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Año: 13 Número 302

stos niños viven allá, en mi tierra natal, San Luis Jilotepeque. La foto fue tomada por su maestra Mary Urrutia. Véanles las caritas. Son el retrato mismo de la inocencia y de la sencillez. Observen como están vestidos. A las claras se les ve la carencia de lo esencial. Como ven, no exageraría si dijera: Por poco y llegan descalzos a estudiar. También agregaría. Aunque esas pequeñas almas pronto aprenderán a leer y a escribir, desde hace mucho han sabido como es vivir con escasez de salud, de pan y de amor. Antes de continuar, debo agradecer a la señorita Mary por no quedarse de brazos cruzados, por no cerrar los ojos, por querer hacer algo para aliviar un tanto la situación tan precaria de sus pequeños estudiantes. A mí no me pidió dos veces auxiliarla en esta misión. No era necesario. Respondí de inmediato: ¿Cómo puedo ayudar? La conversación era por medio del chat del Facebook. Y tiene una foto de esos niños, proseguí. Esta fue la respuesta. “¡Sí tengo! En este momentito se la mando.” Siguió un minuto de suspenso. Luego, con un simple click del mouse de la computadora abrí el documento. La foto mostraba a 27 pequeñitos con ropas y zapatos raídos. El cuadro no me causó sorpresa. En cada una de esas caritas me vi a mí mismo y vi a los niños pobres de nuestra América Latina y de todo el mundo. A esa edad, yo aún no iba a la escuela y mis pasos, por esta vida, parecía ir dándolos sobre un puente conformado por tablas podridas y sin clavar. Era hijo de un padre alcohólico y en vez de heredar felicidad, estaba a punto de heredar miseria y soledad. Al morir mi

descuidado progenitor, también heredé hambre, tristeza e inseguridad. Por eso, no fui lento en mi respuesta en poner mi hombro a lid, estirar y compartir mi corazón con esos bienaventurados chiquitos de allá, de San Luis. El chat continuó así: “Don Oscar, usted viene seguido a este pueblo y trae ropa para regalarle a la gente pobre, ¿no es así?” Sí, tengo cinco años de servir a mis paisanos de esa manera. “Pues, en su próximo viaje venga a visitarnos. Mis alumnos estarían felices de recibir de usted aunque sea un par de calcetines.” ¡Así fue! El pasado mes de marzo viajé a mi tierra. Al aula de la señorita Mary llegué un día martes,

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a eso de las 8 de la mañana. En mi corazón llevaba una preocupación. No llevaba ropa suficiente para repartirles una mudada a cada una de esas criaturas de Dios. Al terminar la visita les prometí regresar a fines de julio para llevarles más ropa, incluyendo zapatos y algún caramelo para saborear. Aquí estoy mi querido lector, comprometido a llevar ropita y zapatitos para la treintena de estudiantes de la escuelita donde imparte el pan del saber la señorita Mary. Esto me confió esta buena maestra: “Don Oscar, la mayoría de estos niños ya trabajan en el campo, al lado de sus padres. Por esta razón, algunas veces no vienen a estudiar. Algunos, como aquella niña ya presentan

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signos de desnutrición.” Yo me vuelvo a ver y lo confirmo. Otros, reciben abuso de sus padres alcohólicos. “En fin, don Oscar, hay muchas necesidades entre la gente de esta sección del pueblo.” Sí, mis queridos lectores, hay mucha necesidad entre nuestra gente y, para nuestra dicha, no se necesita ser millonario para dar un pedacito de nuestro corazón. Si el ver a estos niños de la portada le trae recuerdos de su infancia y le nace el deseo de ayudar, favor de llamar o escribir a la redacción del Heraldo Hispano, para unirse a nosotros en esta campaña de solidaridad con estos pequeñitos de San Luis. Por: Oscar Argueta


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EDITORIAL

Y no le cuentes a nadie, a nadie, cuánto te amé. Ni les digas cuánto lloré, ni cuanta tristeza sentí cuando, tu mirada dura, en dos, mi mirada partió. No, no cometas el error de revelar este secreto. Este amor despreciado sufriría menos si callas o si no lo arrastras más por las piedras del dolor.

Por: Oscar Argueta (coca43@ hotmail.com) Guatemalteco. Escribe desde Mount Pleasant, IA

osé y María se conocieron en un baile. A eso de la una de la mañana, terminada la fiesta, cada quien se fue Y no le cuentes a nadie a su casa. Ambos pasaron dónde pasó todo esto; la noche en vela. El amor no ni describas el paisaje los dejó dormir. Juan, el mejor con un cielo sin nubes. amigo de José fue el primero en Yo, te daba un pañuelo enterarse de lo sucedido. Juan y tu mano ajaba la flor. era también el patrón de José. A Juan le tembló el corazón No pases por mi casa, cuando José le presentó a María. ni te vuelvas para ver; En secreto juró quitarle la novia ni le cuentes a nadie a su empleado y mejor amigo. cuánto esperé por ti, Así le dijo: José, tu eres pobre y aquí en esta ventana, no tienes nada para ofrecerle a con la mirada puesta esa muchacha tan bonita. Vete a en aquel ingrato reloj. los Estados Unidos y trabaja allá por un año, gana lo suficiente Por: Oscar Argueta para comprar una casa y luego

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regresa. Así podrás de verdad merecer a tu María. La intención de Juan, aunque falsa, sonó bien. José se despidió de su novia y siguió rumbo al norte, cruzó la línea y un día domingo arribó a un pueblito de Iowa. Al acercarse el año, María le escribe una carta a su José. “José, regresa pronto, pues Juan me enamora y no si pueda resistir su galanteo. Es cierto, la casa no tiene piso, pero tiene techo. No tiene luz, pero tiene agua. No necesitamos vivir con lujos. Lo más importante es el amor.” Esta es su respuesta: “María de mi vida, si me quedo un año más, podré terminar la casa y comprar un terrenito cerca del río, y también comprarme una troquita para trabajar en un negocio propio. Imagínate: Tú, con tu propia floristería y yo, con mi troca cargando y supliendo de flores la empresita…” El final de esta historia ficticia lo dejo a la imaginación de mis lectores. A continuación les contaré dos historias verdaderas. Santiago ha vivido en los Estados Unidos, en Boston para ser más exacto, desde hace diez años. Cuando dejó San Luis Rey de Francia, allá en Guatemala, les

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dijo a sus hijos. “Los dejo para darles estudio y una vida mejor.” Tres niños de 8, 10 y 12 años estaban aferrados a sus piernas. En sus brazos, Santiago sostenía a un bebé de año y medio. A un paso, una señora de trenzas y rostro de ángel tiene la cabeza inclinada. Apenas alcanza a decir. “Hijos, dejen ir a su papá. Solo se va por un tiempo, a lo menos dos años y luego lo volverán a abrazar.” Esa despedida tuvo lugar en diciembre del año 2000. Santiago, no ha corrido con suerte. Hasta ahora nunca ha tenido un trabajo fijo. Cuando les habla por teléfono les dice: “Por eso, no puedo mandarles más dinero y por eso no se ha podido terminar la casa.” Al menos esa es su excusa. Cierto, la familia de cinco miembros vive en solo cuarto sin repellar y por piso tiene polvo y tristeza. El varoncito nacido en el 1998 es ahora un jovencito alto y bien parecido. La trenzas de la ama de casa lucen pintadas de canas y su rostro muestra un paisaje arrugado y sin luz. Los tres hijos mayores no saben cómo sentirse. Esto me confiesa Gustavo: “A veces me siento traicionado. A

veces, me siento perdido en la oscuridad de mis sentimientos y cuando río no sé si estoy llorando.” Segundo caso. Manuel hipotecó su casa y con ese dinero se costeó el viaje, incluyendo el pago del coyote. La esposa y los tres hijos varones alquilaron un cuarto y allí se amontonaron como si hubieran sido costales de maíz. Así les dijo al despedirse. “Con el primer año de trabajo pagaremos la hipoteca y con los ahorros del segundo año pagaré un coyote para llevármelos a todos a los Estados Unidos.” A los seis meses de vivir en Nueva York, Manuel murió. La familia aún vive en un solo cuarto y la hipoteca de su vivienda nunca la pudieron pagar. De acuerdo a mi experiencia, esto puedo afirmar: La separación familiar empobrece, enferma y mata. El oro es engañoso, no siempre se tiene lo suficiente. Es como un espejismo y cansa perseguirlo. Por eso, solo me resta decir: La prosperidad podría convertirse en pobreza si se descuida el tesoro de la familia, o se rompe el lazo del amor.


