LAS PIRÁMI D ES Y STONEHENGE
INDEPENDIENTEMENTE del conocimiento relativo al desarrollo espiritual de la Humanidad, que es primordial para la Teosofía, se pueden obtener de ella informes y datos imposibles de adquirir de otro modo, referentes ala historia externa del mundo que nos rodea. La investigación literaria, muy pronto alcanza en tales materias el límite de sus poderes. Al referirse al remoto pasado, queda paralizada por la necesidad de documentos escritos, y, todo lo mas, puede suplir su falta por la interpretación de algunas inscripciones sobre piedra. Con su ayuda nos es posible alcanzar, en la dirección de lo que Mr. Samuel Laing llama “Origen del hombre”, a unos cinco mil años antes de la Era cristiana. Pero evidencias no menos ciertas que las de los jeroglíficos egipcios, nos muestran que el hombre existió sobre la tierra en periodos que la Geología no puede estimar con exactitud, pero que ciertamente se extienden a millones de años. En tal respecto, nos hallamos frente a un problema que, en sus aspectos más salientes, solo admite dos hipótesis alternativas: 0 durante aquellos enormes periodos la Humanidad vivió sobre la tierra en estado salvaje, sin elevarse nunca sobre el uso de los bárbaros utensilios de piedra que vemos asociados con sus restos fósiles, 0 bien alcanzó periodos de civilización en remotas épocas, cuyas huellas históricas se han perdido. Comparando estos dos puntos de vista, razonando meramente sobre evidencias al alcance de todos, llegaremos a conclusiones que apoyan la creencia en civilizaciones prehistóricas. En Egipto, el testimonio de los monumentos y papiros ya traducidos, nos llevan a una fecha de cinco mil años antes de J.C. Pero en aquel tiempo nos encontramos en presencia de una civilización tan avanzada como la relativamente