Hablando del Cielo

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Sin embargo, en una 贸 en dos maneras habla Dios; Mas el hombre no entiende. Job 33:14


Cerré mis ojos, buscando al Señor, buscando su presencia, La alabanza me llevaba, como un viento eleva una pluma, Suavemente, decidido, más alto, más cerca del Señor. Mi corazón se inflamo de amor, de anhelo por su presencia. De mi interior empezó a brotar un rio de alabanza, de palabras al Rey. Y mi espíritu capto por un momento, un susurro, un sonido leve. Escuche atentamente, era una voz, la voz del Espíritu del Señor: En alabanza esta vuestra fortaleza, en el descanso en el Señor. Alabadle pueblos todos, exalten Su nombre, porque él es bueno. Dejad vuestras cargas, y alabadle con alegría, con gozo. Porque para siempre es su misericordia. Bienaventurado el pueblo que alaba a Dios, no serán conmovidos. Y me encontré alabándolo, y dando gracias, buscando Su rostro. ¿Quién tiene necesidad, enfermedad o quebranto? ¿Quién tiene gratitud, alegría, y bien? Alabe a Dios, exalte Su nombre, háganlo con alegría y sinceridad. Y Él llenara los corazones de bien y salud. Alábenle pueblos de toda la tierra, alaben el Nombre del Señor. Amen. Henry Padilla Londoño


Me duele lo que veo, te llevo dentro y me dueles. Escucho tus lágrimas, pegadas al grito trágico de tu canción. Veo tus ojos vidriosos, que ven, que ven la oscuridad. Tu piel pegada a tus huesos, estirando tus manos, buscando amor. Tu llanto resuena en mi cabeza, Y la sequedad de la tierra que caminas se pega en mi interior, Habla y yo hablo, llora y yo lloro. Extiende tu mano al viento buscando perdón. Alza tu voz entre lágrimas de sangre, me ahogas en el mar de tus penas.

La sombra de la cruz te alcanza desde afuera. Ahí encontraras descanso, pero mira y no miras. Han cerrado tus ojos a la vida, mezclado tus ideas, enterrado tu sueño. Aún en tu grito te explotan, y se hacen ricos con tu dolor. El viento te llevara y ya no serás, como hoja que fue y vio la flor y ya no es. El que pesa los corazones tomara tu causa, y traerá a juicio a tu opresor. Mientras tú corres libre por las calles del cielo. Donde tu llanto ha terminado, viste la luz en la muerte. Ellos verán la muerte y tú la luz. Ellos llorarán y tú reirás. Pero no ahora, cierra tus ojos, pequeño. Es hora de vivir, de acercarse a Dios. Henry Padilla Londoño


Mi sangre era vertida sobre el madero, mi aliento me faltaba, Mi pecho se inflamaba de dolor, me dolía al respirar, sentía mi corazón explotar, La sangre que corría por mi rostro, se pegaba a mi piel, a mis ojos, Veía las sombras allá abajo, que me miraban, como esperando que yo bajara. Y bien que podría hacerlo, pero si lo hiciera te perdería para siempre, Quería gritar, pero solo gemidos salían de mí, mi lengua se pegaba a mi paladar, Sabía que solo quedaban unos momentos, unos minutos más, Y te habré rescatado, para siempre te habré llevado conmigo.

Ya nadie podrá arrebatarte de mi mano, te llevare juntico aquí, en mi corazón, Por ti, por ti todo lo sufro, todo lo soporto, y hasta la muerte descenderé, Y desde allí me levantare, y te levantare conmigo, te llevare al cielo, Donde mereces estar, porque eres mi amor, yo doy mi vida por ti. Tengo sed. Ya todo está cumplido, pero me siento solo, solo como nunca lo he estado, ¿Por qué me has abandonado?, vine por ellos, los que amamos, lo que se había perdido, Me duele mi corazón, y ahora soy pecado, el pecado de ellos es sobre mí, Soy hecho pecado, no hay otra forma, tengo que morir. Consumado es, Padre en tus manos encomiendo mi espíritu. Me atacan por todas partes, me hieren y se burlan, me gritan: Lo vencimos, ha muerto en pecado, en el pecado de todos, Ya nunca podrá salir de aquí, hemos vencido, hemos vencido al Santo de Dios.


