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Año: 13 Número 299
ebo agradecerle a José López por haberme inspirado a escribir sobre el importantísimo tema de la Donación de Órganos después del fallecimiento de una persona. En ese nuestro primer encuentro José estaba trabajando detrás de un mostrador en el supermercado, Cerro Grande. Eran las seis de la tarde y la ciudad era Ottumwa. A esa hora, yo iba por toda la ciudad entrando y saliendo de los negocios hispanos repartiendo el recién impreso Heraldo Hispano. Ese muchacho debe ser el hijo de los dueños de este negocio, pensé mientras acomodaba el periódico en el estante de metal. Al escuchar. -Señor, ¿puedo hablar con usted?-, cambié el rumbo y me acerqué a conversar con un joven de espíritu dinámico y cordial. ¡Claro! Fue mi respuesta. -Déjeme presentarme. Soy José y soy estudiante de la Escuela Secundaria y en mi clase de Anatomía Avanzada estamos involucrados en un proyecto.¿Y cuál es ese proyecto?, le pregunté. Ha este punto, mi curiosidad estaba picada por mil avispas y a la vez, mi admiración crecía por aquel joven valiente, por sus deseos de tratar con adultos, asuntos serios, de alcance universal. La respuesta de José fue más o menos así: -El proyecto consiste en concientizar a las personas a donar sus órganos de manera voluntaria, en caso de fallecimiento de ellos o de algún familiar.De esa primera conversación, hoy 7 de febrero regreso a Ottumwa y esta vez me dirijo a la escuela secundaria de José y sus compañeros de la clase de Anatomía. El edificio es impresionante, por su altura y su anchura. La reunión con los estudiantes y su profesor Jeremy Allar se llevará a cabo
en un aula del cuarto nivel. Primero, cruzo el amplio salón donde funciona la cafetería, luego, subo escalones y más escalones como si voy para el cielo. Al fin, arribo al aula correcta y allí me recibe una veintena de estudiantes sonrientes y ansiosos de conversar. Para mi sorpresa, los estudiantes además de saber sonreír estaban empapados del tema a conversar. -Nosotros, empieza José, hemos tomado la iniciativa de presentar la información y estamos organizados para trabajar con los medios de comunicación y para ofrecer talleres a todo el distrito escolar de Ottumwa. Mi papá es un buen ejemplo de la necesidad de comprender bien este tema. Así pensaba él. Los paramédicos me van a
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rajar y quitar mis órganos en el camino al hospital y quién sabe si me lo van a hacer cuando aún este vivo. No papá, la cosa no es así. Hay un procedimiento a seguir. Primero, el personal médico se pone en contacto con ambas familias, con la del fallecido y con la del paciente en espera del órgano salvador. Luego, se necesita contactar al personal del Iowa Organ Donor Network en Des Moines. Ellos supervisarán y decidirán si ambos, donador y receptor son compatibles. Hay otros asuntos a considerar. Por ejemplo, debe haber ocurrido una muerte cerebral y esta define como el cese completo de actividad en ese órgano vital. Como ve, papá, el personal paramédico no está aprobado ni capacitado para tomar tal decisión, ni para llevar a cabo tal función.- ¡Ah,
20 de Febrero 2013
pues, aquí tengo a un joven hablando de un tema muy delicado y complejo!, me queda a mí por pensar. El profesor Jeremy Allar interviene. La mirada clara se le ilumina con un reflejo rosa. Va a responder a mi pregunta relacionada con el aspecto cultural y religioso de los futuros donantes. ¿Castigaría Dios a alguien por darle vida a su prójimo o por ser la razón de un milagro? Al escuchar estas frases todo mi ser se estremece y no puedo evitar sentir arenitas en los ojos y ardor en el corazón. Ahora, observen la foto de la portada. ¿Acaso no observan a un grupo sonriente y talentoso? Ojalá digan como yo. ¡Sí, son eso y más! Por: Oscar Argueta