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El oficio de ser maestro: relatos y reflexiones breves

Las escuelas particulares, lugares de explotación María Cristina León Kempis*

Ayer hablé con mi hermana, me dijo que ya está a punto de estallar por tanto estrés, y es que últimamente se le ha juntado el trabajo de la escuela secundaria particular donde trabaja, además me comentó que en la ENEP Iztacala, donde estudia la Licenciatura en la enseñanza del inglés, se está poniendo más complicado el asunto, pues, debe ya de leer libros completos en ese idioma, y los trabajos y exposiciones que tiene que presentar son abundantes. Por si fuera poco, su familia demanda mucha atención, pues Kevin, su hijo, está como alumno de la secundaria donde ella trabaja, y la presión de las tareas es fuerte, ya que él es un niño que siempre ha presentado dificultades para desempeñarse bien en la escuela.

Ante todas estas penalidades, sólo hay un ángel que la apoya, Paty, su amiga; ella perdió su trabajo, familia y hasta su libertad, pues trabajaba en la judicial del D.F. y un día, en un enfrentamiento entre dos grupos delincuentes, ella tuvo el infortunio de disparar para dispersar a los agresores, y ahora la buscan por homicidio imprudencial. Mi hermana fue la única persona que le ha brindado su apoyo, a lo cual ella corresponde realizando quehaceres domésticos. Cada vez que platicamos de todas estas situaciones, nos remitimos a pensar en el pasado, cuando las dos

cursábamos la preparatoria en el mismo grado aunque ella es mayor, pues se casó a tempana edad. Después nuestros rumbos se apartaron; yo decidí estudiar pedagogía y ella una carrera de Asistente Técnico Educativo Bilingüe, después estudió cursos completos de inglés, lo que le ha permitido trabajar en escuelas particulares. Recuerdo que la última vez que tuvo que abandonar un trabajo, fue en una escuela de monjas que está ubicada por La Villa, donde las “madres” mantenían un control total del plantel a través de sus normas religiosas, mismas que contemplaban hacer trabajar al máximo a las maestras que no debían siquiera de platicar de otro asunto que no fuese académico, pues de otro modo, eran amenazadas con ser despedidas.

Mi hermana tuvo que atravesar por largos periodos de actualización y capacitación para poder dar respuesta a las exigencias de las monjas, que eran las empleadoras. También tuvo que ir más allá de su energía vital para aprender a realizar lo que no sabía hacer: Montar obras de teatro en inglés, preparar una escolta, dirigir las dinámicas grupales de los “retiros espirituales” que organizaba el plantel, y muchas otras actividades que escapaban a su labor docente. Afortunada o desafortunadamente, llegó a la escuela personal “más calificado”, es decir, con títulos y certificaciones, por los cuales mi hermana fue desplazada.

* Profesora de Educación Media Superior

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