03 Abr 2013

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El Heraldo Hispano

MODALES EN LA MESA Me comenta emocionada, una madre de varios niños pequeños, que para festejar su cumpleaños el esposo le había invitado a comer en un restaurante. Ella dijo que, al principio le pareció una buena idea, pero después pensó que sus niños no estaban acostumbrados a comer fuera de la casa. Ya no estaba tan segura si ir a un restaurante con cinco niños era, después de todo, tan buena idea. Habló con su esposo sobre el asunto y pensaron que era mejor encontrar a alguien que cuidara los niños mientras ellos iban a disfrutar un momento como pareja. La niñera le llamó a último momento diciendo que no podía llegar y no pudieron encontrar a nadie más. No hacía mucho que habían llegado a la ciudad y no tenían familiares que le pudieran dar una mano en esa ocasión. Cuando fueron a pagar su cuenta, la mesera les dijo que alguien deseaba abonar por ellos lo que consumieran y les había escrito una nota. Ellos al principio se miraron confundidos sin saber qué estaba pasando o si se trataba de alguna broma. La joven les dio una nota que decía: “No he visto una familia tan numerosa con niños tan educados por mucho tiempo y es un privilegio pagarles lo que vayan a consumir”. Miraron en todas direcciones buscando al benévolo benefactor de su familia. Podía ser el hombre anciano que comía solo en la esquina; o la pareja que sonrío a sus hijos varias veces; o tal vez el hombre leía el periódico, mientras bebía su café; o la mujer con apariencia amable que comía sola. No tenían forma de saber y era evidente que la

persona que estaba pagando quería que fuera algo anónimo. Esta madre que había estado tan preocupada por cómo iban a comportarse sus hijos y un extraño reconoció la buena conducta que habían tenido. Se sentía halagada, pero a su vez molesta por no haber confiado en la enseñanza que le daba diariamente a su progenie. “No entiendo por qué pensé que sería diferente en el restaurante que en nuestro hogar, pero realmente lo que más me preocupaba era disturbar la paz de los otros comensales”, dijo un tanto abochornada. “El mejor regalo que recibí ese día fue que aunque parece que mis hijos a veces no me prestan atención si escuchan y van aprendiendo”. Me contó que por más ocupada que se encontraba, siempre tomaban un tiempo para comer alrededor de la mesa. No tienen permiso de comer en la sala mirando la televisión o en las habitaciones y tienen un horario y una rutina bien establecida. Los más grandes ayudan a los más pequeños a lavarse las manos, antes de comer. Sus hijos saben que no tienen permitido balancearse en la silla mientras comen. O hablar con la boca llena o jugar con la comida. Para esta madre no hay mejor formar de enseñar algo que predicando con el ejemplo. “Si uno desea que un hijo tenga buenos modales en la mesa, todos lo que están sentados a la mesa deben tenerlos, incluyendo los padres. Si no pueden ver el buen comportamiento en los adultos el mensaje no quedará claro. Aparte de las ‘normas’ de la mesa, se le puede ir enseñando a ayudar a poner

la mesa y después de terminar de comer ayudar a recoger. Y siempre cepillarse los dientes”, me explica, mientras su niña más pequeña juega en su regazo. “Una de las cosas que nosotros como padres no hacemos es llevar nuestros teléfonos celulares a la mesa o la computadora. Si el teléfono de la casa suena, no atendemos y si es algo importante dejarán un mensaje en la máquina contestadora. Es un momento especial, porque nos estamos nutriendo como familia”, interviene su esposo y me aclara que está muy orgulloso del trabajo que su esposa hace diariamente. “Uno nunca sabe quién lo está observando y nos sorprendió mucho comprobar que alguien se dio cuenta de cómo nuestros niños estaban comportándose. ¿Qué hubiese pasado si fuera por las razones opuestas a la que sucedió y en ese restaurante estaba mi futuro jefe o compañero de trabajo y mis niños le estaban causando indigestión con su conducta?”, pregunta mientras sonríe y sacude la cabeza mientras se imagina el peor escenario. Los buenos modales en la mesa no es algo que pase de moda o que sean cosas del pasado. La forma que nos comportemos mientras comemos es reveladora de cuán educados somos. «La educación y la cortesía abren todas las puertas”, según Thomas Carlyle y la falta de ellas pueden cerrarlas.

03 de Abril de 2013


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