Pero yo sé que tu mano me alcanzara aún en el abismo, Aunque ande en valle de sombra y muerte no temeré mal alguno, Aun las tinieblas no encubren de ti, lo mismo te son las tinieblas que la luz, Desde el seol clame a ti, mi Dios, y mi voz oíste. Yo los sacaré, a todos, los llevare conmigo, Porque yo morí por todos, y ahora me levantare por todos, por todo aquel que crea, Por amor, el amor me guio aún en el abismo, y resplandeció delante de mí. Aquí están Padre, lo que se habían perdido, los he traído conmigo. Por un instante te deje, pero con amor eterno te recogeré, y para siempre estarás conmigo, Siéntate a mi diestra hasta que ponga a todos tus enemigos por estrado de tus pies. Y toma todo poder, y toda autoridad. La he tomado mi Dios, y a ellos la he dado, Para que donde yo estoy, ellos también estén, y como me has amado yo los amo. Mira amado Hijo, el fruto de tu padecimiento, has traído la novia, lista para la fiesta, Y las bodas se celebraran, y todo será nuevo, Porque tu vida diste, ahora veras gran fruto, vendrán a ti a adorarte. Yo los recogeré pronto, un poquito más, y vengo. Ven, tú, que lees esto, ven a mí, cree en mi Hijo, que murió por ti, por tus pecados. Ven, recibe el perdón de pecados, y la nueva vida que me hijo comparte. Porque a ti espero y anhelo, por eso he detenido el tiempo, porque te amo, Ven, mi pequeño, ya no esperes más, ven a mí. Tu Padre que te ama, Dios. Henry Padilla Londoño


Mis pasos me llevaron a tu altar, Solo y cansado, un poco aturdido, Llegue y me postre, delante del altar, Casi no podía hablar, solo espere, delante del altar. Por un momento solo escuche mi respirar rápido y difícil, había dejado a mis enemigos atrás. El silencio me envolvió por completo, La penumbra ya lo invadía todo, Una brisa suave se dejó sentir. Mis pensamientos vinieron a ti, Señor, Si había de morir, que fuera allí, delante de tu altar, Mis ojos se inundaron de llanto, Mientras el sonido de mis palabras débiles, se escucharon, Señor Jesús, aquí estoy. No temas, hijo, aquí estoy, Y siempre he estado contigo. ¿Quién fue el que te hizo huir? ¿Quién hizo que tu corazón se llenara de miedo? Sus palabras resonaron en mi corazón, Y me dolió el corazón, tan torpe había sido, Había huido de delante del enemigo, Y Dios estaba conmigo. Perdóname Señor, vi la fuerza de mi enemigo, Vi su número, su agilidad, y me atemorice, Entonces corrí, y me olvide de ti, Señor, perdóname, Perdóname por huir delante de mi enemigo.


Tú eres magnifico, Rey de los ejércitos, Delante de tu presencia encuentro mi fortaleza, Y a tu presencia el enemigo huye, Dios fuerte, magnifico Señor, no hay otro como tú. Mi corazón estará de continuo en ti, Edificaras tu altar en medio de mi corazón, Y estaré seguro, porque Tú estás conmigo. Enfrentaré al ejército enemigo, Y huira, porque Tú estás conmigo, Dios de los ejércitos. Venid, alcemos nuestras manos a Dios, Alabemos al Señor, Rey Poderoso y Eterno, Estaremos confiados, tranquilos,

Porque el Señor está con nosotros. Vengan los humildes, los mansos, los que buscan Su Palabra, Postrémonos delante del Señor, Conozcámoslo en nuestro corazón, Dios poderoso, que da vida al que ha sido lavado, Al que ha recibido la redención de Cristo. El Señor edificara Su altar en nosotros, El altar de Cristo, el único altar, Altar de los hijos de Dios, Los redimidos del Señor. Henry Padilla Londoño


Me acuerdo de ti en mi silencio, En mis vigilias de la noche te espero, Como el vigilante espera la mañana, Como la flor anhela el viento cálido en invierno. Mi corazón está agradecido Señor, Por las bondades que has hecho conmigo, Has mostrado tu gran bondad y amor, Me has hecho saborear de tu bondad.