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CONOZCA SUS DERECHOS: INFORMACIÓN VITAL EN CASO QUE SEA DETENIDO POR INMIGRACIÓN O ARRESTADO POR LA POLICÍA Yo recibo frecuentemente llamadas de miembros de la familia de un detenido solicitando ayuda para su familiar, quien ha sido detenido por inmigración o arrestado por la policía. Desafortunadamente, a veces la persona detenida o su familia no me llaman antes de que la persona detenida haya sido entrevistada por inmigración o antes de que se haya declarado culpable algún crimen. Es importante que conozca sus derechos (¡Sí, los indocumentados también tienen derechos!) y lo que debe hacer en caso de que sea detenido o arrestado. La siguiente es una lista de cinco cosas que necesita saber para mejorar su chance de sobrevivir luego de algún encuentro con inmigración o con la policía. Tiene derecho a guardar silencio Este es su derecho más básico y el más importante. No conteste ninguna pregunta que no entienda. El trabajo del oficial/el fiscal/el gobierno es probar que usted ha hecho algo ilegal o está sujeto a las leyes de inmigración. No haga más fácil el trabajo de esos funcionarios al ofrecer voluntariamente información que puede favorecer el caso o las evidencias que ellos formulan contra usted. Si no sabe inglés, no firme absolutamente nada si no está presente su abogado Que no le importe, si el oficial le dice que va a recibir un permiso, cien mil dólares y unas vacaciones pagadas a la Copa Mundial en Brasil 2014, si usted firma los documentos que él desea que usted firme. No firme absolutamente nada si no sabe inglés o su abogado no está con usted. Todos han escuchado

las historias de las personas que pensaban que estaban firmando para poder salir de la cárcel y de hecho firmaron su deportación. Hay unas preguntas que puede contestar durante una entrevista con agentes de inmigración, pero nada más estas seis preguntas siguientes. Cuando estoy preparando a mi cliente para una entrevista con inmigración, le explico bien que hay seis preguntas que él/ ella pueden contestar. Puede

Es sumamente importante que sepa el impacto de su declaración de culpabilidad en su caso de inmigración ANTES de declararse culpable. decir 1) Su nombre verdadero, 2) Su fecha de nacimiento, 3) La fecha de su entrada, 4) Por donde entró, 5) Los nombres y las direcciones de sus familiares residentes y ciudadanos (de los indocumentados, no), y 6) Si tiene miedo regresar a su país. Si piden información a partir de estas seis preguntas, debe guardar silencio o si tiene abogado puede informar al oficial de inmigración que puede comunicarse con su abogado si quieren obtener más información. Pida a la corte que le asignen un abogado Si usted es indigente (es

decir, pobre) puede calificar para que le asignen un defensor público (un abogado cuyos honorarios son pagados por el estado). Un abogado puede explicarle los cargos que tienen contra usted, le explicará el proceso de la corte criminal, y lo representará ante la corte. Desafortunadamente, no todos los abogados conocen bien todas las leyes de inmigración, lo que nos lleva a la última parte de este consejo… Solicite un repaso de su caso criminal por un abogado con experiencia en inmigración ANTES de declararse culpable El resultado de su caso criminal puede afectar su elegibilidad para ciertos beneficios de inmigración, incluso una fianza, un permiso, un caso de residencia, y más. Es sumamente importante que sepa el impacto de su declaración de culpabilidad en su caso de inmigración ANTES de declararse culpable. A menudo, es imposible anular el impacto de la declaración después o el proceso es tan extenso y de tan larga duración que no puede resolver la situación, antes de que haya perdido permanentemente su elegibilidad para el beneficio de inmigración. Soy Trey Sucher. Soy abogado en West Liberty, IA. Yo trabajo en todos estos tipos de casos, incluso inmigración. Yo estudie leyes y recibí mi título en la Universidad de Iowa, en Iowa City. Estoy feliz de ofrecer esta información para que usted la conozca, pero la información contenida en este artículo no la ofrezco como un consejo legal. Tampoco me convierto en su abogado por el solo hecho de que usted ha leído mi artículo. Cuídese.

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LO QUE

CHAVEZ SE LLEVO

Lo último que se supo, tras la muerte del presidente de la República Bolivariana de Venezuela, es que su féretro recorrió por última vez el camino que lo conduciría al famoso “cuartel de la montaña”, sitio escogido como su última morada. Desde este mismo edificio, pero el 4 de febrero de 1992, Hugo Chávez, dirigió el fallido golpe militar contra el entonces presidente, Carlos Andrés Pérez. Y cerca de ese mismo cuartel, ahora convertido en museo militar, se encuentra uno de los más importantes bastiones electorales de Chávez en la capital venezolana, el barrio 23 de enero. La carrosa fúnebre iba escoltada por decenas de motocicletas de la Policía y otros cuerpos de seguridad. Las autoridades venezolanas, encabezadas por el presidente encargado, Nicolás Maduro, precedían la caravana. Tanto los miembros de la caravana, como los ciudadanos de a pie que la observaban pasar, evidenciaban sus muestras de pesar por el fallecimiento del polémico presidente. El mismo día de la muerte de Hugo Chávez, el 5 de marzo de 2013, la secretaria de Estado adjunta de Estados Unidos para América Latina, Roberta Jacobson, expresó su deseo de que en Venezuela se realicen elecciones y que el país debía seguir “los altos estándares democráticos del hemisferio”. Estas declaraciones generaron la reacción airada del gobierno venezolano. El canciller Elías Jaua, anunció la suspensión indefinida de las conversaciones bilaterales que mantenía con el gobierno estadunidense para reanudar las relaciones bilaterales. “Cuando entienda que habla con un pueblo soberano, entonces (que) vuelva a llamar”, dijo Jaua, reiterando cuál será la línea que mantendrá el nuevo gobierno, si el pueblo venezolano decide dar continuidad al régimen chavista. Pero eso no es todo, el 5 de marzo, antes de anunciar oficialmente la muerte del presidente Chávez, Venezuela expulsó a dos integrantes de

la embajada estadounidense en Caracas a quienes acusó de “proponer proyectos desestabilizadores” a militares, y Washington respondió seis días después con la expulsión de dos diplomáticos venezolanos. Estamos a pocos días del inicio oficial de la campaña electoral en Venezuela. Los dos candidatos que participarán en la contienda electoral son emblemáticos y representan la polarización de las opiniones

“Estamos a pocos días del inicio oficial de la campaña electoral en Venezuela. Los dos candidatos que participarán en la contienda electoral son emblemáticos y representan la polarización de las opiniones políticas en la patria del libertador Simón Bolívar: El chavismo y su proyecto político populista clientelar; y el posible retorno de la burguesía nacional al poder...” políticas en la patria del libertador Simón Bolívar: El chavismo y su proyecto político populista clientelar; y el posible retorno de la burguesía nacional al poder, con la marginación y el olvido de los pobres, que eran la característica de la clase política, hasta antes de la llegada al poder de Hugo Chávez. Por el lado de la oposición, tenemos a Henrique Capriles, quien ya está recorriendo el país tratando de captar simpatizantes, antes de los comicios del 14 de abril. Capriles promete un futuro mejor para Venezuela y arremete con fuerza contra su contendiente electoral y actual presidente encargado, Nicolás Maduro. No obstante, evita a toda costa confrontar también al fallecido presidente Hugo Chávez.

