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DESTACADOS Facundo Manes

JUNIO 2021 • Pág 8 # 32 •

Facundo Manes

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“La pandemia puso de manifiesto que nadie puede salvarse solo”

El neurólogo y neurocientífico analiza las conductas humanas en pandemia y repasa cómo se comporta el órgano más complejo del universo: nuestro cerebro. Está convencido de que la riqueza de un país se mide por el capital humano, la educación, la ciencia y la tecnología. Y es que allí radica la base del desarrollo social.

Por Rosalía Larocca

Creció en un pequeño pueblo de provincia de Buenos Aires llamado Arroyo Dulce con esa tierna ingenuidad que hace de la infancia una etapa repleta de sueños, rodeado del amor de una familia y las tardes de fútbol con amigos del barrio. Su niñez no supo de celulares ni computadoras, pero sí de libros en los que encontró el espacio para enamorarse primero de la medicina y luego del cerebro humano. Su padre, un médico rural, alguna vez le dijo que en la vida había dos cosas importantes: el amor y el conocimiento; en cierto sentido porque ambos reflejan dos cualidades intrínsecas del ser humano, la generosidad y la inteligencia. Y entonces, creció pensando que la educación era la única herramienta que él tenía para lograr sus propios objetivos. Que lo más importante es la actitud no es un cliché para consolar perdedores, sino el leitmotiv de la vida de Manes: emigró de un pueblito a la Universidad de Buenos Aires para estudiar la carrera de Medicina, hizo su residencia en el Instituto Fleni y consiguió una beca en Estados Unidos pero sin saber inglés, idioma que acabó aprendiendo de forma autodidacta. Luego, obtuvo su doctora-

do en Ciencias por la Universidad de Cambridge de Inglaterra, volvió a Argentina en plena crisis de 2001 y creó el Instituto de Neurología Cognitiva (Ineco), el Instituto de Neurociencias de la Fundación Favaloro y la Fundación Ineco para la investigación en neurociencias cognitivas. Actualmente, es investigador del Conicet -tiene más de 230 investigaciones publicadas en las revistas científicas internacionales de mayor prestigio-, presidente honorario de la fundación que creó, presidente de la International Frontotemporal Dementia Society y consultor del Cognition and Brain Sciences Unit del Medical Research Council de la Universidad de Cambridge. Facundo Manes ha cumplido con creces su sueño de convertirse en una voz referente de la ciencia internacional y a través de sus conferencias inspira a cientos de miles de personas a creer que -más aún en tiempos de pandemia- la empatía emocional es la clave hacia una sociedad mejor: trabajar internamente para sentir lo que siente el otro puede definitivamente salvar al mundo.

Dicen que toda experiencia deja algo positivo y algo negativo. ¿Qué cree le dejó el coronavirus a la humanidad?

Creo que la pandemia dejó expuestos todos nuestros problemas a nivel global y dentro de cada país: las tremendas desigualdades sociales, la situación crítica de algunos sistemas sanitarios, las ineficiencias de los sistemas políticos, entre muchos otros. La pandemia nos recuerda también que debemos cuidar el medio ambiente porque nuestra salud depende de la salud del ambiente. Podemos echarle la culpa a algún murciélago lejano, pero lo cierto es que la explotación que los humanos hemos hecho irresponsablemente

“Envejecer es un desafío y una oportunidad, tanto para los individuos como para las sociedades.”

de los ambientes son la causa real de esta situación que atravesamos. Y la evidencia científica anticipa que, si continuamos con las viejas prácticas y políticas, esta no será la última pandemia. Entonces, esto debería funcionar como una alerta a la comunidad global para cambiar nuestra relación con la naturaleza, de la que somos parte. Estamos atravesando momentos muy difíciles y de tremendo dolor en el que muchas personas perdieron a sus seres queridos y otras enfrentan dificultades económicas muy grandes. Ahora queda bien claro que para salir de esto necesitamos trabajar en equipo y unir nuestras fuerzas. La pandemia puso de manifiesto que nadie puede salvarse solo, acá tenemos que trabajar entre todos. En este sentido, podemos hablar de una resiliencia colectiva. En las sociedades resilientes las personas se integran y se fusionan en un todo. Debemos trabajar por promover un sentido común de propósito y un espíritu de cooperación que conduzca a un nivel más alto de integración en el mundo. Desde el comienzo vengo sosteniendo que esta crisis puede sacar lo peor o lo mejor del ser humano y eso dependerá de todos nosotros.

En 2015 escribió el libro Usar el cerebro. Hoy, ¿para qué deberíamos “usar más el cerebro”?

