DESENCANTO

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DESENCANTO

Luis Pla Ventura

Ella me animaba y, perdida entre el anonimato, me seguía por las plazas de toros como una admiradora más; pero ella era el todo para mí. Yo financiaba sus viajes y, por supuesto, en cada ciudad en la que yo actuaba ella dormía conmigo en el hotel donde yo me hospedara. Una aventura trepidante, maravillosa, única en el mundo. Pero un día la suerte me vino a ver; la gringa me cogió en la cama con Dulce en un hotel de Texcoco; y digo que me visitó la suerte porque, en aquel momento, ella, desatando toda su furia contra mi persona, cogió a nuestra hija y se marchó hasta su tierra natal en Ohio. Tras su partida, la gringa me permitió respirar; desde aquel momento sentí que mi vida podía cambiar, darle un giro total como así sucedió. Ella se marchó a su país y, el único dolor era que se llevaba a la chamaquita aunque a fin de cuentas, era su madre y no cabían más objeciones. Me quedé triste por la niña, pero sentí un alivio muy grande para mi cuerpo y no digamos para mi alma. Cuando se lo conté a Dulce, ella lloraba de felicidad. Sabía que por fin le daríamos rienda suelta a nuestro amor y nada ni nadie podrían separarnos. Fuimos muy felices. Creo que ha sido la mujer de mi vida que más felicidad me ha dado. A su lado me sentía nuevo, totalmente dichoso y, hasta acudía a jugarme la vida con una ilusión desmedida; los peores fracasos los coseché mientras viví con la gringa y, por el contrario mis grandes éxitos se dieron cita mientras compartí amores con Dulce Amor. Éramos dos locos enfermos de amor, nada es más cierto. Yo creo que se acabó nuestro amor de tanto usarlo como dice la copla. Dulce me daba mucha pasión, una dicha inexplicable pero, pasado el tiempo, sin que ambos supiésemos las razones, ambos nos sentíamos prisioneros de tan desmesurado amor. El mismo amor que ambos sentíamos es el que nos asfixiaba. Fuimos tremendamente felices mientras yo estaba casado y, una vez que yo tuve la libertad para decidir, sin saber las razones, aquello perdía encanto por momentos. Posiblemente yo no fui justo con aquella linda muchachita; si tenemos que buscar un culpable, ese fui yo.

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