Desde cualquier tarima, Capriles grita a todo pulmón: “¡Nicolás no es Chávez! ¡Nicolás no es Chávez!” en su afán de marcar distancias entre el fallecido caudillo, quien logró reunir millones de sus seguidores en la capital del país, que pernoctaron varios días para poder ver de cerca su cadáver. “El problema eres tú Nicolás”, asegura Capriles al tiempo de culpar directamente a su adversario de todos los problemas que afronta el país, especialmente de la inseguridad, los apagones eléctricos, la inflación y el desabastecimiento en los mercados. Capriles pide y pide un debate con Nicolás Maduro, pero lo más seguro es que nunca se realice el ansiado encuentro, sobre todo porque las encuestas dan a Maduro 14 puntos a su favor, incluso más que los 11 puntos que daban las encuestas a Chávez sobre Capriles, durante la campaña previa a las elecciones del 7 de octubre del año anterior. En la otra orilla está el presidente encargado y candidato presidencial, Nicolás Maduro, quien hace proselitismo manejando un autobús (como lo hacía en su anterior empleo). Promete continuar con la revolución bolivariana, iniciada por el presidente Hugo Chávez y optar por un socialismo hacia el desarrollo, siguiendo los pasos del brasileño Luiz Inácio Lula da Silva. La pelea es peleando. Ya veremos qué sucede el 14 de abril. Hasta ahora, Capriles no para de acusar a Maduro de usar todo el aparataje estatal para su propia campaña electoral. Además, el candidato opositor cuenta con el apoyo entusiasta de la mayoría de los diarios privados y el canal de noticias Globovisión, así como de otros canales de televisión. Maduro, en cambio, cuenta con el respaldo de otros gobiernos progresistas de la región, como Ecuador, Bolivia, Argentina y Uruguay, quienes apuestan por la continuación del chavismo. Los venezolanos tienen la última palabra.

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DIARIO DE UN INMIGRANTE

MADRE

Por: David Suárez Moreno

-Aprenda a hacer de todo hijito, porque usted no sabe lo que le espera en la vida- Me decía mi mamá cuando tenía 10 o 12 años, con la voz más dulce que encontraba en el fondo de su corazón, pero al mismo tiempo con firmeza, para que la lección penetrara en mi mente y me fortaleciera el carácter. Eran aquellos tiempos cuando uno no podía tutear a los padres y los padres no lo tuteaban a uno, para poner de relieve la gruesa línea que separaba el amor filial del respeto. “En una mano el amor y en otra el rigor”, era una de las frases favoritas de mi madre, quien con tan solo una mirada nos mandaba a callar, para que no participáramos de una conversación entre adultos; o con un gesto nos ordenaba abandonar la sala para que no escucháramos alguna conversación que mantenía con mi padre o con alguna de sus amigas. -Si llega a tener dinero –continuaba enseñándome- podrá ordenar a quienes le sirvan; y si no tiene, entonces no se morirá de hambre y podrá ser autosuficiente. Estas lecciones de mi madre llegaban muy adelantadas a su época. Por aquellos días el machismo reinaba en América Latina. Incluso algunas mujeres prohibían a sus esposos e hijos siquiera entrar en la cocina; ese era su reino y un hombre solo podía servir de estorbo en esa área, porque no sabía hacer absolutamente nada, ni siquiera freír un huevo. En mi casa, la filosofía era diferente. Mi madre no solo me permitía entrar en el reino mágico de la cocina, sino que además, me iba enseñando las cosas básicas, para asegurar mi supervivencia futura. -Depositas el arroz en esta olla seca y lo escoges- casi siempre el grano que venían en la tienda venía mezclado con pequeños frijoles, para aumentar su peso o con granos en cáscaras (madres), mi misión era deshacerme de la basura y dejar solamente el grano limpio. -Ahora tienes que lavarlo. Lávalo dos o tres veces. Cuando veas que el agua ya no sale blanco, eso te indicará que está limpio.- A mí me gustaba la tarea, sobre todo porque sabía que durante el proceso podría comer de las

primicias del platillo que se preparara en el día. -Con el arroz limpio, ya está listo para ser cocinado. Le agregamos agua. Asegúrate de que el agua quede dos dedos arriba del nivel del arroz, entonces le echas un poco de sal y un chorrito de aceite y lo pones a cocinar a fuego intenso.- a los pocos minutos, la cocina de kerosene hacía hervir el agua y los granos de arroz comenzaban a danzar dentro de la olla. -Cuando se seque el agua, le bajas la llama, al mínimo y tapas bien la olla. Esto le permitirá al arroz reventar bien y te quedará un poco crujiente.- Esta era el curso elementalmente básico para cualquiera que quisiera aprender a cocinar. –Por lo menos que te puedas preparar un arroz con huevo frito- me decía, mientras yo me movía un poco hacía atrás tratando de escapar del calor de la cocina. ¿Quién no puede preparar aunque sea un arroz con huevo frito? No lo sé. Pero al menos yo sí puedo, gracias a las tempranas enseñanzas de mi madre. Para orgullo mío, mi hijo mayor también aprendió a cocinar; y aunque, según él el arroz no le queda como a mí, él también puede valerse por sí mismo al enfrentarse a las tareas de cocina. Han pasado varias décadas desde los días cuando cocinaba al lado de mi madre. Mucha agua ha corrido bajo el puente de mi vida, pero las sabias palabras de la autora de mis días, siguen sonando en mi mente y en mi corazón: “Aprenda a hacer de todo hijito, porque usted no sabe lo que le espera en la vida…” Cuánta razón tenía mi madre. Al igual que usted, desocupado lector, me ha tocado vivir experiencias de todo tipo: felices, tristes; éxitos y fracasos, etc. He tenido épocas de abundancia y de escasez. Pero, sin importar las circunstancias que me han rodeado, siempre he podido ser autosuficiente en atender mis propias necesidades y las de mis seres queridos. Mi madre partió hacia el más allá hace poco más de tres años, pero su esencia se quedó conmigo y con mis descendientes. Gracias por tus consejos y enseñanzas. Siempre vivirás en mi mente, en mi corazón y tus consejos ya están incorporados en mi vida diaria, en mi estilo de vida y en mi carácter.

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LA TAREA QUE NUNCA SE

TERMINA

Hoy veía la lista de cosas para hacer y descubría que no me quedaba tiempo para hacer aquello que yo suponía podría hacer de todas formas, de alguna forma mágica. Pero de pronto miré a mi alrededor y supe que no estaba sola en la lucha por ensanchar mis horas, para satisfacer las necesidades de mi familia, las del trabajo, las emergencias y los imprevistos. Me di cuenta que en el edificio donde me encontraba había muchas personas que parecían abrumadas con su carga horaria y las exigencias y demandas de tiempo. Alguien a mi lado me comentó que por una semana no había podido doblar la ropa que había lavado. Y en el cuarto de huésped empezó a montarse una pila de colchas, ropas, los sobres de correo que usualmente llegan con ofertas de tarjetas de crédito; y otras cosas con su nombre que debían esperar para poder ser descartadas apropiadamente. Después de una semana ese cuarto parecía haber sufrido una catástrofe natural. Pude sentir lo abrumada que estaba mientras me contaba. Me identifiqué con ella y con lo que yo misma estaba experimentando al tener que volver a corregir algo que pensaba terminado de otro proyecto y estar con las demandas de uno nuevo. “Ese cuarto tendría que esperar a que yo tuviera tiempo. Punto. No había nada más que pudiera hacer. Me encantaría que se mantuviera limpio, lo peor de todo es que no había a nadie más a quien culpar más que a mí misma. Me sentí como un fracaso”, me dijo visiblemente emocionada. Otras mujeres se sumaron a la conversación porque estábamos en nuestra media de descanso. “Si no estoy ocupada, estoy muy cansada. ¿De qué? Pues de estar ocupada. Si no estoy ocupada y cansada, hay que tratar de cumplir con todo lo que no he podido hacer en la semana”, dijo una mientras comía una ensalada. “Y no te olvides de que cuando llegas a tu casa siempre hay alguien que necesita las cosas para ayer”, agregó otra que de pronto nos ilustró como su hijo, en el último momento, siempre se olvida de algo especial que necesita para la tarea. Para una madre que trabaja fuera de la casa el trabajo no termina cuando se

