Santa María de Bogotá; era la corrida extraordinaria que la empresa había montado en honor a Rodolfo Martín y, a su vez, para que éste le diera la alternativa a su amada Morenita de Bogotá. El ambiente era de lujo; no cabía un alfiler en la plaza; estaba lleno de “no hay boletos”. Sin duda el bien hacer del Mago había calado muy hondo entre la afición colombiana y, como ya sucediera en Cali, lo adoraban. En este momento, al iniciar el paseíllo, la afición estaba estremecida; el cartel tenía muchos alicientes de cara al aficionado; la presencia del Mago, la alternativa de Morenita y la presentación del novel Dieguito González; todo un acontecimiento. Una atronadora ovación estalló en honor del cartel torero. Terminado el paseíllo, prosiguió la ovación que, sin duda, era para El Mago quien, gentilmente, sacó a saludar a los medios a su amadita y, también al joven diestro que les acompañaba. El Mago estaba nervioso; no por él; pero si estaba intranquilo por todo lo que pudiera sucederle a su amada; el momento era trascendental; el riesgo que Ingrid tenía que asumir era inmenso; El Mago lo sabía, de ahí su incertidumbre al respecto de la mujer a la que amaba quien, ante su presencia delante de él tendría que jugarse la vida. Salió el primer toro al que recibió Ingrid con un ramillete de verónicas con un gran sabor; lances vitoreados por el público que, ávido de emociones anhelaba comprobar qué haría la torera. Daba la sensación, por parte de Rodolfo, que quería que todo terminase muy pronto. En el instante, El Mago le cedió la muleta y espada a la nueva doctora en tauromaquia. Tras el intercambio de trastos, ambos se fundieron en un abrazo mientras que, El Mago besaba los labios de su amadita. No es menos cierto que, en el intercambio de enseres toreros, se notó que El Mago le echó un discurso a su amadita. Probablemente, incluyó en el mismo palabras de ánimo y, algunas claves, para que no se vaya a dejar ridiculizar por el toro. Antes que esto, para un torero auténtico, es preferible dejar la vida. Morenita cogió los tratos de matar y se dirigió hacia el centro del ruedo donde brindó el toro al público. El toro tenía buen son en su embestida; Morenita se percató de la bondad de su enemigo y, lo citó con la diestra. Su enemigo embistió con una claridad meridiana; y ahí se dio cuenta que más que un enemigo, ella tenía enfrente de sí, a un “amigo” que le estaba brindando el triunfo para recompensarla de tanto sufrimiento como había tenido que pasar, en la vida, por mantener viva la idea de ser torero. Con la muleta planchada, la torera le enjaretó al

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toro tres series de derechazos que encandilaron al personal; sonaba la música, se escuchaban vítores por parte del aficionado y, el ánimo de Morenita crecía por momentos; tal es así, que dibujó un trincherazo sublime que enloqueció al personal; El Mago, entre barreras, gozaba , plenamente de este gran momento. Su cara de felicidad, delataba el orgullo que sentía en su pecho, ante esta impecable faena de Ingrid, que estaba presenciando en este momento. La torera se echó la muleta en la mano izquierda para dibujar unos naturales de ensueño; muleta tersa, planchadita, arrastrando la arena, mientras el toro quedaba embebido en los vuelos de la pañosa. La faena tomaba dimensiones inusitadas; nadie podía creerlo; hasta a ella misma le costaba comprender su propio logro. Estaba claro que, el destino se había puesto a su favor, recompensándole lo que su eterna lucha en esa profesión le había supuesto; y, aunque fuera ésta la primera y última tarde de su existencia, su gozo era infinito. La faena “ya estaba hecha” como se dice en el argot taurino; pero Ingrid quería más y, mientras el toro seguía embistiendo, ella dibujaba adornos arabescos en un cambio de mano sublime; trincherazos al más puro estilo “panista” y todo el bello repertorio que un gran torero pudiera esgrimir. Emocionada como estaba, citó al toro desde muy cerca; y, le pedía a Dios que la ayudara en la suerte suprema ya que, intuía que el gran triunfo estaba muy cerca; era cuestión de acertar con la espada. El Mago la miraba y apenas respiraba; en el momento en que Ingrid montó la espada, en aquel instante se produjo un silencio sepulcral; todo el mundo hacía fuerza para que el toro saliera rodado de la estocada. Se perfiló Ingrid y, tres segundos más tarde, el toro caía muerto a sus pies; a causa de una estocada demoledora que dejó al toro sin puntilla. La ovación era rotunda; los vítores se escuchaban al “otro lado” de Bogotá; El Mago salió el callejón para abrazarla; ambos lloraban de emoción; el público pedía los máximos trofeos para ella y el presidente del festejo, cayó rendido ante el arte de Morenita de Bogotá y le concedió las dos orejas de su enemigo, que ella paseó con emoción y júbilo en una inolvidable vuelta al ruedo.

