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Zapatero a tus zapatos Haydeé Salmones
Para Momo que me exigió el don de Scheherazade
Pantalones morados y botas negras entra en mi cubículo. Deja caer sobre la mesa una fotocopia de grises sospechosos. Otro suicidio Los periódicos dan cuenta de un suicidio inaudito, digno de figurar en la mejor de las novelas de ficción. He aquí los detalles referentes á ésta tragedia: Trátase de un zapatero de quien no hemos logrado saber el nombre. Los vecinos, advertidos por el olor que salía de la casa del artesano, acudieron al vigilante de la esquina, quien a su vez mandó traer un carro de policía. Temiendo lo peor, los agentes forzaron la puerta y descubrieron el cuerpo sin vida del desgraciado. En un intento de acabar con su miseria, el zapatero se suicidó del modo más horrible: infirióse 200 puñaladas con la chaveta que empleaba para su oficio.
Apenas tengo tiempo de releer la nota, cuando la ingenuidad se me echa encima con la primera frase de la dama: —¿Cuánto costaría? Mi desconcierto debe ser un Malevich destrozado sobre mi rostro. ¿Cuánto costaría el qué? —Lo encontré entre las hojas de un libro —continúa, sin preocuparse de mi asombro. Miro la credencial sujeta al pezón izquierdo: alguien mencionó una nueva bibliotecaria, pero nunca esperamos mechones morados sino un cabello muy encanecido. —No creo que haya sido un suicidio. Quiero saber qué pasó —juro que está al borde de las lágrimas. El Malevich se convierte en un Kandinsky: ¡Un hombre muerto hace más de cien años pide justicia en los delgados labios de esta belleza!