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Año: 13 Número 295
s lunes por la tarde y Sandra Suárez prepara un sofrito de verduras para un fricasé de pollo a lo cubano. Los ojos traviesos y vivos de Sophia y Sullivan la observan. Los curiosos pequeños, con la boca hecha agua, casi no pueden esperar hasta comer una porción de tan riquísimo platillo caribeño. El pimiento, la cebolla y cuatro dientes de ajo partidos en trozos están listos para ser mezclados con el pollo y las hojas de laurel. Sandra servirá el guisado rojo, con arroz blanco y rodajas de plátano maduro frito. Pongámoslo de esta manera: Esa cena de exquisito fricasé de pollo, además de alegrar los ojos y el estómago de Sandra y su familia, tendrá sabor a identidad cubana. Ahora, imaginemos una tarde dominguera de un futuro no muy lejano. Veamos en esa escena a Sophia y Sullivan seguir el ejemplo de su mamá. Ambos están cocinando fricasé de pollo para sus propios descendientes. De seguro, la conversación sobre el origen de este platillo y de su propia raíz cubana saldrá a colación. Es martes. La hora, diez minutos después de las tres de la tarde. Estoy en la oficina de Sandra en el centro en Des Moines. El cubanísimo acento de mi interlocutora es alegre, delicioso y cordial. A sus expresiones, gestos y ritmo, soy todo oído, todo ojo, y todo embeleso y atención. A son de queja, Sandra comenta: -Aunque cocino comida de la isla, yo no soy tan cubana como mi abuela Emma. Espere, ya me acuerdo, esta mañana mi hermana estuvo de visita y antes de despedirse se puso a reír. “Sandra, cuando vengo a tu oficina siempre estás escuchando música cubana.” ¡Es cierto!, pensé. En el gusto por la música, las dos somos diferentes. El estilo Country
music no va conmigo. En cambio, el ritmo y la cultura cubana, siempre han estado muy dentro de mí. Desde una edad muy temprana, Sandra actuó como la “intérprete oficial” de sus padres. La conmovía verlos nerviosos tratando de conversar en inglés con maestros, médicos y autoridades de inmigración. Gracias al dominio de ambos idiomas y culturas Sandra auxilió a sus padres, amigos y vecinos en esos casos de importancia crucial. De esas experiencias le nació el deseo de graduarse de una profesión orientada a resolver asuntos legales y familiares. En fin, Sandra siempre estuvo consciente del sacrificio de sus padres al dejar Cuba, familia y posesiones. Allá, eran profesionales de la medicina,
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la educación, aquí, en suelo norteamericano, se emplearon en fábricas y en trabajos con oportunidades limitadas para progresar. Viéndose en ese espejo, Sandra aprovechó toda oportunidad ofrecida por este país para educarse y labrarse un mejor porvenir. En ese peregrinaje, siempre tuvo en mente compartir con los de su comunidad latina, sus talentos y corazón. De su Abraham Lincoln High School, en Des Moines, Sandra fue a estudiar becada a la Universidad de Washington en Seattle. -No te vayas a estudiar tan lejos. Todos los jóvenes de Iowa dejan este estado y no vuelven-, le dijeron sus padres. La becada de Iowa recibió el título de licenciada en Ciencias Políticas en 1994 y
19 de Diciembre 2012
hasta ese momento no tenía intenciones de regresar a Iowa. En 1998 concluyó sus estudios en la carrera de leyes en la Universidad de St. Louis e Misuri. Para su asombro, la vida la trajo de a la tierra donde esta enterrado su ombligo y donde ahora ejerce como abogada. Sandra representa a familias en asuntos migratorios, para establecer o vender empresas, divorcios, cuidado de los ancianos y custodia legal de los hijos. Los logros de Sandra son muchos, pero contribuir a la felicidad de sus paisanos latinos es su más ambicioso sueño y pasión. Para ponerse en contacto con la abogada Sandra, llamar al: 515-707-2147. Por: Oscar Argueta