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Capítulo # 97

EL SABOR DEL ÉXITO

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n milagro se había producido en la Santa María de Bogotá; lo que

parecía imposible se tornó realidad. Cuando todos sospechaban que la alternativa de Morenita podía ser un sencillo trámite, de pronto se tornó en un éxito inenarrable. Allí estaba ella dando la vuelta al ruedo, aclamada como nadie y, como un detalle bellísimo de su parte, invitó a su amado y padrino de alternativa para que diera la vuelta al anillo junto a ella. El Mago, tan ceremonioso como siempre, seguía los pasos de Ingrid; el éxito era de ella y las ovaciones le correspondían a ella. Rodolfo ocupaba un segundo lugar en tan carismática vuelta a la circunferencia taurina mientras que, en honor a la verdad, sus ojos se habían empañado de lágrimas. Era mucha la emoción que sentía por su amada; y, por la forma en la que andaba, daba la sensación de que estaba rezando dando gracias a Dios por el logro obtenido por su amadita. La gente vivía una euforia colectiva; hasta tres vueltas al ruedo tuvo que dar Morenita de Bogotá para ser aclamada por completo. Se retiró a la barrera, no sin antes coger un puñadito de arena para besarlo en señal de gratitud hacia el público bogotano que la comprendió y admiró como nadie antes lo había hecho. Ya estaba en la arena el segundo bicorne de la tarde. Allí estaba El Mago desplegando su capote para mecer al toro en unas maravillosas verónicas. La gente lo jaleaba animosamente; había magia en cada lance, algo que trasmitía por completo a los tendidos llenos de aficionados que esperaban de él, lo mejor. El cartel del Mago era fantástico; primero a causa de la popularidad adquirida en Colombia por lo del accidente aéreo y, más tarde, por el inenarrable triunfo que logró. Todo giraba a favor; tras tantos años de incertidumbres y desdichas, tuvo que ser ahí en esa tierra, Colombia donde El Mago se pudo reencontrar, con lo mejor de sí, el gran Rodolfo Martín. El toro embestía con nobleza y, tras la tanda de verónicas, una gaonera espectacular cerró la serie con el capote. Tras ser picado el toro y comprobar su nobleza, El Mago cogió los palos; les dijo a sus subalternos que se retiraran a barreras; él quería ser el artífice en todos los tercios siempre y cuando, como ahora, el toro se lo permitiera; es cierto que la bondad del enemigo hasta el momento, era latente y manifiesta. Con el donaire que le caracteriza al Mago, clavó tres soberbios pares de banderillas sin apenas despeinarse; la plaza era un clamor; los subalternos tuvieron

