PADRES Abril de 2017
opinión
Demencia digital JUAN MANUEL DE PRADA ESCRITOR
Así se titula un reciente y sobrecogedor libro del psiquiatra y neurólogo alemán Manfred Spitzer, donde nos muestra sin ambages el efecto destructivo que las nuevas tecnologías ejercen sobre nuestras conexiones neuronales y, en general, sobre el funcionamiento de nuestro cerebro. Spitzer nos recuerda que las neuronas, al igual que los músculos, se fortalecenconelejercicio;yqueunasneuronasque han dejado de afrontar retos, fiándolo todo a lainformaciónqueselessuministraagolpede tecla,acabanvolviéndoseperezosasyprematuramente viejas. Desde el GPS que ha embotado nuestro sentido de la orientación hasta el buscador de Google que nos brinda respuestas inmediatas (que olvidamos con la misma rapidez con que las obtenemos), Spitzer nos ofrece en su libro un panorama demoledor de las secuelas que las nuevas tecnologías dejan en las potencias de nuestra inteligencia, hasta convertirnos en víctimas de una nueva forma de demencia que está atrofiando nuestro cerebro, por falta de uso.También nos recuerda una verdad incontrovertible que, sin embargo, en las últimas décadas hemos decidido enterrar bajo toneladas de inconsciencia:
“Nuestra capacidad de rendimiento mental depende del esfuerzo mental al que nos sometemos”. Esta es la razón, a juicio del neurocientífico alemán, por la que cada vez más jóvenes se ven afectados por problemas neuronales que,asimplevista,parecenpérdidasdelamemoria y que no son sino consecuencia de esta demencia digital cada vez más extendida. Especialmente vulnerables a esta demencia digitalserán,ajuiciodeSpitzer,nuestroshijos, sometidos desde la infancia a una invasión tecnológica que encuentra uno de sus principales cómplices en cierto esnobismo educativo que postula que mejor educación es aquellaquesesirvedeartilugiosinformáticos y conexión a Internet. Spitzer execra sin rebozo la utilización de ordenadores y pizarras digitales en las aulas, que considera instrumentos incompatibles con el auténtico aprendizaje, porque dificultan sobremanera que los conocimientos sean almacenados en nuestramemoria.“Cuandonosocupamosen detalle de una materia –explica Spitzer--, diferentes áreas del cerebro registran todos sus aspectosycualidades.Esteprocesamientointenso exige la transformación de muchas sinapsis”. Los artilugios electrónicos reducen exponencialmente la profundidad de este procesamiento, aminorando las posibilidades retentivas y nemotécnicas de los niños (pues siempre tendemos a olvidar más fácilmente aquello que sabemos que podremos
EDITORIAL
Dejémosles jugar al fútbol
H volveraconsultarfácilmente),asícomosucapacidaddeconcentración.Almismotiempo, hacensurgirenellosdependenciasyadicciones cada vez más desintegradoras de su personalidad. Todos somos perfectamente conscientes de los perniciosos efectos que estos artilugiostienensobrenuestrascapacidadesmentales: nuestra atención se dispersa, nuestra memoria palidece, nuestros recursos asociativos se embotan.Y, sin embargo, en el colmo de la inconsciencia, estamos aplaudiendométodoseducativosnefastosque,además de causar los mismos estragos (pero mucho más agudizados) en las mentes de nuestros hijos, están provocándoles graves problemas de salud y comportamiento: insomnios, aislamiento, falta de empatía, déficit de atención, ansiedad e hiperactividad, entre otras calamidades. Demencia digitaldebería ser un libro de obligada lectura para todos los padres fascinados por la tecnología que aún quieran salvar a sus hijos.
