Texas 01

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Dodd, Christina – Tal como eres

Escaneado y corregido por Lososi

embargo, en aquel momento su cuerpo, su persona al completo, acaparaban toda su atención. Resultaba halagador y al mismo tiempo inquietante. Su titubeo captó la atención de Griswald, porque la miró a los ojos. En un cambio que le provocó a ella un cierto mareo, le preguntó: -¿Tienes hambre? Confusa, Hope negó con la cabeza. -¿Qué? Como si no la hubiera mirado de forma tan penetrante, Griswald fue hasta donde se hallaba la bandeja y le preparó un plato de emparedados sin corteza, galletas v una taza de chocolate caliente con pequeños bombones. Y Hope, que había creído que no iba a poder quitarse de la cabeza el malestar causado por la agresión sufrida, descubrió que su estómago se había puesto a gruñir de forma tan ruidosa que hasta Griswald podría oírlo. -Muy elegante -comentó al tiempo que alargaba la mano en dirección al plato. Pero Griswald no le permitió cogerlo, sino que le acercó uno de aquellos minúsculos emparedados a la boca. Resultaba muy extraño permitirle que le diese de comer, pero él la miró sin pestañear, con autoridad, y además... ella no podía negarse cortésmente. De modo que, con cierta agitación, Hope dio un mordisco al delgado emparedado de jamón y queso suizo, y casi se desmayó de placer al sentir aquellos sutiles sabores extenderse por su lengua. Abrió la boca dispuesta a dar el segundo mordisco, y Griswald hizo una mueca y retiró rápidamente los dedos, fingiendo que ella se los había mordido. A Hope no le importó. Podía ser todo lo payaso que quisiera, mientras le diera otro emparedado. Esta vez fue uno de beicon, lechuga y tomate con mayonesa de albahaca. Ahí sí que estuvo a punto de pillarle los dedos. Mientras le daba de comer, Griswald sonreía como si disfrutara contemplando su apetito, y Hope se acordó de sus amonestaciones respecto de que estaba demasiado delgada. Bueno, tal vez lo estuviera, pero esta noche estaba cenando con un hambre que llevaba demasiados años ausente. Siguieron dos emparedados más en rápida sucesión, luego Griswald dejó a un lado el plato y le puso en las manos el tazón de chocolate. Ella lo olfateó largamente, olió el aroma intenso del chocolate caliente y, al instante, acudieron a su memoria todos los recuerdos de su infancia. La leche era densa y cremosa, con mucho chocolate, y los bombones se derretían en una suave espuma que le cubrió el labio superior. Empezó a quitárselo con la lengua, pero Griswald le dijo:


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