Revista Los Pinos 2012 #11

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Artículo

Pinos 2012 28 Los 25 de abril de 2012 Agenda Pública

Incorrección y campaña negativa

Josefina Vázquez Mota Andrés Manuel López Obrador

sucia; pero lo contundente es que todos sus yerros resaltan sobre los aciertos que pudiera presumir en ofertas, acuerdos y avances. López Obrador, al que la mayoría de las encuestas colocan en tercer lugar, pero que otras ya lo empatan con la panista, se decidió por descalificar a las mediciones y empezar con la reconstrucción de la teoría del complot. Estamos entrando de nueva cuenta a un escenario de confrontación que estará subiendo de tono y que tiene su explicación en la lógica de ganar el juego de percepciones, aterrizar al electorado en decisiones de relevancia y mostrar el rostro del adversario. Aunque se está construyendo la idea de que la cosa ya está decidida, queda un tramo considerable de campaña en la que los partidos echaran su resto, en cualquier posición que se encuentren. Si bien Peña Nieto cuenta con estupendos números, no ha generado un entusiasmo desbordante y esperanzador, pero si ha ganado en vender esta sensación de que las cosas ya no van a cambiar. Ni Peña trae un acorazado, ni sus contendientes están quebrados. Aunque hay una crítica a la campaña negativa, es una modalidad por la que no hay que rasgarse las vestiduras en aras de una supuesta civilidad de la contienda, que puede terminar por ser realmente la causa del desinterés ciudadano. Lo que sigue en adelante será ver campañas así en las principales fuerzas políticas de forma más abierta, pues ya las están haciendo desde hace tiempo, solamente que ahora los abanderados y los voceros de los partidos tomaron roles más activos. En esta línea se entiende el recurso de mostrar hechos que desnudan a un candidato o proyecto. Quien emprende una estrategia de esta naturaleza busca que los electores entren a cierta racionalidad que ubique la dimensión de los hechos. Es decir, evidenciar que se castigan en términos de opinión pública tonteras y fallas, pero pasan inadvertidos o son tolerados, hechos graves. En el caso de la actual contienda, el escudo con que se armó Peña Nieto lo ha inmunizado frente a sus limitaciones intelectuales, sus deslices y prole fuera de matrimonio, y ahora los supuestos incumplimientos de campaña. Pero en cambio, una declaración fuera de lugar, una falla logística o cualquier otro error de forma por parte de los otros candidatos, es mostrado como evidencia del caos que los rodea.

Enrique Peña Nieto

Por Gustavo Martínez Romero

Gabriel Quadri

En lo que apenas llevamos, las campañas políticas ya se ubicaron fuera de la coordenada del debate del cambio político en el país –democracia de resultados, el cambio verdadero y un México diferente, así como lejanas también de la formulación a fondo del proyecto de país que se quiere. Tangencialmente se dan lineamientos de políticas públicas, a veces sin diferencias profundas entre los candidatos y en momentos con iniciativas desconcertantes, como el rechazo a las reformas estructurales por parte de AMLO. Después del golpe de timón anunciado por Vázquez Mota, lo que también empezamos a ver es el ataque abierto al puntero de las encuestas, coincidiendo con la transformación del mensaje amoroso en el candidato de las izquierdas. Lo que se está presentando es algo grave para la democracia, pero comprensible en escenarios de alta competitividad, esto es que la campaña se está trasladando a la coordenada de la corrección o incorrección en su conducción y ejecución en el día a día, en las formas y montajes, en el buen decir y cuidado de los candidatos. Esto ha sucedido así porque Peña Nieto, como se esperaba y era lógico que actuara, se ha conducido con todos estos preparativos y previsiones, aunque no ha estado exento de algunas fallas; pero fundamentalmente porque en el frente de la candidata panista se han cometido numerosos errores y presentado circunstancias que en las encuestas y la apabullante opinión de quienes buscan interpretarlas, sacaban a la candidata de posibilidades, la presentaban débil y por tanto incapaz de asumir la responsabilidad del cargo. Con una candidata en las cuerdas, el plan de seguirle pegando ha incluido las especulaciones de que Josefina va en picada, que se irá hasta el tercer lugar, que hasta en sustituirla se ha pensado y que eventualmente trasladaría su capital a AMLO para conformar un gobierno de coalición, como lo ha expresado en algunos foros. En efecto, el rosario de fallas ha sido catastrófico, pero la contienda todavía sigue en disputa, aunque se requerirán medidas radicales si se busca transformar el estado de cosas y enderezar la estrategia para minar la fuerza del priísta, aunque no se aprecia que en el blanquiazul o en la coalición de izquierdas tengan preparado el arsenal que tumbe a EPN. En general las campañas no están impactando, ni mucho menos generando un estado de ánimo. La gran ventaja del priísta no se traduce en el anhelo de un cambio, sino que es producto de su buena venta y administración. No la ha regado en este tramo y no ha tenido mermas importantes. Se impone por eso, no por su plataforma. Está arriba porque sus adversarios no han crecido. Correlativamente, Vázquez Mota puede argumentar que han sido fallas corregibles, que ya entró en ajustes y habrá reorientación, que hay magnificación y que es víctima de la guerra