Primero, lo más importante es conocer cómo funciona el cerebro para cuidarlo, protegerlo, potenciarlo y así poder crecer y envejecer de manera saludable. Y, en concordancia con lo que venía mencionando en la pregunta anterior, creo que tenemos que hacer más énfasis en nuestro cerebro social. Los seres humanos somos básicamente seres sociales, necesitamos de los demás para nuestra supervivencia. Y gran parte de nuestras capacidades están dirigidas a nuestra relación con los demás. Entonces, creo que tenemos que trabajar y educar a nuestros niños y niñas en el desarrollo de la empatía, la solidaridad y la cooperación. Son estas habilidades las que nos caracterizan como seres humanos y hacen posible que formemos comunidades más justas y equitativas. De hecho, son las habilidades que serán fundamentales en el trabajo y en el desarrollo de las sociedades de este siglo.

Si el cerebro es un órgano social, ¿por qué cada vez nos recluimos más y más en el celular?

¡Es una muy buena pregunta! Justamente, en estos momentos, tecnologías como los celulares nos permiten poder mantener el contacto con nuestros seres queridos mientras tenemos que guardar distanciamiento físico. Respecto de esto me gustaría hacer una aclaración. Para enfrentar la pandemia del coronavirus tenemos que guardar distancia física con las otras personas, pero de ninguna manera se trata de guardar distanciamiento social. Al contrario, en ese sentido, tenemos que apoyarnos y estar más unidos que nunca para poder salir adelante. Ahora bien, tu pregunta seguramente se refiere a la situación en la que hay un grupo de amigos en un café y todos están mirando el celular, revisando las re-

JUNIO 2021 • Pág 10 # 32 • des, leyendo las últimas noticias y los correos electrónicos. Entonces, sí, tenemos que alertar que el abuso de la tecnología puede contribuir a generar más estrés. Es importante recuperar momentos de relajación, esparcimiento, incluso de aburrimiento. Y es importante, en especial, enseñarles a los niños el rol fundamental de las interacciones cara a cara, la necesidad del ocio que da lugar a la creatividad. Los chicos tienen que volver a aburrirse para volver a soñar.

¿Cómo se analiza el amor y el miedo desde la neurociencia?

Las neurociencias toman esos conceptos que estudian otras disciplinas como la filosofía, el arte y la religión. Desde la ciencia, podemos definir el amor como un estado mental subjetivo que consiste en una combinación de emociones, de motivación y funciones cognitivas complejas. Sabemos que el amor es un proceso mental sofisticado. Para estudiarlo, podemos observar, por ejemplo, qué áreas se activan frente a esta emoción y qué sucede en nuestro organismo. Así, se ha relevado que el amor involucra los sistemas cerebrales de recompensa, que se asocian con el placer y la gratificación emocional. Incluso, podríamos comparar el estado de estar enamorado con una adicción porque se piensa obsesivamente en la persona amada, se asumen grandes riesgos, vemos solo lo positivo de la otra persona, o sea, se distorsiona la realidad y disminuye la activación en las áreas del juicio. Además, cuando estamos enamorados, aumentan los niveles de dopamina, que es un mensajero químico que genera placer. Entonces, nos sentimos felices y experimentamos un estado de gran bienestar. Además, este proceso produce como efecto secundario una reducción de otro mensajero químico, la serotonina, que es clave en nuestro estado de ánimo y nuestro apetito. También el estado de enamoramiento libera adrenalina, responsable del aceleramiento de nuestro corazón, el sudor en las palmas de la mano y la boca seca cuando vemos a la persona que nos enamora. En cuanto al miedo, es una emoción básica que nos indica que estamos en riesgo y, a diferencia de los demás estados emocionales, nunca puede ser pospuesta. El miedo hace que todo se detenga. Se trata de un estado emocional negativo generado por el peligro o la agresión próxima. En el cerebro se activa la amígdala, que actúa como una central de alarma y se inicia una respuesta que involucra a nuestro organismo para la huida o la defensa. Entonces en nuestro cuerpo se acelera la frecuencia cardíaca, tenemos palpitaciones, necesitamos un mayor flujo de oxígeno en los músculos, especialmente los grandes músculos del sistema de locomoción, se acelera la respiración para proveer más oxígeno. Sentimos que se nos ponen los “pelos de punta”, porque los vasos sanguíneos en la piel se constriñen para que haya el menor sangrado posible en el caso de una herida. Y la versión más evolucionada del miedo es la ansiedad, que corresponde no a un riesgo presente, sino a una emoción orientada al futuro. Esto ocurre gracias a una habilidad única de poder revisar lo que pasó y proyectar hacia adelante, una herramienta crucial para nuestra supervivencia como especie: resolver antes de que sea tarde, prepararnos antes de que el peligro se desate. Sin embargo, ese mismo sistema de alarma puede fallar, por ejemplo, al detectar peligros donde no los hay o sobredimensionando los riesgos. Así, el miedo y la ansiedad componen un sistema emocional complejo que busca incrementar nuestra sensación de seguridad. Al detectar o anticipar un peligro, el cerebro cede el control a sus mecanismos más “automáticos”. Es justamente por esto que el miedo es una de las formas más utilizadas para el control social porque nos paraliza, genera desconfianza, provoca rechazo hacia lo que nos amenaza y simpatía hacia lo que promete protegernos, bloqueando nuestros mecanismos racionales de toma de decisiones. En pocas palabras, nos hace más vulnerables. Ninguna sociedad realmente democrática y moderna debería ceder esta estrategia de coerción tan primitiva. Por suerte, ante esta política del miedo, siempre tendremos como antídoto al conocimiento, al pensamiento crítico y a la cooperación.

