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ORAR EN EL MUNDO OBRERO

5º Domingo del tiempo ordinario (5 febrero 2017) Comisión Permanente HOAC

Si pensamos en un grupo de cristianos en el que están en honor las virtudes de pobreza y de humildad y cada uno comparte con los demás los bienes de cualquier naturaleza que tiene, dándose todo a todos; al mismo tiempo que acepta y asume a los demás, tal como son, recibiéndolos íntegramente como un puro don de Dios, se comprende que una sociedad así ha de ser algo maravilloso y entusiasmador; algo así como el cielo en la tierra. Pero, ¡atención! que aquí está el peligro, ya que esta tierra no es, ni puede ser, el cielo. Si una sociedad así se tomara como un fin en sí misma, fácilmente degeneraría en un gueto; y entonces el cristianismo dejaría de ser levadura, ni sería luz del mundo, y la sal se habría hecho sosa. (Rovirosa, OC. T.I. 150)

El modo de relacionarnos con los demás que realmente nos sana en lugar de enfermarnos es una fraternidad mística, contemplativa, que sabe mirar la grandeza sagrada del prójimo, que sabe descubrir a Dios en cada ser humano, que sabe tolerar las molestias de la convivencia aferrándose al amor de Dios, que sabe abrir el corazón al amor divino para buscar la felicidad de los demás como la busca su Padre bueno... los discípulos del Señor son llamados a vivir como comunidad que sea sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-16). Son llamados a dar testimonio de una pertenencia evangelizadora de manera siempre nueva. ¡No nos dejemos robar la comunidad! (EG 92). Examen de conciencia

Preguntarnos si somos sal, si somos luz, supone tener que preguntarnos también por si somos, de verdad, pobres y humildes; si caminamos hacia la fraternidad vivida cada día, si descubrimos en el otro la grandeza de su sagrada dignidad, si reconocemos en cada ser humano la presencia de Dios, si nos aferramos al amor de Dios y nos encarnamos en la vida cotidiana de nuestras hermanas y hermanos del mundo obrero. Es preguntarnos cómo andamos de esperanza y de ilusión, lo que es tanto como preguntarnos cómo andamos de fe. No está de más dedicar un tiempo sereno a revisar la vida. Hacer examen de conciencia: ¿cómo ando de pobreza y humildad? ¿Y de sacrificio? ¿Y de comunión de vida, de bienes, de acción? ¿Qué me impide reconocer a Cristo en los hermanos? ¿Sigo siendo sal que da sabor a la vida? ¿Brillo más de lo que ilumino? Repasa tu vida de esta semana. Y, después, ora: Despierta, Señor, nuestros corazones que se han dormido en cosas triviales y ya no tienen fuerza para amar con pasión.

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