Caso de éxito: Valentía y humildad
Refaccionaria González, un legado familiar de arduo trabajo, disciplina y constancia Desde el segundo piso de la Refaccionaria González, el Ing. Óscar, hijo, observa a sus empleados atendiendo el mostrador. Ha pasado mucho tiempo desde que repartían mercancías y cobraban facturas en bicicleta. En ese entonces, no eran él ni sus hermanos quienes dirigían el negocio, sino su padre Don Óscar, y sus tíos, Don Jesús y Don Lucas. Ellos nacieron en Dr. González, Nuevo León. Siendo muy pequeños, perdieron a sus padres y tuvieron que salir de su pueblo junto a sus siete hermanos -un varón más y seis mujeres- rumbo a la gran ciudad de Monterrey. Esta transición fue sumamente difícil; sin saber lo que les esperaba, desde pequeños comenzaron a trabajar muy duro para salir adelante. Su hermandad se mantuvo en todo momento. Al llegar a Monterrey, Don Jesús consiguió un trabajo en una gasolinera que tenía un 26
taller adjunto y Don Óscar probó suerte en una refaccionaria. Con el tiempo crecieron y formaron sus propias familias, a las que mantenían trabajando en negocios relacionados con el mundo automotriz. Este progreso se detuvo súbitamente porque sus patrones se negaron a pagarles sus respectivos salarios. Nuevamente, se les presentaba una adversidad que cambiaría sus vidas.
Finalmente, un familiar en Texas les hizo el préstamo. Esto significó una doble presión, porque el negocio tenía que salir adelante para retribuir la confianza que su familia les había depositado con esa inversión. Con su característico humor y calidez, hicieron frente a esta situación y poco a poco llenaron de vida las paredes de su pequeño negocio. Así nació la Refaccionaria Los hermanos avanzaron González, SA de CV, el juntos por los años. La 16 de octubre de 1961, Era ahora o nunca. Esvida les enseñó a trabajar en el Centro de la ciudad taban por cumplir los 50 de Monterrey. Don Jesús, años, cuando los dos herduro, a ser justos con manos decidieron dar el sus empleados y a favorecer con su alegría y sentido del humor, bromeaba con primer paso y se propuel trabajo en equipo cada cliente que entraba sieron arrancar su propio negocio. Tenían los conocimientos necesarios, al local; no era nada extraño ver el mostrador pero hacía falta algo crucial: el dinero. Busca- lleno de sonrisas y buen ambiente. Por su parron por muchas partes a alguien que creyera en te, Don Óscar era el genio de la refaccionaria; su proyecto, pero a pesar de los esfuerzos, no conocía todos los números de todas las líneas de productos, sin necesidad de consultar catátuvieron éxito.