En Uruguay se publicó recientemente un libro llamado La era de los nuevos viejos de Rodolfo Saldain, que refiere a cómo se ha extendido la longevidad y la importancia de que estos nuevos viejos sigan activos en el mercado laboral. ¿Qué lugar ocupa el trabajo en nuestra vitalidad?

Uno de los aspectos que la vida laboral activa nos aporta tiene que ver con los lazos sociales y con presentar desafíos para que resolvamos. Estos dos aspectos son importantes para nuestro cerebro porque nos ayudan a mantener la mente activa. La jubilación, en muchos casos, se caracteriza por dejar de tener una vida activa. Se estima que la pasividad jugaría un rol fundamental para explicar el proceso de cierto deterioro cognitivo. Los resultados empíricos demuestran que los incentivos a la jubilación anticipada y/u obligatoria causan pérdidas importantes de capital intelectual. Entonces, cuando las personas toman la decisión voluntaria de jubilarse, lo que tienen que saber es que deben jubilarse de

aquellas tareas que hacían por obligación o responsabilidad laboral. Pero pueden aprovechar para retomar intereses que habían dejado de lado justamente porque esas obligaciones laborales no les dejaban tiempo. Es momento de retomar o incorporar pasatiempos, nuevas actividades que representen desafíos y nos saquen de la zona de confort, por ejemplo, aprender un nuevo idioma, cocina, un oficio, arte, entre muchos otros. Y también es importante mantener una vida social activa, que interactuemos con las personas desde las interacciones breves con el encargado del edificio, el vendedor del comercio, hasta con nuestros vínculos más cercanos, la familia, los amigos, los afectos. Ahora bien, es fundamental que cambiemos la mirada que suele tenerse sobre los adultos mayores. Debe ser una etapa para proteger las propias capacidades a partir de desafíos cognitivos e intelectuales novedosos, para aprovechar el tiempo perdido en obligaciones durante los años previos. Y debemos, a su vez, valorar la experiencia y los saberes que tienen las personas mayores para transmitir a la sociedad. Envejecer es un desafío y una oportunidad, tanto para los individuos como para las sociedades.

¿Cuáles son las claves para mantener un cerebro sano y retrasar el deterioro cognitivo?

Tenemos que saber que todo lo que le hace bien al corazón, le hace bien al cerebro. Entonces, tenemos que cuidar nuestra presión arterial, el colesterol y la glucemia. Hay que mantener una dieta saludable, es decir, comer cereales, granos integrales, verduras, fruta, pescado, consumir comidas ricas en omega-3, y evitar el consumo de alimentos ricos en grasas saturadas, grasas trans y en colesterol. Es necesario tener un descanso repara-

Crédito Fundación Telefónica 2

“Todo lo que le hace bien al corazón, le hace bien al cerebro.”

dor. Sabemos que el sueño ayuda a la consolidación de la memoria y de los aprendizajes. Además, el ejercicio físico es esencial para nuestra salud y nos ayuda a reducir los niveles de estrés. Cuando hacemos ejercicio nuestro cuerpo produce endorfinas, un conjunto de opioides naturalmente sintetizados por el organismo que tienen un importante efecto para calmar los dolores y modular nuestro ánimo. Mantener la mente activa es también clave para el cerebro. Por eso tenemos que plantearnos desafíos a nivel intelectual, tener intereses, pasatiempos, hacer actividades que impliquen realizar nuevos aprendizajes. Otro factor beneficioso para la salud del cerebro es la vida social. La ciencia ha observado que las personas que viven aisladas viven menos y se enferman más. Es más, se estima que la soledad produce un impacto similar, o incluso mayor, a la obesidad, la polución ambiental y el tabaquismo. Así que mantener una vida social activa nos ayuda a vivir mejor.

¿En qué se debería invertir más para lograr una sociedad con cerebros más sanos?

