Suplemento ON 120211

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de junio de 1926, cuando tenía 74 años. Las manifestaciones de duelo que siguieron a la noticia y el descomunal movimiento ciudadano durante el sepelio dejan bien a las claras que las reticencias y la incomprensión ante el universo arquitectónico de Gaudí ya se habían superado. La casa Milá fue declarada Monumento Histórico-Artístico en 1969, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en 1984, y adquirida y restaurada por la Fundación Caixa Catalunya en 1986. La entidad de ahorro estableció su sede en el edificio y destinó el piso principal a sala de exposiciones, el sótano a auditorio y la planta baja, que es una explosión de imaginación desde la propia reja de la puerta, a servicios complementarios. Además, en la curiosa buhardilla situada encima de la cuarta planta, organizada por unos preciosos arquillos dotados de ventanas irregulares que filtran una hermosa luz, y que en su tiempo, por tranquilidad y aireación, se dedicó a almacén de objetos varios y a tendedero, ha colocado el Espai Gaudí, con maquetas, mobiliario, proyecciones, cartelería y abundante información sobre la obra del hosco creador de Reus. Un lugar que forma parte fundamental de la visita que hoy se oferta al viajero.

HASTA LA AZOTEA La visita, claro está, comienza con una cola frente a las taquillas, ubicadas en el exterior. La sensación de movimiento que producen los bloques de piedra de formas orgánicas, que se tallaron uno a uno allí mismo durante la obra, crece al traspasar la reja del portón principal, diseñada por el propio Gaudí, al contrario que el resto de la forja del edificio, que se magnifica en los balcones, donde participaron Josep Maria Jujol, uno de sus más fieles colaboradores, además de los expertos artesanos hermanos Badia. Al turista se le ofrece la posibilidad de hacerse con una audioguía, y también la de subir hasta el apartamento tipo que se enseña bien por las escaleras, bien por alguno de los ascensores que se añadieron con posterioridad. Sea como fuere, hay que admirar el patio interior, las columnas irregulares y lo que el arquitecto diseñó como zona de servicios, acceso y entrada de coches y carruajes. El apartamento, amplio y luminoso, está decorado con mobiliario de la época, aunque no del mucho que diseñó Gaudí, que 12 de febrero de 2011

Dos turistas, retratándose entre los originales respiraderos, chimeneas y cajas de escalera.

solían fabricar otros de sus grandes colaboradores, los ebanistas Casas y Bardés, y del que algunas piezas se exhiben en el Espai Gaudí de la buhardilla: muebles orgánicos, sinuosos, pero cómodos y de un morboso atractivo. Sea como fuere, los detalles del modernismo invaden cada rincón de este apartamento, en el que conviene detenerse porque da idea del lujo en el que vivía la burguesía de la época y de las habilido-

GUÍA PRÁCTICA ● Dónde está: Esquina de Paseo de Gracia con calle Provenza (metro Diagonal). ● Horario: De 10 de la mañana a ocho

de la tarde. ● Precio: 11 euros visita libre, 15 con audioguía. Hay diversos descuentos (estudiantes...). Hay una tienda en el apartamento visitable.

Duración de la visita: Una vez que se está dentro de la casa, el tiempo es ilimitado.

sas y utilitarias soluciones que Gaudí encontró para cada uno de los rincones. Una vez superada esta parte y recorrido el Espai Gaudí llega el premio gordo de la visita: la azotea, el lugar en el que el arquitecto dejó vía libre definitiva a su imaginación y que se configura como uno de los espacios más icónicos y sorprendentes de toda su obra. Los cajones de las escaleras recubiertos de trencadís (técnica que consiste en colocar trozos de cerámica previamente rotos, que se adaptan a cualquier superficie por curva que sea, y que es uno de los signos de identidad de Gaudí), los respiraderos (con agujeros redondos y formas tribales, que se anticipan a la escultura abstracta), y las chimeneas (que asemejan guerreros dotados de originales cascos), forman un conjunto por el que perderse, a la vez que desde las alturas se observan magníficas vistas de la ciudad. La línea curva, esa que es la única que existe en la naturaleza, se reivindica en balconadas, buhardillas, elementos escultóricos y sinuosos pasamanos. Aquí, algunos visitantes pierden el sentido del tiempo y se quedan mucho más rato del que la lógica dicta. Pero no hay problemas: la visita no tiene un tiempo marcado y, una vez que se está dentro, uno se queda cuanto tiempo quiere. ONRUTAS ❘ 35


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