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que “sujetar” al toro para que Rodolfo, tras el brillante tercio de garapullos, pudiera dar una clamorosa vuelta el ruedo. Morenita de Bogotá le hizo la devolución de trastos al Mago y, éste sin pensárselo dos veces, le brindó la muerte del toro a su amadita; la llevó hasta el centro del ruedo y allí se fundió en un abrazo interminable junto a ella. La emoción que allí se sentía era indescriptible; lo que sucedía en la arena trascendía en los tendidos; no cabía mayor dicha para todos. Citó al toro El Mago desde muy lejos y, cuando ya lo tenía bajo su jurisdicción, le enjaretó un pase cambiado por la espalda con enorme riesgo para su vida; el pitón del toro pasó a milímetros de su cuerpo. La gente estaba emocionada y apenas daban crédito por a lo que estaban viendo; El Mago cogió la muleta con la mano diestra y le endilgó a su oponente tres series de derechazos con el sentimiento que solo él sabe llevar a cabo; series bellas, únicas, interminables que, al finalizar las mismas, El Mago, como sello marca de la casa, le endosó a su enemigo un trincherazo maravilloso; algo sublime que puso a la gente de pie. El propio Mago se sentía dichoso; hacía gestos mímicos tan característicos en él con los que trasmitía su propia felicidad. Otro pase invertido frente a su enemigo para llegar a la mano izquierda; esa mano con la que arrastraba la muleta al compás que le marcaba el toro; un tratado de parar y templar. Naturales largos, bellos, lentísimos; todo parecía un sueño lo que vivían; la suerte, Dios, el destino, quisieron favorecerlos generosamente a ambos diestros. Si ella con su toro había logrado un éxito de clamor, El Mago no le iba en zaga. Unos pases de trinchera, un cambio de mano y un desplante sin la muleta dieron por concluía la faena. La gente pedía las orejas y el rabo y El Mago todavía no había entrado a matar; todo estaba en el aire, digamos que su triunfo. Allí se perfiló, en el centro del ruedo, para lograr una media estocada lagartijera que tiró sin puntilla al toro. Saltaba de alegría El Mago; su dicha no podía ser más grande; era difícil discernir si sentía su dicha o, como se había demostrado, gozaba la lograda por su amadita. Un compendio de triunfos al unísono para que ambos disfrutaran de una tarde gloriosa. El presidente le otorgó al diestro los máximos trofeos para que éste recorriera el ruedo con su clásica parsimonia, con esa lentitud del que quiere saborear la gloria que tantas veces el destino le había negado. Al pasar a la altura de Morenita, éste invitó a la torera para la vuelta al ruedo. Era la apoteosis; no cabía más dicha en todos los corazones. Si aquellas veinte mil almas que presenciaban el festejo querían soñar despiertos, lo habían logrado, Morenita y El Mago había sido los artífices.

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Capítulo # 98

LA APOTEOSIS

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n los compases de la lidia de esa corrida, que se estaba celebrando en la

tarde capitalina y, en la que se doctoraba Morenita de Bogotá, se había producido ya la enorme catarsis del éxito que había hecho vibrar a los protagonistas y, por supuesto al enardecido público que llenaba los graderíos de la Santa María. Ingrid y Rodolfo jamás olvidarán este festejo; muchas razones lo certificaban, pero ante todo no podrán olvidarlo nunca porque, tras tantos años de lucha, Ingrid se convertía al fin en matadora de toros. Incluso, hasta Dieguito González pudo saborear el éxito; en menor medida que sus compañeros, porque le tocaron en suerte los toros menos propicios; pero el muchacho no se arredró y hasta supo cortar una oreja de cada uno de sus enemigos para salir también en hombros acompañando a sus alternantes. Como si fueran cómplices en todo, Rodolfo e Ingrid, con los respectivos enemigos que les quedaban por lidiar, hicieron las delicias de los aficionados; e Ingrid hasta se atrevió a poner un par de banderillas en el toro del Mago puesto que éste la invitó para que lo hiciera y, la locura se desató dentro de la plaza de toros. Además, los toros quisieron colaborar para que el espectáculo fuese así, grande e inolvidable. Sabido es, que en ocasiones, los toros desbaratan las ilusiones de los hombres pero, en esta oportunidad, nada falló. El destino confabuló a favor del Mago y, de su amadita a la que doctoraba en dicho festejo. La gente se rompía las manos de tanto aplaudir; los gritos y vítores eran incesantes. La conexión del alma que Rodolfo e Ingrid tenían, se había contagiado por completo a los graderíos de dicha plaza. La emoción crecía hasta límites inimaginables; era, sin duda alguna, un suceso irrepetible. Nunca más se llevaría a cabo algo similar. Nadie sabía lo que pasaría al final de la corrida; pero daba la sensación que todos intuían que, lo que allí dentro estaba ocurriendo no era normal; los bogotanos estaban presenciando un festejo que, al finalizar, obtendría el calificativo de inolvidable, primero por el caudal de arte que allí se había dado cita y, más tarde, por todos los demás motivos que lo hacían único. Allí hubo de todo; hasta una voltereta que el segundo de los astados, propinó a Ingrid lanzándola por el aire, para terminar luego con una caída dramática; allí corrió El Mago con su capote para hacerle el quite; llegó antes que los propios subalternos; el corazón se le salía del pecho; ver izada por el aire a la mujer amada supuso para Rodolfo el susto más grande de su existencia. Ingrid había querido ejecutar el pase