Tenemos que invertir más en educación. Hoy sabemos que la educación reduce la desnutrición, la mortalidad infantil y aumenta la esperanza de vida. La educación representa un poderoso motor de desarrollo para lograr una sociedad más justa. Entonces tenemos que asegurar que todos los niños y los adolescentes tengan acceso a una educación de calidad. La edu-

JUNIO 2021 • Pág 12 # 32 • “La educación nos permite transformar la información en conocimiento.”

cación tiene que ver con construir nuestra identidad, conocer nuestra historia y la de los demás países, aprender sobre las otras culturas, tener mayor tolerancia. A través de la educación aprendemos a desarrollar la empatía. La educación nos permite transformar la información en conocimiento y nos da las herramientas para seguir aprendiendo a lo largo de toda nuestra vida, fundamental para nuestro cerebro. Por supuesto, que para que los niños puedan aprender tienen que estar bien nutridos y alimentados y vivir en contextos saludables. Esto también tiene que ser prioritario.

Mucho se habla de la amenaza que la inteligencia artificial supone para el hombre. ¿Las emociones son hoy la única brecha entre el ser humano y la tecnología?

Las emociones son una de las diferencias más importantes, pero no la única. Los seres humanos somos creativos, tenemos humor, ironía, no solo nos conmovemos ante el dolor ajeno, sino que respondemos y actuamos en consecuencia; todas habilidades ajenas a cualquier tecnología. Pensemos en las habilidades sociales de las que hablamos recién, como la empatía, el altruismo y la cooperación. Son capacidades ajenas a cualquier máquina y fundamentales para nuestra vida. Pensemos también en nuestro lóbulo frontal, aquel que se ocupa de las funciones ejecutivas, es decir, de la capacidad para establecer metas, planificar y automonitorear el propio desempeño para alcanzar un objetivo. Gracias a él somos capaces de idear un plan y ejecutarlo, tomar decisiones, inferir los pensamientos de los otros y actuar en consecuencia, inhibir los impulsos, y al mismo tiempo controlar estos procesos. Podemos decir que nuestro cerebro es un órgano único y complejo, tanto que es el único que busca entenderse a sí mismo. Ninguna tecnología puede reemplazar a nuestro cerebro porque tenemos que saber que nuestra mente es mucho más que un procesador de información. Por supuesto que esto no implica negar los inmensos avances tecnológicos que siguen creciendo exponencialmente año tras año. Esas nuevas tecnologías complementan y potencian nuestros saberes y prácticas de maneras maravillosas. Pero la computadora más poderosa del mundo jamás será comparable a un ser humano en muchísimas cualidades como la intuición, la perspicacia y el ingenio, por mencionar algunas más de las que ya dijimos. Las computadoras son -y debemos ocuparnos de que sigan siendo- formidables herramientas de quienes las crearon: nosotros, los seres humanos.

Vayamos a la imaginación: si el mundo pudiera gestionarse a través de perillas, ¿cuáles movería y por qué?

Movería la perilla que acabe con el hambre, la pobreza y la desigualdad haciendo del mundo un lugar equitativo en el que todos puedan desarrollar al máximo sus capacidades y llevar adelante sus sueños. Terminaría con la terrible injusticia de la desigualdad que atenta contra el futuro de millones de niños y niñas en la Argentina, en el Uruguay y en todas partes del mundo. Pero, como lamentablemente no existen estas perillas, estoy convencido de la necesidad del compromiso de todos para trabajar por eso; porque todos reclamemos el acceso a la educación y salud de calidad, a una buena alimentación, a viviendas dignas en entornos saludables. Jim Yong Kim, expresidente del Banco Mundial en referencia al gravísimo problema del hambre planteó: “La pregunta no es si un país puede solventar las medidas para acabar con la desnutrición infantil. La pregunta es si puede darse el lujo de no hacerlo”. Es responsabilidad de todas las sociedades hacer algo.

En un sueño Facundo Manes de hoy se reencuentra con el niño de 10 años que fue y ambos deben intercambiar algo: un consejo, un recuerdo, un objeto. ¿Qué le gustaría darle a ese niño y qué le gustaría que ese niño le dé a usted?

¡Qué difícil pregunta! Al niño que fui me gustaría decirle que siga disfrutando de esos años maravillosos de la infancia, de jugar con mis amigos en Salto y con mi hermano, de los partidos de fútbol. Le diría que escuche bien los consejos de papá y mamá y disfrute de las cenas con ellos. La infancia es ese momento para compartir y disfrutar mientras crecemos y nos formamos en la escuela. Recuerdo con mucho cariño esa etapa de mi vida, así que le diría que aproveche y disfrute. Y le anticiparía que cuando crezca voy a poder desarrollar la misma pasión por la medicina que mi padre, que era médico rural, y que voy a formar una hermosa familia. Y él a mí, ya me dio todos los hermosos recuerdos que guardo, así que no podría pedirle nada más. En todo caso, le agradecería con todo mi corazón.