Saluda del sacerdote de
Jábaga
Apreciados feligreses y amigos, al celebrar por cuadragésima sexta vez, entre vosotros, la festividad de Santa Teresa de Jesús, os deseo toda clase de parabienes y felicidad. Necesitamos celebrar la vida en sus múltiples facetas, expresando festivamente el significado especial de ciertos acontecimientos en el plano individual, de la familia, de los amigos, del pueblo, de la comunidad creyente. Por eso existen fiestas profanas y fiestas religiosas. Algunas fiestas tienen un marcado ritmo semanal, como sucede con la celebración del domingo, otras tienen lugar una vez al año: Navidad, Pascua, cumpleaños, fiestas patronales, el “día del padre”, el “día de la madre”… En ocasiones la fiesta se organiza de manera espontánea, sin motivo especial. En la fiesta se expresa el gozo y la alegría del encuentro de formas variadas con palabras, gestos, música, adornos y distintivos característicos. La fiesta siempre requiere presencia de otros. Gozamos viendo a los demás felices y contentos. Celebrar la fe –hacer fiesta con Dios- es una dimensión fundamental para el creyente. No es necesario que la celebración de la fe tenga siempre caracteres llamativos e impresionantes; en las fiestas llamativas y en las más sencillas se celebra al mismo Dios, que quiere que todos los hombres y mujeres vivamos felices y busquemos la felicidad de los demás. Es verdad que para muchos hombres y mujeres la existencia humana es una “antifiesta”, porque viven en el dolor, en la pobreza, en el abandono, en la incomunicación, en la tristeza. Precisamente una de las finalidades que tiene la celebración de las fiestas de la fe es asumir en nombre de Dios el compromiso de luchar, con la palabra que denuncia y con otras acciones, contra lo que impide que las personas puedan vivir celebrando la vida. VUESTRO SACERDOTE SEBASTIÁN MASSO LEAL