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cambiado por la espalda y, no calculó bien la distancia de su enemigo y así fue entonces que, éste la prendió de mala manera levantándola por el aire como un guiñapo; la caída resultó brutal. Y menos mal que, el toro, en su bondad, no se ensañó con la torera y la dejó en el suelo sin arremeter contra ella. No había herida en el cuerpo de Ingrid; El Mago la levantó del suelo y se ofreció él para matarle al toro; ella no lo consintió. Maltrecha y, dolorida como estaba, pero con un ataque de amor propio en su ser, se perfiló para matar a su rival; apenas tenía fuerza, razón por la cual falló en los tres primeros intentos, pero terminó fulminando a su enemigo en la cuarta estocada. El toro había lacerado el vestido de Ingrid y ésta lucía un muslo al aire; al que por fortuna el pitón del toro no le caló la carne; se retiró entre ovaciones a la barrera, incluso el público la obligó a dar una aclamada vuelta al ruedo. Aunque Ingrid estaba exhausta y apenas tenía fuerzas, antes de salir por la puerta grande del coso bogotano, los tres diestros junto con el ganadero dieron esa vuelta al ruedo; sin duda, la vuelta más aclamada que los aficionados andinos recordarán en los anales de su historia taurina. Cuando los aficionados se disponían a sacar en hombros a la terna de actuantes, en ese instante, por la megafonía de la plaza se pide un minuto de atención. Tenían que emitir un mensaje inesperado. Al escuchar sobre que se trataba, la plaza enmudeció ante ello; no podían creer lo que estaban oyendo, no daban fe. Solos dos personas dentro de aquel recinto no estaban afectados, sencillamente porque ellos sí sabían que al final del espectáculo se daría la noticia que todo el mundo estaba escuchando. Tras dicho mensaje, la gente no sabía si reír o llorar; lo que sí hicieron de pronto fue prorrumpir en una sonora ovación que duró varios minutos. La emoción que allí se vivía era incontenible; jamás antes habían sentido algo igual. Y entre llorar o aplaudir; decidieron aplaudir, vitorear a viva voz a los actuantes que, demostraron haber dado lo mejor de sí mismos, sin duda, una eclosión de arte al más alto nivel, todo ello, constituía una auténtica corrida de toros, en la que se jugaron con entrega y pasión lo mejor que tenían, sus vidas.

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Capítulo # 99

LA NOTICIA INESPERADA

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uda se quedó la plaza de Bogotá cuando, al finalizar la corrida, por los