Como este será el tono que viene, comprendamos algunas cosas del mismo, distinguiendo que la confrontación y la lucha de argumentos puede ser un medio que además de atraer al ciudadano, le aporte en su deliberación interna. En primer lugar hay que comprender que la naturaleza de la campaña es la propia de la política, la lucha por el poder. Una campaña es una muestra persuasiva de ofertas, una lucha de propuestas y de carismas. Una campaña es entonces, esen-

cialmente, una confrontación de ideas, en la cual se busca imponer la propia sobre la del adversario o, en su caso, desacreditarla, lo que sería un ejercicio de argumentación que niega al contendiente. Pero además de que esa es la naturaleza de las campañas, lo es también de la democracia y de la política. En segundo lugar, el comportamiento “políticamente correcto” en nuestra realidad impone una hipócrita urbanidad, un falso respeto a los derechos humanos y un rebaje del debate de las ideas. La oposición y el ataque se descalifican a priori, perdiéndose la oportunidad de encontrar buenos argumentos en la lid política. La idea es no caer en la superficialidad, sino en una dinámica de apertura a la crítica bien estructurada, no de estridencias ni agresiones personales. ¿Cuáles son las fronteras? Las que la ciudadanía establece con su inteligencia para distinguir lo que quieren decir los políticos y si lo que dicen les transmite algo. Justamente la idea de que la ley establezca los límites es algo que abona al estado de pasividad y ausencia de análisis. Por otra parte, el primer cálculo para los partidos es ganar la elección, el segundo es la forma en que lo pueden lograr. El análisis y la experiencia muestran que confrontar sí otorga dividendos. No es una regla, pero si se asume una postura beligerante con sentido para la población, es factible la adhesión de simpatías o el socavamiento del oponente. En ese contexto, hay que destacar que la decisión fundamental no es pelear por pelear, sino subir un tema que establezca el debate y gane la agenda. El PAN condena el pasado priísta y los incumplimientos de Peña como gobernador, pero el PRI responde que la catástrofe nacional corresponde a los últimos sexenios panistas, además de que su candidato sí cumplió sus compromisos. Depende de las argumentaciones y forma de presentarlas quien sacará mayores dividendos. En este sentido, hay que comprender que las campañas sirven para comparar modelos. De hecho, como ya se mencionó, parecía esta la ruta por la que caminaría la contienda, pero se dejó de lado; sin embargo, es muy probable que vuelva el debate por esta línea, quizá con menos reflexión en torno a lo que ofrece cada modelo, y más preocupados por el descrédito del contrario. Por último, los cauces de confrontación se abrirán paso, a pesar de las prohibiciones legales que existan. En realidad el mejor juez es la audiencia electora, que puede premiar o castigar los excesos o los vacíos. En resumen, en la escalada de golpeteo que viene, puede encontrarse la oportunidad de elevar la calidad de la contienda, poder comparar y guiarse por un voto racional, aunque no parezca el fruto de una campaña negativa. www.azpol.com gustavomtz@azpol.com


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