cumplen las ocho horas, sigue cuando llega a la casa. Es como si tuviera dos trabajos y uno de ellos, sin goce de sueldo. A todo eso debe sumarse el trabajo voluntario en la escuela de su hijo o en la iglesia y en las actividades de familiares. La conversación parece llegar a su punto máximo cuando una tercera persona comenta: “Y eso sin contar el tener que lidiar con el qué dirán o pensarán de mí las otras personas. Que si mira qué gorda se ve. Y que ni se peinó. Y que ¿no se puso esa misma ropa en la otra reunión? Pero si mira que siempre llega tarde”. Eso me hizo pensar en las personas que cuando digo que tengo que ir a Puerto Rico piensan que mi trabajo es maravilloso y que puedo disfrutar de las playas. Tal vez se imaginan que muchas veces camino en la playa al atardecer, después de un día arduo de trabajo. Sin embargo, el edificio donde laboro no está muy cerca de la playa, ni del encanto que puede experimentar un turista. La mayoría del tiempo paso en reuniones o en entrenamientos que no me permiten disfrutar de la belleza de Puerto Rico como las personas podrían llegar a imaginarse. Comento lo que acabo de pensar y hay una risa generalizada, porque mis contertulias saben cuán lejos de la verdad es ese pensamiento. «¡Pero si esto es un cuento de nunca acabar!», comenta otra y cuenta que desde que entra en la casa está recogiendo calcetines y zapatos dejados fuera de su lugar. Después comenzaron a contar algunas anécdotas cómicas de lo que han tenido que hacer para llegar a tiempo o cómo han tenido que arreglárselas para que las horas les alcancen. La risa hace que lo que parecía como algo abrumador sea una experiencia colectiva de intercambio de vivencias. Las miro y me doy cuenta que me puedo identificar con ellas, aunque sean de otra cultura y vivan lejos de lo que yo llamo “mi hogar”. Me uno a ellas mientras el reloj marca la hora que debemos volver a nuestra capacitación.

Para una madre que trabaja fuera de la casa el trabajo no termina cuando se cumplen las ocho horas, sigue cuando llega a la casa. Es como si tuviera dos trabajos y uno de ellos, sin goce de sueldo. A todo eso debe sumarse el trabajo voluntario en la escuela de su hijo o en la iglesia y en las actividades de familiares.

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PRESS-CITIZEN PRESIONA POR REFORMA DE INMIGRACION Debido a la importancia que reviste y por considerar que la sociedad exige que los medios de comunicación asuman un rol social y humano en el tratamiento de los asuntos que incumben al país, hemos decidido publicar el editorial del Prees-Citizen, aparecido el 14 de marzo. En esta nota, firmada por el consejo editorial, se hace un llamado público a los legisladores republicanos y demócratas para que den paso a una reforma migratoria que contenga una vía a la legalización de los indocumentados y un camino hacia la ciudadanía. El Heraldo Hispano se suma a este pronunciamiento público y espera que en las próximas semanas otros periódicos, revistas y estaciones de radio y televisión se sumen a esta iniciativa; y juntos ejerzamos presión para que el Congreso comience a debatir una reforma migratoria integral, que saque de la oscuridad a la luz a millones de familias sin papeles. A continuación publicamos el editorial mencionado. La traducción es libre y la autoría es del Prees-Citizen. La reforma migratoria necesita una vía a la ciudadanía Escrito por: Press-Citizen Consejo Editorial No se pueden aprender lecciones rápidas de los 21 meses que María Sánchez tuvo que pasar lejos de sus seis hijas y de su esposo, Vidal, después de haber sido deportada a Guatemala. La historia de la familia de Sánchez demuestra hasta qué punto la inmigración indocumentada afecta la vida cotidiana, incluso en los estados que, como Iowa, están lejos de cualquier frontera nacional. Al igual que millones de familias de inmigrantes, los miembros de la familia Sánchez tiene diversos estatus migratorios. Las seis hijas poseen la ciudadanía americana por haber nacido en los EE.UU. A María Sánchez se le permitió regresar a Iowa con una visa que le permite permanecer en los EE.UU. durante cuatro años. Vidal Sánchez (el padre de la familia), sin embargo, es todavía

indocumentado y, como tal, se enfrenta a sus propios riesgos de expulsión en cualquier momento. Así que es difícil hablar de las grandes lecciones que debemos aprender de este caso, sin tener que asumir que todo el sistema de inmigración ha demostrado tener la propensión a separar las familias - aun cuando un padre no haya hecho nada más que venir a los EE.UU. en busca de una mejor la vida. La buena noticia es que María Sánchez contaba con el apoyo emocional, financiero y jurídico de una gran cantidad de amigos y familiares. Ella tiene un abogado local que trabaja en su caso. Tuvo gente dispuesta a ayudarla con sus problemas para reingresar al país, incluso sus amigos llevaron el caso ante el senador Chuck Grassley y el representante Dave Loebsack. Y ella tenía amigos dispuestos a ayudar a pagar sus facturas legales y a comprarle un billete de avión para asegurarse de que ella finalmente pueda volver a estar junto a sus hijas. La mala noticia es que muy pocos de los aproximadamente 12 millones de inmigrantes que trabajan en este país sin la documentación adecuada tienen acceso a ese nivel de apoyo. Y el número de deportaciones sigue creciendo bajo la Administración Obama; sin embargo, ninguna agencia de gobierno tiene una idea clara de cómo manejar el creciente problema de los niños de Estados Unidos con padres “desaparecidos” – Nadie sabe qué hacer con estos casos: el Departamento de Seguridad Nacional, el sistema de bienestar infantil, el Departamento de Justicia y definitivamente tampoco el Congreso de los EE.UU. Funcionarios de la administración Obama se jactan de decir que las deportaciones han aumentado bajo su vigilancia, ya que se centran en los delincuentes violentos y reincidentes que cruzan la frontera. Lamentablemente como el profesor de historia de la Universidad de Iowa, Omar Valerio-Jiménez, señaló en su columna de invitados del

miércoles - María Sánchez es solo una de las más de 100 mil deportados en 2011 quienes fueron deportados después de una condena por “tráfico de menores.” (Otra casi 100 mil fueron deportados sólo por violaciones de inmigración.) La única respuesta para un problema sistémico es que el presidente campeón y que el Congreso apruebe una verdadera reforma migratoria integral. Tanto los partidos Republicano y Demócrata han dado cuenta de la importancia estratégica, política de atraer el apoyo de un número creciente de votantes latinos. Pero los legisladores de ambos partidos deben centrarse menos en la estrategia política y más en la forma en que sus nuevas políticas afectarán las familias inmigrantes - especialmente las familias que incluyen a niños que ya son ciudadanos estadounidenses. En lugar de seguir vilipendiando la palabra “amnistía” y en lugar de hablar sin cesar de asegurar que “los infractores no se salgan con la suya,” nuestros representantes federales deben centrarse más en ayudar a estas familias a encontrar un papel más seguros en la sociedad en la que ya están contribuyendo como miembros. “Por el bien de las familias como los Sánchez, la reforma migratoria debe incluir un camino hacia la ciudadanía para los inmigrantes indocumentados que han contribuido mucho a la fuerza laboral de este país mediante el suministro de mano de obra barata”, escribió-Valerio Jiménez. “Los estudios han demostrado que los ingresos de los ciudadanos naturalizados son más altos que los de los residentes permanentes, por lo que proporcionar un camino a la ciudadanía no es sólo incrementar los ingresos individuales de los inmigrantes, sino que también contribuyen al crecimiento de la nación.» Ya es hora de asegurarse de que el sueño americano sigue siendo viable para los inmigrantes de hoy en día, tal como lo fue para los inmigrantes (documentados e indocumentados) durante los dos últimos siglos.

