(antología)
DOS
CUENTOS DE
VELORIO H
ernán Vanoli nació en 1980 y Liliana Colanzi en 1981. Son de los mejores de una nueva generación de narradores latinoamericanos: los nacidos en los ochenta, los que recién ahora empiezan a ser verdaderamente adultos, casi a regañadientes. Hijos de Buenos Aires y Santa Cruz de la Sierra, los dos cuentos tienen algo en común: los velorios, puertas entreabiertas entre la vida y la muerte, entre lo posible y lo imposible. «Funeral gitano» se publicó por primera vez en Varadero y Habana maravillosa, un libro de cuatro cuentos hace tiempo agotado que ojalá se reedite pronto. El presente de este relato es un futuro dislocado, muy cerquita del nuestro pero con el aire más rancio y los precios siempre más caros; una organización social implota desde adentro cuando cae uno de sus miembros, víctima de la peste o de la represión, todos adictos a una tecnología precaria que no está allí para ayudarlos. Después de varias novelas, Vanoli acaba de publicar un nuevo libro de cuentos: Pyongyang, que continúa con la misma línea enrarecida de lo que podría ocurrir mañana (y esperemos que no). En el cuento de Colanzi, en cambio, lo que está dislocado es el pasado: el recuerdo de la muerte de un amigo de la protagonista, el primer muerto, el de la infancia, el que abre una grieta para siempre en nuestras vidas, pero bajo el peso sobrecogedor de una visión. «Alfredito» forma parte de su último libro, Nuestro mundo muerto, publicado en Argentina por Eterna Cadencia y finalista del premio García Márquez que se está por entregar en los próximos días. Abramos la tapa del ataúd y veamos lo que tiene reservado para nosotros.
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