micrófonos de la misma se escuchó esta noticia: “Les comunicamos a todos ustedes, amigos espectadores, que ahora mismo, tras el arrebato de toreo auténtico que hemos presenciado y vivido, El Mago y Morenita de Bogotá, ante todos ustedes, han decidido cortarse la coleta; es decir, retirarse para siempre de la profesión. Respetamos su decisión y, en este momento, todos seremos testigos de esta despedida. Una tarde sola ha bastado para que los admirásemos como nunca antes habíamos admirado a diestro alguno y, si bien ésta es una rotunda verdad, ellos igualmente han decidido abandonar para siempre su profesión; El Mago tras muchos años de correr la legua y afianzar luego importantes éxitos y, Morenita, tras haber visto cumplido su mágico sueño de convertirse en “matadora de toros.” Muchos aficionados lloraban de la emoción que estaban sintiendo; muchos de los allí congregados fueron testigos, meses antes, de la glorificación alcanzada por El Mago en Cali y, no podían comprender aquella decisión por parte de ambos; pero era algo que aquellos dos habían decidido de antemano, que tenían programado, pasara lo que pasara; ellos no querían lograr el éxito para sumar contratos; les bastaba y les sobraba con la dicha que ambos sentían; ella por ver realizado su sueño de ser matadora de toros y él, por corresponderle el honor, de ser el padrino de la mujer que amaba con locura. Con dicho secreto acudieron a la plaza y, ante los hechos previos allí acaecidos, daba de suponer que ambos harían campaña por toda Colombia; empresarios los habría por doquier ahora, llegado el triunfo, para contratarlos para que lidien en sus plazas; y, en este aspecto engañaron a todo el mundo. Ellos querían ser felices, que en realidad era lo que más les importaba en este momento; lo demás no les interesaba nada. Tras este festejo ya lo tenían todo; estaban enamorados, habían logrado el triunfo más apoteósico que nunca hubiesen llegado a soñar y nada más les quedaba por pedir ahora. Cuando el noventa por ciento de los diestros hubieran explotado ese éxito, ellos, Ingrid y El Mago, lo que pretendían era vivir juntos y felices olvidándose del mundo. Durante la ceremonia del corte de coleta de ambos, El Mago se la cortó a Ingrid y, viceversa; y, allí dejaron, en el ruedo bogotano, el símbolo de lo que había sido su profesión, en el caso de Ingrid, tan efímera como exitosa; en el del Mago, el

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recuerdo de toda una vida dedicada a la creación del arte dentro de una plaza de toros. Nadie quería irse de la plaza; otra vuelta al ruedo les hicieron dar y, las flores seguían adornando el redondel; ¿de dónde salían tantas? , daba la sensación que por arte de magia o de manera quizás premonitoria, los aficionados habían traído cientos de ramos de flores para lanzárselos a los triunfadores. Juntos, en la vuelta al ruedo, se entrelazaron con una bandera colombiana que alguien les lanzó desde el tendido. Lo que la vida les había negado durante tantos años, el éxito y la felicidad, lo habían conseguido en Colombia; la bandera con la que se arroparon ambos era el símbolo de aquella bendita unión de la que ya nadie los separaría. El espectáculo, llevaba ya, más de tres horas inolvidables; todos querían ser testigos de lo que sería la salida en hombros más multitudinaria que se recordaba en dicha plaza; los aficionados izaron a la terna como si fuesen dioses; y, más que a nadie, a Ingrid que, junto al Mago se había ganado el respeto, la admiración y la devoción de los presentes, en poco menos de dos horas. Era difícil asimilar que, dicha apoteosis jamás la volverían a ver; que nunca más serían testigos los aficionados colombianos, de algo tan mágico y especial, como lo que terminaban de vivir. Por dicha razón, mientras unos aplaudían, otros lloraban de pena; por la puerta grande se llevaban a los triunfadores y, tanto Ingrid como El Mago, ya en la calle, eran como estandartes portados orgullosamente por los aficionados que no querían apearlos en lado alguno; daba la sensación, de ser ellos patrimonio de dicha afición y que ésta con ellos querían compartir el resto de sus vidas. Tanto El Mago como Ingrid fueron llevados hasta el hotel en hombros; una multitud los siguió para despedirlos con una estentórea ovación en las puertas del mismo. El éxito se había consumado. Los protagonistas denotaban una felicidad inmensa; Ingrid, aunque dolorida por las consecuencias de la cogida, daba la sensación de estar un poco rota anímicamente, pero muy feliz, dichosa de haber saboreado un éxito que jamás antes había tenido; y, por haber hecho realidad el sueño que la mantuvo viva durante toda su existencia.

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Capítulo # 100

TRIUNFÓ EL AMOR

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ras aquel desborde de arte y tauromaquia que Ingrid y El Mago habían

