REVISTA REFLEJOS N° 36

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contemplar la descomposición del grupo insurgente al cual pertenecía, decidió el retorno. Sin desmovilizarse, dejó de lado el alias y el deseo de acompañar las nuevas elecciones, promovieron su retorno a la vida civil.

tampoco parecía escapar su joven retoño. Su ideología se batía con la contradicción lógica de los orígenes de clase, aunque hacía de lado esos planteos como si no existiesen. La revolución estaba a la vuelta de la esquina. No había tiempo que perder. Al obtener el grado, espero a que antiguos compañeros, algunos amigos, le ofrecieran a participar en la consulta interna de su partido, tan radical y revolucionario como él. La improvisación, la informalidad, lo llevaron al estrepitoso fracaso. Sin dejarse amilanar, siguió adelante. La situación social debía cambiar; el futuro tenía que ser distinto a la pesadilla del hoy. Comprobó que los círculos del poder en Colombia nunca permitirían que el pueblo gobierno, elegido mediante elecciones democráticas. Pronto vio caer a muchos compañeros, algunos demasiado cercanos, a punta de bombas o metrallas, para sostener, perpetuar el latifundio, a los insensibles dueños de la tierra con el costo de la sangre y la bestialidad del fuego. Entonces decidió internarse en la jungla, cargar el fusil hasta ser distinguido por sus superiores con el cargo de comandante. Participó de operativos, ataques, atentados. Mató hombres; ordenó ejecuciones hasta de algunos de sus subordinados. Se coronó desde suboficiales hasta coroneles. Pisaba los treinta años, veía como el país de sus sueños se marchaba. Acostumbraba a discutir el tema de su desesperanza, sólo con la tranquilidad del monte, tal vez con el consuelo de una sucesión de cigarrillos inagotables, que alumbraban la oscuridad como una cadena de sirios ficticios. El hastío de los días, lo acercaron a la botella. Ron, aguardiente, le fueron lijando el semblante, lo ablandaron a los pocos tragos. Tuvo relaciones con demasiadas mujeres, aunque a ninguna volvió a ofrendarle el corazón. Al sentirse involucrado, percibir interés de la eventual pareja, se volvía un llanero solitario, perdiéndose por el mismo lugar donde había venido. Pese a todo, su palabra era respetada. Al

Durante su ausencia, el partido político al que pertenecía, sus militantes, habían caído masacrados como moscas. Asomaba en el horizonte el proyecto de un nuevo movimiento político, del cual fue cofundador, con todo el esfuerzo que representa limar asperezas entre los diversos partido que se postulaban a integrarlo. Antes, harto de un extremismo obtuso, al cual ya consideraba incapaz de solucionarle a Colombia cualquier clase de problemas, de ver chorrear a mares la sangre de compatriotas propios y extraños, adhirió a la tendencia moderada, lanzándose al ruedo. Su rostro se iluminó cuando los ideales que acompañó toda la vida, alcanzaron un meritorio segundo lugar en las elecciones presidenciales, prometiendo mediante formas democráticas, disputarle en un futuro no muy lejano al establecido, el reemplazo de un orden social tan retrasado como


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