GÓMEZ RUFO, ANTONIO. La abadía de los crímenes, Barcelona, Planeta, 2011
La novela de Gómez Rufo, escritor madrileño, dramaturgo y guionista de cine -colaboró asiduamente con García Berlanga-, bebe de la novela histórica de corte medieval y recoge elementos comunes a la novela policiaca o negra. El lector versado en narraciones ambientadas en abadías donde se suceden asesinados de miembros del clero regular reconocerá con presteza el guiño a El nombre de la rosa de Umberto Eco. El tiempo histórico y el escenario narrativo coinciden. En cambio, Gómez Rufo se diferencia de Eco en que la abadía escenario de los asesinatos la habitan cenobitas féminas de la orden de San Benito y no monjes franciscanos. El vínculo entre literatura e historia surge de la mano de los propios personajes de la novela. Y es que el papel principal recae en el monarca aragonés Jaime I con el permiso de su esposa Leonor de Castilla, y su amante Violante de Hungría. Él es el encargado de investigar los misteriosos asesinatos acaecidos en la abadía acompañado de la monja navarra Constanza. Con el fin de esclaracer las misteriosas muertes de las novicias los dos acuden a la llamada de la abadesa del cenobio junto con la reina Leonor de Castilla, sus damas de compañía y las huestes del monarca. Este hecho desencadena el detonante de la trama de una acción narrativa que transcurre durante cuatro días del año 1229, momento en que don Jaime tiene veintiún años y Leonor, veintinueve. Como telón de fondo del proceso investigador encontramos la política expansionista de Jaime I y el afán de riquezas de una nobleza catalana que desea acrecentar sus riquezas y reivindica su identidad cultural respecto de los aragoneses. Gómez Rufo nos conduce con habilidad por una senda cómoda y agradable como el discurrir de la lectura de quien busca descubrir la relación de las religiosas asesinadas con las luchas de poder que condicionaron los vínculos existentes entre los reyes de la Corona de Aragón y sus súbditos aragoneses y catalanes desde que se formara mediante el matrimonio entre Ramón Berenguer IV, conde de Barcelona, y Doña Petronila, hija de Ramiro II, el Monje.