Sexta vuelta ¡JERUSALÉN! ¡JERUSALÉN!
Cómo se llegó pues a Jerusalén, articulación necesaria y fundamental del discurso del mito escatológico cristiano, y por qué Tenochtitlan —Jerusalén americana— tenía que ser destruida. Pero los signos de la destrucción mexica, serán también los de su posible salvación.
Retomando la idea de que el Antiguo Testamento es la prefiguración de toda historia cristiana, podemos entender por qué, en la escenificación discursiva de la escatología cristiana, la destrucción física de Jerusalén por el ejército de Tito toma una relevancia sorprendente, en lo fundamental porque estos acontecimientos cierran de manera irremediable el fin de una gran etapa de la Revelación. Para el mito cristiano, el relato de la destrucción física era necesario porque se pasaba así de la Jerusalén judía, la del Antiguo Testamento, a la nueva Jerusalén, que constituye a la Iglesia cristiana , en espera del regreso del Mesías para la realización plena la de la Jerusalén celeste. No es pues asombroso constatar el lugar absolutamente central que la figura de Jerusalén tomó en toda la cultura medieval. Ya hemos dicho, por ejemplo, que Jerusalén se encontraba en el centro de la representación simbólica del espacio medieval, como lo testimonian algunos “mapas” de la época. Esta primacía es esencial en todas las construcciones simbólicas de esta cultura teológica. De nuevo, Henri de Lubac será quien nos confirme el lugar de la figura de Jerusalén: El símbolo privilegiado entre todos es el de Jerusalén. En él tenemos mucho más que un ejemplo, pues sólo en el nombre está resumida toda la historia del pueblo de Israel y está contenida toda la esencia del Antiguo Testamento; y, en consecuencia, toda la Iglesia de Cristo y toda el alma cristiana, toda la ciudad de Dios y todo el misterio, lo mismo de la “virgo singularis”, de tal manen que la explicación de Jerusalén encierra como in nuce la explicación total de la Escritura y la exposición total del Misterio cristiano. Por
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