Antes que hablara, ya lo habías hecho, Y cuando mire, he aquí, estaba hecho, Tu bendición habías derramado, Tu amor todo lo había cambiado.

Cuando creía conocer y saber, Hable en mi apresuramiento, Y dude, dude de lo que harías. Me apresure a proferir palabra. Pero tú haces las cosas, Mejor de lo que pedimos o entendemos, Y no nos das de acuerdo a nuestras obras, Sino en tu gracia y en tu bondad, nos ayudas.

Y yo, solo quiero alzar mis manos, Alabar y exaltar al Señor, Al único que hace maravillas, A Él sea la Gloria, Dios bueno. Tú eres mi Dios, Rey y Señor, Yo tu siervo, el que has redimido, Al que lavaste con la sangre del cordero, Al que llenaste de tu bendición. Henry Padilla Londoño


Salmo de David. El SEÑOR es mi pastor, Nada me faltará. En lugares de verdes pastos me hace descansar; Junto a aguas de reposo me conduce. El restaura mi alma; Me guía por senderos de justicia Por amor de Su nombre.

Aunque pase por el valle de sombra de muerte, No temeré mal alguno, Porque Tú estás conmigo; Tu vara y Tu cayado me infunden aliento.

Tú preparas mesa delante de mí En presencia de mis enemigos; Has ungido mi cabeza con aceite; Mi copa está rebosando. Ciertamente el bien y la misericordia Me seguirán todos los días de mi vida, Y en la casa del SEÑOR moraré por largos días.


Te vi en la soledad de la calle, cuando la noche reclama sus horas, Y lo escondido del hombre sale a las sombras, Me miraste con desprecio, pero actuaste para acercarte, Te vi en tu dolor de niña, y me dolió el corazón. ¿Cómo te hemos traído a este sitio? ¿Cómo te empujamos, y embotamos tus sentidos para que no percibieras? Porque todos te hemos traído aquí. De alguna forma todos hemos colaborado, y en ti se ha plasmado el pecado. Pecado de no amar, de pasar de largo, pecado de indiferenciá, Pecado de mucho trabajo, de conciencias cauterizadas, Pecado de no hablar la verdad de Cristo, de callar. Pecado, de verte sufrir y mejor dejar. Pecados que llevan a muerte. No es el pecado lo que me interesa hacer notar, Sino la cruz, la que remedia el pecado, no la cruz en sí, sino Cristo que murió, Cristo es el remedio del pecado. ¿Pero para que un remedio, si quieres seguir pecando? ¿Has pensado en libertad? No… no te apresures en responder, Porque solo aquel que conoce la Verdad, puede pensar en libertad. Donde el pecado no toca, y tus límites de hombre quedan atrás, Donde el amor te inunda, no el tuyo, sino el de Dios.


Libertad, ¿para qué la libertad? Libertad, donde la muerte no te toca, Donde lo único que quieres es dar a conocer la verdad. La libertad es ser amigo de Dios, entonces eres libre. El tiempo es pronto ya, está por terminar, Y lo que una vez fue anunciado por todos los profetas, ha pasado, y está por pasar. Y el día en el que el Señor viene y recoge a los suyos, esta pronto. Y el día de la venganza del Dios nuestro, está a las puertas. Como amigos os hablo, el día de trabajar está por terminar, Pero aún faltan unos, que también deben entrar. ¿Quién ira por ellos? ¿Quién les dirá la Verdad? ¿Quién es aquel que quiere en esta última hora ir a mis campos y trabajar? El Sueño ha entrado, ha dominado a muchos, Y en discusiones de teologías y en cuentos, se adormecen, parpadean, soñolientos. Buscad al Señor mientras puede ser hallado, ¿Y por qué te enredas en tu mente carnal, y deshechas la fe, la misericordia y la verdad? A mi hijo escuchad, a Cristo, dice el Señor, En el encontraran la Salvación. Hablen desde las terrazas, prediquen a voz en cuello, El que quiera venga y beba del agua de la vida. Si escuchas hoy su voz, no dejes endurecer tu corazón, Obra de acuerdo a tu fe, y recibirás galardón. Amen. Henry Padilla Londoño


El cielo estรก listo para recibirte.


ÂżEstĂĄs listo para el cielo?


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