A 5 AÑOS DE LA REDADA El 12 de mayo de 2008 se produjo una sorpresiva redada a cargo de la Oficina de Inmigración (ICE) en la planta procesadora de carne Agriprocessors en Postville, IA. Fue la redada más grande realizada en un lugar de trabajo en la historia de EE. UU. hasta esa fecha; y resultó en casi 400 arrestos. Todos los detenidos fueron amenazados con la acusación de “robo de identidad agravado” si no firmaban su salida voluntaria del país. Ya han pasado casi 5 años de esta tragedia. Prohibido olvidar.

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MODALES EN LA MESA Me comenta emocionada, una madre de varios niños pequeños, que para festejar su cumpleaños el esposo le había invitado a comer en un restaurante. Ella dijo que, al principio le pareció una buena idea, pero después pensó que sus niños no estaban acostumbrados a comer fuera de la casa. Ya no estaba tan segura si ir a un restaurante con cinco niños era, después de todo, tan buena idea. Habló con su esposo sobre el asunto y pensaron que era mejor encontrar a alguien que cuidara los niños mientras ellos iban a disfrutar un momento como pareja. La niñera le llamó a último momento diciendo que no podía llegar y no pudieron encontrar a nadie más. No hacía mucho que habían llegado a la ciudad y no tenían familiares que le pudieran dar una mano en esa ocasión. Cuando fueron a pagar su cuenta, la mesera les dijo que alguien deseaba abonar por ellos lo que consumieran y les había escrito una nota. Ellos al principio se miraron confundidos sin saber qué estaba pasando o si se trataba de alguna broma. La joven les dio una nota que decía: “No he visto una familia tan numerosa con niños tan educados por mucho tiempo y es un privilegio pagarles lo que vayan a consumir”. Miraron en todas direcciones buscando al benévolo benefactor de su familia. Podía ser el hombre anciano que comía solo en la esquina; o la pareja que sonrío a sus hijos varias veces; o tal vez el hombre leía el periódico, mientras bebía su café; o la mujer con apariencia amable que comía sola. No tenían forma de saber y era evidente que la

persona que estaba pagando quería que fuera algo anónimo. Esta madre que había estado tan preocupada por cómo iban a comportarse sus hijos y un extraño reconoció la buena conducta que habían tenido. Se sentía halagada, pero a su vez molesta por no haber confiado en la enseñanza que le daba diariamente a su progenie. “No entiendo por qué pensé que sería diferente en el restaurante que en nuestro hogar, pero realmente lo que más me preocupaba era disturbar la paz de los otros comensales”, dijo un tanto abochornada. “El mejor regalo que recibí ese día fue que aunque parece que mis hijos a veces no me prestan atención si escuchan y van aprendiendo”. Me contó que por más ocupada que se encontraba, siempre tomaban un tiempo para comer alrededor de la mesa. No tienen permiso de comer en la sala mirando la televisión o en las habitaciones y tienen un horario y una rutina bien establecida. Los más grandes ayudan a los más pequeños a lavarse las manos, antes de comer. Sus hijos saben que no tienen permitido balancearse en la silla mientras comen. O hablar con la boca llena o jugar con la comida. Para esta madre no hay mejor formar de enseñar algo que predicando con el ejemplo. “Si uno desea que un hijo tenga buenos modales en la mesa, todos lo que están sentados a la mesa deben tenerlos, incluyendo los padres. Si no pueden ver el buen comportamiento en los adultos el mensaje no quedará claro. Aparte de las ‘normas’ de la mesa, se le puede ir enseñando a ayudar a poner

la mesa y después de terminar de comer ayudar a recoger. Y siempre cepillarse los dientes”, me explica, mientras su niña más pequeña juega en su regazo. “Una de las cosas que nosotros como padres no hacemos es llevar nuestros teléfonos celulares a la mesa o la computadora. Si el teléfono de la casa suena, no atendemos y si es algo importante dejarán un mensaje en la máquina contestadora. Es un momento especial, porque nos estamos nutriendo como familia”, interviene su esposo y me aclara que está muy orgulloso del trabajo que su esposa hace diariamente. “Uno nunca sabe quién lo está observando y nos sorprendió mucho comprobar que alguien se dio cuenta de cómo nuestros niños estaban comportándose. ¿Qué hubiese pasado si fuera por las razones opuestas a la que sucedió y en ese restaurante estaba mi futuro jefe o compañero de trabajo y mis niños le estaban causando indigestión con su conducta?”, pregunta mientras sonríe y sacude la cabeza mientras se imagina el peor escenario. Los buenos modales en la mesa no es algo que pase de moda o que sean cosas del pasado. La forma que nos comportemos mientras comemos es reveladora de cuán educados somos. «La educación y la cortesía abren todas las puertas”, según Thomas Carlyle y la falta de ellas pueden cerrarlas.

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EL JUDAS SIN

CABEZA ¡Hala gran diabla, hoy estoy cansado vos! y casi no he tenido tiempo para nada porque después de que pasó la procesión del Santo Entierro de la Iglesia de la Recolección, debimos recoger el aserrín, meterlo en costales e ir a tirarlo al barranco y barrer la calle, pues dijo mi papá que si llovía, los tragantes no se taparían. Lástima tanto trabajo, porque un gringo cuando la vio, dijo que parecía alfombra persa de tan bonita que quedó y al final, quedaron montones de aserrín manchado de distintos colores. Después nos juntamos el Rochoy, el Güisquilón y el Chibolón, porque conseguimos montones de trapos viejos para hacer al “Judas” que sabés, después de ahorcarlo lo quemamos. Entre los trapos había un pantalón tan roto, que debimos coser con lazo y claro, desde la esquina se veía el “zurcido”. Luego lo rellenamos con los que ni para la cocina servían, (1) que cosimos a una camisa para darle forma al pecho. Lo más difícil fue hacer la cara que hicimos con una media que rellenamos dándole forma ovalada para que pareciera eso, cara. Yo les dije a mis amigos que bordáramos ojos y pestañas pero como ni enhebrar la aguja podemos, el Güisquilón se los pintó con carbón. ¡Ay vos! Como es mero bruto, un ojo quedó debajo del otro y por más que quisimos enderezarlos torciendo la cara ¡quedó peor! Entonces el Chibolón dijo: -¡Pongámosle anteojos para disimular muchá! Los hicimos con alambre y para que no se viera tan feo, la boca se la hicimos una sonrisa. ¡Guaj! Que feo se miraba y para disimularlo un poco le pusimos un sombrero de petate y al final quedó bonito. Bueno, eso creímos nosotros pero debe haber sido así, porque cuando la abuelita lo vio, no paraba de reír. Aunque no lo creás, al tal “Judas” terminamos de hacerlo después de las 11 de la noche, y quedó como para ponerle tacuche (2). Por necedad mía, desde el Martes Santo empezamos a hacer el “testamento” de “Judas” que como sabés, deja sus pertenencias a la gente del barrio. Es en broma, ¡ah! pero también se dicen verdades que hacen reír a la gente, menos a

quien van dedicadas. El Sábado de Gloria, que como sabés es cuando se quema al “Judas”, me levanté temprano y le dije a la abuelita que me prestara los lazos para tender ropa y cuando me preguntó que para qué los quería, le expliqué que como en el barrio no hay un árbol los necesitábamos para ahorcarlo. El Sábado de Gloria, a las 8 de la mañana colocamos al judas que de tanto trapo pesaba mucho. Ya habíamos tendido el lazo de uno de los balcones de nuestra casa, a la de enfrente que como no están alineados, quedó en diagonal pero eso no importaba. No se lo dijimos a la mamá del Rochoy, porque uno de sus lazos lo cortamos pues con él lo ahorcaríamos y para ello, Entre el Güisquilón

