IN CRESCENDO

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Asedios a la narrativa peruana

descubrimiento arqueológico y el de una veta de caolín (mineral que sirve para fabricar loza fina) en el mismo cerro donde se asienta la capilla del nuevo santo (San Jacinto o San Jasho). Todo lo acontecido ocurre en un período de 18 años (que es la edad de Carlos, el hijo de Jacinto Rojas, sobre cuya presencia el narrador inicia su relato haciendo un recuento de la historia del pueblo hasta el momento previo al desenlace), en los cuales vemos cómo este pintoresco lugar va sufriendo una suerte de “modernidad” que involucra contingentes masivos de gente foránea (en peregrinación tras los milagros del nuevo santo), nuevas formas de diversión, presencia de congregaciones evangélicas e incremento del comercio alrededor de la deidad popular. Tal como se aprecia, es casi la historia de lo ocurrido en muchas localidades peruanas: la de contar con su propio santo para sentir que se tiene la gracia de Dios, y aprovecharse de ello para –a la sombra de esta gracia– tener un ingreso económico seguro. Esta sola razón parece encender el ingenio y picardía del autor, quien ha envuelto a su relato de una fina ironía y de un muy bien dosificado sentido del humor que –pese a que el planteamiento temático recae en todo un conflicto social– hacen llevadera la lectura. Sin embargo, es justo remarcar que Garnett –no obstante su condición de sacerdote en la vida real–, sabe manejarse con sensibilidad al momento de plasmar las razones de los humildes en contraposición con las de los sacerdotes divorciados del sentir del pueblo en esta historia. Por eso quizá no sea gratuito el que ponga en boca de algunos personajes la contundencia del sentimiento popular en frases como: “A mí no me sorprende que ya hayan creado un 'santo' a su propia imagen y semejanza, un 'santo' que entiende bien lo que significa ser pobre en el Perú” o “los pobres tienen su propia lógica y su propia organización” o tal vez: “Es Dios quien decide quién es santo”. Pero no solo estos temas son motivo de reflexión, sino también las opiniones divididas en torno a lo que realmente le conviene a San Jacinto: la inmediatez económica de un santo popular, un sitio arqueológico de gran valor histórico, o los beneficios financieros y laborales de una mina. Asimismo, la forma en que se manejan algunas de las partes en conflicto ante la posibilidad del beneficio material de un consorcio minero. A partir de aquí, más de un personaje se saca la careta y muestra su verdadero rostro. No podemos ser ajenos, tampoco, al referente espacial desde el cual se maneja el autor: Garnett reside en Cajamarca, ciudad andina eminentemente IN CRES. 2(2) 2011

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