Cuaderno nº 9: Cartas

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HOAC-Comisión Permanente

na en cualquiera de sus formas (la limosna en cualquiera de sus formas y tal como se practica, rarísimamente es Caridad cristiana, ya que ésta exige DAR previamente al «otro» toda la dignidad de Xto. y ponerse interiormente a sus pies: repasa este paréntesis a la luz de tu teología, y te explicarás los fracasos ininterrumpidos que la extensión del Reino de Dios experimenta en nuestra Patria; los «limosneros» dan de todo, menos dignidad, que es lo primero y fundamental) sino en la amistad con todas las exigencias humanas que esta palabra lleva consigo. Cuando seáis amigos, el hablar de Xto. será una necesidad, y se recibirán tus palabras como recibe la lluvia la tierra sedienta. No olvides que sobrenatural significa, exactamente: sobre-natural. Y el amor de Caridad sólo puede existir donde hay un cimiento de amistad natural. La nada no puede elevarse a ninguna parte, ni siquiera al plano de Dios. Cuando tu amigo ame a Xto. y a su Iglesia en plenitud, entonces ya puedes hablarle de la HOAC sin peligro de capillismos, pues no la verá como un reglamento, o una ley, sino como la morada en que el Padre le sitúa para liberarse y liberar a otros. Esto lo puedes hacer con cualquier adulto que el Señor te ponga por delante, y no necesitas ni permisos ni autorizaciones; te sobra con tu ordenación. Cuando tengas tres o cuatro adultos con este espíritu, entonces será el momento de pensar en «legalizarlos» y seguramente que no surgirá ninguna dificultad. Pero si antes que nada te preocupas de la legalidad y de los reglamentos, cuando todo esté perfectamente legalizado te encontrarás en las manos solamente apariencias y ficciones legales; total ¡NADA! ¿No es acaso esto lo que vemos a nuestro alrededor? Busca, pues, primero que nada, el Amor del Reino de Dios y su Justicia, y las leyes y los reglamentos se te darán por añadidura. Y, además, BUENOS. Otra cosa quiero también indicarte. Me parece (y a lo mejor es un falso testimonio) que muchos nuevos sacerdotes, cuando caen en un primer destino, se plantean la situación así: ¿Qué puedo hacer yo aquí? Y, ¡claro está!, no pueden hacer otra cosa que entretenerse con niños, niñas y algunas mujeres. No quiero decir que haya que despreciar a los niños ni a las mujeres, sino que la atención principal ha de centrarse en los hombres adultos de la Iglesia discente… tal como practicó y nos enseñó Xto. Ahora bien, me parece que la buena manera de plantearse su situación ante el primer destino es (para el nuevo sacerdote) ésta: ¿Qué no puede hacer Xto. aquí, a través de mi fidelidad a Sus Gracias? ¿Qué te parece? ¿Puede alguno blasfemar 27


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