que se puso serio y entonces fue mi turno para reír y poco después nos carcajeábamos. Aún tenía la cara colorada por la vergüenza, cuando recogí la cabeza y el Chibolón corrió de tal manera que ya estaba al lado nuestro con una aguja capotera y cáñamo para coser la cabeza porque sabés: Al Judas se le ahorca, no decapita. Poco después se nos unió mi hermana la Chayo que dijo: -Quitate Carlos, porque los hombres son inútiles y no saben coser, y me quitó la aguja. -Hay que hacerle puntada de caballito con remate, dijo bien seria mientras unía la cabeza con el tronco. Para evitar que se rompiera, la aseguró con lazos que cosió a los brazos. El resultado fue que de lejos, parecía que el Judas tenía mochila pero bueno, no importó. No le dije nada a la Chayo pero creo que en la sonrisa de todos vio que le agradecíamos porque esa vez, sí, la cabeza quedó firme. De nuevo subidos en las sillas y el Chibolón subido en el balcón lo aseguró bien y finalmente a las 10 de la mañana el Judas está colgando a mitad de la calle. Sería cosa de esperar que dieran las 11 de la mañana para leer su testamento. Apenas terminamos salió a la puerta la abuelita, se acercó al Judas, lo movió y dijo: -Les quedó macizo, patojos. Vamos a la cocina para que coman algo. ¡Y vaya si no comimos, porque la vergüenza como que me dio hambre. Sólo recordarme se me cansó la mano. La próxima vez te cuento qué pasó. Dice mi mamá que no te olvidés del Money Order, pues ha gastado más. Lástima, no vas a probar los molletes y el garbanzo en dulce que hizo la abuelita. Por favor no te olvidés de mandarme mis lenes, porque he trabajado mucho. En la casa todos te mandan “saludes”.

“...después de colocado en el lazo, fue tal el peso que apenas habíamos bajado de las sillas y ¡zas! que se rompe la cabeza y el Carlos, sí tu hermano por sostenerlo, caí acostado y el Judas me cayó encima...” y yo, subidos en sendas sillas lo levantamos, y sobre otra, el Rochoy lo amarró mientras el Chibolón sostenía el extremo del lazo para asegurarlo en el otro balcón. Tan ocupados estábamos, que no nos dimos cuenta que los vecinos y quienes acertaban a pasar, se detuvieron para ver cómo “ahorcábamos” al Judas. ¡Ay vos, nos enteramos al oír las carcajadas! ¿Qué había pasado? te preguntarás y la respuesta es simple: Al Chibolón se le ocurrió que para que los trapos dieran forma al pantalón, dispuso humedecerlos, lo que le dio mayor peso y claro, cuando después de colocado en el lazo, fue tal el peso que apenas habíamos bajado de las sillas y ¡zas! que se rompe la cabeza y el Carlos, sí tu hermano por sostenerlo, caí acostado y el Judas me cayó encima. La primera carcajada que oí fue la del Güisquilón y después la de los mirones. Cuando pude levantarme, algo vio en mi cara

El Carlos 1) Antes de la introducción de estufas a gas o propano, se utilizó leña y carbón vegetal que generaba ceniza que se limpiaba con un trapo viejo que se desechaba. 2) Localismo guatemalteco que en lenguaje coloquial, equivale a traje de calle.

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PASATIEMPOS

Hoy estaba navegando en internet, leyendo y viendo cosas nuevas; entonces, llegué a una página donde hablan de las películas más vistas en el cine, las más taquilleras, las que han ganado más premios y las que menos han gustado. Entonces vi la página de Netflix, que es un reproductor de películas, creas una cuenta y tienes acceso a muchas películas y series de tv; de ahí me pasé a buscar otras películas en línea, y pues vi una. Después de haber visto la película, que estuvo muy buena por cierto, pensé en que hubiera sido más emocionante verla en el cine. Las salas de cine son algo padrísimo, muchas conservan su estilo ochentero y eso las caracteriza; algunas son muy modernas, con techos altísimos y un montón de luces por doquier. Hay de pantalla chica o pantalla grande. Algunas tienen muchísimos asientos; y otras salas son pequeñas. Aquí, en Muscatine, tenemos el cine que está en el centro comercial. Es un cine pequeño en el que puedes ir con tus amigos, novio(a), familia, sobrinos, primos, etc., y está perfecto, porque no hay escalones ni muchos lugares donde no puedan encontrarte. Y recientemente abrieron Las Palmas, que es otro cine con varias salas; es muy moderno y grande. Bueno, antes de ir al cine, lo primero que debes hacer es escoger la película. Muchas personas la escogen hojeando el periódico o en la Internet. Allí puedes encontrar el nombre de la película, la sala donde se exhibe y la hora a la que comenzará la función. A mí me gusta saber qué películas hay en cartelera, pero a veces es emocionante experimentar esa incertidumbre de llegar al cine sin saber qué película veremos ese día, a qué hora comenzará la proyección y cuáles son las opciones que tengo para

alcanzar a ver toda la película durante mi tiempo libre. A veces, cuando he hecho esto, no me ha ido muy bien porque he llegado en la mitad de la película que está en exhibición y me toca esperar una hora para ver la primera parte. Si tengo algo que hacer durante el tiempo de espera, perfecto; pero si no… pues ya no es tan divertido. Una vez que ya sabes qué película vas a ver, a qué hora y en que sala, compras tu boleto; y ya sabes cuánto tiempo tienes antes de la función; entonces ha llegado la hora de ir a comprar snaks. Para mí, ir al cine y no comer palomitas es no disfrutar completamente de la película. Pero como todo, me ha tocado ir al cine inmediatamente después de comer o cenar y entonces no me ha quedado ni un huequito libre, para comer palomitas y, después de todo, he disfrutado de la película. ¿Por qué las palomitas de los cines son tan riquísimas? ¿Alguien lo sabe? Lo he intentado aquí en mi casa, ver una buena película en la televisión o en DVD, poner palomitas en el microondas, en la estufa con mantequilla y sal, pero no saben igual, hay algo en esas palomitas que las hace mmm… deliciosas. Ya cuando estás dentro de la sala, platicas con las personas quienes te acompañan y a veces hasta se te olvida el nombre de la película que estás apunto de ver; y entonces, se comienzan a apagar las luces lentamente hasta que solo se ve la pantalla y comienza la película. A mí me encanta ir al cine, mis películas favoritas son las de terror. ¡Me encantan! Y es un buen pretexto para comer más palomitas. ¿Cuál es tu pasatiempo favorito? Recuerda mi correo electrónico y escríbeme para saber qué es lo que más te gusta.

