“La literatura templaria y su simbología, aplicada a la emblemática escultórica de la iglesia de Santa María de Ciudadela”
Lola Carbonell Beviá
“(…) Viderunt occuli mei salutare tuum (…)”. (San Simeón).
1. La herencia pirenaica y occitana de Jaime I. Jaime I “El Conquistador”, templario desde su nacimiento, por influencia de sus antepasados, los monarcas de la corona de Aragón, y del casal del condado de Barcelona, heredó de su padre, Pedro II “El Católico”, -igualmente templario-, un decadente territorio occitano-provenzal, que había perdido en la “cruzada cátara”, contra Simón de Monfort, donde ebullía una intensa vida cultural (1): “(…) La siguiente noticia de que disponemos, a propósito del Valle, nos sitúa en el siglo XII. El Valle se convierte en feudo del conde de Comminges, por orden de Pedro II de Aragón que exige a su esposa, María de Montpellier, su donación siguiendo una estrategia que mantuvo las tierras occitanas bajo su dominio hasta que muere en la batalla de Muret. Aquel 13 de septiembre de 1213 Ramón VI de Tolosa, aliado del rey de Aragón, perdió entre 15.000 y 20.000 hombres y el vasallaje del condado de Tolosa, de Foix y de Comminges. El vencedor, Simón de Monfort, se convertía en el duque de -arbona, conde de Tolosa y vizconde de Beziers y Carcasona. La victoria había sido posible gracias al repentino apoyo del Papa Inocencio III, que creía acabar, de este modo, con la herejía cátara que había propagado su doctrina por todo el territorio occitano. A la de Muret siguieron otras batallas cruzadas. La guerra santa no cesó hasta que aplastó por completo al enemigo. Un resultado previsible, si tenemos en cuenta el desigual combate entre el ejercito santo, de 500.000 soldados, contra un puñado de predicadores y otros pocos aldeanos de las comarcas, envenenados por el demonio de la herejía. Poco después de Muret, en
1