El capitán Fush

Alex Landauro

Si te gustan las mascotas, esta historia es para ti.

Rosa María Bedoya

Ilustraciones:

Rosa María Bedoya

¿Te imaginas lo que puede pasar cuando tienes un hámster oculto en tu casa y éste no quiere quedarse dentro de su jaula? Ahora, ¿te imaginas lo que puede pasar si este desobediente roedor además es capaz de comer todo lo que encuentre a su paso?

Te invito a vivir las más emocionantes aventuras al lado del Capitán Fush, un personaje más astuto que James Bond, más intrépido que Indiana Jones y más valiente que Gladiador. ¿Estás listo para conocerlo?

Rosa María Bedoya Nació en Lima, 1962. Es comunicadora social y escritora. Cultiva los géneros de poesía, cuento, crónicas y literatura infantil. Cuenta con una colección de cuentos para niños publicada por el Ministerio de Educación y con varios títulos dentro del sello Alfaguara Infantil: El Capitán Fush; Tito y Ron, el vientito y el ventarrón; Lita y Lota, una olita y una olota, y ¿Quién eres tú hoy?

Desde 1999 dirige el Club de Pequeños Escritores, institución dirigida a fomentar el desarrollo de la creación literaria en niños.

ISBN: 978-9972-847-21-9

Av. Primavera 2160, Santiago de Surco, Lima 33, Perú.

Teléfono (511) 313-4000 Fax (511) 313-4001 www.gruposantillana.com.pe

Desde 8 años

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I Si no fuera porque ayer, con mis propias manos, enterré en el jardín al Capitán Fush, podría jurar que sigue vivo, dando vueltas por ahí.

Me parece verlo, mirándome con esos ojitos pícaros de cuando se ha comido algo y lo tiene escondido en su cachete creyendo que yo no me doy cuenta. Como el día en que cogió mi llavero y yo lo buscaba desesperadamente.

Se me había caído al suelo y, por supuesto, Capitán Fush, silencioso como siempre, lo había capturado y lo guardaba en su supercachete, esperando a que yo cayera dormido para no sentir los ruidos que él haría al devorar su botín.

Ya me había parecido a mí que Fush estaba muy calladito.

Iba saboreándose el gran banquete que se daría con mi llavero de cuero, pero con todo y llave.

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¡Capitán Fush! ¿Cómo has podido ser tan torpe...? ¿Dónde estaba tu instinto? ¿Por qué tenías que comerte todo, todo, todo, sin detenerte a pensar si te podía hacer daño? Ese día te salvaste de la llave, pero ¡ya ves! tenías que comerte el asbesto del transformador... ¡No, Capitán Fush!, el torpe fui yo, por no arreglar bien el aparato... pero, ¿cómo iba a imaginar que tú le sacarías la gutapercha que lo aseguraba? Si hubiera comprado los tornillos, esto no te habría pasado... Ay, Capitán Fush, ¿por qué lo hiciste?

Tan felices que éramos juntos. Perdóname si fue mi culpa... Yo te quería, Fush, a pesar de que mordisqueabas mis lápices, mis pinceles y mis crayolas. A decir verdad, tuviste mucha suerte.

Pudiste envenenarte con las crayolas, pero no. Tú eras un hámster de siete vidas. Más parecías un gato, por lo suertudo.

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Sólo tú podías sobrevivir a esas zambullidas suicidas entre los cepillos de la lustradora... Cuando todo el mundo pensaba que ibas a quedar hecho puré, salías a toda carrera, recuperando tu forma recién en el trayecto hacia tu jaula. Era como si los rodillos te hubieran aplanado, pero se trataba sólo de una ilusión óptica.

Tú eras capaz de ser más elástico que las ligas...

Te estoy extrañando, Capitán Fush. Hace dos días que te fuiste y parece un montón de tiempo. Ya no estás aquí para acompañarme mientras pinto, ya no estás para darme tu opinión sobre las combinaciones de colores. Si supieras los problemas que tuve hoy en el colegio...

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La profesora de Arte me acusó de haber copiado mi tarea. ¿Te acuerdas de ese dibujo bien loco que te hice disfrazado de Indiana Jones? Bueno, ella dice que no lo pude haber creado solo, que la tarea tenía que ser una creación y no una copia… como si existiera una historieta tuya y de ahí hubiera sacado el dibujo. Así que estoy reprobado.

Imagíname a mí, con 05 en Arte, porque la profesora no me cree. ¡Es injusto! Y yo que quería conseguir la beca para estudiar dibujo en el verano... Apuesto a que si ve tu retrato en este momento me pone otro 05 y me dice que lo calqué de alguna foto. Pero tú sabes que yo pinto bien, que me gusta pintar, crear manchas, sombras, objetos, darles volumen, iluminarlos. Tú has visto mis dibujos, Capitán Fush. Si vieras cómo ha quedado tu lomo, todos tus pelos dorados y grises parecen una escobilla brillante; y tus bigotes, parece que salieran de la cartulina, de verdad.

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¡Cómo pudieras volver a vivir, Capitán Fush...! Aunque Tarjeta Roja estuviera detrás de mí todo el tiempo para que no hicieras travesuras. Estuviste a punto de que mi mamá te pusiera una tarjeta roja definitiva ese día que le sacaste su lápiz de labios de la cartera y no dejaste más que la tapa. No sabes lo que nos costó a Pepilla y a mí convencerla de que te quedaras. Y mira como está ahora. Aunque no lo creas, Tarjeta Roja también está triste, sólo que no quiere admitirlo.

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Yo pensé que Tarjeta Roja iba a sentirse contenta de saber que al fin ya no ibas a robarle sus cosas ni a orinarte en los rincones… pero no.

Ayer la escuché hablando con Pepilla: –Hija, no puedes pasarte todo el día sin comer. Todos estamos tristes, pero no es para que te pongas así. Por eso no quería que tuviéramos otra mascota. Eso pasa por no cuidarlos bien. Cuántas veces se lo advertí a Teo. Uno se encariña con ellos, los engríe y después... después uno sufre. Por eso ya no tendremos más mascotas.

–Pero, Mamá...

–No hay peros que valgan, ya he hablado con tu hermano y está decidido.

Pepilla te quería mucho también, Capitán Fush. Imagínate que no ha querido volver a pasar la aspiradora, ¡con lo maniática de la limpieza que es ella! Dice que no es lo mismo porque ya no tiene que cuidarse de no aspirarte.

Bueno, querido Capitán, ¡chao!, voy a acostarme. Esta noche quiero soñar con Marisita. Mañana tenemos entrenamiento de gimnasia y la voy a ver en mallas... Ya sabes tú cómo me pongo... me pongo como loco... Mañana, sin falta, le voy a mostrar tu retrato, te lo prometo.

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