IX Congreso acional de Paleopatología “Investigaciones Histórico-Médicas sobre Salud y Enfermedad en el pasado” Morella (Els Ports, Castelló), 26 al 29 septiembre de 2007.
“Enfermedades, muerte y enterramientos en el Benidorm decimonónico: El origen parroquial del cementerio de la “Foia del Bol” en Benidorm” Lola Carbonell Beviá
I.
Enfermedades infectocontagiosas
Benidorm no fue diferente del resto de ciudades españolas en el siglo XIX. Las enfermedades que asolaron a la población a lo largo de los siglos fueron genéricas infectocontagiosas, tales como viruela, tuberculosis, cólera, fiebre amarilla, sarampión, paludismo, escarlatina, difteria o garrotillo, gripe o sudor del inglés, peste blanca o tisis, calenturas, piojos guerreros o tifus, mal aire o paludismo. Dentro del paludismo, el “plasmodium vivax” causaba la terciana benigna; mientras que el “plasmodium malariae” la cuartana, y el “plasmodium falciparum” la terciana maligna. Hasta el último cuarto del siglo XIX no fue descubierta la forma de contraatacar dichas enfermedades. “(…) Alphonse Laveran encontró el plasmodio del paludismo en 1880, o Robert Koch, que poco después descubrió el vacilo de la tuberculosis, empezaron a poner las bases de la teoría microbiana del contagio y de la infección, es decir de la bacteriología. Por lo que se refiere a los descubrimientos científicos sobre el paludismo, decisivos para combatir la enfermedad, no se produjeron hasta esas mismas fechas, a finales del siglo XIX. El más importante, además del ya mencionado de Laveran, fue el de Ronald Ross, quién en 1897 demostró que determinados mosquitos del género anofeles eran los vectores de la malaria (…)” (1). Los estudios demográficos sobre la población en el siglo XIX indican que ciertas enfermedades infecciosas no afectaban de igual forma a la población, tal es el caso de la tuberculosis o de la viruela (2): “(…) dependían claramente del nivel social y los recursos de la familia. (…) En 1866 el 60% de los niños quedaban sin vacunar. Claro que estas ventajas solo alcanzan a quien puede pagarlas, de ahí que las enfermedades tengan un componente social muy alto. La tuberculosis es compañera de la desnutrición y la miseria. Aunque se legisla con medidas higienistas, la falta de voluntad política retrasa su generalización hasta el Estatuto Municipal de 1924 (…)”.
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