Grupo salvaje PEDRO SIMÓN PERIODISTA
Yo me acuerdo de cuando los cumpleaños consistían básicamente en tres cosas: unos platos de embutido del bueno que tu madre ponía en la mesa para tus tíos, bajar a la calle con los primos y recibir un solo regalo o como mucho dos (el de tus padres y el del padrino). Allí no se recibía nada que no tuviera un inmenso valor (aunque hubiese costado cuatro perras). Ni se escuchaba un “bah”. Ni el niño parecía un pequeño Corleone ante el que hubiera que hacer fila para besarle el anillo.Y el paquete se desenvolvía despacio con las manos y también con los ojos. Como si fueras un Tedax manipulando un artefacto delicado. Porque a ti ya te habían enseñado que hasta el papel de envolver se podía aprovechar. Incluso para envolver regalos. El regalo podía ser un balón Mikasa, un día en el Zoo o unos Playmobil. Y tú siempre demostrabas júbilo y dabas las gracias alto y
Una publicación de
claro, y no hablando hacia el cuello de tu camisa. Porque a lo peor no tenías otro balón Mikasa. O sólo dos Playmobil. O nunca habías visto a unas jirafas de verdad. Era absolutamente impensable que, un año después, aquel regalo estuviese sin abrir. O roto. O permaneciese olvidado encima del armario. Me acordé de los cumpleaños de antes un viernes de marzo en que me tocó ir a uno de los cumpleaños de ahora. Cuando llegué, el niño que cumplía 10 años estaba enterrado en regalos que iba tirando a un montón sin ni tan siquiera abrirlos. Conté una consola, varios videojuegos, una camiseta oficial del Real Madrid, una raqueta de pádel, un conejo con su jaula, un reloj que resultó no ser sumergible, un dron, unas gafas de sol. Y yo diría que hasta dos billetes para la Ribera Maya. Allí había más premios que en uno de los
míticos paneles de ‘El precio justo’. Así que cuando mi chaval y yo sacamos nuestro libro del Carrefour y tratamos de dejarlo en una esquinita del montón como si nada, la madre que se había gastado un pico en la camiseta del Madrid nos delató en voz alta: “Pero enséñalo, cariño”. Estuvimos por levantar las manos y echar a correr. El del cumpleaños nos chistó y con un movimiento de cuello llamó a otro que nos terminó apuntando con una Nerf. Un poco a loWilliam Holden en‘Grupo salvaje’: “Si se mueven, mátalos”. Fue después de aquello, volviendo a casa, cuando le conté al pequeño que los cumpleaños de antes consistían básicamente en tres cosas, ya saben: unos platos de embutido para tus tíos, bajar a la calle con los primos y recibir un solo regalo. O como mucho dos
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Año 2017. Nº 117
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A VUELTO A SER NOTICIA LA SINRAZÓN PATERNAL que aparece cada fin de
semana en las competiciones deportivas infantiles: peleas entre adultos cuando están jugando los niños y adolescentes. No es exclusivo, pero tampoco casual que estos hechos, donde más habituales, se produzcan en los partidos del fútbol. Es un detalle y es lo de menos. Lo importante, primero, es que se produzcan estos actos de violencia. Segundo que sea delante de los niños. Y tercero su impacto en un acontecimiento educativo, pues eso es el deporte escolar e infantil, por lo que se traducen los valores contrarios a los que se pretende. SIN EMBARGO, NO HAY QUE LLEGAR A LOS ACTOS de violencia para echar en cara a tantos padres por la presión que introducen en el deporte escolar. En esto se suma el propio mal civismo de tantos adultos, la hiperpaternidad que acude al rescate y al aliento excesivo del niño, y la proyección de expectativas adultas en los niños. Todo ello, y su concreción que son los insultos, las presiones sobre árbitros y entrenadores y la mala respuesta hacia los propios hijos sobre sus fallos y aciertos en el uego, debe ser erradicado. HAYQUERECONOCERQUEDEUNMODOMUCHO más sensato que los padres, equipos y federaciones introducen medidas para evitar estas situaciones. Desde sacar a los progenitores de entrenamientos y partidos, hasta la eliminación de los resultados en los partidos más dispares. El sistema escolar y deportivo intenta reforzar su carácter educativo consciente del papel fundamental que juega el deporte en los primeros años: entretenimiento, actividad física, compañerismo y trasmisión de valores positivos. Donde la competitividad y el éxito, propios del deporte profesional, tienen un papel secundario. LOSPADRESDEBENSERCONSCIENTESDEQUENO cabe la proyección de futuras expectativas sobre los más pequeños, ni deben intervenir en la socialización, pues de eso también se trata, horizontal que les proporciona pertenecer a un equipo deportivo. Quedar tranquilos que su hijo, al hacer deporte, siempre gana y así lo recordará en el futuro, aunque con toda probabilidad no será éste su medio de vida. Por último, en aquellos entornos precoces de alto rendimiento deportivo, también hay que exigir ese papel secundario de los padres y mayor responsabilidad de los responsables deportivos. Educar al niño es también respetar sus tiempos y edades.z
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