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TODO ES MENTIRA ecía mi madre cuando veíamos los telediarios de aquellos convulsos años de finales de los setenta y principios de los ochenta que todo era mentira, que no se creía nada, que nunca nos decían la verdad. Y, sinceramente, ahora que han pasado las décadas y que, por tanto, disponemos de mayor perspectiva para juzgar los hechos, no le faltaba la razón: la Transición no fue el paradigma de ningún cambio político, nunca nos enteramos de los motivos de la dimisión de Suárez ni de los entresijos que subyacían en el 23F, y se nos impuso la Monarquía –cuando sonaban campanas republicanas– con calzador. Y solo cito unos cuantos ejemplos bien manifiestos. Hago esta reflexión porque –como ha sucedido siempre– desde el poder quieren confundirnos, por no utilizar un verbo mucho más contundente. Y también ahora. Han tenido que morir varias personas en trágicas circunstancias para que el gobierno y el principal partido de la oposición tomen medidas en la dolorosa cuestión de los desahucios, sobre la que ya escribí en mi anterior columna. Gobierno, partidos políticos y bancos pretenden hacernos creer que esta situación nunca ha dejado de preocuparles. Es mentira: no han hecho nada hasta ahora, y por el momento solo podemos hablar de unos pasos balbucientes. Mientras escribo estas líneas, otro desesperado se ha quitado la vida en Córdoba. Nos anunciaron los capitostes del machito que veríamos la luz en el túnel de la crisis a finales de 2012, y sin embargo el FMI ya ha advertido de que 2013 será un año horrible (en lo económico, claro) y que poner fecha a una salida airosa es una tarea que en ni el mismísimo Nostradamus se atrevería a encarar. Nos mintieron. Y mientras ejecutan con disciplina germana los recortes, leemos que los asesores cobran cifras escandalosas, muchas veces sin saber de qué va su trabajo (ahí tenemos el caso de una consejera valenciana de una entidad crediticia

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Apuntes de un mirón

J.D. DEL MORAL OKARIZ

“DESDE EL PODER INTENTAN CONFUNDIRNOS, POR NO UTILIZAR OTRO VERBO” que ha confesado no tener ni idea de economía), o que a los jueces se les ha aumentado el número de días libres. Siempre ha habido clases. Pero no se nos revela –como ya han avisado voces

expertas– que la fractura salarial es cada vez mayor y, por ende, son las clases medias –el motor de la economía– las que sufren en sus carnes estos desajustes brutales. Nos mienten como bellacos, por echar mano de otra frase familiar. Conocer la verdad en el desgraciado caso Madrid Arena es como buscar una aguja en un pajar. Solo sabemos que un concejal apellidado Calvo ha dimitido, mientras que la alcaldesa Botella se lava las manos, o tal vez se las enjuague su mayordomo. Sí, porque sabemos que existe esta figura laboral en la alcaldía del oso y el madroño gracias a una prensa minoritaria pero tenaz en la lucha de alumbrar las alcantarillas para sacar a la superficie, al menos, esquirlas de la verdad. Cuentan en mi familia que la anciana madre de don Venancio, el cura que durante años ofició misa en euskera y en castellano en el convento de las monjas de clausura de Cristobaldegi –a la vera del Urumea, donde Donostia ya empieza a cambiar de nombre–, devolvía educadamente el saludo al presentador de marras del Telediario cuando este iniciaba el informativo. Hoy rompería el televisor.

[ILUSTRACIÓN: ANNAPHOTO]

24 de noviembre de 2012

ONGENTE ❘ 15


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