Doctor Corazón Estimado Doctor Corazón: Mi esposo y yo crecimos en el campo. Nuestros padres fueron labriegos. Eso no les impidió criarnos como gente de bien: educados, serviciales y muy trabajadores. De eso estaremos siempre muy agradecidos. Ahora paso a contarle algo muy curioso de mi familia. Mi esposo y yo heredamos apellidos curiosos. Mi papá era descendiente de un presidente de allá de los cincuenta, de apellido Armas y mi esposo viene de una familia muy conocida, de apellido Guerra. Sí, ya se imaginó el resto, incluyendo mi nombre. Mis apellidos de casada son: Armas de Guerra. Bueno, allí no termina todo o digamos no termina con esos apellidos bélicos. Un abuelo de mi esposo se llamaba Gustavo Adolfo. Ese nombre era muy popular en ese tiempo en nuestra región. Ahora todo ha cambiado. Los nombres más populares son: Brayan o Kevin. Bueno, ya le di tiempo a pensar en el nombre completo de ese bisabuelo. Imagínese, llamarse Gustavo Adolfo Guerra. Para suerte de todos, ese bisabuelo no era un hombre alto ni fuerte, era chaparrito y por eso le decían, Guerrita. En ese momento no sabíamos mucho de historia y no nos sentíamos incómodos por eso. Cuando mis hijos fueron a estudiar, entonces aprendieron esa parte de la historia de Europa y de ese señor enemigo de los judíos. Para entonces ya éramos evangélicos y a los dos hijos les pusimos nombres bíblicos. Mi hijo se llama David Israel Guerra Armas y mi hija Sara Palestina, de los mismos apellidos. Aquí viene el conflicto. Cuando mis hijos crecieron buscaron como esconder sus

nombres, pero por respeto a los abuelos nunca se los cambiaron legalmente. A mí me hubiera dado lo mismo si lo hubieran hecho, pero no a mi esposo. De hecho, mi suegro está empecinado en llamar a un futuro nieto, Gustavo Adolfo, así como se llamó su papá. Esto da como razón: “mi papá era un hombre trabajador y bondadoso y siempre llevó su nombre con dignidad.” Conociendo a mis hijos no le van a hacer caso, no le van a dar ese nombre a su hijo y, por tal razón, tendrán un abuelo muy enojado y muy sentido. “A mi primer hijo le pondré Peter”, dice mi hija. Mi esposo se llama Pedro. En cambio, mi hijo le pondrá a su primera hija, Linda. Yo me llamo Herlinda. Pues esos nombres suenan bien y no pertenecen a personajes de guerra o conflictivos. La pregunta es: ¿Cómo hacer comprender a mi suegro la voluntad de mis hijos? Esas personas mayores crecieron con la cabeza agachada haciendo siempre la voluntad de sus padres. Preocupada Querida Preocupada: Un hombre puede llamarse Luciferno y ser la persona más noble y justa de la tierra. Por otro lado, podría llamarse, Justo Evangelista y ser un criminal. Al final, el decir es: la persona hace al nombre y no al revés. En la historia hay Judas buenos y Judas malos. Conozco a un pastor evangélico de nombre Caín. Tus hijos les pondrán los nombres de su agrado a sus propios hijos y el abuelo, al ver la inocencia de sus nietos, se alegrará y terminará aceptándolo. Bueno, al menos eso esperemos. Tu doctor Corazón

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“DIOS NO EXISTE” No me acuerdo cómo y por qué, pero hace unos días, tras terminar de hacer mi noticiero y mientras me alistaba para regresar a casa, se produjo el siguiente diálogo con un amigo de la oficina: --“Admiro tu fe, quisiera poder creer como tú. Pero la verdad, estoy convencido que Dios no existe” Entonces le respondí con una pregunta: --“¿Tú crees en la evolución, el big ban, en que lo que hoy vemos se formó hace 15 mil millones de años?” Me miró como si le hubiera hecho una pregunta estúpida y respondió: --“Obviamente. TODO tiene una explicación científica. Todo eso está demostrado hace años” Mi respuesta fue casi automática: --“Se necesita más fe para creer en esas teorías que para creer en Dios tal y como lo dice su palabra en la Biblia” Su expresión cambió de una despreocupada seguridad a sorpresa y cierta confusión, y como queriendo evitar una discusión, afirmó: --“La verdad es que yo no soy ateo... soy agnóstico (*). O sea, pienso que alguien creó todo esto, pero hay demasiadas cosas en las que tengo que ocuparme aquí en el mundo, como para dedicarme a pensar en Dios y esas cosas...” Me sonreí y nos despedimos. Me dije a mí mismo: “El Espíritu Santo encontrará el tiempo, el

lugar y las palabras para que este amigo termine cayendo a los pies de Cristo. Ojalá me use a mí, para esa tarea». Me fui recordando el Salmo 14:1 “Dentro de sí dicen los necios: «Dios no existe.»” Algunas de las preguntas que me gusta plantearle a los ateos y agnósticos o a los que profesan esa nueva religión de vivir «sin hacerle daño a nadie», es ¿Cuál es la razón por la que cerca de 40 hombres, en un período de unos 1,500 años, escribieron los 66 libros de la Biblia? ¿Cómo hicieron para ponerse de acuerdo en escribir algo tan coherente? ¿Cómo hicieron para que las profecías a cerca del Mesías se cumplieran en Jesús?, etcétera. Pero hay una pregunta que es la que más me agrada hacer: Si la Biblia no dice la verdad ¿Cómo sus autores (muchos de los cuales ni se conocieron, ni tenían instrucción académica, ni tenían a su alcance los avances tecnológicos de hoy día, ni sabían cómo sería el mundo de hoy) lograron ponerse de acuerdo para inventar una mentira tan grande y tan perfecta que logre embaucar a tantos millones de personas durante tantos siglos? Romanos 1:20 dice que la gente no tiene excusa para no creer en Dios, “Porque las cosas invisibles de él, su eterno poder y deidad, se hacen claramente visibles desde la creación del mundo, siendo entendidas por medio de las cosas hechas...” Es como encontrarse un teléfono celular en medio de un arenal y creer que ese aparato

evolucionó solo. Con sólo verlo nuestra inteligencia nos tiene que indicar que ese objeto fue hecho por alguien ¿no? Y esto a pesar de no poder probarlo o demostrar. De igual forma, la creación es pues la que nos muestra por sí misma la existencia de Dios y esto es por fe, porque «Sin fe es imposible agradar a Dios, porque es necesario que el que se acerca a Dios crea que él existe...» (Hebreos 11:6) La gente que dice no creer en Dios porque “no es científico” o “porque no hay pruebas” quizá lo que no quiere en el fondo es tener que responder de su vida a ese Ser que lo creó, porque claro, es más simple vivir haciendo lo que uno quiere, sin tener que preocuparse por darle cuenta a Dios de nuestros actos. Pienso que en estos días, en que millones de agnósticos o ateos aprovechan la Semana Santa para salir de juerga y beber, comer, bailar y festejar, habría que hacer un alto para preguntarse a cerca de estas cosas y recurrir a la Biblia en busca de respuestas. Quizá su propia naturaleza finalmente logre vencer a su vanidad intelectual les permita ver que Dios si existe y que “... de tal manera amó al mundo, que dió a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, mas tenga vida eterna.” (Juan 3:16) (*) Agnosticismo: Actitud filosófica que declara inaccesible al entendimiento humano todo conocimiento de lo divino.

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EL Heraldo Hispano


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SECCION NOSTALGIA

por: Oscar Argueta

VIOLENCIA CONTRA LOS PATOS

C

uando mi abuela Virgilia mató a una manada de patos rebeldes, yo estaba cursando el cuarto grado de primaria. Había recibido permiso para regresar a estudiar bajo una condición. -A ver, José Gabriel, repíteme esa condición.- Al mandato de mi mentora, paré de moler el nixtamal, me estiré recto y respondí: -Todas mis tareas deberán empezarse y terminarse antes y después del horario regular de clases. Satisfecha con mi respuesta, dijo: -Muy bien, estamos entendidos-. En el camino a la cocina iba diciendo: -No necesitamos hablar más-. Aclaro una vez más, en ese momento era un mocito flaco, con una tendencia enfermiza a quedarme viendo hacia el cielo, aún en horas de ardua y continua labor. Ya me había enamorado varias veces y escrito una docena de cartas de amor. No obstante mis muchas cuitas reales e imaginarias, solo había una mujer hermosa sobre la tierra: Amelia Tablada, la maestra de nuestro grado. Todo en ella era gracia y galanura, toda perfección habitaba en su alma, en su andar y en su manera de sonreír. A diferencia de tanta belleza y soltura, yo cumplía, por esos días, la desagradable tarea de entrenar a una decena de patos a desviarse hacia a una ruta nueva en su camino a dormir. Esas desgraciadas aves palmípedas no serían las primeras criaturas destinadas a sufrir la pena capital. Nerón, un perro demasiado amigable y juguetón, había sufrido de la mano de la abuela, como castigo a su descuido, una muerte ingrata y cruel. Eso sucedió a la hora cuando parecía bajar fuego del cielo y derretía la vida de todo ser viviente de esa región costera guatemalteca. Mi abuela y yo no

