Lagrimas de Sal

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Lágrimas de Sal.

Hernán Jorge Biglieri.

Antes de lAs lágrimAs.

El lago Epecuén y su Villa están ubicados en el departamento de Adolfo Alsina, Provincia de Buenos Aires; a 12 kilómetros de Carhué y a 570 de la Ciudad de Buenos Aires.

Con reminiscencias a los tiempos en que indios tehuelches tenían dominio de esas tierras, el Lago Epecuén fue considerado como un mana de “aguas milagrosas”. El estudio de las mismas, a cargo tanto de científicos como de médicos nacionales y del mundo, determinaron que las sales que se encuentran en su lecho y costas otorgan óptimos resultados en el tratamiento de reumatismos, enfermedades de la piel, respiratorias y en el tratamiento de trastornos psicosomáticos.

Este Lago es el último y más bajo de un sistema de lagunas encadenadas; también es lo que se llama “una evaporita”, es decir que recibe excedentes de agua por lluvias y arroyos conformando así ciclos de crecidas en sus niveles. En épocas escasez, el agua se evapora como parte de un ciclo de sequías, generando así el decantamiento y conformando su salinidad y mineralización natural;

Villa Lago Epecuén, nació en la década del ´20 a partir de la creación de un balneario a orillas del lago. Esta obra impulsó el loteo de tierras y la posterior construcción de grandes hoteles y residencias de lujo, conviertiéndose en el destino elegido por gran parte de la aristocracia de nuestro país.

Las sales de sus aguas le daban a la Villa estatus y prosperidad; eran motivo de brindis y celebración; pero aún respondían a su ciclo natural de crecidas y sequías, siendo estas últimas las que inquietaban y fastidiaban a los inversores puesto que, cuando las lluvias no acompañaban, los balnearios no funcionaban por la falta de agua y las temporadas fracasaban. Situaciones similares sucedían con otras lagunas de la zona y parte del Sistema de Encadenadas del Oeste, que también veían afectadas sus actividades.

A inicios de los años ´70 las autoridades provinciales se hicieron eco de los reclamo de la región y se comprometieron a solucionar esta situación. En 1975 fue inaugurado el Canal Ameghino, una obra de

ingeniería que conectaba varias cuencas y regulaba el caudal de agua en todas las lagunas de la región.

Con este sistema ninguna se secaría y no habría riesgo de inundación. Pero, a partir del golpe de Estado de 1976 el control del canal y su mantenimiento fueron abandonados y librados a su suerte. Para ese entonces, Villa Epecuén contaba con 5000 plazas hoteleras, 250 ofertas comerciales y una población estable de 1200 habitantes.

En lo político y social, la década del ´80 será recordada como la vuelta a la democracia; climáticamente hablando, como un desastre en materia de lluvias e inundaciones con su epicentro en la provincia de Buenos Aires. Las continuas y abundantes lluvias y el ingreso de aguas sin control provenientes del canal Ameghino, obligaron a las autoridades locales a construir un terraplén sobre la primera línea de la costa epecuense. El objetivo del mismo era oficiar como un muro de contención, evitando que las aguas del Lago ingresaran a la Villa. Irónicamente esa necesidad de agua que durante tantos años se había reclamado, ahora amenazaba con inundarlo todo.

Lejos de transformarse en una medida temporal, los refuerzos sobre el terraplén comenzaron a ser periódicos; modificándolo también en altura para hacerle frente a los centímetros que el lago ganaba continuamente. Mientras tanto las autoridades locales intentaban llevar la calma a los habitantes garantizándoles que, ante un posible desborde, el nivel del agua no superaría los 10 centímetros.

La noche del 9 de noviembre de 1985 las lluvias y la sudestada que azotaban la región se intensificaron; el viento casi impedía caminar en su contra.

Finalmente, y como si se tratase de una crónica de muerte anunciada, durante la madrugada del 10 de noviembre, el terraplén fue superado y cedió ante la erosión y presión de las aguas. En cuestión de días Villa Epecuén fue evacuada por completo; junto con los los bomberos, la policía y los ferrocarriles, los habitantes cargaron todo lo que pudieron y se despidieron de su hogar, sin saber que nunca más podrían regresar.

Para fines de noviembre, el agua habia superado los 2 metros de altura sobre el nivel más bajo de la Villa; durante 1986 alcanzó los 4 metros, pero su punto máximo se registraría en 1993, cuando estudios informaron que Villa Epecuén yacía cubierta por más de 7 metros de agua.

El lago se había devorado al pueblo; las sales en sus aguas, que supieron sanar incontables dolores, abrieron una herida, imposible de cicatrizar en sus habitantes.

lágrimAs de sAl.

Aquel que supo ser un espíritu de júbilo y prosperidad, hoy deambula entre sus ruinas como un alma en pena.

El barro y la sal constituyen su figura, el dolor y la angustia habitan su interior.

No es fantasma de un ser humano, su gesta es la mixtura entre placer y dolor. Es el recuerdo del paseo de domingo, la espera de la temporada, los bailes en la calle, el club de los amores; el lago, el alivio de dolores, las terapias; lo cotidiano. Hermosos momentos extirpados en unos minutos por quien fue motor de creación, el origen de todo, el milagro vuelto pesadilla. El día de la inundación, los habitantes de Villa Epecuén sintieron “arrancada” una parte de sus vidas; sus ilusiones, proyectos, rutinas, costumbres se ahogaron junto con sus casas y su pueblo.

Cada 10 de noviembre este espíritu despierta confundido, aturdido; como si fuera aquella madrugada del ‘85. Mientras recorre las calles lo invaden un sinfín de recuerdos; se funde en cada uno y sufre en todos ellos.

Lágrimas de sal brotan de sus ojos, lo corroen en un llanto inconsolable. Aquellos paisajes de ensueño ya no existen, su presente lo desgarra, y siente, lentamente, como la sal va quemando su cuerpo y lacerando su alma.

Divisa la costa y siente la necesidad de abrazar su lago; quizás encuentre asilo en él, al flotar y volverse uno con sus aguas.

Su peregrinación se ve frustrada, pues la ironía, la de su historia, como un veneno, lo devora.

Agradecimientos.

Alan Panteón (modelo y amigo). Por personificar los retratos del dolor en esta serie y por sumarse a este proyecto desde el primer momento.

Gastón Partarrieu (director del Museo Regional Dr. Adolfo Alsina). Por su buena predisposición, por el aporte bibliográfico material de archivo.

Belén Petrillo (fotógrafa profesional / docente). por introducirme al mundo de la narrativa fotográfica, por los consejos y la colaboración en el armado original de “lágrimas de sal”.

Daniela Marzuela (mi amor). por incentivar siempre mi pasión por la fotografía.

*Bibliografía consultada.

Gastón Partarrieu - “Epecuén, lo que el agua se llevo”. 2015 / Imp. Feller.

Josefina Licitra - “El Agua Mala: Cronica de Epecuen y las casas hundidas”. 2014 / Ed. Aguilar

*Textos. Hernan Biglieri.

*Fotografía de archivo “Antes de las lágrimas”

Museo Regional Dr. Adolfo Alsina. p. 5, 6 , 9.

*Fotografía. Hernan Biglieri.

*Modelo “Lagrimas de Sal”. Alan Panteon.

*Maquillaje. Alan Panteon.

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