El regalo el día de San Valentín – adaptación para guión literario radial Drama: Una joven y humilde pareja tiene sólo dos posesiones preciosas: él un reloj de oro y ella una bella cabellera rubia. Cada uno planea comprar un regalo que haga a la otra persona feliz. Él decide cambiar su reloj por un juego de peinetas de plata para su cabellera, y ella decide vender su linda y larga cabellera para comprar una correa de oro para su reloj. Para el momento de la entrega de los regalos, ¿quién se pondrá feliz? Personajes: Pedro y Delia (joven pareja); Carmelo (el dueño de la peluquería) [Cuento. Texto completo.] Veinte bolívares. Eso era todo. Y estaban en monedas de uno y de cincuenta céntimos. Realitos ahorrados, uno por uno, discutiendo con el bodeguero y el verdulero y el carnicero hasta que las mejillas de uno se ponían rojas de vergüenza ante la silenciosa acusación de avaricia que implicaba un regateo tan obstinado o cualquier amenaza con el Indepabis. Delia los contó tres veces. Veinte bolívares en monedas. Y al día siguiente era el día de los enamorados. Evidentemente no había nada que hacer fuera de echarse al miserable lecho de su casa tan deteriorada que parecía un rancho y ponerse llorar. Y Delia lo hizo. Lo que conduce a la reflexión moral de que la vida se compone de sollozos, lloriqueos y sonrisas, con predominio de lágrimas y lamentaciones, la vida del pobre. Mientras la dueña de casa se va calmando, pasando de la primera a la segunda etapa, echemos una mirada a su humilde hogar, una vieja casa en San Juan de tostadas tejas otrora techos rojos de una Caracas de antaño, hoy oscurecidas por el 'smog' que a diario se respira en el valle, goteras en el techo de un entretejido de cajas amargas, reparado a duras penas con viejas y oxidadas láminas de zinc, sus paredes roídas y grises con viejas capas de pintura que recuerdan viejos momentos, otras épocas de prosperidad y bonanza. No era exactamente un lugar muy acogedor, pero ciertamente la policía toda vez que realiza allanamientos en el sector lo habría descrito como un antro de mendigos. Escaleras abajo, al pie del cerro donde vivía, queda la entrada del barrio, hay un buzón de Ipostel al cual no llega carta alguna, es mas bien un depósito de basura. En la esquina un poste de alumbrado público abarrotado de cables que se desprenden como un
erizo de mar, sus puntas chispean como luciérnagas curiosas, producto de los aguaceros caídos días anteriores. Y un timbre eléctrico al cual no se acercaría jamás un dedo mortal. También pertenecía a la vieja y deteriorada casa un cartel con el nombre de "Familia Rodríguez-González". La palabra "Rodríguez" había llegado hasta allí volando en la brisa de un anterior período de prosperidad de su dueño, cuando se ganaban trescientos bolívares mensuales, un dineral para aquella época de los bisabuelos, los años 30, cuando gobernaba Gómez. Pero ahora, medio siglo después el panorama era otro, las entradas aunque paradójicamente eran mayores, habían subido entre veinte y cincuenta bolívares diarios, seiscientos mensual, pero la inflación galopante durante cuarenta años de penuria y desidia borraba toda posibilidad de progreso y prosperidad, a igual que las letras de "Rodríguez-González" que se veían borrosas, como si estuvieran pensando seriamente en reducirse a una modesta y humilde "R", de resignación, “R” de resuelve, o quizás, algún día con la “R” de revolución. Pero cuando el señor Pedro Rodríguez G. llegaba a su casa y entraba a su cuarto, le decían "Pedro" y era cariñosamente abrazado por la señora Delia Pérez de Rodríguez, a quien hemos presentado al lector como Delia. Todo lo cual está muy bien. Delia dejó de llorar y se empolvó las mejillas exprimiendo el poquito de polvo que le queda al estuche de maquillaje. Se quedó de pie junto a la ventana y miró hacia afuera, apenada, y vio un gato gris que caminaba sobre una verja gris en un patio gris. Al día siguiente era día de San Valentín y ella tenía solamente veinte bolívares en moneditas para comprarle un regalo a Pedro. Había estado ahorrando cada centavo, mes a mes, y éste era el resultado. Con veinte bolívares no se va muy lejos. Los gastos habían 1/4