PEDRO MAIRAL
ya con la letra, y después en el contagio musical cantó la vieja de al lado y después otra y otra, y terminaron todas esas señoras bretonas en la larga mesa cantándome esa canción, regalándomela de vuelta, recuperándola del fondo de mi propia infancia. Se fueron despertando, conectando, saliendo del autismo de la vejez. Como si se curaran de pronto, volvieron, mi abuela, mi mamá, todas cantaban «Il était un petit navire, il était un petit navire...». Y a mí se me conectaron unas neuronas que nadie juntaba hacía mucho tiempo, hicieron chispa, alguien prendió la luz al fondo de mi cabeza. Ahí estaba esa canción, tirada entre juguetes rotos y abandonados hace cuarenta años, muchas mudanzas atrás. Yo no sabía la letra pero ellas sí, y la entonaban entre todas. Me volvió la imagen de un libro viejo con los dibujos y las letras de esas canciones populares francesas. Quizá lo conserve mi hermana. Esa canción en particular tenía un dibujo donde había un nenito llorando en la cubierta de un barco, rodeado de marineros. Era una historia truculenta. Se quedaban sin víveres en alta mar y sorteaban a quién se iban a comer. Salía elegido el marinerito más joven, que empezaba a escuchar a los otros discutir con qué salsa lo iban a cocinar. Entonces se trepaba al palo mayor y rezaba pidiéndole ayuda a la Virgen. De pronto, en un gran milagro, empezaban a saltar miles y miles de peces plateados sobre la cubierta del barco. Esa es la canción. Ahora la estoy aprendiendo a cantar otra vez. x
Washington Cucurto Quilmes, 1973 Narrador y poeta, su obra gira en torno a la migración dominicana y paraguaya en Buenos Aires. Creó y dirige la editorial Eloísa Cartonera, que publica libros de autores reconocidos y nóveles con tapas de cartón levantado de la calle y pintadas con acuarelas. Nunca antes había ilustrado en la revista Orsai.
DÍA 37: LA ESCASEZ DE ARROZ COMIENZA A SER PREOCUPANTE. 143
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