brindado y gozado, en la Santa María de Bogotá, ya en el hotel, disfrutaban junto a sus amigos el sabor del éxito. Jamás antes, dicho hotel, había registrado tanta expectación en torno a dos de sus pasajeros. Allí se congregó lo más granado de la afición colombiana para rendirle homenaje a este par de triunfadores. ¡ Qué sabor tan dulce tiene el éxito !. Claro que, ellos, como sucediera con el corte de coleta en el ruedo bogotano, no se dejarían embaucar por él ni por la fama. Tenían todo previsto; sus planes los habían concretado ya, desde hacía bastante tiempo atrás. Juntos se marcharían a México, la tierra natal de Rodolfo. Allí, seguramente los aguardarían muchos otros aficionados para agasajarlos; pero, fuese como fuese, su etapa taurina ya estaba cerrada; además, antes que todos esos aficionados, un ser humano muy importante los aguardaba también; y, de manera muy especial al diestro. Era la querida madre de Rodolfo, que hacía ya demasiado tiempo que lo esperaba ansiosa y anhelante, para fundirlo en un abrazo y llenarlo de ternura ... y de besos ... con la misma ilusión, con que lo hizo, aquella vez, cuando su muchachito, tenía que venir a este mundo. Sesenta años después de que Rodolfo naciera, doña Alicia lo seguía esperando con la misma y renovada ilusión de aquella vez. Al fin y al cabo, era casi lo mismo, porque su hijo, después de aquél horrible accidente de aviación, había vuelto a nacer aunque esta vez lejos de ella, situación que había sumido a la noble y anciana mujer en la más cruel de las incertidumbres. Y ya era tiempo que ella, disipara de una vez y para siempre, personalmente esa sensación, al tener otra vez – sano y salvo – entre sus brazos, a su amado muchacho. Ingrid, que no dejaba nada ni a nadie en Colombia, había decidido compartir el resto de su vida junto a Rodolfo; en México o dónde él hubiese querido estar; para ella, había triunfado el amor y lo demás salía sobrando. Todo estaba decidido para el regreso a México. El miedo mordaz y rotundo que Rodolfo sentía, de solo pensar que tenía que subirse otra vez, a un avión lo tenía dominado gracias a que Ingrid, en esta ocasión, lo acompañaría para compartir el resto de su vida junto él, que era el hombre a quien ella amaba. Todo lo tenían previsto; primero la retirada como toreros y, acto seguido, el hecho de marcharse juntos a México; pero había algo que, Ingrid desconocía; El Mago le

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tenía preparada una sorpresa mayúscula; y, era mucho el riesgo que Rodolfo asumía pero, en el fondo de su ser, barruntaba que la sorpresa si bien, sería mayúscula para ella, iba a ser mucho más que agradable para su mujer amada. Ya tenían prevista la fecha de su partida hacia el país azteca; incluso tenían comprados los billetes de avión. Y es cierto que, cuando Ingrid, en la habitación del hotel, acomodando entre otras cosas las pertenencias de Rodolfo comprueba que este tenía guardados tres pasajes de avión, se asombró. ¿ Tres pasajes ?, se preguntaba ella. No lo entendía bien. Ya que de esto, no habían hablado en ningún momento. ¿ Quién sería la otra persona que vendría con ellos?. Le preguntó entonces, sin vueltas, a Rodolfo el motivo de ese tercer boleto de avión y éste, antes de contestarle la abrazó muy fuerte pero con inusitada ternura. Y le contó. Ingrid lloró de la emoción cuando supo quien era el tercer acompañante. Se trataba nada más y nada menos que de un niñito de esa casa de acogida, que Rodolfo había visitado, después de recuperarse de su accidentada llegada a Colombia, allá en Cali. Desde aquél momento en que Rodolfo visitó aquel centro, rondó por su cabeza la adopción de un niño; pero comprendía que eso de momento, no le era posible ya que él solo, no se atrevía. Pero cierto es que, desde que sintió y supo a la vez, que Ingrid quería pasar el resto de su vida junto a él, Rodolfo no tardó en hacer los correspondientes trámites para la adopción. Y, para dicha del Mago, el niño adoptado se llamaba también Rodolfo. Tal vez fue casualidad o tal vez El Mago lo adoptó, por llamarse como él, pero sea como sea, el niño en cuestión -gracias a Dios - ahora, con El Mago e Ingrid tendrá unos padres que lo cuidaran y mimaran – como necesita un niño que lo hagan - y, para siempre. Rodolfito tenía tan solo tres años y era portador de la más maravillosa ternura. Era un pequeño ángel de amor. Si El Mago estaba feliz, Ingrid no podía contener las lágrimas ante la maravillosa sorpresa. Desde el mismo centro de acogida, los responsables de tan noble labor, llevaron a Rodolfito hacia Bogotá para que sus padres adoptivos lo recibieran, con inmenso amor, directo, en sus brazos y con todos los recaudos legales que manda la ley colombiana de adopción. Todo estaba perfecto. Y, ya habían llegado al hotel. La alegría de todos los involucrados – incluso la del niño que ajeno al significado, de todo lo que sucedía, igual era inocentemente alegre, tan solo porque sí, por ser un niño – era contagiosa e inmensa. Y cuando el niño estuvo por primera vez, en los brazos de Ingrid, ésta casi se desmaya por la tremenda emoción que sintió. En cambio El Mago, estaba más “ entero ” al respecto; suya había sido la idea, por tanto, él era ahora el dueño absoluto de su propia y completa felicidad.