dormíamos sobre nuestras hamacas como lo hacía todo el mundo. En vez de dormir aquella mi señora de carácter de hierro pensaba y trabajaba arduamente en como inducir a su nieto en el mundo de los hombres; el mundo mostrado por las películas mexicanas, las de Pedro Infante y Antonio Aguilar. Aclaro, todo intento de la abuela por endulzarme la vida con la amargura de una cerveza bien fría, había fracasado. Nerón también había fracasado en su tarea de cuidar rincones y esquinas de la propiedad, mientras yo recibía el fallido entrenamiento para convertirme en bebedor de cerveza Gallo en envase de color marrón. En vez de ahuyentar al enemigo con sus ladridos, el buen Nerón le entregó al ladrón de gallinas, su amistad. Dos gallinas, una avada y otra de cuello pelón perdimos en esa hora fatal. Tal pérdida le costó, como ya he dicho, la vida, a nuestro perro amable y juguetón. La abuela Virgilia vivía preocupada por hacerme un hombre a la medida de los villanos de las películas; a la medida de los hombres borrachos, mujereros, matones y bravos de las calles de nuestros vecindarios. En cambio yo, crecía y me acercaba de prisa a los doce años; y, en vez de ir tras ese modelo de hombre macho experto en golpear y hacer llorar a las mujeres, en el camino a cortar leña, me daba por repetir frases poéticas. La palabra oro prevalecía en esas frases. Entre sembrar una y otra mata de maíz miraba hacia el cielo y cuando iba por agua en la madrugada miraba en el fondo del pozo a los luceros. En las noches les leía la Biblia a mis parientes analfabetas y me dormía aprendiendo de memoria las parábolas del Nuevo Testamento… -“Me levantaré e iré a mi padre y le diré: Padre he pecado contra el cielo y contra ti y ya no soy digno de ser llamado tu hijo…”-, repetía y repetía hasta quedarme dormido.

Mi abuela Virgilia había fracasado en su empeño por enseñarme a beber cerveza. Enojada por no haber logrado su propósito, me declaró un ser inútil, bueno para nada. Los vecinos me iban a ver, según ella, como un ser nacido en un planeta carente de luna y de sol. Al crecer y desarrollarme lejos del ideal del hombre de esta esfera terrenal, la gente me iba a despreciar, a burlarse de mí. Esa era su preocupación. También había fracasado en criar bravo y furioso a nuestro perro Nerón. El animal había dado un mal ejemplo; uno de debilidad y, por lo tanto, no debería vivir. También deseaba matarme a mí, pero no cortándome la cabeza como lo había hecho con Nerón. Primero deseaba convertirme en un montón de granos de maíz, luego colocar los granos sobre una piedra y molerlo hasta pulverizarlo. Una vez convertidos mis huesos y músculos en polvo, ella le agregaría agua y de aquel amasijo procedería a rehacerme a su manera. Los patos de esta historia pudieron haber evitado sufrir la pena capital, pero se rebelaron contra los deseos de mi abuela. Esos deseos yo los conocía muy bien: guiar a las aves en su ruta a dormir evitando pasar por el centro de la sala de la casa. El día del juicio final, diríamos, los patos insistieron en acortar su camino haciendo lo contrario. Por esa desobediencia y terquedad dejaron de existir sobre esta tierra. No hubo perdón, ni misericordia para la mamá y el papá pato, ni para el pato niño o el pato joven. Yo, el entrenador, vigilé y cuidé de aquellos infelices patos por una semana. Los arriaba por el camino establecido por mi abuelita Virgilia. Me paraba bajo el umbral de la puerta de la sala y con un palo en la mano les indicaba desviarse en dirección del árbol de paternas. Los candidatos a la pena capital me miraban confusos y en vez de obedecerme me picoteaban los

pies. Era una manera de pedirme permiso para entrar y seguir por la sala en su camino a dormir. La historia se repitió por siete días. Arrear patos por el camino correctos no era mi única tarea. También cuidaba de las gallinas y de los cerdos. Salía a las calles a vender frutas o tamales. Odiaba cada una de esas tareas tanto, como amaba ir a estudiar. Fui un buen vendedor. Tenía gran necesidad de serlo, pero confieso algo: jamás vendí un tamal o una fruta en mi propio vecindario. Evitaba ser visto por mis compañeras estudiantes de cuarto grado con un canasto o batea sobre mi cabeza. Cuando alguna joven, bonita o fea, me miraba vendiendo solo deseaba una cosa: ser tragado por una sección de arena movediza. Por eso, con mi batea sobre mi cabeza me iba por los vecindarios más alejados, por donde ninguna muchacha me conocía. Por donde nadie pudiera señalarme y burlarse de mí. A eso de las dos de la tarde, cuando la muchachada jugaba fútbol en la calle frente a nuestra casa, yo preparaba mi yagual o turbante, lo acomodaba sobre mi cabeza y sobre ese acolchado me colocaba la olla de tamales calientes. Todo el mundo me miraba salir cargando mi venta y doblar por la primera esquina. Entre más rápido me alejaba de mis conocidos, menos nervioso me sentía. La tarea de cuidar patos, guiándolos por el buen camino estaba por terminar. Eso me alegraba mucho. En cambio, la tarea de vender frutas o tamales por las calles empezando a eso de las dos de la tarde continuó por años, o por casi una eternidad. El día de la prueba final cayó en jueves. A eso de las seis de la tarde mi abuela y yo caminamos hasta el árbol de guayabas. Desde allí, observaríamos a mis pupilos escoger por sí mismos, la vida o la muerte. Para mí era como esperar contra esperanza. En los seis días de entrenamiento previo, no habían acatado una sola de mis instrucciones. La posibilidad de éxito era cero

sobre cero. Mi abuela Virgilia portaba en su mano derecha un machete recién afilado. En medio de mi nerviosismo, me puse a pensar en la señorita Amelia. Al día siguiente celebraríamos su cumpleaños. El organizador de la fiesta era yo. Nada extravagante, pero todo estaba preparado; con toda la sinceridad de nuestros corazones infantiles. A pesar de aferrarme a pensamientos tan bonitos, sentía como una piedra trabada, no entre los dedos de mis pies, sino en mi garganta. El tiempo de preparación para mis pobre patos había pasado y ahora estaban a un paso de enfrentarla prueba final. En un minuto podrían caer aniquilados por la mano vengadora de mi abuelita Virgilia, o entrar en la gloria, a donde van todos lo seres obedientes. Tristeza de tristezas, maldición de maldiciones, los muy abigarrados patos siguieron por el viejo camino, cruzaron la sala y siguieron hasta sus nidos sin importarles mi nerviosismo o su desgraciado final. Mi abuela nunca perdonó la desobediencia de ninguna criatura a su alrededor y esa tarde tampoco perdonó a los patos de plumaje gris. Mi abuela cayó sobre los patos desobedientes y de un tajo les cortó el pescuezo a todos. Yo corrí y puse a hervir agua sobre el fogón. La tarea de pelar y destazar tanta ave muerta duró horas y también me quebró de dolor la espalda. Al terminar nuestra obra, la abuela pronunció: -¡Mañana no irás a la escuela!No necesitó decir más. En vez de ir a estudiar iría a vender deliciosa carne de pato desobediente. Ahora sentía el corazón partido. No estaría en mi aula de cuarto grado, para celebrar el cumpleaños de la mujer más bella de la tierra. La vida no podía haber sido más injusta conmigo y tampoco lo había sido con los patos de esta historia, con otros animales y ni aún para el muy amigable perro Nerón.


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