Los submarinos de la clase
“Balao” en Iberoamérica Por Herardd von SANTOS
mercante nipona. Aunque los submarinos fueron utilizados en masa y con gran eficacia en otros teatros de guerra, sólo demostraron ser un factor decisivo en el Pacífico, hasta el punto de que, al concluir las operaciones en ese océano en agosto de 1945, los estadounidenses habían hundido el 63 por ciento de todo el tonelaje mercante japonés.
Así era un “Balao” Pero volvamos al USS Torsk: el cuarto de torpedos dispone de diez tubos lanzadores, seis de ellos a proa y cuatro a popa, destacando 24
USS “Cusk” SS-348.
“A los puestos de combate para
un ataque en superficie. Avance dos tercios. Blanco ubicado. Distancia 900 metros. Inclinación 10° izquierda. Velocidad estimada, 8 nudos. Atención los tubos de proa...” Con estas frases los comandantes de submarinos se preparaban para hundir a sus presas durante la Segunda Guerra Mundial (SGM). Los norteamericanos no fueron muy prolíficos en su construcción. Sin embargo, una clase de estos buques no sólo pelearía en aquella contienda, sino que extendieron su servicio hasta principios de la década de los años ochenta, enarbolando los pabellones de distintas flotas iberoamericanas. Me refiero a los submarinos de la Clase Balao. En el Museo Naval de Baltimore, en la costa Este de los Estados Unidos, se puede contemplar uno de estos cazadores de las profundidades, el USS Torsk (SS-423), de los que sólo se construyeron 120 unidades a lo largo de la guerra. Fue botado al mar el 6 de
septiembre de 1944 siendo destinado al frente del Pacífico. Las flotas submarinas de los contendientes en la SGM (Segunda Guerra Mundial) emplearon diversas tácticas para atacar sus objetivos: Los alemanes crearon las famosas manadas de lobos, con las que trataron de estrangular las rutas marítimas del Reino Unido, es decir que sus ataques se concentraban en los barcos mercantes que transportaban valiosos suministros. Los japoneses, por otra parte, consideraban que sus submarinos debían solamente atacar unidades de guerra, hasta el punto que a sus comandantes se les inculcaba la idea de que atacar a un barco mercante era hasta cierto punto un acto vergonzoso. Pero el caso es que un submarino de aquella época apenas podía desarrollar una velocidad de 18 a 21 nudos en superficie, que se reducía a 8 a 12 sumergido, que es cuando atacaban, y puesto que la mayoría de buques de guerra lograban una velocidad de 19 a 21, se comprenderá la pobre actuación que tuvieron los japoneses. Los norteamericanos emplearon una mezcla de las manadas alemanas y ataques en solitario cuando se trataba de golpear la navegación
armas de este tipo Mk 14 de 533 mm. La sala de planes cuenta con una mesa central dotada de un mapamundi sobre el que se trazaban las rutas; los cuartos de la tripulación presentan varias filas de tres a cuatro literas, descansándose por turnos; el de motores se divide en una sección de diesel (dos) y otra con cuatro de baterías, desarrollando el conjunto una velocidad de 19 nudos en superficie y de 9 sumergido. En su realización se cuidaron especialmente las características de autonomía, habitabilidad, potente armamento y velocidad. El casco, soldado, es doble en la parte central y simple en los extremos. Está dividido en ocho cámaras estancas y los tanques de combustible y los dobles fondos se hallan emplazados en la zona central, entre los dos cascos. Sus mayores inconvenientes fueron las grandes dimensiones y la mole de la superestructura, que requería tiempos excesivamente largos para las inmersiones, proporcionando a la vez escasa maniobrabilidad. Pese a ello los Balao constituyeron la columna vertebral de la flota submarina estadounidense en el Pacífico. El USS Torsk fue un ejemplo de la eficacia, siendo uno de los diez construidos en las coor-