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DESENCANTO

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Culmina así, de este modo tan sencillo y tan simple pero tan auténtico, noble y verdadero, el periplo colombiano de Rodolfo Martín “El Mago”, ese hombre, ese torero que vino a nacer de nuevo en Colombia, al que admiraron los colombianos más que a ningún otro y, el que supo conectar con ellos de una forma fantástica; hasta convertirse y ser aceptado como un colombiano más, hecho que trasunta la pauta, que allí lo quieren hasta lo inimaginable; su fama era grande, pero lo más importante es que su corazón lo era todavía mucho más. El Mago, cansado de mil amoríos, encontró otra vez el amor en su vida, encarnado ahora, por esta bella mujer torera, a quien él pudo darle, además de su más profundo, sincero y puro amor de hombre y de ser humano, la alternativa como doctora en tauromaquia y este bello y saludable hijo, que la bondad y el cariño de ambos, rescata para siempre, de la indiferencia y el olvido. Y el milagro se consumó una vez más en la eterna espiral del tiempo; porque el destino confabuló para que estos bellos seres, tan desdichados en pasados momentos, ahora sean merecida y acabadamente felices, porque para eso saben que nacieron. Ellos así lo asumieron y ellos así lo concretaron. Hacia México partieron los tres para empezar una vida nueva. El Universo, Dios, la Vida ... siempre sabe lo que hace y, una vez más, lo vuelve a confirmar.

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DESENCANTO

Luis Pla Ventura

Índice Capítulo # 1

ELLA VIVÍA LLENA DE ILUSIONES Capítulo # 2

PENURIAS ECONÓMICAS Capítulo # 3

LA BELLA VALLECAUCANA Capítulo # 4

LUZ ESTÁ FASCINADA Capítulo # 5

LUZ CONOCE AL TORERO Capítulo # 6

EL PRESAGIO DE UNA NOCHE DE AMOR Capítulo # 7

LA SEDUCCIÓN Capítulo # 8

LA PASIÓN Capítulo # 9

LA GRATITUD Capítulo # 10

UNA DECLARACIÓN DE AMOR Capítulo # 11

EL DÍA QUE APUÑALARON A DANIELA Capítulo # 12

EL CULPABLE, DETENIDO Capítulo # 13

SABOREANDO LA FELICIDAD Capítulo # 14

UNA TARDE INOLVIDABLE Capítulo # 15

MANANDO SANGRE A BORBOTONES Capítulo # 16

ARANGO SALVÓ SU VIDA Capítulo # 17

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DESENCANTO

Luis Pla Ventura

EL VIAJE HASTA ESPAÑA Capítulo # 18

LA DESOLACIÓN DE LUZ Capítulo # 19

CANDELA, DESOLADA Capítulo # 20

LA RESIGNACIÓN Capítulo # 21

SITUACIÓN INCREÍBLE Capítulo # 22

TRIUNFÓ LA VERDAD Capítulo # 23

REINÓ LA PAZ Capítulo # 24

ÉXITO DE ARANGO Capítulo # 25

COGIDA GRAVÍSIMA Capítulo # 26

RÉQUIEM POR UN TORERO Capítulo # 27

SOLIDARIDAD Capítulo # 28

HUMANIDAD Capítulo # 29

LA GENEROSIDAD Capítulo # 30

REINÓ LA ALEGRÍA Capítulo # 31

ARANGO, ARRIBA A MÉXICO Capítulo # 32

EL VALOR DE LA AMISTAD Capítulo # 33

EL MAGO Capítulo # 34

HA MUERTO ROBERTO 299


DESENCANTO

Luis Pla Ventura

Capítulo # 35

UN VIAJE EN CALESA Capítulo # 36

UN TRIUNFO AMARGO Capítulo # 37

UN ESPONTÁNEO Capítulo # 38

LO INESPERADO Capítulo # 39

SE CONSUMÓ LA TRAGEDIA Capítulo # 40

LO INSOSPECHADO Capítulo # 41

UNA MUERTE CASI SEGURA Capítulo # 42

UNA TRAGEDIA DANTESCA Capítulo # 43

SOBREVIVIENTES Capítulo # 44

COLOMBIA ESTÁ DE LUTO Capítulo # 45

EL MAGO VOLVIÓ A NACER Capítulo # 46

EL DESPUÉS Capítulo # 47

LA SONRISA DEL MAGO Capítulo # 48

RODOLFO SIGUE SOÑANDO Capítulo # 49

UNA BELLA MUJER Capítulo # 50

EL DÍA ESPERADO Capítulo # 51

LA RUEDA DE PRENSA

300


DESENCANTO

Luis Pla Ventura

Capítulo # 52

EL ENCUENTRO Capítulo # 53

TRIUNFÓ EL AMOR Capítulo # 54

EL CONTRATO Capítulo # 55

LA FIRMA Capítulo # 56

COMPROMISO ADQUIRIDO Capítulo # 57

LA FELICIDAD Capítulo # 58

LA ESPERA Capítulo # 59

LA ENTREVISTA Capítulo # 60

ENTREVISTA (II) Capítulo # 61

LA ALEGRÍA Capítulo # 62

SOÑAR Capítulo # 63

SE ACERCA LA FECHA Capítulo # 64

JUDITH, ENOJADA Capítulo # 65

ASUNTOS Capítulo # 66

LLEGÓ EL DÍA Capítulo # 67

EL ÉXITO Capítulo # 68

LA RÚBRICA Capítulo # 69

301


DESENCANTO

Luis Pla Ventura

LA PAZ, TRAS EL TRIUNFO Capítulo # 70

EN EL CALOR DE LA NOCHE Capítulo # 71

SIGUE LA INTERVÍU Capítulo # 70

EN EL CALOR DE LA NOCHE Capítulo # 72

GABRIEL ASUNCIÓN JUÁREZ Capítulo # 73

DOS ARTISTAS JUNTOS Capítulo # 74

UN LINDO PROYECTO Capítulo # 75

UNA HISTORIA DE AMOR Capítulo # 76

DULCE AMOR Capítulo # 77

EL ABANDONO Capítulo # 78

MI VIDA COMO BOXEADOR Capítulo # 79

LA CALMA Capítulo # 80

MORENITA DE BOGOTÁ Capítulo # 81

LAS LÁGRIMAS DE INGRID Capítulo # 82

CONSUELO PARA INGRID Capítulo # 83

COMPAÑEROS Capítulo # 84

PLANES VENIDEROS Capítulo # 85

INGRID, ILUSIONADA 302


DESENCANTO

Luis Pla Ventura

Capítulo # 86

JUNTOS LOS DOS Capítulo # 87

INGRID, ENAMORADA Capítulo # 88

TE AMO, RODOLFO Capítulo # 89

UNA NOCHE INOLVIDABLE Capítulo # 90

EN EL CALOR DE LA NOCHE Capítulo # 91

UN NUEVO DÍA Capítulo # 92

SE ACERCA LA FECHA Capítulo # 93

INGRID, PROTAGONISTA Capítulo # 94

MORENITA, EN BOGOTÁ Capítulo # 95

EL SUEÑO SE HACE REALIDAD Capítulo # 96

EL ÉXITO DE MORENITA Capítulo # 97

EL SABOR DEL ÉXITO Capítulo # 98

LA APOTEOSIS Capítulo # 99

LA NOTICIA INESPERADA Capítulo # 100

TRIUNFÓ EL AMOR

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